34 Empieza por mi boca
Regina Lo había dicho lo más rápido que había podido para evitar que su corazón estallara. Y es que desde que lo había admitido ante sus padres y Carlos, sentía una tremenda necesidad de decírselo a Mauri, de gritar eso que llevaba atorado años en su garganta. Entonces se dio cuenta de la expresión de la pelirroja, que parecía congelada, aterrada y encantada al mismo tiempo.
—R-re… repite eso —susurró Mauri con la voz quebrada.
Pero esa vez Regina no quería soltarlo solo así. Quería encontrar el modo de que esa frase de verdad reflejara el enorme mar de sentimientos que tenía por la pelirroja. Pensó en un verso, alguna canción, alguna película, frase, lo que fuera… Pero sentía que nada le hacía justicia a lo que sentía.
—He estado enamorada de ti desde siempre… desde nuestro primer beso. —Temblando, llevó sus manos hasta las mejillas de Mauri que estaban más rojas que nunca—. Ojalá pudiera retroceder el tiempo y… te amaba tanto aquella tarde en esa cafetería. Fui una tonta, una estúpida. Nunca debí dejarte… —Las lágrimas empezaron a caer—. Debí gritar que te amaba… que te amo. Te amo, ¿oíste? Te amo.
Muy despacio acercó su rostro al de la pelirroja. Sintió su cabello hacerle cosquillas y su respiración golpeando su piel. Cerró los ojos para depositar un suave beso en los labios de esa chica que se mantuvo inmóvil. Se apartó rápido al notar que Mauri no le había correspondido.
Pero aquello duró sólo una fracción de segundos pues en cuanto se separó, fue alcanzada de nuevo por una embestida brutal. Dio varios pasos atrás cuando la boca de Mauri atrapó la suya en un beso demoledor.
Chocó contra el escritorio y, sobreponiéndose al movimiento repentino de la pelirroja, devolvió el contacto con decisión, dejando que el fuego dentro de ella por fin ardiera. Mauri la devoraba, la besaba con tanta desesperación que era casi imposible respirar. Pero eso no le importó en absoluto. Dejó que una lengua traviesa buscara entre su boca, dejó que esas manos estrecharan su cintura y dejó que todo lo que sentía se hiciera cargo de la situación. Ardía. Todo ahí le quemaba. Ella no era Regina, era un volcán, era un incendio. Deslizó una caricia por el cuerpo de la pelirroja, que gimió contra sus labios y rompió el beso. Regina inhaló con fuerza, tratando de ignorar el mareo momentáneo que sintió al sentirse abandonada por los besos de Mauri.
—No estoy soñando, ¿verdad?
—Pues… veamos —dijo ella pellizcando una nalga de la chica, que soltó una carcajada—. Esto me gusta… —Acarició la espalda de la pelirroja y llegó de nuevo hasta sus glúteos—. Siempre me gustaron mucho.
—Podría dejar que me las toques a cambio de algo… —Mauri le sonrió de manera coqueta, haciendo un gesto que Regina no había visto en años. Empezó a reír mientras sentía su cara algo acalorada.
—Sí, yo… ahm… supongo que es un trato justo…
—Apenas puedo creer que de verdad esté pasando esto —susurró la chica como si no quisiera levantar la voz por miedo a que eso desapareciera.
—Es mi culpa… te hice creer… fui horrible contigo…
—No es…
—Sí lo fui. Es que… tenía miedo —dijo con angustia—, y no supe manejarlo. Me escondí de ti por mucho tiempo, incluso mientras estuvimos juntas no fui totalmente sincera sobre lo que sentía. Perdóname por todo este tiempo y por lo mal que la pasaste con el lío con la policía.
—¿Bromeas? Sabes que me encanta que me esposen. —Eso la hizo soltar una carcajada—. Yiyí, no me importa nada de lo que haya pasado, eso no lo puedo cambiar, pero… esto… lo que significa tenerte así… —Mauri parecía buscar las palabras adecuadas para expresar lo que quería—. Solo quiero estar contigo.
—¿Sí? ¿Y qué hay de ese viaje que tanto añoras? ¿A dónde es?
—Irlanda…
—¡¿Irlanda?! Nunca he entendido tu fascinación por lugares donde se te congela el trasero.
—¿Eso significa que no irías conmigo?
—Eso significa que tendrías que mantenerme bien abrazada todo el tiempo y darme calor… mucho calor…
—Eso del calor me gusta —susurró Mauri con voz sexy, volviendo a besarla.
—Solo puedo… pensar… en… salir de aquí… contigo… —dijo entre besos, sintiendo despertar varias zonas sensibles.
Pero entonces la puerta se abrió de golpe y alguien gritó.
—¡Lo sabía! —Pablo daba saltos en su lugar mientras aplaudía—. ¡Lo sabía, lo sabía! ¡Pido ser el padrino! ¡María, ven! ¡María!
Se escucharon unos pasos apresurados.
—¿Qué..? —preguntó la chica entrando también a la oficina.
—¡Se estaban besando! —dijo Pablo señalándolas.
—¿Si notas que estamos aquí? —se quejó Mauri.
—Shhht, espera —pidió el chico y se dirigió de nuevo a su novia—. Entré y ellas estaban así como succionando sus caras y…
—¡Eres un imprudente! —gritó María golpeando el hombro de su novio—. Perdón, chicas, se cayó de chiquito y quedó así… —Su amiga le sonrió—. Entonces Regi… es Mauri, ¿eh?
—Sí, Mauri —dijo Regina asintiendo con firmeza.
—¿Sabes algo? Nunca me di cuenta que eres homosexual —comentó su amiga acercándose más. Regina le echó una mirada a la pelirroja, que sonreía.
—Creo que el término correcto es «Maurisexual». Solo ha sido ella, siempre… —admitió sintiendo mucho ardor en las mejillas.
—Eso es lindo. —María observó a Mauri un momento—. Pobre de ti si le rompes el corazón a mi amiga, ¿entendiste? Te haré cosas muy dolorosas en partes oscuras.
—Eh… —Mauri parecía algo perturbada—. Entiendo… me portaré bien.
—Entonces supongo que debo llevarme de aquí a mi novio —dijo María jalando a Pablo del brazo, ya que él se había sentado en una de las sillas frente al escritorio.
—Pero yo no me quiero ir…
—¿No tienes trabajo qué hacer? —preguntó Mauri con fastidio.
—No. Acabo de terminar todo el contenido de la semana y vine a saber qué había pasado. Entonces ¿van a casarse?
Regina soltó una carcajada al ver la cara de exasperación de Mauri. Le dio un beso en la mejilla antes de decir:
—Debo ir a hablar con Lorena sobre mi ausencia. ¿Te veo después?
—No lo dudes.
La oficina de Lorena no quedaba muy lejos de la de Mauri, pero caminar por ese pasillo lleno de miradas y susurros la había hecho sentirse juzgada. Algunos de sus compañeros apartaban la vista cuando ella los miraba y otros la saludaban haciendo un movimiento de cabeza.
Sabía muy bien que su fallida boda seguro había sido el tema de conversación durante todos esos días. ¿Qué pasaría cuando todos supieran que Mauri y ella…? Apretó la mandíbula sacando valor de sus sentimientos. Eso no debía importarle si realmente amaba a Mauri y quería estar con ella. Lorena la recibió con los brazos abiertos y una gran sonrisa. Se sentó frente a la mujer que la miró en silencio para darle la oportunidad de iniciar esa conversación.
—Quiero pedirte una disculpa por haberme ausentado toda la semana…
—Puedo entender el motivo de eso —dijo Lorena sin dejar de sonreír—. De todas maneras habías solicitado tus vacaciones para tu luna de miel, así que digamos que solo tomaste esos días un par de semanas antes. Todo bien.
—Gracias por tu apoyo en esto…
—¿Y cómo estás? ¿Necesitas algo?
—Sí… no. Estoy bien, solo un poco… ahm… perdida…
—¿Perdida, por qué? —Lorena la observó con atención.
—Bueno… en teoría debería estar terminando el día laboral para ir a casa con mi esposo, y ahora… tengo el auto lleno de lo poco que logré rescatar de mis cosas, sin esposo, sin padres y sin ningún lugar donde quedarme… —Se detuvo al notar lo trágico que había sonado eso.
—¿Y eso es tan malo? —preguntó Lorena con una leve sonrisa—. Puedo entender el dolor de tu situación con tus padres pero… lo demás… creo que no es algo terrible, ya que supongo que hubo una fuerte razón para hacer lo que hiciste.
—Sí, tuve una razón.
—¿Pelirroja? —La sonrisa de Lorena la hizo sentir apenada. Mantuvo su mirada en los ojos de la mujer y despacio le devolvió la sonrisa.
—Sí… pelirroja… —admitió con un vuelco en el estómago.
—¡Genial! —dijo Lorena levantando las manos en señal de victoria—. ¿Y ella lo sabe?
—Eh… sí… acabamos… nosotras… —Sentía mucha vergüenza, como si fuera una niña y alguien le preguntara cuál de sus amiguitos del kinder le gustaba—. Ella lo sabe…
Lorena levantó el teléfono y presionó unos números.
—¡Ven aquí ahora! —le gritó a la bocina y colgó. Regina nunca había visto tan feliz a su jefa. Se quedó en silencio unos segundos esperando a la persona que Lorena había llamado. Giró el rostro cuando Mauri entró y le dirigió una sonrisa.
—¿Qué sucede? —preguntó la chica sentándose en la silla vacía junto a la suya.
—He recibido noticias interesantes… Regina dice que está loca por una pelirroja…
Mauri abrió mucho los ojos y la miró mientras ella sentía que se ruborizaba. Colocó un mechón de cabello detrás de la oreja y esbozó una tímida sonrisa.
—¿Ah, sí? —preguntó Mauri.
—Supongo que esto significa que puedo seguir contando con mi jefa de marketing, ¿cierto?
Mauri estaba tan roja como ella. El corazón de Regina golpeaba fuerte, pues aunque ella sabía la respuesta de Mauri, que la chica respondiera a esa pregunta de su jefa confirmaría su deseo de permanecer a su lado.
—Sí, esta pelirroja decide quedarse.
Lorena lanzó un grito y se paró con tanta agilidad que las tomó por sorpresa a las dos. Rodeó el escritorio y las abrazó sin dejar de sonreír.
—¡Por fin! —dijo cuando regresó a su lugar—. Regina, creí que nunca te decidirías.
—¿Lo sabías?
—Solo un ciego no lo hubiera notado… O tal vez es la sabiduría de mis años. ¿Ves, terca? ¡Te lo dije! —comentó la mujer viendo a Mauri—. Ahora… ¿ya platicaron sobre lo que harán?
Mauri carraspeó.
—Pues… no hemos tenido mucho tiempo pero… bueno… estaremos juntas, ¿verdad? —La chica estiró una mano hacia ella.
—Sí. —Regina la tomó.
—¿Y qué hago con esto? —preguntó Lorena sacando la carta de renuncia de Mauri de su escritorio. La pelirroja la agarró y la rompió en varios pedazos—. Estoy muy feliz por ustedes y… creo que por fin podré quitarme esta cosa.
Lorena se inclinó y Regina escuchó cómo arrancaba algo. Su jefa arrojó la férula sobre el escritorio, que retumbó fuerte contra la madera.
—¿Qué…? —Mauri acercó la cara a la pieza ortopédica con la boca abierta—. ¿Por qué esto se ve como un juguete?
—Porque es un juguete —aclaró Lorena—. De utilería, más bien. No iba a soportar el calor de una de verdad así que preferí esta.
—No entiendo nada…
—No tuve un accidente —confesó Lorena mientras Mauri y ella la miraban asombradas—. Todo fue un montaje con ayuda de mi compadre el doctor y…
—¡¿Por qué?! —gritó Mauri.
—Porque enviarlas a un viaje solas fue lo único que se me ocurrió para lograr que se dejaran de estupideces y por fin aceptaran sus sentimientos por la otra. ¿Recuerdas, Regina? ¿Recuerdas que te dije que solo me quedaba un as bajo la manga? Me refería a ti. Solo tú podrías conseguir que esta tonta no se fuera.
—¡Eres diabólica! —dijo Mauri con una mezcla de enojo y fascinación.
—¡¿Y arriesgaste el trato?! —preguntó ella incrédula ante lo que escuchaba.
—Por supuesto que no. Envié a mis dos mejores elementos. Son unas personas profesionales y muy inteligentes, sabía que lo que yo podría hacer ahí, era algo que también ustedes podrían hacer.
—¿Y usaste esa cosa en tu pierna todos estos días por nosotras?
—Por ustedes y también por mí. ¿Crees que estaba feliz por perderte Mauritania? No fue algo desinteresado, yo también tenía mucho que ganar si te quedabas, por eso decidí correr el riesgo y apostar por las dos.
—Estás loca —dijo Mauri sonriendo.
—Pero funcionó. —Lorena sonrió triunfal—. Esta empresa es un logro de muchas personas, incluida tú. Mereces disfrutar de lo que amas, rodeada de todos los que te amamos, en especial esta chica —dijo su jefa mirándola—. Y tú, Regina, mereces ser libre y estar con quien en verdad deseas. La vida sin amor es… no es vida —terminó su jefa con una sonrisa—. Estoy orgullosa de las dos.
Después de su pequeña charla con Lorena, se había refugiado un par de horas en su oficina, donde no pudo concentrarse mucho en su trabajo. En un solo día había experimentado emociones muy fuertes, tanto con sus padres, como con Carlos y Mauri.
No le había mentido a Lorena al decirle que se sentía perdida y hasta cierto punto, asustada. Amaba a Mauri, pero se sentía a punto de entrar en un terreno desconocido para ella, uno donde estaría expuesta, sin control. Le envió un mensaje a María para que pasara a verla antes de que ese día laboral terminara, cosa para la que faltaban solo unos minutos. Su amiga entró cuando ella terminaba de meter los documentos importantes en la caja de seguridad.
—Hola —dijo María con una sonrisa radiante—, ¿cómo te sientes?
—Rara —admitió ella.
—Te acostumbrarás. —Su amiga se encogió de hombros—. ¿Sabes algo? Ahora que lo pienso… creo que sonríes diferente cuando estás con Mauri.
—¿Diferente?
—Sí, es como si tu sonrisa fuera de verdad. No sé, es raro. Debe ser el amor.
—Ahm… supongo… —dijo ella algo avergonzada pero luego soltó una carcajada—. Me siento como si flotara, eso sí es extraño.
—¿Y para qué me llamaste? ¿Para decirme que te sientes como un globo?
—No… es… para pedirte un favor. Si puedes, claro.
—¿Qué cosa?
—¿Podría quedarme contigo unos días? Es solo mientras encuentro un lugar para vivir.
—¿Qué? —María frunció el ceño—. ¿Pasó algo con Mauri? Es que… —María esbozó una sonrisa—. Imaginé que te irías a su departamento…
—¡Ah! No. En realidad no hablamos de eso. Creo que me sentiría aún más extraña, no sé…
—¿Extraña porqué?
—Porque hace una semana vivía con mi prometido y ahora… apenas hace dos horas le dije a Mauri lo que siento y ¿ya me meteré a su departamento? Ni siquiera estoy segura de lo que ella piense al respecto, no quisiera imponer nada.
—Ya… pero… tal vez deberías hablar con ella ahora. Digo, es obvio que puedes quedarte conmigo todo el tiempo que quieras pero… coméntale, ¿sí? Hazme caso… —dijo María caminando hacia atrás para salir de ahí.
Así que Regina tomó su bolso y fue en busca de Mauri. La encontró en el pasillo que conectaba con su oficina.
—Iba a buscarte —anunció la pelirroja en cuanto la vio—. ¿Nos vamos?
—Sí… —dijo ella pero se mantuvo en su lugar—. ¿A dónde?
Mauri titubeó un poco pero mantuvo la mirada en ella.
—Pues… —La chica se rascó la frente—. Estaba pensando en mi departamento, pero si quieres ir a otro sitio…
—¿Qué? No, no… —Se sintió repentinamente nerviosa al pensar en Mauri y ella a solas—. Es que venía con una cosa en la cabeza, pero… —Depositó un beso en los labios de la chica—. Vamos.
Mauri El camino hacia su departamento le pareció más largo de lo normal. Se sentía nerviosa, ansiosa. Veía el auto de Regina en el espejo retrovisor siguiendo al suyo. Se mordió el labio, donde aún sentía el beso que Regina le había dado antes de subirse a su coche. Sí, era real, eso estaba pasando. Estacionó en el lugar de siempre y esperó a que Regina bajara.
—¿Todo bien? —preguntó al ver que la chica observaba sus cosas.
—Sí, solo… esto es todo lo que me queda.
Mauri vio dos maletas y un bolso.
—¿Y lo demás?
—En casa de Carlos… dudo que pueda recuperar algo. ¡Tenía mil cosas ahí!
Regina suspiró con pesadez.
—¿Sabes lo que eso significa? —preguntó Mauri mirando a la castaña con una sonrisa—. ¡Compras!
—Tonta. —La chica sonrió.
—Primero debemos subir todo esto —dijo Mauri sacando las dos maletas del auto—. ¿Quieres que pidamos algo para cenar? Estaba pensando en… —Pero se detuvo al ver la expresión de Regina, que sonreía con timidez—. ¿Qué?
—¿Estás… cómoda con esto?
Mauri observó las dos maletas. No eran tan grandes y era obvio que podía cargarlas sin problema. Entonces pensó en que tal vez Regina se refería a otra cosa.
—No entiendo.
—Como me he quedado sin casa, le pedí posada a María…
—Oh… —Mauri adoptó una expresión seria—. Creí que te quedarías conmigo…
—¡No! ¡Sí! —Regina arrugó la cara y ella soltó una carcajada.
—¿No o sí?
—Es que como no hemos hablado de eso… Podría quedarme contigo si me aceptas unos días…
—¿Unos días? —Atrapó a la castaña en un abrazo posesivo y le plantó un beso, logrando que la chica empezara a reír mientras aceptaba sus mimos—. Sabes que puedes quedarte toda la vida.
—Oye, oye, no quiero caer en el cliché de lesbiana que se muda con su novia a los tres días de conocerla…
—¿Novia? ¿Quién dijo algo de novia? Pienso hacerte mi esclava sexual…
Regina volvió a reír y le mordió la nariz.
—Entonces apúrate con esas maletas.
En cuanto la puerta de su departamento abrió, Mauri se hizo a un lado para dejar que Regina pasara primero. La chica parecía muy sorprendida al ver la decena de arreglos florales dentro.
—Bienvenida Yiyí…
Regina giró hacia ella con los ojos húmedos.
—Eres la chica más maravillosa del universo. —La castaña se abrazó de su cuello y le dio un beso tan suave que hizo que las piernas de Mauri temblaran—. Me encanta el olor de las rosas. Gracias.
—Me imaginé que te gustaría. Aproveché que Pablo estaba desocupado para pedirle que trajera todo esto… dijo algo sobre ser nuestro «hado padrino».
Mauri dejó las maletas de Regina en la habitación y cuando volvió a la sala vio a la chica revisando unas cajas.
—¿Y todo esto?
—Eh, sí… es que iba a desalojar para venderlo —dijo quitándose la chamarra—. ¿Quieres una cerveza? ¿Agua?
—Estoy bien así, pero… —Su novia miró sus poquitas cosas y luego a ella—. Hay algo que debo decirte primero.
—Claro… ¿quieres ponerte más cómoda? —Le hizo una señal para que se sentara junto a ella en el sofá.
—Para empezar quiero pedirte disculpas una vez más. Estos meses he sido una tonta contigo y además, el día de mi despedida de soltera… hice cosas que…
—Eso no me importa…
—A mí sí. Es que… esa noche solo pensaba en ti. Mi corazón estaba a punto de estallar y solo quería verte y… perdón por la escena que monté aquí.
Acarició el rostro de Regina con la delicadeza de quien tiene entre sus manos un tesoro.
—No te voy a mentir, estaba furiosa contigo pero eso ya no interesa. Ahora solo quiero pensar en nosotras… juntas. ¿Entiendes lo que pido? Quiero una relación de verdad, Yiyí.
—Lo sé.
—¿Y estás lista para eso?
—Sé que antes tuve miedo… tal vez aún tengo un poco pero… estoy total y profundamente enamorada de ti. Quiero que todo el mundo sepa que soy tuya y tú eres mía… que todas las mujeres de este planeta sepan que solo yo puedo tocar tu cuerpo sexy.
—Esa parte me interesa mucho… prosigue… —dijo besando el cuello de la chica, haciendo que Regina se estremeciera.
—Tini… espera… —Regina detuvo sus besos—. De verdad te amo pero… no quiero vivir así. He ido de casa de mis padres al dormitorio de la universidad contigo, luego de regreso con ellos, después a casa de Carlos ¿y ahora contigo otra vez?
—¿Es tan feo vivir conmigo?
—¡No lo digo por eso! —aclaró Regina de inmediato—. Te agradezco muchísimo que me recibas aquí pero… ya no quiero sentirme como una refugiada. Tengo casi 27 años y… supongo que quiero tener algo mío. Un espacio para mí.
Mauri sonrió viendo los ojos de la castaña.
—Me encantas Yiyí.
—Estoy hablando en serio.
—Yo también. Dime qué se te ocurre.
—Pues… no sé… —Entonces el rostro de Regina se iluminó—. ¡Jardines! ¡Quiero un lugar con muchas plantas y naturaleza!
—Bien. —La pelirroja frunció el ceño pensando—. ¿Quieres una granja? ¿Un rancho?
—Quiero una casa con mucho espacio para sembrar.
—De acuerdo… —Mauri sacó su celular y lo desbloqueó para escribir en el buscador—. ¿La quieres en renta? ¿O comprarla? —Levantó la mirada al notar que Regina no había respondido. La chica tenía una mirada radiante—. ¿Qué?
—De verdad eres maravillosa.
—Eso es obvio, ¿por qué parece como si acabaras de descubrirlo?
—Porque… —Regina se inclinó hacia ella quitándole el celular de las manos—. Me apoyas sin importar nada.
—Es que… t-te amo —susurró temblando un poco por tener a la castaña casi encima.
El tono de voz de Regina había cambiado y Mauri lo notó de inmediato. Clavó sus ojos en los de la chica, que lanzaron un destello de deseo. Atrapó los labios de la castaña en un beso suave, mientras subía despacio sus manos por su cuerpo.
El estremecimiento que la recorrió la hizo sonreír mientras continuaba con los besos. Regina deslizó sus manos debajo de su camisa y se la sacó por la cabeza.
—¿No crees que vas muy rápido? Ni siquiera hemos tenido una cita…
—No deberías quejarte. —La castaña deslizó sus labios por su clavícula dejando besos. El calor en su piel iba subiendo—. Te extrañé mucho.
—También te extrañé.
Tomó la mano de Regina y la llevó a la habitación. Fue hacia las cortinas para cerrarlas, haciendo que la luz del atardecer disminuyera. Cuando regresó su atención a la castaña, ella seguía de pie mirándola. La sonrisa de la chica era radiante, aunque Mauri pudo notar algo de timidez en su postura. Se paró frente a su novia y empezó a dejar besos en su rostro, mientras le quitaba la ropa. Regina buscó su boca y le entregó sus labios. El cosquilleo en su estómago aumentaba, el golpeteo de su corazón era más fuerte. Se sentía más viva que nunca ahí en esa habitación, lista para hacer el amor con la mujer que amaba.
—Tini… —dijo Regina con la voz ronca, suspirando cuando Mauri bajó los besos por su cuello—. Estoy…
La chica no terminó sus palabras, solo la jaló para caer juntas sobre el colchón. Escuchó una risita y sintió unas manos metiéndose entre sus pantalones.
—¿Qué buscas exactamente? —preguntó divertida y excitada.
—Solo compruebo si mi novia me desea.
Mauri jadeó cuando la mano de Regina se coló en su entrepierna húmeda.
—¿Y qué opinas ahora?
—Que tienes mucha ropa.
La castaña la hizo girar y se colocó encima, jalando su pantalón hasta que lo mandó lejos de la cama. El brillo lujurioso en su chica hizo que el calor en su cuerpo le llegara a todas partes. Los besos continuaron al tiempo que la ropa interior iba desapareciendo. ¿Aquello era real? Sus ojos recorrieron el cuerpo divino frente a ella. Se detuvo un momento mirando esos pechos perfectos y luego volvió a los ojos miel, que la observaban con curiosidad.
—¿Qué? —preguntó sintiéndose descubierta.
—Tus gestos… son iguales a como los recuerdo. —Los ojos de Regina se humedecieron de pronto—. Te amo tanto —susurró la chica buscando de nuevo sus labios—. Quiero hacer esto siempre contigo. Solo contigo —decía la castaña mientras la besaba.
—También te amo —dijo ella sonriéndole a su novia—. Es como si hubiera dado un salto en el tiempo. Como si anoche hubiera sido nuestra última vez.
—Esa idea me gusta.
Regina le tomó las manos y las guió hasta sus senos, mientras seguía montada en ella.
—Quiero que sepas… —Mauri estaba hipnotizada acariciando ese par—. Tal vez me vuelva loca con esto.
Giró de nuevo, totalmente aturdida por las sensaciones en su piel. Sentía el cuerpo desnudo de Regina bajo el suyo, las manos de la chica acariciando su espalda, su lengua lamiendo su cuello. Era como en sus sueños. No. Era mejor. Aquello era todo lo que quería en su vida.
Regina
Algo dentro de ella iba creciendo. No sabía cuánto tiempo llevaba así y tampoco le importaba. No tenía prisa, solo tenía ganas. Apretó los labios intentando no emitir aquellos sonidos cada vez más indecorosos, pero le resultaba casi imposible. Los labios que bajaban por su cuerpo la estaban enloqueciendo.
Se tapó la boca conteniendo su excitación cuando Mauri llegó a su zona más íntima. Veía a la pelirroja entre sus piernas, usando su lengua para hacer cosas que a ella le encantaban. Echó la cabeza para atrás lanzando un hondo suspiro.
—Mi amor… —dijo con voz ronca utilizando sus manos para presionar más la cabeza de Mauri contra ella. Se retorció sobre el colchón abriendo más las piernas. Podía sentir a la pelirroja dentro. Su lengua, sus labios y sus dedos se habían apoderado de su cuerpo. El movimiento de sus caderas aumentaba en velocidad al tiempo que su respiración se agitaba. Ya no podía más. Aquello que crecía explotó en ella, haciendo que lanzara un largo gemido. Por una fracción de segundos se sintió mareada, aturdida. Luego recordó dónde estaba y lo que acababa de pasar. Una hermosa pelirroja la miraba mientras subía por su estremecido cuerpo. Regina pensó que tal vez se había excedido con los sonidos, pero luego decidió que ya no se preocuparía por eso.
Aceptó entre sus brazos a su novia, que lentamente colocó su zona húmeda contra la de ella. El brillo en los ojos de la pelirroja la hizo sonrojarse de nuevo. Mauri se inclinó sobre ella para besarla. Normalmente después del orgasmo necesitaba descansar, pero notó que Mauri no estaba dispuesta a darle tregua esa noche. Y ella tampoco la quería.
Con iniciativa, aumentó la intensidad de los besos, lista para saciar el deseo de su novia. El sonido de sus cuerpos y la cantidad de humedad en Mauri la hicieron encenderse de nuevo. Enredó sus dedos en el cabello de la pelirroja, atrapándola en un movimiento frenético.
Los gemidos ahogados de Mauri contra su boca eran la confirmación de que esa noche ella no era la única que se había rendido por completo a la pasión.
—Yiyí… —susurró la chica con voz lujuriosa, tensando sus músculos para poner más fuerza en su cadera. Regina sentía que con cada movimiento iban subiendo sobre el colchón.
Se aferró a la cara de Mauri, que se había apartado unos centímetros para mirarle los ojos. La amaba. Regina podía sentir todo el amor de la pelirroja. Y también sentía el deseo. La excitación la golpeó de nuevo cuando esos pensamientos le llegaron. Aquella sexy pelirroja sobre ella la deseaba tanto que estaba segura de que tendría noches como esa toda su vida.
Los sonidos lascivos de Mauri aumentaron. La chica ocultó el rostro cerca de su cuello cuando exhaló con fuerza. Regina notó varios espasmos en el cuerpo de la pelirroja. La respiración de Mauri hacía que su pecho bajara y subiera. Regina colocó una mano contra el corazón de su novia, que latía a un ritmo desenfrenado.
—¿Estás bien? —preguntó besando la mejilla de su chica, apartando el cabello mojado de su rostro.
—Estoy viva —dijo Mauri sonriendo.
Regina recorrió el cuerpo desnudo sobre ella.
—Creo que este fin de semana no saldremos de la cama.