35 Podría jurar que es cosa de Dios
Regina Apenas podía creer que eso fuera real. Miró a su alrededor disfrutando de la calma de la mañana. La ventana enorme frente a la cocina dejaba ver los primeros rayos del sol, aquellos que le daban la bienvenida a su nueva vida.
Durante ese par de días, ahí encerrada haciendo el amor con Mauri, por fin había aceptado lo que se acercaba: ser públicamente la novia de una chica.
Volvió la vista hacia la cafetera sonriendo ante lo feliz que la hacía ese pensamiento. Porque estar con Mauri era lo único que realmente quería en su vida. Y aunque una nube gris se sentía como una presencia constante en su corazón, Regina trató de ignorarla. No daría un paso atrás en su decisión, ni por sus padres ni por nadie.
Elegía ser feliz ahí preparando el desayuno para su novia, que según el reloj ya debía estar levantada. Pero cuando la castaña entró a la habitación, Mauri seguía profundamente dormida. Regina la contempló unos segundos ahí tendida hecha bolita bajo su cobija.
Ella quería eso para siempre. Quería sentir la plenitud que la cubría cada vez que Mauri la besaba, la tocaba…
Movió la cabeza para espantar cualquier pensamiento lujurioso y se apresuró a despertar a su novia. No quería iniciar esa semana llegando tarde al trabajo. La cara que puso Mauri cuando por fin reaccionó y vio la mesa puesta fue encantadora.
—Creo que nunca en la vida he desayunado aquí… —admitió la pelirroja cuando dio un mordisco a su tostada.
—Y sigo sin entender por qué compraste un departamento con una cocina enorme si nunca ibas a usarla.
—Creo… —Mauri sonrió con timidez—. Tal vez inconscientemente me gustó porque sabía que a ti te gustaría.
—En ese entonces ni siquiera nos hablábamos…
—¿Y eso qué? Yo seguía enamorada de ti.
—Amo cuando lo dices así. —Se inclinó para darle un beso a su chica.
—Entonces, ¿te veo a la hora de la comida? Podemos ir al lugar ese de mariscos…
—No puedo, recuerda que veré a mi prima Cecilia. Dijo que tenía algo importante que contar.
—¿Crees que sea… algo de tus padres?
Regina sintió una punzada al escuchar eso pero negó con la cabeza.
—No lo creo. Dudo que le hayan dicho algo a la familia. Seguro están borrando toda prueba de que soy su hija.
—No digas eso. Ellos no harían algo así… —Pero Mauri titubeó y Regina entendió que al igual que ella, la pelirroja sabía muy bien que sus padres podían ser muy radicales.
—No quiero pensar en eso. Esperaba tenerlos a todos en mi vida, a ti y a ellos. Pero si debo elegir, elijo esto —dijo con firmeza—. Ojalá un día me busquen, pero si no lo hacen… tendré que aceptarlo.
—Y te prometo que tendrás una vida feliz. Solo haz las cosas que tú quieras. Compra mil plantas, camina descalza, cocina todo lo que quieras…
—¿Y tú te comerás todo lo que cocine?
—Solo si no tiene nueces.
Ir al trabajo sentada como copiloto en ese Golf rojo se sentía muy bien. Miró por la ventana totalmente feliz cantando a todo pulmón e ignorando las miradas juzgadoras de los ocupantes de los otros vehículos. Mauri golpeaba el volante con los dedos al ritmo de la música y usaba una mano como micrófono.
Regina soltó una carcajada cuando la pelirroja fingió tocar la batería dando un remate rockero mientras agitaba la cabeza, alborotando su cabello. Ni en sus sueños más locos Regina imaginó algo así. Eso era el paraíso. Estar con esa chica era ganarse el cielo. Recorrió la cara de la pelirroja recordando las intensas sesiones de amor de ese fin de semana, sintiendo una nueva punzada en la parte baja de su cuerpo.
No, no era momento para excitarse. Estaba camino a su trabajo… donde podrían usar el sofá de Mauri para… ¡no!
—¿Todo bien? —le preguntó su novia cuando bajaron del auto.
—Sí, ¿por?
—Parece que estás en una dura batalla mental. Haces muecas raras.
—Solo estoy decidiendo si violarte en tu sofá o sobre tu escritorio.
La cara de Mauri hizo que Regina riera mientras subía al elevador.
—¿Quieres que… lo hagamos ahora? —Mauri estaba sonrojada y la castaña adoró eso.
—Querer sí, pero creo que es mejor que nos comportemos. Aunque… tal vez podrías…
Jaló a su novia y atrapó sus labios en un beso profundo. Coló su lengua en la boca de la pelirroja, que intentó sofocar un gemido pero fracasó. Mauri la aprisionó contra la pared, haciendo que Regina odiara llevar ropa encima. Bajó sus manos por el cuerpo de su chica.
Algo sonó a su alrededor pero ninguna de las dos se separó hasta que…
—Ujuuum. —Alguien carraspeó con fuerza.
María estaba parada frente a ellas, en la recepción de Café Latino. Y no estaba sola. Tres compañeras más las miraban con la boca abierta.
—Ho-hola —dijo Regina con nerviosismo.
—Hola —contestó su amiga con una sonrisa pícara—. ¿Qué tal su fin de semana?
—Tranquilo —dijo Mauri como si nada caminando junto a ella.
—Lorena las está buscando —comentó la recepcionista—. Dijo que en cuanto llegaran las quería ver en su oficina.
Tratando de ignorar las miradas curiosas y algo impertinentes de sus compañeras, Regina se apresuró por el pasillo. Sentía la cara ardiendo pero le pareció un precio justo por besar y manosear a Mauri. Nada más entrar a la oficina de Lorena, Regina supo que esa conversación trataría sobre un tema serio.
—¿Cómo están? —preguntó la mujer cuando se sentaron frente a su escritorio.
—Muy bien —dijo Mauri sonriendo—. Perdón por llegar tarde…
—¿Qué? —Lorena parpadeó muchas veces—. No exageres. No las llamé por sus diez minutos de retraso. En realidad quiero platicar con ustedes de otra cosa. Es… sobre Jessica.
Regina se sintió incómoda al escuchar aquel nombre.
—¿Qué pasa con ella? —preguntó Mauri y la castaña pudo notar que no era la única que se sentía mal.
—Hace un momento vino a verme y me habló sobre renunciar. Dice que no puede permanecer en el área contable por cuestiones personales. —Lorena alternaba su mirada en ambas.
—¿Y aceptarás la renuncia?
—Le di otra opción y quería comentarlo con las dos, ya que… ¡Bueno! No es un secreto el motivo de esa decisión. Regina, tú eres su jefa directa y creo que la convivencia entre ustedes sería casi una tortura para las dos tomando en cuenta lo que ha pasado.
—Sí, eso es cierto —admitió ella, avergonzada.
—Por eso le he propuesto a Jessica que sea parte del equipo asignado a Los Ángeles. Ella sería el enlace contable en esas oficinas y podría tratar los asuntos directamente con María. Así ustedes dos ya no tendrían ningún contacto.
—Esa es una idea genial —dijo Mauri.
—Muchas de mis ideas lo son. —Lorena no ocultó su satisfacción—. Entonces, Regina, ¿estás de acuerdo con este cambio en tu departamento?
—Si Jessica ya aceptó yo no tengo ninguna objeción.
—Excelente. Ahora, Mauri, júrame que todo irá bien el día de la apertura.
—¡Pues claro que sí! Llevamos meses con la publicidad preparando el mercado para ese día, tranquila.
—El equipo de Mauri es el mejor, creo que solo debes relajarte y disfrutar del momento —dijo Regina mirando a su jefa y luego a su chica, que tenía las mejillas sonrojadas.
Regina podía pasarse todo el día mirando el hermoso rostro de su chica pero la vida continuaba y para vivir se necesitaba dinero, así que se dirigió a su lugar para ponerse a trabajar. Esas últimas semanas habían sido caóticas y estaba ansiosa por enfocarse de nuevo en los números. Miró sus pendientes y ordenó las prioridades. Pensó que lo primero que debía hacer era comunicarle a María las nuevas disposiciones.
Cuando lo hizo, parecía que nada sacaría a María de su asombro.
—Sé que esto es una mierda —dijo tratando de hacer que su amiga hablara.
—Entonces… ¿Jessi se irá? ¡Ella no me ha dicho nada! —Los ojos de la chica estaban tristes.
—Se trasladará a Los Ángeles… María, es la única forma en que se quedaría con nosotros.
—¡Pero no estaría con nosotros! ¡Estaría a miles de kilómetros!
—Es cierto, pero mantendrá el contacto contigo —terminó ella con tristeza también—. ¿Crees que debería hablar con ella?
—No lo sé. Todo esto ha sido muy rápido. Hace apenas tres semanas Jessi creía que Mauri y ella serían felices para siempre. Y ahora sabe que Mauri nunca estuvo enamorada de ella y hoy es novia de una de sus mejores amigas.
—Suena terrible.
—¡Es terrible!
—¡¿Entonces qué se supone que debía hacer?! ¡¿O qué debo hacer ahora?!
—¿Realmente estás enamorada de Mauri?
—Sí —dijo sin dudar.
—Entonces no hay nada que puedas hacer por Jessica. Ella tendrá que superar esto.
—Dile que venga.
—¿Segura?
—Creo que al menos debo mirarla a los ojos y aceptar que lo arruiné con ella.
María asintió despacio y salió de la oficina, dejando a Regina con su nerviosismo en aumento. Miró la ventana detrás de su silla y suspiró. Gran parte de su círculo cercano había hecho explosión con la noticia de Mauri y ella. Sus padres, Carlos, Jessica… ellos eran el daño colateral de su decisión, pero era algo que no podía evitar. De otra manera en esos momentos ella estaría casada con Carlos y sabía que no había forma de haber sobrevivido a eso. Estaba convencida de lo que sentía y aunque una parte de ella lamentaba lo que ocurría a su alrededor, también estaba segura de sus elecciones. Debía ser fiel a ella misma y a sus sentimientos.
La puerta se abrió y Regina sintió un miedo repentino por la conversación que le esperaba.
—¿Querías hablar conmigo? —dijo Jessica con hostilidad sentándose frente a ella.
—Sí —dijo aclarando su garganta—. Es sobre tu cambio de plaza. Lorena me acaba de notificar que tú trabajarás como enlace contable en Los Ángeles.
—Es correcto.
—Y… ¿estás segura de este cambio?
La mirada gélida de la chica hizo que Regina se sintiera muy mal.
—¿Acaso tengo otra opción? ¿O prefieres que renuncie a mi empleo?
—Prefiero mil veces que te quedes aquí.
—¿Para qué, Regina? ¿Para verte feliz con mi ex?
La castaña suspiró.
—Cuando me dijiste que salías con Mauri, de verdad quería que te fuera bien con ella.
—¡¿Y tu forma de demostrarlo fue besándola?!
—¡¿Crees que eso fue premeditado?! ¡Solo pasó!
—¡Eso no es una excusa! ¡Tú sabías que yo estaba loca por ella! ¡Te conté de nuestras peleas! ¡De mis miedos! ¡Y lo usaste para quitármela!
—No, no lo hice. Yo solo… Por muchos años negué mis sentimientos por Mauri, pero siempre estuvieron ahí. Sí, soy una terrible amiga, debí contarte todo desde el principio, pero… estaba aterrada —terminó con un hilo de voz—. No sabía cómo enfrentarme a mí misma y mucho menos a los demás. En ese proceso lastimé a mucha gente, incluidas a Mauri y a ti. Sé que tal vez nunca me perdonarás, solo quiero decirte… de verdad lo lamento.
Jessica se mantuvo en silencio por varios segundos. Regina podía ver la furia en su mirada y sabía que había perdido a su amiga. Pero al menos quería tener ese momento de sinceridad con la chica.
—Si es todo lo que quieres decirme… —Jessica se paró, lista para salir de ahí.
—Jessi, por favor… —suplicó ella poniéndose de pie también.
La chica apretó la mandíbula, como si quisiera mantener la boca cerrada pero no pudo evitar preguntar:
—¿Estás viviendo con ella?
Regina respiró hondo.
—Sí. Me estoy quedando en su departamento.
Los ojos de Jessica se empañaron antes de que pudiera girar el rostro hacia otro lado. Regina rodeó el escritorio para acercarse más. Ver así a su amiga le estaba provocando un gran odio por sí misma.
—Ella nunca me llevó a su casa —dijo la chica en un susurro—. Fueron meses de relación y… supongo que eso pasa cuando alguien no te ama. —La voz de Jessica se quebró.
—Jess, ojalá pudiera regresar el tiempo y evitar todo esto —dijo llorando también—. Sé que no merecías nada de lo que pasó, tú eres una buena persona, una buena amiga. Todo fue mi culpa. Perdón —terminó sin aire evitando mirar los ojos de Jessica.
—Quiero… necesito saber la verdad.
El corazón de Regina dio un vuelco cuando regresó su atención a su amiga. La chica tenía las mejillas llenas de lágrimas y los ojos muy rojos.
—¿Qué quieres saber?
—Dijiste… dijiste que no había pasado nada más que un beso… ¿es cierto?
—Totalmente —respondió con seguridad dando un paso más hacia la chica—. Te juro que eso fue todo.
—¿Y en Navidad? ¿En esos días tampoco…?
—Tampoco. Nosotras de verdad intentamos ser solo amigas. Al menos yo estaba convencida de que mi vida podría seguir como estaba, que podría casarme… y ver a Mauri continuar su vida.
—¿Y cuándo cambió eso? —preguntó Jessica con un toque de rabia en su voz.
—No… lo sé —dijo despacio, intentando encontrar ese momento—. Creo que mi amor por ella explotó cuando mi boda parecía un monstruo inevitable. Pensar que le juraría amor a otro… un amor que no sentía… y Mauri… ella me había… —Dudó en continuar aquello.
—¿Mauri qué?
Tomó valor.
—Me había confesado que seguía enamorada de mí.
Jessica cerró los ojos momentáneamente y luego preguntó:
—¿Y en el viaje te acostaste con ella?
—No. De verdad Jess, nada pasó entre nosotras.
—¿Y ahora?
Regina sintió mucho calor en su cara.
—Jessi, no sigas…
La chica le lanzó una sonrisa amarga.
—Yo la amaba —dijo su amiga—. Llevaba un año enamorada de ella y tú lo sabías. ¿Por qué no fuiste sincera conmigo? ¿Por qué no me dijiste que Mauri era tu ex?
—Ya te lo dije. Era una verdad que no estaba dispuesta a aceptar.
—¡¿Y ahora sí?! ¡¿De verdad estás enamorada?! ¡¿O solo vas de Carlos a Mauri porque eres una egoísta que no soporta verla con alguien más?!
Regina respiró varias veces intentando mantener la tranquilidad, buscando las palabras adecuadas para Jessica.
—Estoy enamorada de Mauri, incluso con más fuerza que antes —dijo, notando de inmediato las mariposas en su estómago—. Ella se metió en mi corazón hace muchos años y no hay nadie que pueda sacarla de ahí. Pero tienes razón, fui egoísta al pretender que no era así, al dejar que Carlos se ilusionara, al planear una boda que realmente no deseaba. Y también lo arruiné al no decirte la verdad antes. Sé que tal vez… que seguramente me detestas, pero en serio Jessi, deseo que estés bien. Si un día quieres hablar conmigo de nuevo… aquí estaré.
Mauri
La noticia de lo suyo con Regina se esparció como pólvora por la empresa. Pocos minutos antes de terminar la jornada, Mauri ya había escuchado muchos cuchicheos sobre cómo «la contadora había caído en sus redes». Pablo era el más feliz con los chismes, pues había enlistado sus tres frases favoritas sobre su relación con Regina.
—Recuerdo que te despedí como mi asistente, ¿por qué siempre estás metido en mi oficina? —se quejó viendo al chico acostado en su sofá.
—Porque mi deber como tu mejor amigo es notificarte cuando eres tendencia. Y hoy tu nombre y el de la contadora están en boca de todos.
—¿Ya terminaste tu trabajo?
—¡Por supuesto! Y te aseguro que quedarás con el ojo cuadrado cuando veas la campaña que diseñé, será una bomba. ¿Por qué pareces estresada?
—Por el lanzamiento, ¿lo recuerdas? Eso en lo que hemos estado trabajando el último año.
—¡Por favor Mauritania! ¡Eso está perfectamente estructurado! El miércoles Café Latino entrará con bombo y platillo a los «iunaites».
—Sí, sí, sólo estoy nerviosa. Es lo que he soñado por años y ahora está pasando al fin.
—Igual que lo tuyo con Regina, al fin.
—Eso también es genial —dijo sonriendo.
—¿Y? ¿Cuál es el plan para ustedes?
—¿Plan de qué?
—Pues de su relación. Ya está viviendo contigo, ¿no?
—Se está quedando unos días en mi departamento.
—¿Unos días? —Pablo bajó los pies del sofá y la miró intrigado—. ¿Pues a dónde irá después?
—Aún no lo sé. Quiere su propio lugar —dijo distraída revisando los últimos videos en su laptop.
—¡¿Su propio lugar?! ¡Eso es ir hacia atrás en su relación!
—¿De qué hablas?
—Pues que ustedes ya tienen un recorrido. ¡Ya vivían juntas!
—Vivíamos en la universidad, Pablo. Eso no cuenta como vivir juntas. Era un dormitorio.
—¡Como sea! Compartieron techo y… no sé, creí que se moverían rápido ahora.
—No tenemos prisa. Y además quiero que ella esté cómoda, que tome sus decisiones. Donde vivamos es lo de menos siempre y cuando estemos juntas.
—¡Aww qué romántico! —dijo Pablo poniendo cara de estúpido—. Es lindo verte tan feliz.
Su teléfono sonó antes de que pudiera responder a las cursilerías de Pablo. El nombre de su hermana apareció en pantalla.
—¿Qué pasa, Pau?
—¿Así me respondes? Estuve todo el fin de semana esperando una llamada tuya. Como no apareciste hice mis teorías. ¿Quieres escuchar?
—Dispara. —Puso el altavoz para que Pablo se uniera a la conversación.
—Escenario uno: Estabas ebria en tu departamento. Escenario dos: estabas muerta en tu departamento. Escenario tres: estabas desnuda en tu departamento con una guapa chica castaña sobre ti.
—¡El número tres! —gritó Pablo.
—¡Hola, Pablo! —Saludó Pau—. ¿Entonces, hermanita?
—No estoy muy cómoda con tu imaginación respecto al escenario tres —dijo Mauri con el ceño fruncido mirando su celular.
—¿Pero acerté al tres? —preguntó Paulina y la pelirroja notó que su hermana estaba sonriendo.
—Sí, acertaste —dijo a regañadientes.
El grito que salió del celular hizo que Mauri se sobresaltara. Sonrió al escuchar la felicidad de su hermana, sintiendo un renovado amor por ella.
—¡Ay, ya quiero verlas! ¿Cuándo vienen a visitarme? ¿Le dirás a mis papás pronto? Si quieres puede ser el domingo, preparamos algo en la casa y les dices.
—¿El domingo? —Sintió algo de pánico.
—Sí, ¿por qué? ¿No estás segura? —preguntó Paulina con preocupación en su voz.
—¿Qué? ¡No, no, no es eso! Estoy muy segura de lo mío con Regina, solo… Es que mamá enloquecerá.
—¡Mamá no enloquecerá!
—¡Claro que lo hará! —intervino Pablo—. Tu madre gritará como loca cuando su «querido querubín» por fin le presente a una chica —terminó su amigo alcanzando sus cachetes para pellizcarlos.
—Te odio —dijo Mauri dándole un manotazo.
—¿Entonces no? —preguntó Paulina.
Mauri se imaginó la escena: Su familia reunida celebrando su amor por Regina, su novia sentada a su lado luciendo espectacular como siempre, platicando sobre su futuro juntas.
—Creo que el domingo está bien —dijo con una gran sonrisa.