31 Cuanto te quise, cuanto te quiero



Mauri
Abrió de nuevo su closet para verificar no olvidar nada. Cuando estuvo segura, cerró la maleta que tenía sobre la cama y la cargó hacia la sala.

    —¿Estás segura que quieres vender todo esto? —dijo Pablo abriendo los brazos—. Este departamento es fantástico.

    —Sí, pero no tiene sentido conservarlo.

    —Entonces tal vez deberías esperar a venderlo y luego marcharte.

    —Se lo encargaré a una agencia. ¿Por qué? ¿Te gustaría comprarlo?

    —Ni en mis sueños podría permitirme algo así ahora.

   —Seguro un día lo lograrás. Eres listo. Además eres un gran amigo, no era necesario que me ayudaras a empacar.

    —Sí, bueno… eres mi mejor amiga, tengo que aprovechar los pocos días que te quedan.

    —Lo dices como si fuera a morir.

    —¿Has pensado que esto tal vez no sea necesario? Es que… si… si Regina está soltera y tú también… ustedes podrían estar juntas.

    —¡Pff! No —dijo negando con la cabeza—. Que Regina no se haya casado no significa que correrá a mis brazos. Ella no siente nada por mí.

    —Ya te lo dije… María y yo creemos que sí, que huyó de su boda por ti.

    —¿María de verdad cree eso?

    —Sí. —Pablo se acercó a ella—. Obvio yo no le he dicho nada, pero ella sabe cosas, por ejemplo que Regina es Yiyí y que el día de su despedida vino a verte y… bueno, María dijo que Regina estaba desnuda aquí contigo. No es difícil unir los puntos.

    Su mente se aturdió por un momento y un breve brillo de esperanza apareció de nuevo en ella. Pero decidió ignorarlo. Regina había hecho de todo para ocultar su noviazgo con ella, y luego le había dicho que no sentía nada.

    —Regina huyó de mí hace años… ella nunca admitirá lo que sea que sienta, ni frente a mí ni frente a nadie más. Y está bien. No todos tienen el valor de vivir su orientación sexual con libertad, muchos se quedan encerrados en su mentira. Regina es de esas. Y ahí ya no tengo nada que hacer, solo marcharme y olvidarla.

   —¿Entonces porqué estabas como loca cuando te enteraste que había escapado de su boda?

    —Porque soy una estúpida y aún me preocupo por ella. ¿Seguro que no abriste la bocota con tu novia?

    —Totalmente. Solo tú y yo sabemos donde está.

    —Que bien, porque… estaba pensando que…

    Los golpes en la puerta la interrumpieron.

    —Tú atiende y yo voy al baño —dijo Pablo caminando lejos de ella.

    Le pareció extraño que alguien tocara su puerta. Generalmente el portero siempre pedía autorización para dejar pasar invitados. Pensó que tal vez sería alguien de intendencia pero cuando abrió la puerta, frunció el ceño al ver a la mujer parada ahí. Era la última persona que hubiera imaginado en su departamento.

    —Quiero que le digas a Regina que vine por ella —dijo Olga mirándola con odio.

    —¿Regina? —Mauri se cruzó de brazos y sonrió con burla—. Debe estar en su luna de miel ¿no?

    —No seas cínica, Mauritania. —La mujer entró sin esperar nada—. ¡Regina, sal de donde estés!

    —Tu hija no está aquí.

    —¡Mentirosa! ¡Te escuché hablando con alguien!

    —Sí, y no era Regina. No la he visto, no sé dónde está.

    —¿Segura? Estos tres días he estado investigando, Mauritania. Sé que ustedes trabajan juntas, sé que la estuviste acosando… —Olga empezó a temblar de furia—. Eres una desviada, pero si crees que Regina será como tú, estás equivocada.

    —¿Desviada? El término es homosexual y no soy la única en el mundo.

    —¡¿Dónde está mi hija?!

    Olga se metió a su habitación. Mauri la escuchó abrir su armario, luego la mujer caminó hasta el baño y abrió la puerta.

    —¡Cierre la puerta, estoy cagando! —Se escuchó la voz de Pablo. Olga regresó con la cara roja.

    —¿Satisfecha? —le preguntó a la mujer.

    —Te voy a denunciar, ¿escuchaste? Vas a pagar por esto.

    —¿Por qué exactamente?

    —¡Por molestar a mi hija! ¡Sé que la has seguido, la has acosado! ¡Tú la tienes secuestrada!

    —¡Deja de decir idioteces! —dijo Mauri dando varios pasos hacia la mujer, que retrocedió espantada—. ¡Tú eres el lastre de Regina! ¡No entiendo cómo una chica tan maravillosa como ella tiene la mala suerte de tenerte como madre! ¡¿Quieres saber por qué se fue?! ¡Mírate en un puto espejo! ¡¿Te crees superior solo porque te arrodillas y te das golpes de pecho en una iglesia?! ¡Tú eres una de las peores mierdas del mundo, así que lárgate de mi casa!

    —¡¿Cómo te atreves?! —Mauri fingió que correría detrás de ella y Olga se lanzó hacia la puerta—. ¡Te irás al infierno!

    La puerta se azotó. La pelirroja se quedó ahí de pie intentando contener su rabia.

    —¿Qué carajo le pasa a esa señora? —dijo Pablo detrás de ella.



Regina
Los días iban de maravilla y ella ya tenía una rutina en esa casa. Se levantaba temprano, regaba los jardines y luego empezaba a preparar el desayuno. Paulina siempre bajaba con excelente ánimo, haciendo que Regina se sintiera segura. Además, tener a Josh con ella la mayoría del tiempo la distraía. El pequeño poseía una gran imaginación y siempre tenía una fantasía loca que compartirle. A partir del martes, Manuel empezó a bajar de su habitación con más frecuencia, pasando largos ratos con ella mientras Paulina iba a su consultorio a atender sus citas.

    La castaña estaba muy agradecida con esa familia por abrirle las puertas, por parecer tan cómodos con su presencia. Manuel era un tipo muy amable, que siempre tenía una historia que contarle, alguna anécdota interesante que hacía que Regina olvidara sus problemas. Sin embargo, cuando estaba sola en su habitación su mente la torturaba. Sabía que no podía quedarse ahí para siempre y que tendría que tomar al toro por los cuernos, pero ¿qué era todo lo que debía acomodar en su vida?

    Pensó en Mauri, en que durante esos días nadie en esa casa la había mencionado, ni siquiera el pequeño Josh, cosa que hacía que Regina se sintiera inquieta. Deseaba saber algo de la pelirroja, aunque sea una mención de paso, pero nada. El silencio sobre ella era absoluto y Regina no sabía si eso le hacía bien o mal. Realmente no estaba segura de lo que su situación actual significaba para su relación con Mauri. Según sabía, la pelirroja debía marcharse la siguiente semana, justo después del lanzamiento. ¿Ella lo permitiría? Se miró en el espejo sabiendo que solo había un camino para lograr que Mauri se quedara, pero no estaba segura de poder hacerlo. Aunque había dado un paso adelante, aún tenía mucho miedo, ¿cómo la verían todos si admitía su larga historia de amor con la pelirroja? ¿Cómo podría pedirle a Mauri una oportunidad si ella misma se la había negado?

    Terminó de lavarse la cara y se dio cuenta que la toalla para secarla ya estaba sucia. Recordó que Paulina le había mencionado donde conseguir más toallas limpias. La castaña salió del baño y empezó a revisar el closet de su habitación. Ahí estaban. Cuando jaló una, algo rodó llamando su atención. Era una pequeña caja negra. Le resultaba familiar.

    La acercó a sus ojos teniendo una leve sospecha de lo que era. Con la mano temblorosa la abrió. El hermoso anillo le cortó el aliento, llevándola años atrás cuando lo había visto por primera vez en el cajón de Mauri. Se quedó ahí petrificada viendo aquello.

   Con cuidado, tomó el anillo y lo examinó de cerca. Sentía un cosquilleo en todo el cuerpo, una emoción que le hacía difícil respirar. Lo observó con pesar. Mauri la había amado y ella había desperdiciado la oportunidad de estar con esa chica. Si se hubiera quedado, si hubiera sido valiente, seguro en esos momentos no estaría en esa casa totalmente devastada. Estaría con Mauri, estarían juntas en su propia casa, estarían felices. Ella estaba segura de eso, pudo sentirlo entonces. Sabía que si aceptaba a Mauri, ella y la pelirroja estarían unidas toda la vida. Precisamente por eso se había marchado y sin embargo, justo ahí mirando ese anillo, con el llanto en sus ojos, tenía muy claro que había cometido un error. Pero, ¿estaba lista para luchar por el amor de una chica?



Mauri
Estaba con su jefa en la sala de juntas verificando que todo estuviera bien limpio y ordenado para la firma del acuerdo con la cadena de supermercados. Mauri nunca había visto a Lorena tan entusiasmada y podía jurar que la mujer había rejuvenecido diez años ese día.

    —Esto es un sueño, me quita una gran preocupación de encima —dijo su jefa sentándose después de haber dado mil vueltas por la sala.

    —Es un gran paso para la empresa. Verás que a partir de aquí todo crecerá como la espuma.

    —Y tú no quieres estar aquí para verlo —reclamó Lorena.

    —No puedo estar.

    —Regina no se casó.

    —¿Y eso qué?

    —¿No crees que esa es una muy buena señal para ti? ¡Pueden estar juntas!

   —Para que eso pase Regina debe quererlo y admitir cosas frente a muchas personas. No creo que alguna vez esté lista.

    —Yo no estaría tan segura. Huir de su boda es una fuerte declaración. Deberías esperar. Ella regresará y te buscará.

   —No puedo permitirme tener esperanzas. Solo haría más dura la caída. Creo que es mejor así.

    La puerta se abrió de golpe y la secretaria de Lorena entró seguida por dos hombres.

    —Perdón… —dijo la mujer.

    —¿Qué pasa? —Su jefa miró ceñuda a los sujetos.

    —¿Quién es Mauritania Alonzo?

    —Yo —dijo Mauri, confundida.

    —Queda arrestada por el secuestro de Regina Leal.

    —¡¿Qué?!

    —¡¿De qué rayos hablan?! —intervino Lorena molesta.

   —Tiene derecho a guardar silencio… —El oficial empezó a leerle sus derechos mientras la esposaba con las manos atrás.

   —¡¿Cómo se atreven?! ¡Mauri, no digas una palabra! ¡Se enfrentarán a mis abogados, ¿entendieron?! —gritó Lorena caminando detrás de ella tan rápido como sus muletas se lo permitían. Cuando salieron al pasillo varios compañeros empezaron a insultar a los policías.

    —¡Mauri! —Pablo llegó corriendo—. Oigan están cometiendo un error —dijo el chico cerrando el paso a todos—. Mauri no ha hecho nada.

    —Tranquilo, amigo —dijo ella para calmar los ánimos.

   —¡Que alguien llame a los abogados! —gritó Lorena metiéndose al elevador con ella y los agentes.

   —Mauri, ¿quieres que… Paulina? —Pablo detuvo las puertas y la miró con impaciencia.

    —No lo hagas —pidió—. Ahm… mi hermana no necesita más problemas.



Regina
Había salido de bañarse y estaba lista para empezar a preparar un delicioso almuerzo para todos cuando los insistentes golpes en la puerta principal la hicieron sobresaltarse.

    —¡Voy! —dijo Paulina haciendo una señal para que se ocultara. Se metió a la cocina y espió por una rendija. En cuanto la puerta se abrió, Pablo entró. Estaba pálido.

    —¡Arrestaron a Mauri!

    —¡¿Qué?! —gritó ella saliendo de su escondite—. ¡¿Por qué?!

    —¡Por secuestrarte!

    —¡Secue…! ¡¿De qué hablas?!

   —El miércoles tu mamá fue al departamento de Mauri, le gritó, la amenazó. Ella cree que te tiene oculta en un sótano. Fue horrible. Dijo que la denunciaría por secuestrarte y cumplió. Se la llevaron dos policías.

    —Iré a ver qué pasa. —Paulina tomó su bolso del perchero.

    —Voy contigo —dijo ella.

    —Los demás podrían verte —le comentó Pablo.

    —No me importa. No le harán esto a Mauri.

    —Entonces vamos, tengo su coche.

    Con decisión, salió corriendo de la casa y subió al asiento trasero dejando que Paulina se sentara en el lugar del copiloto.

    —¿A qué hora se la llevaron? —preguntó sintiendo una tremenda impotencia.

    —Hace una hora. Ella no quería que te dijera nada.

    —¿Cómo sabías dónde encontrarme?

    —Pues… —Pablo dudó.

    —Mauri siempre ha sabido dónde estás —dijo Paulina—. Y no creas que yo se lo dije. Ella vino temprano el domingo haciendo un escándalo por entrar a verte.

    Regina recordó el sonido del motor. Entonces no había imaginado nada, sí era el auto de Mauri. Sintió una repentina ola de sentimientos golpeando su corazón.

    —Creí que… —Se detuvo al notar su voz temblorosa.

    —¿Que no le importabas? —preguntó Pablo soltando una carcajada—. Eres lo que más le importa en el mundo. Lo último que me dijo fue que no te dijera nada para que no te preocuparas, ¿entiendes? Ella solo piensa en ti… y luego te cuento lo del vómito —dijo el chico girando el volante con brusquedad.

    Regina disimuló la sonrisa que las palabras de Pablo le provocaron. Mauri la amaba y ella tenía el anillo que simbolizaba todos los sentimientos de la pelirroja. Una repentina fuerza empezó a crecer dentro de ella. Una certeza. Todo era tan claro que tenía ganas de golpearse la cabeza. Cuando bajó del Golf, caminó hacia la comandancia dispuesta a sacar a Mauri de ahí como fuera.