22 Tengo que soltarte, ya lo sé


Mauri
Sus ojos estaban fijos en su computadora mientras decidía qué vuelo comprar. Miró las opciones. ¿Un lugar frío? ¿Un lugar desértico? Esperaba no arrepentirse de haber postergado su partida, pero no podía decirle que no a Lorena. Esa mujer la había ayudado siempre y quedarse con ella hasta el lanzamiento sería su pago final.
    Dio doble click y colocó sus datos bancarios para realizar la compra. En eso estaba cuando la puerta de su oficina se abrió.
    —Galicia dice que en media hora tendrán listo el set —le dijo Pablo.
    —Bien, eso me da tiempo de revisar bien esto…
    —¿Y…? ¿Qué tal vas con el asunto de… lo que sea que tengas en tu pecho?
    —¿Te refieres a mi corazón? —preguntó levantando una ceja—. Todo en orden.
    —Sí… eso me preocupa. Ya, en serio, dime qué te pasa.
    —Nada, estoy bien. —Agrandó las imágenes de Irlanda.
    —Pero… lo que llegaste gritando el jueves… sobre Regina…
   —No hay motivos para mencionar a la contadora Leal en esta oficina —canturreó mientras reservaba su hospedaje.
    —Ustedes están locas… pero ya las veré de nuevo abrazaditas…
    —¡Pfff! ¿Abrazaditas?
    —¿Ya olvidaste cómo se puso contigo después de tu casi muerte?
    —Solo estaba asustada.
   —Mauri… —Pablo estaba muy serio—. Estoy convencido… creo que ella de verdad siente algo por ti.
    Frunció el ceño al recordar las palabras de Regina.
    —Asco. Eso siente.
    —¿De donde sacaste eso? —Pablo soltó una carcajada—. El asco no se ve así, créeme. Muchas chicas han sentido verdadero asco por mi, sobre todo en la preparatoria. No. Lo de Regina no es asco, es… casi podría asegurar que…
    —Es mejor que lo dejes ahí —pidió ella regresando su atención a su laptop—. Ya no quiero gastar mi tiempo pensando en Reg… la contadora Leal.
    —¿Sabes que suenas ridícula diciéndole así?
   —Si ya dejaste de decir tonterías, siéntate y pon mucha atención. Necesito decirte algo.
    —Claro. Estoy listo para escuchar y darte el mejor consejo. Regresemos al jueves cuando entraste pateando cosas… —El chico se sentó frente a ella.
    —Lo que te quiero decir es sobre trabajo, tonto. Mira… ahm… has trabajado conmigo por un largo tiempo…
    —Una eternidad.
    —Y creo… no, no creo. Estoy segura que ya llegó el momento de dejarte ir…
    —¿Qué?
    —Dejarte ir a un nuevo puesto. Un ascenso.
    —¡¿Qué?! —Pablo saltó de su lugar.
   —Serás el nuevo integrante del equipo de marketing, si te interesa. Hay un puesto como creador de contenido. Es un trabajo 100% creativo en el área audiovisual. ¿Qué dices?
    —¡¿Cuándo empiezo?! —Pablo irradiaba felicidad.
   —Pues… justo ahora. Obviamente tu sueldo aumentará, podrás obtener bonos… Pablo, si haces bien esto te espera un gran futuro en esta empresa.
    —¡Y ya no seré tu esclavo!
    —Si, eso también. —Mauri empezó a reír—. Pasa a recursos humanos para que hagan todo el papeleo.
    —¡Excelente! ¡Gracias, gracias! —El chico corrió a abrazarla.
    —Te dije que darle masajes a mi madre te traería bendiciones —se burló de su amigo.
    —¿Ya tienes otro asistente? Si quieres lo puedo entrenar…
    —No, no es necesario.
   —¿Segura? ¿Quién organizará tu vida? ¿Quién comprará regalos para tu familia? ¡No sabes ni las fechas de sus cumpleaños!
    —Ya pensaré en algo.
    —¡Debo decirle a María! —Pablo salió de ahí corriendo.
   —¡Pasa primero a recursos humanos! —gritó esperando que su amigo la hubiera escuchado.
    Sonrió feliz por aquella noticia. Pablo había estado a su lado por dos años y era una persona que tenía mucho talento creativo. Estaba segura que lo haría genial en su nuevo puesto. Así podría marcharse tranquila. Todos en el área de marketing estaban plenamente capacitados para realizar sus funciones, por eso sabía que su partida no frenaría su ritmo de trabajo. Se había encargado de crear un equipo fuerte, con una estrategia clara para crecer la marca. Regresó la vista a su computadora. Hizo click en el botón y listo. Tenía todo reservado para su partida. Vuelo de ida. Sin regreso.

    Su teléfono sonó anunciando una llamada de su hermana. Mauri dudó un momento en responder. La noche anterior, al salir del trabajo, había ido a contarle a Paulina sobre sus planes de marcharse. En realidad había demorado solo cinco minutos con ella, pues había arrojado la bomba apenas Paulina abrió su puerta y Mauri no había aceptado ningún sermón de su parte. Se había subido rápido a su auto sin escuchar los diez mil argumentos de su hermana de porqué su viaje era una estupidez.
    —Hola —dijo presionando el altavoz.
     —Hola.
    —¿Qué pasa, Pau?
    —Tengo buenas noticias. —Mauri dejó lo que hacía—. El próximo martes darán de alta a Manuel.
    —¡Excelente!
    —¡Sí! Los doctores dicen que quieren mantenerlo en observación una semana más y luego podré llevarlo a casa.
    —Me alegra mucho, Pau. Ya era hora.
    —Ya le he contado a Joshua. Dice que le escribirá una canción a su papá —dijo su hermana encantada—. Y para celebrar, el siguiente domingo quiero que toda la familia nos acompañe a comer.
    —Ahí estaré.
    Hubo silencio en la línea por varios segundos. Mauri verificó que la llamada no se hubiera cortado. Entonces Paulina volvió a hablar.
    —¿Cuándo les dirás a mis papás que piensas irte?
    La pelirroja suspiró.
    —No lo sé.
    —¿Estás segura de esto?
    —Sí —dijo sin titubear.
    —De acuerdo. Solo quiero que sepas…
    Su puerta se abrió de golpe y Pablo entró como alma que lleva el diablo.
    —¡Lorena tuvo un accidente!
    —¡¿Qué?! —Olvidando su llamada, corrió detrás de su amigo. Todo en la oficina era un caos. Se escuchaban gritos de alguien que preguntaba si ya se había llamado a la ambulancia—. ¡¿Dónde?!
   —¡Abajo! —dijo Pablo presionando el botón del elevador, que se abrió enseguida.
    —¿Qué pasó?
    —No lo sé, el portero acaba de avisar.
    En el ascensor iban otros compañeros que bajaban a ayudar a Lorena. ¿Qué había pasado? Corrió por el lobby del edificio hacia la calle. Ahí pudo ver un auto atravesado y una ambulancia. Lorena estaba en la camilla, la estaban subiendo.
    —¡Mauri! —La mujer la llamó.
    —¡¿Qué pasó?! —preguntó subiendo a la ambulancia con ella.
    —La atropellaron —dijo un paramédico. La pelirroja observó el cuerpo de su jefa, no veía rastros de sangre ni nada.
    —¿Estás bien? —quiso saber sujetando la mano de Lorena.
    —Me duele mucho la pierna.
    —Tiene una posible fractura. Lo confirmaremos pronto.
    La ambulancia arrancó y tomó rumbo al hospital. Lorena apretaba los dientes.
    —¿Duele? —preguntó la pelirroja.
    —No se preocupe, está medicada —dijo el paramédico señalando el brazo de Lorena donde tenía un catéter.
    —¿Quieres que llame a alguno de tus hijos? ¿A Juan? ¿A Lucía?
    —No, primero quiero llegar al hospital.
    Lorena cerró los ojos y Mauri se mantuvo en silencio todo el camino. En cuanto llegaron al hospital la atención fue muy rápida. Metieron a Lorena para realizarle las radiografías. Mauri notó que se trataba del mismo hospital donde había trabajado el difunto esposo de su jefa.
    Algo sonó en su bolsillo. Era un número que no tenía registrado.
    —¿Sí? —dijo pegando la bocina a su oído.
    —¿C-cómo está Lorena?
    Sintió un vuelco en su estómago cuando escuchó la voz de Regina.
    —Eh… —Se sentía aturdida—. Le están haciendo radiografías.
    —¿Están en urgencias?
    —Sí.
    —En un momento nos vemos.
    Cuando cortó la llamada se quedó un momento observando su teléfono. ¿Qué hacía Regina ahí? Su corazón latía muy rápido. Miró hacia ambos lados del pasillo buscando el lugar por el que Regina entraría. Aquello había sido inesperado. Entonces la vio. La castaña caminaba en su dirección. Al menos no venía sola, pues María la acompañaba. Intentó tranquilizar a sus alocados latidos y reunió todo el valor que tenía para mirar a Regina a los ojos.
    —Hola. —La saludó María—. ¿Cómo está la jefa?
    —Pues… bien… dijo que le dolía la pierna, tal vez se la fracturó. ¿Qué hacen aquí?
    —Vinimos a cubrir cualquier gasto… no sabíamos el estado de Lorena, así que… —contestó María, buscando apoyo en Regina, pero aquella tenía la mirada hacia otro lado.
    —Creo que iré a preguntar —dijo entonces la castaña y se marchó hacia el área administrativa. Mauri frunció el ceño. No veía ningún motivo real para la presencia de Regina ahí. Por el papeleo y la cuestión económica estaba claro que ella podía hacerse cargo. Se cruzó de brazos y se mantuvo en silencio por varios segundos hasta que alguien habló a su lado.

    —Pablo me contó sobre su ascenso —dijo María, haciendo que Mauri recordara de repente que la chica también estaba ahí—. Gracias.
   —Yo no hice nada en realidad. Él se lo ganó. —Entonces pensó en algo. Carraspeó—. ¿Cómo… está Jessica?
    María la observó un momento antes de hablar. Parecía muy sorprendida por su pregunta.
    —Bien… o sea, ella realmente… quiere matarte…
    —Puedo entender eso. Lo intenté pero… no… —susurró.
    —También puedo entender eso. Dijo que fue por otra chica… ¿eso es cierto o solo fue una excusa?
    Dudó un momento. No sabía si sería prudente responder a las preguntas de María. Entonces miró hacia donde Regina se encontraba. Vio a la castaña escribiendo algo en un papel que alguien de la recepción le había pasado.
    —Es cierto —dijo hipnotizada—. Hay otra chica…
    María siguió la mirada de Mauri hasta Regina.
    —¿Y estás con ella?
    —¿Qué?
    —Con la chica…
    —No. Lo que le dije a Jess es verdad, nunca la engañé… no de la forma en la que ella pensaba. Ya no importa —dijo rápidamente al darse cuenta que hablar de eso con María era una pésima idea—. Solo espero que Jessica pueda estar bien. Que conozca a alguien mucho mejor que yo… que no sea una idiota con ella.
    —No te preocupes, Jess estará bien. Tal vez solo te odie un poco más… Incluso puede que clave agujas a un muñequito vudú de ti, pero se le pasará.
    —Eso suena horrible…
    Regina apareció. En silencio tomó asiento junto a María, haciendo que la tensión regresara a su cuerpo. Se sentía tonta ahí sentada a solo un metro de la chica que era el motivo de sus desvelos, fantasías y enojos.
    Se cruzó de brazos al querer mantener el control de su cuerpo. No quería dar más señales de vida, solo quería estar lejos de Regina.

Regina
Aquello era horrible. Estaba sentada a solo un metro de Mauri, separada de la pelirroja únicamente por el asiento donde se encontraba María. Se sentía muy incómoda y rara. La forma en la que la pelirroja se estaba comportando con ella la hacía sentirse nada. Mauri la miraba con frialdad, como si detestara su existencia. Y aunque entendía aquel comportamiento, ya que ella misma lo había propiciado, no podía evitar sentirse terrible.
    Entonces pensó en la renuncia de Mauri. Esa era una buena oportunidad para ambas. Así ella podría liberarse para siempre de la pelirroja, no verla nunca más. Miró hacia donde se encontraba la chica y sintió una estocada en el corazón al imaginarla lejos. Aunque su mente le decía que su partida era lo mejor que podría pasarle, en su interior no había cabida para esa posibilidad.
    Inhaló con fuerza y miró hacia el otro lado de la sala de espera tratando de contener su impulso de gritarle a esa tonta pelirroja.
    En esos pensamientos se encontraba Regina cuando una enfermera les había informado que podían pasar a ver a Lorena. Caminó detrás de Mauri, sintiéndose a la deriva cuando comprobó que María se había quedado sentada en su lugar. Esos segundos en que solo estuvo con Mauri le hicieron sentir peligro. Afortunadamente, llegaron pronto al cuarto donde se encontraba su jefa, que estaba acompañada por un doctor.
    —Hola. Soy Ernesto Herrera, médico y compadre de esta hermosa mujer —dijo el hombre estrechando su mano y la de Mauri con una amplia sonrisa en el rostro.
    —Qué bueno verlas a las dos —intervino Lorena—. Necesito que me saquen de aquí. —Su jefa quiso ponerse de pie. Regina vio entonces la férula en su pierna.
   —Nada de eso, querida mía. —El doctor puso una mano en el hombro de Lorena—. Debes hacer caso a mis indicaciones.
    —¡No puedo! ¡Tengo una importante junta en Los Ángeles mañana!
   —Pues la tendrás que suspender. —El doctor se cruzó de brazos—. Primero está tu salud. Debes guardar reposo y cuidar esa fractura en tu pierna. ¿Cómo crees que autorizaré que viajes así? ¡Eres mi paciente!
    —¡Ernesto, por favor! ¡Chicas, ayúdenme!
    Regina cruzó la mirada con Mauri. La pelirroja suspiró.
    —Debes hacerle caso a tu doctor —intervino Mauri acercándose a la mujer—. Tuviste un accidente, no puedes volar a L.A. si tienes golpes y la pierna fracturada. Es solo una reunión.
    —¡¿Solo una reunión?! —Lorena parecía ofendida—. ¡Tú sabes más que nadie lo que significa esa reunión para la empresa! ¡Oh, por Dios! ¡¿Por qué pasó esto justo hoy?!
    —Tal vez podríamos comunicarnos con ellos y pedirles posponer unas cuantas semanas… —dijo ella intentando calmar a su jefa.
    —¡No! ¡El lanzamiento está encima de nosotros! ¡¿Cómo reagendar antes de eso?! —Lorena estaba devastada. Empezó a sollozar.
    —Bueno, si esa junta es tan importante, ¿por qué no van ellas? —preguntó el doctor.
    Regina se alarmó y miró de nuevo a Mauri, que tenía los ojos muy abiertos y también la observaba.
    —Esa es… —Se dibujó una sonrisa de alivio en el rostro de Lorena—. Una genial idea. ¡Chicas! ¡Ustedes podrían ir juntas!
    —¡¿Qué?! —Mauri negó con la cabeza—. No, no, no, no. ¿Qué haría ahí? No estoy preparada para esa reunión.

    —¡Tonterías! —Lorena estaba eufórica—. Conoces bien todos los procesos de la empresa y… ¡claro! ¡Podrías aportar mucho en cuanto a la estrategia de posicionamiento! ¡A ellos les encantaría saber eso!
    —No, no. Lorena, no me pidas eso. —La voz agonizante de Mauri le molestó un poco a Regina. ¿Por qué parecía enfermarle la idea de viajar con ella? Entonces cayó en cuenta… ¡por nada del mundo quería viajar con Mauri!
    —Yo tampoco creo que sea buena idea —comentó ella aterrada.
    —¿Por qué no? Ustedes son exactamente lo que necesito para esa reunión —Lorena parecía muy convencida de su idea.
    —Pero me parece que la que debe viajar eres tú, no Mauri —dijo ella sin mirar a la pelirroja. Sentía su cara ardiendo—. Podemos intentar posponer la reunión.
   —Estoy de acuerdo con la contadora. —Escuchó la voz de Mauri—. Puedo ponerme en contacto con ellos y explicarles la situación.
    —No —dijo Lorena con firmeza. Regina nunca había visto a su jefa tan enojada—. Les estoy pidiendo su apoyo en la situación más importante que ha enfrentado Café Latino, ¡¿y se niegan?!
    —Lorena, tú sabes… —Mauri detuvo sus palabras y le dirigió una mirada fugaz a ella—. Hay cosas que… ¿por qué me haces esto? —le reclamó la pelirroja a su jefa.
    —¡Yo no te hago nada! ¿Crees que yo me lancé sobre el auto para que me atropellara? ¡Esto me está matando! ¡La empresa en la que tú también has dejado sangre, sudor y lágrimas te necesita! ¡Déjate de tonterías infantiles y asume tus responsabilidades como parte de este equipo! ¡Las dos! —Lorena giró el rostro hacia ella y Regina se sintió muy apenada—. Irán a esa reunión y cerrarán el trato. Es todo lo que pido, ¿puedo confiar en ustedes?
    Se quedó en silencio unos segundos, hasta que Mauri asintió lentamente con la cabeza. Si la pelirroja hacía eso por Café Latino, ella también.
    —De acuerdo —dijo mirando los ojos de su jefa.