14 Me controla, me vence, me amarra
Mauri
Cuando entró a la habitación, lo primero que vio fue a Paulina dándole un beso en la frente a Manuel. Se quedó ahí de pie intentando no interrumpir ese momento. Su cuñado tenía los ojos abiertos y de su cuerpo salían varios cables, aunque eso no le impedía sonreír. Aquella era su pareja favorita. Encontraba fascinante y misteriosa la forma en que su hermana y su cuñado parecían complementarse a la perfección. Era mágico.—Hey —le dijo Paulina sacando a Mauri de sus pensamientos.
—Lamento interrumpir su beso apasionado… —dijo ella acercándose a la cama—. ¿Cómo estás, guerrero?
—Con ganas de estar en casa, con mi hijo y mis videojuegos —respondió Manuel con voz cansada.
—Pronto te llevaremos.
—Ahora descansa. —Paulina le dio otro beso a su marido, quien cerró los ojos para dormir. Entonces su hermana se sentó en un pequeño sofá en un rincón, haciendo que Mauri se sentara junto a ella.
—¿Qué ha pasado?
—Los doctores dicen que estará bien. Solo debemos darle tiempo.
—¡Esa es una estupenda noticia!
—Sshhtt.
—Perdón. ¿Le llamaste a mamá?
—Sí. Creo que mañana le contaré todo a Josh.
—¿Te parece buena idea?
—Le diré lo necesario. Luego podré traerlo a ver a su padre. ¿Tú qué tal? ¿Descansaste?
—Sí, dormí un poco. Perdón por tardar.
—No te preocupes —dijo Paulina dándole unas palmaditas en la pierna—. Te has comportado excelente con todo esto. Gracias.
Mauri abrazó a su hermana, haciendo que Paulina apoyara la cabeza en su hombro.
—Puedo quedarme hoy con él. Vete a descansar a casa.
—¿Cómo crees?
—Pau, él está bien. No has dormido en días. Vete, si pasa algo yo te llamo. Seguro Manuel dormirá toda la noche.
—De acuerdo… me iré a casa a medianoche y volveré temprano.
—Excelente.
—¿Regina te trajo? —preguntó Paulina separándose un poco para mirarle la cara.
—Sí. Me dejó y se fue a casa de su suegra. Iba con una hora de retraso —dijo sonriendo.
—¿Estaban juntas? ¿O pasó tarde por ti?
—No, ella… estuvimos en mi departamento platicando.
—¿Platicando? ¿Ustedes?
—Sí. Charlamos sobre hornos, extraterrestres y decoración. Y nos comimos una pizza entera.
—Eso es bueno —dijo su hermana con una sonrisita.
—¿Por qué sonríes así?
—Por nada… solo creo que es algo hermoso.
—¿Hermoso?
—Sí. Regina es una chica encantadora y tú también cuando te lo propones. La relación que tuvieron… —Paulina de repente la miró con seriedad—. Fuiste la mejor versión de ti cuando estuviste con ella. Después de eso… te perdiste.
—¿De qué estás hablando? —Mauri quiso levantarse de su sitio pero su hermana la detuvo.
—Escúchame, Mauritania. Sé que nunca quieres hablar de nada serio conmigo pero no puedes huir para siempre.
—Habla pues —dijo ceñuda viendo cómo Paulina la tenía bien sujeta del brazo.
—Cuando Regina desapareció… Mauri… aquel accidente que tuviste no creo que haya sido una casualidad… ¿verdad? —Desvió la mirada de su hermana.
—Si piensas que quise matarme, estás exagerando.
—Tal vez no fue algo consciente, pero fue un milagro que sobrevivieras. Después… estos años has vagado por la vida nada más. Bebiendo casi todas las noches, yendo de una chica a otra…
—Paulina, ese es el sueño —dijo con una sonrisa cínica—. Alcohol y chicas. ¿Qué más necesitaría?
—No, Mauri. Puede que ese sea el sueño de algunas personas, pero no es el tuyo. Te conozco. Tú eres más que alcohol y chicas aunque te empeñes en aparentar lo contrario.
—¿Entonces cuál es tu diagnóstico?
Paulina pensó un poco antes de hablar de nuevo.
—Creo que vas por buen camino. Últimamente veo en ti a la antigua Mauri, a la real. Sigue así.
—Ni siquiera sé si estoy haciendo algo diferente.
—Tal vez se debe a la presencia de una chica. Qué irónico ¿no? Cambiaste porque una chica te rompió el corazón y ahora mejoras también por una chica.
—Sí… —Mauri se rascó la cabeza—. Creo que… Jessica es excelente.
Paulina se acercó y susurró:
—No me refería a Jessica…
—¿Entonces…? —Mauri abrió mucho los ojos y empezó a reír—. Por supuesto que no. Regina no tiene nada que ver conmigo.
—¿Segura? —Paulina levantó una ceja.
—Se supone que debes aconsejarme cosas buenas. Te recuerdo que Regina está por casarse y yo tengo novia. Además, Regina y yo no tenemos nada… —Se detuvo al no encontrar una palabra adecuada.
—¿Romántico? —Su hermana soltó una risita—. No te estoy aconsejando nada. Solo te confirmo que la única manera de regresar a ser tú misma es cerrando esa herida. Tal vez… Regina la puede cerrar. Y de paso, ella podría cerrar la suya.
Esas palabras hicieron que Mauri sintiera un vuelco en el estómago.
—Ella no tiene ninguna herida…
—Querida hermanita… —Empezó a decir Paulina mientras negaba con la cabeza—. A veces eres muy estúpida.
—¡Oye!
—Shhhtt. —Pau la pellizcó.
—Tú estás diciendo tonterías —dijo sobando su brazo. Paulina sonrió de nuevo, haciendo que Mauri la odiara. Era como si su hermana supiera algo que ella desconocía—. ¿Qué?
—No sé qué es lo que Regina te haya dicho cuando terminaron hace años, pero te garantizo que te mintió.
—Tienes razón, tú no sabes lo que dijo.
—Y tú no me lo dirás, ¿cierto?
Mauri negó con la cabeza.
—Eso ya no importa. Fue hace seis años… y no creo que haya mentido, solo… ella… —Entonces Mauri recordó la forma en que Regina la había besado solo unos días atrás—. Regina… —¿Le había mentido cuando le aseguró que nunca estuvo enamorada?
Mauri clavó los ojos en los de Paulina, intentando ordenar sus ideas.
—Creo que Regina sentía mucho más por ti de lo que supones.
—¿Y eso de qué me sirve ahora?
—A veces para cerrar un ciclo se deben conocer bien todos los hechos. Solo así se pueden aceptar y superar. Si realmente quieres continuar con tu vida haciendo las cosas bien, debes dejar atrás todo lo que sucedió con Regina. Y ella debe hacer lo mismo.
—¿Entonces debo pararme frente a ella y preguntarle si…? Bueno, lo que sea. ¿Solo se lo pregunto y ya?
Paulina dudó un poco, pero continuó con una sonrisa.
—No sé exactamente lo que debes preguntarle. Es más, ni siquiera sé si será necesario preguntarle. Solo sé que la forma en que se tratan justo ahora es lo que ambas necesitan.
—¿Lo dices como mi hermana o como psicóloga?
Paulina se levantó y buscó algo en su bolso. Regresó a su lugar con un pedazo de hoja y un bolígrafo. Escribió algo, dobló la hoja y se la puso en la mano.
—No abrirás este papel hasta que yo te diga. Solo guárdalo en tu cartera. ¿Lo prometes?
—¿A qué estás jugando?
—Dame gusto, ¿quieres?
—De acuerdo, te lo prometo.
Metió el pequeño papel en su cartera y se quedó callada un momento mirando a su hermana. Ella nunca había sido fanática de hablar de esas cosas con Paulina, pero debía admitir que esa conversación había sido extrañamente reconfortante.
—¿Y? ¿Qué hago?
—¿Con qué?
—¿Con Regina?
—Creo que primero debes tener claro qué quieres hacer contigo —dijo Paulina con cautela—. Mauri, tienes una relación que estás a punto de hacer oficial ante la familia… quieres que Jessica se mude contigo. No puedes hacer una casa sin cimiento, así como no puedes construir un hogar sin amor.
—¿De qué hablas?
—¿Estás enamorada de Jessica? —Mauri quiso decir que sí, pero las palabras se quedaron atoradas en su garganta—. Primero ocúpate de ti —terminó Paulina dándole un golpe juguetón en la mejilla.
Regina
Estacionó su Mini Cooper junto al auto de Carlos. Después de pasar todo el día en visitas sociales a su familia política, al fin estaba en casa. Sabía que su prometido estaba enojado con ella por haber llegado tarde a la comida con su suegra y seguramente estaba a punto de empezar una pelea con su novio.Agradeció que al menos habían ido en vehículos separados y esa discusión se había aplazado hasta ese momento. Sin embargo, se quedó dentro del coche un poco más. Sacó su celular y tecleó un mensaje.
—«¿Qué haces?». —Lo envió. Encendió su equipo de sonido y trató de buscar una canción relajante para calmar el cosquilleo en su estómago, pero fue interrumpida por la respuesta. Sonrió.
—«Leo una revista de trasplantes de pelo» —contestó Mauri, haciendo que Regina riera.
—«¿Y es interesante?». —Regina no apartó los ojos de su celular. Estaba segura que Mauri no tardaría en responder. Y no se equivocó.
—«Para los doctores seguramente sí».
La castaña amplió su sonrisa y volvió a escribir.
—«¿Estás en el hospital?».
—«Sí. Paulina acaba de irse a dormir. Hoy me quedo con Manuel. ¿Tú que haces?».
—«Acabo de llegar a casa. Odio las visitas navideñas 😖».
—«¿También la visita de la mañana?».
—«Esa fue divertida. Y me diste pizza, ¿hay algo más delicioso?».
—«Pizza de pay de limón».
—«¡Qué asco!». —Regina pensó un segundo si lo que escribiría a continuación de verdad era buena idea. Le pareció excelente—. «¿Me prestas tu cocina mañana?».
—«Mañana. Pasado. Al día siguiente… y al siguiente…».
—«Entonces te veo ahí al medio día. Sueña lindo Tini».
—«Tú también Yiyí. Nos vemos en doce horas 😀».
La castaña bajó del auto pensando en todo lo que debía comprar temprano para ir al departamento de Mauri. Entró a la casa y fue directo a su alacena a verificar sus ingredientes. Sonrió cuando pensó en algo que se moría de ganas por regalarle a la pelirroja. Sacó de nuevo su celular para buscar una dirección.
—¿Vendrás a la cama? —Escuchó una voz detrás de ella, haciendo que se sobresaltara. Carlos la veía con el ceño fruncido.
—En un momento, estoy buscando algo.
—¿A las doce de la noche?
—Será rápido. Ahora te alcanzo.
Su novio la miró un segundo más antes de darse la vuelta. Pero luego volvió.
—¿Por qué apagaste el celular hoy?
—¿Qué? —Regina regresó los ojos a su prometido, intentando conectar sus pensamientos—. Pues… estaba en un hospital. —Se apresuró a mentir—. Me pareció de mal gusto que mi teléfono estuviera sonando cada cinco minutos.
—Mal gusto es llegar con hora y media de retraso a un compromiso.
—Sabes perfectamente que la comida en casa de tu madre siempre se alarga. Hasta salimos tarde de ahí.
—¡Y por eso nos atrasamos para ir con mi papá! —reclamó Carlos.
—¡No llegamos tarde a eso! ¡Tu papá aún sigue con la fiesta! ¡¿Viste a todas las personas que invitó a su casa?! ¡Seguirán ahí hasta año nuevo!
—¡Lo que me enoja es que te tomes a la ligera las reuniones con mi familia! ¡Prefieres estar metida en un hospital que estar con mis padres!
—¡Paulina es mi amiga y su esposo tuvo un accidente horrible! ¡¿Entiendes eso?! ¡Estuvo en coma! ¡¿Crees que se siente lindo estar en una fiesta cuando alguien que quieres está sufriendo?!
—¡Pero ellos no son nada tuyo!
—¡Cuando traje a Josh dijiste que te parecía bien que la ayudara! ¡¿Ahora te molesta?!
—¡Me molesta que prefieras estar metida ahí con gente que no tiene ninguna relación contigo que estar con tu prometido en navidad!
—¡Eres tan…! —Regina apretó los dientes.
—¡¿Qué?!
—¡Insoportable! —terminó ella esquivando a su novio para encerrarse en la habitación. Escuchó a Carlos golpeando fuerte la puerta.
—¡Quita el seguro!
—¡No quiero! ¡Vete a dormir a otra parte!
—¡¿Por qué te comportas así?!
—¡Tú eres el insensible que hace un drama por una estupidez! ¡Para tu información, el mundo no gira alrededor de ti, Carlos! ¡Hay gente que sufre en los días de fiesta! ¡Pero no te preocupes, le diré al esposo de mi amiga que se disculpe contigo por accidentarse en estas fechas tan especiales para ti y tus papis! —le gritó Regina a la puerta.
—¡No seas ridícula, Regina!
—¡Y tú no seas un niño berrinchudo!
—¡¿Sabes qué?! ¡Haz lo que quieras! ¡Vete con tu amiga! ¡Cambia a tu familia por ellos!
Se escucharon los pasos de Carlos y luego una puerta azotándose con fuerza. Regina se sentó en la cama, se abrazó a sí misma y sonrió con melancolía.
—Ellos fueron mi familia…
Tres horas. Según el reloj de su muñeca, eso era lo que faltaba para ver a Mauri. Regina tomó sus cosas y las subió a su auto. Hizo un repaso mental de todas las paradas que debía hacer antes.Cuando salió a la avenida se sintió totalmente feliz. El día era perfecto para pasarlo cocinando y relajándose. Amaba sus días libres, aunque sabía que al regresar a la oficina le esperaría una enorme montaña de pendientes, estaba segura de que podría sacarlos adelante.
Sus primeras dos paradas fueron rápidas. Fue en la tercera que se demoró más. Quería tomarse todo el tiempo del mundo para elegir. Caminó por los pasillos admirando todo a su alrededor, disfrutando los aromas, la sensación en su mano cuando tocaba las hojas. Recordó el departamento de Mauri pensando en los lugares perfectos para unas macetas. Revisó cada milímetro de las plantas para asegurarse de llevar las mejores. Cuando estuvo satisfecha con sus compras, los chicos del invernadero subieron todo a su auto.
Su hermoso coche nunca le había parecido pequeño, pero en esos momentos se veía todo muy apretado. ¿Se había pasado de la raya? Miró de nuevo su reloj. Faltaban cuarenta minutos para la hora acordada.
Aceleró para llegar en veinte.
—¡Hola! —dijo agitada.
—Hola, mi amor. —Se escuchó la voz de Jessica al otro lado de la línea—. ¿Qué haces?
—Ah… Jess… nada… solo corrí buscando el celular.
—¿Ansiosa por hablar conmigo? —preguntó Jessica con voz coqueta.
—Obvio, preciosa —dijo revisando la hora. Eran las 11:35 a.m.
—¿Cómo va tu día?
—Pues llegué hace un momento del hospital… creo que dormiré toda la tarde. —Se tapó la cara cuando dijo eso. ¿Por qué había mentido?
—Entiendo, seguro fue una noche larga. ¿Pero sabes algo? Faltan solo dos días para vernos… y compré algo que seguro te encantará.
El celular en su oreja vibró. Había una llamada entrante de Regina.
—Muero de ansias… Jess, ¿te parece si te llamo en la noche?
—Claro, amor. Descansa. Te extr…
Presionó el botón para cambiar de llamada.
—Hola —dijo sonriendo.
—¿Te desperté?
—No. ¿Ya estás aquí? —Su corazón saltó mientras caminaba deprisa hacia la puerta.
—Estoy abajo, junto a tu auto. ¿Vienes por mí?
—Claro. —Salió de su departamento—. ¿Traes cosas?
—Sí, algunas… —Regina rió, haciendo que Mauri presionara con más ansias el botón para bajar—. ¿Cómo está Manuel?
—Mejorando. Pasó la noche sin contratiempos y cuando lo dejé con Paulina ya estaba despierto. Seguramente pronto podrá estar en casa. Mi hermana le contará todo a Josh hoy.
—¿En serio?
—Sí, dice que quiere llevarlo a ver a Manuel. —Las puertas se abrieron y Mauri salió al estacionamiento—. Ya te vi —dijo sonriendo.
—Y yo a ti.
Caminó con el celular aún pegado a su oreja y la mirada clavada en Regina. Su examiga se veía cómoda con sus jeans y su suéter rosa. Y muy hermosa.
—Hola —dijo cuando se detuvo a dos pasos de la castaña.
—Hola. —Regina cortó la llamada.
—¿En qué te ayudo?
Entonces su examiga le hizo una señal para que la siguiera a la cajuela del pequeño auto. Mauri se paró junto a Regina esperando que abriera la puerta trasera. Cuando lo hizo, las dos se quedaron unos segundos viendo todo aquello.
—¿Me excedí? —preguntó Regina sonrojada. Mauri empezó a reír.
—Creo que hay cosas que no cambian —dijo mientras echaba un vistazo a todas las plantas, macetas y sacos de tierra dentro del auto.
Necesitaron tres vueltas al estacionamiento para llevar todo lo que Regina tenía en su auto. Mauri no lograba entender cómo había cabido tanto en ese coche miniatura.
—Puedes dejar tus cosas donde quieras, pondré las macetas en el balcón —dijo Mauri arrastrando todo.
—Ahora te ayudo con eso. —Regina fue a la cocina a dejar los comestibles que había llevado. Mauri la observó a lo lejos. Tenía una extraña sensación de paz. Con Regina nunca había tenido que fingir ni ocultar nada y en esos días había comprobado que eso seguía siendo así. Porque aparte de pareja, la castaña había sido su mejor amiga, cómplice en cada aventura. Y en ese momento estaba en su casa. Recordó entonces las palabras de su hermana, ¿Regina estaba ahí para cerrar sus propias heridas?
—Listo —anunció regresando a la cocina. Regina levantó la vista de las bolsas que tenía sobre la isla y sonrió.
—Seguro piensas que estoy loca, ¿verdad?
—Sí, pero he pensado eso desde siempre —dijo abriendo la nevera para sacar una cerveza—. ¿Quieres una?
—Por favor. —Regina volvió a lo suyo. Mauri se quedó de pie apoyada en el fregadero, mirando cómo la castaña se adueñaba de la cocina. Ninguna de las dos dijo nada por un buen rato, pero eso no le resultó incómodo a Mauri. Había momentos en la vida en que las palabras no eran necesarias, solo las presencias.
Regina Le había dado instrucciones precisas a Mauri de mantenerse lejos de la cocina pues quería sorprenderla. Para eso le había asignado la tarea de rellenar con tierra todas las macetas y colocar las plantas en ellas.La castaña echaba miradas furtivas al balcón de la habitación de Mauri, donde la chica seguía trabajando en lo suyo. Hasta la cocina llegaba la música que la pelirroja había colocado en el cuarto. Regina cortaba esto y aquello, ponía sal y pimienta aquí y allá.
Se sentía tan bien en ese momento, en ese lugar. Era como si lo demás del mundo no existiera, solo la cocina, las plantas, Mauri y ella. Sonrió al notar lo absurdo que ese momento le hubiera parecido solo unos meses atrás. Antes ni siquiera quería recordar que en el planeta también vivía una chica de cabello rojo. Pero eso había cambiado, ¿cuándo? No recordaba exactamente. ¿Por qué? No tenía idea. Pero se sentía bien.
—Yiyí… —Escuchó la voz de la pelirroja.
—¿Sí?
—Terminé aquí. ¿Puedo ir a la cocina?
—No —dijo ella sin apartar los ojos del horno.
—¿Estás envenenando mi comida?
—Tal vez.
—¿Aún no acabas? ¿Qué tantas cosas cocinas?
—Eres una impaciente, Tini. —Entonces Regina se dirigió al balcón. Mauri estaba ahí con la cara y las manos cubiertas de tierra. No pudo evitar echarse a reír.
—¿Qué?
—Deberías darte un baño.
—¿Por qué? —Mauri corrió a su espejo—. ¡Me parezco a la hija del carbonero!
—Podrías usar siempre ese maquillaje —se burló ella. Mauri giró su cuerpo para verla y Regina entendió que estaba en problemas—. Ni se te ocurra Mauritania.
Su amenaza fue en vano.
—¡Esto es la guerra! —Mauri se lanzó sobre el costal de tierra sobrante, tomó un puño y se lo lanzó a Regina en la cabeza.
La castaña apenas tuvo tiempo de darse la vuelta para proteger sus ojos.
—¡Estás muerta, Tini! —Tomó una pequeña maceta y corrió hacia Mauri para arrojarle la tierra encima.
La pelirroja se defendió, usando ambas manos para arrojarle toda la tierra que tenía a su alcance. Con los ojos cerrados siguió atacando.
—¡Me rindo! ¡Tú ganas, Yiyí!
Mauri estaba hecha bolita en el suelo, cubierta de tierra. Regina se acercó despacio.
—¿Estás bien? ¿Mauri?
El movimiento fue tan rápido que Regina no pudo reaccionar. Mauri la jaló al suelo con ella y la tierra.
—¡Te tengo!
—¡Eres una tramposa!
—¡En la guerra y en el amor todo se vale! —dijo Mauri tumbada junto a ella. Regina reía tanto que hasta le dolía el costado.
—Siento que tengo tierra en zonas extrañas. —La castaña logró sentarse. Sacudió la cabeza—. Tu habitación está hecha mierda.
—Sí… —Mauri se paró y miró a su alrededor—. Fue divertido, ¿no crees? —dijo la pelirroja extendiendo una mano hacia ella.
Regina dudó un par de segundos pero luego la tomó. Aunque se levantó sin dificultades, mantuvo sujeta la mano de Mauri más tiempo del necesario. La piel de la pelirroja era igual que en sus recuerdos. Suave, cálida, electrizante.
—Ni hablar, tendremos que limpiar.
—Tú eres mi invitada —objetó Mauri mientras caminaba hacia su closet—. Ya hiciste bastante cocinando. ¿Qué te parece si te duchas mientras yo ordeno este desastre? —La pelirroja dejó unas cuantas ropas y una toalla sobre la cama.
—Veamos… —Regina fingió que pensaba—. Bañarme y dejarte a ti haciendo el trabajo pesado. ¡Acepto!
Regina tomó las cosas de la cama y corrió al baño. Escuchó la carcajada de Mauri antes de cerrar la puerta.