36 A tu lado puedo ser solo yo misma
Regina
Según su reloj ya eran casi las cuatro de la tarde y ella moría de ganas de pasar a la oficina de su novia para ver cómo iba todo. Aquel día era el tan esperado por Mauri y por Lorena, cuando se haría el lanzamiento de su café en el mercado estadounidense, marcando el inicio de su expansión.
Sabía que los últimos meses Mauri había liderado una estrategia de posicionamiento en redes en ese territorio y ese día, en que Café Latino empezaría a venderse, se podría saber si todo ese trabajo había servido de algo.
Miró su lista de pendientes orgullosa de haber avanzado tanto en esos tres días y decidió que podía tomarse unos minutos para ir en busca de información. Chismesillo pues.
Caminó por el pasillo hasta el otro lado del piso esperando encontrarse con buenas noticias. Sin embargo, Mauri no estaba en su oficina. Pensó que estaría en el set de grabación con el resto del equipo pero no, estaba vacío. Fue hasta que se dirigió a la oficina de Lorena que los encontró a todos reunidos ahí.
La mayoría estaban de pie escuchando con atención lo que alguien le decía a Lorena, que sostenía un teléfono con el altavoz encendido.
—¿Me podrías confirmar esa información? —preguntó Lorena que parecía a punto de desmayarse.
—Es real. El inventario se nos ha agotado —dijo Galicia al teléfono—. Hemos tenido que sacar más producto del almacén para surtir la demanda en las tiendas.
El grito en la oficina fue ensordecedor. Entonces Regina vio a Mauri sosteniéndose del escritorio mientras gritaba también. Su chica volteó el rostro y la encontró parada junto a la puerta. Sin esperar nada la pelirroja esquivó a sus compañeros y se lanzó a abrazarla.
—¡¿Escuchaste eso?! —le preguntó su novia, tan emocionada que la levantó del suelo.
—¡Sí! ¡Felicidades! —dijo ella dándole muchos besos en los labios.
La sonrisa de Mauri era tal vez la más grande que Regina le había visto. Abrazó a la pelirroja con fuerza, sintiendo aún más orgullo que por sí misma y su montaña de pendientes. El caos de la oficina se hizo insignificante estando ahí abrazando a esa mujer tan maravillosa.
—¡Lo logramos! —le dijo Mauri al oído con la voz entrecortada, haciendo que ella se conmoviera más.
—Se lo merecen… —Sostuvo el rostro de su novia para mirarle los ojos—. Todos trabajaron muchísimo para esto.
—Tú también —le dijo Mauri.
—Sí, pero nada se lograría sin este tremendo equipo de marketing.
—¡Bien dicho contadora! —gritó Pablo que estaba parado sobre una silla con los brazos arriba.
Entonces Regina se percató de que todos las miraban. Por un momento sintió vergüenza por ser el centro de atención. Ella sabía que la mayoría de sus compañeros aún no podían creer la noticia de su relación con Mauri, ya que la pelirroja tenía una reputación bastante cuestionable.
Regina había escuchado comentarios de gente que aseguraba que había cometido un grave error al dejar a su prometido por Mauri. Y no es que ella pensara que tenían razón, solo que hacer oficial su relación con la pelirroja de manera tan rápida y abierta era algo que la hacía sentir expuesta de golpe.
Pero cuando los ojos de Mauri se clavaron en los suyos, Regina supo que adaptarse a su nueva vida sería pan comido si la chica la miraba de esa manera. Se acercó de nuevo a su rostro y la besó.
—¡Ese es un buen premio! —dijo alguien por ahí, logrando que se sonrojara.
Se quedó algunos minutos felicitando a todos los presentes y luego regresó a su oficina para trabajar un rato más mientras su novia pasaba por ella.
Ahí había estado por algunos minutos cuando María entró.
—¿Cómo va todo? —le preguntó a su amiga y regresó la mirada a su balance.
—Bien —dijo la chica con fastidio—. Estoy agotada.
—¿Por qué? ¿Pablo se quedó contigo anoche?
—No —dijo María frunciendo el ceño—. Le ayudé a Jessica a empacar.
Regina sintió un gancho en su estómago.
—¿Cuándo se va?
—Mañana. Se quedará unos días con Galicia mientras encuentra lugar. Dice que está emocionada por la mudanza. Creo que le vendrá bien cambiar de aires. Le he dicho que seguramente encontrará chicas guapísimas ahí y eso la ha animado un poco más.
—Espero que pueda adaptarse bien.
—Seguramente. He escuchado que Galicia ha armado un buen equipo ahí y Jessi es una muy buena contadora, seguro se integrará rápido al ritmo.
—De verdad deseo eso —dijo Regina con melancolía—. Espero que tú también me perdones.
—¿Por qué?
—Por todo este desastre con Jessica. Éramos las tres mosqueteras contra el mundo y ahora… creo que… la voy a extrañar.
María suspiró antes de hablar.
—Hay cosas que solo se salen de nuestro control. Estoy segura que tú nunca hubieras querido que ella sufriera. Tal vez la culpa la tiene la vida.
—Gracias —dijo con un nudo en la garganta—. Me siento bien sabiendo que puedo seguir contando contigo. He perdido a mi familia, a mi amiga… Espero que pronto todo mejore.
—Creo que ya está mejorando —dijo María con el ceño fruncido como si recordara lo pasado—. Mira el lado positivo de perder a tu familia. O sea, no la perdiste, solo la depuraste. Se quedaron los que valen la pena. Están tus primas, tu tía esa… ¿cómo se llama?
—Ofelia.
—Ella. Y tus primas aunque están locas, bueno, al menos están contigo.
—Cecilia se irá el fin de semana —le informó a su amiga—. Se mudará a Castilnovo.
—¡¿En serio?! ¡Wow! ¿Y qué hará ahí?
—Consiguió empleo como arquitecta. Se despidió de mí hace dos días. Al menos Castilnovo está a unas cuantas horas así que podré visitarla…
—¡Llévame! Muero por conocer a Alejandra San Román.
—¿Y eso porqué?
—¡Porque es tremendamente sexy! —declaró María.
—Se supone que la lesbiana soy yo…
—Cualquiera es lesbiana con Alejandra enfrente.
—De acuerdo loca, te llevaré. Aunque no creo que esa chica esté parada en la primera calle de Castilnovo esperando a que pases.
—Shht calla, déjame imaginar que sí. Y regresando a lo que decías… no estás sola. Tus amigos aquí seguimos. Además tu novia está súper loca por ti y me parece que te llevas muy bien con su familia, ¿no?
—Sí —dijo con alegría.
—¿Ves? Puedes sentir que la vida te quitó algunas cosas, pero te ha mandado más. Y creo que debes estar contenta, lograste algo muy bueno con todo esto. Ahora eres feliz, ¿no es eso lo que importa?
—Creo que sí —dijo con una carcajada.
—¡Entonces a la mierda lo demás! Vive feliz Regina. Seguro muchas cosas buenas te llegarán, más amigos, más familia…
—¿Piensas hacerme tía pronto?
—¡¿Estás loca?! —María parecía aterrada.
—¿Te parece una terrible idea?
—Terrible no, pero aún falta tiempo. Apenas estoy empezando a disfrutar de mi novio y de ser su consentida. ¿Por qué? ¿Tú ya quieres hacerme tía? Mauri se vería linda cambiando pañales.
—Mauri se vomitaría cambiando pañales —dijo riendo—. No, todavía tengo mucho que hacer y vivir con mi pelirroja.
Mauri
Entró rápido a la cocina cargando una bolsa con todo lo que Regina le había pedido. Su novia estaba de pie junto a Paulina, ambas cortando algo para la comida familiar.
—¿Piensan alimentar a toda la ciudad? —preguntó cuando vio todo lo que habían preparado.
—Papá me dijo hace tres días que dejaría de comer cuando le conté todo lo que tendríamos hoy.
—¿Y le creíste? Papá es un tragón —dijo dándole un beso en la mejilla a su novia, que solo le guiñó un ojo—. ¿Estás bien? —le susurró a su chica.
Paulina se alejó fingiendo que buscaba algo en los cajones de la alacena.
—Sí, solo… un poco nerviosa —admitió Regina con las mejillas rojas.
—¿Por qué? Ya los conoces y ellos a ti.
—Sí pero ahora ya no solo me verán como tu amiga. Ya sabrán que… —Regina la miró con timidez.
—¿Que eres su nuera? —La chica asintió y Mauri soltó una carcajada—. Eres adorable.
—Si te presentara a mis padres, ¿cómo te sentirías?
—Al borde de la muerte. Tu madre sacaría una pistola y dispararía a mi cabeza.
—¡Que exagerada eres! —Pero Regina lo pensó un poco—. Creo que es bueno que no convivamos con ellos.
—Dales tiempo —dijo Mauri abrazando a su novia, dejando un beso en su frente—. Tal vez te llamen para tomar un café o ir por algo rico para comer.
—No sé si eso sea posible.
—Nunca se sabe. Tú piensa que ese día llegará. Mientras tanto, seamos felices juntas.
—Aaww —dijo alguien detrás de ellas. Paulina las miraba con encanto—. Perdón, chicas. —Su hermana parecía apenada—. No pude evitar escucharlas. ¡Son tan lindas!
La mujer se acercó a ellas y las abrazó.
—Estás muy sensible últimamente, ¿no? —le dijo a su hermana.
—Siempre he sido sensible, Mauritania —respondió Pau mirándola con una sonrisa. El sonido de un teléfono las distrajo. Era un mensaje al celular de Paulina—. Es mamá. Ya están cerca.
—¡Ay Dios! —Regina palideció.
—Es la hora, cuñada —le dijo Pau a la castaña y salió de la cocina.
—Tranquila, Yiyí… ¿O crees que me precipité con esto? ¿Quieres huir por el patio?
—No, no. Solo deja que me relaje —dijo la chica respirando hondo—. Es que… hace unas semanas odiaba a mis suegros y ahora siento como si hubiera ganado la lotería con tu familia.
—Tú eres el premio mayor —susurró ella acercando sus labios a los de su novia. Los besó con suavidad mientras la acorralaba contra la barra—. Ya quiero llegar al departamento y hacerte el amor —dijo bajando los besos por el cuello de Regina.
—¿Crees que tengamos tiempo de hacerlo en el baño?
En ese momento alguien tocó la puerta.
—Salvada por la suegra —dijo Mauri acomodando su cabello de fuego—. ¿Lista?
La castaña asintió con una sonrisa y le tomó la mano. Se acercaron al recibidor, pero aún no podían verlas desde la puerta. Las voces de sus padres y de Paulina le llegaron.
—¿Y cómo es ella? —Se escuchó la voz de Bibiana—. ¿Es agradable?
—Enseguida la conocerás —dijo Paulina.
—Pero podrías darme algunos detalles antes.
Las voces se acercaban y la pelirroja notó que Regina le sujetaba la mano con más fuerza.
—Hola, mamá —dijo Mauri cuando su hermana y su madre llegaron a la cocina.
Bibiana se detuvo en seco, miró sus manos unidas y abrió la boca. Por una fracción de segundos nadie dijo nada.
—¡Oh por Dios! —El grito de su mamá hizo que Regina y ella dieran un salto—. ¡Por Dios! —Bibiana corrió hacia la castaña y la abrazó con más entusiasmo del que Mauri había visto en su vida.
—¿Qué pasa? —Su papá había aparecido y también veía a Regina con los ojos muy abiertos—. ¡¿Ella es tu novia?!
—Sí, papá. Regina es mi novia —dijo ella sonriendo.
—¡Paulina, trae vino! ¡Champaña! ¡Algo! —dijo Fernando haciendo a un lado a su mujer para abrazar también a la chica.
—¡Mi querido querubín! —Bibiana estrechó tan fuerte a Mauri que le crujieron las costillas.
—Gracias por… la bienvenida —comentó Regina con la cara muy roja.
—¡Te haremos una fiesta! —Bibiana se colgó del brazo de la castaña. Mauri intentó aguantar la risa al ver la expresión de embelesamiento total de su mamá—. ¡Pero, ¿cómo pasó?! ¡¿Cuándo?! ¡Ibas a casarte!
—No pude hacerlo —dijo Regina mirándola a ella—. Estoy… muy enamorada de Mauri.
Fue su turno de sonrojarse. Sus padres se fijaron en ella y luego regresaron su atención a su novia.
—¡Mi niña! —Bibiana volvió a abrazar a la castaña y le besó la mejilla—. Siempre te consideré de la familia pero ahora eres una hija más para mí, ¿entiendes?
—Gracias… Esto fue más sencillo de lo que pensé —soltó su chica.
—¡Oh, no! —Bibiana sonrió con malicia—. Estamos empezando con esto. No te has salvado del interrogatorio. Ven conmigo, necesito saber qué intenciones tienes con mi querido querubín.
Paulina soltó una carcajada cuando su madre arrastró a Regina hacia la sala, con Fernando siguiéndola.
—¡Tranquila, Regi! ¡Le hicieron lo mismo a Manuel! —gritó Paulina—. Mejor ve con ellos, mamá se pondrá intensa, ya verás —susurró su hermana, empujando a Mauri para que caminara detrás de sus padres.
Regina
La vida a veces podía ser complicada y luego podía tener momentos tan perfectos que parecían sacados de una historia de amor. Y era precisamente lo que Regina sentía ahí sentada con aquellas cinco personas: que todo era perfecto.
Después de una conversación de más de una hora con sus suegros y Mauri, Regina por fin había sido oficialmente recibida por la familia Alonzo. Bibiana le había «leído la cartilla» y le había sacado tanta información como le fue posible. Regina había tenido que contestar a todo con un tremendo ardor en la cara.
Además, su novia no había sido de mucha ayuda. Mauri se había quedado casi todo el tiempo callada, con su típica sonrisa despreocupada. Lo que definitivamente Regina agradecía con el alma, era la atmósfera de calidez en esa casa. Sentir tanto apoyo era algo que todo ser humano debía experimentar.
Sonrió al ver las muecas que Josh le hacía a su abuelo, que le respondía al niño inflando los cachetes. Paulina y ella se habían ganado varios halagos por la comida, incluso Manuel parecía listo para ponerse a bailar.
—Yo solo quiero pedirles algo… —dijo Bibiana captando su atención al notar que se dirigía a Mauri y a ella—. ¡Que su primera hija lleve mi nombre!
—¡Mamá! —Mauri negó con la cabeza.
—¡¿Qué tiene?! —Se defendió la mujer—. Eso mismo le pedí a Paulina pero bueno… nació Joshua.
—Si quieres me cambio el nombre a Bibiano —dijo el pequeño.
—Eres un niño muy listo —le dijo Fernando a su nieto.
—¡¿Entonces?! —Presionó Bibiana mirándola a los ojos. Regina carraspeó antes de responder.
—Pues, yo creo que…
—Se podría considerar —intervino Mauri—. No debemos precipitarnos.
La castaña quiso besar a su novia por haberla sacado de ese apuro.
—¡No se puede con ustedes! —se quejó Bibiana negando con la cabeza.
—Es que es muy pronto, madre. Tenemos muchos planes antes de pensar en cualquier otra cosa.
Regina sonrió al ver la cara de impaciencia de Mauri por acabar con ese tema. Sujetó la mano que su chica tenía sobre la mesa, captando su atención por un breve momento. Los ojos de la pelirroja se clavaron en los suyos unos segundos y fue como volver a enamorarse de ella.
La castaña pudo sentir una avalancha de sentimientos llenando su corazón. Estando ahí tomando la mano de esa chica tuvo claro que había hecho lo correcto. Mauri era el camino que siempre había querido seguir y por fin había sido lo suficientemente valiente para hacerlo.
—Suena muy bien eso de los planes. —La voz de Fernando hizo que Regina saliera de sus pensamientos—. ¿Qué tienen en mente?
—Pues he pensado en comprar una casa —dijo ella dando un sorbo a su bebida—. Es algo que no sabía que deseaba hasta que tuve… tuve control de mi vida. —Se sinceró con todos ahí.
—Deseas tu lugar —agregó Bibiana con la mirada brillante—. Eso sería muy lindo.
—¿Has visto opciones? —preguntó Manuel.
—No realmente.
—Pues hay varios proyectos que mi constructora está realizando. De hecho… —Manuel miró a Paulina, que asintió muy emocionada como si acabara de recordar algo—. Hay un desarrollo cerca de aquí. Son casas muy hermosas con terrenos más grandes de lo habitual. Es un proyecto dirigido a gente que busque espacios naturales más amplios.
—¡La quiero! —dijo Regina sin pensarlo demasiado haciendo que todos rieran.
—Después de comer te muestro los diseños —dijo Manuel encantado—. Como ingeniero me dan un porcentaje de descuento si decido realizar una compra y puedo mover hilos para que te hagan el descuento a ti.
—Eso me interesa —intervino Mauri.
—Pero el descuento es para mi tía Regi, no para ti, tía Mauri —dijo Josh.
—¿De parte de quién estás, chamaco torzón?
—De mi —contestó Joshua—. Si le ayudo a mi tía Regi con su casa seguro me llevará a jugar con ella.
—¡Sí eres muy listo! —recalcó Fernando despeinando a su nieto.
—Siempre te llevaré a jugar conmigo —le dijo la castaña al niño.
—Pues espero, querida cuñada, que tengas energía para jugar con dos sobrinos.
Regina frunció el ceño intentando entender las palabras de Paulina, que estaba muy sonrojada.
—¿Como que dos…? —preguntó Mauri, abriendo mucho los ojos.
Paulina asintió con una amplia sonrisa.
—¡Estoy embarazada!
Mauri
Faltaba poco para que entrara la noche. Sus padres acababan de marcharse y Mauri estaba terminando de lavar los trastes de la comida.
—Listo —anunció Pau entrando a la cocina—. Mi pequeño torbellino ha sido derrotado por el sueño.
—Lo derrotó papá por tanto correr detrás de él toda la tarde.
—Sí, eso también ayudó.
—¿Y nuestros amores? —preguntó Mauri secando sus manos. Ya había acabado su labor.
—Están terminando de ver los costos de la casa que le gustó a tu novia. Es preciosa, ¿no te parece?
—Sí, Regina es perfecta —dijo ella sin poder evitar sonreír.
—Hablo de la casa.
—Ah… sí, la casa está hermosa también.
—Me encanta verte feliz.
—Creo que definitivamente estoy en el mejor momento de mi vida. Tengo todo lo que siempre quise y además un nuevo sobrino que viene —dijo la pelirroja poniendo una mano en el vientre de su hermana—. No siento nada.
—Obvio no, tonta. Tengo apenas tres meses.
—¿Por qué no me dijiste antes que estás embarazada?
—Porque no lo sabía. Con todo lo del accidente no fui consciente de que tenía semanas de retraso en mi periodo. Hace apenas unos días me hice la prueba.
—Estoy muy feliz por ti. Este pequeño llegará a la mejor familia del mundo.
—Sí, todos se portaron muy bien hoy. Incluso mamá, con todo y su locura de ponerle Bibiana a tu primera hija.
—Podrás cumplirle el caprichito si tu bebé es niña.
—¡¿Estás loca?! —Mauri soltó una carcajada por la mirada de horror de Pau—. Por cierto, ¿tienes aquí tu cartera?
—Sí. —Mauri la sacó de su bolsillo—. ¿Por qué? ¿Quieres que te compre algo?
—¿Recuerdas aquel papelito que te di en el hospital? Ya lo puedes abrir.
La pelirroja frunció el ceño y buscó el papel en su cartera en una ranura de las tarjetas. Ahí estaba. Lo abrió y vio un corazón con tres letras dentro: «M & R».
Mauri regresó sus ojos a los de su hermana.
—Pero… ¿cómo sabías que esto pasaría?
Paulina se encogió de hombros.
—Te lo dije antes: yo siempre apostaré por ti.
—¿Qué sucede? —preguntó Regina entrando a la cocina.
—Mi hermana estaba presumiendo sus dotes místicas de bruja —dijo ella sonriendo—. ¿Qué tal todo con la casa?
—Genial. Manuel me avisará en la semana para ir a verla.
—Es un gran paso, cuñada —dijo Paulina encantada—. ¿Quieres que brindemos por eso?
—No, no, no. Conozco los brindis de ustedes —se quejó Mauri—. Además, tú no debes beber por tu embarazo y yo ya me quiero ir.
—No aguantas nada. —Paulina le sacó la lengua.
Solo se tomaron unos minutos más para despedirse de Pau y Manuel, y salieron a la calle para subir al auto.
—Bien, hoy yo manejo —dijo Regina subiendo al lugar del conductor, ajustando el asiento y los espejos.
—¡Estás moviendo todo!
—No sé porque te gusta manejar casi acostada… —Regina encendió el motor, que soltó un rugido—. Entonces, ¿a dónde quieres ir?
—A donde quieras… —dijo ella mirando a su novia, que le sonrió de vuelta.
—De acuerdo… —Regina se acercó despacio a sus labios y los besó con suavidad—. Te llevaré a la luna…
—Eso suena bien… muy bien.