16 Cuando yo regrese por ti renacerán las flores de tu jardín
Cuando recordó el camino que años atrás recorría con la castaña, tomó la mano de su sobrino para llegar hasta ahí.
—¿Cuál es la sorpresa tía? —preguntó alegremente Josh trotando junto a ella, intentando igualar sus zancadas.
—Si te lo digo ya no sería una sorpresa.
Caminaron por el pasto para alcanzar lo alto de una pequeña colina. Mauri cargó al niño pues Josh ya estaba agitado. En la cima pudo ver el lago frente a ellos. Ahí había un pequeño claro, con juegos para los más pequeños y varios carritos de helado. Los enormes árboles alrededor proyectaban sombra por todo el lugar.
—¡Genial! —Josh peleó para que Mauri lo bajara al suelo. En cuanto lo hizo, el niño corrió hasta los juegos a un costado del agua.
La pelirroja observó a su sobrino subir a la resbaladilla. Josh sonreía mientras se deslizaba.
—¿Qué te parece? —le preguntó al niño que corrió a abrazarla.
—¡Me encantó la sorpresa!
—Bueno, esta no es la sorpresa —dijo sintiendo sus latidos acelerando. Una hermosa mujer caminaba hacia ellos—. Ella es la sorpresa —terminó haciéndole una señal a Josh para que volteara.
—¡Tía Regina! —El niño corrió hacia la recién llegada y se arrojó a sus brazos.
—¡Hola Joshy! —Regina cargó al pequeño y le llenó de besos el rostro. Mauri se quedó de pie observando aquello. Su examiga lucía radiante. Perfecta. La chica se acercó a ella—. Hola, Tini.
—Hola, Yiyí. —Mauri sentía que nada en el mundo podría borrarle la sonrisa que tenía en ese momento—. M-me alegra verte —dijo algo torpe.
—Tía, ¿me compras un helado? —Josh señaló el carrito a unos metros de ellos.
—Claro. Yiyí, ¿quieres uno?
—Obvio sí.
—¡Yo te invito tía Regi! —gritó Josh emocionado. La castaña bajó al niño, que corrió como loco hacia los helados. Las dos caminaron deprisa tras él.
—Bien, Joshy… Quiero uno de chocolate, por favor —pidió Regina.
—¡Yo también! —le dijo el niño al vendedor.
—¿Y a mí no me preguntarás qué quiero? —se quejó Mauri.
—¡Ah, sí! ¿Qué quieres tía Mauri?
—Otro de chocolate. —El vendedor empezó a servir los helados mientras Josh lo observaba fascinado—. ¿Cómo estuvo el desayuno con tu madre? —le susurró a Regina, haciendo que la chica girara hacia ella. Mauri se perdió por un momento en sus hermosos ojos miel.
—Creo que no hay una palabra que pueda definir eso. Mi mamá…
—Cansa.
—Sí… definitivamente es muy cansado verla. A veces llego con una súper noticia esperando que ella se emocione conmigo, pero no. Ella me ataca y critica. Creo que nunca le daré gusto en nada —terminó la castaña con voz tenue, dirigiendo sus ojos hacia el lago.
—Entonces solo debes darte gusto a ti.
Regina volvió a mirarla y le sonrió. De repente a Mauri le dieron ganas de anular el espacio entre ellas. Sacudió la cabeza y miró a Josh, que recibía feliz su helado.
—Admiro a las personas que logran eso —dijo de pronto Regina, haciendo que Mauri regresara su atención hacia la chica—. Que se eligen sobre los demás.
—Tú podrías hacerlo también.
—Creo que esta charla se está volviendo muy profunda —comentó Regina riendo—. ¡Y apenas son las tres de la tarde!
—Imagina lo que platicaremos a las ocho.
—¡Tía! —Josh reclamaba atención. El vendedor les entregó sus helados—. Ahora paga —ordenó el pequeño engendro.
—Dijiste que tú pagarías… —se quejó Mauri sacando dinero de sus bolsillos.
—Cuando sea mayor te lo devolveré —prometió Josh.
Con sus helados, regresaron al área de juegos bajo los árboles. Josh se sentó en un columpio y siguió disfrutando de su postre mientras Mauri y Regina se sentaban bajo un árbol cerca del niño.
—¿Vio a su padre? —preguntó Regina.
—Sí. Paulina le dijo que había sufrido una caída y que necesitaría estar unos días más en el hospital. Lo tomó bastante bien y Manuel parecía más fuerte después de ver a Josh.
—La fuerza del amor —comentó Regina mirándola de reojo.
—Sí, yo creo que… la familia es algo mágico.
—¿Te gustaría tener tu propia familia? —interrogó de repente Regina.
Mauri se detuvo a tiempo, pues su primer impulso había sido preguntar «¿Contigo?». ¿Qué carajo le pasaba? Estaba bien que Regina y ella se trataran con amabilidad pero no debía meter la pata con un comentario así. Fijó la vista en Josh, que hablaba con otros niños sobre un juego.
—Creo que me encantaría. —Se sorprendió a sí misma admitiendo aquello—. No digo que pronto, pero… sería lindo tener unos cuantos como ese. —Señaló a su sobrino pelirrojo.
—¿Unos cuántos? —Regina soltó una carcajada—. ¿Con cuántas docenas de hijos te imaginas?
—Con dos o tres docenas.
—¡Tonta! —La castaña le dio un golpe juguetón en el brazo.
—¿Y tú? ¿Cuántos hijos deseas?
Regina sonrió y negó con la cabeza.
—Te lo diré solo si tú respondes a eso al mismo tiempo. ¿Te parece? —A Mauri le pareció divertido aquello. Asintió—. Bien, a la cuenta de tres decimos cuántos hijos quisiéramos, pero la cifra real Tini, no bromas.
—De acuerdo —dijo Mauri levantando las manos en señal de rendición—. Mostraré seriedad con esto.
—Entonces… Una… dos… tres…
—¡Tres!
—¡Tres!
Las dos soltaron una carcajada por sus respuestas.
—¿Quién crees que tenga hijos primero? —preguntó Mauri lamiendo después su helado.
—¡Pues tú!
—¡¿Yo?! ¡Tú eres la que está a punto de casarse!
—¿Y eso qué? Tal vez te animes a tener hijos con Jessica pronto, ¿no? ¡Le pedirás que se mude contigo en unos días!
Mauri sintió una punzada en su estómago al recordar aquello. Era verdad. Su novia estaría de nuevo en la ciudad al día siguiente y sería el momento para pedírselo y presentarla con la familia.
—Eh… sí. Tal vez tengas razón.
—¿En serio? —Regina la miró con expresión de espanto—. Yo… solo estaba bromeando. ¿Ya sabes cómo se lo pedirás?
—No —dijo negando con la cabeza.
Aquella conversación la estaba poniendo muy nerviosa. Sentía que habían pasado siglos desde la última vez que había pensado en su propuesta para Jessica. Sin embargo, apenas habían transcurrido algunos días desde su conversación con Paulina. ¿Por qué se sentía aterrada entonces?
—¿Estás bien? —Regina colocó su mano sobre la que Mauri tenía apoyada en su rodilla. La sensación en su piel le recorrió todo el cuerpo.
—Sí, es que… —Despacio, sujetó la mano de Regina. La castaña observó sus manos unidas antes de volver sus ojos hacia ella—. ¿Te ha pasado que…? ¿A veces estás completamente segura de algo y luego…?
Regina Era como si su cerebro tuviera una interferencia. Aquel hormigueo en su mano avanzaba rápidamente por su cuerpo, impidiendo que pudiera concentrarse en otra cosa. Frunció el ceño regañándose mentalmente por no prestar atención a lo que Mauri le decía.—¿Te ha pasado que…? ¿A veces estás completamente segura de algo y luego…?
Algo hizo click en su cerebro.
—¿Te refieres a vivir con Jessica? ¿Estás dudando? —Regina sintió ganas de sonreír, pero logró contenerse. ¿Era tan mala amiga?
—No quiero que te enojes conmigo.
—¿Por qué lo haría?
—Me advertiste que… bueno… —Mauri le soltó la mano y Regina quiso protestar por eso—. Cuando empecé a salir con Jessica me advertiste que no la lastimara.
—Ah… —Regina pensó un momento—. Creo que no deberías hacer algo para lo que no te sientes lista aún. Eso sería peor para las dos.
Mauri miró a Regina de forma tan intensa, que fue como si todo a su alrededor se esfumara. La castaña detuvo el impulso de acercarse más a la pelirroja.
—Gracias. Por no gritarme.
—Lo dices como si fuera una tirana —se quejó Regina.
—No eres una tirana. Pero Jessi es tu amiga y ya me habías advertido sobre esto. Ella es una gran chica, solo… tal vez necesito más tiempo…
Regina asintió y se terminó su helado. Pensó un momento si lo que quería preguntar realmente le importaba. ¿Quería escuchar esa respuesta?
—¿Qué sientes por ella? —dijo sin poder detenerse.
Mauri se sonrojó y desvió la mirada. Era como si ver a Josh corriendo tras otro niño fuera lo más importante para la pelirroja. Regina quiso cambiar el tema pero fue tarde. Mauri respondió.
—Justo ahora no lo sé.
El calor se apoderó de la castaña cuando los ojos de Mauri volvieron a posarse en ella. La pelirroja la observaba con seriedad.
—Entiendo. A veces los sentimientos pueden confundirse o… cambiar. —Sus manos le temblaban, así que las metió en los bolsillos de su chamarra—. Solo debes tomar las cosas con calma. Ir lento.
—Supongo que no me queda de otra —dijo Mauri sonriendo con tristeza—. O tal vez es solo que he estado lejos de ella mucho tiempo.
—Jess se fue hace solo cuatro días.
—¿Apenas? ¡Uff! Siento que han pasado mil cosas en estos cuatro días.
—Sí… yo también.
La tarde había sido muy divertida. Después de los helados habían subido a las canoas del lago. Josh había estado muy feliz y Regina sentía que cada día amaba más a ese niño. Además, verlo con Mauri siempre era encantador. La pelirroja y su sobrino eran muy parecidos físicamente, ya que Josh había salido igual a Paulina.Eran las siete de la tarde cuando Mauri y ella decidieron llevar al pequeño a casa, pues parecía muy cansado. Dejaron el auto de Mauri en su edificio y siguieron hacia la casa de Paulina en el Mini Cooper.
—Hola. —Saludó a Pau cuando abrió la puerta de su casa. La mujer parpadeó varias veces al verla ahí.
—Hola, Regi… y… Mauri… —La mujer se había dado cuenta de la presencia de la pelirroja que traía cargando a Josh dormido—. Chicas, pasen.
Regina hizo caso y entró.
—Creo que este campeón ya no aguantó más. Remar en el lago lo dejó sin baterías —dijo Mauri dándole un beso en la mejilla a su hermana para entrar a la casa. La pelirroja subió por las escaleras para llevar a Joshua a su habitación. Fue entonces que Regina se percató que Paulina no le quitaba los ojos de encima.
—Me los encontré en el parque —dijo algo nerviosa colocando un mechón de pelo detrás de su oreja.
—Me alegra verlas juntas de nuevo. Es lindo —comentó la mujer con una gran sonrisa—. ¿Quieres algo de tomar? ¿Agua? ¿Jugo? ¿Algo más fuerte?
Regina siguió a su amiga, que la guió hasta la cocina. La casa de Paulina era muy hermosa, con buenos espacios y decorado.
—Pues estoy conduciendo así que… tal vez solo un trago.
—¡Excelente! —Paulina sacó entonces una botella de tequila y refresco de toronja—. ¿Se divirtieron?
—Sí, fue una tarde grandiosa. Tu hijo es muy tierno y encantador.
—Se parece a su tía, ¿no? —dijo Mauri entrando a la cocina. La pelirroja se sentó junto a ella, frente a la barra donde Paulina preparaba los tragos—. ¡Palomas! ¡Genial!
—Aprovecha que soy el conductor designado —dijo ella sonriéndole a la chica.
—¿No beberás ninguna?
—Bueno…
—Obvio Regina pidió una —intervino Paulina riendo—. ¿Recuerdan la escena que armaron en mi despedida de soltera?
—No. —Las dos negaron con la cabeza, aunque Regina lo recordaba muy bien.
—¡Quería matarlas! Estaban tan ebrias que terminé vigilando que tú, querida hermanita, no murieras asfixiada mientras vomitabas y que tú, Regina, no te fracturaras algo cuando te pusiste a bailar en el tubo.
—Yo no recuerdo nada de eso, ¿tú sí? —preguntó ella mirando a Mauri.
—Nou. Seguro nos confundes con otras, hermana.
—¡Claro que no! —Paulina dejó dos vasos frente a ellas—. Fue divertido. Una anécdota digna de recordar. ¿Y qué tal la Navidad, Regi? En el hospital estaba tan abrumada que no te pregunté nada al respecto. ¿La pasaste bien?
Regina le hizo una mueca a Mauri, ya que la miró con burla.
—Estuve en casa de mis padres, ¡deja de sonreír así! —se quejó pellizcando a la pelirroja.
—¿Recuerdas aquellas cenas, Pau? —le preguntó Mauri a su hermana.
—Oh sí, fuimos con mis papás dos o tres veces, ¿no? ¿Siguen siendo así? ¿Con los rituales de tu madre? —quiso saber la mujer mirándola a ella. Regina suspiró y asintió. Mauri soltó una carcajada.
—¡Te llevaré el próximo año! —Amenazó a la chica.
—Me reportaré enferma —se defendió la pelirroja.
—Realmente fue lo de siempre —dijo encogiendo sus hombros—. ¿Tú cómo te sientes ahora? ¿Ya más tranquila?
—Sí —dijo Pau sonriendo—. Manuel está mejor cada día, incluso me ha exigido que me quede en casa todas las noches. Dice que las enfermeras pueden encargarse de él. Fue un milagro que sobreviviera. —Regina se conmovió mucho al ver los ojos húmedos de Paulina.
Aquella mujer había sido una gran amiga y aliada en el pasado. Cuando era adolescente y pasaba todo el tiempo con Mauri, era usual compartir momentos también con Paulina y su familia. Cada cumpleaños o celebración importante, todos estaban ahí. Separarse de la pelirroja fue también decirle adiós a la familia Alonzo. Y luego se había reencontrado con Paulina en el gimnasio, y aquello le había dado un poco de aquello que extrañaba. Aunque las cosas no habían sido como antes, Paulina siempre la había tratado bien y jamás le había hecho ningún comentario sobre Mauri, nunca había intentado averiguar lo que había ocurrido entre ellas. Al menos a ella nunca le había preguntado, ¿a Mauri sí? ¿Paulina sabría de su relación secreta?
—¿Y cuándo podrá venir a casa? —La voz de Mauri hizo que Regina regresara de sus pensamientos.
—El doctor dijo que podría ser en un par de semanas.
—Eso es fantástico —dijo ella emocionada—. Por cierto, ¿podría usar tu baño?
Mauri Terminó de beber su paloma mientras su hermana le indicaba a Regina el camino hacia el sanitario. Se sentía muy bien. Aquel día iba perfecto. Miró su reloj. ¿Regina tendría hambre? Pensó en un buen sitio para invitarla a cenar.—¿Y bien? —Paulina había regresado.
—¿Qué?
—Regina… —Su hermana levantó una ceja.
—Pues… solo quedamos en ir al parque con Josh.
—¿Así de la nada?
—Bueno… La idea surgió ayer… le envié un mensaje en la noche… para saber si había llegado bien a casa después de pasar todo el día en mi departamento —soltó rápido antes de arrepentirse.
—¿Han pasado estos días juntas? —Paulina parecía muy sorprendida.
—Dijiste que debía cerrar mi herida.
—¿Eso haces?
Mauri pudo detectar un poco de ironía en la pregunta de su hermana.
—Pues… sí. Es… Regina y yo estamos siendo adultas y maduras. Hemos platicado de muchas cosas y todo está bien. En orden.
—Realmente no sé qué decirte. Solo que ambas se ven muy bien —declaró Paulina con una risita nerviosa.
—¿Qué?
—Querida hermanita, hay cosas que no cambian.
—¿A qué te refieres?
—A ustedes. Son tan adorables juntas.
—No pienses cosas que no son —dijo Mauri sirviendo más tequila en su vaso—. Somos amigas.
—Sí, eso puedo verlo —respondió Paulina seria—. Mauri…
—No. No empieces a decirme que esto es una mala idea porque no estoy dispuesta a hacerte caso —dijo algo enfadada.
—No pienso que sea una mala idea. De hecho, creo que es lo mejor que puede pasarle a ambas.
—¿A qué te refieres?
—A que tal vez esta es la única forma que tienen para avanzar después de lo que ocurrió. Solo ella puede hacerte avanzar y viceversa.
—Regina ha podido seguir sin mí.
—¿Te parece? —Paulina negó con la cabeza—. Yo creo que en el corazón de Regina hay toda una sección dedicada a ti —susurró su hermana.
—No juegues con eso.
—Si una chica deja a su familia, incluido a su prometido, por estar contigo en Navidad… ¿qué te dice eso?
—¿Por qué metes esas cosas en mi cabeza?
—Porque te amo. Y siempre apostaré por ti —dijo Paulina mirándola con ternura—. No lo tiré, ¿sabes?
—¿De qué hablas?
—De aquel anillo que me diste. Aunque no sabía de qué rayos estabas hablando cuando me pediste que lo tirara… bueno, lo tengo todavía. Si un día lo quieres de vuelta, está en un cajón por ahí.
Mauri recordó aquello. Cuando había salido del hospital después de su accidente le había pedido a su hermana que se deshiciera del anillo que pensaba darle a Regina, pues ella no tenía el valor de hacerlo.
—Ella dijo que no me amaba —soltó bajito mirando la barra.
—¿Y le creíste? Mauri… hasta un ciego vería que Regina te adora.
Aquellas palabras hicieron que su corazón latiera con fuerza en su pecho. Sintió mucho calor en las mejillas. Mil imágenes llegaron a su mente. Tantos besos, tantas noches juntas.
—¿Y si te equivocas? —Paulina la miró feo—. Ok, suponiendo que sea verdad… ¿qué hago?
—Primero piensa en los motivos que pudo tener Regina para alejarse. Luego debes ser sincera contigo. ¿Aún sientes algo por ella? Porque cualquier cosa que hagas debes estar segura.
Unos pasos le indicaron que su examiga se acercaba.
—Pau, adoro las plantas en tu pasillo —dijo la castaña haciendo acto de presencia.
—Mi madre me las regaló. Por cierto, quiero hacer una comida de bienvenida para Manuel y me encantaría que nos acompañaras.
Mauri observó la expresión de Regina, que parecía sorprendida. Quiso intervenir para sacarla del apuro pero la chica se le adelantó.
—Será un placer.
Estuvieron media hora más en casa de su hermana y aunque a Mauri se le hizo extraño que Paulina no las invitara a cenar ahí con ella, pudo ver cómo le guiñaba el ojo cuando Regina y ella caminaban a la puerta para marcharse.
—Esto fue muy divertido, deberíamos hacerlo con más frecuencia —le dijo Paulina a la castaña.
—Sería perfecto. Muchas gracias por la hospitalidad.
—Cuando quieras. Y muchas gracias por cuidar a Josh.
—Cuando quieras —dijo Regina de regreso.
La puerta se cerró y las dos caminaron hacia el Mini Cooper.
—Entonces… —Mauri miró a la castaña—. ¿Te gustaría ir a cenar? —Su corazón se detuvo durante el instante que Regina tardó en responder.
—Claro. ¿A dónde quieres ir? —La castaña apenas la miraba a los ojos.
Mauri recordó algo.
—Yo conduzco.
Cuando la conoció en su primer día en la secundaria, Regina se había sentido intrigada por aquella niña tímida de mechones rojos. Ella había cursado toda su primaria en ese mismo colegio, por lo que se sentía cómoda al pasar de nivel. Sin embargo, aquel primer día de clases entraron algunos compañeros nuevos y ahí estaba Mauri. Fue inmediata la simpatía mutua entre ellas y desde ese primer día habían pasado ocho años sin separarse.
Regina miró por la ventana pensando en que su vida era mucho más sencilla en ese entonces. Solo debía terminar sus deberes, sacar buenas notas y pasar sus ratos libres haciendo locuras con Tini. Por otro lado, en unas semanas más, estaría casada y continuaría con la rutina que había llevado por los últimos dos años. ¿Aquello era todo en la vida? ¿A eso se reducía la existencia? ¿Crecer, casarse y trabajar hasta la muerte?
Algo llamó su atención: ella conocía esas calles. Se acomodó mejor en su asiento y sonrió.
—¿En serio?
—¿Hay algo más delicioso que unos hot dogs con papas?
—Definitivamente no —dijo feliz mientras las dos bajaban del auto—. ¡Hace años que no venía! Creo que la última vez fue contigo… —Regina se quedó muda de repente.
—¿Qué? —Mauri se paró junto a ella, mirando hacia el local.
—Es que… me sentí extraña diciendo eso —admitió apenada.
—Creo que debemos dejar algo muy claro —dijo la pelirroja haciendo que la castaña la mirara a los ojos—: Tú y yo estamos en una especie de reencuentro amistoso después de años de ignorarnos. Conocemos perfectamente nuestra historia y al menos yo no pienso avergonzarme por ella. Estoy aquí contigo porque me agradas y porque en serio quiero comer esos hot dogs y esas papas. Teniendo eso claro… ¿me acompañas a comer como si no hubiera un mañana? —preguntó Mauri extendiendo la mano para que Regina se la tomara.
—Te acompaño.
Fingiendo que aquel contacto no significaba nada para ella, Regina mantuvo agarrada la mano de Mauri mientras ingresaban al establecimiento. Aquel sitio era frecuentado mayormente por adolescentes en busca de comida rápida. Ese era uno de sus lugares favoritos cuando iban a la secundaria.
—Carajo, huele muy bien aquí.
—¿Recuerdas eso? —Regina señaló hacia el menú, donde estaba el combo que muchos años atrás solían pedir—. ¿Quieres? ¿O ya no estamos en edad para eso?
—Si tú saltas, yo salto —dijo Mauri con valentía.
—Saltemos entonces.