18 Cuantas vueltas a este cuento le hemos dado
Mauri
Regina estaba de pie frente a ella con expresión de terror, haciendo que Mauri se espantara. Echó un rápido vistazo a su examiga, en busca de alguna pista sobre su pánico. Lo único que notó fue que tenía un vestido ceñido al cuerpo, dejando ver su perfecta figura, haciendo que Mauri sintiera un escalofrío ante aquella aparición divina.
—¿Qué sucede? —preguntó dejando su chamarra sobre un taburete—. Yiyí… ¿qué pasa? —Se acercó a la castaña que seguía sin hablar, solo la miraba como si fuera un fantasma.
—Es que… —Regina carraspeó—. Necesitaba decirte algo… estuve con las chicas y… Jessica sigue pensando que la engañas con… conmigo —terminó su examiga cerrando los ojos.
—¿Contigo?
—Nos contó sobre su pelea… sobre sus dudas sobre ti y otra mujer. Anda buscando en redes sociales a todas las Yiyís.
—Carajo. —Mauri suspiró.
—Dice que te siente rara, que… —Las mejillas de Regina quedaron rojas—. Las cosas no van bien en la intimidad.
—Pfff… —La pelirroja caminó hacia la cocina y se sirvió alcohol. Regina la siguió. Mauri pudo ver la incomodidad en aquellos ojos.
—¿Es cierto?
—¿Que no tengo sexo con mi novia?
—Eso no me incumbe… solo quiero saber… no sé cómo decir esto…
Mauri le acercó su vaso con tequila a Regina, que negó un par de veces pero luego se bebió el contenido de un trago.
—Solo dilo Yiyí…
—Si nuestra amistad te está afectando… tal vez… no sé, tal vez… —Las palabras se quedaron atoradas en la garganta de Regina por unos segundos—. No quiero que las cosas se compliquen.
—¿Para quién? ¿Para mí o para ti?
—Yo no tengo nada que ver…
—Claro que sí. ¿Estás aquí porque te preocupas por mí o porque te aterra que Jessica descubra la verdad?
Hubo un breve momento de silencio hasta que Regina lo rompió.
—No quiero que ella sepa… Tini, si ella revisa tu teléfono y ve mi nombre… Si descubre… —La voz de Regina se ahogó.
—Entonces dime qué es lo que quieres…
—¡Solo dime qué está pasando contigo! —gritó Regina exasperada.
—No lo sé… no siento nada cuando estoy con Jessica. Ella puede pasearse desnuda frente a mí y yo no… ahí no hay nada… absolutamente nada… ¿Crees que me estoy muriendo?
—No digas tonterías.
—Es que una chica linda se desnuda y yo… Sabes que nunca he tenido problemas en la cama… —Se detuvo de golpe al soltar aquello—. Perdón, fue un comentario inapropiado.
—Creo que es bastante obvio que entre nosotras no existe esa palabra. —Regina suspiró—. Tengo miedo Tini… No sé qué pasaría si todos supieran… si…
—¿Estás aquí por eso? ¿Para pedirme que me aleje de nuevo? —Una terrible tristeza cayó dentro de ella.
—Estoy aquí… —Regina parecía buscar la razón—. Porque me sentí aterrada… porque no quiero que nadie sepa de lo nuestro… y porque… quería verte. Mañana termina el año y yo… solo quería verte y asegurarme de que estuvieras bien.
El corazón de Mauri golpeó muy fuerte. Quiso sonreír pero trató de contener su emoción ante aquellas palabras. Regina se notaba más relajada que minutos atrás, pero aún veía mucho de ese temor que la castaña sentía.
—Yiyí, tú sabes que yo nunca le contaría a nadie sobre nosotras.
—Le dijiste a Pablo…
—Y él no dirá nada.
—¿Cómo sabes eso?
—Porque Pablo está más asustado que tú. Me dijo que María le pidió que me interrogara sobre la verdad y lo grabara para Jessica… ¡María está loca!
—Es una metiche…
—Pienso terminar con Jessica.
—¡¿Qué?! ¡Tini no!
—¿Entonces quieres que esté con alguien por quien no siento nada?
—Dijiste que solo necesitabas más tiempo con ella…
—No creo que el tiempo ayude.
—¿Y tus planes sobre vivir juntas? Parecías convencida sobre eso.
—Lo sé, pero… no… Carajo Yiyí, llevamos meses saliendo y cada día me siento más lejos de ella, más presionada. No creo que eso sea un presagio de un futuro prometedor para nosotras, ¿no te parece? ¿O acaso la resignación es todo en la vida? Debería haber algo más, ¿no?
—¿Algo más como qué?
—No lo sé… —Mauri miró con timidez a Regina, que la observaba con seriedad. La vio morderse el labio inferior antes de susurrar:
—Fuego… mucho… calor, tal vez…
Regina tenía una expresión tan sexy que Mauri dio un paso hacia atrás y fingió que buscaba algo en un cajón.
—No quisiera lastimarla…
—¿No? ¿En serio crees que no sufrirá si terminas con ella? Jessi te ama.
—Lo sé… pero yo no estoy enamorada de ella. Sé que es genial, sé que… no puedo sentir nada por ella porque…
La voz se le ahogó. Los ojos miel de Regina estaban clavados en los suyos. Yiyí estaba ahí con ella a esa hora de la noche, en la semioscuridad de su departamento, luciendo extremadamente sensual y hermosa. Entonces Mauri lo tuvo claro, no tenía dudas al respecto: aún sentía algo por esa chica. Había algo dentro de ella que despertaba solo en presencia de Regina.
—¿Por qué? —preguntó Regina en un susurro.
La pelirroja intentó hablar pero las palabras no acudieron. Solo estaba ahí como estúpida tratando de controlar la ola de sentimientos dentro de ella. Los segundos pasaban y era evidente que debía decir algo.
—Simplemente no pasó —dijo con nerviosismo—. Y creo que sería egoísta no darle la oportunidad de encontrar a alguien mejor que yo.
La castaña se mordió el labio inferior, giró el rostro hacia la ventana y luego volvió a mirarle los ojos.
—¿Segura… que… esa es la razón?
—¿Cuál otra sería?
—Pues no sé… tal vez quieres regresar a tu vida anterior y acostarte con todas las mujeres de la ciudad.
—¡No exageres! ¡Yo no hice eso nunca!
Toc toc.
Los insistentes golpes en la puerta hicieron que ambas se asustaran.
—¿Esperas a alguien? —preguntó Regina bajando la voz.
—No… —Mauri caminó hacia la puerta.
—¡Mauri abre! —La voz de Jessica llegó fuerte y clara.
—¡Ay, no! —Regina se tapó la boca.
—Ve a mi habitación —susurró Mauri haciéndole señas a la castaña para que se diera prisa.
—No abras… —suplicó Regina apenas emitiendo sonido.
Más golpes siguieron.
—Tirará mi puerta… —Mauri apresuró a Regina, que seguía congelada en el mismo lugar—. Escóndete, ya…
Fue como si la castaña recibiera una corriente eléctrica en el trasero, pues dio un salto y luego se escondió en la recámara. Mauri la escuchó poner el seguro antes de abrir la puerta principal.
—¿Por qué tardaste tanto? —le preguntó Jessica apenas estuvieron cara a cara.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste al edificio?
—María distrajo al guardia… ¿te molesta? —Jessica entró al departamento. Mauri percibió el olor a alcohol de Jess.
—¿Por qué me molestaría?
—Porque en todos estos meses nunca me has invitado a venir aquí y porque… escuché voces. ¿Con quién hablabas?
—Con nadie.
—¿Y las voces?
—Estoy sola, Jessica. ¿Quieres algo de beber? ¿O… porqué estás aquí?
—Porque necesito saber Mauri… yo sé que hay algo. No quiero hacerme la loca y fingir que estamos bien. Háblame… ¿qué sucede?
Mauri se rascó la frente y trató de no mirar hacia la habitación. Se sentía entre la espada y la pared. Quería decirle a Jessica que todo había terminado, quería confesar lo que había hecho… pero no podía decirlo todo.
—Creo que no es el lugar ni el momento para hablar. Es obvio que las dos hemos bebido hoy y…
—¡Al carajo, Mauri! ¡Ten el valor para decirme lo que te pasa! —Jessica la empujó, haciendo que golpeara el vaso en el que Regina había bebido, que cayó al suelo y se rompió.
—¿Por qué no te tranquilizas?
—¡Porque ya no puedo! ¡Siento que me ocultas cosas! ¡Que no soportas tocarme! ¡¿Hay otra?! ¡Dímelo, ¿hay otra chica?!
Jessica volvió a empujarla con fuerza, haciendo que Mauri cayera sobre los vidrios rotos. Sintió un dolor agudo en la mano derecha. Apretó los dientes y miró la herida. Un trozo de vidrio se había clavado en la palma de su mano. Haciendo un gran esfuerzo, se incorporó tratando de no mover el cristal clavado pues el más ligero movimiento hacía brotar más sangre.
—Jessica, por favor, calma… —dijo Mauri con dificultad.
—¡No! ¡Ya no aguanto! ¡¿Quién es, Mauri?! ¡¿Es Yiyí?! ¡¿Estás con ella?! ¡Dímelo! ¡DILO! —Una bofetada impactó la mejilla de la pelirroja.
—¡JESSICA! —Mauri giró el rostro al escuchar esa voz. Regina se encontraba de pie detrás de ella, con una mirada furiosa—. ¡¿CÓMO TE ATREVES A GOLPEARLA?! —La castaña se acercó tan rápido que Mauri tuvo que interponerse para que no arrollara a Jessica.
—¿Q-qué haces aquí? —balbuceó Jessica mirando a su amiga. Pero Regina había visto la mano sangrante de Mauri. Abrió mucho los ojos.
—¡Por Dios! ¡Te llevaré al hospital!
—Estoy bien…
—Estás perdiendo sangre… —Regina siguió el rastro en el suelo.
—Regina, ¿qué…?
—¡Cállate Jessica! ¡Vete o te tiraré por la ventana, ¿entendiste?!
—Pero…
—¡Que te vayas!
Regina corrió a la habitación, dejando momentáneamente a Mauri con Jessica. La escucharon revolver cosas.
—Luego hablamos —le dijo la pelirroja a su aún novia—. Ahora debo ir al hospital.
—Yo te llevo.
—No, gracias.
—¿Qué hace Regina aquí?
Mauri suspiró.
—¡¿Sigues aquí?! ¡Jessica, vete! —exigió Regina al regresar con unas cuantas gasas—. Encontré esto en tu cajón… espero que te ayuden…
Con mucho cuidado Regina colocó las gasas alrededor de su mano para intentar contener la sangre que fluía.
—Gracias —dijo Mauri cerrando los ojos por el dolor.
—Perdón… —Se escuchó el susurro de Jessica. Mauri miró una vez más a la chica antes de que saliera del departamento con lágrimas en los ojos.
—No debiste salir del cuarto… —le dijo a Regina, que tenía la vista clavada en la puerta por donde Jessica había desaparecido.
—Claro que sí. Vamos, te llevaré a que te curen.
Su fin de año había sido extraño, ya que el amanecer del 31 lo había contemplado desde la ventana del auto de Regina, que la había llevado a su departamento después de pasar varias horas con ella en urgencias.
Y es que según los doctores, tener una pieza de vidrio clavada en la mano y que la sangre no dejara de brotar no se consideraba una urgencia. La tuvieron esperando mucho tiempo con la mano levantada hasta que alguien se compadeció de ella y la atendió.
Regina la había abrazado cuando la doctora empezó a suturar la herida en su mano. Mauri había apartado la mirada para no vomitar. Por eso el amanecer las había sorprendido de camino a su departamento, donde la castaña se mostró bastante contrariada por dejarla sola.
Pero no podía quedarse. No había motivos. La chica tenía que llegar a casa con su prometido, pues seguro tenían planes para cerrar el año. Por su parte, ella se había quedado esa noche en casa, ignorando las llamadas y mensajes de Jessica.
Estaba muy enojada con ella misma. Sabía lo que tenía que hacer pero se sentía mal cada vez que pensaba en las frases que debía utilizar para terminar su relación. Otro fracaso en su lista de relaciones. Otra chica más a la que le rompía el corazón. Pero, ¿qué podía ofrecer cuando ella misma aún tenía el corazón destrozado? Vergüenza, eso era lo que sentía cuando un nuevo mensaje de Jessica llegaba. No podía culpar a la chica por nada. Solo ella era la responsable de su situación, de estar tan prendada de Regina que ni siquiera había tenido el valor de dejar sin responder el mensaje de año nuevo que la castaña le había enviado puntual a medianoche.
En esos momentos lo veía: algo grande y poderoso vivía dentro de ella. Tal vez había pasado los últimos años dormido, pero habían bastado unos días con la castaña para que aquello despertara.
Cuando sus días de descanso acabaron y el 2 de enero llegó al trabajo, tenía muy claro que solo existía una verdad: seguía perdidamente enamorada de Regina.
Regina
Regresar al trabajo le había dado la sensación de control y normalidad que últimamente sentía a la deriva. Sus días de descanso habían sido muy raros, teniendo en cuenta que la mayor parte del tiempo lo había pasado con una chica a la que supuestamente quería evitar.
Sin embargo, cada momento junto a Mauri se había sentido más real que todos los días de los últimos años lejos de ella. Esa idea hacía que Regina se estremeciera. No podía permitir que ninguna emoción la alejara del camino que tenía planeado. Y aún así, no pudo evitar mirar hacia la puerta de Mauri cuando pasó de largo hacia su propia oficina.
No le sorprendió para nada encontrar a Jessica ahí dentro. Ya sospechaba que su amiga le pediría una explicación apenas llegar al trabajo. Eso le había dado tiempo de pensar en lo que le diría.
—¿Entonces…? —Jessica la miró detenidamente.
—¿Entonces, qué? —preguntó ella sentándose detrás del escritorio.
—¿Qué hacías en el departamento de Mauri?
—¿Tú qué crees que hacía? Fui a hablar con ella sobre ti.
—¿Sobre mí?
—En el bar te veías muy mal y yo… —Regina se acomodó en su silla tratando de convencerse que lo que diría a continuación no era una completa mentira—. Quiero que seas feliz y sé que la amas. Quise tratar de aconsejarle…
—¿Tú? ¡Pero si apenas la toleras!
—Eso no es verdad… —Suspiró—. Sabes que soy amiga de su hermana y le tengo aprecio a Mauri, eso es todo.
—¿Y por eso me sacaste a gritos de su departamento? —Jessica la miró con molestia—. ¿Por qué la aprecias? No estaba tan ebria, ¿sabes? Recuerdo que casi te lanzaste contra mí. Fuiste muy grosera conmigo.
—Y tú la golpeaste y le heriste la mano… —dijo ella apretando los dientes para no decir una estupidez—. ¿Acaso te sientes bien por eso ahora?
—No… —admitió Jess con una mirada triste—. No estaba en mis cabales.
—Por eso te corrí de ahí. Sabía que te arrepentirías de eso y quería que no arruinaras más las cosas.
—No ha respondido mis llamadas. ¿Crees que…? ¿De qué hablaron?
—Bueno… eh… le pregunté si tenía algún problema y le dije que si necesitaba ayuda podía pedirla para que estuviera bien y pudiera estarlo contigo…
—¿Y qué dijo? ¿Le preguntaste si tenía una aventura con Yiyí?
Regina sintió un vuelco en el estómago pero trató de recuperarse.
—Ella no tiene nada con esa chica, Jess. Te lo aseguro.
—¿Ella te lo dijo?
—Sí… no… es… Paulina, ella me lo dijo hace tiempo.
—¿Qué te dijo?
—Que… sí, esa chica fue el primer amor de Mauri pero eso fue hace muchísimos años. Ellas nunca estuvieron juntas.
—¿Nunca?
Regina dudó un momento, pero no podía decir la verdad.
—Nunca —confirmó.
Jessica la observó de una manera que la hizo sentir nerviosa.
—¿Por qué no me habías comentado nada?
—Porque no quería meterme —dijo tratando de sonar despreocupada—. Y no sabía que tuvieras tantas dudas sobre Mauri. Dijiste que solo había balbuceado al dormir. Creí que estaban bien hasta el día del bar. Por eso fui a su departamento.
—¿Era la primera vez que ibas?
Regina pensó con rapidez.
—Había ido antes con Paulina a llevarle unas cosas a Mauri.
—¿Y eso porqué tampoco me lo habías dicho?
—¡Porque no le vi el caso! Tú eres mi amiga. Mauri… ella no lo es… —dijo tratando de romper el nudo en su garganta—. He tratado con ella por Paulina, pero no es que seamos íntimas ni nada.
—Bien… —Jessica paseó la mirada por la oficina y luego volvió hacia ella—. ¿Cómo está? ¿La llevaste al hospital?
—Está bien. Le cosieron la mano… Jessica, eso fue horrible, no tenías porque golpearla. —Sintió de nuevo ese tremendo enojo hacia su amiga—. No la vuelvas a tocar, ¿entendiste?
Jess frunció el ceño.
—La defiendes demasiado.
Una alerta sonó dentro de Regina, pero ella decidió ignorarla.
—Hay cosas que no se pueden permitir —dijo ella recordando las palabras que una vez le había dicho Mauri cuando creyó que Carlos le había pegado—. Más te vale mantener el control o…
—¿O qué? ¿Me las veré contigo?
—Sí —dijo Regina con firmeza sin tener tiempo de detenerse. El pánico momentáneo fue sustituido por la convicción. Mantuvo la mirada sobre su amiga sin titubear—. Además, ¿qué crees que hará Mauri ahora?
Jessica bajó la mirada y se hizo chiquita en la silla.
—Creo que va a romper conmigo.
Aunque Jessica seguía sin mirarla, Regina asintió despacio. En ese momento María entró a la oficina, captando la atención de las dos.
—Jessi, Irma te está buscando para actualizar el formato de nóminas… ¿Todo bien?
—Sí… —dijo Jessica secándose las lágrimas. La chica salió de ahí.
—¿Qué pasó?
—Nada… —dijo ella suspirando.
—¿Ya viste a Mauri?
—No, ¿por qué? —Fingió que buscaba algo.
—Solo… llegó con la mano vendada… y parece muy molesta.
—Claro. Se le abrió toda la mano, ¿qué esperabas? ¿Que estuviera feliz?
—Tú pareces furiosa…
—No fue algo agradable de ver.
—¿Y eso es todo? Regina, yo estaba en la puerta. Vi lo que pasó ahí adentro, parecías un toro enfurecido…
No dijo nada, solo trató de mantener la calma mientras le devolvía la mirada a su amiga.
—No estoy a favor de la violencia…
—¡¿En serio?! Si Mauri no te hubiera detenido le hubieras arrancado la cabeza a Jessica. ¿Y no te gusta la violencia?
—¿No tienes trabajo que hacer? —preguntó bastante molesta.
—De hecho sí —dijo María acomodándose en una silla.
—Eres una entrometida.
—Esa es mi fama. ¿Pero sabes algo? También sé guardar secretos. ¿Qué sucede?
—No pasa nada, María. Solo no estoy de humor.
—¿Por Mauri?
—Mi vida no gira alrededor de ella… tengo problemas en casa, con la boda. Eso es lo único en mi mente ahora. Si me exalté con Jessica, bueno… creo que solo estoy harta de todos —dijo para salir del paso—. ¿Podríamos enfocarnos en el trabajo?
—Claro. —María se levantó de su lugar pero antes de salir giró hacia ella—. Si necesitas hablar sobre algo en concreto… déjame demostrarte que puedo ser una tumba.
Regina no dijo nada, pero sabía muy bien que prefería morir antes de decir en voz alta eso que traía atorado en el corazón.