21 La vida después de ti es un castigo sin fin


Mauri
El mundo se encendió de repente después de aquel parpadeo. Ahí estaba ella sentada en la orilla de su cama, en la oscuridad de su cuarto. Giró la cabeza hacia la enorme ventana que mostraba la ciudad, donde miles de luces le indicaban que el planeta seguía vivo, aunque ella sintiera que nada en su interior tenía vida. O al menos a esa conclusión había llegado después de pasar todo el fin de semana ahí encerrada.
    Habían sido tres días de tortura para ella, tratando de reconstruir los trozos de su pasado caótico, de aquellos años de ir y venir sin sentido. Todo era tan obvio que se sentía estúpida y aterrada por lo que había descubierto. Pero no tenía opción.
    Era el único modo de salir de eso. De sobrevivir.
    Caminó hacia su balcón y se apoyó en el barandal. Desde varios pisos arriba, observó la calle llena de gente y autos. Vio el mar de civilización frente a ella. Podría jurar que conocía cada bar de esa ciudad, incluidos los de muy baja reputación. Esa había sido su jungla después de aquella tarde, después de empezar con su descenso al infierno. Pero tantos años entre las llamas la habían hecho inmune al fuego, hasta tal punto de creer que vivir así era lo normal. Que todo estaba en orden. Pero nada había estado bien. Qué idiota.
    Se había cegado y había cubierto su dolor con ironía. La había ahogado con alcohol y con besos vacíos. Todo con tal de no enfrentarse a la verdad. Se había saboteado una y otra vez, y había cometido un terrible error.
    Miró al cielo y suspiró, lista para hacerse cargo de su vida. Debía hacer algo drástico que la sacara de su actual estado de embotamiento emocional.
    En algún lugar de aquel océano de gente, estaba una chica castaña que había podido continuar muy bien con su vida, haciendo que ella se sintiera más patética.
    ¿En serio Regina era tan inalcanzable? No, seguramente no lo era. Solo su tonto cerebro había convertido a la castaña en una diosa, logrando que ninguna relación pudiera parecerle significativa.
    Y luego…
    Apretó los ojos al sentir un escalofrío. ¿Por qué permitió que eso sucediera? Lorena incluso le había dado la opción de no contratar a Regina y ella había optado por «ser madura».
    —Estúpida… —susurró—. Bien, ahora tienes que ser una niña grande. —Con decisión, fue hasta su cama, encendió su laptop y empezó a redactar lo que necesitaba.
    A cada palabra trataba de ignorar las punzadas dolorosas en su pecho. Pero no debía ceder. Renglón por renglón, terminó aquel documento y pensó que eso sería lo primero a hacer en cuanto llegara a la oficina al día siguiente.


Regina
Las puertas del elevador se abrieron y se apresuró a subir por el temor de que un auto rojo ingresara al estacionamiento. Suspiró aliviada cuando las puertas se cerraron.
    Lo había arruinado y lo sabía. Se había excedido en su enojo y en sus palabras. No sentía nada de lo que le había gritado a la pelirroja, pero tal vez lo mejor para ambas era que Mauri creyera que sí.
    Todo había estado bien cuando no se hablaban, así que tal vez lo único que debían hacer era regresar a ignorarse mutuamente.
   Ella podría hacerlo. Si Jessica se rendía en su cruzada por encontrar y exterminar a todas las Yiyís del mundo, tal vez en unas cuantas semanas todo volvería a ser como antes.
    Podría casarse sin contratiempos, enfocarse en su trabajo, vivir día a día con tranquilidad y control. Y las juntas de los jueves no serían problema si no miraba hacia el lugar de Mauri. Después de todo, el poco contacto entre sus departamentos podría garantizar el éxito de su convivencia laboral.
    Cuando las puertas del elevador se abrieron de nuevo, caminó confiada hacia su oficina. Todo estaba en orden. Todo se arreglaría. Revisó la agenda en su celular mientras rodeaba su escritorio. Tenía algunos mensajes de Margot para consultarle sobre los cisnes que su madre quería poner en la fuente para recibir a los invitados. Exasperada por ese tema, Regina se apresuró a teclear la respuesta, hasta que la puerta de su oficina se abrió como si un huracán la hubiera chocado.
    —¡¿Conociste a Mauri en la secundaria?! —gritó alguien.
    La interrupción la tomó tan de sorpresa que su celular salió volando por los aires. Jessica tenía aún la mano en la perilla y la miraba con el ceño fruncido.
    —¿Qué? —preguntó levantando su teléfono del suelo.
   —Decidí que la única forma de encontrar a esa perra era reconstruyendo la vida de Mauri. Saqué todo su expediente de Recursos Humanos y leí sobre su educación…
    Alguien llegó corriendo. Era María.
    —¡¿Por qué me dejaste encerrada en el baño?! —le reclamó a Jessica, que la ignoró y continuó con su exposición.
    —… Entonces noté que había asistido a las mismas escuelas que tú, desde la secundaria… las mismas, Regina, los mismos años…
    —Eh… no recuerdo haberte hablado sobre mis escuelas…

    —¡Las encontré en tu expediente!
    —¡¿También leíste su expediente?! —gritó María—. Alguien tiene que decírtelo Jess: estás quedando loca.
    Su mirada se cruzó con la de María, que negó con la cabeza de manera sutil. Regina carraspeó, tratando de recuperar el control de sí misma. Ya había cometido suficientes equivocaciones por no guardar la calma.
    —Jessica, en primer lugar esos expedientes son confidenciales y no puedes usarlos para espiar a tu ex. En segundo lugar… sí, creo que fuimos a las mismas escuelas pero… —fingió que pensaba—. Ni siquiera lo tengo muy claro… tal vez nos cruzamos en algún pasillo…
    —¿Tú sabes cuántas niñas van a esas escuelas, Jessica? —intervino María—. ¡Cientos! ¿Por qué no dejas tu paranoia y aceptas de una vez por todas que lo tuyo con Mauri ya acabó?
    —¿De una vez por todas? ¡Apenas terminó conmigo!
    —¡Pues parece que llevas años quejándote! ¡No es la única mujer del mundo, carajo!
    —Solo quiero… —Jessica regresó la mirada a ella—. ¿Sabes quién es Yiyí? Si fueron a la misma escuela, seguro también conociste a esa tipa. ¿La recuerdas? ¿O su apellido?
   —¿Eso para qué te servirá, Jess? ¿Crees que Mauri regresará solo porque descubras quién es esa chica?
    —Necesito saber… —La voz de Jessica se quebró—. Estuve detrás de Mauri por años… ¡Años! No pude haber fallado así… ella… Yiyí debe ser… quiero saber que es mejor que yo… debe serlo, o de lo contrario significa que soy aún más insignificante —terminó su amiga con lágrimas cayendo por sus mejillas, haciendo que Regina sintiera compasión.
    —Vamos, no pienses así… —dijo acercándose a su amiga para abrazarla—. Tú eres magnífica, es solo… tal vez… nadie puede mandar sobre sus sentimientos, Jessi… creo que, aunque ahora la detestas, Mauri no es mala, solo… a lo mejor solo no pudo…
    —… amarme —terminó Jessica.
   —Oye, oye… creo que lo que necesitas es una noche con mucho alcohol, canciones de despecho y ver chicas desnudas —dijo María con tono juguetón—. Podríamos salir y ver algunos pechos, ¿qué opinas?
    Jess negó con la cabeza.
    —Quiero encontrar a Yiyí…
    —¡Otra vez la burra al trigo! —María le dio un zape.
    —Tienes razón, Jess —dijo ella tomando una decisión—. Si encontrarla es parte de tu proceso, te ayudaré.
    María la miraba con la boca abierta, pero Regina de repente había sentido un rayo iluminador. Se apuró a buscar entre las redes sociales de Paulina, pues sabía que ahí encontraría lo que había recordado. Tardó un poco más de lo pensado, pero lo logró. Observó la foto un momento para asegurarse de no cometer un error y le entregó su celular a su amiga.
    —¿Esa es… Yiyí?
    —Sí, es ella —dijo con seguridad—. Lamento no haberte mostrado esto antes. Paulina me la enseñó hace unos días cuando le conté lo que había ocurrido…
    —¿Y por qué no habías dicho nada?
    —Creí que solo le echaría más leña al fuego. Pero ahora sé que necesitas verla.
    —Se ve tan… —María observaba la foto sobre el hombro de Jessica.
    —Falsa… —dijo Jess—. Todo en ella luce operado… muy producido. O sea, es imponente pero…
    —Tal vez a Mauri le gustan así, superficiales y llenas de plástico… ¿Ves Jess? ¡No es por ti! Tú eres divertida, hermosa, natural, sin tanto silicón en las bubis… —animó María.
    Regina se mordió la lengua para no soltar una carcajada. Aquella chica que aparecía junto a Mauri en la foto, era Rebeca, la prima insoportable de la pelirroja, que era fanática de las cirugías plásticas y del bótox. Regina sabía todo eso porque Mauri y ella solían burlarse mucho de Rebeca, incluso el día en que ella misma había tomado esa foto de Rebeca y Mauri durante la boda de Paulina.
    —Paulina me dijo… en realidad ellas nunca tuvieron nada, ¿sabes? Pero creo que Mauri… ella…
    —Ella sí se enamoró… —susurró Jess.
    —Sí. —Regina sintió una ola de emociones dentro de ella—. Mauri se enamoró.


Mauri
Pocas veces había visto a Lorena Barbeito totalmente descolocada, pero en esos momentos la mujer frente a ella parecía al borde del colapso.
    —¿Qué es esto? —le preguntó Lorena con un hilo de voz mirando la hoja que un minuto antes le había entregado.
    —Mi carta de renuncia —dijo con firmeza.
    —¡¿Estás loca?! ¡¿Por qué?!
    —Quiero cambiar de aires.
    —¿Cambiar…? ¡¿Qué coño estás diciendo?! ¡Explícame qué estupidez es esta!
    —Bueno… desde antes de graduarme empecé a trabajar contigo y pues… he pasado los últimos seis años en Café Latino… quisiera probar otras cosas. Viajar. Conocer el mundo. Estoy excesivamente agradecida contigo, amo esta empresa pero debo hacer esto.
    —Vamos, Mauri, no me salgas con tonterías. ¿Viajar? ¿El mundo? ¿Es por Jessica? —preguntó su jefa levantando una ceja.

    —¿Jessica? No, no. Para nada.
    —Sí… —La mujer asintió lentamente sin despegar sus ojos de ella—. Es por Regina, ¿verdad? Es por ella. ¿Qué sucede entre ustedes? Y no me mientas, recuerda que las vi muy juntitas en tu oficina el otro día.
    —No ha pasado nada entre nosotras —dijo con una risa amarga—. Regina se moriría antes de… lo que sea. Solo necesito cambiar algunas cosas, por eso debo irme.
    —Pues no lo acepto.
    Mauri se acomodó bien en su lugar y tomó aire.
    —Lorena… hablo en serio. Me iré.
    —No puedes dejarme aquí sola con todo esto. No podría dirigir sin ti.
   —No digas esas cosas. Sabemos perfectamente que puedes hacerlo con la mano en la cintura.
    —Si he podido tener la mano en la cintura es por mi equipo, porque tengo a personas increíbles al mando junto conmigo. Y una de esas personas eres tú. Mauri, no puedes irte así como así. ¿Quieres un aumento de sueldo? ¿Más libertad creativa? ¿Equipo? ¿Personal? ¡¿Qué quieres?!
    —¡Irme, quiero irme de aquí! —dijo saltando de su lugar para caminar por la oficina—. ¡No hagas esto más difícil, por favor!
    —¡Entonces ten las agallas para decirme por qué! ¡¿Es por Regina?!
    —¡Sí, es por Regina! ¡Es por ella, ¿contenta?!
    —¿Qué sucedió entre ustedes?
   —Nada… —dijo suspirando—. Ese es el problema. Que yo… siempre estaré esperando a que pase algo y eso no… ya no quiero verla, ¿entiendes?
    —Tal vez podríamos manejar eso internamente, asegurarnos de restringir el contacto entre ustedes.
    —No, no es suficiente. Necesito alejarme, no quiero encontrarla por accidente o pensar que el parque al que voy con mi sobrino es su parque favorito… y… no soporto verla con otro —confesó molesta—. Ella se casará en unas semanas y yo no quiero estar aquí.
    —¿Y por eso quieres irte al fin del mundo?
   —Quiero irme para escapar de ella. Para lograr continuar. Si me quedo… no creo poder…
    —Esto es una mierda. —Lorena agachó la cabeza—. Sabes perfectamente que eres mucho más que la chica de publicidad. Eres mi mano derecha, mi sucesora. ¡Eres de más ayuda que mis tontos hijos!
    —Lo siento… si hubiera otra forma lo haría.
    Lorena se limpió una lágrima.
    —Yo estaba devastada cuando te conocí, ¿recuerdas? Mi marido acababa de morir y yo trabajaba en mi pequeña cafetería. Fue por ti que Café Latino empezó. Tú fuiste la que me insistió en crear esta empresa. ¡Te convertiste en una maldita piedra en mi zapato hasta convencerme!
    —¿Qué te puedo decir? Apenas probé tu café supe que era el más delicioso del mundo.
    —Sí, recuerdo ese día… fue de esos que se quedan grabados en la memoria. Estuviste ahí sentada, inmóvil durante horas. Recuerdo que ya estaba llegando la hora de cerrar y tú continuabas ahí con la mirada perdida.
    —Yo prefiero no pensar en eso.
    Era una de sus pesadillas más frecuentes: el momento en que Regina la había abandonado. Después de que la castaña la dejara ahí sentada, Lorena se había acercado a su mesa para verificar que estuviera bien. Entonces empezaron a platicar y la mujer le regaló un paquete de café cuando Mauri se marchó. Unos meses después ella volvió con una idea: hacer de Café Latino un nombre internacional. Habían pasado seis años y estaban a punto de lograrlo.
    —Por fin hemos llegado hasta aquí, ¿y te vas? Mauri, esta también es tu victoria. Tú fuiste la primera en visualizar este momento, no me parece justo que renuncies a ello solo porque una mujer no te ama.
    —Es algo que debo hacer por mí. Por favor, apóyame.
    Lorena se echó para atrás en su silla, pensando. Las dos se quedaron en silencio por varios segundos.
    —De acuerdo, te apoyaré. Pero tengo que pedirte algo primero.
    —Bien.
    —El lanzamiento. Necesito que te quedes hasta que la apertura de Los Ángeles se haya realizado.
    —Pero… la fecha.
   —Sé que es después de la boda de Regina. Pero te necesito. Por favor. —La mujer estiró las manos sobre su escritorio para que Mauri se las sujetara. Aquel gesto era muy habitual en su jefa y Mauri odiaba lo que ese simple apretón de manos podía causar en ella.
    Respiró hondo ante lo inevitable.
    —Lo haré.
    —Lo lamento —susurró la mujer.
    —Está bien —dijo con resignación—. Solo serán unos días más…
   —No me refiero a eso. Lamento que una chica tan maravillosa como tú… Regina es una tonta. —Lorena tenía una sonrisa amarga y los ojos húmedos.
    —Yo también lo creo —comentó con tristeza—. Ahora, quisiera platicar sobre otro asunto.
    —¿Cuál?
    —Pablo.


Regina
Estaba totalmente agradecida con Dios, con el universo o con quien fuera el responsable de no haberse encontrado con Mauri durante todo el día. María había sido de mucha ayuda, pues se ofrecía a ir a verificar los pendientes con los otros departamentos para permitirle quedarse escondida.
    Aquella dinámica le dio esperanza de la estrategia a seguir a partir de ese día. Podía funcionar. Estaba segura de que Mauri ya no le hablaría, que se mantendría distante y callada como antes. Regina suspiró pensando que su único consuelo sería verla cada jueves en la reunión. Podría usar esos momentos para echar un vistazo y asegurarse de que estaba bien. Incluso María podría ayudarla a sondear, a través de Pablo, que Mauri no hiciera estupideces. Al menos quería asegurarse de que no volviera a estrellar ningún auto.
    Estaba mordiendo de manera mecánica la punta de su lapicero cuando la secretaría de Lorena le informó que la jefa solicitaba su presencia. Con mucha precaución caminó por los pasillos, echando miradas furtivas, lista para correr si una pelirroja aparecía en el camino. Pero no se la encontró.
    Cuando estuvo en presencia de Lorena, la mujer le hizo una indicación para que tomara asiento.
    —Bien, tengo excelentes noticias. Todo está listo para el viaje. —Lorena le entregó sus boletos de avión—. Necesito que tengas los datos muy claros para las preguntas que seguramente nos harán. Ya sabes que lo que debemos proyectar es que apostar por nosotros es seguro…
    —No te preocupes por eso. Tengo un informe totalmente detallado sobre las finanzas y me sé todos los datos al derecho y al revés.
    —Excelente… —Lorena parecía muy nerviosa—. Es que este asunto me tiene bastante estresada… me emociona, pero… lo he soñado tantas veces…
    —Puedes estar tranquila. Verás que el lanzamiento será un éxito y podremos concretar esta alianza comercial. Nuestro café es el mejor.
    —¡Pues no se diga más! ¡Iremos con todo! No sabes cuántas veces he pensado en lo que diré. Me he imaginado ese discurso cientos de veces durante estas semanas. ¡Lo lograremos!
    Ella asintió con entusiasmo para tranquilizar a Lorena. Ella sabía muy bien la importancia que ese asunto tenía para la empresa y en especial para su jefa, que llevaba años esperando una oportunidad así. Por fin la tenía y Regina estaba dispuesta a dar lo mejor de sí misma para sacar esa negociación adelante.
    —Entonces volveré al trabajo… —dijo poniéndose de pie.
    —Espera… —Lorena había adoptado una expresión sombría—. También quiero hablarte de otro asunto… pedirte que… es sobre una baja que requiero.
    —Claro —dijo ella aceptando la carpeta que Lorena le entregó. Su jefa mantuvo sus ojos en ella, haciéndole ver a Regina que debía revisar los documentos ahí mismo. Eran copias de una carta de renuncia y una solicitud de liquidación… En cuanto leyó el nombre sintió que el alma se salió de su cuerpo.
    —¡¿Qué es esto?! —preguntó horrorizada.
    —La renuncia de Mauri… necesito que realices su baja y liquidación…
    —¡¿La dejarás ir?!
    —No puedo detenerla.
   —¡Mauri no puede irse! —dijo enfadada—. ¡Ella es indispensable en esta empresa! ¡Sin ella…! —El nudo en su garganta no la dejó continuar. ¿Por qué esa estúpida hacía eso?
    —Está decidida a marcharse. De hecho… quería que la renuncia se hiciera efectiva de inmediato.
    El corazón de Regina se retorció de la forma más dolorosa que la chica había sentido.
    —¡Esto es ridículo! Ella solo está bromeando… nunca dejaría Café Latino.
   —Regina, ella se irá después del lanzamiento. —Lorena hizo una mueca de tristeza.
    —¡¿A dónde?!
    —No tengo idea. Solo me dijo que muy lejos.
    —¡Esa tonta! ¡¿Cómo se atreve?! ¡Habla con ella! ¡Pídele que no se vaya!
    —Lo siento. Ya lo intenté.
    —¡Pues no lo acepto! —gritó con furia lanzando la carpeta sobre el escritorio—. ¡Ella no puede largarse así como si nada! ¡Como si no le importáramos! ¡No pienso hacer ningún papeleo para ella! ¡Si quiere largarse tendrá que venir y decírmelo a la cara!
    —Regina… no podemos detenerla, es una adulta…
    —¡Es una tonta! —Sentía la sangre hirviendo—. ¡Debes obligarla a quedarse! ¡Dile que es por contrato, por el café, POR LO QUE SEA! —gritó con dolor. Lorena la observó un par de segundos antes de hablar de nuevo.
    —Tal vez… solo me queda un as bajo la manga. Pero no sé si ella acepte.
   —¡Pues inténtalo! —suplicó—. ¡Mauri debe quedarse! ¡Este es su lugar! ¡Aquí, con…! —Se detuvo al notar su voz quebrarse—. Por favor… —logró terminar.
    —Lo intentaré. Recemos porque logre hacerla cambiar de parecer. Tendré que… —Su jefa carraspeó—. Ella es una chica dura… solo se me ocurre una manera. Mientras tanto, prepara su liquidación.
    —¡Pero!
    —Solo por si fracaso. Por favor.
    Regina no quería hacer eso. Miró la carpeta como si de una bomba se tratara. No quería ni tocarla. Asintió lentamente aceptando la petición de su jefa.
    —Lo haré —dijo con la voz temblorosa.
    —Muchas gracias. Y prepárate para un gran viaje.
    Regina intentó sonreír para despedirse de Lorena pero no estuvo segura de haberlo conseguido. Agarró los papeles de Mauri y salió de ahí. Estaba furiosa. Se encerró en su oficina y leyó de nuevo la copia de la estúpida carta de renuncia. ¡¿Cómo se atrevía a dejarla?! Sin poder contenerse rompió en mil pedazos esa hoja.

    —Cobarde… —susurró lanzando los restos a la basura—. Ven a decírmelo…
    Entonces recordó su última pelea con la pelirroja. Se tapó el rostro totalmente aterrada. Le había dicho esas cosas tan horribles. ¿Asco? Nunca había sentido asco entre sus brazos. Al contrario… Miró por la ventana. Se sentía confundida. Si lo pensaba bien, la decisión de Mauri le beneficiaba mucho a ella. Si la pelirroja se iba, ya no tendría que preocuparse por encontrarla en la oficina. Podría caminar con libertad por los pasillos, podría enfocarse en su nueva vida como una mujer casada.
    Por fin habría mucha distancia entre Mauri y ella. Por fin podría enfocarse en ser feliz, en hacer sentir orgullosos a sus padres, en construir un hogar con Carlos. Suspiró pensando en que debía controlar sus emociones y elegir lo mejor para ella.
    —Vete… —dijo con lágrimas en los ojos—. Así podremos ser felices las dos. Todo será mejor sin ti.