11 Tú te acercas y yo doy un paso atrás
La mañana del lunes se reportó enferma y trabajó desde casa, intentando descubrir la manera de evitar a Mauri por el resto de su vida. Años atrás había tomado una decisión y no quería que aquello se derrumbara. Durante ese tiempo se esforzó mucho por mantenerse lejos de la pelirroja. Aunque de verdad extrañaba infinitamente a su mejor amiga, en ese momento sabía más que nunca que una relación cercana con ella era imposible.
—Te ves muy mal —le dijo Carlos cuando llegó—. ¿Quieres que te prepare un té?
—Ya preparé uno —dijo sin ánimo.
—Entonces te preparo un baño calientito.
—Ya me bañé.
—¿Qué tal una deliciosa cena?
—No tengo hambre.
—¿Te llevo al doctor?
—¡No, Carlos, no! ¡Solo déjame descansar, ¿quieres?!
Su prometido la miró en silencio un momento y salió de la recámara. Necesitaba encontrar la manera de lidiar con lo que había pasado. En algún momento tendría que ver a Mauri de nuevo. ¿Qué le diría a la pelirroja? ¿Que había sido un impulso? ¿Que había bebido? ¿Que solo quería jugar? Pero… Mauri, ¿por qué la había besado así? Regina se tocó los labios y esbozó una sonrisa. «¿Qué haré contigo?», pensó.
Mauri Su cabeza le dolía desde que había salido de la posada y ya era lunes por la noche. Quería ir a casa de Regina, quería exigirle una explicación. ¿Eso era prudente? Mauri se restregó los ojos cansados. Apenas había podido dormir. Mirando por la enorme ventana de su habitación, intentó imaginar qué estaría haciendo Regina, qué estaría pensando. Detestó esa situación. Aunque antes habían compartido todo, en esos momentos Mauri necesitaría de una excelente excusa para presentarse en su casa. ¿Qué sentía la castaña? ¿Acaso…? Se tocó los labios recordando la forma en que Regina se apoderó de ellos. Había sido como antes. Incluso más intenso.
Entonces pensó en Jessica y en lo que ese beso significaba. Le había fallado. Y Regina le había fallado a Carlos. Por donde lo viera, ese beso era incorrecto y aún así… negó con la cabeza. Aquello debía parar. Lo peor que podía hacer era caer de nuevo a los pies de Regina.
Regina El martes estuvo encerrada con seguro en su oficina, deseando con todo su ser que a Mauri no se le ocurriera ir a buscarla. Sabía que la pelirroja podía ser muy testaruda y aún no sabía cómo enfrentarla después de lo ocurrido.
Cuando logró salir del trabajo, Regina se sintió victoriosa. Había podido sobrevivir a un día de mucho estrés. Solo debía soportar hasta el día de Nochebuena y después de eso se dedicaría a disfrutar de su casa por una semana.
Entró al gimnasio puntual a las cinco de la tarde. Había decidido que necesitaba sufrir para redimir su error, y para eso debía reventar su cuerpo haciendo ejercicio.
Durante toda la mañana estuvo haciendo una lista mental de todo lo que podría responder a Mauri cuando la interrogara sobre su encuentro. Había tomado la decisión de ser dura otra vez con la pelirroja, romperle el corazón si era necesario. Lo que más deseaba Regina era que su boda se efectuara y poner una barrera aún más alta entre ambas. Había sido un descuido total permitir que Mauritania la besara y era aún más imperdonable la actitud fogosa que ella había tomado. Ella no era así.
—Hola, Regi —dijo Paulina subiéndose a la caminadora junto a ella.
—Ah… hola —respondió ella dando un respingo. Por un breve segundo había entrado en pánico al creer que se trataba de Mauri debido al parecido entre las hermanas—. ¿Cómo va todo?
—Perfecto. Este año me propuse hacer las compras navideñas con tiempo, así que ya tengo todo listo. ¿Tú qué tal?
—Pues con todo el tema de la boda, la navidad perdió un poco de protagonismo.
Paulina soltó una carcajada.
—Te entiendo. Yo casi me vuelvo loca.
—Por cierto muchas gracias por recomendarme a Margot. Esa mujer es un ángel.
—Sí, también fue mi salvación durante los preparativos. Porque Manuel… mucho amor y apoyo según él, pero jamás se tomó un día para ayudarme —declaró Paulina con molestia en su voz.
—¿En serio? Creí que Carlos era el único novio desinteresado en su boda.
—¡Que va! Yo creo que tienen un gen anti-boda. Porque Manuel es maravilloso en todo, pero si se trata de organizar algo jamás lo encontrarás.
—Me preocupas. Cuando empezamos con los preparativos creía que Carlos se iría interesando según se acercara la fecha y viera todas las dificultades que conlleva organizar una fiesta así… ¡pero no!
—¡Hombres! Si fuera por ellos todo sería un desastre.
—Confirmo —dijo la castaña empezando a correr sobre la banda.
—¿Y piensas tener hijos pronto?
—¡No! —dijo ella entre risas—. Mientras más lejano el día, mejor.
—Haces bien… Obvio amo a mi hijo pero a veces me dan ganas de abandonarlo en un estacionamiento. Y la madre que diga que nunca ha sentido algo así, es una hipócrita.
Regina soltó una carcajada. Si algo le encantaba de su amistad con Pau, era que siempre decía las cosas sin pena y eso le causaba mucha gracia a la castaña. Desde que la conoció catorce años atrás, Paulina siempre había sido muy amable con ella y en varias ocasiones le había mencionado que la consideraba una hermana menor más, la única que le caía bien, según sus palabras.
Se escuchó el sonido de un celular y Paulina se apresuró a buscar en la pequeña mochila que había dejado a un costado de la máquina. Regina vio el ceño fruncido de su amiga.
—¿Qué pasa?
—Es un número extraño —comentó Paulina con la mirada fija en la pantalla mientras presionaba el círculo verde para responder—. ¿Hola? —Paulina escuchó con atención y palideció en un segundo—. Sí… soy yo… —susurró.
Regina bajó rápido de su caminadora y abrazó a Paulina cuando la vio tambalearse en su lugar. El teléfono se le resbaló de la mano mientras sollozaba.
—Pau… ¿qué…?
—Manuel… —Fue lo único que alcanzó a decir.
Mauri Cerró la puerta del taxi al que se subió Jessica, pues la chica iría a cenar a casa de unas primas.
—Te veo mañana en la oficina —le dijo su novia por la ventanilla del auto.
—Estaba pensando que podríamos ir al cine después, ¿te parece?
—Me encanta la idea.
Se inclinó para alcanzar los labios de Jessi, dándole un beso fugaz. Se quedó de pie viendo cómo el auto se alejaba. Se sentía terrible cuando veía los ojos de su novia. Recordó las veces que Pablo le había advertido sobre lastimar a Jessica. Ella se había ofendido, pero en esos momentos quería golpearse la cabezota. Intentó tranquilizarse y restarle importancia al beso en la azotea del hotel. No era la primera vez que besaba a otra chica teniendo novia. Antes no había significado nada y en esa ocasión tampoco lo haría. Lo único que tenía que hacer era mantenerse lejos de Regina.
Cuando se metió a su coche buscó un audiolibro para distraerse. Así que todo el trayecto a su casa había tenido que imaginarse a Spike, el perro que pastoreaba ovejas, corriendo por los campos verdes. Odió con toda su alma haberle dado play a esa basura.
Estaba aparcando en su edificio cuando la historia de Spike fue interrumpida por una llamada. Se le heló la sangre al ver aquel nombre en la pantalla: «Regina».
Cuando meses atrás había colocado el número en su lista de contactos, jamás creyó posible que lo utilizara y mucho menos que un día recibiría una llamada de su examiga. Sin embargo, ahí estaba.
—¿Sí? —dijo con nerviosismo. Del otro lado hubo silencio—. ¿Regina?
—Ven a Central Médica. —Se escuchó.
—¿El hospital? ¿Qué pasó?
—Manuel tuvo un accidente. Apúrate, Paulina te necesita.
Sin perder tiempo, el Golf salió disparado hacia su destino. Mauri esquivaba coches y daba bocinazos para quitarlos de su camino, en lo que le pareció una eternidad al volante.
Cuando entró al lugar, corrió por el pasillo hasta que llegó a una amplia recepción llena de sillones. Regina levantó la mano para captar su atención, cosa que no era necesaria pues Mauri la había visto apenas poner un pie ahí.
—¡Mauri! —Paulina se le echó al cuello, llorando. Los ojos de la pelirroja estaban clavados en los de la castaña, que parecía bastante apenada e incómoda—. Manuel… un tráiler… él… —Paulina no pudo acabar la frase, haciendo que Mauri creyera lo peor.
—Está vivo —aclaró con suavidad Regina, que seguía con la mirada clavada en ella—. Pero…
El llanto de Paulina aumentó. La pelirroja sostuvo a su hermana con todas sus fuerzas, ya que las piernas de Paulina flaquearon.
—Siéntate aquí.
—Iré por un tranquilizante —le dijo la castaña antes de caminar rumbo a la farmacia.
—Pau, por favor intenta calmarte. No pienses en cosas malas… —Pero su hermana parecía no escuchar nada de lo que ella decía. En su rostro solo había desesperación—. Manuel es fuerte.
Mauri se sentó junto a su hermana y la abrazó, mientras veía a Regina al otro lado pagando los medicamentos. La chica regresó hasta donde ella se encontraba.
—Pau, toma esto. —Regina puso una pastilla en la mano de Paulina y le entregó una botella de agua—. Le llamé a tu madre —dijo entonces Regina sin mirarla a los ojos—. Pasaron por Josh a la casa donde estaba jugando. Lo cuidarán hoy.
—¿Le dijeron algo?
—Que sus papás tuvieron que salir de viaje unos días para trabajar.
Paulina soltó un quejido y se abrazó más a ella. Mauri le acarició el cabello para que se relajara.
—¿El doctor dijo algo?
Fue entonces que Regina la miró y negó lentamente con la cabeza.
—Hay que esperar. Lo operarán —susurró la castaña.
Después de unos minutos, Paulina prácticamente se había quedado dormida por efecto de las pastillas. Mauritania al fin pudo acomodarla bien sobre el sillón y enderezar el brazo que había mantenido flexionado para sostenerla.
—Gracias —le dijo entonces a Regina, que se había quedado callada ese tiempo—. Por estar aquí —aclaró.
—De nada. Estaba con ella en el gimnasio… no podía dejar que condujera. Dejamos su auto en el estacionamiento, hablé con el encargado. Puedes pasar por él ahí.
—Le pediré a Pablo que pase a buscarlo. —Sacó su celular para enviarle un mensaje al chico. De reojo pudo notar que Regina la observaba. Sintió que la cara le ardía. ¿Debía decir algo sobre el beso? Cuando levantó la vista, la castaña la apartó—. Si tienes algo que hacer… es decir…
—No. Está bien. Quiero quedarme.
—Gracias. Y… —Carraspeó—. Regina… —La pelirroja giró el cuerpo hacia la castaña, que se puso de pie y dio un par de pasos hacia atrás.
—¿Quieres algo de la máquina? —le preguntó la chica buscando algo dentro de su bolso—. ¿Papas? ¿Un refresco? ¿Chicles?
—No, gracias.
—Iré por algo —dijo su examiga con prisa.
—Pero…
—Sed, ya sabes. La boca reseca… hay calor aquí ¿no crees?
—¡¿Quieres esperar un poco?! —Mauri caminó hacia su examiga, que se había quedado inmóvil mirando como se acercaba. Las mejillas de aquella estaban más rojas que nunca—. Es obvio que… —Se detuvo intentando descifrar la expresión congelada de la castaña—. Que… —Dio un paso más.
—Creo que este no es lugar para discutir —interrumpió Regina.
—No quiero discutir. Quiero disculparme —dijo con tranquilidad—. Por todo lo que te dije y… lo que pasó… —titubeó—. Claramente fue un error.
—Sí —apoyó la castaña—. También debo disculparme. Fui muy grosera. Dije cosas horribles, no merecías nada de eso.
—No te preocupes, todo está bien. Creo que debemos regresar a como era antes. ¿No te parece?
—¿A no hablarnos?
—Pues… al menos no peleabas conmigo todos los días —dijo Mauri encogiendo sus hombros.
—Es que no quiero que las cosas se confundan.
—Ni yo. Por un momento en verdad creí que… fue una tontería, es claro que el alcohol distorsionó las cosas —dijo sintiéndose patética. Era obvio que Regina no sentía nada por ella. No lo había sentido antes y mucho menos en esos momentos—. No debí propasarme contigo. Me siento terrible, por favor perdóname —terminó con sinceridad tratando de controlar el temblor en su cuerpo.
—No te preocupes, yo también hice cosas que no debía… Y sí, seguro fue por la bebida. Había tomado muchas copas y… no pasa nada. Solo fue un beso.
—¡Exacto! Un beso no es nada. Es como besar una mejilla.
—¿Te parece si mantenemos esto en secreto?
—No tienes ni que pedirlo.
Ring ring.
El teléfono de la castaña sonó fuerte.
—Debo atender. —Regina se alejó un poco, pero aún así Mauri pudo escuchar—. ¿Qué pasó? —Le preguntó la chica a la persona al otro lado de la línea—. Te envié un mensaje explicando la situación. —De verdad parecía contrariada—. Es un asunto delicado Carlos, no me quedé a jugar.
—Don perfecto —susurró Mauri. Regina la miró un segundo. ¿La había escuchado?
—Anda a la fiesta, veré si te puedo alcanzar luego. —Y Regina cortó la llamada—. Lo siento. Hoy es la posada del despacho y Carlos no quiere ir solo.
—No tienes que meterte en problemas con él. Vete, me quedaré con Paulina.
Justo en ese momento, la mujer tumbada en el sillón soltó un ronquido.
—Quiero quedarme. Seguro ella haría lo mismo por mí.
—En ese caso… —Mauri hizo un ademán para cederle el paso hacia los asientos, así que la castaña se acomodó a la derecha de Pau, que seguía roncando—. Aunque… ibas por unos chicles, ¿no?
Regina no contestó, solo le lanzó una mirada y sonrió mientras negaba con la cabeza.
—¿Crees que Josh esté bien? —preguntó la castaña ignorando su comentario anterior.
—Seguramente mi padre le está contando historias de su juventud y mi madre lo está llenando de calorías. Tal vez deba ir por él mañana.
—¿Por qué?
—Mis papás son excelentes con Josh, pero ya no están en edad para seguirle el paso a ese pequeño ser maligno. Y no sé cuánto tiempo tenga que estar aquí Paulina…
—Pues… por lo que escuché, fue un accidente terrible. Un choque frontal. Esperemos que todo salga bien, Manuel es un tipo que tiene muchos motivos para quedarse.
—Todo esto… —Mauri miró a su alrededor—. Recuerdo cuando destrocé mi auto, fue… —Se detuvo de pronto y giró el rostro hacia Regina, que la miraba asombrada.
—¿Tuviste un accidente?
—Sí, hace mucho —respondió ella carraspeando.
—¿Cuándo?
—No recuerdo bien. ¿Quieres papas?
—Mauritania… —Regina la miró con advertencia, haciendo que Mauri recordara aquel gesto tan habitual en tiempos pasados.
—Fue después de… cuando dejamos de hablar. Bebí mucho y… pero sobreviví. —Se apresuró a aclarar lo obvio.
—¿Estuviste mucho en el hospital?
—Casi dos meses.
—¡¿Dos meses?! ¡¿Por qué no me llamaste?!
Se quedó callada unos segundos, estudiando la reacción de su examiga. La chica de verdad parecía muy ofendida.
—Pues… no le vi ningún sentido.
Regina apretó la mandíbula y desvió la mirada. Mauri prefirió no decir nada más y se entretuvo acariciando el cabello de su hermana, que respiraba acompasadamente. Eran raras ya las ocasiones en que veía a Paulina dormida.
—Hubiera venido a verte. —Se escuchó de pronto. Mauri regresó los ojos hacia los de la castaña, que tenía la mirada un poco húmeda—. Hubiera venido —repitió aquella—. Si tu familia me hubiera llamado…
—Paulina quería. Pero le pedí que no lo hiciera y, por primera vez en su vida, me hizo caso.
Regina se cruzó de brazos y la miró feo.
—Que mal, Mauritania.
—Bueno, si te hace sentir mejor te llamaré la próxima vez que me pase algo.
—Eres una tonta.
—Mmm… Mmmaa —balbuceó Paulina entre sueños.
—Tranquila —le dijo Mauri a su hermana volviendo a acariciar su cabello.
—¿Dónde está Jessica? —preguntó Regina.
La pelirroja pensó un momento si era buena idea hablar sobre su novia. No encontró objeciones reales.
—Fue a casa de unas primas.
—Cierto —dijo Regina asintiendo—. Olvidé que envió un mensaje a nuestro grupo. Y… por lo que dijiste… sobre vivir con ella. Creo que es una buena idea. En serio.
—Si, yo también —dijo Mauri algo asombrada por el cambio de opinión de la castaña—. Creo que ella es.
—Ella es ¿qué? —Regina levantó una ceja esperando que le aclarara ese punto.
—La elegida. No sé… creo que… sí, ella es.
—Si… Jessi… está loca por ti. —Regina se acomodó mejor en su lugar—. Seguro será una buena compañera.
—¿Como Carlos?
—¿O quieres decir «Don Perfecto»? —preguntó la castaña sonriendo. Mauri la imitó—. Sí, él es fantástico.
—Supongo que eso pasa cuando conoces a la persona indicada, ¿no? Sientes esa conexión que hace que todo sea mejor cuando estás a su lado.
—Sí… —Regina la observó, pensativa—. Así es —susurró—. Entonces las dos tenemos lo que siempre quisimos.
—Supongo que sí.