33 Una tempestad que de mí salió



Regina
Los nervios hacían que sus manos temblaran mientras entraba a la casa de sus padres. Podía escuchar los pasos de las tres personas detrás de ella y quiso que ese momento se congelara para tener tiempo de reunir todo el valor que necesitaba.

    La adrenalina había bajado y no estaba segura en cómo iniciar esa conversación. Lo único que tenía claro era que ya no le seguiría el juego a nadie.

    —¿Alguien me puede explicar qué está pasando aquí? —Carlos fue el que rompió el silencio. Regina miró a su enojado exprometido.

    —Pasa que esa chiquilla tonta pagará por lo que hizo —dijo Olga con desprecio—. ¡¿Cómo se atrevió a llevarte?!

    —¡¿De dónde sacaron eso?! —preguntó sintiendo coraje—. ¡Papá, ¿por qué dijiste que Mauri nos había cerrado el paso?!

    —¡Porque eso pasó! —Olga metió de nuevo sus narices—. Y tú debiste decirnos antes que Mauri te estaba acosando, ¡ni siquiera sabía que trabajaban juntas!

    —¡No entiendo nada! ¿Por qué ustedes conocen a Mauri? —preguntó Carlos mirando a los dos mayores.

    —Mauri fue mi mejor amiga hace tiempo —confesó la castaña.

    —Sí, y te alejaste de ella en cuanto nos enteramos de… ¡de lo que ella es! —dijo Olga—. Mauri es una chica con problemas mentales, Carlos.

    —¡¿Cómo te atreves a decir eso de Mauri?! —preguntó Regina con horror—. Carlos, ¿quieres saber la verdad?

    —Es mejor que nosotros manejemos esto —intervino Fabián mirando al abogado—. Regina debe tener estrés postraumático después del secuestro.

    —¡No hubo ningún secuestro, ya dejen de mentir! —exigió ella—. Carlos, nadie me llevó, ¿entiendes? Eso mismo le he dicho a la policía y Mauri ya está libre.

    —¡¿La liberaron?! —gritó entonces su madre—. ¡Fabián, llámale de nuevo a tus amigos para que vuelvan a arrestarla!

    —¡¿Eso fue lo que hicieron?! —gritó ella molesta—. ¡¿Le llamaste a tus amigos influyentes para arrestar injustamente a Mauri?! —le preguntó a su papá con incredulidad—. ¡¿Están locos?!

    —¡Es lo que pasó! —dijo Olga—. ¡Esa desviada te llevó!

    —¡DEJA DE LLAMARLA ASÍ! —exigió furiosa—. ¡Nadie me llevó! ¡Yo huí porque no quería casarme!

    —¿Qué? —Carlos la miró con los ojos muy abiertos.

    —Lo lamento —le dijo a su exprometido—. Huí de nuestra boda porque me di cuenta… perdóname… es… no te amo —terminó con la voz quebrada. La expresión de Carlos le partió el corazón.

   —¡Deja de decir estupideces! —Se metió su madre—. ¡Retomarás tu compromiso y te casarás con Carlos!

    —¡No madre, no lo haré! ¡No pienso jurar amor eterno sin sentirlo!

   —¡Por Dios, Regina! ¡¿Tú crees que para casarse es necesario el amor?! ¡Mírame a mí! —gritó su mamá.

    —¿Qué? —preguntó Fabián.

    —El amor llega después, con los hijos, con los años —continuó Olga—. ¡No arruines tu vida! ¡Todo ha salido como planeamos! ¡Carlos es perfecto!

    —No para mí —dijo bajando la mirada—. Perdóname, debí ponerle fin a lo nuestro hace mucho —terminó regresando los ojos hacia Carlos. Dio varios pasos para acercarse al hombre—. Tú eres un buen tipo, pero no eres lo que quiero.

    —¿Estás…? ¡¿Estás loca?! —gritó Carlos—. ¡Me avergonzaste, Regina! ¡Me dejaste plantado en la iglesia y luego estos dos dijeron que Mauri te había llevado! —soltó su ex mirando a Olga y a Fabián—. ¡¿Ahora dices que te fuiste sola?! ¡¿Es lo que merezco después de dos años de relación?! ¡¿Que digas que no me amas?! ¡¿Es un puto chiste?!

    —No —dijo ella con los ojos llenos de lágrimas. Regina respiró hondo y retomó fuerzas—. Merecías mi sinceridad y te fallé. Debí contarte cómo me sentía desde hace mucho, pero… tenía miedo.

    —¡¿De qué, carajo?!

    —De… admitir… —Sus piernas temblaban. Su pecho le dolía. Su garganta empezaba a cerrarse—. Estoy enamorada de alguien más.

    —¡¿Qué?! ¡¿De quién?! ¡Responde! —Carlos la sujetó con fuerza haciéndole daño—. ¡Dime quién es!

    —¡Me lastimas! —dijo ella logrando apartarse de Carlos.

    —¡Deja de decir tonterías, Regina! —gritó su madre.

    —¡No es ninguna tontería! ¡Es lo que siento! ¡Lo que siempre he sentido!

    —¡¿De qué hablas?! —Carlos tenía los ojos rojos.

   —¡ESTOY ENAMORADA DE MAURI! —gritó Regina con las fuerzas que le quedaban.

    —¡¿QUÉ ESTÁS DICIENDO?! —Su madre le lanzó una bofetada. El dolor en su mejilla la aturdió por unos segundos, pero nada la haría detenerse.

    —¡Estoy enamorada de Mauri desde hace mucho tiempo! —lanzó mirando a Carlos—. ¡Fui su novia durante tres años y aún la amo!

    —¡CÁLLATE! —exigió su madre desgarrando su garganta.

    —¡No lo haré! ¡Ya estoy harta de ocultar quién soy en verdad! ¡Ya no permitiré que planeen mi vida! ¡No quiero casarme con Carlos! ¡No quiero ser primera dama ni tener ocho hijos! ¡Si desean todo eso, pues háganlo ustedes! ¡Y si se atreven a molestar de nuevo a Mauri les juro que pondré mis fotos besando a otras mujeres por toda la ciudad para que sus perfectos amigos las vean!

    —¡Qué horror! —Olga temblaba de pies a cabeza—. ¡¿Qué fue lo que Mauri te hizo?! ¡Dime cómo te contagió!

    —¡Esto no es covid-19, madre! ¡Ella no me contagió nada, solo me enamoré!

    —¡No, no, no! —Olga la sujetó de los hombros y la jaló con fuerza una y otra vez—. ¡Tú no puedes ser así! ¡Mi hija no!

    —¡Es lo que siento! —dijo con firmeza alejándose de los demás—. ¡No seguiré negando mis sentimientos!

    —¡Entonces lárgate de esta casa! ¡¿Escuchaste?! ¡Perderás todo nuestro apoyo!

   —¡¿De qué apoyo hablas, mamá?! ¡Soy una adulta independiente! ¡Y ya no dejaré que me traten como a una niña sin cerebro que no sabe lo que quiere! ¡Y lo que quiero es vivir junto a Mauri! ¡Nunca debí alejarme de ella! ¡Nunca debí dejarlos meterse en mi vida! ¡Ella es mi primer amor! ¡El único!

    —¡Te irás al infierno, Regina! ¡Te irás al infierno! —gritó su madre.

    —¡Pues ahí nos veremos! ¡Tú solo juzgas, odias y buscas lastimar! ¡Eres una pésima persona!

    —¡¿Cómo te atreves?! ¡Yo iré al cielo! ¡Yo cumplo con la Palabra de Dios!

    —¡La única palabra que te importa es la tuya! ¡Dios te escupiría en la cara!

    —¡No le hables así a tu madre! —exigió su papá.

    —¡No, papá! ¡Tú dejarás de meterte en mi vida y te apartarás de Mauri! ¡Si vuelves a mentir sobre ella, te juro que haré un escándalo que hará que se te derrita la cara de vergüenza!

    —¡Vergüenza es tenerte como hija! —soltó su madre.

    —¡Pues tendrás que aguantarla porque no voy a cambiar!

   —¡Entonces es mejor que te mueras! ¡Prefiero verte muerta que con otra mujer!

    Aunque intentó ignorar el dolor, aquellas palabras se le clavaron en el corazón. Respiró con fuerza entendiendo que solo tenía una opción. Fijó los ojos en la mirada furiosa de su mamá, lista para decirle las últimas palabras que seguramente le diría en su vida.

    —No madre. Yo viviré feliz y libre. Viviré rodeada de mucho amor, con gente que me recibirá con los brazos abiertos. —Sus ojos se empañaron—. ¿No te das cuenta? Mi amor no daña, pero tu odio sí.

    Sus padres la miraron con tanto desprecio que Regina tuvo que apretar la mandíbula para contener el llanto. Sin decir ninguna palabra más, Olga y Fabián salieron del salón. Pocos segundos después se escuchó un fuerte portazo.

    Entonces Regina dirigió su atención a Carlos, que negaba una y otra vez mientras reía nerviosamente.

    —¿Estás jugando, verdad?

    —Perdóname… yo no quería que nada de esto ocurriera… pero pasó…

    —¡¿Por qué no me lo dijiste antes?! —La cara de Carlos estaba muy roja.

   —Porque ni siquiera yo quería admitirlo. Pero ahora ya no tengo forma de seguir huyendo de mis sentimientos.

    —¡¿Me fuiste infiel?! ¡¿Te acostaste con ella?!

    —No —dijo con seguridad—. Solo… le di un beso.

    —¡¿Un… un beso?! —Carlos lanzó un manotazo pegándole a una lámpara junto a él. Regina dio un paso atrás—. ¡¿Dónde?! ¡¿Cuándo?! ¡Contéstame!

    —En… la posada.

    Carlos bufó, respirando como un toro embravecido.

    —¡¿Por qué, Regina?! ¡¿Te das cuenta de lo que hiciste?! ¡Tuviste semanas para decir algo! ¡Semanas! ¡Pero preferiste dejarme en ridículo frente a todas esas personas! ¡¿Crees que merecía algo así?!

    Ella negó con la cabeza.

    —Perdóname.

    —¡¿Y crees que eso significa algo para mí ahora?! ¡¿Perdóname?! ¡¿Qué carajo hago con eso?! ¡Te llevaste mi dignidad! ¡¿Qué crees que dirán mis amigos sobre mí cuando se enteren de que me dejaste por una mujer?! —Carlos la empujó, haciendo que Regina sintiera miedo. Se apartó lo más que pudo.

    —¡¿Y qué querías?! ¡¿Casarte con alguien que no te ama?! ¡¿Con alguien que desea a alguien más?! ¡Carlos, tú ni siquiera me conoces!

    —¡¿De qué coño hablas?!

    —¡¿Cuáles son mis flores favoritas?! ¡¿Cuáles?!

    —¡Qué pregunta tan estúpida!

    —¡Entonces respóndeme!

    —¡Las…! —Carlos dudó un momento—. ¡Esas malditas flores amarillas!

    Regina cerró los ojos y negó con la cabeza.

    —Estabas tan empeñado en vivir una vida perfecta que nunca te diste cuenta de que tú y yo no teníamos nada.

    —¿Y con Mauri sí?

   —Sí —dijo sin titubeos—. Con ella lo tenía todo y lo dejé por seguir una fantasía.

    —Te irá muy mal, Regina. —Carlos se acercó amenazante—. He escuchado cosas sobre Mauri, ella te dejará por alguien más y te quedarás sola.

    Eso la hizo soltar una carcajada.

    —Mauri me ama, ¿entiendes? Soy el amor de su vida y, aunque desees vernos mal… eso nunca pasará —dijo más segura que nunca—. Por fin estaré donde realmente quiero estar.

    Se mantuvo clavada en su lugar viendo el titubeo de Carlos.

    —Espero no volver a verte nunca en mi vida —soltó el hombre con todo el veneno que le quedaba. Su exprometido caminó hacia la salida pateando todo lo que encontraba a su paso.

    Ahí en la soledad, la castaña respiró hondo para calmar sus agitados latidos. Aquello había pasado. Pensó en lo que debía hacer y, temblorosa, subió a su habitación. Si se iría para siempre de esa casa al menos se llevaría sus tesoros.



Mauri
Daba vueltas en su oficina totalmente impaciente. Según su reloj, Regina se había despedido de ella tres horas atrás. ¿La chica estaría bien? Suspiró tratando de controlar sus emociones, que estaban vueltas de cabeza. Cuando la puerta se abrió, Mauri sintió un escalofrío recorriendo su cuerpo a la velocidad del rayo. Pero era María quien la miraba.

    —Lorena manda por ti. La reunión empezará —dijo la chica—. ¿Estás bien?

    —Sí, gracias.

    —¿Entonces por qué parece que te estás muriendo?

    —Solo estoy preocupada.

   —Por Regina, ¿no? —María empujó la puerta para evitar que alguien las escuchara—. Seguro está bien… o sea… obvio es horrible lo que debe estar sintiendo pero era necesario que hablara con sus padres. Y… supongo que después de esto ya no te irás, ¿cierto?

    Se mantuvo callada por un momento, pues no tenía idea de lo que debía responder.

    —No tendría porqué cancelar…

    —¡Ay, por favor Mauri! Es obvio que entre Regina y tú hay algo.

    —Solo somos amigas…

   —¿Amigas? Por Dios, ella nunca se ha comportado conmigo como lo hace contigo.

    —¿Por qué me dices eso? —dijo ceñuda—. Tú, Lorena, Pablo, mi hermana, todos me dicen cosas sobre Regina pero ella nunca me ha dicho nada. Solo hacen que piense en cosas que no existen.

    —Pues yo aún no cantaría victoria sobre ese viaje… —soltó María con un guiño.

    —Ya, ya… —dijo molesta saliendo de ahí para llegar a la dichosa reunión.

    Dentro de la sala ya estaban los dos ejecutivos, Andrés, el abogado Linares y Lorena, que reían de alguna cosa. Apenas la vieron, los visitantes le estrecharon la mano para saludarla. El ambiente era amistoso e incluso Andrés le parecía menos insoportable.

    —¿La señorita Leal no nos acompañará? —preguntó uno de los ejecutivos.

    —La contadora tenía un asunto que atender… —explicó Lorena.

    —Qué lástima, queríamos saludarla también —dijo el ejecutivo de mayor edad—. Le estaba comentando a Lorena que usted y la señorita Leal son un equipo formidable.

    —Sí, gracias —dijo ella tratando de sonreír.

    —Entonces, si ya estamos todos, ¿qué les parece hacer oficial esta unión? —dijo Lorena haciendo que todos soltaran una carcajada.

    El abogado Linares colocó varias hojas en la mesa y dejó dos bolígrafos junto a ellas. Lorena y el ejecutivo viejo se acercaron a firmar. El trato estaba a punto de cerrarse de manera legal y eso garantizaba que a Café Latino le esperaba una rápida expansión por el norte.

    —Bueno, damas, caballeros… —El abogado Linares echó un rápido vistazo a las hojas firmadas—. Esta colaboración es un hecho.

    Los aplausos estallaron mientras Lorena y el ejecutivo mayor se daban un beso en la mejilla. Mauri sintió tanta felicidad en ese momento que también quería besar a ese tipo.

    —¡Esto merece un brindis! —dijo Andrés caminando hacia una mesa donde había una botella entre hielos y varias copas. Un par de minutos después todos tenían su champaña.

    Todo eran sonrisas y halagos por parte de los ejecutivos. Ella tenía su bebida en la mano y miraba el líquido ya sin mucho ánimo. Aunque se sentía feliz por aquello, también sentía incertidumbre por lo que venía para su vida. Le encantaba trabajar en Café Latino pero esa victoria tan buscada no sofocaba el dolor de saber que una chica castaña no la amaba como ella quería. Miró por la ventana para tratar de aceptar lo inevitable, pues aunque Regina no se hubiera presentado a su boda, eso no significaba que la chica la amara. Todos insistían y apostaban por que estarían juntas, pero Mauri sabía que Regina nunca aceptaría frente a nadie sus sentimientos por ella, en caso de tenerlos. Si solo unos días atrás la chica había negado amarla, ¿por qué pensar que de repente eso cambiaría?

    Regresó cabizbaja por el pasillo, ignorando las murmuraciones de sus compañeros, que parecían muy exaltados seguramente por la firma del convenio de colaboración que acababa de realizarse. Cuando abrió la puerta de su oficina, casi se cae hacia atrás. Regina estaba sentada en el sofá y se había levantado de un salto apenas la vio llegar.

    —Hola… —dijo la chica con una sonrisa melancólica. Mauri pudo entender su estado de ánimo con aquella mirada. Abrió los brazos para recibir a la chica, que se refugió contra su cuerpo y empezó a sollozar. La sujetó fuerte mientras el llanto seguía—. Fue terrible —susurró Regina con la voz gangosa—. Dijeron cosas horribles y… —Las palabras se cortaron—. Mis padres… no creo que vuelva a verlos nunca.

    —Se les pasará. Eres su única hija, perdonarán que huyeras de tu boda.

    Regina negó y la miró a los ojos.

    —No… no lo harán. Les dije… yo… tuve que decirles… sobre nosotras…

    —¿Nosot…? ¿Qué?

    —Ellos saben… mis padres y Carlos saben que… que estuve contigo. Saben que… —Regina estaba muy roja. Se limpió las lágrimas—. Fui tu novia.

    Dio un paso atrás totalmente estupefacta. ¿Había escuchado bien? ¿Regina había admitido frente a su familia su relación con ella? ¡¿Esa chica parada al frente era un clon de Regina?! Miró de pies a cabeza a la castaña, tratando de descifrar si era una impostora, pero enseguida se dio cuenta de lo estúpido que sonaba eso. Esa mujer ahí parada era Regina, aquella que había sido su amiga, su amor y su amante. No había duda, era ella.

    —¿Y… qué dijeron?

    —¿Tú qué crees?

    Negó con la cabeza.

    —Perdón, fue una pregunta tonta. Es que… —Se sentía nerviosa—. ¿En serio les dijiste? ¿Por qué?

    —Porque quería dejar de mentir —dijo Regina con un hilo de voz—. Quería dejar claro que no haría caso a su petición de retomar mi compromiso con Carlos.

    —¿Eso querían?

    —Sí. Le dijeron que tú me habías llevado. Creo que ellos mismos se creyeron su mentira. Entonces les dije… no pensaba permitir que te hicieran daño porque… yo… est…

    Los golpes en la puerta sonaron tan fuerte que las dos brincaron en su lugar.

    —¡Regina, ¿estás ahí?! —La voz de Jessica llegó—. ¡Abre, te vieron entrar!

    —Vámonos de aquí, metiche. —Se escuchó también a María.

    Toc toc.

    Regina la miró con expectativa.

    —Si quieres la dejamos afuera.

    —Eso sería muy grosero…

    —Querer tirar mi puerta también lo es. Además —Mauri sintió un vuelco en el estómago—, ¿qué querías decirme?

    —¡¿Qué hacen ahí dentro?! —La perilla crujió cuando alguien intentó forzar el seguro que Mauri había puesto.

    Enojada, la pelirroja caminó hasta la puerta y abrió de golpe.

    —¡¿Qué?! —gritó.

   —¿Qué estaban haciendo? —preguntó Jessica entrando con cara de pocos amigos.

    —Hablando —dijo Regina.

    —Jessica, mejor sal de aquí. —María jaló a su amiga—. Déjalas resolver sus cosas.

    —¡No hay nada que deban resolver encerradas! Y no entiendo por qué fuiste a la comandancia a defender a esta tipa —soltó Jessica mirando a Regina.

    —Fui porque lo que decían de ella era falso —respondió la castaña con el ceño fruncido—. Y tú no debiste ir con el chisme de que Mauri abusó de mí.

    —¡¿Fuiste tú?!

    —¡Sí fui yo, Mauritania! ¡Tú misma lo admitiste! —debatió Jess.

    —¡Pero eso fue mentira! —aclaró Regina.

    —¿Mentira? ¿No te besó?

    —Sí, lo hizo… —admitió Regina tomando aire—. Pero… no me obligó.

    —¿Qué? —Jess parecía muy confundida.

    —Jessica, déjalas en paz. —María intentó jalar de nuevo a su amiga pero la chica se apartó de ella.

    —Quiero que me expliquen qué diablos está pasando —exigió Jess—. Tu madre quería información sobre a dónde pudiste ir…

    —¡¿Y le metiste en la cabeza que Mauri me había llevado?!

    —¡Era lo más lógico! ¡Estaba despechada por tu rechazo! ¡Además admitió que te había obligado a besarla!

    —¡Tú no tenías derecho a decirle nada de eso a mi madre!

    —¡Yo solo quería ayudar!

    —¡¿Segura?! ¡¿O querías vengarte de Mauri?!

    —Regina… —Mauri sujetó a la castaña pues parecía muy enfadada.

    —¿Qué pasa entre ustedes? —preguntó Jessica. La pelirroja se quedó callada, no sabía si debía responder a esa pregunta.

    —Hace muchos años… —Empezó Regina—. Cuando teníamos diecisiete… Mauri y yo tuvimos una relación.

    —¡¿Qué?!

    —Fui su novia.

    —Pero… —Jessica negó enérgicamente con la cabeza y sus ojos se empañaron—. ¡Dijiste que nunca le habías hecho caso!

    —Mentí. Estuvimos juntas varios años, Y el beso de la posada… yo se lo di. Yo la besé.

    —¡¿Cómo te atreviste?! —Jessica se lanzó sobre Regina pero Mauri apartó a su ex de la castaña—. ¡Eres una zorra, Regina! ¡Eras mi amiga y me robaste a mi novia!

    —¡Jessica, calma! ¡Ella no te robó nada! —gritó Mauri.

    —¡¿Cómo que no?! ¡Ella te besó!

    —Pero no te robó… —dijo sujetando a Jessica con fuerza para que la mirara—. Solo he estado enamorada de una mujer… de ella.

    La desilusión en los ojos de Jessica hizo que Mauri se sintiera terrible. La chica se arrebató de su agarre y salió corriendo de su oficina.

    —¡Sigan en lo suyo! —gritó María yendo detrás de Jessica. Mauri dio un portazo.

    —No puedo creer que le haya contado eso a tus padres y… —Entonces recordó lo que Regina había dicho segundos atrás—. ¿Les dijiste a tus amigas que fuiste mi novia?

    —Sí… eso acaba de pasar.

    —¿De verdad eres Regina?

    Esa pregunta hizo que la castaña soltara una carcajada.

    —No. En realidad… soy Yiyí.

    Un respingo se escapó de ella, sintiendo extraña la forma en que Regina había dicho eso. Su mente era un caos. Solo unas horas atrás hubiera creído imposible que esa mujer le confesara a su círculo más cercano el noviazgo que habían tenido.

    —¿Por qué lo has admitido? ¿Qué sucede? —preguntó temblorosa. Sus nervios aumentaron cuando Regina la miró de la forma más intensa que Mauri había visto.

    —Porque estoy enamorada de ti.