12 Por besarte
Regina
Se encontraba terminando los informes que presentaría a Lorena y al resto del equipo en su reunión semanal. Desde que habían estado juntas en el hospital dos días antes, Regina no había visto otra vez a la pelirroja y tenía sentimientos encontrados por eso, ya que por un lado se había sentido en paz con ella, y por otro lado la escena del beso volvía a su mente con frecuencia. Se repetía una y otra vez que era algo que no debía tener importancia, incluso Mauri se la había restado, pero las sensaciones que tuvo la perturbaban.
Suspiró en su lugar mientras la impresora terminaba de hacer su trabajo… ¿Qué le pasaba con Mauritania? Quería huir de ella, no verla nunca, pero luego corría hasta donde sabía que ella se encontraba. A veces parecía que se odiaban y luego hablaban con total confianza. Todo era muy confuso.
Escuchó una risa infantil en el pasillo fuera de su oficina y pasos de personas corriendo, así que caminó hasta su puerta. El pequeño Josh utilizaba una silla para mantenerse lejos de Pablo, que intentaba atraparlo.
—¡Ven aquí o te acusaré con tu tía! —exigió el asistente de Mauri mientras María reía a carcajadas.
—¡Atrápame si puedes, lento! —se burló Josh.
—Hola. —Saludó Regina captando la atención del niño, que ensanchó su sonrisa y corrió hacia ella, abrazándola.
—¡Te estaba buscando! —declaró el pequeño.
—¿Cómo sabías que estaba aquí?
—Mi tía me lo dijo —confesó Joshua.
—¿Y dónde está Mauri? —le preguntó a Josh tomando su mano para llevarlo por unas galletas a la sala de café.
—Con la señora alta.
—Ah, con Lorena. ¿Qué te parece si mientras esperamos…? ¡Tadá! —La castaña abrió una gaveta y sacó un paquete de galletas con chispas de chocolate.
—¡Sí quiero!
—Contadora, ¿podrías cuidarlo un rato? —preguntó Pablo tumbándose sobre una silla, sudando.
—¿Te venció un niño de cinco años? —se burló ella.
—Creo que comió pulgas, ¡no para de correr! —se quejó el chico.
—Es un niño, es normal que sea tan inquieto. ¡Y es adorable! —Regina abrazó al pequeño, al que había subido a la barra y que en esos momentos mordía su galleta con cara de ternura. Regina siempre había tenido debilidad por ese pequeño.
—Entonces es todo tuyo —dijo Pablo levantándose de su lugar para huir de ahí. Jessica apareció.
—Ahí estás —comentó la chica con alivio—. Regi, tengo los papeles que me pediste. El tonto repartidor los dejó en la oficina de Arturo —dijo con fastidio—. ¿Quién es este niño?
—¡Soy Josh! —anunció el pequeño con orgullo.
—¡Qué bonito nombre! —Jessi se acercó—. ¿Y qué haces aquí? ¿Viniste a trabajar?
—No, yo no trabajo, ¿verdad? —le preguntó el niño a Regina—. Aunque a veces mi tía me paga por ayudarla a conseguir chicas en el parque.
—¿Tu tía? —Jessica miró a Regina, como si creyera que el pequeño estaba refiriéndose a ella.
—Es el sobrino de Mauri —dijo la castaña intentando contener la risa.
—¡¿Qué?! —Jessi observó mejor al niño de cabello rojizo y se cruzó de brazos—. ¡Así que le consigues citas a tu tía!
—Sí —afirmó Josh como si nada, comiendo otra galleta—. Me da dinero luego o me lleva al cine.
—Tranquila, Jess. Seguro eso fue antes —dijo Regina intentando tranquilizar a su amiga, que tenía aún el ceño fruncido.
—Mauri no me dijo que traería a su sobrino… —comentó Jessica.
—Mi tía está hablando con una señora y me aburrí mucho. ¡Por eso vine a buscar a Regi!
—¿Lo conocías? —le preguntó Jess a Regina, que pensó un segundo su respuesta.
—Sí. Su mamá y yo somos compañeras de gimnasio.
—¡Y mi tía Mauri habla mucho de ti! —dijo de repente el niño, que se tapó la boca de inmediato. Regina sintió que la cara le ardía cuando sus ojos se cruzaron con los de Jessica.
—Josh, seguro estás confundido. —La castaña le dio más galletas al pequeño para que dejara de hablar. Jessica seguía viéndola—. Entonces, los papeles… necesito que los integres al balance anual.
—Claro… yo lo hago —dijo la chica de cabello negro antes de esbozar una ligera sonrisa y marcharse.
—¿Ya me llevarán a mi casa? —preguntó el niño.
—No lo sé. Creo que te quedarás unos días con tu tía Mauri.
—Pero yo quiero estar en mi casa para navidad. Falta poco, ¿verdad?
—Eh… algunos días, sí —mintió ella. ¿Cómo le decía a Josh que la navidad sería en dos días y que él la pasaría sin sus padres?
—¡¿Qué le pediste a Santa?!
—Pues… —Lo que pensó le hizo gracia—. Que los preparativos de mi boda se hicieran solos.
—¡¿Te vas a casar?! —El niño abrió mucho los ojos.
—Sí, ¿por qué?
—Yo también me quiero casar.
—¿Y con quién?
—Hay una niña en la escuela que a veces juega conmigo. Si nos casamos podríamos jugar todos los días —dijo Joshua muy emocionado.
—¡Eso sería perfecto, Josh! Seguro serás muy feliz con ella… y… eh… por cierto, ¿qué es lo que te ha dicho tu tía sobre mi?
—Pues… a veces me cuenta cosas de cuando era joven, ahora ya está viejita —respondió Josh mientras metía la mano en la caja de galletas.
—¿Y qué cosas te cuenta?
El niño pensó un momento.
—Que antes salían a bailar… —Josh masticaba mientras seguía pensando—. Que siempre la regañaban por tu culpa… Dijo que eres la chica más bonita que hay. Aunque eso no es cierto, mi mamá es la más bonita —declaró Josh con inocencia.
—En eso tienes razón, por eso tú también eres muy guapo —le dijo Regina al pequeño, pellizcando sus cachetes—. ¡Y te acabaste todas las galletas!
—Es que tengo mucha hambre.
—¿A qué hora comiste?
Josh se encogió de hombros.
—Mi tía me dio un jugo en el camino.
—¡¿No te…?! ¡Mauritania!
—¿Qué?
Regina se sobresaltó al escuchar esa voz detrás de ella. Mauri tenía cara de confusión.
—¿No le diste desayuno a Joshua?
—¡Es que nos quedamos dormidos! Justo ahora iba por algo… —La pelirroja pasó la vista por las gavetas.
—Solo había galletas y ya se acabaron —dijo Regina.
—Perdón, Joshy. —Mauri pensó un segundo—. Saldré un momento a comprarle algo. Regina, ¿lo puedes cuidar? Porque es obvio que Pablo no puede con él.
—Claro, aunque… —La castaña miró su reloj—. La reunión ya va a empezar, así que mejor date prisa.
—¡Sí tía, date prisa! —exigió Josh sobando su barriga.
Mauri
Escuchaba atenta las indicaciones que Lorena acostumbraba dar antes de concluir sus reuniones. Aquello se había prolongado más de lo habitual y estaba algo preocupada por su sobrino. Sin querer miró a Regina, descubriendo que la chica también la observaba. La castaña tomó su celular, que hasta el momento estaba descansando sobre la mesa, y tecleó. Enseguida algo vibró en el bolsillo de Mauri.
—«¿Qué te pasa?» —decía el mensaje de Regina.
—«Quiero ver si Josh está bien».
—«Seguro lo está. Supongo que irás al hospital después».
—«Sí. Primero dejaré a Josh con mi madre y no sé si eso será bueno».
—«¿Por qué? ¿Qué sucede?»
—«Tiene dolores de espalda. No creo que pueda correr detrás de él».
Mauri vio a Regina leyendo su mensaje, dejando luego su celular de nuevo sobre la mesa. La castaña había decidido regresar su atención hacia Lorena.
Cuando su jefa dio por terminada la junta, Mauri corrió a buscar a su sobrino, que estaba en su oficina torturando a Pablo.
—¡Eres un tramposo! —gritaba su asistente.
—¿Qué hacen? —quiso saber ella.
—Jugamos con un memorama que Maria imprimió para Josh.
—¿Y qué tal? —preguntó ella arrodillándose junto a su sobrino que estaba sentado sobre la alfombra.
—¡Gané! —dijo triunfal el niño.
—Es que eres un genio como yo. Pablo, muchas gracias por cuidarlo. Sé que estos días han sido maratónicos.
—Puedes agradecerme con un aumento de sueldo —dijo aquel poniéndose de pie de un salto—. Entonces si ya no hay nada más, jefa…
—No, ya está. Vete a disfrutar tus días libres. Pásala muy bien con tu familia. —La pelirroja le dio un abrazo al chico.
—Gracias. Si necesitas ayuda con algo llámame, ¿de acuerdo?
—Seguramente lo haré.
Cuando Pablo se fue, ella se quedó pensando en lo que debía hacer: ir con su madre, pasar a casa de su hermana por algo de ropa para llevarle y quedarse en el hospital hasta la noche.
Su familia estaba realmente preocupada por Paulina, pues se había negado rotundamente a moverse del hospital donde Manuel continuaba en terapia intensiva. Después de la operación, su cuñado aún permanecía en estado de gravedad, así que Mauri debía dividirse entre el trabajo, cuidar a su sobrino, estar con su hermana y pasar algo de tiempo con su novia.
Cuando escuchó la puerta de su oficina abrirse, creyó que se trataba de Jessica, pero no. Era Regina.
—Hola. Vine por Josh.
—¿Qué? —La pelirroja creyó haber escuchado mal.
—Es claro que tú estás a punto de un colapso, tus padres tienen suficiente ya con turnarse apoyando a ya sabes quién en ya sabes donde. ¡Además dijiste que tu madre anda con dolores! Así que… déjame cuidarlo hoy.
—Gracias, pero… eh… no quiero abusar Regina, seguro tienes cosas que hacer. Son tus días libres…
—Mi novio estará trabajando hasta tarde, así que básicamente estaré sola en casa y necesito un compañero fuerte a mi lado. ¿Qué opinas, Joshy? —le preguntó Regina al niño al darse cuenta que tenía sus ojos sobre ellas.
—¡Déjame ir, tía Mauri! —suplicó el pequeño acercándose—. ¡Quiero ir con mi tía Regi!
A Mauri la pusieron muy nerviosa aquellas palabras del niño y pudo notar el sonrojo de Regina.
—Claro. Yo… eh… —Carraspeó—. Puedo pasar por él más tarde —dijo mirando a la castaña.
—No hay problema. Puedes pasar a la hora que sea.
—Bien. Tengo sus cosas en el coche…
—Sí, los acompaño.
En ese momento Jessica apareció.
—Regi, creí que te habías ido —dijo Jessica algo sorprendida de ver a su amiga ahí.
—Solo pasé por Josh —aclaró la castaña.
—¿Por Josh? Creí que lo llevarías con tu madre —dijo Jessi cruzando una mirada con Mauri.
—¡Me quedaré con mi tía Regi! —gritó el pequeño dando brincos en su lugar.
—Eso es fantástico, Josh… Mauri, quería comentarte un asunto… —Jessica miró a Regina.
—Josh y yo podemos esperarte en el estacionamiento. Terminen sus asuntos con calma. Ven, Joshy —dijo la castaña rápidamente.
Mauritania se quedó en su lugar sin decir nada, observando a su sobrino salir de la oficina de la mano de Regina.
—¿Qué pasa? —le preguntó a su novia.
—Eso quisiera saber, Mauri. Estos días te he ofrecido mi ayuda muchas veces y la rechazaste, ¿pero aceptas la de Regina? ¡Oh, perdón! «Tía Regi».
—Jessica, no malinterpretes las cosas. Regina y mi hermana son amigas, Josh la conoce desde… ¡ni siquiera sé desde cuando!
—¿Segura que es eso?
—¿Qué más sería? —preguntó Mauri con nerviosismo.
—No sé, solo que de repente Regina está metida con tu familia, te habla como si tuviera una relación cercana contigo ¡cuando ni siquiera se soportaban!
—¿En serio estamos teniendo esta discusión? ¡Ya te dije que Regina es amiga de mi hermana! ¡Ella la llevó al hospital cuando pasó el accidente! ¡Ella me llamó para avisarme! ¡Entiende que es amiga de Paulina, no mía!
—¿Y por qué ella nunca ha mencionado a tu hermana aquí? ¡Yo ni siquiera sabía que tenías una hermana hasta que tú me dijiste! ¡¿Por qué tanto secretismo?! ¡¿Y por qué si se supone que Regina y tu hermana son grandes amigas, tú no habías mencionado nada antes?!
—¡No lo sé! ¡Solo son cosas que pasan, ¿sí?! ¡¿Puedes parar esto por favor?! ¡Mi cuñado está en coma y tú me haces una escena por una tontería! ¡Si tienes dudas sobre Regina y sus amistades pues ve a preguntarle a ella! —Mauri de verdad estaba molesta, pero no con Jessica, sino con ella misma. Se sentía abrumada por mentirle a la chica con la que supuestamente haría todo bien. ¿Por qué no se había sincerado con ella desde el inicio?
—Lo siento… —Jessi bajó la voz—. Solo déjame ayudarte. Puedo estar con tus padres, cuidar a tu sobrino, estar con tu hermana.
—No.
—¿No quieres que me conozcan?
—Claro que quiero, pero no así. Mis padres… esto es… solo hay que esperar a que esto acabe ¿sí? Confío en que Manuel despertará pronto y lo llevaremos a casa. Cuando todo se estabilice, te los presentaré —dijo Mauri tomando las manos de su novia.
—Soy una tonta —murmuró la chica, sonriendo con pena—. Perdón, es que me puse celosa de que un niño prefiriera a Regina.
—Solo recuerda quién es mi novia.
—Perdón por pensar que Regina y tú… —Jessica soltó una carcajada—. Ahora que lo pienso es algo totalmente estúpido.
Mauri abrazó a su chica para ocultar su rostro. Debía hacer algo por mantener su vida en calma, debía dejar atrás el caos que tenía dentro. ¿Cómo?
Regina Después de estar varias horas jugando con su pequeño invitado, aquel había caído profundamente dormido. Regina se dedicó entonces a recoger todo lo que había quedado tirado en la cocina y sala. Debía admitir que pasar aquellos momentos con Josh le gustaba mucho. Sentía que conocía muy bien al niño, pues lo había visto en repetidas ocasiones acompañando a su madre, además de que Paulina hablaba mucho de él durante sus charlas en el gimnasio.
Según el reloj en la pared, eran casi las once de la noche. ¿Mauri iría ya? Aquel pensamiento la hizo sentir un cosquilleo en el estómago sin poder evitar sonreír. Si de algo estaba segura, era que le gustaba mucho llevar la fiesta en paz con la pelirroja. Era gratificante charlar con ella de nuevo y aunque las circunstancias en ese momento eran tristes, al menos estaban sirviendo para tener un trato cordial entre ellas.
La luz de un auto le indicó que alguien había aparcado en su entrada. Regina corrió hacia la puerta para recibir a Mauri. Su sonrisa se apagó cuando descubrió que quien había llegado era su novio.
—¿Aún despierta? —le preguntó Carlos, que tenía cara de cansancio.
—Sí… es que hay un hombre en casa conmigo —dijo bromeando, mientras su novio levantaba una ceja por la confusión que sus palabras le causaban.
—¿Tu padre está aquí?
—No, no. Es alguien mucho más agradable que mi padre. Es Josh, ¿lo recuerdas? El hijo de mi amiga Pau…
—¡Ah, sí, sí! La del gym, ¿no? La hermana de Mauri. —Entonces Regina recordó que Carlos tenía ya algunos antecedentes de su amistad con Paulina—. ¿Y por qué está aquí? —preguntó su prometido mientras sacaba una cerveza del refrigerador y bebía un sorbo de su contenido.
—¿Recuerdas lo del accidente? —dijo ella bajando un poco la voz. Carlos asintió—. Bueno, las cosas andan un poco en caos así que me ofrecí a cuidarlo hoy mientras Mauri acompaña a Paulina en el hospital.
—Que bien, amor. —Carlos le besó los labios—. Eres muy amable siempre. Y me alegra ver que Mauri y tú ya hicieron las paces.
—¿Qué? ¿De qué hablas? —preguntó con nerviosismo.
—Pues… se pelearon en la fiesta ¿’verdad?
—¿Por qué crees eso? —Regina sentía que la cara le ardía.
—Vi que Mauri te llamaba y tú la ignorabas… ¿Hay problemas en el trabajo?
—Sí, algunos —mintió—. Mi trabajo es controlar los gastos publicitarios de Mauri —exageró.
—Y se nota que sabe gastar muy bien. ¿Viste los rines de su auto? ¡Uuff! —Carlos resopló.
—¿Qué tienen sus rines? —A ella le parecían tan comunes como los demás.
—Nada, mi amor —dijo Carlos negando con la cabeza—. Me daré una ducha. Estoy muerto. ¿Crees que Mauri llegará tarde?
—No lo sé. Mientras tanto adelantaré unas cosas de la oficina.
—De acuerdo. —Su prometido bostezó y se rascó la cabeza—. Iré a la recámara.
Regina se acomodó en la sala, pero no se puso a trabajar. Solo se quedó ahí disfrutando del silencio de medianoche. Los siguientes días estaría fuera de la oficina, pues Lorena les había concedido un descanso para disfrutar las fiestas navideñas con sus familias. A Regina no le entusiasmaba mucho pensar en la cena en casa de sus padres, pues estaba segura que el tema principal sería su boda. Había acordado con ella misma relajarse esa semana y retomar los preparativos que faltaban empezando el año, pues se sentía agotada.
Cerró los ojos y recostó la cabeza en el respaldo de su elegante sillón, decidiendo si sería buena idea llevar un postre comprado a la cena, ya que no tenía ánimos de prepararlo ella misma, pues eso seguro le traería críticas de su madre. Cada año sus padres tiraban la casa por la ventana en la fiesta navideña, ya que según las palabras de su madre, debían «festejar el cumpleaños de Jesús como se merece un rey». Por ese motivo la mujer invitaba a todo el clan familiar a una reunión planeada milimétricamente a la perfección. Cuando eran adolescentes, Mauri solía asistir a la dichosa fiesta anual, llamándola «la cena de reclutamiento», haciendo alusión a la carrera militar de su padre y a las ansias de su madre de evangelizar en el catolicismo a todos los presentes.
Llegó a su mente el recuerdo de un día de navidad muchos años atrás, cuando después de la cena, Mauri y ella se habían encerrado en su habitación a entregarse los regalos.
—Si aquí no hay un auto, me voy a decepcionar —dijo Mauri sacudiendo una caja con moño, sentada frente a ella sobre el colchón con las piernas cruzadas.
—¿Para qué quieres un auto, Tini? Tienes quince años.
—¿Y qué? ¡Quiero correr por las calles! —declaró la pelirroja con impotencia.
—Tus padres nunca te darán un auto. Tendrás que esperar a tener un empleo y comprarlo tú misma.
—Eso no me ayuda, Yiyí.
—¡Ya cállate y abre el regalo!
—De acuerdo, gruñona. —Mauri miró otra vez la caja entre sus manos. Era de tamaño mediano y Regina había puesto mucho empeño en envolverla y decorarla. De un movimiento, la pelirroja rompió el papel rojo y verde.
—¡Tini, con cuidado!
—¿Usarás el papel para el siguiente año o qué? —se burló la chica y regresó su atención al obsequio—. Es… eh… ¿Otra caja? —Mauri parecía muy confundida.
—También tienes que abrirla.
—¿Estaré toda la noche abriendo cajas? —preguntó su amiga con una mueca cínica. Regina adoraba ese gesto.
—No —dijo negando con la cabeza, sintiendo sus mejillas arder. ¿Debía continuar con aquello? ¿O debía abortar la misión?
Los ojos de Mauri se clavaron en ella, haciendo que la castaña se sintiera intimidada. La chica abrió la última caja, en la que había una fotografía de ellas juntas y una nota que decía: «Vale por un primer beso».
Entonces el carmín cubrió las mejillas de Mauritania, que abrió la boca para hablar, pero ningún sonido salió de sus labios. Lo intentó de nuevo y dijo:
—Es una linda foto, Yiyí… eh… ¿de verdad quieres…?
—Eres mi mejor amiga. No se me ocurre mejor persona que tú.
—De acuerdo. —Mauri se acomodó frente a ella y se quedó inmóvil por algunos segundos.
—¿Qué? —Regina parpadeó varias veces, incómoda por el repentino silencio.
—Pues… acércate.
—¡Acércate tú!
Mauri frunció el ceño y se cruzó de brazos.
—¡Es mi regalo! ¡Tú debes besarme! —se quejó la chica esbozando una sonrisa maligna.
—¡Eres odiosa, Mauritania!
Regina lo pensó un momento y luego, con bastante torpeza, se aproximó a su amiga, que de nuevo se había quedado muda y la observaba con incredulidad. Lentamente, acercó su rostro al de la pelirroja, que seguía quieta y no se perdía ningún movimiento suyo. Los segundos parecieron infinitos, mientras su corazón golpeaba muy fuerte su pecho. Regina sintió miedo de que sus latidos se escucharan por toda la ciudad. Mauri cerró los ojos, haciendo que el cosquilleo en el estómago de Regina aumentara. ¿De verdad besaría a su mejor amiga? Sí. Quería hacerlo. Sintió la respiración de la pelirroja golpear su rostro por un breve momento, hasta que esa sensación fue reemplazada por una caricia en sus labios. Se estremeció cuando Mauri movió un poco la boca para devolverle el beso. Sentía calidez en su rostro, humedad en sus labios, cosquillas en todo el cuerpo. También con los ojos cerrados, Regina presionó un poco más su boca contra la de su amiga. Aquello era fantástico. Se atrevió a sujetar el rostro de Mauri con ambas manos, continuando suavemente con lo que hacía. Fue incapaz de separarse de esa boca. Aquello era lo más tierno y maravilloso que había sentido.
Regina escuchó dos golpes en la puerta. De un salto regresó al presente, a aquella sala. Se apresuró a ir hacia la entrada, sintiéndose aún aturdida por lo que tenía en su mente segundos antes. Cuando abrió la puerta y se encontró con los ojos de Mauri, las sensaciones de aquel primer beso volvieron a su cuerpo.
—Hola. —Saludó, abrazándose a sí misma para controlar sus escalofríos.
—Hola —dijo de vuelta Mauritania. Entonces Regina se percató de su semblante.
—¿Estás bien?
—Sí, ¿por?
—Te ves muy mal.
—Estoy muy pero muy cansada.
—Mauri… —Regina miró a la chica con compasión—. Te hubiera llevado a Josh a tu departamento o me lo hubieras dejado aquí.
—¿Cómo crees? —Mauri torció una sonrisa cansada.
—Te quiero ayudar.
—Y de verdad lo hiciste bastante hoy. Muchas gracias.
—Pasa —dijo haciéndose a un lado para dejar que la pelirroja entrara. Pero Mauri se quedó en su lugar.
—Puedo esperar aquí.
—No seas tonta, está haciendo frío. Entra mientras voy por Joshy.
La pelirroja no parecía muy feliz por aquello, pero Regina no estaba dispuesta a dejarla afuera. Era muy extraña la escena, pues la castaña nunca creyó que Mauritania estaría un día parada en medio de su sala.
—Linda casa —comentó la chica.
—Gracias, ¿quieres algo?
—Una cama —respondió Mauri, negando enseguida con la cabeza—. No tu cama, ¿eh? Mi cama, es que… quiero dormir —aclaró la sonrojada chica.
—Sí, eh… entendí eso… Siéntate, voy por tu sobrino.
Regina caminó lo más rápido posible hasta la habitación de invitados, intentando calmar sus ganas de decirle a Mauri que se veía adorable con las mejillas sonrojadas. Tomó la mochila de Josh, se la echó al hombro y luego cargó con cuidado al pequeño, colocando una pequeña cobija sobre él para cubrirlo del frío de afuera.
Cuando volvió hasta donde estaba Mauri, la pelirroja seguía inmóvil en su sitio, como si tuviera miedo de tocar algo dentro de esa casa. Eso hizo sentir algo mal a Regina, pues cuando ella la había visitado en su departamento, habían charlado y bebido algo. Sentía que no era tan servicial como esa chica.
—¿Se portó bien? —Mauritania abrazó a Josh, que enseguida acomodó su cabeza en el hombro de su tía.
—Excelente. Es un niño divino.
—Gracias por cuidarlo, Regina. De verdad aprecio mucho todo lo que hiciste.
—No es nada. Seguro harías lo mismo por mí —dijo con un hilo de voz, topándose con la seriedad de la pelirroja, que parecía pensar si aquella afirmación sería real. Después de un breve momento respondió:
—Sin duda correría a ayudarte. —Mauri desvió la mirada y tomó la mochila que ella había dejado sobre el sofá.
—Me preocupa que conduzcas así hasta tu casa.
—No estoy ebria… aunque conduzco mejor borracha —bromeó la pelirroja, caminando hacia la salida.
—Si, lo recuerdo —murmuró ella siguiéndola hasta la puerta—. Déjame ayudarte con todo eso.
Le quitó a Mauri las cosas que traía colgadas del hombro, pues la chica ya tenía suficiente cargando a su sobrino hasta la calle. Caminó en silencio hasta el auto de la pelirroja, que acomodó al niño en el asiento trasero.
—Listo —anunció Mauri extendiendo la mano para recibir la mochila.
—¿Me haces un favor? —pidió ella entregando las cosas.
—Claro.
—¿Me llamas cuando llegues a tu departamento? —Regina tardó un momento en atreverse a mirar los ojos de Mauri y cuando lo hizo, descubrió sorpresa en aquella mirada.
—Sí.
—Bien… descansa.
—Tú también. Gracias.
—Cuando quieras. De verdad —enfatizó.
Mauri esbozó una sonrisa y subió a su coche. Regina se quedó de pie en la acera. Cuando el auto rojo se perdió en la noche, la castaña se metió a su casa y se preparó para dormir, teniendo cerca de ella su celular, que miraba cada pocos segundos esperando la confirmación de que Mauri y Josh habían llegado a salvo a casa.
Estaba por meterse a la cama cuando la pantalla de su móvil se encendió, anunciando la llamada de Mauri.
—Reportando que todo está en orden. El pequeño está dormido a mitad de mi cama y yo tendré que resignarme con una esquina del colchón. —Escuchó Regina apenas puso la bocina en su oreja.
—Es el sacrificio que una buena tía debe hacer —dijo saliendo rápido de la habitación para poder hablar con libertad—. Gracias por… llamar. —Se tapó el rostro con una mano, tratando de encontrar las palabras para continuar hablando.
—Gracias a ti por estar pendiente.
—¿Y… qué harás mañana?
—Pasaré todo el día con Paulina. Mi mamá se empeñó en cuidar a Josh. Dijo que aunque no podamos decirle que es Nochebuena le preparará una rica cena.
—Que terrible. De verdad deseo que Mauel se recupere pronto.
—Yo también. Odio a mi hermana, pero odio aún más verla sufrir.
—Ella tiene mucha suerte por tenerte. —Regina se sintió muy apenada en cuanto aquella frase salió de su boca. El silencio en la línea la hizo sentir más avergonzada.
—¿Qué plan tienes mañana? —Se escuchó de pronto.
—Cena en casa de mis padres.
Mauri soltó una carcajada, haciendo que Regina sonriera. La castaña se apoyó en la pared e intentó imaginar a la pelirroja en su departamento.
—Reclutamiento, ¿eh?
—Sí, lo mismo de siempre, ya sabes.
—Que aburrido, Regina.
—Lo sé. Pero mi madre me matará si no asisto. ¿Recuerdas cuando nos escapamos por la ventana una vez?
—Sí. ¿Qué edad teníamos?
—Dieciséis. Fuimos a ver el espectáculo en el centro. Según tú sería lo más genial del mundo y fue un fiasco.
—¡Calla! Creí que iba a estar bueno —se defendió la pelirroja.
—Fueron buenos tiempos, ¿no?
—Sí. Lo fueron.
De nuevo silencio, pero en esa ocasión Regina no se sintió incómoda. Era más bien como si se hubiera conectado con el pasado mientras Mauri hacía lo mismo.
—Entonces… a pesar de las circunstancias… feliz navidad, Tini —dijo Regina en un susurro.
—Feliz navidad, Yiyí.