8 El resplandor de una ilusión


Mauri

Sabía perfectamente que Pablo no era un chico tan normal, pero descubrirlo hablando solo y haciendo ademanes al aire la había dejado algo preocupada por la salud mental de su asistente.
    —Eres un tipo raro —dijo ella haciendo que Pablo diera un brinco y mirara hacia la entrada de su oficina—. ¿Qué haces aquí tan temprano?
    —Es… —De repente las mejillas de Pablo quedaron muy rojas—. Hoy es el cumpleaños de María y llegué antes para dejarle un obsequio en el área de contabilidad.
    —Eres muy cursi, ¿lo sabes? —se burló Mauri mientras tomaba asiento detrás de su escritorio—. ¿Y cómo vas con ella? —preguntó distraída abriendo su laptop para revisar pendientes.
    —Pues… estoy casi seguro de que le gusto —declaró Pablo con orgullo.
    —¿Casi seguro? —Mauri levantó una ceja y observó a su asistente.
    —Sí, mi sentido arácnido me dice que tengo una oportunidad. ¿Ves esto? —Pablo señaló su cuerpo—. Te aseguro que muy pronto María pondrá las manos sobre este ser humano.
    —Pues espero que tu sentido arácnido no te deje en ridículo. —Mauri se puso de pie—. Vamos, Peter Parker, necesito verificar cómo van las grabaciones de los anuncios.
    —¿Vamos al set?
    —Sí, ¿por?
    —Es que… quería esperar a que María llegara y viera la sorpresa…
    —¿Te pago por venir a coquetear a la oficina? —Mauri jaló a Pablo y lo hizo caminar delante de ella. Entonces miró por el pasillo. Vio a Regina abrazando a María, pero aquel no era un abrazo de felicitación. Parecía que era María la que estaba confortando a la castaña mientras caminaban hacia su oficina.
    —¿Viste? —preguntó Pablo.
    —Sí… Pensándolo bien, creo que no sería mala idea que fueras a felicitar a María.
    —Claro, como te conviene saber el chisme…
    —Shhh. No tardes. Te espero en el set.

    Los siguientes minutos Mauri intentó concentrarse en lo que su equipo de publicidad le explicaba. Pudo ver los videos que ya estaban en postproducción y verificar que todo estuviera fluyendo en tiempo y forma para el lanzamiento en Los Ángeles. Constantemente se subían nuevos videos publicitarios a todas las redes sociales para anunciar que Café Latino empezaría a venderse muy pronto en EE.UU. Habían inundado el mercado con publicidad del café.
    Mauri trataba de no pensar en Regina y en lo que le pareció ver: sus ojos rojos, señal de que estaba llorando. ¿Sucedería algo malo? Durante su velada en el Amarantha todo parecía normal. Incluso su pequeña discusión parecía una más de las que acostumbraban tener últimamente.
    Después de muchos años de ausencia y de silencios, Mauri agradecía en secreto esas charlas esporádicas que sostenían. Al menos Regina la miraba a los ojos cuando le hablaba.

    Pablo entró al set casi una hora después de encomendada la misión y le hizo una señal a Mauri para que se acercara. Sin demora, la pelirroja se unió a su asistente en un rincón.
    —¿Qué pasó?
    —¡Pues a María le encantaron las flores que le dejé! —dijo eufórico el chico.
    —Eso es genial… ¡Pero ¿qué pasó con Regina?!
    —¡Ah, sí! Pues… —Pablo se acercó más a ella y miró disimuladamente por si alguien se acercaba. Mauri se puso muy nerviosa—. No me dijo.
    —¡¿Y por qué tardaste tanto?!
    —Porque aunque no dijo nada, yo averigüé —soltó Pablo con una sonrisa de satisfacción—. Regina pasó el fin de semana en casa de María por una pelea con su novio… y de eso no pude saber más.
    Aquella noticia sorprendió a Mauri. Por una fracción de segundos quiso sonreír, pero recordó la expresión de Regina y se contuvo.
    —¿Estás seguro de eso?
    —Totalmente. ¿Te mueres por hablar con ella, verdad?
    —No. Tal vez.
    —¿Recuerdas que tienes novia? —Pablo la miró con reproche.
   —Sé que estoy saliendo con Jessica. Solo… es… Regina fue mi mejor amiga durante muchísimos años, creo que… Supongo que a veces no puedo evitar preocuparme por ella y aún más cuando la veo llorar.
    Pablo asintió con lentitud y la abrazó por los hombros.
    —Querida jefa, hoy cupido está de tu lado. He escuchado que Lorena autorizó que todo el personal se reuniera para cortar el pastel de María. Esa es tu oportunidad.

    Realmente Mauri no creía tener la oportunidad de hablar con Regina, ya que sus compañeros estaban apretados en el área de descanso que resultaba pequeña con todos ahí metidos.
    Su examiga estaba de pie junto a la festejada, que sonreía y aceptaba abrazos. Mauri se coló en la fila y se apresuró a felicitar a María. Jessica le hizo una señal para que se quedara junto a ella, pero Mauri fingió que no le había entendido y se colocó junto a Regina. La castaña parecía no haberse dado cuenta de su presencia, pues estaba ocupada pasando los platos con pastel. Mauri tomó de las manos de Regina el último pedazo de postre.
    —Gracias —dijo probando aquello—. No es pay de limón pero está muy rico.
    —Sí… está bueno. —Regina evitaba verla a los ojos. La chica tenía la nariz un poco roja.
    —Aquella noche que te llevé a tu casa mencionaste que había un lugar cercano donde podía comprar ese pay, ¿lo recuerdas?
    Fue entonces que Regina la miró y Mauri pudo confirmar sus sospechas: la chica había llorado. Y mucho. La pelirroja frunció el ceño y mantuvo la conexión de sus ojos.
    —No recuerdo bien esa noche pero te puedo indicar el lugar —respondió Regina moviendo la cara hacia otra dirección.
    —Por cierto, hay unos asuntos contables que necesito hablar contigo —dijo Mauri más fuerte de lo necesario y le hizo una señal a Regina para que caminara hacia el área de oficinas.
    —¿Qué asuntos contables? —preguntó la castaña algo aturdida mientras avanzaba delante de ella—. Sabes que esas cosas las arreglan Pablo y María.
    —Sí, lo sé. —Mauri cerró la puerta de la sala de juntas y se mantuvo bloqueando el paso. Entonces regresó su atención a Regina, que permanecía de pie a un par de pasos de ella—. ¿Estás bien?
    —Sí, ¿por qué? —respondió la castaña mientras se colocaba un mechón de cabello detrás de la oreja.
    —Tu cara dice lo contrario.
    —Es que tengo un ligero resfriado.
    —En el restaurante estabas en perfectas condiciones.
    —Me sentí mal llegando a casa…
    —No me mientas, Regina. ¿Qué pasó? —Mauri endureció la mirada para que la castaña no se atreviera a mentirle. La chica se mantuvo en silencio unos minutos mientras se mordía el labio inferior, pensando.
    —Solo… tuve una pelea con Carlos.
    —¿Necesitas ayuda con algo?
    —Estoy bien.
    —¿Te saliste de tu casa? —Se atrevió a preguntar.
    Regina hizo una mueca de enfado.
    —¿Cómo supiste eso?
    —Entonces es verdad —declaró Mauri—. ¿Qué te hizo ese tipo?
    —No es asunto tuyo, Mauritania.
    —¿Segura? En mi departamento dijiste que me extrañabas…
    —¡Olvida eso! —Regina se tapó la cara.
    —¿Por qué lo olvidaría? —preguntó Mauri riendo.
    —Porque es humillante. —La voz de Regina sonaba amortiguada por las manos que aún le cubrían el rostro. Entonces Mauri se acercó a ella. Con suavidad tomó los brazos de Regina y la hizo mirarla. Entonces notó algo en uno de ellos. Un enorme moretón. El calor subió por su cuerpo, hasta dejarle las orejas y la cara muy calientes. Sin decir nada giró sobre sus talones y dio un par de zancadas para salir de ahí.
    —¡No, Mauri! —Alguien le saltó por la espalda y la arrastró hacia otra puerta. Era su oficina. Regina había cerrado de un portazo y la había lanzado al interior—. ¡No es lo que crees! ¡Él no me golpeó!
    —¡¿Y eso que tienes en el brazo qué es?! ¡¿Una caricia?! —Su cuerpo temblaba de rabia, ¡¿cómo se había atrevido a golpearla?!
    —¡De verdad no es lo que piensas!
    Mauri intentó esquivar a Regina pero la chica volvió a empujarla para que retrocediera.
    —¡Iré a matarlo!
   —¡No vas a…! ¡Cálmate! —Entonces Regina la empujó contra la pared y la aprisionó con su cuerpo. Por un par de segundos Mauri dejó de respirar y su corazón se detuvo. Podía sentir un fuerte cosquilleo en todo su ser, la presión de un cuerpo y otra piel unida a la suya—. Escúchame… —suplicó Regina con sus poderosos ojos viendo los suyos. Unas manos temblorosas sujetaron sus mejillas—. Tuvimos una discusión muy fuerte, me enojé muchísimo y le dije que me iría de la casa. Forcejeamos cuando corrí hacia la puerta. Él no me golpeó.

Mauri no estaba segura de lo que Regina decía, apenas podía escucharla por el ruido que había en su cerebro. El pecho le dolía, era como si el oxígeno no fuera suficiente para mantenerla viva. No podía moverse, no debía moverse. Sus manos estaban tentadas a tocar a la chica contra ella, quería estrecharla, decirle que también la extrañaba…

    —¿Es… verdad?

    —Te lo juro. —Entonces Regina la miró diferente, como hacía muchos años no lo hacía. Vio ternura en aquellos ojos miel, mientras le regalaba una dulce sonrisa y unos dedos cálidos seguían acariciando su mejilla—. No tienes porqué matar a nadie —dijo la castaña susurrando.

    —Yo… realmente… iba a contratar a alguien. —Ese comentario hizo que Regina riera. Mauri no tenía intenciones de terminar con aquello. Podía quedarse ahí toda la vida sin ninguna objeción.



Regina
Su cuerpo se había apoderado de su voluntad. Una voz amortiguada en su cerebro gritaba algo que Regina no alcanzaba a escuchar. ¿Acaso decía algo importante? Según su perspectiva, lo único importante era seguir acariciando a Mauri. Sus manos se deslizaban con lentitud sobre el rostro de la pelirroja, como si estuvieran tomándose el tiempo de reencontrarse con un tesoro perdido. La mirada de Mauri devoraba la suya, podía sentir los frenéticos latidos de su corazón haciendo estragos en su pecho.

    Le pareció que Mauri quería decir algo, pero luego se había mantenido en silencio. Regina no sabía cómo detener aquello, no sabía lo que estaba haciendo y siendo sincera con ella misma, no estaba segura de querer apartarse de esa chica. Estar contra Mauri, sentir su cuerpo presionando el de la chica, era algo delirante. No podía moverse, no sabía cómo hacerlo.

    —Gracias, Tini —dijo con un hilo de voz.

    —¿Por qué? —La voz de Mauri sonaba igual de ahogada.

    —Por preocuparte por mi.

    —Tú harías lo mismo, Yiyí. —La sonrisa de Mauri fue como ver un amanecer.

    —Claro, también contrataría a un asesino si alguien se atreviera a golpearte.

    —Solo… —La mano de Mauri le acarició el brazo, cerca del moretón—. Supongo que hay cosas que no se pueden permitir.

    —¿Cómo cuáles?

    —Como que alguien dañe a tu ex mejor amiga. ¿Estás segura de que todo está bien? —Regina no entendía porqué Mauri le hacía esa pregunta. ¿No era obvio que todo estaba de maravilla en ese momento?

    —Todo está perfecto —confirmó ella cerrando los ojos. Solo quería quedarse ahí, con la cara oculta cerca del cuello de Mauri, sintiendo su perfume.

Entonces se escucharon unos golpes en la puerta, haciendo que el cerebro de Regina saliera de su trance. Se movió rápidamente y se separó de Mauri justo a tiempo. Pablo asomó la cabeza, parecía apenado de estar ahí.

    —Eh, jefa… disculpa por molestarte pero… Lorena te busca —terminó el asistente señalando a alguien detrás de él.

    —Claro, claro. —Mauri dio un paso adelante para recibir a Lorena en su oficina.

   —¡Aquí estás! ¡Oh, perfecto! ¡También te necesitaba a ti, Regina! —Su jefa daba saltitos de felicidad—. ¿Qué creen? ¡Ya tengo la contraoferta para la compra del terreno junto a nuestra plantación! ¿Les parece si le echamos un vistazo? Les espero en mi oficina, ¡estoy emocionada! —Lorena salió tan veloz como había entrado.

Mauri giró el cuerpo hacia ella, estaba muy sonrojada.

    —Supongo que hay que irnos ahora —comentó la pelirroja.

    —Sí, había olvidado por completo ese asunto —dijo Regina con un ligero ardor en el cuerpo—. ¿Te veo en su oficina? Debo ir por mi laptop.

    —Si, claro.

    —Bien. —Regina caminó hacia la puerta pero se detuvo antes de llegar y volteó el rostro hacia Mauri, incapaz de detener sus impulsos—. Sobre el pay que querías, ¿te parece si vamos juntas por él?

    —Me parece —asintió Mauri con una sonrisa de oreja a oreja.

Regina no sabía cómo describir lo que estaba sintiendo. Durante todo el camino hacia su oficina y luego a la de Lorena, su cuerpo era demasiado ligero. Tenía una sensación persistente de cosquilleo en su estómago y no podía apartar la sonrisa de su rostro.

    Cuando se sentó frente a su jefa para verificar la oferta por el terreno, sus ojos iban una y otra vez hacia Mauri. La pelirroja hablaba con Lorena sobre lo genial que sería ampliar la plantación y le dirigía miradas furtivas a ella.

Regina intentó concentrarse en los números, en aquellos cálculos que debían ser precisos para no afectar las finanzas de la empresa. Se sentía bien en ese lugar, segura, valiosa, querida. Ahí podía ser ella misma, podía llenar de plantas todos los espacios, podía ver a Mauri y hablar con ella si quería… si quería… ¿Desde cuándo cambió aquello? Antes se había esforzado por evadirla, pero en esos momentos se daba cuenta que le agradaba hablar con ella. Incluso cuando discutían le gustaba escuchar su voz. ¿Podrían rescatar su amistad? ¿Estaban listas para ello?

Permaneció unos minutos viendo las hojas al frente hasta estar segura de su opinión al respecto.

    —Bien… —dijo captando la atención de las dos mujeres ahí—. Creo que es una cantidad que la empresa se puede permitir.

    —¿Segura? —preguntó Lorena colocando sus manos juntas, como en un ruego. Su sonrisa era amplia y sus ojos lanzaban destellos de felicidad.

    —Muy segura. Creo que estos números se ajustan perfecto al presupuesto que había proyectado. Debemos tener en cuenta que al costo del terreno hay que agregar todo lo relativo a volverlo funcional para la plantación.

    —Por supuesto. —Parecía que Lorena no podía dejar de sonreír.

   —Pues… el departamento contable avala esta operación —lanzó Regina sin titubeos.

   —¡Perfecto! —Lorena se puso de pie con un brinco mientras Mauri y ella aplaudían—. Esto significa más trabajo y estrés para mí, pero bueno… ¡Me encanta!

    —Si necesitas ayuda con algo aquí me tienes. —Se ofreció Mauri.

   —Por ahora me ayudarías mucho garantizándome que la apertura de Los Ángeles será un éxito publicitario.

    —Lo será, no tengas dudas.

    —Mauri es la mejor —soltó ella, sintiendo una momentánea vergüenza ante la expresión de Lorena.

    —Bueno —dijo su jefa mirándolas a ambas—, me he esforzado por tener en mi equipo al mejor talento. —Regina asintió para agradecer el cumplido—. Entonces, Mauri ¿quién será el responsable de la oficina de L.A? —preguntó Lorena mientras daba unos pasos a la salida. La reunión había acabado.

    —Ya te dije que yo puedo ir —dijo la pelirroja riendo y siguiendo a su jefa.

    —Por supuesto que no —respondió Lorena, cediéndole el paso a Regina hacia la puerta—. Si te vas, muchos aquí lo lamentaremos.

    —¿Te irías? —preguntó Regina cuando las tres estaban ya en el pasillo.

    —Creo que no. —Mauri la miró a los ojos—. Extrañaría… mucho a mi madre.

Las tres rieron, aunque Regina casi podía jurar que aquella declaración en realidad tenía otro significado.



Mauri
Realmente estaba haciendo un esfuerzo por mantener la vista en la pantalla de su laptop. Podía sentir la presencia de Pablo frente a su escritorio, esperando una respuesta a la pregunta que le había lanzado unos segundos antes.

    —¿Y bien? —Se escuchó de nuevo la voz de su asistente.

    —Y bien, ¿qué?

    —¿Qué pasó con la contadora?

   —Nada —dijo ella para restarle importancia y abrió un cajón para tomar un bolígrafo.

    —¿Segura? ¿Esa cara de satisfacción que intentas ocultar se debe a algo que hicieron en esta oficina? —Mauri levantó la vista cuando se percató del movimiento de Pablo, que había volteado hacia el sofá—. ¿Fue en el sofá?

    Mauri soltó una carcajada.

   —No digas tonterías. No pasó nada de lo que estás pensando, solo… —Reflexionó un momento—. Bueno… Creo que tuvimos un acercamiento.

   —¿«Acercamiento»? ¡Mauri, tú tienes novia! ¡Dijiste que no lastimarías a Jessica!

    —¡No hice nada malo! —dijo con el ceño fruncido—. ¡Fue algo inocente! Yo creí que la pelea con su tonto novio había sido muy grave… ella me contó… creo que hubo… Antes nos contábamos todo. Sabíamos todo de la otra, lo que le enfadaba, lo que le hacía feliz, podíamos entender nuestros gestos por muy simples que parecieran. Era… magia. Es lindo saber que queda algo de eso. Fue como volver a ser amigas.
    —¿Amigas? ¿Estás segura? —Pablo se sentó frente a ella.
    —Segura.
    —¿Me estás diciendo que estás teniendo una especie de reencuentro amistoso con una chica guapísima que años atrás fue tu mejor amiga y de la que estuviste enamorada? ¿Y aparte me aseguras que ahí no hay ningún peligro para tu nueva relación?
    —Exacto —confirmó ella anotando algo en una libreta—. Todo está en su sitio.
    —¿Estás siendo sincera contigo misma?
    —¿Por qué te cuesta tanto creerlo? —preguntó ella algo molesta.
    —¡Porque eres tú! Carajo, te he visto tener muchas novias sin tomarte la ligera molestia por ninguna de ellas. Pero en cuanto le pasa algo a Regina, tú saltas como loca. ¿Estás segura de que ya no la amas?
    —¡Claro que sí! Mira, lo admito, estaba perdidamente enamorada de ella pero eso fue hace años. ¡Años! Además, Regina no siente algo así por mí. No lo sintió entonces y no lo siente ahora. Ella fue muy clara al respecto hace tiempo. Ya lo entendí. Con Regina no tengo ninguna aspiración romántica, solo es alguien que…
    —Te vuelve loca —terminó Pablo suspirando—. Solo ten presente lo que acabas de decir. Regina tiene novio, pronto se casará con él y si te empiezas a hacer ilusiones con ella se te romperá el corazón, luego tú romperás el de Jessica y yo te romperé la cabezota.
    —No lo permitiré. Jessica es la chica ideal para mí. Es linda, divertida, lista y de verdad le importo.
    —Entonces espero que realmente las cosas sean tan inocentes como dices.



La ciudad lucía hermosa con las calles iluminadas y llenas de gente disfrutando la frescura de la noche. Mauri y Jessica habían acordado cenar en un pequeño restaurante de la avenida principal.
    —Creo que hay un sitio para estacionar ahí —le indicó su novia señalando un espacio unos cuantos metros adelante.
    —Genial, muero de hambre.
    —¿Saliste a comer hoy?
    —No, me quedé en la oficina —dijo ella bajando del auto—. ¿Y tú?
    —Salí a comer con las chicas. Seguimos celebrando a María durante el almuerzo. —Jessica la tomó de la mano y la condujo por la calle hasta el restaurante.
    —María se veía muy feliz hoy.
    —Sí, le fascina cumplir años, sobre todo le gusta recibir regalos. Por cierto, dile a Pablo que ha sumado muchos puntos con esas flores. María estaba encantada.
    —Por favor, dime que por fin ya le hará caso a mi desdichado amigo.
    —Yo creo que sí. O sea, Pablo es guapo y obvio a María le gusta pero… ¿cómo explicarlo sin que suene mal? —Por fin llegaron a una mesa. Enseguida un mesero se acercó a solicitar su orden y luego se marchó. Mauri retomó la conversación.
    —Solo dilo. ¿Qué piensa María sobre Pablo?
    —Bueno… —Jessica fijó toda su atención en Mauri—. María es algunos años mayor que él y supongo que… es como si…
    —¿Qué?
    —Es por la parte económica, las aspiraciones, ya sabes.
    —Eso qué tiene que ver.
    —Pues que María lleva varios años ejerciendo como contadora, gana bien, vive sola en su departamento, le gusta tener cierto estilo de vida. Y Pablo… pues… es un chico que acaba de graduarse, trabaja como asistente y sigue viviendo con sus padres.
    —Eso no significa que no tenga un brillante futuro esperándolo.
    —Sí, yo no digo que Pablo esté mal, solo que a las mujeres nos gusta tener seguridad. Y más a cierta edad. Digo, a los veinte años una solo piensa en fiestas y en pasarla bien, pero ya rayando los treinta, empiezas a ver a futuro. María quiere un compañero con aspiraciones, igual que todas. Y con eso no digo que sea interesada, porque ella no quiere que la mantengan ni nada, solo no quiere mantener a ningún chiquillo —terminó Jessica riendo.
    —Pues yo sé que Pablo llegará muy lejos. Es listo y de confianza. Lorena y yo tenemos grandes planes para él —aseguró para defender la honra de su asistente.
    —¿En serio?
    —Claro. Es un muy buen elemento en la compañía. Dile eso a María.
    —Creo que ese será el empujón que le hacía falta.
    —¿Entonces ella no está saliendo con nadie?
    —No, su último novio resultó ser un canalla. Terminaron hace varios meses.
    —¿Y por qué no estás con ella ahora? Creí que irían a festejar a algún bar.
    —Ese era el plan pero sus papás y su hermano llegaron de sorpresa e irán a cenar en familia.
    —Eso de las familias es un fastidio.
    —¿No te llevas bien con la tuya?
    Mauri miró a su novia. No habían hablado de sus familias en aquellas semanas. La pelirroja no acostumbraba tocar esos temas con las chicas con las que salía, aunque no veía el inconveniente de charlar de eso con Jess si aquello iba en serio.
    —No es que nos llevemos mal tampoco… cada quien está en sus rollos. A mis papás les encanta estar en casa. Mi padre se la pasa podando sus plantas o leyendo sus libros en el patio. Y mi madre se la pasa probando recetas de cocina. Son felices disfrutando de su retiro. Por otro lado, mi hermana ya está casada, tiene un marido friki pero fantástico y un hijo muy parlanchín. Todos están bien.

    —No sabía que tenías un sobrino.
    —Sí, tiene cinco años. ¿Y tú familia?
    —Nosotros somos demasiados. Mi papá enviudó cuando era joven y se quedó con tres hijos. Luego se casó con mi mamá y tuvieron cuatro más. Ahora mis padres son felices con sus seis nietos y dicen que esperan por lo menos otros seis. Realmente todos tenemos una muy buena relación.
    —Eso suena lindo.
   —Por cierto… —Jessi dudó antes de continuar—. Le he hablado a mi familia sobre ti. Mi madre… sé que falta mucho pero ella te ha invitado a pasar navidad con nosotros. —Mauri iba a abrir la boca para responder pero Jessica prosiguió—: No quiero que te aterres con esto, por favor no te sientas obligada a aceptar.
    —Lo que iba a decir, es que sería un placer acompañarlos.
    —¿En serio?
    El mesero llegó con sus bebidas.
    —Claro. O sea, mi madre me mataría si falto a la cena de Nochebuena en su casa pero supongo que puedo ir con tu familia la mañana de Navidad. ¿Qué dices?
    —Suena estupendo. Me alegra que hagamos esto —dijo feliz Jessica mientras daba un sorbo a su trago.
    —¿Qué?
    —Hacer planes. Gracias por tomarte en serio esta relación.
    —Te dije que lo haría. —Mauri sujetó la mano que Jessica tenía sobre la mesa—. Quiero hacer las cosas bien —dijo con sinceridad. La chica sonrió.

    Mauritania observó a Jessi por unos segundos. Sin duda era muy hermosa, platicar con ella era fácil, no se complicaba mucho la vida, era práctica, sencilla y divertida. Le había comentado a Pablo que Jessica era ideal para ella y era algo que realmente creía. Las cosas que le decía Jessica sobre lo que quería para su futuro, eran totalmente compatibles con las que Mauri deseaba. Eran una pareja prometedora si analizaba las cosas lógicamente.
    —Y… ¿todo bien con Regi? —preguntó Jessi. Mauri tuvo una sacudida de nerviosismo.
    —¿Con Regina? Sí, ¿por?
   —Es que escuché que querías decirle algo sobre la contabilidad, parecías molesta.
    —Ah, sí. No. Eso fue… quería aclarar unos presupuestos para la publicidad en redes sociales —mintió—. Lorena quiere tirar la casa por la ventana con el lanzamiento. Necesito que Regina autorice una fortuna para ello.
    —Si lo creo. He visto a todo tu departamento correr como locos durante meses.
   —Todo está yendo excelente. Se nos está cayendo el cabello pero estamos orgullosos por eso.
    Jessi lanzó una carcajada y luego dijo:
    —Menos mal que todo estuvo bien con Regina. ¿Sabes? Es una de mis mejores amigas y a veces siento que no puedo convivir con las dos al mismo tiempo.
    —¿Por qué?
    —Por esa atmósfera de repulsión mutua que se siente cuando están cerca.
   —¿Repulsión? No me desagrada Regina. Solo… bueno, no he tratado mucho con ella. Estamos en cosas totalmente distintas. Ella trabaja ordenando números y yo trabajo creando emociones.
    —Yo también veo números —le recordó su novia.
    —Entonces es solo que es más fácil hablar contigo.
    Jessica asintió.
    —Espero que puedan llevarse bien. Regina nos ha pedido a María y a mí ser sus damas de honor.
    Mauri sintió una punzada en su estómago.
    —¿Dos damas de honor?
    —Eso dijo. Y en las bodas se hace lo que la novia ordena. —Jessica se encogió de hombros—. Obviamente tú serás mi acompañante.
    Mauri parpadeó varias veces intentando captar el significado de aquel mensaje. ¿Acompañar a Jessica… a la boda de Regina? ¡Eso no estaba en consideración! ¡Por nada del mundo estaría en la boda de Regina con el abogado aburrido ese!
    —Eh… claro… ¿cuándo es? Es que tengo este otro asunto pendiente y es impostergable.
    —¿Qué asunto? La boda es en febrero… en teoría —terminó Jessica bajando la voz.
    —«¿En teoría?»
    —Es que… Regi se peleó con Carlos y… creo que fue algo muy intenso. Nos dijo que le gritó a Carlos que la boda se cancelaba.
    Mauri abrió mucho los ojos. Aquella noticia no se la esperaba. No sabía si se sentía preocupada o feliz. Nunca le había caído muy bien Carlos. Le parecía alguien insípido, un abogado sin chiste.
    —Eso es… tremendo.
   —¿Verdad? —Jessica tomó un sorbo de su bebida antes de continuar—. Claramente no creo que Regina cancele la boda.. o sea… ¡Sería un escándalo!
    —¿Sabes el motivo de la pelea?
   —Dijo que estaban en total desacuerdo sobre temas importantes. —Mauri pensó un poco. Recordó lo que Regina le había contado en el baño del Amarantha. ¿Sería ese el motivo?—. Como sea, Regina tenía que ver a Carlos hoy.
    —¿Hoy? —Mauri se movió inquieta.
    —Sí. El pobre hombre se la pasó llamándola toda la mañana. Creo que estarán bien. Vi a Regina sonriendo como boba.
    —¿En serio?
    —Sí. Parecía demasiado feliz cuando fue a la oficina de Lorena. Yo creo que ya había hablado con Carlos. Esperemos que se reconcilien para poder disfrutar de su boda.
    —Sí… esperemos que sí —dijo Mauri pensativa.



Regina

Echó un vistazo al departamento para confirmar que todo estaba en orden. Se sentía un poco apenada de tener que resolver ese asunto en la casa de María, pero Carlos había insistido en verse esa misma noche para arreglar las cosas.
    Aprovechando que su amiga había salido a cenar con su familia, Regina le había pedido autorización para recibir a Carlos ahí. Estaba un poco nerviosa. No se había puesto a pensar en cómo resolver aquello. Cuando salió de su casa después de la pelea, estaba totalmente segura de que estaba haciendo lo correcto. Se sintió extrañamente liberada cuando conducía por la ciudad, sabiendo que ya no tendría que presentarse a ninguna boda. Pero claramente eso se debía a que estaba furiosa. Ella sabía que un compromiso no se rompía así de fácil, no cuando hay tanta historia y tanto tiempo invertido en la relación. Sabía que debía reconciliarse con Carlos. Él era perfecto para ella, sus padres lo adoraban, era cariñoso, exitoso, guapo. Solo debía encontrar la forma de coincidir con él en ciertos temas para llevar la fiesta en paz.
    Respiró hondo varias veces cuando escuchó el timbre. Aunque sabía quién era, confirmó la identidad por la mirilla de la puerta. Carlos se veía ansioso. Regina abrió y se encontró con una leve sonrisa en los labios de su prometido.
    —Hola. —Saludó él.
    —Hola. Pasa. —Se hizo a un lado para dejar que Carlos ingresara. Su novio se quedó de pie a mitad de la sala—. ¿Quieres algo de tomar?
    —No, gracias. Quiero que vuelvas a casa. Esto no es correcto. No deberíamos pelear.
    Regina miró al suelo y se quedó un momento en silencio pensando en qué decirle al hombre frente a ella.
    —Es que no quiero. —Se sinceró—. No quiero tener una vida de libro. Y eso es lo que tú quieres para nosotros. —Entonces conectó sus ojos con los de Carlos, que la observaba como si eso fuera un deseo imposible de cumplir.
    —Pero… ¿por qué no? ¿Qué hice mal?
    —No se trata de eso. Solo creo que somos demasiado jóvenes para pensar en ser padres. Al menos yo siento que no podría con eso ahora. No quiero casarme y luego quedar embarazada sólo porque nuestros padres desean tener un nieto pronto. Ellos no vendrán a cuidarlo, ellos no tendrán que mantenerlo. No quiero traer a un niño a este mundo solo por los caprichos de los demás. Quiero que entiendas eso.
    —De acuerdo —dijo Carlos sonriendo.
    —¿De acuerdo?
    —No tendremos hijos pronto —aclaró el abogado de forma práctica.
    —¿Así de fácil?
    —Sí. Ahora déjame llevarte a casa.
    —Si es así de fácil, ¿por qué acabamos gritando por este asunto? No quiero que me des el avión solo para evitar una pelea ahora. Esta será mi postura después de casarnos. Me seguiré cuidando y espero que tú también.
    —Mira… —Carlos se acercó más a ella—. Sí, me encantaría tener niños pronto pero tienes razón, yo no soy el que quedará embarazado, yo no soy el que tendría que renunciar a su trabajo para cuidarlos. Creo que… Los hombres somos unos malditos egoístas en ese aspecto. No quiero obligarte a hacer algo que tú no quieras en este momento. Podemos esperar.
    —¿Lo dices con sinceridad?
    —Totalmente. —Carlos seguía sonriendo—. De verdad quiero casarme contigo y seguir viendo cómo llenas de verde nuestro jardín. Los niños pueden esperar cinco o diez años.
    Regina se detuvo unos segundos a pensar si podía confiar en las palabras de su novio.
    —De acuerdo.
    Carlos la abrazó. Regina sintió su cuerpo presionando el de su prometido y recordó que esa escena ya la había vivido esa misma mañana. Se sintió un poco mareada al echar de menos el perfume de Mauri. Sus ojos empezaron a arderle. Los cerró.