R E G A L O
Epílogo
Diez meses después.
Regina miró su reloj para comprobar que todo iba a tiempo mientras María y Pablo le ayudaban a colocar el hilo de focos de la decoración.
Observó fascinada el jardín de su patio, orgullosa por lo hermoso que estaba. En cuanto le entregaron la casa seis meses atrás, se había apresurado a diseñar los espacios verdes de su nuevo hogar, cosa que después de mucho trabajo había quedado listo.
—¿Qué te parece así? —le preguntó María, que estaba trepada sobre una escalera.
—Creo que es perfecto.
—¿Ves? ¡Te lo dije! —gritó Pablo al otro lado del patio—. ¿Entonces pongo los fuegos artificiales?
—Pues… ¿no creen que será demasiado?
—¿Piensas hacer otra propuesta de matrimonio en tu vida? —preguntó María con hostilidad.
—No —dijo ella pensativa—. Pero no quiero que Mauri salga corriendo asustada.
—Mauri se desmayará —dijo Pablo acercándose—. Pero creo que cuando el letrero se despliegue deberían haber chispas por todas partes. Así el «¿Te casarías conmigo?» se vería más espectacular.
—De acuerdo. —Aceptó la castaña—. Pero si a Mauri le da un ataque de pánico los golpearé a los dos.
—Ella estará encantada —le aseguró María—. Basta con verle la cara de boba para saber que está perdida de amor por ti.
—Dan asco —dijo Pablo con una sonrisa.
—Envidioso —soltó Regina empujando a su amigo.
—Yo sé que pronto María me pedirá matrimonio.
—¿Y yo porqué? ¡Tú deberías pedirlo!
—Soy un hombre moderno. Así que espero que mi novia sea la que se declare. Te doy el poder, mi amor.
—Pues no pienso ejercerlo pronto —dijo María con el ceño fruncido—. No estoy muy feliz contigo, lo sabes.
—¡Soy un excelente novio! —se defendió Pablo.
—¿A quién se le olvidó pagar el agua y estuvimos una semana bañándonos a cubetazos?
—¡¿Y por eso no merezco ser tu esposo?! ¡Cualquiera pudo olvidar algo así!
—¡Eso demuestra que no eres responsable como para llevar un hogar!
—¿Por qué no solo domicilian el pago? —preguntó Regina con practicidad, captando la atención de los otros dos—. Carguen la cuenta a una tarjeta y que se cobre en automático.
—No había pensado en eso —dijo Pablo con una enorme sonrisa—. ¿Ves? Gracias a la tecnología podré ser un esposo perfecto para ti, María.
Regina fue hacia la mesita de madera donde había dejado su agua mientras sus dos amigos seguían discutiendo. Sonrió feliz al saber que aunque María y Pablo podían parecer una pareja algo disfuncional, en realidad eran el uno para el otro.
Echó un último vistazo a todo lo que había colocado y pensó en que debía darse prisa para terminar la cena especial que pensaba preparar para esa ocasión tan importante.
Mauri había aceptado llevar las cosas con calma cuando ella le pidió espacio y tiempo para disfrutar de su nuevo estado de libertad. La pelirroja la había apoyado en esa nueva etapa de su vida, en que ella era la única que tomaba sus decisiones. Regina debía admitir que estaba encantada de sentirse plena, autosuficiente y segura de sí misma.
Además, esos meses habían servido para hacer aún más fuertes sus sentimientos por Mauri y aunque desde el principio acordaron que no tenían ninguna prisa por vivir juntas o por casarse, en ese momento ella sentía que era algo que de verdad deseaba. Esperaba que cuando le preguntara, Mauri dijera que sí.
Revisó su celular al escuchar un mensaje. Era su prima Cecilia preguntando cómo iban los preparativos y sus nervios. Pensó un momento su respuesta antes de escribir. Mientras tanto, Pablo y María se comían a besos frente a ella. Giró el cuerpo para no ver ese espectáculo algo pornográfico y se concentró en el mensaje sin imaginar que sus planes estaban a punto de venirse abajo.
Después de pasar un par de horas en casa de su hermana para cuidar a su nueva sobrina, Mauri había decidido ir a casa de Regina a dejarle algunas cosas que la chica había comprado, pero que habían permanecido en su departamento por días.
Estacionó el coche junto al de Regina, bastante extrañada de verlo ahí a esa hora en que se suponía que su novia estaría de compras con María. Pensando que tal vez se habían marchado en el coche de la amiga, Mauri bajó de su Golf con calma. Sacó las bolsas con las compras de Regina y caminó hacia la puerta.
Aquella casa le encantaba. Se había enamorado de ella desde que había acompañado a la castaña a conocerla antes de hacer la compra y era uno de sus lugares favoritos.
Adoraba que Regina hubiera adquirido esa propiedad, pues era algo que le daba mucha felicidad a la chica y lo que Mauri más amaba en la vida era ver feliz a su novia. Normalmente dividían su tiempo juntas entre el departamento y esa casa, aunque casi todos los fines de semana se quedaban disfrutando del jardín y de la alberca de Regina.
Entró y caminó por el pasillo que conectaba a las habitaciones. Decidió que podía dejar las cosas en el armario y luego relajarse un rato en la piscina. Estaba terminando de acomodar todo cuando escuchó una voz de alguien gritando atrás. Con preocupación, se acercó a la puerta corrediza que conectaba la habitación principal con el patio. Hizo a un lado la cortina para mirar y se sorprendió mucho por lo que vio.
Ahí estaba Regina entretenida mirando su celular mientras Pablo y María se besaban con pasión. ¿Qué hacían ahí esos tres? ¿Y por qué había tantos focos colgando? Salió por la puerta corrediza y se asustó bastante cuando notó la palidez de Regina al verla ahí.
—¡¿Qué haces aquí?! —gritó la castaña corriendo hacia ella.
—Traje los adornos que compraste para la sala… ¿qué pasa? —Levantó la vista. Pablo y María parecían tan aterrados como Regina—. Creí que estarías fuera.
—Sí, solo… Regresamos antes y… —Su novia la empujaba hacia dentro.
—¿Por qué estás nerviosa?
—¡¿Qué?! ¡No, no! Es que no esperaba verte tan temprano, creí que vendrías en la noche.
—Se me antojó un baño de piscina. ¿Podemos meternos?
—Acabo de ponerle cloro.
—¿Por qué? ¿Se bañaron?
—¡Sí!
Llegaron hasta la habitación pero Mauri no entró.
—Pero ninguno de los tres está mojado. ¿Y qué hace Pablo aquí? —Regina parecía petrificada—. Yiyí, ¿qué está pasando?
—No es nada malo, te lo juro —susurró la chica bajando la mirada.
—¿Entonces?
Su novia suspiró antes de contestar.
—Te estoy preparando una sorpresa… Se supone que cuando llegaras verías todo muy lindo y romántico —terminó Regina con un hilo de voz.
—Oh… —Mauri sonrió—. Puedo irme, luego volver y fingir que me he sorprendido.
—¡Ay no! —Regina se tapó la cara—. ¡Se arruinó todo!
La pelirroja empezó a reír. Sujetó las manos de su chica y la hizo mirarla.
—Creo que eres la mejor novia del mundo.
Con algo de pesar, Regina sonrió y acercó su rostro al suyo.
—Es que… Hay… En realidad quería… Tengo que… No sé si…
La castaña parecía aterrada nuevamente.
—¿Qué sucede? —Mauri levantó la vista otra vez buscando alguna pista. Entonces vio una manta colocada entre dos árboles. Estaba doblada y de ella salía una cuerda. Cuando regresó los ojos a Regina, la castaña estaba más pálida que nunca.
Sin decir una palabra, Mauri caminó hacia la cuerda y tiró de ella. La manta se desplegó y el calor subió por su rostro al leer esa pregunta. Giró rápidamente hacia Regina, que en ese momento había cambiado del blanco al rojo intenso en su rostro.
—Q-quería que fuera… a-algo lindo… Fuegos artificiales… Violines… —La castaña apenas podía hablar—. Luces de… colores… Di algo por favor.
Pero Mauri era incapaz de hablar. Solo sentía un cosquilleo intenso recorriendo su cuerpo y el calor quemándole la piel. Clavó sus ojos en los de Regina y se preguntó por qué esa diosa parada al frente estaba tan nerviosa ante una simple mortal como ella.
Recobrando el control de su aturdido cuerpo, caminó con decisión hacia su novia y le plantó un beso en los labios que fue correspondido de inmediato. Abrazó a la castaña para calmar sus temblores y solo se separó de ella cuando sintió que necesitaba darle una respuesta.
—Claro que sí, Yiyí. Me casaré contigo.
—¿Segura que estás lista? —preguntó Regina con un susurro, muy cerca de sus labios.
—¿Y tú?
La chica castaña asintió con una radiante sonrisa.
—Quiero estar contigo toda mi vida.
—De acuerdo —dijo Mauri soltando una carcajada—. Pero quiero una boda sencilla.
—Con pizza y cerveza —terminó Regina riendo también.
—Entonces… nos casaremos —dijo la pelirroja con mariposas en su estómago.
—Nos casaremos —repitió la castaña.
—¡Nos casaremos! —gritó Mauri hacia sus amigos, que empezaron a chiflar y a brincar—. Perdón por llegar antes —le dijo a su chica.
—Ya no importa —respondió Regina feliz, abrazándose a ella.
Sus dos amigos se acercaron.
—¿Y por dónde empezamos? —Pablo se frotaba las manos.
—Supongo que la fecha, ¿no, Regi? —preguntó María.
—¿Y luego?
—¿La música?
—¿Lugar?
—¿A cuántas personas piensan invitar?
—¿Cuál será su primer baile?
—¿Quién servirá la comida?
Mauri miró a Regina, que tampoco tenía respuesta a ninguna de esas preguntas. La pelirroja carraspeó.
—¿Yiyí, crees que debemos contratar ayuda?
—Pues… podríamos llamar a Margot.
—¡¿Margot?! ¡Aquí estoy yo! —se quejó Pablo.
—¿Cómo te explico, querido amigo? —Mauri abrazó a Pablo por los hombros y caminó hacia la alberca con él para explicarle que por nada del mundo dejaría su boda en sus manos.
Regina sonrió por la expresión de Pablo ante lo que Mauri le decía. Aunque estaban a varios metros y Regina no podía escucharlos, se imaginaba que era algo que no le gustaba para nada al chico. Además, las carcajadas de María, que estaba parada junto a su novio, le ayudaban a tener una idea muy clara de aquella conversación.
Buscó entre sus contactos el nombre que necesitaba y marcó. Margot atendió al cuarto timbre.
—Hola.
—Hola, Margot. Soy Regina Leal.
—¡Que gusto escucharte!
—Igualmente. ¿Estás ocupada? ¿Podemos platicar un momento?
—Claro, tengo unos minutos libres. ¿En qué te puedo ayudar?
—Quisiera agendar una reunión contigo para hablar sobre mi boda.
—¿Tu boda?
—Sí, me gustaría que me ayudaras con los preparativos. Realmente aún no tengo claro todo. Mi novia y yo solo sabemos que queremos algo muy sencillo.
—¿Tu novia?
—Sí, mi novia. Es Mauri, ¿la recuerdas? La hermana de Paulina Alonzo.
—¡Oh claro! ¡Esa chica, ¿eh?!
—Sí, ella. —Sonrió cuando sintió a su novia abrazarla por detrás. Descansó la cabeza sobre el cuerpo de Mauri y aceptó el beso en su mejilla. En aquel momento sabía que nada en el mundo podía ser mejor que tener el amor de esa pelirroja hermosa.
—Será un placer ayudarlas. ¿Qué día puedes?
—¿Te parece el viernes a las siete en mi casa? Te mando la ubicación ahora.
—Me parece bien.
—Genial.
—Y… Regina, solo una duda. —La voz de Margot parecía algo juguetona—. No saldrás huyendo de esta boda, ¿verdad?
Regina giró la cara hacia su novia y sonrió de nuevo al notar que Mauri había escuchado esa pregunta. Los ojos pícaros de la pelirroja estaban fijos en los suyos. La castaña supo que lo que diría a continuación era la verdad más absoluta del universo.
—Te juro que a esta boda sí llegaré.
FIN