17 Ya no aguanto más, lo maldigo todo
La puerta se abrió y Jessica la recibió con una sonrisa.
—Hola, mi amor. —Su novia la abrazó.
—Hola —susurró al oído de la chica.
—Te extrañé muchísimo —dijo Jessi buscando de inmediato sus labios.
—¿Qué tal el viaje de regreso?
—Todo tranquilo. Moría de ganas de verte.
—¿Sí? —Mauri siguió a la chica al interior de la casa.
—Pues claro. —Jessi regresó a sus brazos—. ¿Tienes hambre?
—Estoy bien —dijo sonriendo al recordar su salida con Regina, que había terminado casi a medianoche—. Es que cené muchísimo.
—Eso está perfecto —comentó Jessi con una cara traviesa—. Siéntate. Te tengo una sorpresa.
—¿En serio?
—Ajá… y estoy segura de que te encantará.
Mauri obedeció. Jessica se metió a su habitación mientras ella pensaba que podía esforzarse más, poner de su parte para al fin hacer “click” con esa chica.
—¿No está tu roomie? —preguntó levantando la voz.
—Llega después de Año Nuevo. —Se escuchó a Jess a lo lejos.
Mauri paseó la mirada por el sofá en el que estaba sentada. Solo dos días antes, había compartido su propio sofá con Regina. Las palabras de Paulina regresaron a ella. ¿Sería verdad? ¿Regina le había mentido años atrás? Cuando la besó en la azotea, Mauri había sentido que ese beso encerraba mucho más que solo deseo de su parte.
Cerró los ojos y exprimió sus recuerdos. La noche antes de su ruptura, Regina y ella habían tenido relaciones y… ¿por qué tenía la impresión de que Regina le había dicho que la amaba? ¿Eso era real o era solo que deseaba tanto escuchar aquello que su mente había creado esa fantasía? Y si Regina la amó, ¿aún lo hacía? Obvio no. Habían pasado muchos años y la chica estaba a menos de dos meses de su boda. Mauri frunció el ceño pensando en algo aún más importante: ¿Qué sentía ella?
Recostó la cabeza sobre el sofá, intentando ponerle un nombre a todas las sensaciones que tenía cuando estaba con Regina. ¿Era amistad? ¿Nostalgia? ¿Añoranza? ¿Amor? ¿Seguía enamorada de Yiyí?
En la casa empezó a sonar una canción lenta. Mauri abrió los ojos. Jessica estaba de pie frente a ella, con un sexy baby doll rojo. La tela transparente hacía que la pelirroja pudiera ver perfectamente el torso de su novia.
Mauri sintió un escalofrío mientras deslizaba la mirada por la zona íntima de Jessica, que estaba cubierta por una pequeña tanga.
—¿Qué…? —Su cara le ardía.
—Feliz navidad —dijo la chica montándola. Jessica empezó a besarle el cuello mientras se movía lento al ritmo de la música.
Mauri sentía el cuerpo cálido de su novia frotándose contra el suyo. Las manos de Jessica le quitaron la chamarra y empezaron a abrirle la camisa. Cerró los ojos dejando que su novia siguiera con lo que hacía. Unos labios empezaron a devorar los suyos. Ella respondía el beso, mientras acariciaba unas suaves piernas. Su respiración empezaba a agitarse mientras el deseo aumentaba. Abrió los ojos encontrando una melena negra obstruyendo su visión, «¿Regina se pintó el cabello?», pensó. Entonces fue consciente de sus pensamientos. Alejó su cara de la mujer que la besaba. Era Jessica, no Regina. ¿Qué estaba pasando?
—Espera —susurró.
—¿Qué? —Jessica había atrapado de nuevo su boca.
—Espera, Jessi. —Sujetó los brazos de su novia para detener aquello.
—¿Qué pasa? ¿Quieres ir a mi habitación? ¿O tal vez…? —La chica se paró frente a ella y se quitó la parte superior, revelando sus pechos.
Mauri sintió un nuevo golpe de excitación pero se contuvo. No podía tener sexo con Jessica sin resolver antes el rompecabezas que eran sus sentimientos en ese momento.
—Es que… creo que no estoy… concentrada ahora.
—¿De qué hablas?
—Obviamente eres una mujer muy sexy. —Los ojos de Mauri se clavaron en los pechos de Jessica—. Pero, eh… ¿te parece si hacemos esto luego?
—¿Estás jugando, verdad? —Jessica rio con nerviosismo. Mauri negó lentamente con la cabeza.
—Perdón es que… realmente no me esperaba esto. —Jessica seguía semidesnuda frente a ella, haciendo que a Mauri se le hiciera difícil continuar.
—No te entiendo. ¿Qué sucede?
—Solo… es que han sido días duros y necesito…
Entonces Jessica hizo otro movimiento: se quitó la tanga.
—¿Te seguirás negando?
Mauri observó ese cuerpo sexy. Esa chica estaba lista para entregarse pero ella solo podía sentir pánico. ¿Qué había pasado con aquella Mauri que adoraba tener sexo con mujeres hermosas?
—Jess, es que no me siento muy bien ahora —dijo cerrándose la ropa.
—¡Es por ella, ¿verdad?! ¡Por esa otra chica! —soltó Jessica de repente.
—¿Qué otra chica? —Mauri parpadeó varias veces.
—¡Esa por la que te has desaparecido estos días! —gritó Jessica arrojándole el baby doll a la cara.
—¡No me he desaparecido!
—¡Claro que sí! ¡¿Dónde estabas ayer?!
—¡Con mi sobrino!
—¡¿Hasta las doce de la noche?! ¡A esa hora respondiste mis mensajes!
—¡Estaba en casa de mi hermana!
—¡¿Y por eso no puedes responder?! ¡Por favor Mauri, no seas una cínica! ¡¿Quién es ella?! ¡¿Es Yiyí?!
A Mauri se le fue el aire.
—¿Quién?
—¡Yiyí! ¡Esa a la que llamas una y otra vez mientras duermes! ¡¿Desde cuándo me engañas con ella?! ¡Dímelo! —Jessica la empujó. Mauri no sabía qué hacer. Se sentía aturdida. Miró los ojos furiosos de su novia.
—No te engaño con nadie.
—¡Mentirosa! ¡Y yo queriéndote llevar a mi casa! ¡Fui una tonta por creer que cambiarías! ¡Que dejarías de ser una sinvergüenza!
—¡Jessica, tranquilízate! ¡No te he engañado! ¡No he estado con nadie!
—¡¿Entonces quién es Yiyí?!
—¡Nadie!
—¡¿Quién es?!
—¡Ya te dije que nadie!
—¡Ten la decencia de decirme la puta verdad! ¡¿Quién carajo es Yiyí?!
—¡La que rompió mi corazón hace años! —admitió con rabia.
Silencio. Jessica la miró por varios segundos antes de hablar.
—¿Años? —preguntó su novia muy confundida. Mauri asintió—. ¿La estás viendo ahora? ¿Me engañas con ella?
—Jessi, no he estado con nadie más en todos estos meses. —La pelirroja dio un par de pasos hacia la chica—. Yo… ella… Yiyí es alguien de mi pasado. Pero terminó.
—¿Hace cuánto fue eso?
—Hace seis años.
—¿Y no la volviste a ver?
Mauri dudó. No podía decirle la verdad. No podía revelar el secreto de Regina y decirle a Jessica que en realidad había estado viendo a Yiyí casi todos los días en el trabajo.
—No —mintió—. Ella se fue, desapareció de mi vida.
—¡¿Entonces por qué repites su nombre en sueños?!
—¡No lo sé! ¡Ni siquiera recuerdo haber soñado con ella!
—¡Júramelo! ¡Jura que no me has engañado con Yiyí!
—Te lo juro —dijo Mauri con firmeza—. No he estado con ninguna otra mujer.
—Qué tonta…
Fue como si de repente Jessica recordara que estaba desnuda, pues se metió rápido a su alcoba dejando a Mauri clavada en su sitio. La pelirroja se quedó ahí con el cerebro aturdido. A unos metros de ella estaba una mujer dispuesta a amarla, ¿por qué no podía simplemente arrojarse a sus brazos?
Regina La risa de sus padres y la de Carlos llegó hasta la cocina donde ella servía unos bocadillos para los recién llegados. A media tarde su mamá había llamado para informar que estaban en camino para llevarle el regalo de bodas que su prima de Barcelona había enviado por adelantado.—Yo creo que es una vajilla de plata. —Escuchó la voz alegre de su prometido.
—Seguro es algo fino —soltó su madre—. Rosana se casó con un tipo emparentado con la realeza. En la boda los conocerás, querido. Son personas encantadoras.
Regina sonrió ante ese comentario. Su mamá calificaba siempre de «encantador» todo aquello que fuera caro o, como en este caso, a todo aquel que tuviera dinero. Ella ni siquiera recordaba bien a su prima. La había visto por última vez en el funeral de su abuela cuando ella apenas tenía diez años. Regresó a la terraza donde estaban los demás. Carlos y su padre platicaban sobre política y su mamá se tomaba fotos junto a la alberca.
—Justo eso me confirmaron hace un momento —dijo su prometido mirándola—. Que tengo que salir de viaje la siguiente semana.
—¿Cuántos días? —quiso saber ella.
—Tres o cuatro. Aún no lo sé. ¿Te parece bien?
—Haz lo que tengas que hacer, Carlos —intervino Olga sonriendo—. Tú no te preocupes por los pendientes, ya casi todo está listo. Estuve platicando con Margot sobre colocar tres cisnes en la fuente del salón.
—¿Cisnes, mamá? ¿No te parece excesivo?
—Por supuesto que no. Sería un detalle divino para recibir a los invitados. Tu boda será la más espléndida. La gente hablará de ella por el resto de su vida —sentenció Olga con orgullo.
—También me ha llamado el General Albornoz —comentó su papá—. Fue mi superior durante mis años de servicio —le aclaró el hombre a Carlos—. Vendrá a la boda.
—¿General Albornoz? ¿El jefe de seguridad del Presidente? —Su novio abrió mucho los ojos.
—Así es —respondió Fabián mirando a Regina—. Es la boda de mi única hija. He invitado a mis más respetables amigos. Por cierto, si alguna vez deseas ingresar a la política, mis contactos con el General te pueden servir. Él me ha comentado que está en busca de rostros nuevos, jóvenes y apuestos.
—¿Ahora es necesario ser guapo para ser político? —preguntó Regina divertida.
—Pues claro —contestó su padre—. La política es un espectáculo más, Regina, y me parece que Carlos encajaría muy bien en los planes de Albornoz.
—¡Wow! Nunca me había planteado esa posibilidad. —Carlos parecía fascinado por esa conversación.
Regina se puso de pie y volvió a la cocina. ¿A qué? A nada. Solo se sentía agobiada por aquella reunión. Miró su celular y abrió su aplicación de mensajes. Mauri estaba entre sus conversaciones frecuentes. ¿Sería prudente enviarle algo? Hacía tres días que no la veía. Lo último que supo fue que Jessica había regresado a la ciudad y seguro Mauri estaba con ella. Frunció el ceño ante esos pensamientos. ¿Qué haría Mauri? ¿Le pediría a Jess que vivieran juntas? ¿La había llevado de viaje? ¿Acaso eso debería importarle?
Su corazón saltó cuando vio una notificación. Tenía un mensaje. Se apresuró a abrir esperando que la pelirroja le propusiera salir a cenar o verse por ahí. Sin embargo, su sonrisa desapareció cuando descubrió que eran mensajes en el grupo que tenía con Jessica y María. Leyó. Sus amigas proponían verse esa noche para tomar unas copas y ponerse al tanto. No era mala idea. Aceptó la invitación y regresó con su familia, tratando de apartar de su mente la decepción por no haber recibido un mensaje de Mauri.
Mauri Parpadeó varias veces mirando el techo de esa habitación. Estaba en casa de Jessica, en su cama. Había intentado llevar la fiesta en paz esos días poniendo como excusa sentirse resfriada. Al menos su chica había dejado los reclamos y se la habían pasado viendo películas y tomando café para combatir el frío que hacía afuera.Y es que escuchar a Jessica pronunciar el nombre de Yiyí la había puesto en jaque. Si Jessica continuaba pensando que ella la engañaba y decidía investigar, podría descubrir que Yiyí no era otra que Regina.
Se levantó para buscar su chamarra para salir de ahí. Quería estar sola para decidir qué rayos haría con su vida.
—¿Te vas? —Escuchó la voz de Jessica desde la ducha.
—Sí, es que… debo comprar algunas cosas.
—Espera. —Dos minutos después Jessica salió del baño únicamente con una toalla envolviendo su cabello—. ¿Vendrás a dormir conmigo?
—Tenía planeado pasar la noche en mi departamento… —titubeó un poco. Y es que en realidad la pelirroja no era fanática de dormir fuera de su territorio y tampoco se le antojaba invitar a su novia a su departamento—. ¿Quieres que regrese más tarde?
—Saldré con las chicas. Quedé de verlas en una hora —dijo Jessica abrazándola por el cuello—. Ya sabes, tenemos mucho que platicar sobre estos días.
—¿Cuando dices «chicas» te refieres a María y a Regina? —preguntó Mauri sintiendo un cosquilleo en su estómago.
—Sí. María dijo que tiene algo impactante que contarnos y quedamos en ir a un bar esta noche. ¿Quieres venir?
—Claro que no. Ustedes tienen sus propios asuntos. Iré a visitar a mis padres —inventó rápido—. Podría llevar a Josh.
—Bien… y… ¿has pensado en cuando los conoceré?
Esa era la pregunta que Mauri tanto temía escuchar. Diez días antes tenía todo planeado para ese encuentro, pero en ese momento no sabía si estaba lista para dar ese paso.
—Yo creo que cuando Manuel salga del hospital podríamos platicar ese asunto, ¿te parece? —Le dio un beso fugaz a su chica y se apartó de ella para salir rápido de ahí.
Una vez en su auto, Mauri pensó que lo que realmente necesitaba era una botella de alcohol. Giró el volante en dirección a su bar favorito. Tenía la sensación de que estaba arruinando las cosas. Con todos. Cuando llegó a un semáforo sacó su celular. Sus dedos presionaron rápido un mensaje. Lo envió antes de arrepentirse.
Pisó nuevamente el acelerador mientras pensaba que necesitaba hablar con alguien. Agarró nuevamente su celular y mandó otro mensaje a otra persona. Esperaba que lo viera pronto.
Regina Cuando sus padres se marcharon, le quedó el tiempo exacto para alistarse y salir al encuentro con sus amigas. Caminaba rápido para entrar al bar, rogando haber metido a su bolso su cartera y su celular.María le hizo una señal apenas entró al lugar. Las dos chicas ya estaban esperándola.
—Disculpen la tardanza —dijo besando las mejillas de ambas.
—No te preocupes, también acabamos de llegar —comentó Maria—. ¿Vieron lo horrible que está el tránsito?
—Es la locura previa al fin de año —dijo la castaña—. Creo que todos eligieron esta noche para tener la última borrachera.
—La penúltima querrás decir. Al menos mi plan mañana es beber tanto que no recuerde ni cómo se pronuncian las palabras —anunció María con orgullo.
—Eso es porque eres una alcohólica —se burló Jessica.
—Y tú eres aburrida, ¿o qué harás mañana? ¿Tener sexo desenfrenado con Mauri?
Regina aguantó las ganas de darle un puñetazo en la cara a María por ese comentario. Respiró hondo y prefirió revisar si por un milagro había llevado consigo su cartera y su teléfono. Sus amigas discutían. Suspiró aliviada al sentir ambos objetos en su bolso. Le echó un rápido vistazo al celular y sintió mucho calor en el cuerpo cuando vio la notificación. Desbloqueó rápido sintiendo su corazón latiendo a mil por hora. «Tini», leyó.
Se movió en su lugar sintiendo picor en los dedos mientras abría el mensaje.
—«¿Qué haces? Te extraño». —Sonrió leyendo la última parte del mensaje.
—¡Regina! —La castaña brincó en su lugar cuando la voz potente de Jessica le hizo recordar donde estaba. María reía a carcajadas.
—¡Déjame adivinar! Carlos te mandó un mensaje cochino, ¿verdad?
—¿Qué? —preguntó ella confundida.
—Tienes la cara toda roja leyendo tu mensaje. Déjame ver. —María intentó quitarle el celular pero Regina logró apartarlo a tiempo.
—No es nada cochino, es… tierno —susurró intentando no levantar la vista hacia sus amigas.
—Awww.
—Tienes permiso de responderle solo este mensaje, ¿va? Necesito tu atención aquí —exigió María.
—Bien… responderé rápido. —Presionó sobre el espacio en blanco para redactar la respuesta para Mauri. Sus ojos leyeron de nuevo las palabras en ese chat y sintió que se sonrojaba otra vez—. «Estoy en un bar. ¿Cuándo nos vemos? También te extraño».
Cuando dejó su celular de nuevo en su bolso, sintió que ese mensaje debió ser más extenso. Había tantas cosas que quería platicar con la pelirroja. Miró de reojo su teléfono pero fue tarde, Jessica habló.
—Entonces, ¿qué es eso tan impactante que querías decirnos? —La chica pelinegra miraba a María. Entonces Regina recordó que ese era el principal motivo de verse esa noche. También puso su atención en su amiga.
—Deja que nos traigan los tragos —se quejó la aludida levantando la mano para apurar al mesero, que corrió con una botella, hielos y vasos.
—¡Uuff! No sé si esto es porque estás feliz o porque estás deprimida. Ya cuenta —dijo Regina viendo la cantidad de alcohol—. ¿Qué pasó?
—Esperen… —María sirvió los tres vasos—. Quiero que brindemos —dijo levantando su trago, las otras dos la imitaron—. Por mi… ¡y mi novio!
—¡¿Qué?!
—¡Que tengo novio! —María tomó de un sorbo todo el contenido de su vaso—. ¡Ujuuu!
Regina y Jessica se miraron y soltaron una carcajada.
—¿Y estás feliz o estás triste?
—¡Feliz, obvio!
—¿Y quién es?
—¿Cómo que quién? ¡Pues Pablo, ¿quién más?!
—¡Aleluya! —gritó la castaña levantando los brazos al cielo.
—¡Salud! —Jessica se tomó también todo su trago—. ¡Mi amiga sacó de la friendzone a un pobre desdichado! ¡Traigan otra botella!
—¿Cómo fue? —preguntó Regina, feliz por su amiga y por Pablo. Ese chico le agradaba mucho. Además, era amigo de Mauri. Sonrió de nuevo preguntándose si la pelirroja ya habría visto su mensaje.
—En Nochebuena —dijo pícara—. Pasó por mi después de la cena con mis padres y dimos un paseo. Acabamos en mi departamento y… ¡no salimos de la cama hasta dos días después!
—¡Eso golosa! —dijo Jessica riendo.
—Eres tremenda —siguió ella.
—No. Pablo es el «tremendo».
—¡Qué asco! —se quejó Jess.
—Pues claro, a ti todos los penes te dan asco —se burló María, recibiendo un empujón por parte de la chica de cabello negro.
—Me alegro por los dos —dijo Regina sirviendo más alcohol en su vaso—. Hace meses que Pablo anda detrás de ti.
—Sí. Debo admitir que tenía miedo de cometer un error. —Se sinceró su amiga.
—¿Por qué?
—Creí que no podría crecer junto a él. Que era solo un chiquillo. Pero durante la posada de la empresa pudimos platicar más. Luego me acompañó a casa y aunque no pasó nada, sí descubrí que es un tipo inteligente y con aspiraciones.
—¿Ves? ¡Te dije que tiene un gran futuro! —intervino Jessica—. Mauri me aseguró que Lorena ha puesto el ojo en Pablo para ascender en la empresa.
El estómago de Regina giró al escuchar ese nombre. Tuvo la tentación de revisar el celular pero se contuvo.
—Bueno, bueno. Pues ya está. Oficialmente somos una pareja. Es lindo, atento, guapo… y se mueve delicioso —terminó María con una expresión lasciva.
—Creo que te tiene cautiva con su pene —dijo Regina con una carcajada.
—¿Para qué negarlo?
—Entonces el siguiente año será muy emocionante. Regina abrirá con su boda y tú puedes cerrar con la tuya —soltó Jessica.
—No, no. Es pronto… aunque tal vez Mauri y tú. Llevan más tiempo que nosotros.
—Sí… bueno… —Jessica dudó y las miró con nerviosismo.
—¡De acuerdo, tienes toda mi atención! —María giró el cuerpo hacia su amiga. Regina tuvo una ligera sensación de vértigo.
—Tuvimos una pelea horrible el día que volví —comentó la chica mirando la mesa.
—¡¿Por?! —María sirvió más tragos rápidamente.
—Les voy a contar, solo… que no salga de aquí. Es privado.
Regina quiso salir huyendo de ahí. Ya había escuchado suficiente sobre el pene de Pablo y si Jessica empezaba a hablar de sus intimidades con Mauri, ella vomitaría.
—¡Habla! —exigió María.
—Le tenía preparado una sorpresa… me puse algo sexy y quería… bueno, darle su regalo…
—¡Así se hace! —gritó emocionada María. Regina apretó su vaso con ganas de hacerlo explotar.
—Pero… Mauri me rechazó.
Regina suspiró aliviada.
—¿Te pusiste un liguero? —interrogó María. Jessica asintió—. ¿Tanga? ¿Pelo suelto? ¿Cara seductora?
—Todo —aseguró Jessica—. Ella solo me detuvo. Obvio me enojé. Le reclamé… creo que me engaña con otra chica.
—Mauri jamás haría eso —dijo Regina sin pensar.
—Pues… —María carraspeó—. Sabemos de su reputación.
—¿Y eso qué? Mauri no es ese tipo de personas.
—Es que… —Jessica parecía elegir sus palabras—. ¿Recuerdan lo que les conté el otro día? ¿Sobre Yiyí?
A Regina se le cayeron las fuerzas hasta el suelo. Sintió tanto pánico que estuvo a punto de levantarse de la mesa.
—Sí, el sueño de Mauri ¿no? —dijo María frunciendo el ceño—. Pero fue sólo un balbuceo… en eso quedamos.
—Eso fue lo que creí pero no. Le dije que ya sabía que veía a otra mujer, que veía a Yiyí.
—¿Y qué te dijo? —María estaba sentada en la orilla de su silla.
—Que ella no veía a nadie, que Yiyí no existía. Entonces le grité más, la empujé, la insulté y confesó…
—¡Esa perra! —María se tapó la boca, incrédula. Jess le dio un zape a María.
A Regina le ardía la cara y le temblaban las piernas. ¿Mauri la había traicionado? ¿Le había contado a Jessica?
—Mauri no me engañó… me contó que hace años estuvo enamorada de Yiyí, pero que ella la abandonó y le rompió el corazón. —Se derretía. Regina sentía que su corazón se derretía escuchando aquello. Jessica continuó—: Nunca la había visto así… tan triste. Esa fue la chica, ella fue la que destrozó a Mauri.
—¿Y estás segura de que no la ve? ¿Segura que no te engaña con ella?
—Segura. Dijo que hace seis años Yiyí desapareció.
—Yiyí… —María sacó su celular.
—¿Qué haces?
—Buscarla. Tengo curiosidad por conocer a la chica que atormenta a Mauritania Alonzo.
Regina estaba petrificada. Las palabras de Jessica le taladraban la cabeza. Mauri había estado totalmente enamorada y ella la había abandonado. Parpadeó varias veces intentando que el picor de sus ojos desapareciera. Ella destrozó a Mauri, a esa chica adorable que siempre la había tratado maravillosamente. La dejó cuando estaba a punto de declararle su amor. Huyó cuando encontró el anillo en su cajón. Huyó después de aquella noche en que… Cerró los ojos deseando borrar ese momento de su mente. Ese fue el instante en que supo que debía alejarse para siempre. Y sin embargo, seis años después moría de ganas por revisar su celular en busca de un mensaje de la chica a la que había abandonado.
—No creo que sea ella. —Escuchó la voz de Jessica. Regina regresó al presente. María le enseñaba su celular a Jess.
—¿Y esta?
—Ni siquiera es una mujer, ¿no lo ves? Es un local de maquillaje.
—Ah, sí.
—Ya dejen eso —se quejó ella, haciendo que sus dos amigas le prestaran atención—. Jess, si Mauri te dijo que esa chica está en el pasado debes creerle. Y tú deja de meterle cosas en la cabeza —regañó a María.
—¿Y si esa tal Yiyí está rondando a Mauri? —se quejó María—. Jessi, ¿has notado algo raro en tu novia? Después de su pelea, ¿qué pasó?
—Pues… ha estado conmigo estos días. Dice que se siente un poco enferma pero… no sé qué le sucede. Cuando la beso se siente diferente. —La voz de Jessi se quebró—. Es como si ella solo pensara en otra.
—¡En Yiyí! —soltó María con el ceño fruncido. La cabeza de Regina daba vueltas. ¿Sería verdad? ¿Mauri pensaba en ella? Los golpes en su corazón no la dejaban ordenar su mente.
—Mauri estuvo desaparecida los días después de Navidad… ¿Creen que estuvo con esa tipa? —cuestionó Jessica.
—¿Y si le revisas el celular? —Se metió María—. Si está viendo a alguien más seguro hay evidencia en su teléfono.
—No hagas eso —dijo Regina con pánico en su voz—. Jessi, confía en Mauri. Ella no te engaña con otra. Solo dale tiempo para acostumbrarse a tener una relación formal. Seguro ella… —Dudó. ¿Qué rayos hacía dándole consejos de amor a la novia de Mauritania?
—¿Ves? No hay argumentos —atacó de nuevo María aprovechando su titubeo—. Debemos espiarla. Le diré a Pablo que grabe su conversación.
—¿Qué? —Jessica parecía confundida viendo cómo María tecleaba un mensaje.
—Le pediré a mi novio que la grabe ahora que fue a verla.
—Pero… Mauri fue a casa de sus padres —dijo Jessica.
—¿Eso te dijo? —María miró con lástima a su amiga—. Mauri está en un bar con Pablo.
Mauri
Esperó paciente a que su amigo bebiera su segundo trago seguido. Pablo tragaba mientras la veía de reojo. El chico dejó su vaso sobre la barra de manera dramática.
—¿Otro? —preguntó Chepa, la barwoman.
—Espera —le dijo Pablo a la mujer y giró para mirarla—. ¿Me estás diciendo que Regina y tú son amigas de nuevo? ¿La estuviste viendo todos estos días?
—Sí, eso es lo que digo.
—¿Y tenías planeado un viaje para pedirle a Jessica que se mudara contigo pero ahora piensas que es una mala idea?
—Eso también.
—¡¿Estás loca?! —Pablo pidió otro trago—. ¡Te lo dije Mauritania! ¡¿Sí o no se lo dije?! —le preguntó Pablo a Chepa, que lo miraba sin entender nada—. ¡Te dije que tuvieras cuidado con Jess y mira!
—Lo sé, lo sé —dijo ella descansando su cabeza en la barra—. No sé que estoy haciendo.
—¡Yo te lo diré! ¡Estás jugando con fuego! ¡Las ex nunca pueden ser amigas! ¡Se sabe!
—¡No tengo nada con Regina!
—¿No? Mauri… ella es la única razón por la que nunca has formalizado nada con nadie y cuando por fin piensas hacerlo, te lanzas de nuevo sobre Regina. ¿En serio no lo ves?
—¡No ha pasado nada entre nosotras!
—Tal vez nada físico, pero ¿emocional? ¿Sentimental?
Mauri pensó un momento. Frunció el ceño y miró de nuevo a Pablo.
—¿Sigo enamorada de Regina? —preguntó al aire—. Eso sería estúpido. Han pasado muchos años, he estado con otras mujeres… ella no puede seguir aquí —dijo tocando sobre su corazón.
—Pues será mejor que lo averigües antes de que lastimes a Jessica. —Pablo sacó su celular—. Genial, María quiere que grabe nuestra conversación.
—¿Qué?
—Espera… —Pablo leyó el mensaje—. Dice que Jessica cree que la engañas y quiere que yo te espíe.
—¡Carajo!
—¡Más alcohol! —exigió Pablo. Enseguida Chepa les llenó los vasos.
—No sé en qué momento se me ocurrió que sería una gran idea salir con alguien de la oficina.
—Tal vez deberías reclamarte también por la genial idea de acercarte de nuevo a Regina… aunque… —Pablo suspiró y regresó sus ojos a ella—. Mauri… si la amas deberías hacer algo al respecto.
—¿Cómo qué?
—Me odio por lo que voy a decir pero… si amas a otra mujer, deberías terminar con Jessica. Aléjate de ella antes de que todo empeore. Si las cosas con Regina explotan, Jessica será un daño colateral y yo te patearé el trasero.
—Pero… Jessica es perfecta… ella es mi tabla de salvación. Si no lo logro con ella, ¿con quién?
—Lo conseguirás con quien sea, pero primero debes superar a Regina. Mientras la contadora esté cerca de ti nunca podrás tener una relación de verdad con nadie. Mauri, recuerda que Regina está a punto de casarse.
—Con un imbécil.
—Pues sea como sea, es su prometido y en unas semanas será su esposo. —La pelirroja sintió ganas de morder la nariz de su estúpido amigo por decirle eso—. Ella lo eligió, lo que significa que… tal vez… la contadora no siente nada romántico por ti. Tal vez realmente solo te ve como una amiga y tú estás babeando por ella.
—Me siento patética.
Eso era verdad. Tenía la vida de cabeza por alguien que estaba por casarse con otro. Era obvio que Regina se la pasaba bien con ella, pero también podía pasarla bien con cualquier otra amiga. Incluso en ese momento estaba en un bar con María y Jessica… su novia. Recordó el mensaje que había dejado sin responder y no pudo evitar sonreír. Regina le dijo que también la extrañaba. Volvió a golpear su cabeza en la barra.
Regina
Salió a toda prisa del elevador y presionó el timbre del departamento. Nada. Sacó su celular y llamó. Su corazón golpeaba frenéticamente su pecho. Fue hasta el tercer timbre que Mauri respondió.
—Hola —dijo la pelirroja al otro lado.
—¿Estás en tu departamento?
—Estoy en mi auto yendo para allá. ¿Por qué?
—Porque estoy en la puerta. Te espero aquí. Tengo que hablar contigo.
—De acuerdo… entra. La clave es 123456.
Regina no pudo evitar soltar una carcajada.
—Estás muy loca. Te espero dentro.
Cortó la llamada e ingresó el código en la cerradura electrónica. Entrar al departamento de Mauri sabiendo que ella no estaba fue extraño. Dejó sus cosas en la isla de la cocina y se quitó el abrigo. Estaba nerviosa. Todo lo que había dicho Jessica le había puesto los pelos de punta. No podría seguir mirando los ojos de su amiga sin sentir que la traicionaba. Pero, ¿realmente lo hacía? Ella tenía una historia muy larga y complicada con Mauri. Habían pasado tantas cosas juntas, que era imposible pensar en su pasado sin pensar en Mauri. En cada acontecimiento importante la pelirroja había estado presente. Mauri fue su primer beso, fue su primera vez, su primer amor… Regina cerró los ojos y se tocó los labios recordando el beso de la azotea. Su cuerpo se estremeció y a su mente llegó una verdad imposible de ocultar, incluso de ella misma: le había encantado ese beso. ¿Qué hacía en ese departamento a esa hora de la noche?
Había bebido y sabía perfectamente que sus defensas frente a Mauri bajaban cuando tenía alcohol en su sistema. Debía salir de ahí, huir de nuevo de la pelirroja. Alejarla. Faltaban unas semanas para su boda, no podía permitir que Mauri lo arruinara todo. Se había esforzado esos seis años para ser la Regina que debía. Tomó sus cosas y caminó hacia la puerta pero fue demasiado tarde. Mauri había llegado.