2 Te fuiste de aquí

Regina y su Ascenso Regina
Lorena condujo la reunión con agilidad, tal y como lo hacía siempre. Eso era algo que Regina admiraba mucho de la mujer, ya que era muy práctica. Por eso no le sorprendía que Café Latino fuera una empresa próspera a pesar de tener pocos años de vida. Además, debía admitir que la química entre Lorena y Mauri era un factor muy importante para el éxito que habían tenido. Se movió incómoda en su lugar al pensar aquello. Esa química que percibía, ¿era solo laboral? Todos decían que Mauri era como una hija para Lorena, pero Regina se sentía intrigada y tentada a descubrir si había algo más.

 —Por eso quiero hacer un reconocimiento al trabajo del equipo contable, especialmente felicitarte a ti, Regina —dijo Lorena, haciendo que ella regresara al presente.

 —Gracias. Aunque no se hubieran alcanzado las metas sin el esfuerzo de todo el equipo —respondió ella con una sonrisa.

 —Has afrontado muy bien el liderazgo del departamento en ausencia de Gonzalo. No pudo elegir mejor suplente y… reemplazo.

 —¿Q-qué? —preguntó confundida ante las palabras de su jefa. Todos los asistentes a la reunión tenían su vista puesta en ella.

 —Gonzalo me llamó hace unos días. Tomó la decisión de renunciar para enfocarse por completo en la crianza de sus hijas ahora que enviudó. Puso tu nombre sobre la mesa, algo que me pareció justo e inteligente. Si lo aceptas, su puesto es tuyo a partir de ahora.

 Regina se quedó en silencio unos segundos, sin romper la conexión con los ojos de Lorena. ¿Había entendido bien?

 —¡Sí! —dijo al fin—. ¡Claro que acepto!

 Las seis personas sentadas a la mesa empezaron a aplaudir, pero los ojos de Regina buscaron inevitablemente a Mauri, que estaba a la derecha de la jefa. La pelirroja aplaudía con entusiasmo y le regaló una sonrisa radiante en cuanto notó su mirada en ella. La chica castaña sintió un estremecimiento en todo el cuerpo y decidió atribuirlo a la emoción ante aquel anuncio.

 —¿Qué te parece si le informamos de tu ascenso al resto del equipo y pasas con Irmita a recibir las nuevas credenciales y llaves de tu oficina?

 Se sentía muy feliz. ¡Apenas podía creerlo! Sería la nueva jefa del departamento contable, tendría acceso a la toma de decisiones y se sentaría junto a Lorena en todas las reuniones. Sabía que aquel nombramiento era una declaración de confianza por parte de la mujer, ya que el contador jefe manejaba todo el capital y patrimonio de la empresa. Era por eso que Gonzalo había sido colocado en ese lugar por Lorena cuando decidió embarcarse en el emprendimiento. El hombre había sido su amigo durante muchos años, eran prácticamente familia pues Gonzalo y el difunto esposo de Lorena habían empezado su amistad desde la infancia.

 Siguió a la jefa hasta afuera de la sala de juntas, donde estaban colocadas varias mesas de trabajo. Lorena pidió amablemente la atención de todos y la presentó con su nuevo puesto. En pocos segundos ya estaba rodeada, recibiendo abrazos, felicitaciones y buenos deseos. Ella sonreía y daba las gracias a todos los que se acercaban.

 Alguien por ahí gritó que debían pedir un postre para celebrar todos juntos, cosa que Lorena autorizó de inmediato. Regina intentaba contener la emoción ante las muestras de aprecio de todos. Desde que había entrado a trabajar ahí se había empeñado en tener una trato amable con sus compañeros y poner todo de su parte para llevar a buen término su trabajo. En ese momento se daba cuenta que su actitud había dado frutos.

 Cuando volteó, vio que Mauri estaba a tan solo un paso de ella.

 —Felicidades —le dijo la pelirroja, sonriendo de nuevo.

 —Gracias. —Regina abrazó su propio cuerpo pues de repente no supo qué hacer con sus manos—. ¿Tú… ya lo sabías?

 —No. —Mauri frunció el ceño y rectificó—. Sí. Lo supe hace unos días y me pareció la mejor idea del mundo. Llamas mucho la atención por aquí, Regina. Por tu trabajo y… —La chica se detuvo de pronto y carraspeó—. Eres… una excelente profesional.

 —Igual… eres buena —dijo sintiéndose muy torpe. En sus oídos aún resonaba la voz de Mauri diciendo su nombre.

 —Entonces… Disfruta la fiesta. —Sin esperar algo más, Mauri se marchó por el pasillo que llevaba a su oficina.



Mauri
Apoyó la cabeza sobre su escritorio, harta de todo lo que había estado realizando durante la última hora.

 —¿Necesitas un exorcista? —le preguntó Pablo asomando la cabeza por la puerta.

 —Más bien vacaciones y un masaje —respondió ella sin cambiar su posición.

 —Tal vez esto te anime.

 Entonces Mauri levantó la vista y vio un enorme pedazo de pay de limón frente a ella. Se quedó mirando el postre un momento. Era su favorito pero hacía muchísimos años que no lo comía.

 —Gracias.

 —La contadora lo trajo. Le pregunté si quería pasar a dejártelo pero dijo que tenía prisa.

 —Vaya… —Regresó su vista al plato sin poder evitar sonreír—. Luego le agradezco.

 —Sí. —Pablo se dio la vuelta para salir de ahí pero regresó hacia ella—. ¿Hay… algo entre ustedes?

 —«¿Algo?» —preguntó ella levantando una ceja mientras llevaba un pedazo del delicioso postre hasta su boca.

 —Casi no le diriges la palabra. Y es raro que no le hables a una chica tan linda, aunque sea por el placer de hacerlo. Ella te ignora casi tanto como tú. ¿Tienen un amorío secreto que quieren disimular o me estoy pasando de la raya con esta suposición?

 —Pablo, tú ya has pasado todas las rayas de mi vida. ¡Le das masajes en los pies a mi madre! —dijo soltando una carcajada.

 —Todavía te odio por comprometerme a eso —dijo el chico cruzando los brazos—. ¿Entonces? ¿Tienes un romance con la contadora?

 —Claro que no —respondió regresando los ojos a su laptop.

 —¡Oh, vamos! —Pablo se sentó frente a ella—. Mi sensibilidad heterosexual siente una vibra rara entre ustedes.

 —No hay nada… Regina y yo… —Mauri pensó un segundo antes de continuar—. Fue mi mejor amiga durante muchos años.

 —¡¿En serio?!

 —Sí. Pero las cosas se complicaron. Nos peleamos. Es todo lo que diré.

 —Déjame adivinar. La lesbiana se enamoró de la hetero, ¿no?

 —No… —mintió—. Solo… Tal vez me gustaba un poco, sí.

 —Carajo. ¿Por qué no me habías dicho?

 —Cuando ella entró a trabajar aquí le dije que nunca diría nada del pasado. Así que…

 —Pues no sé qué tan incómodo sea esto pero… Jessica vino a invitarnos a un bar. Después del trabajo varios irán a celebrar el ascenso de Regina —dijo Pablo con una sonrisita.

 —Yo no creo… ¿Irás?

 —¡Claro! María estará ahí sin duda. —El chico puso cara de bobo.

 —No sé si a ella le guste verme ahí.

 —Es uno de los días más emocionantes de su vida. Por los viejos tiempos deberías ir.

 —Si tú vas… Eh… —Arrugó el gesto—. Creo que sería descortés no aceptar la invitación.



Así que al concluir el día de trabajo Mauri y Pablo se dirigieron a la celebración y aunque muchos podrían considerar que era temprano, aquel bar estaba casi lleno cuando entraron. El lugar era muy visitado por oficinistas, que después de la jornada laboral decidían echarse unos tragos ahí.

 No le costó mucho encontrar a sus compañeros, que estaban parados alrededor de una mesa redonda alta y hacían mucho ruido.

 —¡Vinieron! —gritó Jessica en cuanto los vio—. ¡Aquí! —dijo entusiasmada haciendo un lugar junto a ella.

 Mauritania enseguida notó la mirada de sorpresa de Regina, que de inmediato tomó de un sorbo todo el contenido de su vaso. Mauri se mordió los labios dándose cuenta que tal vez había cometido un error.

 —¡Esto está muy bueno! —dijo Pablo a su lado moviéndose al ritmo de la música.

 —Iré por unos tragos, ¿qué quieres?

 —Cerveza —respondió su asistente, feliz de la vida bailando en su lugar.

 Así que Mauri se alejó sintiéndose estúpida. Conocía muy bien la expresión de la chica castaña cuando algo la hacía sentir incómoda. Decidió hacer solo unos minutos y luego retirarse.

 Captó la atención del barman, pidió algo para ellos y un trago para la festejada. Trató de restarle importancia a la situación. Estaba ahí para celebrar el ascenso de una colega, nada más.

 —Genial —dijo Pablo cuando la vio llegar con dos cubetas llenas de cervezas. Los de la mesa gritaron de emoción mientras se repartían las bebidas. Entonces se acercó a Regina.

 —Hola.

 La castaña posó su mirada en ella.

 —Hola, que bueno que pudiste venir.

 —Gracias por esa gentil mentira. Solo pasé a invitarte un trago, jefa.

 Fue entonces que Regina se percató de lo que Mauri llevaba en una mano. Era una bebida blanca con mucho hielo, decorada con dos fresas.

 —¿Me trajiste un «beso blanco»? —preguntó la contadora sin poder ocultar su sonrisa.

 —Tú me llevaste mi postre favorito, así que me pareció buena idea traerte tu bebida favorita.

 Cuando Regina tomó el vaso, Mauri pudo sentir un leve roce con sus dedos, provocando un cosquilleo en su piel.

 —Gracias. Salud —dijo la chica, esperando que ella levantara su cerveza para brindar juntas.

 Mientras el líquido pasaba por su garganta, Mauri observó el rostro de aquella mujer que había sido tan importante en el pasado. Durante esos dos años laborales había evitado fraternizar con ella y consideraba que había tenido éxito en esa misión. Entonces, ¿por qué no podía seguir así? Desde varias semanas atrás le costaba más trabajo ignorar a Regina.

 —Debo irme. Sigue disfrutando la noche —dijo cuando la chica mordió una de las fresas.

 —Espera. —Regina le ofreció la otra fresa—. Siempre las compartimos… —susurró aquella.

 Mauritania titubeó un poco pero aceptó la oferta de su examiga y se la comió. Tragar aquello le costó un poco por el repentino nudo que se le formó en la garganta.

 —Está buena —dijo evitando mirar los ojos de Regina—. Nos vemos luego. —Giró para salir de ahí.

 —No tienes porqué irte. —Escuchó a su espalda, haciendo que volviera el rostro hacia la castaña—. Puedes estar aquí tomando unos tragos con nosotros.

 —C-claro —dijo un poco aturdida.

 Regresó junto a Pablo que estaba totalmente entretenido con María, su amada compañera. No entendía como la chica no se daba cuenta de lo idiota que traía a Pablo. Entonces Jessica inclinó el rostro hacia ella para hacerse oír sobre la música.

 —¿Quieres bailar?

 Mauri no supo qué responder a aquello. Le gustaba bailar, solo que no sabía si disfrutaría bailar con Jessica. Al contrario de María, ella sí se había dado cuenta de que le gustaba a aquella chica de cabello negro. Jessica no le desagradaba, pero era muy cercana a Regina.

 —Me encantaría —dijo por cortesía.

 Se alejaron un poco de la mesa y empezaron a moverse al ritmo de la música electrónica. Jessica se contoneaba frente a ella, levantando los brazos y despeinando su cabello. Mauritania intentó no reírse ante aquello, así que volteó el rostro hacia otro lado. Regina las miraba desde su lugar con una expresión ausente. Entonces Pablo y María se unieron al baile, haciendo que ella se relajara un poco por tener compañía. Decidió que debía dejarse llevar por el ambiente y se enfocó en disfrutar la noche.

 Pablo hacía movimientos graciosos, intentando imitar las coreografías de los videos que había visto en YouTube, sacando carcajadas de María. No sabía cuantas canciones habían pasado cuando Regina apareció junto a ella y empezó a bailar. Pudo notar la nariz algo roja en su examiga, que indicaba que había tomado un poquito de más.

 —¡Así, contadora! —gritó Pablo retando a su compañera a realizar un paso. La contadora happy y su asistente empezaron a dar show con sus bailes improvisados.

 De repente Regina había regresado a ser la chica de veinte años que amaba salir al antro con ella y bailar toda la noche. Por primera vez desde su reencuentro, Mauri la pudo notar relajada, riendo mientras seguía dando vueltas por la pista.

 Alguien la empujó, haciéndola chocar con Regina. La sujetó rápido para que la castaña no cayera.

 —Lo siento —dijo algo apenada sin apartar sus manos de ella. Aquel cuerpo era un poderoso imán.

 —Hola, extraña. —Regina sonreía—. Esta es la mejor noche que he tenido en mucho tiempo.

 —¿Sí? —Mauritania sintió peligro ahí, así que usó todas sus fuerzas para dar un paso atrás.

 —¡Hace mucho que no tomaba un «beso blanco»!

 —¿De verdad? ¡Pero si lo amas!

 —Cosas que pasan, ¿no crees? —dijo la contadora encogiendo sus hombros.

 —Sí, creo que sí. Yo hace mucho que no comía pay de limón —confesó.

 —¡Sacrilegio! ¿Te gustó el de hoy?

 —Estuvo delicioso.

 —Lo venden cerca de la oficina. No recuerdo el nombre del lugar pero podemos ir cuando quieras.

 Mauri sonrió ante aquello. Entonces se dio cuenta de cuán ebria estaba Regina en realidad.

 —De acuerdo —dijo sabiendo que aquello nunca pasaría—. ¿Tu novio vendrá por ti?

 —No. Está en la oficina con un caso muy importante sobre… No recuerdo.

 —Entonces te acompañaré a casa.

 —No, no. Estoy bien. Solo tengo que subirme a mi auto —Regina tomó un volante imaginario—, girar a la derecha —Giró a la izquierda—, ¡y listo! Llegaré a mi casa.

 —Ni hablar.

 Unos compañeros se acercaron para despedirse de Regina y en cuanto eso pasó, los demás se dieron cuenta de la hora, así que también se marcharon. Después de todo tenían trabajo al día siguiente.

 Sin perder de vista a Regina, Mauri caminó por la acera hasta el estacionamiento.

 —Creo que será mejor que tú lleves mi auto —le dijo a su asistente mientras le daba las llaves—. Yo conduzco el de Regina. Con cuidado, Pablo.

 —Tranquila, jefa. Tu coche corre más peligro contigo que conmigo.

 —Y si María te acompañará, aprovecha para invitarla a salir. —Pudo ver el sonrojo del chico.

 —¿C-cómo hago eso?

 —¡Carajo, Pablo! ¡Tienes veintitrés años!

 —¿Eso qué? Desde la preparatoria no invito a nadie.

 —Pues… ¡Hey, hey! —Mauri corrió detrás de Regina que caminaba hacia la avenida donde pasaban los autos a gran velocidad.

 —Listo —dijo María al alcanzarlos—. Jessica tomó un taxi con Juan y Tina. ¿Está bien? —preguntó la chica al ver a su amiga.

 —Sí, creo que sí —respondió Mauri casi cargando a Regina para subirla a su Mini Cooper blanco—. No sé cómo puedes conducir un auto tan pequeño. —Se quejó mientras le ponía el cinturón de seguridad.

 Como pudo, Mauri logró acomodar sus rodillas para conducir aquella miniatura y siguió el Golf en el que María daba instrucciones para llegar a casa de Regina. Obviamente Mauri no tenía idea de donde vivía, ya que lo había preferido así para evitar la tentación de pasar por aquella calle. Sin embargo, ese momento era una excepción. No podía dejar que la castaña volviera sola a su casa.

 —Eres un encanto —dijo la somnolienta chica a su lado.

 —Gracias.

 —El otro día vi una de aquellas películas que te gustan mucho… la de dinosaurios.

 —¿Parque Jurásico?

 —¡Esa! No sé qué le ves, es horrible. Da miedo.

 —Pero la viste, ¿no?

 —Sí… Recuerdo que preparabas muchas palomitas con extra mantequilla y te quedabas viendo esas cochinadas.

 Mauri sonrió bastante divertida al ver lo que el alcohol hacía sobre la chica, que se acomodó contra la puerta y cerró los ojos.

 —Pronto estarás en tu cama —dijo aunque no estaba segura de que Regina estuviera despierta.

 —Ojalá esto fuera real. —Escuchó Mauri en un susurro de la contadora.

 La casa de la castaña tenía una terraza delantera para estacionar dos autos y un jardín al lado derecho. Mauri notó que el novio de Regina aún no había llegado a casa. Pablo estacionó el Golf algunos metros adelante, para dejar que ella entrara a la cochera.

 —Llegamos. Regina, ¿me oyes? —dijo sujetando el hombro de la chica, que dio un respingo y abrió los ojos mirando para todos lados. Mauritania bajó del auto y le abrió la puerta a su examiga, que descendió un poco tambaleante.

 —Yo creo que… —La contadora buscó en su bolso hasta que sacó las llaves—. Gracias por traerme.

 —Hubieras hecho lo mismo por mi. Entra ya.

 La castaña logró abrir la puerta y lanzó sus cosas al interior. Con el ceño fruncido, se acercó un poco a Mauri y le tocó el hombro con un dedo.

 —¿Eres real?

 —Sí, creo que sí.

 —Qué chistoso —dijo Regina dando un paso más hacia ella—, te veo en mis sueños y ahora de verdad estás aquí.

 Mauritania se sorprendió mucho ante aquellas palabras. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, atreviéndose a usar ambas manos para acariciar el rostro de Regina, que cerró los ojos. Los recuerdos de sus días felices golpearon el corazón de la pelirroja, que se acercó más al rostro de la castaña.

 —Yiyí, no sabes…

 Cuando unas potentes luces las alumbraron, Mauri dio un paso atrás. Un auto aparcó junto al Mini Cooper.

 —Hola. —El novio de Regina bajó de su Audi y se acercó a ellas.

 —Hola, vine a traerla.

 —Gracias, eh… —El hombre la miró un momento mientras sujetaba a Regina de un brazo.

 —Mauritania.

 —Claro, claro. Nos conocimos en la fiesta de navidad del año pasado. ¡Y mira que ya vamos a más de la mitad del año!

 —Sí. Pasa muy rápido el tiempo.

 —Por lo que veo estuvo buena la parranda. Hola, amor. —Carlos le dio un beso a Regina en los labios y Mauri sintió ganas de golpearle la cara.

 —Carlos… —respondió la chica, que parecía hacer esfuerzos por enfocar la mirada.

 —Entonces me retiro —dijo la pelirroja con prisa por salir de ahí.

 —¿Necesitas que te lleve a algún sitio? ¿Pedir un taxi?

 —No, no. Mi auto está ahí. —Señaló el Golf adelante.

 —¿Es tuyo? Vaya, es impresionante ese auto.

 —Sí, es muy bueno.

 —Gracias por traer a mi prometida.

 —Fue un placer.

 La pelirroja miró una vez más a Regina, que estaba callada y no dejaba de observarla, como si siguiera intentando descifrar si era una alucinación. Mauri caminó deprisa hasta el Golf, jurando por su maldita vida no volver a involucrarse con aquella mujer.