24 Y un «te quiero» vino a aparecer
Mauri
Los acontecimientos de ese día estaban pasando muy rápido. Todo había comenzado cuando abrió los ojos y se descubrió en la cama de Regina. Se había quedado acostada, intentando recordar cómo había llegado hasta ahí cuando escuchó que el sonido del agua cayendo se interrumpió. Se levantó rápido para evitar que Regina saliera del baño y la encontrara aún dormida.
Después de eso todo había sido aún más extraño. La chica la había apresurado a que se alistara para llegar a tiempo a su reunión. Durante todo el camino hacia las oficinas, la castaña repetía los datos que debían presentar, evitando hablar de otra cosa. Y no es que Mauri muriera de ganas por preguntarle lo que había pasado, solo se sentía incómoda por no recordar mucho.
Cuando empezaron con la junta, Mauri se sentía nerviosa. Habían cuatro personas con ellas, que escucharían su exposición y tomarían la decisión de vender o no los productos de Café Latino en su cadena de tiendas.
La primera en hablar fue Regina. La castaña empezó con fuerza, cosa que le dio ánimos a Mauri, que se enfocó en mostrar la solidez de la marca en el mercado latino y cómo aquella sociedad podría ser de gran beneficio para la cadena. Se fue relajando según pasaban los minutos, a fin de cuentas, aquello era como seducir a una chica en un bar. Solo debía ser encantadora y convencer a la chica de que irse a casa con ella era la mejor decisión que podría tomar en su vida. Lo que tuvo bien claro Mauri, fue que la que resultaba más seductora era Regina. Su compañera hablaba sin titubeos, enseñando el sólido crecimiento de la empresa gracias a las ventas que se incrementaban cada año. La pelirroja miraba embelesada los movimientos de la castaña, que parecía pez en el agua hablando de números. Todo fue aún más simple cuando les enseñaron el producto: café de la mejor calidad. Los presentes saborearon el líquido caliente, haciendo que Mauri se sintiera muy confiada por sus reacciones.
—Eso estuvo bien, ¿no te parece? —le preguntó Regina cuando las dejaron solas en la sala de juntas.
—Ufff, espero que sí —dijo apoyando la cara en la mesa. Los demás habían salido de ahí para tomar una decisión—. Estoy nerviosa. —Le mostró a Regina su mano temblorosa.
—Yo creo que lo hiciste excelente. Lorena estaría muy orgullosa de tu exposición.
—También lo hizo genial, contadora.
—Deja de hablarme de usted —le pidió la chica con el ceño fruncido. Ella se encogió de hombros.
—Es lo que hay…
—Mira, no quiero pelear, ¿de acuerdo? No es el lugar ni el momento, así que… ¿quieres café? —Regina se levantó de su sitio en busca de algo para comer. No habían probado bocado en toda la mañana. La chica volvió con café y galletas.
—Gracias —dijo lanzándose sobre la comida, feliz de tener algo en el estómago y también un buen pretexto para mantenerse callada. Fue Regina la que inició de nuevo la conversación.
—Muero de hambre… durante todo el viaje me la he pasado con mucha hambre.
—Uhm… deben ser los nervios. Le pasaba lo mismo cuando tenía exámenes finales…
—Ya, Mauritania. Odio tu actitud.
—Entonces mejor no hablemos.
—¿Esa es tu solución?
—Es muy buena en realidad. Así no tiene que sentir asco…
Regina apretó los labios. Mauri vio una mirada de dolor en la castaña, que parecía contrariada. Era como si tuviera una batalla brutal en su interior. Entonces Regina abrió la boca y dijo:
—Nunca sentí asco. Jamás, ¿entiendes?
—¿Entonces por qué dijo eso, contadora?
No le quitaba los ojos de encima a Regina, que bajó la mirada por su rostro como si estuviera memorizando cada milímetro de su piel. Mauri sintió un escalofrío.
—Cuando estoy enojada digo tonterías… pero no quiero que pienses… —Los ojos de Regina se humedecieron—. Tú eres maravillosa.
Mauri parpadeó varias veces y luego acercó un poco su rostro a la chica.
—¿También bebiste anoche?
La castaña sonrió con timidez y luego le sacó la lengua a la pelirroja.
—Aunque lo parezco, no soy perfecta. Me excedí, lo sé… no merecías todo eso que te dije. Solo… perdón…
Mauri miró hacia otro lado y se mantuvo callada mientras seguía comiendo galletas. Recordó lo que Pablo le había dicho, sobre que ellas eran así, que peleaban y luego se reconciliaban. Pero ella estaba harta de todo eso. De verdad necesitaba alejarse de Regina, debía dejar de amarla.
La puerta se abrió y un hombre entró. Era el director general de la empresa.
—Bien chicas… —Empezó el hombre con seriedad. Había llegado el veredicto—. Me parece que su empresa tiene grandes cualidades para crecer por sí misma en EEUU… —Mauri sintió una punzada en su estómago—. Pero sería un estúpido si dejo pasar la oportunidad de ser su aliado en este momento de expansión… ¡Tenemos un trato!
—¡Excelente! —Mauri le estrechó la mano al director.
—Si me lo permiten, le llamaré a su jefa para darle la noticia y para felicitarla por el excelente equipo que tiene.
Los acontecimientos de ese día estaban pasando muy rápido. Todo había comenzado cuando abrió los ojos y se descubrió en la cama de Regina. Se había quedado acostada, intentando recordar cómo había llegado hasta ahí cuando escuchó que el sonido del agua cayendo se interrumpió. Se levantó rápido para evitar que Regina saliera del baño y la encontrara aún dormida.
Después de eso todo había sido aún más extraño. La chica la había apresurado a que se alistara para llegar a tiempo a su reunión. Durante todo el camino hacia las oficinas, la castaña repetía los datos que debían presentar, evitando hablar de otra cosa. Y no es que Mauri muriera de ganas por preguntarle lo que había pasado, solo se sentía incómoda por no recordar mucho.
Cuando empezaron con la junta, Mauri se sentía nerviosa. Habían cuatro personas con ellas, que escucharían su exposición y tomarían la decisión de vender o no los productos de Café Latino en su cadena de tiendas.
La primera en hablar fue Regina. La castaña empezó con fuerza, cosa que le dio ánimos a Mauri, que se enfocó en mostrar la solidez de la marca en el mercado latino y cómo aquella sociedad podría ser de gran beneficio para la cadena. Se fue relajando según pasaban los minutos, a fin de cuentas, aquello era como seducir a una chica en un bar. Solo debía ser encantadora y convencer a la chica de que irse a casa con ella era la mejor decisión que podría tomar en su vida. Lo que tuvo bien claro Mauri, fue que la que resultaba más seductora era Regina. Su compañera hablaba sin titubeos, enseñando el sólido crecimiento de la empresa gracias a las ventas que se incrementaban cada año. La pelirroja miraba embelesada los movimientos de la castaña, que parecía pez en el agua hablando de números. Todo fue aún más simple cuando les enseñaron el producto: café de la mejor calidad. Los presentes saborearon el líquido caliente, haciendo que Mauri se sintiera muy confiada por sus reacciones.
—Eso estuvo bien, ¿no te parece? —le preguntó Regina cuando las dejaron solas en la sala de juntas.
—Ufff, espero que sí —dijo apoyando la cara en la mesa. Los demás habían salido de ahí para tomar una decisión—. Estoy nerviosa. —Le mostró a Regina su mano temblorosa.
—Yo creo que lo hiciste excelente. Lorena estaría muy orgullosa de tu exposición.
—También lo hizo genial, contadora.
—Deja de hablarme de usted —le pidió la chica con el ceño fruncido. Ella se encogió de hombros.
—Es lo que hay…
—Mira, no quiero pelear, ¿de acuerdo? No es el lugar ni el momento, así que… ¿quieres café? —Regina se levantó de su sitio en busca de algo para comer. No habían probado bocado en toda la mañana. La chica volvió con café y galletas.
—Gracias —dijo lanzándose sobre la comida, feliz de tener algo en el estómago y también un buen pretexto para mantenerse callada. Fue Regina la que inició de nuevo la conversación.
—Muero de hambre… durante todo el viaje me la he pasado con mucha hambre.
—Uhm… deben ser los nervios. Le pasaba lo mismo cuando tenía exámenes finales…
—Ya, Mauritania. Odio tu actitud.
—Entonces mejor no hablemos.
—¿Esa es tu solución?
—Es muy buena en realidad. Así no tiene que sentir asco…
Regina apretó los labios. Mauri vio una mirada de dolor en la castaña, que parecía contrariada. Era como si tuviera una batalla brutal en su interior. Entonces Regina abrió la boca y dijo:
—Nunca sentí asco. Jamás, ¿entiendes?
—¿Entonces por qué dijo eso, contadora?
No le quitaba los ojos de encima a Regina, que bajó la mirada por su rostro como si estuviera memorizando cada milímetro de su piel. Mauri sintió un escalofrío.
—Cuando estoy enojada digo tonterías… pero no quiero que pienses… —Los ojos de Regina se humedecieron—. Tú eres maravillosa.
Mauri parpadeó varias veces y luego acercó un poco su rostro a la chica.
—¿También bebiste anoche?
La castaña sonrió con timidez y luego le sacó la lengua a la pelirroja.
—Aunque lo parezco, no soy perfecta. Me excedí, lo sé… no merecías todo eso que te dije. Solo… perdón…
Mauri miró hacia otro lado y se mantuvo callada mientras seguía comiendo galletas. Recordó lo que Pablo le había dicho, sobre que ellas eran así, que peleaban y luego se reconciliaban. Pero ella estaba harta de todo eso. De verdad necesitaba alejarse de Regina, debía dejar de amarla.
La puerta se abrió y un hombre entró. Era el director general de la empresa.
—Bien chicas… —Empezó el hombre con seriedad. Había llegado el veredicto—. Me parece que su empresa tiene grandes cualidades para crecer por sí misma en EEUU… —Mauri sintió una punzada en su estómago—. Pero sería un estúpido si dejo pasar la oportunidad de ser su aliado en este momento de expansión… ¡Tenemos un trato!
—¡Excelente! —Mauri le estrechó la mano al director.
—Si me lo permiten, le llamaré a su jefa para darle la noticia y para felicitarla por el excelente equipo que tiene.
—Muchas gracias. —Regina se acercó al hombre, que también tendió la mano hacia ella.
—Son un dúo formidable, me alegra saber que trabajaremos juntos. Andrés tenía razón al recomendarnos esta reunión.
Apenas el director se marchó, Regina volvió a mirarla.
—¡AAAHH! —gritaron a la vez.
La castaña se lanzó a sus brazos y Mauri la estrechó fuerte, mientras seguía gritando. Sentía cosquillas en todo el cuerpo, los brazos de Regina rodeando su cuello, el cabello de la castaña picando su rostro y una enorme felicidad.
—¡Lo logramos! —dijo Regina alejando un poco su cara para que le mirara los ojos.
—¡Somos geniales!
—¡Tú eres genial! —dijo Regina estampando un beso en su mejilla. Aquello hizo que Mauri se congelara por un momento y fuera consciente de lo que estaba pasando. Regina y ella seguían abrazadas. Dio dos pasos hacia atrás, recobrando la compostura.
—Eh… creo… supongo que hemos terminado aquí. —Empezó a recoger sus cosas, evitando los ojos de Regina. Entonces sintió que alguien la jalaba con fuerza. La castaña le sujetó el rostro con ambas manos. Mauri era incapaz de moverse o de respirar. No entendía qué estaba pasando.
—No te vayas… —susurró la chica.
—¿Q-qué? —Mauri temblaba.
—Por favor… no… —dijo Regina con la voz quebrada mirando sus ojos.
El huracán en su pecho estuvo a punto de lanzarla sobre los labios de la castaña, aunque Mauri logró detenerse en el último instante. Estaba clavada en su lugar, totalmente indefensa entre esas manos que acariciaban sus mejillas. Su piel ardía y las sensaciones bajaban por su cuerpo.
—¿C-c-cómo…?
Ring ring.
Su teléfono empezó a sonar, pero ninguna se movió. La llamada se cortó.
—Sé que… —comenzó la castaña.
Ring ring.
De nuevo alguien le llamaba.
—Lo siento —susurró buscando el móvil en su bolsillo. Era Lorena solicitando una videollamada.
—¡Les juro que mandaré poner una estatua de las dos en la recepción! —dijo su jefa en cuanto apareció en la pantalla.
Regina
Se sentía nerviosa. Solo minutos atrás le había suplicado a Mauri que no se fuera ¡y además la había tocado! Se dio una cachetada mental y trató de aparentar normalidad mientras se concentraba en lo que tenía alrededor.
Uno de los ejecutivos de la empresa les había dado un pequeño recorrido por las instalaciones y justo en ese momento, Andrés Fernández había aparecido. Por lo que Regina sabía, ese hombre cuarentón era un viejo conocido de Lorena, mismo que había movido los hilos para lograr agendar esa reunión.
—Sí, Lorena me ha llamado también —decía el hombre—. Sonaba más feliz que nunca en su vida. Me alegra saber que las negociaciones fueron exitosas.
—Muchas gracias por poner el nombre de Café Latino sobre la mesa. Sin tu apoyo no hubiéramos llegado hasta aquí —comentó Mauri con seriedad.
—No es nada. Además le debo mucho a Lorena. ¡Me encantaría visitarla pronto! Recuerdo que la última vez en su casa, tú terminaste tan ebria que besaste una palmera…
—¡Yo no lo recuerdo! —dijo Mauri bastante apenada. La pelirroja se sonrojó más cuando sus miradas se cruzaron, haciendo que ella se sintiera de nuevo abochornada al recordar lo que había ocurrido en la oficina.
—Chicas, el deber me llama pero… me encantaría invitarlas a cenar, eh… ¿Les parece si paso a su hotel más tarde?
Mauri y ella intercambiaron una mirada fugaz.
—Sería un placer —dijo Mauri con una sonrisa forzada.
—¡Magnífico!
Cuando el hombre se había alejado lo suficiente, Regina se animó a hablar.
—Querías decirle que no, ¿verdad?
La pelirroja se encogió de hombros.
—Solo quiero estar tranquila hasta el vuelo de mañana.
—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó ella, viendo cómo Mauri titubeaba.
—Pues… en realidad…
Regina entendió.
—No quieres estar conmigo, ¿cierto?
—¿Y tú?
—Yo sí quiero —dijo Regina muy enojada—. Necesitamos hablar.
—No creo que sea buena idea. —Mauri caminó hacia la salida. Regina sabía que debía dejarla ir, debía mantenerse callada, pero…
—¡Espera! —Alcanzó a Mauri antes de que parara un taxi—. Solo acompáñame a un lugar, ¿si? Te prometo que si luego ya no quieres volver a hablarme lo respetaré…
—¿Segura?
—¿Por qué eres tan terca? —Frunció el ceño. Mauri apretó los labios y la miró también muy enojada.
—De acuerdo, contadora. Dejemos las cosas claras de una vez por todas.
—Son un dúo formidable, me alegra saber que trabajaremos juntos. Andrés tenía razón al recomendarnos esta reunión.
Apenas el director se marchó, Regina volvió a mirarla.
—¡AAAHH! —gritaron a la vez.
La castaña se lanzó a sus brazos y Mauri la estrechó fuerte, mientras seguía gritando. Sentía cosquillas en todo el cuerpo, los brazos de Regina rodeando su cuello, el cabello de la castaña picando su rostro y una enorme felicidad.
—¡Lo logramos! —dijo Regina alejando un poco su cara para que le mirara los ojos.
—¡Somos geniales!
—¡Tú eres genial! —dijo Regina estampando un beso en su mejilla. Aquello hizo que Mauri se congelara por un momento y fuera consciente de lo que estaba pasando. Regina y ella seguían abrazadas. Dio dos pasos hacia atrás, recobrando la compostura.
—Eh… creo… supongo que hemos terminado aquí. —Empezó a recoger sus cosas, evitando los ojos de Regina. Entonces sintió que alguien la jalaba con fuerza. La castaña le sujetó el rostro con ambas manos. Mauri era incapaz de moverse o de respirar. No entendía qué estaba pasando.
—No te vayas… —susurró la chica.
—¿Q-qué? —Mauri temblaba.
—Por favor… no… —dijo Regina con la voz quebrada mirando sus ojos.
El huracán en su pecho estuvo a punto de lanzarla sobre los labios de la castaña, aunque Mauri logró detenerse en el último instante. Estaba clavada en su lugar, totalmente indefensa entre esas manos que acariciaban sus mejillas. Su piel ardía y las sensaciones bajaban por su cuerpo.
—¿C-c-cómo…?
Ring ring.
Su teléfono empezó a sonar, pero ninguna se movió. La llamada se cortó.
—Sé que… —comenzó la castaña.
Ring ring.
De nuevo alguien le llamaba.
—Lo siento —susurró buscando el móvil en su bolsillo. Era Lorena solicitando una videollamada.
—¡Les juro que mandaré poner una estatua de las dos en la recepción! —dijo su jefa en cuanto apareció en la pantalla.
Regina
Se sentía nerviosa. Solo minutos atrás le había suplicado a Mauri que no se fuera ¡y además la había tocado! Se dio una cachetada mental y trató de aparentar normalidad mientras se concentraba en lo que tenía alrededor.
Uno de los ejecutivos de la empresa les había dado un pequeño recorrido por las instalaciones y justo en ese momento, Andrés Fernández había aparecido. Por lo que Regina sabía, ese hombre cuarentón era un viejo conocido de Lorena, mismo que había movido los hilos para lograr agendar esa reunión.
—Sí, Lorena me ha llamado también —decía el hombre—. Sonaba más feliz que nunca en su vida. Me alegra saber que las negociaciones fueron exitosas.
—Muchas gracias por poner el nombre de Café Latino sobre la mesa. Sin tu apoyo no hubiéramos llegado hasta aquí —comentó Mauri con seriedad.
—No es nada. Además le debo mucho a Lorena. ¡Me encantaría visitarla pronto! Recuerdo que la última vez en su casa, tú terminaste tan ebria que besaste una palmera…
—¡Yo no lo recuerdo! —dijo Mauri bastante apenada. La pelirroja se sonrojó más cuando sus miradas se cruzaron, haciendo que ella se sintiera de nuevo abochornada al recordar lo que había ocurrido en la oficina.
—Chicas, el deber me llama pero… me encantaría invitarlas a cenar, eh… ¿Les parece si paso a su hotel más tarde?
Mauri y ella intercambiaron una mirada fugaz.
—Sería un placer —dijo Mauri con una sonrisa forzada.
—¡Magnífico!
Cuando el hombre se había alejado lo suficiente, Regina se animó a hablar.
—Querías decirle que no, ¿verdad?
La pelirroja se encogió de hombros.
—Solo quiero estar tranquila hasta el vuelo de mañana.
—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó ella, viendo cómo Mauri titubeaba.
—Pues… en realidad…
Regina entendió.
—No quieres estar conmigo, ¿cierto?
—¿Y tú?
—Yo sí quiero —dijo Regina muy enojada—. Necesitamos hablar.
—No creo que sea buena idea. —Mauri caminó hacia la salida. Regina sabía que debía dejarla ir, debía mantenerse callada, pero…
—¡Espera! —Alcanzó a Mauri antes de que parara un taxi—. Solo acompáñame a un lugar, ¿si? Te prometo que si luego ya no quieres volver a hablarme lo respetaré…
—¿Segura?
—¿Por qué eres tan terca? —Frunció el ceño. Mauri apretó los labios y la miró también muy enojada.
—De acuerdo, contadora. Dejemos las cosas claras de una vez por todas.
—Bien.
Levantó la mano para detener un taxi. Se sintió bastante complacida cuando Mauri se sentó junto a ella. Tenía una oportunidad para convencerla. Después de darle la dirección al taxista, se quedó callada todo el trayecto, tratando de armar muy bien sus argumentos. Notó que Mauri no dejaba de mirar por la ventana, también muy seria y concentrada. Tardaron un poco más de lo pensado en llegar al parque Huntington. La castaña miraba fascinada los hermosos jardines a su alrededor.
—Esto es increíble —dijo Mauri dando un rápido vistazo a un mapa con las indicaciones de cómo llegar a los jardines.
—Sí… tenía muchas ganas de venir a este lugar. Vamos. —Se quitó los zapatos para sentir el pasto y jaló el brazo de Mauri para guiarla. No la soltó durante todo el trayecto pues tenía mucho miedo de que la pelirroja huyera.
—Creí que primero comeríamos —se quejó Mauri dando grandes zancadas para seguirle el paso.
—Tenemos poco tiempo para esto.
Se imaginó esa visita algo diferente. Cuando supo que iría a Los Ángeles había empezado a fantasear con ir a ese parque a tomar muchas fotos y sacar ideas para su jardín.
Sin embargo, en ese momento le parecía que lo más importante era convencer a Mauri de no marcharse. Y ese lugar sería el marco perfecto para hacerlo. De camino al jardín japonés, le explicó a Mauri algunas cosas que iban encontrando, tratando de suavizar su ánimo.
Cuando Mauri se alejó unos metros para leer un letrero, Regina recordó el abrazo que se habían dado y las palabras que le había dicho a la pelirroja. Un repentino nerviosismo la invadió. Era el momento. Caminó hasta un puente y miró el estanque debajo de ella. El cosquilleo en su cuerpo seguía.
«No te vayas».
Aquellas palabras se le habían escapado sin pensar. Solo había dicho esa frase que llevaba oculta en el fondo de su mente. Entonces las palabras de la pelirroja la golpearon también: «Ya no quiero verte». Y sin embargo ahí estaba Mauri, caminando hacia ella con una enorme sonrisa en los labios.
—Creo que nunca había visto algo tan hermoso —dijo la chica parándose junto a ella para mirar también el estanque.
—Yo no estaría tan segura —comentó Regina levantando la ceja.
—¿Qué? —Mauri la miró alarmada.
—Aquel letrero con tu nombre y muchos corazones también era hermoso.
—¡Ay no! —Mauri soltó una carcajada. Tenían dieciséis años cuando una chica bastante rara se había pasado todo el verano persiguiendo a Mauri, llegando al extremo de colocar un enorme letrero frente a su casa.
—¿Tu madre aún tiene las fotos?
—Es su tema favorito en las reuniones con mis tías.
Fue el turno de Regina para reír. Lo pensó solo un momento, pero decidió que debía empezar.
—Lo que te dije hace rato… de verdad creo que no deberías irte.
—Lorena no debió decirte eso. Era un tema privado —dijo Mauri molesta.
—Me pidió preparar tu enorme liquidación.
—De acuerdo, sí debió decírtelo.
—No lo he hecho.
—Pues deberías darte prisa, me marcharé después del lanzamiento.
—Sí… —Regina giró para mirar de frente a Mauri—. No pienso hacerlo —dijo sin titubear. Mauri frunció el ceño—. No quiero pelear, solo escúchame. Creo que es una tontería que te marches. En realidad no hay ninguna razón válida…
La pelirroja se dio la vuelta para alejarse de ahí.
—No quiero hablar de esto contigo.
Regina corrió para interponerse en el camino de Mauri, que se detuvo y la miró a los ojos.
—Café Latino está a punto de dar el salto a las grandes ligas ¿y te vas? Has peleado por esta empresa tanto como Lorena, no renuncies a ver a tu bebé crecer.
—¿Y por eso no quieres que me vaya?
—Sí… no es justo… y… sé que tú y yo hemos tenido problemas —prosiguió bajando la mirada—. Pero no deberías irte. En todo caso…
—En todo caso, ¿qué?
—La que debe irse soy yo.
—¿Estás loca? —Mauri la miró asustada—. Amas tu trabajo.
—Y tú también.
—No hagas más grande esto, Regina. Deja las cosas así. Solo ten listo mi enorme cheque. —Mauri sonrió pero ella no.
—Hablo en serio. No permitiré que te vayas.
—No puedes detenerme.
—¿Y si renuncio antes que tú?
—Da lo mismo, me iré.
—¡¿Por qué eres tan idiota?! —gritó enojada.
—¿Y se supone que ya no quieres pelear?
—¡Tú haces complicadas las cosas! ¡Dime ¿porqué te vas?!
—Porque quiero hacerlo.
—¿Es por lo que pasó con Jessica? Mira, eso estuvo mal en varios sentidos pero no es algo tan grave como para que dejes todo. —Mauri volvió a emprender el camino, pero ella volvió a interponerse—. No dejaré que te vayas, ¿oíste? No puedes largarte así como así…
Levantó la mano para detener un taxi. Se sintió bastante complacida cuando Mauri se sentó junto a ella. Tenía una oportunidad para convencerla. Después de darle la dirección al taxista, se quedó callada todo el trayecto, tratando de armar muy bien sus argumentos. Notó que Mauri no dejaba de mirar por la ventana, también muy seria y concentrada. Tardaron un poco más de lo pensado en llegar al parque Huntington. La castaña miraba fascinada los hermosos jardines a su alrededor.
—Esto es increíble —dijo Mauri dando un rápido vistazo a un mapa con las indicaciones de cómo llegar a los jardines.
—Sí… tenía muchas ganas de venir a este lugar. Vamos. —Se quitó los zapatos para sentir el pasto y jaló el brazo de Mauri para guiarla. No la soltó durante todo el trayecto pues tenía mucho miedo de que la pelirroja huyera.
—Creí que primero comeríamos —se quejó Mauri dando grandes zancadas para seguirle el paso.
—Tenemos poco tiempo para esto.
Se imaginó esa visita algo diferente. Cuando supo que iría a Los Ángeles había empezado a fantasear con ir a ese parque a tomar muchas fotos y sacar ideas para su jardín.
Sin embargo, en ese momento le parecía que lo más importante era convencer a Mauri de no marcharse. Y ese lugar sería el marco perfecto para hacerlo. De camino al jardín japonés, le explicó a Mauri algunas cosas que iban encontrando, tratando de suavizar su ánimo.
Cuando Mauri se alejó unos metros para leer un letrero, Regina recordó el abrazo que se habían dado y las palabras que le había dicho a la pelirroja. Un repentino nerviosismo la invadió. Era el momento. Caminó hasta un puente y miró el estanque debajo de ella. El cosquilleo en su cuerpo seguía.
«No te vayas».
Aquellas palabras se le habían escapado sin pensar. Solo había dicho esa frase que llevaba oculta en el fondo de su mente. Entonces las palabras de la pelirroja la golpearon también: «Ya no quiero verte». Y sin embargo ahí estaba Mauri, caminando hacia ella con una enorme sonrisa en los labios.
—Creo que nunca había visto algo tan hermoso —dijo la chica parándose junto a ella para mirar también el estanque.
—Yo no estaría tan segura —comentó Regina levantando la ceja.
—¿Qué? —Mauri la miró alarmada.
—Aquel letrero con tu nombre y muchos corazones también era hermoso.
—¡Ay no! —Mauri soltó una carcajada. Tenían dieciséis años cuando una chica bastante rara se había pasado todo el verano persiguiendo a Mauri, llegando al extremo de colocar un enorme letrero frente a su casa.
—¿Tu madre aún tiene las fotos?
—Es su tema favorito en las reuniones con mis tías.
Fue el turno de Regina para reír. Lo pensó solo un momento, pero decidió que debía empezar.
—Lo que te dije hace rato… de verdad creo que no deberías irte.
—Lorena no debió decirte eso. Era un tema privado —dijo Mauri molesta.
—Me pidió preparar tu enorme liquidación.
—De acuerdo, sí debió decírtelo.
—No lo he hecho.
—Pues deberías darte prisa, me marcharé después del lanzamiento.
—Sí… —Regina giró para mirar de frente a Mauri—. No pienso hacerlo —dijo sin titubear. Mauri frunció el ceño—. No quiero pelear, solo escúchame. Creo que es una tontería que te marches. En realidad no hay ninguna razón válida…
La pelirroja se dio la vuelta para alejarse de ahí.
—No quiero hablar de esto contigo.
Regina corrió para interponerse en el camino de Mauri, que se detuvo y la miró a los ojos.
—Café Latino está a punto de dar el salto a las grandes ligas ¿y te vas? Has peleado por esta empresa tanto como Lorena, no renuncies a ver a tu bebé crecer.
—¿Y por eso no quieres que me vaya?
—Sí… no es justo… y… sé que tú y yo hemos tenido problemas —prosiguió bajando la mirada—. Pero no deberías irte. En todo caso…
—En todo caso, ¿qué?
—La que debe irse soy yo.
—¿Estás loca? —Mauri la miró asustada—. Amas tu trabajo.
—Y tú también.
—No hagas más grande esto, Regina. Deja las cosas así. Solo ten listo mi enorme cheque. —Mauri sonrió pero ella no.
—Hablo en serio. No permitiré que te vayas.
—No puedes detenerme.
—¿Y si renuncio antes que tú?
—Da lo mismo, me iré.
—¡¿Por qué eres tan idiota?! —gritó enojada.
—¿Y se supone que ya no quieres pelear?
—¡Tú haces complicadas las cosas! ¡Dime ¿porqué te vas?!
—Porque quiero hacerlo.
—¿Es por lo que pasó con Jessica? Mira, eso estuvo mal en varios sentidos pero no es algo tan grave como para que dejes todo. —Mauri volvió a emprender el camino, pero ella volvió a interponerse—. No dejaré que te vayas, ¿oíste? No puedes largarte así como así…
—¿Y para qué me quedaría, Regina? ¿Para pelear contigo, odiarnos y luego volver a hablar como si nada? —dijo Mauri con rabia.
—¿Por… por eso… te vas? ¿Por mí? —Quiso sujetar el brazo de la pelirroja, pero ella se arrebató.
—No es por ti.
—Entonces no entiendo…
—Solo necesito alejarme y no importa lo que digas, ya tomé una decisión. Me iré pronto.
—Eres una cobarde.
—¿Cobarde? ¿Por qué?
—¡Por no decirme lo que te pasa!
Mauri soltó una carcajada amarga.
—Créeme, no quieres escucharlo…
—¿Por qué no querría?
—¡¿Por qué te metes en mi vida?! ¿En qué te afecta que me vaya?
Por la mente de Regina pasaron muchos argumentos comprometedores, pero al menos pudo contenerse de lanzarlos sobre Mauri.
—Ya te lo dije… me parece injusto que te vayas y dejes todo.
—No… —La pelirroja la miraba de forma extraña, como si sus ojos se hubieran convertido en un detector de mentiras—. Quiero que me digas… a ti… a ti Yiyí, ¿en qué te afecta?
Sintió una fuerte sacudida en todo el cuerpo, pero al menos logró mantener el rostro impasible.
—En nada… —dijo con determinación.
—¿Entonces por qué te tomas tantas molestias para convencerme de quedarme? —preguntó Mauri victoriosa. Regina sintió ganas de arrojarle una piedra a la cabezota. Gruñó bastante molesta.
—¡Bien! Lo admito… —Miró hacia el estanque pues sentía mucho calor en las mejillas—. No quiero que te vayas porque… ahm… me agradas… es… ¡Carajo, Tini! —dijo más molesta que antes regresando sus ojos hacia Mauri—. ¡Eres mi amiga! ¡Me gusta verte y platicar contigo!
—Solo peleas conmigo…
—¡Porque tú haces tonterías!
—¡¿Yo?! ¡¿Quién es la que me insulta cada vez que se enoja?! ¡¿Quién es la que me dice cosas horribles?! ¡En cuanto te sientes acorralada saltas y me muerdes la yugular, Regina, ya estoy harta de eso!
—¡Tú fuiste la que empezó con los comentarios corrientes sobre nuestras noches juntas!
—¡Solo te pregunté si las habías olvidado!
—¡Pues por supuesto que no! —gritó tapándose de inmediato la boca, con el fuego corriendo por su cuerpo. Quería que la tierra se la tragara. Sin embargo, miró con firmeza a Mauri, que parecía aturdida y más roja que ella—. No entiendo cómo llegamos a este punto, pero… lo que quiero decirte es que… no permitiré que te vayas.
—¿Y cómo piensas detenerme?
—Pidiéndotelo… —Dio unos pasos titubeantes hacia la pelirroja—. Por favor, Tini… quédate conmigo. —Regina no podía controlar su cuerpo. Temblaba. Su respiración se aceleró—. Quédate con Yiyí… —El nudo en su garganta apenas la dejaba hablar.
Mauri ni parpadeó. Solo seguía muy roja frente a ella. Regina no entendía de dónde había sacado semejante frase. Estúpida. Se sentía la chica más estúpida del mundo. Entonces Mauri pareció recordar cómo vivir, porque carraspeó y negó con la cabeza.
—Regina, creo que hay algo que no has notado.
—¿Qué cosa?
—Yiyí ya no existe. Y no lo digo como algo dramático, solo… ¡Hace rato, por ejemplo! Te quitaste los zapatos para sentir el pasto bajo tus pies. ¿Alguna vez hiciste algo así con Carlos? —Regina quiso responder que sí, pero no pudo. No lo recordaba—. Cada día Yiyí va desapareciendo un poco más.
—Dices eso porque estás enfadada conmigo.
—No. Quiero dejar algo claro —dijo Mauri levantando los brazos en señal de rendición—. Lo que quiero decirte no es por celos ni por nada por el estilo… solo me parece que no deberías casarte con Carlos.
—¿Por qué?
—Porque debajo de todas esas capas de «Regina perfecta» hay una Yiyí fabulosa, una que se quita los zapatos y dice palabrotas.
—Las personas cambian, Mauritania, evolucionan. No soy la misma que cuando estuvimos juntas.
—Tu esencia es la misma, Regina… tal vez has madurado en algunas cosas pero… por eso, durante esos días que pasamos juntas, todo fluyó entre las dos. En el fondo seguimos siendo las mismas tontas, Tini y Yiyí…
—¿Y eso qué tiene que ver con mi boda?
—¿Qué tanto de Yiyí conoce Carlos? ¿O tus padres?
—Mira, lo que quiero hablar contigo es sobre eso de marcharte y…
—¡Solo responde, Regina!
—¡No lo sé! ¡No sé qué quieres de mí, Mauritania!
—Nada… —dijo la chica con seriedad—. No hay nada que pueda pedirte…
—Solo que cancele mi boda, ¿no?
—Pero no por mí, Regina. Por ti.
—¡Pues qué buena persona eres! —dijo sarcástica—. Mi boda no está en discusión.
—Ni mi partida… ya lo decidí. Si sientes algo de afecto por mí, debes respetar lo que quiero hacer…
Ella negó con la cabeza.
—Ahora la chantajista eres tú.
—¿Por… por eso… te vas? ¿Por mí? —Quiso sujetar el brazo de la pelirroja, pero ella se arrebató.
—No es por ti.
—Entonces no entiendo…
—Solo necesito alejarme y no importa lo que digas, ya tomé una decisión. Me iré pronto.
—Eres una cobarde.
—¿Cobarde? ¿Por qué?
—¡Por no decirme lo que te pasa!
Mauri soltó una carcajada amarga.
—Créeme, no quieres escucharlo…
—¿Por qué no querría?
—¡¿Por qué te metes en mi vida?! ¿En qué te afecta que me vaya?
Por la mente de Regina pasaron muchos argumentos comprometedores, pero al menos pudo contenerse de lanzarlos sobre Mauri.
—Ya te lo dije… me parece injusto que te vayas y dejes todo.
—No… —La pelirroja la miraba de forma extraña, como si sus ojos se hubieran convertido en un detector de mentiras—. Quiero que me digas… a ti… a ti Yiyí, ¿en qué te afecta?
Sintió una fuerte sacudida en todo el cuerpo, pero al menos logró mantener el rostro impasible.
—En nada… —dijo con determinación.
—¿Entonces por qué te tomas tantas molestias para convencerme de quedarme? —preguntó Mauri victoriosa. Regina sintió ganas de arrojarle una piedra a la cabezota. Gruñó bastante molesta.
—¡Bien! Lo admito… —Miró hacia el estanque pues sentía mucho calor en las mejillas—. No quiero que te vayas porque… ahm… me agradas… es… ¡Carajo, Tini! —dijo más molesta que antes regresando sus ojos hacia Mauri—. ¡Eres mi amiga! ¡Me gusta verte y platicar contigo!
—Solo peleas conmigo…
—¡Porque tú haces tonterías!
—¡¿Yo?! ¡¿Quién es la que me insulta cada vez que se enoja?! ¡¿Quién es la que me dice cosas horribles?! ¡En cuanto te sientes acorralada saltas y me muerdes la yugular, Regina, ya estoy harta de eso!
—¡Tú fuiste la que empezó con los comentarios corrientes sobre nuestras noches juntas!
—¡Solo te pregunté si las habías olvidado!
—¡Pues por supuesto que no! —gritó tapándose de inmediato la boca, con el fuego corriendo por su cuerpo. Quería que la tierra se la tragara. Sin embargo, miró con firmeza a Mauri, que parecía aturdida y más roja que ella—. No entiendo cómo llegamos a este punto, pero… lo que quiero decirte es que… no permitiré que te vayas.
—¿Y cómo piensas detenerme?
—Pidiéndotelo… —Dio unos pasos titubeantes hacia la pelirroja—. Por favor, Tini… quédate conmigo. —Regina no podía controlar su cuerpo. Temblaba. Su respiración se aceleró—. Quédate con Yiyí… —El nudo en su garganta apenas la dejaba hablar.
Mauri ni parpadeó. Solo seguía muy roja frente a ella. Regina no entendía de dónde había sacado semejante frase. Estúpida. Se sentía la chica más estúpida del mundo. Entonces Mauri pareció recordar cómo vivir, porque carraspeó y negó con la cabeza.
—Regina, creo que hay algo que no has notado.
—¿Qué cosa?
—Yiyí ya no existe. Y no lo digo como algo dramático, solo… ¡Hace rato, por ejemplo! Te quitaste los zapatos para sentir el pasto bajo tus pies. ¿Alguna vez hiciste algo así con Carlos? —Regina quiso responder que sí, pero no pudo. No lo recordaba—. Cada día Yiyí va desapareciendo un poco más.
—Dices eso porque estás enfadada conmigo.
—No. Quiero dejar algo claro —dijo Mauri levantando los brazos en señal de rendición—. Lo que quiero decirte no es por celos ni por nada por el estilo… solo me parece que no deberías casarte con Carlos.
—¿Por qué?
—Porque debajo de todas esas capas de «Regina perfecta» hay una Yiyí fabulosa, una que se quita los zapatos y dice palabrotas.
—Las personas cambian, Mauritania, evolucionan. No soy la misma que cuando estuvimos juntas.
—Tu esencia es la misma, Regina… tal vez has madurado en algunas cosas pero… por eso, durante esos días que pasamos juntas, todo fluyó entre las dos. En el fondo seguimos siendo las mismas tontas, Tini y Yiyí…
—¿Y eso qué tiene que ver con mi boda?
—¿Qué tanto de Yiyí conoce Carlos? ¿O tus padres?
—Mira, lo que quiero hablar contigo es sobre eso de marcharte y…
—¡Solo responde, Regina!
—¡No lo sé! ¡No sé qué quieres de mí, Mauritania!
—Nada… —dijo la chica con seriedad—. No hay nada que pueda pedirte…
—Solo que cancele mi boda, ¿no?
—Pero no por mí, Regina. Por ti.
—¡Pues qué buena persona eres! —dijo sarcástica—. Mi boda no está en discusión.
—Ni mi partida… ya lo decidí. Si sientes algo de afecto por mí, debes respetar lo que quiero hacer…
Ella negó con la cabeza.
—Ahora la chantajista eres tú.
No quería ceder. No podía rendirse en sus intentos. Pero luego pensó en lo que Mauri le había dicho sobre su boda… ella no la cancelaría jamás, entonces ¿por qué quería obligar a Mauri a hacer su voluntad? ¿Qué le ofrecía a cambio de quedarse? Y aún más importante: Mauri no quería nada a cambio, no pedía nada para ella. Regina no tenía ningún poder para convencer a Mauri y lo tuvo claro en ese momento. El aire se le fue y las lágrimas empezaron a caer silenciosas por sus mejillas. ¿Por qué sentía tanto dolor?
—Hey… ¿qué sucede? —La pelirroja intentó mirarle la cara, pero ella seguía negándose a estar frente a la chica—. Oye… seguramente volveremos a vernos algún día…
—En la boda de Joshua, ¿no? En mil años… —dijo limpiando su rostro con el dorso de su mano.
—No entiendo por qué te pones así…
—¡Porque te quiero, mensa! —gritó Regina girando hacia la tonta pelirroja que tenía la boca abierta—. ¡Eres mi mejor amiga y ahora te largas quién sabe a dónde y quién sabe por qué!
Se dio la vuelta y empezó a caminar lejos de Mauri.
—¡Espera!
—¡Cállate! ¡Haz lo que quieras, ¿oíste?! ¡Lárgate a donde quieras! ¡Si no te importo, si no quieres verme, entonces vete!
—¡Pero, Yiyí!
—¡Que te calles!
—¡Oye! ¡Regina!
Pero ella no volteó, caminó lo más rápido posible intentando descifrar la razón del porqué sentía su corazón partiéndose en mil pedazos.
—Hey… ¿qué sucede? —La pelirroja intentó mirarle la cara, pero ella seguía negándose a estar frente a la chica—. Oye… seguramente volveremos a vernos algún día…
—En la boda de Joshua, ¿no? En mil años… —dijo limpiando su rostro con el dorso de su mano.
—No entiendo por qué te pones así…
—¡Porque te quiero, mensa! —gritó Regina girando hacia la tonta pelirroja que tenía la boca abierta—. ¡Eres mi mejor amiga y ahora te largas quién sabe a dónde y quién sabe por qué!
Se dio la vuelta y empezó a caminar lejos de Mauri.
—¡Espera!
—¡Cállate! ¡Haz lo que quieras, ¿oíste?! ¡Lárgate a donde quieras! ¡Si no te importo, si no quieres verme, entonces vete!
—¡Pero, Yiyí!
—¡Que te calles!
—¡Oye! ¡Regina!
Pero ella no volteó, caminó lo más rápido posible intentando descifrar la razón del porqué sentía su corazón partiéndose en mil pedazos.