7 Duele verte con un tipo al que le faltan las ideas y le sobran argumentos
ReginaEsas semanas habían sido caóticas para Regina, pues tenía que dividir su tiempo entre las exigencias del trabajo, los preparativos de su boda, las compras, el gimnasio, la casa, su familia… Más que nunca había puesto a prueba su paciencia y su capacidad de concentración.
Por eso cuando aquel viernes llegó la hora de la salida, la castaña suspiró agradecida como nunca lo había estado. Antes de ir a casa pasó al gimnasio para llevar su cuerpo al límite. Usó las máquinas para liberar su estrés con cada movimiento, respirando con ritmo para equilibrar sus emociones. Por mucho tiempo había logrado llevar su vida en orden, así que no había razón para perder el juicio por nada. Regina siempre había sido buena en lo que hacía. Durante sus años escolares fue una alumna excelente. En su casa todo fue de maravilla con su familia, tenía muchos amigos, el dinero nunca había sido un problema para ella y el amor… Realmente la única relación formal de su vida empezó cuando conoció a Carlos. La castaña estaba en el proceso de encontrar trabajo cuando unos amigos le habían presentado al guapo abogado en una fiesta. Entonces aquel la había invitado a salir y aunque al principio ella no estaba muy interesada, terminó aceptando ser su novia pocas semanas después de la primera cita… Justo cuando entró a trabajar a Café Latino y se reencontró con Mauri. Aquella chica pelirroja era otra historia. Una que le causaba sensaciones extrañas al recordarla. Cuando eran adolescentes y de pronto empezaron a tontear dándose besos, Regina nunca pensó que aquello fuera malo o que le causaría conflictos posteriores. Ella estaba feliz pasando todo el día con su mejor amiga, a la que abrazaba y daba pequeños besos en los labios. Fue hasta después de empezar la universidad y llevar algunos años manteniendo relaciones sexuales con la pelirroja, que Regina se había dado cuenta que esa situación debía ser controlada para evitar problemas indeseados por su familia.
Después de pasar casi dos horas ejercitándose y platicando con Paulina mientras ambas estaban en las caminadoras, la chica castaña había logrado al fin desintoxicarse del estrés laboral. Llegó a casa de buen humor y aceptó con gusto los besos y arrumacos de su novio… hasta que Carlos le dijo que su mamá y su media hermana, Camila, se unirían a ella en sus diligencias del día siguiente.
—Se la pasan discutiendo —dijo Regina.
—Claro que no. Ambas meditan ahora, son personas pacíficas. —La chica volteó los ojos, pues sabía que nada del mundo, ni la más poderosa meditación, haría que Raquel y Camila se trataran con respeto—. Por favor, amor. Sabes que me encanta que convivamos todos juntos, que seamos una familia unida. Verás que todo irá bien y en la noche podremos ir a la degustación.
—No quiero ir a la degustación.
—¿Por qué no? Ya habías quedado con Jesica.
—¿Yo? ¡Fuiste tú el que se apuntó con ella!
Eso era verdad. Unos días antes, Carlos había pasado por ella a su trabajo y mientras Regina salía de su oficina, Jessica y su novio se habían pasado unos minutos charlando. Cuando Regina se unió a ellos en el recibidor, ese par ya había acordado asistir todos juntos a la famosa degustación en el Amaranta.
—Regi tú amas el vino, yo te amo a ti y por eso esto es genial por donde lo veas.
Regina no respondió enseguida, pues a su mente llegó la cara de Mauri. Desde que se habían gritado en la pequeña bodega varias semanas atrás, no se habían vuelto a dirigir la palabra. Lo único que la castaña sabía de la pelirroja, era que seguía cortejando a Jessica, invitándole a salir a cada oportunidad. Regina ya estaba harta de escuchar sus risitas tontas en la oficina.
—Es que… no me gusta mucho el Amaranta.
—¡Pero qué dices! ¡Ahí fue nuestra primera cita!
Regina observó a su novio y parpadeó varias veces, buscando en su memoria aquel recuerdo. Era verdad. Carlos se veía algo decepcionado.
—Quiero decir… es lindo pero algo intimidante… Además seguro Jessica y Mauri… tal vez deseen disfrutar de aquello a solas.
Carlos levantó la ceja y sonrió.
—Entonces todo esto es por la antipatía que sientes por Mauri.
—¿Antipatía? No sé de qué hablas.
—¡Vamos, Regi! ¡Nunca te ha caído bien esa chica! Y no sé porqué, me parece alguien amable. A menos… —Su novio la miró con los ojos muy abiertos, haciendo que Regina se sintiera nerviosa—. ¿Eres homofóbica?
La castaña no pudo reprimir una sonora carcajada.
—¡Claro que no! —Lo pensó un poco—. Solo soy «Maurifóbica».
—Esta es la perfecta ocasión para limar asperezas. Además Jessica es tu amiga, no le hagas ese desaire.
Regina suspiró.
—De acuerdo, iremos —terminó ella sin estar convencida por completo.
Salir con su familia política no era su pasatiempo favorito y mucho menos si se trataba de estar con su suegra y cuñada al mismo tiempo. Raquel detestaba a Camila por ser hija de su ex esposo y de «la tipa esa».
Para evitar escuchar peleas, Regina decidió concentrarse en hablar con Margot, la wedding planner. Aquella mujer era la única voz sensata en toda la planeación, pues entre los consejos anticuados de Raquel y los tips de Camila para su noche de bodas, la castaña estaba a punto de salir corriendo de ahí. Se sintió infinitamente agradecida cuando a media tarde sus dos lunáticas acompañantes se despidieron de ella y la dejaron en su casa. Carlos estaba en la habitación, buscando en el closet un traje elegante para la degustación. El abogado siempre había sido muy pulcro con esas cosas. Así que a Regina no le quedó más que alistarse. Carlos parecía muy contento por aquella salida, pues según comentaba, hacía mucho tiempo que no iban a un lugar tan exclusivo. Ella solo se miraba al espejo mientras se colocaba los elegantes aretes que se había comprado en su último cumpleaños.
De camino al restaurante, Regina solo miraba por la ventana. Intentó mantener la calma, pero a cada minuto sus nervios aumentaban. ¿Aquello había sido una mala idea?
Cuando llegaron al lugar y sus ojos se cruzaron con los de Mauri, Regina se dio cuenta que a la pelirroja no le agradaba verla ahí.
Mauri Cuando tomó asiento en la mesa, entendió que había realizado una pésima elección de lugar. Regina se acomodó en la silla justo frente a ella. Mauri ignoraba los comentarios que Carlos y Jessica hacían, pues su mirada estaba clavada en los ojos de la hermosa castaña. Era como si Regina se hubiera propuesto romper su récord de belleza, pues lucía totalmente perfecta… y eso no le gustó a Mauri, que frunció el ceño, logrando desviar la mirada en dirección a Jessi.
—¡Esto es fantástico! Nuestra primera salida doble —dijo la chica de cabello negro viéndola también.
—Sí, es… fabuloso. —¿A qué hora llevarían los vinos? Necesitaba aturdir sus sentidos con alcohol.
—Por cierto, ¿cuánto tiempo llevan saliendo? —le preguntó el entrometido Carlos. El cerebro de Mauri intentó recordar qué mes y año estaba viviendo.
—Cumplimos un mes hace unos días —aclaró Jessica con orgullo. Mauri le echó un vistazo a Regina quien tenía puesta su atención en otra parte.
—Genial, debemos brindar por eso —propuso Carlos haciéndole una señal al mesero.
Mauri se había sentido incómoda muchas veces antes en su vida, pero aquella ocasión superó a todas las anteriores. No sabía hacia donde mirar, ya que sus ojos eran arrastrados hacia Regina y eso no era bueno. La castaña parecía totalmente concentrada en fingir que se encontraba sola en la mesa, pues en ningún momento había hecho comentario alguno.
—Regi… ¿está todo bien? —preguntó Jessica a su amiga. La aludida levantó la vista hacia ella y sonrió.
—Sí, claro. Estaba observando si el mesero ya traía los vinos. Es una noche agradable, ¿no? —dijo la chica buscando apoyo en su prometido.
—Por supuesto. Moría de ganas de asistir a una de estas degustaciones. Gracias a Dios que Regina y Mauri obtuvieron estos pases.
—Es que ellas son las consentidas de la jefa —comentó Jessica con una expresión de ofensa fingida.
—No te lo tomes a pecho —dijo Carlos riendo—. Mira el lado bueno: tú eres la consentida de Mauri.
Mauritania estaba segura de que era su momento para decir algo divertido, pero su mente seguía aturdida. Afortunadamente un mesero llegó con las botellas de vino y empezó a explicar cosas sobre las bebidas. El chico estaba de pie junto a Regina, haciendo que fuera imposible para Mauri no tener los ojos puestos en la castaña. Quería decirle algo, ¿pero qué? Siendo justos, Regina era la que le debía una disculpa por golpearle la cara, aunque Mauri tenía el impulso de ser ella quien empezara la charla.
Los minutos pasaban y cada vez era más evidente que ni Regina ni ella tenían muchas ganas de hablar. Mientras tanto Carlos y Jessica intentaban llenar los silencios con comentarios para llevar la noche lo más tranquila posible.
—Yo creo que tantas bebidas me están pasando factura —dijo Carlos poniéndose de pie—. Si me disculpan señoritas, volveré en un momento.
—Voy contigo. —Jessica también se levantó y caminó junto a Carlos hacia los sanitarios.
Entonces Mauri clavó su mirada en el escenario, viendo de reojo como Regina bebía un sorbo muy largo de su copa. Se quedaron en un tenso silencio por algunos minutos hasta que la castaña carraspeó.
—Todo está muy lindo, ¿no te parece? —dijo aquella sin mirarla.
—Sí.
—Mauritania, yo sinceramente… —Sus ojos se conectaron, haciendo sentir a Mauri como una idiota por estar tan ofendida con la castaña. ¿Quién podría estar enojado con semejante belleza?
—Está bien —dijo ella sonriendo ligeramente.
—Ni siquiera sabes lo que te quiero decir.
—Claro que sí. Quieres rogarme que te perdone para que tu alma pueda estar tranquila.
—¡Yo no quiero rogarte nada! —dijo Regina riendo.
—¿Segura? ¿Ni un poquito?
—Quiero pedirte disculpas, pero sin ruegos. Además, tú también tienes un poco de culpa.
—Claro que no. La víctima soy yo.
—Por favor Mauritania, tú puedes ser muchas cosas, pero víctima jamás.
—Tienes una forma muy rara de disculparte.
—Ya. Perdón —dijo al final Regina con una sonrisa tímida y los ojos clavados en el mantel de la mesa.
—De acuerdo. —Mauri quería decir algo más pero no sabía exactamente qué. Solo quería que Regina le siguiera hablando—. Me alegra verte aquí… Seguro disfrutarás mucho de todo esto.
—Sí. Y pensar que no quería venir.
—¿En serio? No se te nota.
—Cállate —respondió Regina sonriendo y Mauri se preguntó si la belleza podía aún ser más perfecta en sí misma. Sí, sí podía.
El mesero llegó con unos aperitivos para acompañar los vinos.
—Entonces… —dijo Mauri extendiendo un poco de crema sobre una rebanada de baguette tostado—. ¿Qué opinas de…?
—¡Espera! —gritó Regina haciendo que Mauri se sobresaltara. La chica se inclinó hacia ella y le quitó la rebanada de la mano, dando un mordisco—. Esto tiene nueces, Mauritania.
—¿Qué? —Mauri observó el plato cerca de ella, viendo algunos trocitos irreconocibles.
—Eres alérgica.
Mauri regresó los ojos hacia Regina.
—¿C-cómo recuerdas eso?
Regina se encogió de hombros.
—Es casi imposible olvidar que tu mejor amiga casi murió asfixiada por culpa de unas nueces.
—Ese día me asusté muchísimo —dijo Mauri riendo.
—¡¿Y eso es gracioso?!
—Muchos años después me parece divertido…
—Pues a mi no, Mauritania. —Regina se cruzó de brazos—. Fue terrible.
—Pero aprendí algo muy importante sobre mí y las alergias. Desde ese día siempre llevo una inyección de epinefrina conmigo.
—¿Incluso ahora?
Mauri dudó.
—No, ahora no —dijo negando con la cabeza—. Tengo mis inyecciones en la mochila y por obvias razones no la traje conmigo a este lugar.
—Eso significa que acabo de salvarte la vida.
—Admito que arrebatarme la comida estuvo bien. —Mauri empujó el plato de nueces hasta Regina—. Todo tuyo.
—Entonces, ¿qué tal van las cosas para el gran día? —La voz de Jessica llegó. La chica de cabello negro y Carlos tomaron sus lugares de nuevo en la mesa.
—Todo va perfecto. En unos meses ya podré decir que soy un hombre felizmente casado —dijo Carlos con encanto—. Regina es lo mejor que le ha pasado a mi vida.
—¡Aaww, qué tierno! ¿Verdad? —Jessica buscó apoyo en ella. Mauri tuvo que sonreír para ocultar sus ganas de vomitar ante el comentario del aburrido abogado—. Seguro todo será mágico ese día. Regina se la pasa hablando de los preparativos en la oficina.
—¿En serio? —quiso saber Carlos, mirando a su prometida. Mauri bufó, encontrando enseguida los ojos de Regina que se desviaron de inmediato.
—Nunca había visto a una novia más entusiasmada —recalcó Jessica. Sin saber qué la llevó a actuar así, Mauri se puso de pie y se disculpó con rapidez para salir a tomar un poco de aire.
Caminó por la acera de enfrente, inhalando lo más profundo posible, conteniendo sus ganas de romper todo. ¿Qué diablos le pasaba?
Regina Se había preocupado cuando Mauri se retiró de la mesa y se estaba planteando seriamente la opción de ir a verificar que estuviera bien cuando la pelirroja regresó. Llevaba con ella una botella con la mitad del líquido en su interior. ¿Había bebido todo eso tan rápido?
—¿Quieres? —Jessica le ofreció a la pelirroja un poco de otro platillo que tenía enfrente. Regina frunció el ceño cuando vio que Jessica le dio de comer a Mauri en la boca. «Ridículas», pensó.
—Chicas, ustedes se ven muy bien juntas —dijo Carlos comiendo también—. ¿Hay planes para llevar la relación al siguiente nivel o es muy pronto?
—Apenas llevan un mes. —Se le escapó a Regina. Enseguida levantó la mirada para comprobar que todos estaban observándola—. Sería muy pronto, ¿no? —terminó como si nada.
—Bueno, tomó mucho tiempo para que Mauri me invitara a salir, pero no me disgusta la idea —admitió Jessica con un fuerte sonrojo en las mejillas.
—Sí… yo… creo que hay que… eso sería… —Mauri bebió un poco más del vino. Regina sonrió imaginando el nivel de susto que seguro estaba sintiendo la chica. Mauri no cambiaría, ni siquiera por Jessica. En cuanto aquello pasó por su mente, se sintió como mierda. La chica pelinegra era su amiga, ¿cómo podía pensar eso de su relación? ¿Debía apoyarla? ¡Obvio! ¡Ella estaba de acuerdo con ese romance! ¿O no?
—Con nosotros todo fue instantáneo —dijo Carlos, haciendo que la castaña lo mirara—. Ir a esa fiesta fue la mejor idea que he tenido, fue un golpe del destino. Hubieran visto lo hermosa que estaba, yo me quedé boquiabierto queriendo invitarla a salir. Afortunadamente, Regina aceptó mi invitación. Fue un flechazo mutuo.
Sonrió ante aquellas palabras, evitando a toda costa dirigir sus ojos hacia Mauri. Se sentía incapaz de ver su rostro, temiendo que descubriera la verdad: para nada había sido un flechazo, al menos no de su parte. Ella simplemente le había seguido la corriente al abogado cuando se acercó a charlar con ella en esa fiesta.
—Buenas noches —dijo el camarero—. El siguiente vino es de la cosecha especial de 1850, «Amor Verdadero». —Colocó nuevas copas en la mesa y las llenó con el líquido—. Se cuenta que se trata de una declaración de amor por parte del viticultor, quien había sido obligado a casarse con una mujer que no amaba. Por eso creó este vino, enviándolo a la hermosa doncella dueña de sus amores.
Regina agradeció al mesero y se llevó el vino a los labios, observando el rostro de Mauri a través del cristal de su copa.
—Esto es maravilloso —afirmó Jessica.
—Sí. Eso del amor verdadero siempre resulta mejor que los matrimonios arreglados —lanzó la pelirroja con una sonrisa burlona hacia ella. Regina frunció el ceño y detuvo a tiempo el impulso de patearle la pierna bajo la mesa.
—Sencillamente delicioso —dijo Carlos—. Amor, ¿qué te parece ofrecer este vino en nuestra boda?
—Estaría muy bien —respondió con practicidad, regresando su atención a su plato.
—Eso de casarse es emocionante, ¿no? —dijo Jessica al aire aunque fue Carlos quien contestó.
—Sí lo es. Por cierto, muchas gracias por ayudar a mi prometida con los preparativos. Espero que pronto te podamos regresar el favor —terminó el abogado guiñando un ojo hacia Mauri—. ¿Qué dices? ¿Crees en el matrimonio?
—Claro, igual que en Santa Claus —contestó la pelirroja bastante divertida.
—Yo siempre he soñado con una gran boda —intervino Jessica—. Mucha gente prefiere las cosas más discretas, pero vamos. Es el inicio de una nueva aventura junto a la persona que amas, yo creo que hay que celebrar a lo grande.
—¡Toma nota, Mauri! —dijo Carlos levantando su copa—. ¡Por el matrimonio!
Regina levantó su copa a regañadientes, ¿por qué su novio insistía en hablar de esos temas? Era tonto pensar que una pareja tan prematura como la de Jessica y Mauri pudieran llegar a un compromiso tan grande.
—¡Salud! —dijo Jessica encantada.
—¿Y qué hay de los hijos? Regi y yo queremos niños pronto —soltó Carlos.
Como si una corriente le hubiera electrocutado el trasero, Regina se paró de su silla, mirando sorprendida que Mauri había tenido el mismo impulso.
—Voy… al tocador —balbuceó la castaña.
—Igual.
Dejando a sus parejas en la mesa, las dos chicas caminaron hacia los baños. Regina estaba bastante contrariada por el comentario de su prometido y aún más contrariada por tener a Mauri caminando detrás de ella. Ninguna habló de camino al baño, solo hasta que se quedaron paradas frente al espejo, Regina se atrevió a pronunciar palabra.
—No sé por qué Carlos dijo eso.
Mauri solo abrió la llave del lavabo y se humedeció las manos y el cuello.
—Supongo que tiene muchas ganas de ser papá, ¿no?
—Sí… —Regina asintió mientras pensaba un momento—. Es algo que últimamente menciona mucho.
—¿Tú quieres hijos? —La voz de Mauri apenas le llegó a Regina. La pelirroja la miraba con timidez.
—Supongo que sí, pero no estoy tan loca como para tenerlos ahora. —Se sinceró. ¿Era correcto decirle eso a Mauri?
La pelirroja soltó una leve carcajada y volvió sus ojos al espejo, acomodando su ropa. Regina la observó preguntándose qué era aquello que su examiga veía mal en su atuendo. Regina opinaba que todo en ella lucía perfecto. Desvió la mirada al descubrir sus pensamientos. ¿Eran inapropiados? ¿Un halago hacia su compañera era indecente?
—¿Lista? —le preguntó Mauri girando el cuerpo hacia ella—. ¿O de verdad utilizarás el sanitario?
—No, solo quería estirar un poco las piernas. No es bueno tomar tanto vino sin moverse un poco.
—Hasta donde recuerdo, el vino no te causaba ningún efecto —observó la pelirroja sonriendo.
—Antes no tenía veintiséis años.
—Eres exagerada, Regina. Estamos en la flor de la juventud.
Cuando Mauri se dio la vuelta para regresar a la mesa, Regina tuvo un impulso.
—Espera, por favor —le pidió. La pelirroja volvió su atención hacia ella—. Es que… quiero decirte algo. —Regina pensó un momento en cómo empezar con aquello.
—¿Lo dirás en esta vida o…?
—Eres una impaciente Mauritania —se quejó la castaña antes de tomar aire para continuar—. Es sobre tu relación con Jessica. Quiero que sepas que… las apoyo.
—¿Nos apoyas? ¿Qué significa eso exactamente?
—Significa que… bueno, tú y yo sabemos cómo eres.
—¿Fiel? ¿Divertida? ¿Honesta? ¿Una gran pareja? —Mauri tenía el ceño fruncido. Regina se percató de que aquella conversación podía salir terriblemente mal.
—Últimamente no has sido nada de eso y lo sabes.
—¿Por qué estás tan segura? —preguntó Mauri cruzando sus brazos.
—Porque tengo ojos y oídos. Sé muy bien cómo te has comportado con tus parejas. —Regina dio un paso hacia la pelirroja—. Escucha, no quiero pelear, pero Jessica es mi amiga y no quiero que sufra. Si serás la misma sinvergüenza de siempre, será mejor que termines con ella antes de que la lastimes.
—¿De eso se trata esta charla? ¿Quieres que termine con ella? —Mauri empezó a reír—. ¡Se nota tu apoyo!
—¡Sí las apoyo! Solo quiero que estés segura de esta relación. Jessica… lleva mucho tiempo enamorada de ti —dijo Regina clavando su mirada en el suelo por unos segundos, tratando de continuar con aquello—. Solo quiero que estén bien… ambas. —Cuando Regina levantó la vista, Mauri estaba a solo un paso de ella.
—¿En verdad piensas eso? ¿Que soy una sinvergüenza? —Regina vio preocupación en los ojos de su examiga.
—Creo que ahora lo eres.
Mauri sonrió.
—No tienes porqué preocuparte por Jessica. Creo que he estado mucho tiempo siendo una idiota. Ya no pienso serlo más. Sé que ella es tu amiga, y tal vez sinceramente quieras protegerla de una mala relación conmigo, pero… tú sabes realmente cómo soy —susurró Mauri inclinando un poco su cabeza hacia ella.
—Lo sé… perfectamente —dijo Regina apenas moviendo los labios. Se sentía inquieta ante aquella proximidad repentina. Podía sentir el perfume de la pelirroja, podía ver sus brillantes ojos frente a ella.
—Hace muchos años alguien me rompió el corazón, no pienso hacerle eso a Jessica.
Regina contuvo un suspiro ante aquellas palabras, ante ese breve instante de dolor en la mirada de Mauri. Aquel recordatorio sobre el final de su historia se sintió como una punzada en sus entrañas. La castaña era consciente de lo que le había causado a su examiga, pero escucharla hablar de su dolor… fue demasiado. No podía seguir mirándole la cara. Regina bajó el rostro totalmente avergonzada.
Después de quedarse en la degustación un par de horas más, por fin estaban en casa.
—Entonces… ¿te parece bien si le pido a mi padre que nos acompañe a cenar el miércoles? —preguntó Carlos mientras se quitaba el saco y lo arrojaba a la cama.
—Sabes que no me gusta recibir invitados entre semana —respondió Regina de mala gana.
—¿Qué te pasa? —El abogado la miró detenidamente un segundo.
—Nada, solo estoy cansada.
Pero no era verdad. La charla con Mauri le había afectado. Odiaba pensar en lo que la pelirroja había sufrido por su culpa. Regina nunca quiso dañarla, nunca quiso que las cosas se complicaran tanto. Había sido irresponsable al permitir todo aquello, todos esos besos y esas noches juntas. El día de su ruptura, Regina solo tenía una cosa en la cabeza: hacerlo rápido. Estaba segura de que Mauri la superaría en poco tiempo, estaba segura de que ella también lo haría, superaría ese cosquilleo intenso en su estómago, esas ansias de tenerla cerca todo el tiempo.
—¿Esta es una de esas ocasiones en que dices que no tienes nada pero sí tienes algo?
—Sí, la verdad estoy un poco enojada contigo —soltó Regina sin poder evitarlo.
—¿Conmigo? ¿Por qué?
—¿Cómo se te ocurre mencionar que queremos hijos pronto? ¿De dónde sacaste eso? —Fulminó a su prometido con la mirada.
—¿Qué tiene de malo? Es algo que ya habíamos platicado.
—Creo que si hubiéramos platicado algo así de importante yo lo recordaría.
—Pues no entiendo tu molestia, ellas son tus amigas y no veo nada de malo en decir algo así. Además, ¡seguramente tendremos hijos pronto, Regina! ¡Estamos a solo unos meses de casarnos!
—¡Eso no significa que quiera tener hijos de inmediato! Ya te había dicho que ahora mi prioridad es mi trabajo. ¡No deseo tener niños en los próximos años!
—¡¿Años?! ¿De cuántos años exactamente estás hablando?
—No lo sé… cuatro… seis, tal vez.
—¡¿Tantos?! —Carlos se acercó a ella con una expresión de desconcierto—. Regina, no quiero tener hijos hasta los treinta y seis, seré demasiado viejo.
—¡No seas ridículo! Me parece una edad perfectamente razonable.
—Pues no estoy de acuerdo. Deseo empezar una familia pronto. Mi padre…
—¡Deja de compararnos con tu padre! ¡Hablas de él como si fuera un héroe y no lo es! ¡Abandonó a tu madre por otra mujer a la que también abandonó por otra!
—¡Él es un gran hombre!
—¡Ya deja de idolatrarlo! ¡Deja de querer competir con él! ¡No necesitas demostrarle nada! —Regina ya no podía evitar gritar. Estaba muy enojada con Carlos, con sus padres, ¡con todos!
—No sé por qué metes a mi papá en esto. Yo solo quiero llegar a un acuerdo contigo, quiero que tomes en cuenta lo que quiero.
—¿Y qué quieres?
—Quiero hijos pronto.
—¿Para qué? ¿Te quedarás a cuidarlos? ¿Dejarás tu trabajo para estar con ellos? Porque mi prioridad ahora es Café Latino. Si tú te quedarás a cuidarlos está bien, los tendremos.
—No seas así. —Carlos tenía el ceño fruncido—. Sabes que eso no es lo que se acostumbra.
—¡¿Y qué quieres?! ¡¿Que yo me quede a cuidarlos?! ¡¿Que yo renuncie a mi empleo?! ¡Ja! ¡Pues qué sacrificio el tuyo, eh! ¡Pues no, Carlos, no voy a ceder en algo tan importante para que luego me dejes a mí la responsabilidad mientras tú te la pasas encerrado en tu oficina! ¡Si esos son tus planes, mejor busca a otra mujer que te cumpla tus «costumbres»! —soltó Regina mientras hacía comillas con los dedos.
—¡¿Qué quieres decir exactamente con eso?! —Carlos fue tras ella cuando Regina salió furiosa de la habitación.
—¡¿Tú qué crees?! —Tomó un par de ropas del vestidor y las metió en su bolso mientras se dirigía a la calle.
—¡¿Esto va en serio, Regina?! ¡¿Te irás solo por una discusión?!
—¡No es una discusión! ¡Es un total desacuerdo en nuestros planes de vida! —Carlos la jaló bruscamente del brazo. Regina forcejeó, él la apretó con más fuerza, pero ella logró soltarse y alcanzó la puerta.
—¡Podemos hablarlo!
—¡Ya no quiero hablar! —declaró ella saliendo de la casa—. ¡Se cancela la boda!