23 Como odio amarte
Mauri
Miró su reloj solo para tener algo hacia donde ver. Podía sentir a Regina parada detrás de ella en la fila para abordar el avión. Cuando media hora atrás había ingresado a la sala de abordaje, había elegido un lugar lejos de la castaña. Sin embargo, ahí estaba a unos cuantos centímetros de ella esperando su turno para subir. Había diseñado un plan para soportar las cuatro horas de viaje hasta L.A.
Caminó al interior del avión siguiendo las indicaciones de la azafata, que no tardó en indicarle cuál era su asiento. Se acomodó en su lugar y se hizo la tonta mirando todas las amenidades disponibles. A su lado podía sentir el brazo de Regina muy cerca del suyo.
La chica castaña carraspeó.
—¿Hablaste con Lorena? —preguntó Regina y aunque Mauri la escuchó, decidió no mirar.
—Sí. Me ha dado todas las recomendaciones para la reunión.
—También a mí. De hecho… ahm… te envié algunos puntos importantes a tu correo. Deberías mirarlos.
—Claro, lo haré en el hotel más tarde. —Se colocó unos audífonos y encendió la pantalla frente a su asiento. No tenía intenciones de platicar con la chica a su lado.
—Mauri… —Regina la llamó pero no le hizo caso—. ¡Mauri! —Sintió una mano jalando su brazo. A regañadientes se quitó los audífonos y clavó sus ojos en los de su examiga.
—¿Qué? —Sentía un ligero temblor por todo el cuerpo y mucho calor en su cara. Regina lucía terriblemente hermosa. Su cabello castaño estaba suelto, cosa que Mauri encontraba muy sexy. Quiso golpearse por pensar aquello.
—Esto es trabajo. Debemos hacerlo bien. Por Lorena.
—Lo sé. ¿Algo más?
Miró su reloj solo para tener algo hacia donde ver. Podía sentir a Regina parada detrás de ella en la fila para abordar el avión. Cuando media hora atrás había ingresado a la sala de abordaje, había elegido un lugar lejos de la castaña. Sin embargo, ahí estaba a unos cuantos centímetros de ella esperando su turno para subir. Había diseñado un plan para soportar las cuatro horas de viaje hasta L.A.
Caminó al interior del avión siguiendo las indicaciones de la azafata, que no tardó en indicarle cuál era su asiento. Se acomodó en su lugar y se hizo la tonta mirando todas las amenidades disponibles. A su lado podía sentir el brazo de Regina muy cerca del suyo.
La chica castaña carraspeó.
—¿Hablaste con Lorena? —preguntó Regina y aunque Mauri la escuchó, decidió no mirar.
—Sí. Me ha dado todas las recomendaciones para la reunión.
—También a mí. De hecho… ahm… te envié algunos puntos importantes a tu correo. Deberías mirarlos.
—Claro, lo haré en el hotel más tarde. —Se colocó unos audífonos y encendió la pantalla frente a su asiento. No tenía intenciones de platicar con la chica a su lado.
—Mauri… —Regina la llamó pero no le hizo caso—. ¡Mauri! —Sintió una mano jalando su brazo. A regañadientes se quitó los audífonos y clavó sus ojos en los de su examiga.
—¿Qué? —Sentía un ligero temblor por todo el cuerpo y mucho calor en su cara. Regina lucía terriblemente hermosa. Su cabello castaño estaba suelto, cosa que Mauri encontraba muy sexy. Quiso golpearse por pensar aquello.
—Esto es trabajo. Debemos hacerlo bien. Por Lorena.
—Lo sé. ¿Algo más?
—Sí. —Regina la miró ceñuda—. Es claro que ninguna de las dos quería esto, así que deja de ser tan hostil y colabora.
—Eso hago.
—¿En serio? —Regina se cruzó de brazos y mantuvo su expresión de enfado.
—Estar aquí es suficiente colaboración según mi perspectiva —dijo poniendo de nuevo los audífonos en sus orejas.
—Eres insoportable.
Solo le hizo una mueca a Regina antes de pasar a ignorarla por completo. Estaba segura que la castaña se alegraría mucho cuando se enterara de su renuncia. Al menos ya nunca más tendrían que pasar por una situación como esa. Miró por la ventanilla observando cómo el avión subía, dejando atrás su ciudad. En su futuro cercano estaban Los Ángeles, reuniones y Regina. Tres días con ella. Sacudió la cabeza buscando en su mente el plan de evasión que había diseñado, cosa que se le dificultó por el delicioso olor del perfume de la castaña a su lado.
Miró de reojo a su compañera, que parecía muy entretenida con un libro abierto frente a su cara. ¿Cómo alguien podía ser tan hermosa? El perfecto perfil de la castaña le parecía un total insulto para los demás mortales.
Mientras los minutos pasaban, Mauri luchaba contra las ganas de dirigirle la palabra a Regina.
—¿Desean algo para beber? —dijo de pronto una azafata.
—Whisky —dijeron Regina y ella al mismo tiempo.
Se movió algo incómoda en su lugar mientras la sobrecargo les servía. Regresó a lo suyo deseando que ese viaje terminara pronto.
Regina
Sabía que beber era un riesgo, pero era la única forma de mantener su cuerpo adormilado. Estar viajando con Mauri estaba siendo más complicado de lo que había previsto. Echó un rápido vistazo a su compañera, que mantenía los brazos cruzados y los ojos clavados en la pantalla de su asiento. Durante las últimas cuatro horas la pelirroja no le había hablado y se la había pasado viendo una estúpida película de superhéroes.
Frunció el ceño dando el último sorbo a su vaso de whisky. Debía resistir aquello por Lorena, para corresponder a la confianza que su jefa había depositado en ella desde sus comienzos en Café Latino.
Cuando la voz del capitán anunció que iniciaría el descenso, Regina soltó un suspiro de alivio. Al menos luego podría refugiarse en la soledad de su habitación y únicamente ver a Mauri en la reunión programada y en el viaje de regreso. Ese era su plan para los próximos tres días.
Salir del aeropuerto fue un caos, pues tardaron mucho en poder recuperar sus maletas y para cuando al fin lo lograron, ya no habían taxis disponibles.
Tardaron casi una hora más en encontrar transporte para su hotel y casi otra hora en llegar, pues había un desfile que mantenía varias calles cerradas y el tránsito no las dejaba avanzar. A Regina ya le estaba empezando a doler la cabeza y tenía mucha hambre, por eso sintió mucho alivio cuando el Uber se detuvo frente al hotel.
—Excelente —comentó Mauri mientras examinaba todo a su alrededor. Aquel lugar era muy bonito, se veía elegante y enorme.
—Bienvenidas al Hotel Luskin —dijo la recepcionista con una gran sonrisa en cuanto se acercaron a realizar su registro.
—Hola, tenemos reservaciones a nombre de Lorena Barbeito… llamé hace un par de horas para avisar que…
—¡Oh, claro! —La mujer asintió con la cabeza mientras tecleaba algo en su computadora—. Estaban atrapadas en el tránsito, lo recuerdo. ¡Aquí está! Habitación 305 —terminó la recepcionista entregando dos tarjetas con el mismo número.
—Me parece que se ha repetido la llave —dijo Regina señalando su tarjeta.
—No… —respondió la mujer verificando su pantalla—. Lorena Barbeito reservó una habitación doble por dos noches.
—¡¿Una habitación?! —gritó Mauri palideciendo—. Debe haber un error. Nuestra jefa nos envió a una reunión, deben ser dos habitaciones.
—Un momento. —Mientras la recepcionista miraba su pantalla nuevamente, Regina sintió un fuerte cosquilleo en su estómago—. Es correcto, se trata de una habitación con dos camas…
—Eso hago.
—¿En serio? —Regina se cruzó de brazos y mantuvo su expresión de enfado.
—Estar aquí es suficiente colaboración según mi perspectiva —dijo poniendo de nuevo los audífonos en sus orejas.
—Eres insoportable.
Solo le hizo una mueca a Regina antes de pasar a ignorarla por completo. Estaba segura que la castaña se alegraría mucho cuando se enterara de su renuncia. Al menos ya nunca más tendrían que pasar por una situación como esa. Miró por la ventanilla observando cómo el avión subía, dejando atrás su ciudad. En su futuro cercano estaban Los Ángeles, reuniones y Regina. Tres días con ella. Sacudió la cabeza buscando en su mente el plan de evasión que había diseñado, cosa que se le dificultó por el delicioso olor del perfume de la castaña a su lado.
Miró de reojo a su compañera, que parecía muy entretenida con un libro abierto frente a su cara. ¿Cómo alguien podía ser tan hermosa? El perfecto perfil de la castaña le parecía un total insulto para los demás mortales.
Mientras los minutos pasaban, Mauri luchaba contra las ganas de dirigirle la palabra a Regina.
—¿Desean algo para beber? —dijo de pronto una azafata.
—Whisky —dijeron Regina y ella al mismo tiempo.
Se movió algo incómoda en su lugar mientras la sobrecargo les servía. Regresó a lo suyo deseando que ese viaje terminara pronto.
Regina
Sabía que beber era un riesgo, pero era la única forma de mantener su cuerpo adormilado. Estar viajando con Mauri estaba siendo más complicado de lo que había previsto. Echó un rápido vistazo a su compañera, que mantenía los brazos cruzados y los ojos clavados en la pantalla de su asiento. Durante las últimas cuatro horas la pelirroja no le había hablado y se la había pasado viendo una estúpida película de superhéroes.
Frunció el ceño dando el último sorbo a su vaso de whisky. Debía resistir aquello por Lorena, para corresponder a la confianza que su jefa había depositado en ella desde sus comienzos en Café Latino.
Cuando la voz del capitán anunció que iniciaría el descenso, Regina soltó un suspiro de alivio. Al menos luego podría refugiarse en la soledad de su habitación y únicamente ver a Mauri en la reunión programada y en el viaje de regreso. Ese era su plan para los próximos tres días.
Salir del aeropuerto fue un caos, pues tardaron mucho en poder recuperar sus maletas y para cuando al fin lo lograron, ya no habían taxis disponibles.
Tardaron casi una hora más en encontrar transporte para su hotel y casi otra hora en llegar, pues había un desfile que mantenía varias calles cerradas y el tránsito no las dejaba avanzar. A Regina ya le estaba empezando a doler la cabeza y tenía mucha hambre, por eso sintió mucho alivio cuando el Uber se detuvo frente al hotel.
—Excelente —comentó Mauri mientras examinaba todo a su alrededor. Aquel lugar era muy bonito, se veía elegante y enorme.
—Bienvenidas al Hotel Luskin —dijo la recepcionista con una gran sonrisa en cuanto se acercaron a realizar su registro.
—Hola, tenemos reservaciones a nombre de Lorena Barbeito… llamé hace un par de horas para avisar que…
—¡Oh, claro! —La mujer asintió con la cabeza mientras tecleaba algo en su computadora—. Estaban atrapadas en el tránsito, lo recuerdo. ¡Aquí está! Habitación 305 —terminó la recepcionista entregando dos tarjetas con el mismo número.
—Me parece que se ha repetido la llave —dijo Regina señalando su tarjeta.
—No… —respondió la mujer verificando su pantalla—. Lorena Barbeito reservó una habitación doble por dos noches.
—¡¿Una habitación?! —gritó Mauri palideciendo—. Debe haber un error. Nuestra jefa nos envió a una reunión, deben ser dos habitaciones.
—Un momento. —Mientras la recepcionista miraba su pantalla nuevamente, Regina sintió un fuerte cosquilleo en su estómago—. Es correcto, se trata de una habitación con dos camas…
—Carajo —murmuró Mauri—. ¿Hay alguna forma de modificar eso? ¿Tiene otra habitación disponible?
—Lo siento, estamos llenos… aunque si lo desean puedo verificar la disponibilidad en otro hotel de nuestra cadena.
—¡Sí, por favor! —suplicó ella. No deseaba compartir su cuarto con Mauri, no quería estar con la pelirroja más tiempo del necesario.
—Veamos… —La mujer arrugó la nariz—. No, no tenemos nada disponible.
—¿Qué hacemos? —le susurró Mauri sin mirarla. Podía ver las mejillas sonrojadas de la pelirroja. Regina intentó pensar en algo sensato pero su estómago reclamaba toda su atención.
—Mira, muero de hambre y estoy cansada. Vayamos una cosa a la vez. Vamos a la habitación y ahí pensamos qué hacer.
Aquella situación era absurda, impensable. Estaba en un elevador con la chica con la que había tenido una relación de tres años, que había sido su mejor amiga, a la que le había gritado cosas horribles… y compartiría su cuarto con ella por los siguientes tres días.
Buscó rápido en su celular algún hotel cercano. No importaba que fuera uno de mala muerte, no podía quedarse ahí con Mauri.
—Contadora… —dijo la pelirroja, captando su atención. El elevador se había detenido en el piso tres y Mauri ya estaba fuera de él, deteniendo la puerta para que ella pasara.
Cuando entraron a la habitación se le fueron las ganas de irse de ahí. El cuarto era precioso. Las dos camas eran grandes y se veían muy cómodas. Los muebles de madera lucían elegantes. La televisión, las luces, el baño, el frigobar, todo el interior era de lujo, hacíendo que Regina deseara quedarse a vivir ahí para siempre.
—Creo que estaría bien que buscaras un hotel por aquí cerca —murmuró embelesada.
—Vete tú —dijo Mauri apenas respirando. La chica estaba de pie junto a ella, admirando lo que tenían enfrente.
—De acuerdo… hay dos camas…
—Acepto —dijo Mauri con un hilo de voz—. Seamos profesionales.
—Y pidamos algo para comer.
Mauri
Miraba el paisaje angelino desde el balcón de la habitación, en el que unas sillas y una mesita redonda terminaban de hacer perfecto ese lugar. Con su computadora frente a ella, quería aprovechar esa noche para darle un último vistazo a la información que se discutiría en la reunión. Dentro, Regina hablaba por teléfono y Mauri estaba segura de que la llamada era con su novio. Apretó los dientes intentando ignorar la voz de su examiga, pues no quería enterarse de lo que la chica decía.
Solo un par de horas atrás habían pedido un enorme servicio al cuarto y ella no había tenido remordimientos al cargar todo a la tarjeta de la empresa, que Lorena le había dado para cubrir los gastos extras de ese viaje. Estaba segura de que con «gastos extras» su jefa no se refería a tirar la casa por la ventana, pero ella estaba muy enfadada como para importarle.
Cuando le había enviado un mensaje a su jefa para reclamarle por lo de la habitación, Lorena solo había respondido con un «olvidé decirte ese detalle», aunque ella sabía perfectamente que Lorena le había ocultado esa información a propósito.
—Si tan preocupado estás, ¿qué te parece si este fin de semana te reunes con Margot? —dijo Regina dentro de la habitación. Mauri intentó ocupar su mente en otra cosa pero escuchar fue inevitable—. ¡Tú saliste de viaje hace unos días! —Pausa—. Creo que es momento de que dediques un maldito fin de semana a planear tu boda. —Pausa—. ¡Pues haz lo que quieras! —gritó Regina. Mauri observó por la puerta de cristal como la chica arrojaba su teléfono sobre la cama.
Frunció el ceño. Planear su boda con Regina debía ser lo principal en la vida de Carlos. ¿Cómo era posible que el tonto abogado no entendiera que estaba a punto de sacarse la lotería? Estar a unos días de casarse con esa chica debía sentirse maravilloso.
Mauri se enfadó por aquellos pensamientos y regresó a lo que hacía. Pero no pudo concentrarse. Debía salir de ahí. Cuando entró a la habitación, Regina estaba sentada en la orilla de su cama, parecía muy enojada. Sin decir una palabra fue hacia su maleta y sacó unas ropas para cambiarse.
—Lo siento… —susurró Regina—. Perdón por los gritos.
—No los noté —dijo caminando hacia el baño. Se cambió lo más rápido posible. Encerrada ahí, buscó un bar cercano. Necesitaba distraerse a toda costa. Cuando regresó al cuarto, la castaña seguía en su lugar. Sintió un escalofrío cuando los ojos de Regina se clavaron en los suyos.
—¿Saldrás?
—Sí —contestó desviando la mirada.
—Pero… tenemos una reunión muy temprano mañana…
—Lo sé. —Agarró sus cosas y las metió en el bolsillo de su chamarra—. Nos vemos luego.
—Mauri… —La chica se paró en su camino. Parecía que quería decir algo importante, pero se demoró varios segundos en volver a hablar—. ¿A dónde vas?
—Por ahí. —Mauri notó la incomodidad de Regina, que tenía la cara roja.
—Si vas a beber…
—Soy una adulta —se quejó ella.
—Y mañana tenemos la reunión más importante de nuestra vida —soltó la castaña molesta.
—Todo estará bien —dijo esquivando a su examiga. Salió de la habitación tan rápido, que Regina no tuvo oportunidad de decir algo más.
—Lo siento, estamos llenos… aunque si lo desean puedo verificar la disponibilidad en otro hotel de nuestra cadena.
—¡Sí, por favor! —suplicó ella. No deseaba compartir su cuarto con Mauri, no quería estar con la pelirroja más tiempo del necesario.
—Veamos… —La mujer arrugó la nariz—. No, no tenemos nada disponible.
—¿Qué hacemos? —le susurró Mauri sin mirarla. Podía ver las mejillas sonrojadas de la pelirroja. Regina intentó pensar en algo sensato pero su estómago reclamaba toda su atención.
—Mira, muero de hambre y estoy cansada. Vayamos una cosa a la vez. Vamos a la habitación y ahí pensamos qué hacer.
Aquella situación era absurda, impensable. Estaba en un elevador con la chica con la que había tenido una relación de tres años, que había sido su mejor amiga, a la que le había gritado cosas horribles… y compartiría su cuarto con ella por los siguientes tres días.
Buscó rápido en su celular algún hotel cercano. No importaba que fuera uno de mala muerte, no podía quedarse ahí con Mauri.
—Contadora… —dijo la pelirroja, captando su atención. El elevador se había detenido en el piso tres y Mauri ya estaba fuera de él, deteniendo la puerta para que ella pasara.
Cuando entraron a la habitación se le fueron las ganas de irse de ahí. El cuarto era precioso. Las dos camas eran grandes y se veían muy cómodas. Los muebles de madera lucían elegantes. La televisión, las luces, el baño, el frigobar, todo el interior era de lujo, hacíendo que Regina deseara quedarse a vivir ahí para siempre.
—Creo que estaría bien que buscaras un hotel por aquí cerca —murmuró embelesada.
—Vete tú —dijo Mauri apenas respirando. La chica estaba de pie junto a ella, admirando lo que tenían enfrente.
—De acuerdo… hay dos camas…
—Acepto —dijo Mauri con un hilo de voz—. Seamos profesionales.
—Y pidamos algo para comer.
Mauri
Miraba el paisaje angelino desde el balcón de la habitación, en el que unas sillas y una mesita redonda terminaban de hacer perfecto ese lugar. Con su computadora frente a ella, quería aprovechar esa noche para darle un último vistazo a la información que se discutiría en la reunión. Dentro, Regina hablaba por teléfono y Mauri estaba segura de que la llamada era con su novio. Apretó los dientes intentando ignorar la voz de su examiga, pues no quería enterarse de lo que la chica decía.
Solo un par de horas atrás habían pedido un enorme servicio al cuarto y ella no había tenido remordimientos al cargar todo a la tarjeta de la empresa, que Lorena le había dado para cubrir los gastos extras de ese viaje. Estaba segura de que con «gastos extras» su jefa no se refería a tirar la casa por la ventana, pero ella estaba muy enfadada como para importarle.
Cuando le había enviado un mensaje a su jefa para reclamarle por lo de la habitación, Lorena solo había respondido con un «olvidé decirte ese detalle», aunque ella sabía perfectamente que Lorena le había ocultado esa información a propósito.
—Si tan preocupado estás, ¿qué te parece si este fin de semana te reunes con Margot? —dijo Regina dentro de la habitación. Mauri intentó ocupar su mente en otra cosa pero escuchar fue inevitable—. ¡Tú saliste de viaje hace unos días! —Pausa—. Creo que es momento de que dediques un maldito fin de semana a planear tu boda. —Pausa—. ¡Pues haz lo que quieras! —gritó Regina. Mauri observó por la puerta de cristal como la chica arrojaba su teléfono sobre la cama.
Frunció el ceño. Planear su boda con Regina debía ser lo principal en la vida de Carlos. ¿Cómo era posible que el tonto abogado no entendiera que estaba a punto de sacarse la lotería? Estar a unos días de casarse con esa chica debía sentirse maravilloso.
Mauri se enfadó por aquellos pensamientos y regresó a lo que hacía. Pero no pudo concentrarse. Debía salir de ahí. Cuando entró a la habitación, Regina estaba sentada en la orilla de su cama, parecía muy enojada. Sin decir una palabra fue hacia su maleta y sacó unas ropas para cambiarse.
—Lo siento… —susurró Regina—. Perdón por los gritos.
—No los noté —dijo caminando hacia el baño. Se cambió lo más rápido posible. Encerrada ahí, buscó un bar cercano. Necesitaba distraerse a toda costa. Cuando regresó al cuarto, la castaña seguía en su lugar. Sintió un escalofrío cuando los ojos de Regina se clavaron en los suyos.
—¿Saldrás?
—Sí —contestó desviando la mirada.
—Pero… tenemos una reunión muy temprano mañana…
—Lo sé. —Agarró sus cosas y las metió en el bolsillo de su chamarra—. Nos vemos luego.
—Mauri… —La chica se paró en su camino. Parecía que quería decir algo importante, pero se demoró varios segundos en volver a hablar—. ¿A dónde vas?
—Por ahí. —Mauri notó la incomodidad de Regina, que tenía la cara roja.
—Si vas a beber…
—Soy una adulta —se quejó ella.
—Y mañana tenemos la reunión más importante de nuestra vida —soltó la castaña molesta.
—Todo estará bien —dijo esquivando a su examiga. Salió de la habitación tan rápido, que Regina no tuvo oportunidad de decir algo más.
Regina
Según su reloj ya eran las dos de la mañana y Mauri aún no regresaba. Observó su celular pensando si sería buena idea llamar a la pelirroja, pero enseguida decidió que no. No era la niñera de Mauritania y no era su problema si le pasaba algo.
Se mordió el labio tratando de ignorar su preocupación. Sabía muy bien que ese viaje no estaba resultando sencillo para ninguna de las dos.
—Soy una tonta —se dijo avergonzada. Estaba a nada de pedirle perdón a la pelirroja y decirle que todo había sido una mentira. Nunca se había sentido mal entre sus brazos. No había nada de asco en sus reacciones ante Mauri, pero si le decía eso, también debía admitir que…
Se limpió una lágrima que resbaló por su mejilla, pensando que en unas semanas todo acabaría. Ella estaría casada y Mauri estaría lejos.
Miró la cama de Mauri, donde la pelirroja había dejado su maleta y varias cosas tiradas. Se acercó a intentar ordenar aquello. No era algo que debía hacer pero no tenía nada de sueño y necesitaba mantenerse ocupada. Tomó una prenda de Mauri, sintiendo enseguida un suave y delicioso aroma. Aunque dudó un momento, lentamente acercó la ropa hasta su nariz. Sonrió pensando que ese olor podría reconocerlo en donde fuera.
A su mente llegaron recuerdos de aquellos años de universidad, cuando Mauri y ella vivieron juntas en el dormitorio del campus. Aunque tenían literas, nunca las usaron realmente, pues compartían siempre el colchón de abajo.
Regina observó las dos camas grandes en la habitación de ese hotel. En su tiempo juntas todo ese espacio hubiera resultado innecesario, pues ellas podían dormir perfectamente acurrucadas en una de aquellas camas. El cosquilleo por su cuerpo se intensificó recordando aquellas noches en que se había sentido completa en los brazos de Mauri. Miró hacia el balcón pensando en lo diferente que era su vida en esos momentos. Estaba a unos días de casarse con un chico y la pelirroja apenas toleraba su presencia.
Entonces algo golpeó la puerta de la habitación. Escuchó risas en el pasillo. Voces. Fue hacia la puerta y pegó el oído. Alguien hizo girar la perilla y Regina se encontró cara a cara con Mauri… y otra chica.
—Ho-hola —dijo la pelirroja rascando su cabeza.
—¿Quién es ella, Mau? —preguntó la rubia parada junto a la pelirroja.
—Nadie… olvidé que estaba aquí —respondió Mauri arrastrando las palabras—. Vamos a las escaleras.
—No quiero hacerlo en las escaleras —se quejó la rubia.
Regina sintió tanta rabia que estuvo a punto de lanzarle una bofetada.
—Mauritania, entra a la habitación —dijo sujetando la mano de Mauri para evitar que se marchara.
—¿Quién eres tú? —interrogó la rubia.
—¡Soy su novia, así que lárgate! —soltó enfurecida, jalando a Mauri dentro y azotando la puerta.
—¿Qué ha-haces? —Mauri se tambaleó y cayó sobre la cama de Regina.
—¡Eso mismo te pregunto, Mauritania!
—Pues… yo estoy ligando… —Como pudo, Mauri se levantó y caminó hacia la puerta—. ¡Oye preciosa! —gritó la pelirroja estirando la mano hacia la perilla.
—¡Ven aquí! ¡Deja de hacer estupideces!
—El sexo no es una estupidez, deberías hacerlo de vez en cuando —dijo la pelirroja con una risita.
La castaña se mordió los labios para no responder aquella impertinencia de Mauri. Afuera escuchaba a la rubia golpeando la puerta.
—¡Lárgate! —volvió a gritar enfadada.
—¡Espérame guapa! —Mauri se soltó de sus manos, pero Regina se colgó de su ropa y la lanzó de nuevo sobre el colchón.
—Te quedarás aquí, ¿entendiste? Conmigo.
—¿Para qué? —dijo Mauri con la voz quebrada.
—Para que estés a salvo. —Se escucharon unos pasos alejándose—. Seguro ni siquiera sabes el nombre de esa chica.
—¿Eso importa?
Regina notó el enorme esfuerzo que Mauri hacía por enfocar.
—Necesitas dormir.
—Necesito alejarme de ti, ya no quiero verte… —murmuró la pelirroja, haciendo que Regina sintiera una tristeza inmensa.
—Por favor, solo quédate quieta.
—Oblígame —retó Mauri. Regina frunció el ceño y le arrojó una almohada a la cara. La pelirroja se quedó mirando el techo mientras balbuceaba cosas incomprensibles.
Entonces Regina aprovechó para quitarle los zapatos y la chamarra. Menos de dos minutos después, la pelirroja estaba profundamente dormida. Regina se mantuvo sentada en la orilla de su cama, viendo con pesar a la chica ahí.
No podía evitar preocuparse por el comportamiento de Mauri. Odiaba que bebiera de esa manera y odiaba aún más que se acostara con cualquier mujer que se encontrara en su camino. Tembló pensando en que la pelirroja se iría y ella nunca podría saber si Mauri se encontraba bien o no. Ella se quedaría en Café Latino y… ¿Mauri a donde se marcharía?
Regina se arrastró lentamente sobre la cama, intentando no despertar a la pelirroja. Con cuidado, se acostó junto a ella y le retiró el mechón de cabello que Mauri tenía sobre la cara.
—Eres hermosa —susurró.
Según su reloj ya eran las dos de la mañana y Mauri aún no regresaba. Observó su celular pensando si sería buena idea llamar a la pelirroja, pero enseguida decidió que no. No era la niñera de Mauritania y no era su problema si le pasaba algo.
Se mordió el labio tratando de ignorar su preocupación. Sabía muy bien que ese viaje no estaba resultando sencillo para ninguna de las dos.
—Soy una tonta —se dijo avergonzada. Estaba a nada de pedirle perdón a la pelirroja y decirle que todo había sido una mentira. Nunca se había sentido mal entre sus brazos. No había nada de asco en sus reacciones ante Mauri, pero si le decía eso, también debía admitir que…
Se limpió una lágrima que resbaló por su mejilla, pensando que en unas semanas todo acabaría. Ella estaría casada y Mauri estaría lejos.
Miró la cama de Mauri, donde la pelirroja había dejado su maleta y varias cosas tiradas. Se acercó a intentar ordenar aquello. No era algo que debía hacer pero no tenía nada de sueño y necesitaba mantenerse ocupada. Tomó una prenda de Mauri, sintiendo enseguida un suave y delicioso aroma. Aunque dudó un momento, lentamente acercó la ropa hasta su nariz. Sonrió pensando que ese olor podría reconocerlo en donde fuera.
A su mente llegaron recuerdos de aquellos años de universidad, cuando Mauri y ella vivieron juntas en el dormitorio del campus. Aunque tenían literas, nunca las usaron realmente, pues compartían siempre el colchón de abajo.
Regina observó las dos camas grandes en la habitación de ese hotel. En su tiempo juntas todo ese espacio hubiera resultado innecesario, pues ellas podían dormir perfectamente acurrucadas en una de aquellas camas. El cosquilleo por su cuerpo se intensificó recordando aquellas noches en que se había sentido completa en los brazos de Mauri. Miró hacia el balcón pensando en lo diferente que era su vida en esos momentos. Estaba a unos días de casarse con un chico y la pelirroja apenas toleraba su presencia.
Entonces algo golpeó la puerta de la habitación. Escuchó risas en el pasillo. Voces. Fue hacia la puerta y pegó el oído. Alguien hizo girar la perilla y Regina se encontró cara a cara con Mauri… y otra chica.
—Ho-hola —dijo la pelirroja rascando su cabeza.
—¿Quién es ella, Mau? —preguntó la rubia parada junto a la pelirroja.
—Nadie… olvidé que estaba aquí —respondió Mauri arrastrando las palabras—. Vamos a las escaleras.
—No quiero hacerlo en las escaleras —se quejó la rubia.
Regina sintió tanta rabia que estuvo a punto de lanzarle una bofetada.
—Mauritania, entra a la habitación —dijo sujetando la mano de Mauri para evitar que se marchara.
—¿Quién eres tú? —interrogó la rubia.
—¡Soy su novia, así que lárgate! —soltó enfurecida, jalando a Mauri dentro y azotando la puerta.
—¿Qué ha-haces? —Mauri se tambaleó y cayó sobre la cama de Regina.
—¡Eso mismo te pregunto, Mauritania!
—Pues… yo estoy ligando… —Como pudo, Mauri se levantó y caminó hacia la puerta—. ¡Oye preciosa! —gritó la pelirroja estirando la mano hacia la perilla.
—¡Ven aquí! ¡Deja de hacer estupideces!
—El sexo no es una estupidez, deberías hacerlo de vez en cuando —dijo la pelirroja con una risita.
La castaña se mordió los labios para no responder aquella impertinencia de Mauri. Afuera escuchaba a la rubia golpeando la puerta.
—¡Lárgate! —volvió a gritar enfadada.
—¡Espérame guapa! —Mauri se soltó de sus manos, pero Regina se colgó de su ropa y la lanzó de nuevo sobre el colchón.
—Te quedarás aquí, ¿entendiste? Conmigo.
—¿Para qué? —dijo Mauri con la voz quebrada.
—Para que estés a salvo. —Se escucharon unos pasos alejándose—. Seguro ni siquiera sabes el nombre de esa chica.
—¿Eso importa?
Regina notó el enorme esfuerzo que Mauri hacía por enfocar.
—Necesitas dormir.
—Necesito alejarme de ti, ya no quiero verte… —murmuró la pelirroja, haciendo que Regina sintiera una tristeza inmensa.
—Por favor, solo quédate quieta.
—Oblígame —retó Mauri. Regina frunció el ceño y le arrojó una almohada a la cara. La pelirroja se quedó mirando el techo mientras balbuceaba cosas incomprensibles.
Entonces Regina aprovechó para quitarle los zapatos y la chamarra. Menos de dos minutos después, la pelirroja estaba profundamente dormida. Regina se mantuvo sentada en la orilla de su cama, viendo con pesar a la chica ahí.
No podía evitar preocuparse por el comportamiento de Mauri. Odiaba que bebiera de esa manera y odiaba aún más que se acostara con cualquier mujer que se encontrara en su camino. Tembló pensando en que la pelirroja se iría y ella nunca podría saber si Mauri se encontraba bien o no. Ella se quedaría en Café Latino y… ¿Mauri a donde se marcharía?
Regina se arrastró lentamente sobre la cama, intentando no despertar a la pelirroja. Con cuidado, se acostó junto a ella y le retiró el mechón de cabello que Mauri tenía sobre la cara.
—Eres hermosa —susurró.