27 El mal de ti
Regina
Su antigua habitación en la casa de sus padres estaba tal cual la había dejado cuando se mudó a casa de Carlos. La cama, el escritorio, el vestidor, el baño, los libros, sus peluches, todo. En aquel cuarto recibió su primer beso y ahí aprovechó un viaje de sus padres para tener relaciones sexuales por primera vez.
En ese cuarto había experimentado lo que era el amor, sin siquiera estar consciente de que estaba enamorada. Cuando le puso nombre a sus sentimientos había sido varios años después de aquellas primeras veces. Y en cuanto lo supo, se alejó. Rechazó todo lo bueno que tenía con una hermosa joven pelirroja, ¿para qué? En ese momento se daba cuenta de que sus padres nunca estarían satisfechos con sus decisiones, nunca tomarían en cuenta sus gustos. Recordó a Lara, que había elegido ser feliz y no hacer felices a los demás. ¿Ella podría hacer eso? Sintió un escalofrío por su cuerpo.
Carlos estaba entusiasmado por las nuevas oportunidades ante él, quería ser parte de algo que a ella no le interesaba. ¿Política? ¿Campañas? Ella solo quería plantas, quería bailar, quería una vida tranquila, sentir el pasto en sus pies, dormir cada noche abrazada de alguien a quien amara. ¿Amaba a Carlos? Sí. ¿Sí? Cuando lo conoció no había sentido demasiado interés. El abogado tenía frases trilladas, algo tontas en realidad. Era muy predecible, tradicional, aburrido. Pensó en Mauri y en todas las ocasiones en que la chica se había burlado de Carlos.
Ella era otra historia. Era divertida, impredecible, encantadora y bailaba como una diosa. Buscó una pequeña caja de seguridad de metal, de esas que incluían un diario en su interior. Fue fácil recordar la combinación, pues era la fecha de cumpleaños de la pelirroja. Ahí estaban sus tesoros. Cartas de Mauri, fotografías juntas, el vale de su primer beso.
—Contigo todo resulta maravilloso —susurró con la vista empañada por las lágrimas. Temblando, sacó una foto. En ella, Mauri le daba un beso en los labios. Sonrió recordando aquello. La chica había colocado la cámara con el temporizador y la había besado de manera sorpresiva. Regina amaba esa imagen y, sin embargo, la había ocultado en esa caja bajo su cama durante muchos años.
Se acurrucó sobre el colchón abrazando sus tesoros. Se sentía sola, triste, atrapada en un circo que sus padres y Carlos dirigían. ¿Seguiría permitiendo eso? ¿Su opinión no contaba? Volvió al día en que se topó cara a cara con Mauri en Café Latino, después de cuatro años sin verse. Ese día sintió que iba a vomitar, quería correr, alejarse de ahí lo más posible. Entonces la pelirroja habló y algo estuvo claro para Regina: Mauri estaba totalmente ebria. O al menos estaba con una resaca tan intensa que apenas podía mantener los ojos abiertos. Después de eso, Regina había aceptado salir con Carlos, se había arrojado a sus brazos para ocultarse de la verdad. Esa que le estaba golpeando el corazón en ese momento.
Mauri
Cuando llegó a la empresa esa mañana recibió un gran abrazo de Lorena, que la esperaba en su oficina. Su jefa se mantenía activa a pesar de tener la pierna con un yeso hasta la rodilla y parecía más joven y feliz que nunca. Después de los agradecimientos, la mujer le había pedido proyectar los últimos videos de la campaña para todos aquellos que quisieran verlos.
—¿Y todo bien con Regina? —preguntó entonces Lorena.
—Sí —dijo encogiendo sus hombros.
—¿Pasó algo entre ustedes?
—¿Algo de qué? ¿Romántico? —Lorena asintió y Mauri se echó a reír—. ¡Claro que no! ¿Cómo crees? Ella no me ve de esa manera.
—¿Y cómo te ve?
Mauri pensó un poco en el encuentro con Regina en casa de su hermana.
—Como su mejor amiga. Al menos lo fui. Creo que ella extraña eso.
—Entiendo… ¿Y cómo te sientes? Su boda es en unos días.
—He estado mejor —dijo con sinceridad—. Supongo que por fin tendré que aceptar que todo lo que tuvimos se acabó hace mucho. No gano nada con aferrarme a eso.
—Entonces, ¿no puedo hacer nada para convencerte de quedarte?
—Lo siento —dijo Mauri mirando los ojos tristes de su jefa—. Sabes que esto no es por ti o por la empresa.
—Lo sé… —Lorena suspiró—. Anunciaremos tu renuncia en la reunión del jueves.
—Gracias.
Alguien tocó la puerta y Mauri giró la cabeza. Regina estaba al otro lado del cristal. Lorena le hizo una indicación para que entrara.
—Hola, me dijeron que querías verme.
—Así es. —Lorena se puso de pie con algo de dificultad, haciendo que Regina se acercara rápido para ayudar a su jefa a mantener el equilibrio. La mujer la abrazó—. Muchas gracias. Me han informado que las dos estuvieron fantásticas en Los Ángeles. Los ejecutivos desean que ambas estén presentes en la firma del convenio.
—Será un placer. —Fue entonces que Regina la miró a los ojos—. Hola, Mauri —dijo la chica con una sonrisa.
—Hola, ¿cómo estás?
—Muy bien, aún llena con todo lo que tu mamá me hizo comer ayer.
—Es que comimos con mi familia… —le dijo la pelirroja a Lorena, que solo sonrió encantada.
—¿Pueden esperarme aquí un momento? —pidió la mujer tomando sus muletas para salir de ahí, dejándolas a solas.
—¿Y tienes mucho trabajo hoy? —preguntó Regina sentándose junto a ella.
—La verdad no. Solo tengo que organizar una proyección para Lorena.
—¿De la campaña final?
—Sí… de los últimos videos. Ahm… ¿quieres venir a verlos?
—Claro, con gusto. —Regina sonreía más de lo habitual.
—¿Qué pasa?
—¿De qué?
—Pareces muy feliz.
—¿Y eso es malo? —preguntó Regina con una expresión tan linda que Mauri tuvo ganas de besarla.
—No, solo es raro —dijo la pelirroja sentándose en la orilla de su lugar, quedando más cerca de Regina.
—Tal vez solo estoy feliz por verte.
Mauri levantó la ceja. La puerta se abrió de nuevo y Lorena entró.
—Bien. Hay algo que debo hablar con las dos. Regina noté que en los documentos que me dejaste aún no está la hoja de baja y liquidación de Mauri.
—Es correcto —dijo la castaña sin titubeos.
—¿Podrías tenerla lista esta semana?
—Lo lamento pero no pienso hacerlo. Ya se lo he dicho a Mauri en L.A.
La pelirroja bufó en su lugar.
—Regina no empieces… —se quejó Mauri.
—No estoy de acuerdo con esa renuncia —le dijo Regina a Lorena.
—Ya lo decidí. —Mauri miró enfadada a la castaña—. ¿Por eso llegaste feliz hoy? ¿Por tu plan de joderme?
—¡Yo no te quiero joder nada! —dijo Regina levantándose de su lugar.
—¡Entonces termina mi baja! —gritó ella también parándose.
—¡No quiero que te marches!
—¡No está en tus manos detenerme!
Regina respiraba agitada y sus ojos la miraban con reproche.
—Perdón, Lorena. No puedo hacerlo —terminó la castaña.
—Está bien… —dijo la voz tranquila de la mujer mientras usaba el mouse de su computadora para dar algunos clics—. Se lo pediré a María si no te molesta.
La castaña apretó los labios y negó con rapidez, como si espantara las lágrimas. Mauri la observó un momento tratando de encontrar la razón de tanta molestia.
—Si es todo lo que deseas platicar conmigo… —comentó la castaña con la voz un poco ahogada.
—Sí, muchas gracias.
Sin decir algo más, Regina se marchó y Mauri volvió a su lugar.
—Lamento los gritos.
—Está bien, yo también te gritaría lo mismo. Tampoco quiero que te vayas.
—No, pero al menos respetas mi decisión.
—Eso es porque yo no estoy enamorada de ti.
Mauri se quedó callada un momento y luego empezó a reír.
—¿Y Regina sí?
—Estoy casi segura de que ella está totalmente enamorada de ti.
—No digas tonterías —dijo Mauri levantándose de nuevo de su lugar. Tenía un repentino dolor en el pecho—. Ella va a casarse el sábado.
—¿No te das cuenta? No soporta la idea de tu partida. Cuando se lo dije gritó, se enfureció, suplicó para que te convenciera de quedarte.
—Eso no significa que me ama. —Su cuerpo tembló con solo pronunciar aquello.
—Por lo que me dijiste, ustedes tienen una larga historia. Debes conocerla muy bien. Dime, ¿ella te ama?
Mauri se quedó inmóvil recordando. A su mente llegó el beso de la azotea, ese que la había hecho dudar sobre los sentimientos de Regina. Pensó en su última noche juntas años atrás, en las palabras que estaba casi segura haber escuchado entre sueños. Recordó su mirada, sus manos, su forma de abrazarla, la noche pasada en aquel bar. Abrió mucho los ojos, viendo la sonrisa triunfal de Lorena.
—Pero… me dejó… —Mauri negó con la cabeza—. Solo me estás confundiendo. Regina se fue… incluso si hubiera sentido algo entonces, ha pasado tiempo y…
—Y tú sigues enamorada. ¿Porque Regina no podría tener sentimientos también?
—Porque… —Miró hacia la puerta por donde Regina se había marchado. Fue incapaz de terminar esa frase. Caminó hacia la salida con su corazón saltando en su pecho.
Regina
Apenas podía concentrarse en lo que hacía pues la discusión con Mauri volvía a ella una y otra vez. Le apenaba que Lorena hubiera sido testigo de eso, pero no podía realizar ningún trámite para dejar que Mauri se marchara.
Suspiró recargando la cabeza en el respaldo de su silla. ¿Cómo sería ir a trabajar sabiendo que al otro lado del piso ya no estaría la chica pelirroja que la volvía loca? Abrió mucho los ojos cuando ese pensamiento le llegó. ¿Estaba loca por Mauri? Sí. Totalmente. No había forma de seguir negándolo. Mientras se acercaba su boda sus sentimientos por la chica le pesaban más.
La puerta se abrió de golpe y María entró como alma que lleva el diablo.
—¡Mira lo que tengo aquí! ¡Me lo acaba de enviar Lorena! —dijo su amiga mostrándole un papel. Era la solicitud de liquidación de Mauri.
—Ah, sí —dijo regresando a su laptop.
—¿Solo eso dirás? ¡Mauri se va! —gritó María agitando el documento—. ¿Ya lo sabías?
—Sí —dijo sin apartar los ojos de su trabajo.
—¿Y por qué no dijiste algo?
—Porque no era seguro que se fuera.
—¡Pero ya lo es! Dice que en dos semanas se marchará.
—Eso es una infinidad de tiempo, podría pasar cualquier cosa.
—Regi… —María la llamó y no le quedó más remedio que mirarla—. ¿Qué te pasa?
—Nada —dijo tratando de mantener la cabeza fría—. Solo tengo muchos pendientes. No puedo distraerme por las tonterías de Mauritania.
—Supongo que lo que quieres decir es que no quieres que se vaya, ¿cierto? —dijo María con cautela—. ¿Se lo dijiste? —Ella no respondió, solo siguió revisando su laptop—. Regina, te estoy hablan…
—Sí se lo dije —respondió con brusquedad—. Pero no le importa mi opinión, dice que se irá… —Se sentía incapaz de mirar los ojos de su amiga.
—¿Sabes por qué se va? —María se sentó frente a ella.
La castaña negó.
—No quiso decirme.
María se mantuvo callada un momento, hasta que dijo:
—¿Y si lo que le dijo a Jessica es verdad?
—¿Qué cosa? —Fue entonces que miró a su amiga, que parecía bastante incómoda. María carraspeó antes de atreverse a hablar.
—Tal vez… la razón… eres tú.
Su corazón dio un salto al mismo tiempo que la puerta se abrió de golpe.
—¡Regina, tenemos que…! —Mauri enmudeció cuando vio a María ahí sentada—. Perdón. ¿Interrumpo algo? ¿Podemos hablar un momento?
—No —dijo Regina, que seguía aturdida por las palabras de María. Su cerebro trataba de concentrarse en lo que estaba pasando, pero también llegaban a su mente fragmentos de los momentos que había pasado con la pelirroja esas semanas, tratando de encontrarle sentido a las palabras de su amiga.
—¿No interrumpo o no podemos hablar? —cuestionó Mauri bastante confundida.
—No podemos hablar.
—Es necesario. O si lo prefieres María puede quedarse a escuchar —dijo la pelirroja cerrando la puerta.
—Si es por lo de tu liquidación, María se hará cargo.
—No es sobre eso.
—Las dejo solas —dijo María antes de que ella pudiera decir algo. Se sintió algo alarmada por la sonrisa de su amiga, que le hizo un guiño y caminó hacia la puerta. Pero en cuanto la abrió, Jessica apareció.
—Regi, ¿por qué…? —Empezó a decir Jess—. ¡¿Qué haces aquí?! —gritó con furia la chica al ver a Mauri.
—Vine a hablar con Regina —respondió la pelirroja con voz suave—. ¿Cómo estás?
—¡¿Cómo estoy?! ¡Jódete, ¿oíste?! —Jessica quiso entrar a la oficina pero Regina corrió a interponerse.
—Tranquila, Mauri ya se va.
—Jess, ¿qué te parece si tú y yo hablamos en otro sitio? —dijo Mauri.
—¡¿Por fin admitirás que me pusiste el cuerno?!
—¡Yo no te puse el cuerno!
—¡Cínica!
—¡Jessi, ven! —María jaló a su amiga—. Mauri no te engañó.
—¡¿Cómo lo sabes?!
—Yo se lo dije —intervino Regina con firmeza.
—¡¿Y tú cómo lo sabes?! —le gritó Jessica a la castaña.
—¡Solo lo sé!
—¡Mauri me engañó! ¡Se desapareció en navidad para acostarse con Yiyí!
—¡Ya te dije que no me acosté con ella! —se defendió Mauri.
—¡Eres una mentirosa! ¡Una basura! ¡¡No sabes como deseo verte pudriéndote! ¡Ojalá te mueras maldita perra infiel!
—¡Cállate! —exigió Regina con rabia.
—¡¿Por qué la defiendes?! ¡¿Por qué todos la defienden?! ¡Parece que no ven la porquería que es!
—¡Que te calles! ¡Mauri no te engañó, ¿entendiste?!
—¡¿Y tú cómo lo sabes?!
—¡PORQUE YO SOY YIYÍ!
La declaración flotó varios segundos sin que nadie se atreviera a mover un músculo. Jessica parpadeó varias veces, abriendo la boca para hablar pero sin decir nada. Su grito sonaba aún muy fuerte en sus oídos. Regina, por un segundo sintió pánico, pero luego tomó fuerzas para responder lo que fuera.
—¿Qué? —La cara de Jessica se puso roja—. ¡¿Qué dijiste?!
—¡Lo que oíste! ¡Yo soy Yiyí y no voy a permitir que le hables de esa manera a Mauri!
—¿Yiyí? ¿Cómo que tú eres Yiyí? No entiendo nada… —Jessica la miró a ella y luego a Mauri—. ¿Es Regina? ¿Ella… ella es la chica a la que amas?
—Sí —dijo Mauri sin titubear, haciendo que Regina sintiera un cosquilleo en el estómago.
—Pero si… —Jessica negó con la cabeza—. Ustedes apenas se hablan… ¡¿Cómo puedes ser Yiyí?! ¡Tu nombre es Regina!
—Solo déjame explicarte. Mauri y yo… Yiyí… todo fue…
—¿Tú la amas? —le preguntó Jess.
Aquella pregunta hizo temblar a Regina, que sintió como el calor le quemaba la cara.
—No. —Regina giró el rostro para ver a Mauri, que se había apresurado a contestar por ella—. Fuimos mejores amigas hace muchos años, yo me enamoré y por eso nos alejamos.
Los ojos de Jessica estaban húmedos, pero se clavaron en Regina de nuevo.
—¿Me juras que nada pasó entre ustedes? —le preguntó la chica. En una fracción de segundos llegó a su mente todo lo que había vivido con Mauri. El beso de la azotea la golpeó con fuerza, pues en ese entonces Mauri y Jessica estaban juntas.
—Jessi… —dijo con la voz ahogada—. Lo siento.
—Fue mi culpa. —Se metió Mauri—. Besé a Regina a la fuerza durante la posada.
Jessica se lanzó sobre Mauri para golpearle la cara.
—¡No! —Regina se interpuso de nuevo.
—¡¿Por qué la defiendes después de lo que hizo?!
Su mente era un caos. Nunca pensó que tendría que dar respuestas a preguntas para las que no estaba lista.
—Porque… Mauri no es mala.
—¡Te forzó!
—¡Y ya se disculpó conmigo! Jessi, te prometo que no pasó nada más.
—¡¿No pasó nada más?! ¡Acaba de decir que te ama! ¡Te ama! ¡A ti! ¡¿Recuerdas que se va a casar?! —le preguntó de repente Jessica a la pelirroja.
—Sí.
—¡Ja! ¡Pues me alegra! ¡Me alegra que también a ti se te rompa el corazón!
Sin decir nada más, Jessica salió de la oficina. María, que había permanecido muda e inmóvil, carraspeó.
—Yo… debo… si… —Y se fue.
Regina se tapó el rostro y trató de tranquilizarse. Cuando abrió los ojos, Mauri seguía de pie frente a ella.
—¿Estás bien? —quiso saber la pelirroja.
—No lo sé.
—No era necesario que me defendieras, pero gracias.
Sus miradas permanecieron conectadas por varios segundos. Regina intentó descifrar lo que la pelirroja pensaba, pero sus propias emociones le dificultaron la tarea.
—¿P-por qué le dijiste eso a Jessica?
—¿Qué cosa?
—La… mentira que le dijiste para terminar…
—Ah… —La cara de Mauri enrojeció. Regina vio a la chica apretar la mandíbula, haciendo que sus nervios aumentaran—. Porque… no es mentira…
El alma se le cayó a los pies. Abrió la boca para decir algo, pero no tenía palabras. Calor. Todo su cuerpo estaba caliente y tembloroso. Mauri dio un paso hacia ella.
—No… —pidió, retrocediendo—. Por favor…
—Escúchame Yiyí… —Apartó la mirada porque los ojos de Mauri la estaban matando—. Necesito decírtelo y necesito saber…
—¡Que no! —dijo ella desesperada—. No quiero hacer esto, no puedo…
—¡Déjame hablar! —imploró Mauri—. Es que si no te lo digo creo… creo que moriré… —Mauri la miraba de una forma que la quemaba. Quiso poder cerrar sus oídos, derribar a Mauri y correr a la salida, pero antes de que pudiera moverse, esas palabras llegaron—: Estoy enamorada de ti, Regina. Nunca he dejado de amarte y ahora… si tú quisieras… te daría mi corazón…
Aquello fue demasiado. Su respiración se detuvo. Las palabras de las que había huido seis años atrás por fin la habían alcanzado. Parpadeó varias veces intentando mandar señales a su cuerpo para que reaccionara, pero parecía apagado. No podía tragar, la cabeza le daba vueltas y los ojos de Mauri eran como flechas atravesando su corazón.
La pelirroja dio varios pasos hacia ella, quedando muy cerca. Una mano tocó la suya, en un roce que la hizo suspirar y la regresó a la vida.
—Por favor… —suplicó con los ojos bañados en lágrimas.
—Solo quiero saber… ¿me amas?
Regina usó todas sus fuerzas para aguantar el torbellino en su cuerpo. Abrió la boca para responder, pero no pudo emitir ningún sonido. Con temor, llevó sus manos hasta el rostro de la pelirroja. Su cuerpo temblaba. Se encontró con unos hermosos ojos clavados en ella. Mauri estaba roja y tenía una tímida sonrisa en los labios.
—Tini… —Su voz se ahogó—. Quédate —pidió mientras las lágrimas caían—. Por favor.
—¿Estarás conmigo?
Bajó la mirada tratando de encontrar una forma de obtener lo que quería.
—Sabes que… —Su voz volvió a fallar—. Podemos ser amigas… —susurró.
—Puedo ser muchas cosas Yiyí, pero creo que nunca podría ser solo tu amiga. ¿Me amas?
Parpadeó varias veces dejando que más lágrimas resbalaran por sus mejillas. Tenía muy claro qué palabras quería decir y también tenía muy claro cuales debía decir.
—No —dijo venciendo el nudo en su garganta.
Regina vio la decepción en los ojos de la pelirroja, que dio un paso atrás, asintiendo.
—Entiendo. Supongo que… bueno… —Ver a Mauri en ese momento le estaba partiendo el alma a Regina. Quiso rectificar, pero el terror y las náuseas la hicieron mantenerse callada—. Entonces ya solo… creo que debo aceptar que he estado fantaseando con la idea de… como sea… es la última vez que hago el ridículo frente a ti —terminó la chica con una sonrisa amarga—. Solo digamos adiós y ya.
Con torpeza, Regina asintió e intentó recuperar el habla.
—A-adiós —dijo apretando la mandíbula. Las lágrimas apenas la dejaban ver.
—Adiós.
Mauri le dirigió una última sonrisa, o al menos el intento de una, antes de marcharse.
Mauri
Habían sido unos días de mierda o al menos ella se sentía como un gran pedazo de caca. Aún así había logrado cargar con su cuerpo y manejar hasta la cafetería donde Paulina la esperaba.
—Bien, he escuchado que mamá planea hacer una gran fiesta para su cumpleaños —dijo su hermana después de darle un beso en la mejilla al saludarla.
—¿Y para eso me hiciste venir? ¿No podías decírmelo por teléfono?
—A veces me dan ganas de romperte la cabeza a cucharazos —dijo Paulina sujetando la cuchara del azúcar—. ¿Recuerdas cuando cumple años mamá?
—En… ¿febrero?
—El 28… y tú ya no estarás. ¿Cuándo piensas decirles que te marchas?
—¿Qué tal un día antes de irme?
—Me rindo —dijo Paulina suspirando—. Haz lo que quieras.
—Pues deja de meterte —soltó con brusquedad y se arrepintió enseguida—. Perdón, eso no estuvo bien —terminó rascándose la cabeza.
—¿Qué te pasa?
—Nada.
Paulina la miró un momento antes de continuar.
—Se hace más duro según se acerca el día, ¿no?
—Si ya sabes, ¿para qué preguntas?
—No quiero que hagas una estupidez. ¿Quieres ir a mi casa el sábado? Podemos ver una serie, embriagarnos, algo.
—¿No irás a la boda? Sé muy bien que Regina te invitó.
—Nunca iría, lo sabes. Y ella también. Se lo dije después de la comida en mi casa. Entonces… ¿quieres pasar el sábado conmigo?
—No quiero que Josh me vea así.
—Puedo dejarlo con mamá, inventar alguna excusa. No quiero dejarte sola ese día.
—Tranquila, estaré bien.
—De verdad creí… perdón si antes dije cosas que te hicieron aferrarte a ella. Solo… ¡Carajo! De verdad creí que ella sentía algo.
—Sí, bueno… —Mauri dudó antes de continuar—. Parece que… solo le agrado mucho supongo…
—No… —Paulina negó con lentitud—. Eso no se ve como agrado solamente, es… ¡Ella es tan confusa! No sé, tal vez necesito que me cuentes más para ver las cosas mejor…
—¿Te cuente más sobre qué?
—Sobre su relación… Mauri, ¿has hablado con alguien sobre eso?
—Contigo…
—¡¿Conmigo?! Te he sacado la información casi a golpes y solo dices frases inconclusas. Sé muy poco sobre lo que pasó.
—No me gusta hablar de eso —dijo mirando hacia otro lugar—. Es incómodo.
—Tal vez por eso nunca la superaste, porque eres incapaz de hablar.
—Sabes lo que pasó. Me enamoré, ella no, me dejó y aquí estoy.
—Excelente resumen de tu vida… —Paulina suavizó su mirada—. De verdad lamento que las cosas con ella no funcionaran… es que… ¡Mierda! ¡Soy una terapeuta terrible! ¡De verdad sigo pensando que…! ¡Las señales que daba…! —Paulina parecía muy contrariada.
—Te entiendo. Hay una parte de mí que grita que Regina me ama, pero… no sé, tal vez solo es algo que deseo tanto que me estoy engañando a mí misma. No puedo ser objetiva al respecto. Ya no entiendo nada de lo que pasa.
—¿Y si es verdad? ¿Y si ella te ama?
—Pues… —Miró hacia la ventana tratando de pensar—. Creo que eso no importaría mucho en realidad.
—¡¿Que no importaría?!
—No —dijo negando—. Si ella me ama entonces significa que de todas formas ha elegido a Carlos. Ha tomado su decisión… y no soy yo.
Paulina se cruzó de brazos y la miró un momento antes de hablar de nuevo.
—¿Y qué pasaría si te pidiera retomar las cosas pero en secreto? Si ella se casa pero aún así…
—Jamás. No aceptaría algo así.
—¿Segura? —Paulina se inclinó hacia ella como si no quisiera perderse ningún detalle de su expresión—. Si te ofreciera volver a su cama…
—No quiero su cama… y… no quiero un amor a escondidas. Quiero a alguien que me tome de la mano en público, que me bese frente a mi madre, que grite que me ama. Quiero que peleen por mi, Paulina, ¿eso es tan difícil?
—No debería serlo. —Su hermana le sonrió—. Estoy muy orgullosa de ti.
Mauri también sonrió a medias.
—Sí… yo también estoy orgullosa de mí.
Miró a la distancia y se dio cuenta que lo que había dicho era cierto. Nunca más permitiría que la escondieran. Ni siquiera se lo permitiría a Regina, en el remoto y fantástico caso de que la chica se lo pidiera. Suspiró de nuevo pensando en la forma en que Regina la había defendido ante Jessica, recordó su voz admitiendo que era Yiyí. Esa era parte de la confusión. ¿Cómo podía alguien defenderla así, abrazarla así, bailar con ella así, besarla así y, a pesar de todo eso, no sentir nada?
Y si era verdad que Regina sentía algo… Su pecho recibió una estocada. Si la chica sentía algo y aún así la había rechazado… «Bueno, cada quien vive con sus decisiones», pensó.