20 Prohibido quererme
Mauri
Realmente estaba agradecida por tener a Pablo en su vida. Ese chico le ayudaba mucho, tanto en el trabajo como en su vida personal. Pero la octava vez que su asistente entró despavorido a verificar si seguía viva, Mauri se planteó en serio la posibilidad de tirarle algo a la cara.
—Disculpa, es que… —Pablo giró el dedo junto a su cabeza como si se la atornillara—. El trauma, ya sabes.
—Estoy bien.
—Genial, porque estaba pensando…
—¡Ya no pienso esperar más, Mauritania! —Jessica había entrado empujando la puerta tan bruscamente que Pablo había dado un brinco—. Necesito hablar ya.
—Bien… —dijo con calma cerrando su laptop. Pablo alternaba la vista entre Jessica y Mauri. El chico carraspeó.
—Estaré en mi lugar —comentó Pablo caminando hacia atrás.
Su amigo le hizo señas sobre algo, pero Mauri no le entendió nada. Regresó su atención a Jessica, que tenía el ceño fruncido y respiraba con agitación.
—Te escucho…
—No, Mauri, yo quiero escucharte. Dime qué pasa.
—¿Esto te da una pista? —dijo la pelirroja levantando la mano vendada. Jessica se ruborizó.
—Lo lamento. Es que… ese día había bebido y luego… las chicas dijeron… me enfurecí… no pensaba con claridad y luego Regina… —Jessica la miró con expectativa.
—¿Qué? —preguntó ella algo confundida.
—Regina… —repitió la chica como si pensara que por mencionar a la castaña algo ocurriría al instante.
—No entiendo…
—¡Coño Mauri! ¡¿Qué hay con Regina?!
—Nada. Ella no tiene nada que ver con esto.
—¿Segura? Porque de repente ella se pone como loca conmigo y luego resulta que Regina es la única persona en el universo que sabe sobre tus alergias y hasta donde guardas las malditas inyecciones.
—Error —dijo Mauri con molestia—. Mi familia también lo sabe.
—¿Y POR QUÉ YO NO? SOY TU NOVIA Y NO TENÍA NI IDEA. —La voz de Jessica se quebró—. ¿O acaso ya no lo soy?
Mauri suspiró y caminó hacia la chica.
—Tú no hiciste nada malo, Jess… bueno, sí. Me cortaste la mano pero… yo te enloquecí. Pablo dice que eso es lo que siempre hago con mis novias, volverlas locas… Jess… —Tomó valor de donde pudo—. No podemos seguir juntas…
—¿Por qué? —preguntó la chica entre lágrimas.
Intentó pensar en una mentira, pero fue descartando una a una. No podía seguir engañando a esa chica y menos a ella misma.
—Estoy enamorada de alguien más —admitió sintiendo un enorme peso caer sobre ella—. Siempre he estado enamorada de una sola chica…
—Yiyí… —dijo Jessica con dolor. Mauri asintió despacio, siendo testigo de cómo la furia se dibujó en los ojos de su exnovia—. ¡Eres una puta! —soltó la chica empujándola.
—¡Hey, tranquila!
—¡Cállate! ¡Fui una tonta por creer en ti! ¡No eres más que una maldita sinvergüenza! ¡¿Y te atreviste a negar que me engañabas con ella?!
—Nunca te engañé con nadie, Jessica… al menos no físicamente…
—¡¿Entonces qué?! ¡¿Qué vas a inventar?!
—Nada —dijo Mauri con tranquilidad—. No te diré mentiras. Yo nunca me acosté con ninguna otra mujer mientras estuve contigo, pero… mis sentimientos… solo pienso en ella…
—¡Muérete, Mauritania!
—Jess… —Intentó acercarse a la chica, que dio un paso hacia atrás.
—¡No me toques o te mataré! ¡No quiero volver a verte, ¿entendiste?!
Sin esperar nada, Jessica salió cerrando la puerta tan fuerte que Mauri sintió que la pared vibraba. Suspiró con cansancio y se frotó la cara. Lo había admitido. Eso que llevaba tiempo rondando en su interior era claro y contundente.
Los siguientes minutos Mauri se la pasó escuchando los reproches de Pablo, que no dejaba de dar vueltas y negar con la cabeza.
—Te dije que esto pasaría, ¿recuerdas? Te dije que no te metieras con Jessica porque harías otra de las tuyas…
Ella había permanecido callada mientras su asistente tomaba el papel de su madre para regañarla. ¿Qué más podía decir? No tenía defensa. Lo había arruinado y lo sabía muy bien.
Desde mucho tiempo antes de empezar la relación, Mauri se había dado cuenta que Jessica sentía algo por ella. Sabía que a la chica le gustaba y, al menos, durante unos meses había sido lo suficientemente inteligente para mantenerse lejos de Jess. Pero tenía que arruinarlo aquella noche en la que por estar ebria se había acostado con ella.
Ni siquiera recordaba eso, pero hubiera sido mejor pedirle una disculpa a esa chica y seguir con su vida. Pero no. Había decidido lanzarse al vacío y arrastrar a Jessica con ella.
Pablo se rindió cuando notó que hacía mucho tiempo que Mauri no lo escuchaba. Solo miraba hacia la ventana pensando qué debía hacer. Estaba enamorada de una chica que estaba comprometida con un imbécil simplón y que había elegido alejarse de ella muchos años atrás.
¿Por qué se empeñaba en vivir de las migajas de Regina? Era obvio que la castaña se divertía con sus salidas y charlas, pero su relación nunca sería como antes. Nunca podrían dejar atrás lo que había pasado entre ellas. O al menos Mauri sabía que ella no podría. No lo lograría si Regina seguía sonriendo de esa forma. Si seguía contoneando sus caderas frente a ella.
—Es una idiotez, pero quiero ser su amiga —dijo sin saber si Pablo seguía ahí o no. Por un breve momento pensó que se encontraba hablando sola en su oficina hasta que su asistente lanzó un largo suspiro.
—¿Con qué objetivo, Mauri? ¿Para seguir babeando mientras ella se casa con otro?
—Es que…
—La amas, ¿no?
Mauri giró el rostro para ver a Pablo.
—Sí. Igual que antes… tal vez más que antes… no sé si se pueda medir el amor… solo sé que sigo teniendo unas tremendas ganas de besarla y de poner el mundo a sus pies.
—¿Y quién pondrá el mundo a tus pies? —dijo Pablo con tristeza en su voz—. Regina definitivamente no lo hará.
—Lo sé.
—Debes alejarte de ella.
—Lo sé.
—¿Y lo harás?
—Eso no lo sé.
Regina
No sabía qué hacer. Tenía el teléfono en su mano y miraba nerviosamente el reloj. Sentía los pelos de punta después de su conversación con María y estaba totalmente arrepentida de haber reanudado su amistad con la pelirroja.
Quería llamarle y cancelar la cena. Quería correr a casa y acostarse con su prometido para retomar el camino que se había esforzado en seguir todos esos años.
Se asustó cuando el timbre de su celular rompió el silencio. Por un breve momento se sintió aterrada al pensar que era Mauri. Entonces leyó la pantalla. Era Carlos. Se apresuró a contestar con la esperanza de encontrar ahí un pretexto para cancelar su cita de esa noche.
Pero no.
Su novio solo le dijo que se quedaría hasta tarde en la oficina pues se había complicado el caso y todos tenían mucha carga de trabajo. Regina escuchó mientras el pánico regresaba a ella. Necesitaba una excusa. Necesitaba alejar a Mauri.
Apenas había cortado la llamada cuando María entró a su oficina torciendo el gesto.
—Bueno, ya sucedió…
—¿Qué cosa?
—Mauri ha terminado con Jessica —dijo María cruzando sus brazos.
Regina parpadeó varias veces y trató de ordenar sus pensamientos y, aún más importante, sus sentimientos.
—Oh…
—¿Solo eso dirás?
—Es que… no sé qué decir. Sabíamos que las cosas no estaban bien, ¿no? ¿Cómo está Jessica?
—No ha parado de llorar desde hace media hora. La dejé en el baño y vine a contarte… ¿Irás a ver a Mauri? Tal vez necesite charlar con alguien…
—Tiene a Pablo.
—Pero tú eres su mejor amiga.
—Fui su mejor amiga —dijo ella con molestia.
—Jessica dijo que… —María bufó y negó con la cabeza—. No importa.
—¿Qué cosa no importa?
—Las excusas de Mauri para terminar con ella. Le ha roto el corazón. No sé… quisiera romperle la cara a Mauri, pero por otro lado… entiendo.
—Las relaciones son complicadas.
—No lo creo. Tal vez solo se complican las que están destinadas al fracaso. Sobre todo cuando no hay amor…
—¿Eso le dijo Mauri a Jessica? ¿Qué… no la ama?
María dudó un momento antes de responder.
—Le dijo que ama a alguien más.
Abrió mucho los ojos y se sintió petrificada. ¿Mauri amaba a alguien? ¿Acaso…? Observó los ojos de María, que solo asintió despacio.
—No… —dijo con una risa nerviosa—. No es cierto.
—Eso le dijo.
—Mintió. Solo fue una excusa —dijo con el miedo haciéndose más grande. No podía. Mauri no debía…
—Tal vez… pero, ¿y si es verdad? ¿Y si Mauri aún…?
—¡No lo digas! No otra vez… —terminó con la voz quebrada y miró hacia otro lado. Escuchó a María acercarse, pero prefirió no verle la cara.
—Puede ser que tengas razón, tal vez solo lo dijo para alejar a Jessica… —Pero María dudó. Regina le echó un vistazo a su amiga—. ¿Qué harás?
—Nada. No pienso complicarme la vida. No debí retomar nuestra amistad… no quiero lastimarla de nuevo… no podría…
—Creo que tienes razón. No hay necesidad de que hagas nada. No creo que Mauri te hable sobre… eso. Solo hay que esperar a que se le pase… y falta poco para tu boda…
Regina se tapó la cara con las manos.
—¡¿Por qué siempre arruina todo?! —dijo muy enojada—. ¡¿Por qué no solo se olvida de mí?!
—¿Y si no puede? Supongo que tú todavía la quieres, ¿no? Digo, como tu amiga. Tal vez eso mismo le pasa contigo. Sabe que no debe, pero aún… ya sabes —terminó María con un susurro incómodo.
—Esto es una mierda. Jessica no debería estar pasando por esto. Mauri es una… quisiera que nada de esto hubiera pasado. Ojalá nunca nos hubiéramos encontrado de nuevo —dijo con pesar.
María solo se encogió de hombros.
—Creo que no queda mucho por hacer, ¿verdad? O sea, Jessica tendrá que superarlo y Mauri tendrá que aceptar que nunca has sentido nada por ella. Tal vez en unos meses nos estaremos riendo de esto.
Regina asintió solo por hacer algo. En realidad dudaba mucho que un día todo eso le pareciera divertido. Estaba preocupada, asustada, molesta.
Tomó una decisión: por nada del mundo volvería a estar a solas con la pelirroja. Agarró su celular y escribió un mensaje para cancelar la cena de esa noche.
Fue un milagro que no se encontrara con Mauri al salir de la oficina. Solo quería estar en su casa, encerrada en su habitación con las cobijas sobre la cabeza. Y eso hizo. Se sumergió en su cama y permaneció ahí mucho tiempo sin moverse, tratando de alejar el pánico ante las noticias. ¿Mauri le había dicho la verdad a Jessica? ¿O solo la había usado como excusa? ¿De verdad… la seguía amando?
Le dolía la cabeza. El cuerpo. El alma. Sentía que no podría mantenerse en pie si intentaba levantarse. «Que no me diga nada, por favor», suplicaba al universo una y otra vez. Se limpió las lágrimas tratando de espantar los recuerdos de aquella tarde cuando le rompió el corazón a Mauri. No quería pasar por eso otra vez. ¿Cómo destrozar a alguien que te importa tanto? Había tardado mucho tiempo en dejar de odiarse por lo que le había hecho a Mauri. Durante muchos meses no se miró al espejo, pues esa chica en su reflejo le causaba repulsión. Esa chica estúpida había roto a su mejor amiga… a su amor…
Un quejido agonizante surgió de su garganta. Trató de ahogarlo contra la cobija, pero las lágrimas empezaron a brotar sin parar. Debía ser firme en su decisión. Mauri nunca debía saber que… si se enteraba, no la dejaría en paz nunca y Regina sabía muy bien que Mauri era peligrosa para ella.
Se sentó en el colchón y trató de tranquilizarse. Debía ser la Regina de antes. Debía volver a ponerse esa máscara frente a la pelirroja. Era lo mejor.
Ese par de días trató de enfocarse en trabajar y en apoyar a Jessica. Lo hacía tanto como su amiga como para alejar el sentimiento de culpa que sentía cada vez que la veía llorar. María le preguntaba a diario si había hablado con Mauri, cosa que a Regina estaba empezando a irritarle.
Detestaba cada mención de la pelirroja frente a ella e incluso prefirió morderse la lengua cuando Jessica lanzaba palabras obscenas para insultar a su ex mientras lloraba. No quería decir nada para defenderla ni exponerse aún más.
Por otro lado, usaba todo su tiempo libre para enfocarse en su boda. Necesitaba pasar al altar pronto, necesitaba una barrera aún más alta, una que Mauri no pudiera escalar.
Pero el tiempo parecía ir más lento de lo habitual y los nervios la comían cuando se encontraba a Mauri por los pasillos. La chica siempre le sonreía y le hacía señas para charlar, cosa que ella respondía levantando su reloj para hacerle creer que iba retrasada en el trabajo.
Sin embargo, en la reunión del jueves con todo el equipo, no pudo evadir todas las miradas de la pelirroja.
—Regina, ¿aún cuento contigo para acompañarme a Los Ángeles?
Levantó la vista tratando de retomar el hilo de la conversación que se venía desarrollando. Lorena esperaba su respuesta.
—Claro… —dijo moviéndose en su lugar, repentinamente incómoda al ser el centro de atención—. ¿Cuándo es?
—En dos semanas. Volaremos el miércoles y volveremos el viernes. Sé que eso te deja con el tiempo algo justo para tu boda…
No pudo evitar mirar a Mauri cuando Lorena mencionó eso. Se sintió muy avergonzada ante la expresión de la pelirroja, que giró el rostro hacia otro lado.
—No, no… está bien… eh… eso ya está listo.
—¡Genial! Entonces… sí, creo que eso sería todo. Muchas gracias por asistir, chicos.
Regina se puso a reunir los informes que tenía esparcidos sobre la mesa lo más rápido que pudo, pues era la única que no había aprovechado los últimos minutos de la reunión para organizar sus cosas. Todos salieron en cuestión de segundos, dejándola sola. O al menos eso creyó hasta que alguien habló junto a ella.
—¿Estás bien?
Giró la cabeza y se sintió momentáneamente petrificada al encontrar a Mauri sentada a su lado.
—Sí… ¿por qué?
—Bueno, dijiste que te sentías agripada cuando cancelaste nuestra cena… —dijo Mauri algo insegura—. ¿Cómo vas con eso?
—¡Bien! O sea… —Tosió un par de veces—. Voy saliendo… supongo que es el estrés del trabajo.
Mauri la miró con seriedad, de una manera tan intensa que Regina sintió cosquillas en el estómago. Debía salir de ahí.
—Entonces… supongo que… hay un lugar muy bonito que acaba de abrir y estaba pensando…
—No —soltó de golpe, poniéndose de pie. Mauri la imitó. La pelirroja parecía muy contrariada—. Lo siento, no puedo.
—¿No puedes qué?
—Eso… lo que sea…
Pero antes de que pudiera huir, Mauri se interpuso en su camino.
—¿Qué sucede, Yiyi?
—Regina… —dijo con molestia—. Mi nombre es Regina.
La expresión de Mauri fue de desconcierto total. La chica agitó la cabeza y luego sonrió de lado.
—Estás enojada y no tengo idea del porqué.
—No estoy enojada, solo tengo mucho trabajo y me estás retrasando.
—Claro, claro. —Pero Mauri no se movió para cederle el paso, solo la siguió mirando—. ¿Me dirás qué te sucede?
—Nada.
Se quedaron calladas un par de segundos hasta que Mauri, muy sonrojada, le preguntó:
—¿Es por Jessica? ¿Te… te dijo algo?
—Lo que toda la oficina ya sabe, Mauritania. Que terminaron. —Miró la puerta detrás de Mauri, deseando con todo su corazón acabar con esa charla. No quería permanecer más tiempo a solas con la chica.
Cuando regresó su atención a la pelirroja, notó que parecía muy preocupada.
—Estás asustada, ¿qué pasa, Yiyí?
—¡Que no me digas así! Mi nombre es Regina, ¿entiendes? Deja de hablarme, deja de invitarme a salir… esto está mal y no estoy dispuesta a…
—Jessica te lo dijo, ¿verdad? Te dijo que…
—¡Cállate! —pidió dando un paso hacia atrás—. Ya no quiero hablar contigo.
Mauri empezó a reír.
—No es verdad eso que tanto temes —dijo la pelirroja mirándola divertida—. No estoy enamorada de ti. Solo creí que era una excusa muy poderosa para terminar con ella.
Mauri sujetó su mochila y se tomó varios segundos para acomodar las correas, dándole tiempo para hablar.
—Pudiste decirle cualquier otra cosa…
—No quería que perdiera más tiempo conmigo. Ni darle esperanzas. Creí que al decirle que me interesa otra chica conseguiría que todo fuera más rápido —terminó Mauri encogiendo sus hombros—. ¿En serio creíste que después de tantos años…? —Entonces Mauri la miró con dolor—. ¿Y te pusiste así conmigo por pensar que…? ¿Por eso me has evitado todos estos días? No estabas enferma, solo no querías verme.
—¡¿Y qué esperabas?! Mi vida no es tu juguete, Mauritania. No puedes ir por ahí metiéndome en tus problemas ni diciendo esas cosas sin importarte si me afectan o no. He construido una vida lejos de ti y no pienso permitir que ventiles mis errores frente a todo el mundo.
—Y supongo que cuando dices «errores» te refieres a mí… —Mauri la miró con tanto odio que Regina se quedó sin aire por un par de segundos—. No te preocupes, nadie arruinará tu vida perfecta, niñita egoísta.
—¡¿Niñita egoísta?! ¡Tú eres la entrometida que no puede mantener la boca cerrada!
—¡¿Eso crees?! ¡¿Que no puedo quedarme callada?! ¡¿Entonces por qué nadie sabe que pasaste años en mi cama revolcándote conmigo?!
—¡¿Cómo te atreves a decir eso?!
—¡¿La verdad te incomoda?! —Mauri sonrió con cinismo—. ¿Ya se te olvidaron esas noches?
—¡Claro que sí! ¡Borré de mi mente todo lo que tenía que ver contigo! ¡¿Quieres la verdad?! ¡Me dabas asco! ¡Asco, ¿entiendes?! ¡Odiaba que me tocaras! ¡Por eso me alejé! —terminó sin control.
Mauri arrugó la cara como si hubiera recibido una bofetada. Regina la vio apretar los labios aguantando las palabras que seguro estaban listas para contraatacar. Pero la pelirroja se mantuvo callada por varios segundos mientras Regina respiraba con agitación.
—Creo que me equivoqué al creer que… —Mauri suspiró—. Estoy harta de ti. De todo esto contigo… siempre saldrás corriendo, ¿no? Bien… supongo que solo soy una entrometida que arruina tu vida perfecta.
Entonces Mauri sacó su celular y presionó un par de veces antes de enseñarle la pantalla.
—¿Qué debo ver?
—He borrado todo sobre ti. Los mensajes, tu contacto… eso es lo que te aterra, ¿no? Que la gente sepa… y lamento que te sintieras tan mal a mi lado. Si hubiera sabido… —Mauri bajó la mirada y a Regina se le encogió el corazón—. No se preocupe, contadora Leal. No volveré a molestarla.
—Eso espero…
Mauri tomó sus cosas pero giró de nuevo la cara hacia ella para decir:
—Me imagino que ahora está arrepentida, ¿no?
—¿De qué? —preguntó ella con fastidio.
—De haberme colocado esa inyección…
Regina recibió el impacto de esas palabras como un golpe bajo en el estómago. Mauri no hizo ningún otro comentario, solo se dio la vuelta y se marchó.
—No me arrepiento… —susurró tratando de no llorar.