Aún se siente el calor

Escuchame…

Capítulo 1

El sueño que jamás compartirías

Regina

Aquella noche de principios de agosto parecía tan normal como cualquier otra, con el aire fresco del verano y los ladridos de los perros de los vecinos. Aquella calle podía ser la más tranquila del planeta. Si alguien miraba, eso diría sin dudar: Todo normal. Al menos todo iba bien para la mayoría de la gente, pero no para Regina Leal, que se movía sobre el colchón de su cama.

 Los labios de Mauri se deslizaban por su cuello, mientras una mano cálida se colaba entre sus piernas. Regina jadeó cuando sintió aquellos dedos acariciando esa zona tan íntima.

 —Tini —dijo cerca de la oreja de su amante, aferrándose más a su espalda cuando unos dedos intrusos se colaron en ella.

 —Me excita tu voz —declaró Mauritania—. Y me excita más sentirte mojada.

 —Eres una…

 —¿Sinvergüenza? —interrumpió la chica—. Sí, lo soy. Por eso te gusto.

 Mauri se movía sobre ella, presionando su cuerpo contra la cama.

 —No… me gustas —logró decir Regina, intentando no gemir más—. Yo… tengo novio…

 —No soy celosa —respondió Mauri apagando sus débiles argumentos con un beso.

 Regina no podía parar aquello. Quería más. Aquella mujer siempre la hacía perder la cordura. Apretó los labios pues no quería que el ego de Mauritania se inflara más al escucharla entregarse al placer. Pero no lo consiguió. Soltó una fuerte exclamación cuando aquella ola brotó de su entrepierna y le recorrió el cuerpo.

 Regina abrió los ojos espantada mientras un fuerte estremecimiento la recorría. ¡¿Otra vez?! Se levantó de la cama y se tapó el rostro. Hacía varias semanas que estaba teniendo aquel sueño. ¡¿Qué carajo le pasaba?!

 Se apresuró a entrar al baño y lavarse la cara con abundante agua. No podía volver a aquello. Lo de Mauri y ella había quedado en el pasado, muchos años atrás. Ella estaba feliz con Carlos, en plenos preparativos para su boda y nada debía arruinarla.

 —Tranquila —se dijo frente al espejo, con el agua goteando por sus mejillas—. Son solo los nervios, todo está bien.

 Cuando regresó a su colchón, cerró el libro que había estado leyendo antes de quedarse dormida. Según su reloj, eran apenas las siete de la noche. Eso quería decir que su prometido no debía tardar demasiado en llegar.

 Y no se equivocó. Quince minutos después, el auto negro de Carlos aparcó en el garaje de la casa. Aquella propiedad era de su novio y Regina llevaba viviendo ahí casi un año, pues habían decidido probar lo que sería vivir juntos antes de dar el gran paso. Como ambos habían concluido que les iba bien, habían anunciado su compromiso tres meses atrás.

 —El tránsito es un caos —dijo Carlos apenas entró—. Hubieras visto la cantidad de autos que hay. Deberíamos mudarnos al campo.

 —Dices eso todos los días —le recordó ella correspondiendo el beso de su novio—. Pero en el campo no hay tanto trabajo para abogados penalistas.

 —Entonces pondremos una frutería. Viviremos de tomates y lechugas. ¿Qué tan difícil sería cultivar?

 Carlos se metió a la habitación y siguió hablando de todo lo que podría hacer en una granja, mientras Regina preparaba un café en la cocina. Aquel aroma en particular le encantaba. Le había fascinado desde la primera vez que lo había probado.

 —No sabes cuánto detesto que te metas en mis sueños… —susurró al pensar en Mauri.

 —¿Puedes creer lo que dijo el hijo de puta? —La voz de su novio la hizo volver de sus pensamientos—. Ya se lo había advertido a Camilo. Le dije que Otto es un cobarde, pero el imbécil le apostó todo el caso a un solo testigo.

 —¿Y ahora qué pasará? —preguntó ella sin verdadero interés, concentrada en echarle la suficiente leche a su café.

 —Pues que nos ha jodido todo. Mañana seguro van a rodar cabezas y la primera será la de Camilo, por pendejo. ¿Hay algo para cenar?

 —Pedí pizza, no debe tardar en llegar.

 —Bueno… —Carlos abrió el refrigerador y sacó un pedazo del pastel que le habían regalado en la oficina el día anterior—. Veré el resumen del partido entonces. ¿Quieres pastel?

 —No. Es todo tuyo.

 —No puedo creer que ayer cumplí treinta años. Carajo, ya deberíamos tener un hijo.

 Regina levantó una ceja al escuchar aquello.

 —¿Deberíamos?

 —Sí —dijo Carlos encendiendo la televisión y subiendo los pies a la mesita de la sala—. A mi edad mi padre ya tenía cuatro hijos y tres matrimonios.

 —Y tú apenas vas por el primero. Qué triste.

 —Pues me asombra que no estés preocupada. Ya tienes veintisiete años.

 —Veintiséis —aclaró ella.

 —Es casi igual. Debemos apurarnos a tener bebés.

 —Podemos encargarlos por docena para que te sientas mejor.

 —Estoy hablando en serio —dijo Carlos metiendo un enorme trozo de pastel a su boca.

 —Voy a darme una ducha mientras llega la cena.

 Regina estaba acostumbrada a que su novio sintiera prisa cada vez que comparaba su vida con la de su padre. Y es que su suegro tenía una imagen intachable en la mente de su hijo, ya que Carlos solía pasar por alto el hecho de que su papá dejó a su madre y a dos pequeños para irse con otra mujer… Con la que tuvo una hija antes de dejarla por otra… Con quien tuvo otro hijo y que también abandonó.

 Mientras el agua caía sobre su cabeza, Regina intentaba apartar la imagen de Mauri y ella haciendo el amor en su cama e intentaba poner toda su energía en pensar en los asuntos de su trabajo.

 Dos años atrás había conseguido un puesto en una empresa dedicada a producir y comercializar café. Cuando aquella compañía comenzó, eran muy pocos empleados y en algunos años habían ampliado su plantilla a decenas de personas, con planes de entrar al mercado extranjero el siguiente año. Y algo que había sorprendido muchísimo a Regina al entrar a trabajar ahí, era que se trataba del mismo café que había probado en una pequeña cafetería cuando iba en su tercer año de universidad y había decidido ponerle fin a sus encuentros casuales con Mauritania. Era irónico que en aquel último encuentro, ambas hubieran bebido ese café y cuatro años después de su ruptura se reencontraran en aquella empresa cafetera.

 Regina escuchó a Carlos atendiendo al repartidor y decidió que ya había estado mucho tiempo en la ducha. Durante la cena, intentó poner al tanto a su novio de lo que faltaba asegurar y pagar para su boda, pero prefirió dejarlo para después al darse cuenta de que Carlos tenía toda la atención puesta en la repetición de partido de fútbol. Así que la chica decidió regresar a su habitación y continuar leyendo aquel libro que le fascinaba. Lo más importante para ella en esos momentos, era deshacerse de las lascivas imágenes de Mauri.

 Tiempo atrás había dejado que aquella chica trastornara su vida y necesitó mucha madurez para aprender a convivir con esa tonta encantadora cuando se convirtieron en compañeras de trabajo. Regina nunca le había contado a Carlos, ni a nadie, sobre la relación extraña que Mauritania y ella mantuvieron durante la adolescencia y parte de su adultez. Todo había comenzado en la secundaria, cuando se volvieron amigas inseparables y, mientras los años pasaban, su amistad había mutado en algo más que amistad pero algo menos que un noviazgo. Y es que, ¿cómo ella podría andar de novia de una chica? Su familia ultra conservadora y religiosa jamás hubiera aprobado tal comportamiento. ¡Por Dios, su tía era monja!

 Fue por eso que después de meterse a la cama de Mauritania durante algunos años, Regina había decidido cortar por completo su trato con la chica. No podía dejar que las cosas se le salieran de las manos. Esa decisión le había costado mucho, pues Mauritania era una persona que la hacía morir de risa y en la que podía confiar por completo. Después de terminar su relación en la pequeña cafetería, Mauri había mantenido su palabra de no volver a buscarla, cosa que Regina agradeció mucho… Pero también fue algo que la decepcionó bastante pues extrañaba a su mejor amiga.

 Regina se acomodó en la cama, lista para dormir y enfrentar los retos del día siguiente. Mantuvo los ojos cerrados cuando sintió a Carlos acostarse junto a ella. No se sentía bien mirando a su novio a los ojos. Se sentía infiel ante él, sentía que cada vez que soñaba con Mauritania o pensaba en ella, traicionaba a Carlos. No quería arruinar lo que habían construido juntos.

 Carlos era una buena persona, con algunos traumas como todos, pero buen partido. Se había ganado el cariño y aprobación de su familia, era guapo, un profesionista exitoso con una carrera muy prometedora y una buena posición económica. Además de que siempre se había portado bien con ella y se había comprometido con la relación desde el principio. Carlos era lo que toda mujer quería.

 No había pasado mucho cuando unos ronquidos anunciaron que su novio ya estaba dormido. Regina volteó a mirar el rostro de su prometido, iluminado tenuemente por la luz de la luna que se colaba por la ventana. Observó su perfil perfecto y el mentón cubierto por una incipiente barba, muy típica de él. Suspiró mientras se acurrucaba contra Carlos, deseando con todo su corazón que esa noche el protagonista de sus sueños fuera el hombre acostado a su lado.





Mauri
Un Golf GTI rojo se abría paso por la avenida lanzando un potente rugido mientras rebasaba a los lentos vehículos que le estorbaban el paso. Mauritania Alonzo era feliz a pesar de los bocinazos que le lanzaban y, mientras escuchaba su canción favorita, se acercaba más y más al edificio que era su destino.

 Mauri llevaba seis años trabajando para aquella compañía, pues había comenzado sus labores mientras estudiaba el tercer año de la carrera, así que era una de las personas más antiguas de la empresa y a la que más estimaba Lorena Barbeito, la dueña y fundadora de Café Latino.

 La chica pelirroja con facha de rockstar bajó del auto quitándose las gafas oscuras, se echó la mochila al hombro y presionó el botón de los seguros sin mirar atrás. Cualquier persona que la hubiera visto en ese momento se hubiera quedado impresionada con la seguridad y carisma que proyectaba en su rostro y caminar.

 Mauri era una de las piezas clave en la empresa, pues había sido prácticamente gracias a ella que aquel negocio se había formado, aunque era una información que su jefa había mantenido oculta al resto del equipo, a petición suya por supuesto. La pelirroja no se sentía bien recordando aquel día de su vida y había pasado varios años intentando olvidarlo. Cosa que se le complicó bastante cuando dos años atrás una chica de cabello castaño y hermosos ojos color miel se había presentado a una entrevista de trabajo.

 Ese día, Mauritania se había quedado petrificada viendo a Regina sentada en la sala de espera, lista para ser entrevistada para la vacante en el departamento contable. Fue hasta que Lorena la arrastró a su oficina, que Mauri pudo recuperar el habla.

 —¿Es ella? —le había preguntado su protectora—. ¿Quieres que la rechace?

 Aquella oferta la había tomado por sorpresa. Pensó su respuesta un momento y luego dijo:

 —No. Mi historia con ella no debe intervenir en esto.

 —Pero si la contratamos tendrás que verla todos los días. ¿Estás lista para eso?

 —No hay nada que un poco de whisky no pueda resolver. Eso fue hace mucho, ya he madurado… Algo así.

 —Si eso es lo que quieres…

 Y así todo había transcurrido con normalidad en la entrevista de Regina, que había sido contratada casi de inmediato al demostrar estar muy bien preparada para el puesto. La primera vez que se vieron frente a frente, Mauritania estaba demasiado cruda como para centrarse mucho en lo que pasaba, pues su resaca la tenía totalmente devastada. Después de eso, Regina y ella habían hablado brevemente para prometerse un trato cordial y profesional. Durante ese tiempo Mauri había cumplido su palabra, intentando enfocarse únicamente en el trabajo y en su demandante vida social.

 —¡Ahí estás! —dijo su asistente en cuanto la vio entrar a su oficina. Como todos los días un café y un panecillo ya la esperaban sobre su escritorio.

 —¿Ahora qué pasa, Pablo?

 —Esmeralda viene para aquí —le susurró él, aunque era obvio que nadie podía escucharlos ahí dentro.

 —¿Por qué? Le habías dicho que me despidieron, ¿no?

 —Sí, pero insiste en que seguro aquí tenemos tu nueva dirección. ¿Por qué siempre encuentras a las más tóxicas?

 —Es un don. Solo asegúrate de que no pase de recepción —dijo endulzando con miel su café.

 —¿No sería mejor hablar con ella para que te deje en paz?

 —Lo he intentado muchas veces, créeme. Esa mujer está loca.

 —¿Igual que Nina, Aura y Victoria? Empiezo a creer que tú enloqueces a tus novias.

 —¿Te pago para que seas mi madre?

 —A veces me parece que sí —dijo Pablo sonriendo—. Lorena pidió verte en su oficina en cuanto tuvieras unos minutos libres.

 —De acuerdo. Ya vete a hacer guardia.

 Cuando su fiel asistente la dejó sola, Mauri encendió su laptop para dar un rápido vistazo al trabajo del día. Como jefa de publicidad, tenía a su cargo a un equipo de varias personas que trabajaban en todo lo relacionado con la imagen y promoción de la marca.

 Se apresuró a revisar los últimos videos terminados antes de atender el llamado de su jefa. Lorena Barbeito era una mujer elegante, de sesenta años que parecía quince años menor gracias a su genética y a su estilo de vida.

 —Necesito que envíes al mejor de tu equipo para dirigir la oficina de Los Ángeles —dijo la mujer en cuanto la vio entrar a su oficina.

 —La mejor es Galicia… No sé si quiera mudarse en pleno embarazo.

 —Entonces elige a quien esté dispuesto a irse para allá, que tenga tu absoluta confianza y la capacidad para manejar tal responsabilidad.

 —Pero…

 —Quiero que sea alguien de tu equipo —interrumpió Lorena.

 —¿Sigues nerviosa?

 —No pensé que la expansión sería tan pronto —admitió la mujer—. Es muy satisfactorio lo admito, pero muy estresante.

 —Si quieres me voy para allá. ¿Te imaginas? Playa, chicas, Hollywood, chicas, actrices, chicas, películas, chicas.

 —¿Estás loca? Te necesito en la matriz más que nunca. No podría sola con todo esto.

 —¡No digas tonterías! ¡Lo hacías muy bien antes de conocerme!

 —Mi negocio era solo una cafetería, ahora surtimos a cientos de tiendas.

 —Tenías el mejor café que he probado en mi vida. Me pareció justo darlo a conocer a todo el mundo.

 Toc-toc.

 Mauri miró atrás al escuchar los golpes.

 —¡Pasa! —dijo Lorena con una sonrisa. Regina abrió la puerta de cristal y entró.

 —Buenos días, Lorena. Te traigo las facturas que me pediste.

 —Hola. —Saludó ella haciendo girar su silla, dando vueltas mientras la jefa recibía la carpeta de la contadora.

 —Hola —dijo la chica evitando su mirada.

 —¿Se concluyó el tema de los impuestos de las nuevas oficinas? —quiso saber Lorena.

 —Sí. Nos enlazaremos con el despacho de Los Ángeles en la reunión de hoy para presentarte todo lo que trabajamos al respecto. Aunque te adelanto que tenemos luz verde para todo. En cuanto lo decidas podremos empezar a contratar gente.

 —Perfecto, una cosa menos en mi cabeza. Solo me queda colocar a alguien al mando —comentó Lorena mientras revisaba las facturas.

 —Ya te dije que yo voy —dijo la pelirroja dando otra vuelta en su silla. Fue entonces que Regina clavó sus ojos en ella. Mauri intentó no detenerse mucho tiempo en aquella mirada miel.

 —Lo pensaré —respondió la jefa sin darle importancia a su comentario.

 —Entonces… nos vemos en la reunión. —Con una última sonrisa hacia Lorena, la contadora salió de la oficina.

 —Ya deja de dar vueltas —le pidió su jefa—. Tu amor platónico ya se fue.

 —¿Amor, qué? ¡Pff! —soltó una carcajada—. Hablas de la futura esposa de un aburrido abogado. ¿Empaco para Los Ángeles?

 —No. Ya largo de aquí.



Pablo tomaba agua sin parar, mientras Mauri le ponía miel a su tercera taza de café del día. Estaban en la sala de descanso en espera de que la reunión general diera inicio.

 Semanalmente Lorena convocaba a una junta con los jefes de departamento para saber cómo iban los asuntos de cada área. Generalmente cada jueves tenían que reunirse, pero había semanas con reuniones de emergencia según qué tan alterados estuvieran los nervios de su jefa.

 —Creí que Esmeralda nunca se iría —dijo Pablo—. Quería hablar con Lorena para solicitar tus datos. ¿Cómo le haces para esconderte de tus ex?

 —Nunca les digo donde vivo y cambio de número telefónico al terminar con ellas. Con Esmeralda cometí el error de mencionar donde trabajo.

 —¿Nunca la llevaste a tu departamento?

 —En realidad intento no hablar mucho de mí.

 —Estás demente. ¿Cómo quieres una relación seria así?

 —¿Quién dijo que quiero algo serio? —dijo Mauri con una expresión de asco—. Mejor ve a adelantar los pendientes mientras yo entro a la reunión.

 —De acuerdo. Y por cierto, recuerda que el viernes es el cumpleaños de tu sobrino y aún no le compras un regalo.

 —¿Podrías…?

 —¿«Encargarte de eso, Pablo»? —dijo el chico imitando su voz—. Sabía que lo pedirías. Le compraré algo de dinosaurios. Le gustan, ¿no?

 —Eh… —Mauri pensó un momento sin lograr dar con una respuesta.

 —Yo me encargo —terminó su asistente negando con la cabeza.

 ¿Qué esperaba Pablo? ¿Qué supiera los gustos de un niño de cuatro años? Unas risas captaron su atención. Regina apareció acompañada por María y Jessica.

 —Por eso no te preocupes, no llevaremos strippers a tu despedida —decía Jessica, que miró encantada a Mauritania—. Hola.

 —Hola, chicas. ¿Qué tal va todo?

 —Estamos planeando la despedida de soltera de Regina —anunció Maria—. ¿Recuerdas la de Galicia? —Su compañera se tapó la boca con las manos para intentar ocultar su risa.

 —Fue épica —dijo Mauri sentándose frente a la mesita.

 —¿Qué pasó? —preguntó Regina al aire, aunque Mauri pudo notar sus ojos sobre ella, así que respondió:

 —Se comió a un stripper.

 —¡Qué asco!

 —Pues Galicia no parecía muy asqueada —bromeó María sin poder aguantar más las risas—. Toda novia tiene derecho a un desliz antes del gran día. Incluso tú, Regi.

 —¡Claro que no, María! —se defendió la castaña lanzando una fugaz mirada sobre Mauri. La chica parecía muy molesta por aquello y se dedicó a ignorar a todas mientras se preparaba un café con leche para la reunión.

 —Pues hay que encontrar unos buenos juegos para tu despedida —intervino Jessica—. Mauri… ¿nos ayudarías?

 —Con mucho gusto —dijo con una sonrisa de lado, siguiendo con la vista los movimientos bruscos de Regina, que no se dignó a mirarla o decir algo.

 —Genial. —Jessica estaba sonrojada—. Yo te busco entonces para… platicar de eso… y… bueno sí.

 Pero Mauri no escuchó nada más de los balbuceos de Jessica, pues a su mente había llegado un flash del pasado: Regina desnuda sobre su cama riendo de un chiste que ella le había contado después de hacer el amor. Vio claramente la curva de sus labios y el brillo de sus ojos. Hacía mucho tiempo que la chica no la miraba así, que no compartían un momento juntas. Mauritania sintió una extraña melancolía que amenazó con arruinar su buen humor. Se paró de golpe y salió de ahí sin atreverse a mirar a su antiguo amor.

Capítulo 2

Te fuiste de aquí

Regina
Lorena condujo la reunión con agilidad, tal y como lo hacía siempre. Eso era algo que Regina admiraba mucho de la mujer, ya que era muy práctica. Por eso no le sorprendía que Café Latino fuera una empresa próspera a pesar de tener pocos años de vida. Además, debía admitir que la química entre Lorena y Mauri era un factor muy importante para el éxito que habían tenido. Se movió incómoda en su lugar al pensar aquello. Esa química que percibía, ¿era solo laboral? Todos decían que Mauri era como una hija para Lorena, pero Regina se sentía intrigada y tentada a descubrir si había algo más.

—Por eso quiero hacer un reconocimiento al trabajo del equipo contable, especialmente felicitarte a ti, Regina —dijo Lorena, haciendo que ella regresara al presente.

—Gracias. Aunque no se hubieran alcanzado las metas sin el esfuerzo de todo el equipo —respondió ella con una sonrisa.

—Has afrontado muy bien el liderazgo del departamento en ausencia de Gonzalo. No pudo elegir mejor suplente y… reemplazo.

—¿Q-qué? —preguntó confundida ante las palabras de su jefa. Todos los asistentes a la reunión tenían su vista puesta en ella.

 —Gonzalo me llamó hace unos días. Tomó la decisión de renunciar para enfocarse por completo en la crianza de sus hijas ahora que enviudó. Puso tu nombre sobre la mesa, algo que me pareció justo e inteligente. Si lo aceptas, su puesto es tuyo a partir de ahora.

 Regina se quedó en silencio unos segundos, sin romper la conexión con los ojos de Lorena. ¿Había entendido bien?

 —¡Sí! —dijo al fin—. ¡Claro que acepto!

 Las seis personas sentadas a la mesa empezaron a aplaudir, pero los ojos de Regina buscaron inevitablemente a Mauri, que estaba a la derecha de la jefa. La pelirroja aplaudía con entusiasmo y le regaló una sonrisa radiante en cuanto notó su mirada en ella. La chica castaña sintió un estremecimiento en todo el cuerpo y decidió atribuirlo a la emoción ante aquel anuncio.

 —¿Qué te parece si le informamos de tu ascenso al resto del equipo y pasas con Irmita a recibir las nuevas credenciales y llaves de tu oficina?

 Se sentía muy feliz. ¡Apenas podía creerlo! Sería la nueva jefa del departamento contable, tendría acceso a la toma de decisiones y se sentaría junto a Lorena en todas las reuniones. Sabía que aquel nombramiento era una declaración de confianza por parte de la mujer, ya que el contador jefe manejaba todo el capital y patrimonio de la empresa. Era por eso que Gonzalo había sido colocado en ese lugar por Lorena cuando decidió embarcarse en el emprendimiento. El hombre había sido su amigo durante muchos años, eran prácticamente familia pues Gonzalo y el difunto esposo de Lorena habían empezado su amistad desde la infancia.

 Siguió a la jefa hasta afuera de la sala de juntas, donde estaban colocadas varias mesas de trabajo. Lorena pidió amablemente la atención de todos y la presentó con su nuevo puesto. En pocos segundos ya estaba rodeada, recibiendo abrazos, felicitaciones y buenos deseos. Ella sonreía y daba las gracias a todos los que se acercaban.

 Alguien por ahí gritó que debían pedir un postre para celebrar todos juntos, cosa que Lorena autorizó de inmediato. Regina intentaba contener la emoción ante las muestras de aprecio de todos. Desde que había entrado a trabajar ahí se había empeñado en tener una trato amable con sus compañeros y poner todo de su parte para llevar a buen término su trabajo. En ese momento se daba cuenta que su actitud había dado frutos.

 Cuando volteó, vio que Mauri estaba a tan solo un paso de ella.

 —Felicidades —le dijo la pelirroja, sonriendo de nuevo.

 —Gracias. —Regina abrazó su propio cuerpo pues de repente no supo qué hacer con sus manos—. ¿Tú… ya lo sabías?

 —No. —Mauri frunció el ceño y rectificó—. Sí. Lo supe hace unos días y me pareció la mejor idea del mundo. Llamas mucho la atención por aquí, Regina. Por tu trabajo y… —La chica se detuvo de pronto y carraspeó—. Eres… una excelente profesional.

 —Igual… eres buena —dijo sintiéndose muy torpe. En sus oídos aún resonaba la voz de Mauri diciendo su nombre.

 —Entonces… Disfruta la fiesta. —Sin esperar algo más, Mauri se marchó por el pasillo que llevaba a su oficina.



Mauri
Apoyó la cabeza sobre su escritorio, harta de todo lo que había estado realizando durante la última hora.

 —¿Necesitas un exorcista? —le preguntó Pablo asomando la cabeza por la puerta.

 —Más bien vacaciones y un masaje —respondió ella sin cambiar su posición.

 —Tal vez esto te anime.

 Entonces Mauri levantó la vista y vio un enorme pedazo de pay de limón frente a ella. Se quedó mirando el postre un momento. Era su favorito pero hacía muchísimos años que no lo comía.

 —Gracias.

 —La contadora lo trajo. Le pregunté si quería pasar a dejártelo pero dijo que tenía prisa.

 —Vaya… —Regresó su vista al plato sin poder evitar sonreír—. Luego le agradezco.

 —Sí. —Pablo se dio la vuelta para salir de ahí pero regresó hacia ella—. ¿Hay… algo entre ustedes?

 —«¿Algo?» —preguntó ella levantando una ceja mientras llevaba un pedazo del delicioso postre hasta su boca.

 —Casi no le diriges la palabra. Y es raro que no le hables a una chica tan linda, aunque sea por el placer de hacerlo. Ella te ignora casi tanto como tú. ¿Tienen un amorío secreto que quieren disimular o me estoy pasando de la raya con esta suposición?

 —Pablo, tú ya has pasado todas las rayas de mi vida. ¡Le das masajes en los pies a mi madre! —dijo soltando una carcajada.

 —Todavía te odio por comprometerme a eso —dijo el chico cruzando los brazos—. ¿Entonces? ¿Tienes un romance con la contadora?

 —Claro que no —respondió regresando los ojos a su laptop.

 —¡Oh, vamos! —Pablo se sentó frente a ella—. Mi sensibilidad heterosexual siente una vibra rara entre ustedes.

 —No hay nada… Regina y yo… —Mauri pensó un segundo antes de continuar—. Fue mi mejor amiga durante muchos años.

 —¡¿En serio?!

 —Sí. Pero las cosas se complicaron. Nos peleamos. Es todo lo que diré.

 —Déjame adivinar. La lesbiana se enamoró de la hetero, ¿no?

 —No… —mintió—. Solo… Tal vez me gustaba un poco, sí.

 —Carajo. ¿Por qué no me habías dicho?

 —Cuando ella entró a trabajar aquí le dije que nunca diría nada del pasado. Así que…

 —Pues no sé qué tan incómodo sea esto pero… Jessica vino a invitarnos a un bar. Después del trabajo varios irán a celebrar el ascenso de Regina —dijo Pablo con una sonrisita.

 —Yo no creo… ¿Irás?

 —¡Claro! María estará ahí sin duda. —El chico puso cara de bobo.

 —No sé si a ella le guste verme ahí.

 —Es uno de los días más emocionantes de su vida. Por los viejos tiempos deberías ir.

 —Si tú vas… Eh… —Arrugó el gesto—. Creo que sería descortés no aceptar la invitación.



Así que al concluir el día de trabajo Mauri y Pablo se dirigieron a la celebración y aunque muchos podrían considerar que era temprano, aquel bar estaba casi lleno cuando entraron. El lugar era muy visitado por oficinistas, que después de la jornada laboral decidían echarse unos tragos ahí.

 No le costó mucho encontrar a sus compañeros, que estaban parados alrededor de una mesa redonda alta y hacían mucho ruido.

 —¡Vinieron! —gritó Jessica en cuanto los vio—. ¡Aquí! —dijo entusiasmada haciendo un lugar junto a ella.

 Mauritania enseguida notó la mirada de sorpresa de Regina, que de inmediato tomó de un sorbo todo el contenido de su vaso. Mauri se mordió los labios dándose cuenta que tal vez había cometido un error.

 —¡Esto está muy bueno! —dijo Pablo a su lado moviéndose al ritmo de la música.

 —Iré por unos tragos, ¿qué quieres?

 —Cerveza —respondió su asistente, feliz de la vida bailando en su lugar.

 Así que Mauri se alejó sintiéndose estúpida. Conocía muy bien la expresión de la chica castaña cuando algo la hacía sentir incómoda. Decidió hacer solo unos minutos y luego retirarse.

 Captó la atención del barman, pidió algo para ellos y un trago para la festejada. Trató de restarle importancia a la situación. Estaba ahí para celebrar el ascenso de una colega, nada más.

 —Genial —dijo Pablo cuando la vio llegar con dos cubetas llenas de cervezas. Los de la mesa gritaron de emoción mientras se repartían las bebidas. Entonces se acercó a Regina.

 —Hola.

 La castaña posó su mirada en ella.

 —Hola, que bueno que pudiste venir.

 —Gracias por esa gentil mentira. Solo pasé a invitarte un trago, jefa.

 Fue entonces que Regina se percató de lo que Mauri llevaba en una mano. Era una bebida blanca con mucho hielo, decorada con dos fresas.

 —¿Me trajiste un «beso blanco»? —preguntó la contadora sin poder ocultar su sonrisa.

 —Tú me llevaste mi postre favorito, así que me pareció buena idea traerte tu bebida favorita.

 Cuando Regina tomó el vaso, Mauri pudo sentir un leve roce con sus dedos, provocando un cosquilleo en su piel.

 —Gracias. Salud —dijo la chica, esperando que ella levantara su cerveza para brindar juntas.

 Mientras el líquido pasaba por su garganta, Mauri observó el rostro de aquella mujer que había sido tan importante en el pasado. Durante esos dos años laborales había evitado fraternizar con ella y consideraba que había tenido éxito en esa misión. Entonces, ¿por qué no podía seguir así? Desde varias semanas atrás le costaba más trabajo ignorar a Regina.

 —Debo irme. Sigue disfrutando la noche —dijo cuando la chica mordió una de las fresas.

 —Espera. —Regina le ofreció la otra fresa—. Siempre las compartimos… —susurró aquella.

 Mauritania titubeó un poco pero aceptó la oferta de su examiga y se la comió. Tragar aquello le costó un poco por el repentino nudo que se le formó en la garganta.

 —Está buena —dijo evitando mirar los ojos de Regina—. Nos vemos luego. —Giró para salir de ahí.

 —No tienes porqué irte. —Escuchó a su espalda, haciendo que volviera el rostro hacia la castaña—. Puedes estar aquí tomando unos tragos con nosotros.

 —C-claro —dijo un poco aturdida.

 Regresó junto a Pablo que estaba totalmente entretenido con María, su amada compañera. No entendía como la chica no se daba cuenta de lo idiota que traía a Pablo. Entonces Jessica inclinó el rostro hacia ella para hacerse oír sobre la música.

 —¿Quieres bailar?

 Mauri no supo qué responder a aquello. Le gustaba bailar, solo que no sabía si disfrutaría bailar con Jessica. Al contrario de María, ella sí se había dado cuenta de que le gustaba a aquella chica de cabello negro. Jessica no le desagradaba, pero era muy cercana a Regina.

 —Me encantaría —dijo por cortesía.

 Se alejaron un poco de la mesa y empezaron a moverse al ritmo de la música electrónica. Jessica se contoneaba frente a ella, levantando los brazos y despeinando su cabello. Mauritania intentó no reírse ante aquello, así que volteó el rostro hacia otro lado. Regina las miraba desde su lugar con una expresión ausente. Entonces Pablo y María se unieron al baile, haciendo que ella se relajara un poco por tener compañía. Decidió que debía dejarse llevar por el ambiente y se enfocó en disfrutar la noche.

 Pablo hacía movimientos graciosos, intentando imitar las coreografías de los videos que había visto en YouTube, sacando carcajadas de María. No sabía cuantas canciones habían pasado cuando Regina apareció junto a ella y empezó a bailar. Pudo notar la nariz algo roja en su examiga, que indicaba que había tomado un poquito de más.

 —¡Así, contadora! —gritó Pablo retando a su compañera a realizar un paso. La contadora happy y su asistente empezaron a dar show con sus bailes improvisados.

 De repente Regina había regresado a ser la chica de veinte años que amaba salir al antro con ella y bailar toda la noche. Por primera vez desde su reencuentro, Mauri la pudo notar relajada, riendo mientras seguía dando vueltas por la pista.

 Alguien la empujó, haciéndola chocar con Regina. La sujetó rápido para que la castaña no cayera.

 —Lo siento —dijo algo apenada sin apartar sus manos de ella. Aquel cuerpo era un poderoso imán.

 —Hola, extraña. —Regina sonreía—. Esta es la mejor noche que he tenido en mucho tiempo.

 —¿Sí? —Mauritania sintió peligro ahí, así que usó todas sus fuerzas para dar un paso atrás.

 —¡Hace mucho que no tomaba un «beso blanco»!

 —¿De verdad? ¡Pero si lo amas!

 —Cosas que pasan, ¿no crees? —dijo la contadora encogiendo sus hombros.

 —Sí, creo que sí. Yo hace mucho que no comía pay de limón —confesó.

 —¡Sacrilegio! ¿Te gustó el de hoy?

 —Estuvo delicioso.

 —Lo venden cerca de la oficina. No recuerdo el nombre del lugar pero podemos ir cuando quieras.

 Mauri sonrió ante aquello. Entonces se dio cuenta de cuán ebria estaba Regina en realidad.

 —De acuerdo —dijo sabiendo que aquello nunca pasaría—. ¿Tu novio vendrá por ti?

 —No. Está en la oficina con un caso muy importante sobre… No recuerdo.

 —Entonces te acompañaré a casa.

 —No, no. Estoy bien. Solo tengo que subirme a mi auto —Regina tomó un volante imaginario—, girar a la derecha —Giró a la izquierda—, ¡y listo! Llegaré a mi casa.

 —Ni hablar.

 Unos compañeros se acercaron para despedirse de Regina y en cuanto eso pasó, los demás se dieron cuenta de la hora, así que también se marcharon. Después de todo tenían trabajo al día siguiente.

 Sin perder de vista a Regina, Mauri caminó por la acera hasta el estacionamiento.

 —Creo que será mejor que tú lleves mi auto —le dijo a su asistente mientras le daba las llaves—. Yo conduzco el de Regina. Con cuidado, Pablo.

 —Tranquila, jefa. Tu coche corre más peligro contigo que conmigo.

 —Y si María te acompañará, aprovecha para invitarla a salir. —Pudo ver el sonrojo del chico.

 —¿C-cómo hago eso?

 —¡Carajo, Pablo! ¡Tienes veintitrés años!

 —¿Eso qué? Desde la preparatoria no invito a nadie.

 —Pues… ¡Hey, hey! —Mauri corrió detrás de Regina que caminaba hacia la avenida donde pasaban los autos a gran velocidad.

 —Listo —dijo María al alcanzarlos—. Jessica tomó un taxi con Juan y Tina. ¿Está bien? —preguntó la chica al ver a su amiga.

 —Sí, creo que sí —respondió Mauri casi cargando a Regina para subirla a su Mini Cooper blanco—. No sé cómo puedes conducir un auto tan pequeño. —Se quejó mientras le ponía el cinturón de seguridad.

 Como pudo, Mauri logró acomodar sus rodillas para conducir aquella miniatura y siguió el Golf en el que María daba instrucciones para llegar a casa de Regina. Obviamente Mauri no tenía idea de donde vivía, ya que lo había preferido así para evitar la tentación de pasar por aquella calle. Sin embargo, ese momento era una excepción. No podía dejar que la castaña volviera sola a su casa.

 —Eres un encanto —dijo la somnolienta chica a su lado.

 —Gracias.

 —El otro día vi una de aquellas películas que te gustan mucho… la de dinosaurios.

 —¿Parque Jurásico?

 —¡Esa! No sé qué le ves, es horrible. Da miedo.

 —Pero la viste, ¿no?

 —Sí… Recuerdo que preparabas muchas palomitas con extra mantequilla y te quedabas viendo esas cochinadas.

 Mauri sonrió bastante divertida al ver lo que el alcohol hacía sobre la chica, que se acomodó contra la puerta y cerró los ojos.

 —Pronto estarás en tu cama —dijo aunque no estaba segura de que Regina estuviera despierta.

 —Ojalá esto fuera real. —Escuchó Mauri en un susurro de la contadora.

 La casa de la castaña tenía una terraza delantera para estacionar dos autos y un jardín al lado derecho. Mauri notó que el novio de Regina aún no había llegado a casa. Pablo estacionó el Golf algunos metros adelante, para dejar que ella entrara a la cochera.

 —Llegamos. Regina, ¿me oyes? —dijo sujetando el hombro de la chica, que dio un respingo y abrió los ojos mirando para todos lados. Mauritania bajó del auto y le abrió la puerta a su examiga, que descendió un poco tambaleante.

 —Yo creo que… —La contadora buscó en su bolso hasta que sacó las llaves—. Gracias por traerme.

 —Hubieras hecho lo mismo por mi. Entra ya.

 La castaña logró abrir la puerta y lanzó sus cosas al interior. Con el ceño fruncido, se acercó un poco a Mauri y le tocó el hombro con un dedo.

 —¿Eres real?

 —Sí, creo que sí.

 —Qué chistoso —dijo Regina dando un paso más hacia ella—, te veo en mis sueños y ahora de verdad estás aquí.

 Mauritania se sorprendió mucho ante aquellas palabras. Un escalofrío le recorrió el cuerpo, atreviéndose a usar ambas manos para acariciar el rostro de Regina, que cerró los ojos. Los recuerdos de sus días felices golpearon el corazón de la pelirroja, que se acercó más al rostro de la castaña.

 —Yiyí, no sabes…

 Cuando unas potentes luces las alumbraron, Mauri dio un paso atrás. Un auto aparcó junto al Mini Cooper.

 —Hola. —El novio de Regina bajó de su Audi y se acercó a ellas.

 —Hola, vine a traerla.

 —Gracias, eh… —El hombre la miró un momento mientras sujetaba a Regina de un brazo.

 —Mauritania.

 —Claro, claro. Nos conocimos en la fiesta de navidad del año pasado. ¡Y mira que ya vamos a más de la mitad del año!

 —Sí. Pasa muy rápido el tiempo.

 —Por lo que veo estuvo buena la parranda. Hola, amor. —Carlos le dio un beso a Regina en los labios y Mauri sintió ganas de golpearle la cara.

 —Carlos… —respondió la chica, que parecía hacer esfuerzos por enfocar la mirada.

 —Entonces me retiro —dijo la pelirroja con prisa por salir de ahí.

 —¿Necesitas que te lleve a algún sitio? ¿Pedir un taxi?

 —No, no. Mi auto está ahí. —Señaló el Golf adelante.

 —¿Es tuyo? Vaya, es impresionante ese auto.

 —Sí, es muy bueno.

 —Gracias por traer a mi prometida.

 —Fue un placer.

 La pelirroja miró una vez más a Regina, que estaba callada y no dejaba de observarla, como si siguiera intentando descifrar si era una alucinación. Mauri caminó deprisa hasta el Golf, jurando por su maldita vida no volver a involucrarse con aquella mujer.

Capítulo 3

En mi reflejo no reconocí

Regina
Iba ya por su tercera taza de café del día, pero nada podía calmar su ansiedad por no saber exactamente lo que había pasado la noche anterior. Regina se había levantado con el tiempo justo para llegar a trabajar, mientras rezaba por no encontrarse con Mauritania durante toda la jornada. Tenía vagos flashes de lo que le había dicho a la pelirroja y se sentía tan apenada que hasta pensó en reportarse enferma por las siguientes tres vidas. Y es que lo peor de todo, es que no estaba segura de que aquello hubiera sido real. Solo sabía que Mauri la había llevado a casa y que habían charlado en el bar. Recordaba algo sobre un sueño. ¡¿Qué carajo le había dicho?!

 —Soy una tonta, tonta, tonta —decía una y otra vez golpeando su frente en el escritorio.

 —¿Quieres que vuelva después? —preguntó María de pie frente a ella, haciendo que Regina diera un salto.

 —¡¿Qué haces aquí?!

 —Me llamaste hace un momento, ¿no recuerdas?

 —¿Qué? No… Sí… Yo… Necesito que le pidas a… Pablo las facturas de publicidad para meterlas al corte mensual. Y las notas de gastos de Ma… Su jefa.

 —Claro —dijo María con lentitud mirando a Regina con el ceño fruncido—. ¿Estás bien?

 —Sí, ¿por?

 —Pareces… alterada. Si te sientes mal por lo de anoche…

 —¡¿Qué hice anoche?! —interrumpió.

 —¿Aparte de embriagarte? —María pensó un momento—. Nada fuera de lo normal. Ya sabes, era una celebración. Bebiste, bailaste, te la pasaste hablando con Mauri y…

 —¿De qué hablé con ella?

 —¡Ay, Regina no sé! Yo estaba con Pablo y tú estabas un poco más allá con ella. No pude escuchar.

 —¿Crees que Jessica nos haya escuchado?

 —No, no creo. Y mejor no le preguntes nada porque está un poco… ¿Enojada? ¿Decepcionada?

 —¿Por qué? ¿Qué le pasó? —preguntó ella con verdadera preocupación.

 —Pues que Mauri se le fue viva anoche —dijo María riendo mientras se sentaba al chisme—. ¿No viste lo emocionada que estaba cuando la vio llegar? Cuando Mauri se paró a bailar con ella, te apuesto que en su mente ya estaba la escena de la boda y todo. —María no pudo evitar soltar una carcajada—. Es una tonta, ya le dije que Mauritania no se toma a nadie en serio.

 —No sabía que a Jessica le interesara tanto. —Regina clavó la vista en la pared, sintiendo una leve punzada por lo que había escuchado—. Creí que solo era un capricho.

 —Que va. Cada día se empeña más en que ella será la que logrará atrapar a Mauri. ¿Te lo imaginas? Tendrá cuernos al siguiente día.

 —Mauri no es así. —Se le escapó—. Es decir… no es mala persona.

 —Mala no es. Solo es una coqueta. ¿Por qué estás tan preocupada por lo de anoche?

 —Es que… —Pensó rápido en una mentira—. Creo que dije algo sobre Lorena y me preocupa que Mauri se lo mencione.

 —¿Algo sobre Lorena?

 —Sí, ya sabes… Lorena y ella…

 María volvió a reírse.

 —¡Jamás! ¿En serio piensas eso? Ella es como su mamá. Es más, creo que Lorena la quiere más que a sus inútiles hijos.

 —Por eso me siento mal —dijo ella—. Fue cosa de las copas, no fue algo en serio.

 —Entonces no te preocupes. Mauri jamás le diría algo a Lorena. No te metería en problemas.

 —¿Crees? —Mordió su lapicero con nerviosismo.

 —Por supuesto. No sé… creo que ella te admira mucho.

 —¿P-por qué dices eso? —interrogó con una extraña sensación en su estómago.

 —Me parece que siente mucho respeto por tu trabajo. El otro día, por ejemplo, escuché que le decía a Pablo que tú eras la contadora más eficiente y honesta que conocía. ¡Y eso que casi ni trata con este departamento! Así que no tienes porqué preocuparte por lo de Lorena… Mejor preocúpate por Jessica. Tal vez deberías aclararle lo de anoche.

 —Lo malo es que no recuerdo bien lo que hice anoche.

 —Pues sea lo que sea, no creo que hayas coqueteado con Mauri, ¿o sí?

 —¡Claro que no! —gritó ofendida—. ¡Jamás coquetearía con una chica!

 —Pues dile eso. Creo que está un poco dolida porque Mauritania habló más contigo que con ella. Hasta te llevó a tu casa.

 —Hablaré con Jessica. No tiene porqué enojarse. Si a ella le gusta Mauri, pues… que la invite a salir —terminó con un hilo de voz.

 —Entonces si no hay más pendientes, me retiro, jefa.

 —Claro, solo asegúrate de pedirle las facturas a Pablo. Las necesitamos para mañana a primera hora.

 María salió, dejando a Regina sola de nuevo en aquella oficina que apenas estaba empezando a sentir suya. Había colocado una fotografía de Carlos y ella en el escritorio. Miró por varios segundos aquella imagen y suspiró. Debía dejar de pensar en tonterías, concentrarse en su trabajo y en los preparativos que faltaban o no tendría todo listo para el 6 de febrero, el día en que pasaría al altar a darle el sí a su prometido.



Mauri
Pablo se cruzó de brazos y se quedó parado frente a ella.

 —¿Me estás diciendo que tu mal humor no tiene nada que ver con cierta chica de pelo castaño que tiene una oficina al otro lado del piso?

 —Exacto.

 —Entonces, ¿es una total casualidad que desde que la dejaste en casa con su novio estés de ogra con todos y lleves dos días encerrada aquí?

 —Afirmativo.

 —Curioso. —Pablo se acomodó en el sillón junto a la pared.

 —¿No tienes algo qué hacer?

 —Solo esperarte —dijo el chico tomándose selfies.

 —¿Esperarme? Todavía estaré aquí un par de horas más. Vete, ya pasan de las cinco, todos ya se fueron.

 —Mauritania Alonzo, ¿olvidaste tu compromiso de hoy?

 Ella se quedó pensando. ¿Qué día era?

 —Hoy es… ¿viernes santo?

 —Es el cumpleaños de Joshua.

 —¡A la chingada! —Mauri vió su reloj—. ¡¿Por qué no me lo recordaste en la mañana?! —reclamó cerrando su laptop y tomando su mochila—. ¡Mi madre va a matarme! Se supone que pasaría por ellos para ir con mi hermana.

 —Claro que te lo recordé temprano, pero supongo que me ignoraste, como sueles hacer. Pero tranquila, llamé a tus padres hace una hora, les dije que estabas en una reunión y les envié un taxi. También le dije a Paulina que iríamos directo a la fiesta.

 —«¿Iríamos?» —preguntó Mauri sarcástica.

 —Claro —dijo el chico poniéndose de pie para colocarse la chamarra—. Soy el tío suplente.

 —Te has ganado el cielo. —Mauri le rodeó los hombros con un brazo y caminó con él hasta la puerta—. Eres el mejor asistente del mundo, si un día te vuelvo a gritar…

 —Será un día normal en la oficina —interrumpió el chico.

 Entonces se fijó en que Regina caminaba algunos metros delante de ellos, rumbo al elevador.

 —Vamos por las escaleras —propuso.

 —Son cuatro pisos hasta el subterráneo —se quejó Pablo—. Solo pórtate cínica como siempre.

 Su asistente estaba en lo cierto. No había razón para estar todo el tiempo metida en su oficina. No había hecho nada malo, solo había sido gentil al llevar a Regina a casa. Si la castaña soñaba con ella o la recordaba al ver películas, era su problema. Ella había pasado los últimos años ignorando su existencia y su vida iba bien. Ya no dejaría que Regina Leal la manejara a su antojo.

 —Hola. —Saludó al entrar al elevador y dejó que Pablo se colocara entre ambas.

 —Hola —respondió Regina en un tono casi inaudible.

 Presionó el botón para el estacionamiento y se quedó tranquila en su lugar, mirando al frente.

 —¿Tienes el regalo? —preguntó a su asistente.

 —Todo está en tu auto ya.

 —Mereces un aumento.

 —¡¿En serio?! —A Pablo le brillaron los ojos.

 —Sí. No lo tendrás pero lo mereces —aclaró Mauri.

 Regina soltó un ruido extraño al intentar aguantar la carcajada.

 —¿Te burlas, contadora? —preguntó Pablo con cara de estar ofendido.

 —No. Jamás me burlaría de un esclavo.

 —Ustedes son de lo peor.

 El elevador se abrió y Mauri caminó hacia su auto, notando enseguida que Regina estaba un par de pasos detrás de ella. Sus coches se encontraban a dos cajones de distancia.

 Sin decir nada, subió al Golf y arrancó.


Su hermana normalmente tiraba la casa por la ventana en cada cumpleaños del pequeño Joshua y esa ocasión no era diferente. Cuando por fin encontró un sitio para dejar su coche y se acercó a la casa, creyó que estaba en algún parque temático.

 —¡¿Qué carajo?!

 —¡Esto se ve genial! —dijo Pablo emocionado entrando al enorme jardín lleno de trampolines y juegos inflables.

 —¡Ahí estás! —Su hermana mayor se acercó a ella con su típica sonrisa de satisfacción y le dio un abrazo—. Justo a tiempo para el pastel.

 —¿Dónde está el pequeño engendro?

 —Brincando con sus amigos de la escuela.

 —Pues aquí está su regalo —dijo haciéndole una señal a Pablo para que se acercara con la gran caja adornada con un moño.

 —¡Wow! Se ve pesado. ¿Es algo peligroso? —preguntó su hermana.

 —No, es… eh… algo de… —Frunció el ceño y miró el cielo—. Una sorpresa.

 —No puede ser que ni siquiera te hayas tomado la molestia de comprarle un regalo a tu único sobrino.

 —No exageres, Paulina. Sabes que tengo muchas cosas que hacer.

 —Entonces debo agradecerte a ti, Pablo. Estás más pendiente de esta familia que mi tonta hermanita. —La mujer se dio media vuelta y caminó dentro de la casa. Mauritania escuchó entonces las típicas canciones infantiles y deseó con todo su corazón haberse quedado en la oficina.

 —Llevaré esto a la mesa de regalos —comentó Pablo, intentando no morir atropellado por la cantidad de niños corriendo de aquí para allá haciendo desastres.

 —¡Mi querido querubín! —Se oyó detrás de ella.

 —Ay no… —Mauri sintió un abrazo tan fuerte que la espalda le tronó—. Hola, mamá.

 —¡¿Dónde está?! —preguntó entonces su madre, que era la típica señora risueña y ligeramente gordita que se creía tía y protectora de todos—. ¡¿La trajiste?! —Bibiana miraba detrás de ella, buscando.

 —¿A quién? —preguntó Mauri sin entender nada.

 —¡¿Cómo que a quién?! ¡A mi nuera!

 —¿Qué nuera? Paulina, ¿qué pasa aquí? —Mauri exigió una explicación.

 —No sé. ¿De qué hablas mamá?

 —Me dijiste que Mauri vendría con alguien —dijo Bibiana con tristeza.

 —Sí, trajo a Pablo —aclaró Paulina haciendo un ademán hacia el chico, que en ese momento regresaba hacia ellas.

 —¡¿A Pablo?! ¡Deberías traer a una chica, no a tu asistente!

 —Mamá… —Mauri no quería escuchar otra vez ese sermón.

 —No es nada contra ti, Pablito —susurró Bibiana viendo al chico—. Tú eres bienvenido siempre… ¡Pero esta niña! ¡Creí que por fin nos presentarías a alguien!

 —Lo dices como si tuviera setenta años y una casa llena de gatos —se defendió ella—. Pablo es lo más cercano a una novia, por eso lo traje a él.

 —¿Tu madre sigue queriendo casarte? —Un hombre con rastros de canas entró por una puerta contigua.

 —Hola, papá. —Mauri abrazó a su padre, que siempre había sido mucho más sensato que Bibiana.

 —Fernando, no seas su alcahuete esta vez, ¿quieres? Cuando Pablo avisó que estabas en reunión, creí que era una excusa para ocultar que te estabas preparando para presentarnos a una novia, por fin —dijo su madre.

 —No, mamá. Estaba en mi oficina con mucho trabajo.

 —Qué día tan triste. —Su mamá tomó un vaso de refresco que estaba sobre una mesa y se bebió el contenido de manera dramática.

 —Creo que olvidas que estás en la fiesta de cumpleaños de tu querido nieto —le recordó Paulina a su mamá.

 —¿Ya comeremos pastel? —Un pequeño de cabello rojizo se acercó corriendo a Paulina—. ¡Hola, tía Mauri!

 —Hola, pequeño humano. —Cargó a su sobrino y le besó la mejilla—. Felices cuatro años.

 —¡Cumplí cinco, tía!

 Mauritania pudo ver la cara asesina de Paulina, pero trató de no hacerle demasiado caso.

 —Ya sabía. Solo te puse una prueba para ver si estabas poniendo atención.

 —¿Me trajiste un regalo?

 —¡Uno grandote! —dijo haciéndole cosquillas en la barriga al niño.

 —¡Enséñame cuál! —Josh pataleó para que Mauri lo bajara de nuevo al suelo y la jaló de la mano hasta la mesa de regalos. Pasaron junto a Pablo que estaba entretenido platicando con Manuel, su cuñado, seguramente sobre cuál disfraz llevarían ese año a la comic-con.

 —Ese es. —Agarró orgullosa el regalo más grande y lo colocó junto a su sobrino. La caja era más alta que él.

 —¡¿Es un perrito?!

 —No. Algo más grande.

 —¡¿Un león?!

 —No. Más antiguo.

 Josh se acercó a ella como para contarle un secreto.

 —¿Un retrato de mi abuelita Bibiana?

 Mauritania casi se atraganta de risa al escuchar aquello.

 —Cada día te amo más —dijo ella—. Pero no. Tendrás que esperar para descubrir de qué se trata.

 —¡Josh, ya vamos a cortar el pastel! —Se escuchó el grito de Paulina.

 —¡Voy! —El niño corrió hasta su mamá.

 Mauritania se quedó ahí un momento, intentando colocar el regalo de manera que nada se cayera de la mesa. Entonces una caja con una nota pegada llamó su atención, pues la letra le pareció muy familiar.

 Se acercó y leyó: «Para Josh, de parte de su amiga Regina».

 —¿Qué…?

 Mauritania agarró el regalo y se acercó a su hermana, que estaba dirigiendo la canción para cortar el pastel. La jaló del brazo y la acorraló para que no escapara.

 —¡¿Qué te pasa?!

 —¡¿Qué rayos es esto?! —Le puso el regalo en la cara, con la nota delante de los ojos.

 —Ah… es… un regalo —dijo su hermana como si nada.

 —¡¿De Regina?!

 —¡Sí de Regina!

 —¡¿Por qué hay un regalo de ella aquí?!

 —Acostumbra enviar un regalo para Josh en su cumpleaños —confesó Paulina.

 —¿Acostumbra? ¡¿Desde cuándo?!

 —Desde su primer año.

 —¿Sigues hablando con ella?

 —Tengo que volver con mi hijo. —Paulina la intentó esquivar, pero Mauri se interpuso.

 —Quiero saber por qué ella le envía regalos a mi sobrino.

 —¡Ah no, eso sí que no! No te comportes como la tía ofendida. Ni siquiera te importa Joshua.

 —¡¿Qué tonterías dices?! ¡¿Cómo no me va a importar?!

 —¡No sabías ni cuántos años cumple!

 —¡Tengo diez mil cosas en la cabeza! ¡Y ahora quiero tener una más, así que dime por qué Regina le envía cosas!

 —Porque seguimos siendo amigas. Nos vemos seguido en el gimnasio.

 —¿Desde cuándo?

 —Después de que Joshua nació yo quería bajar los kilos que subí en el embarazo y me metí al gym. Ahí nos reencontramos. Ella es muy amable al enviarle presentes a mi hijo y no voy a permitir que hagas un drama de esto. No hice nada malo.

 —¿Y por qué me lo ocultaste tanto tiempo?

 —Porque sé que… —Paulina pensó un momento—. Te vi hace años cuando ella se alejó. No sé exactamente lo que pasó entre ustedes pero lo sospecho. —Mauri bajó la mirada—. Es por ella, ¿cierto? Regina es el motivo por el que no le cumples el capricho a mamá.

 —No me salgas con tus trucos de psicóloga.

 —No necesito esos trucos contigo. Me basta con verte… Mauri, ¿es por Regina?

 —Claro que no. Ella no tiene ninguna importancia en mi vida.





Regina
La castaña subió los escalones para entrar al restaurante en el que su mamá ya estaba esperando. No le encantaban las comidas con su madre y menos cuando iba sola, ya que cuando Carlos la acompañaba, Olga se la pasaba platicando con él y no le hacía mucho caso a ella. Sin embargo, ese sábado su prometido había tenido que ir a la oficina a adelantar sus pendientes.

 —Hola, mamá —dijo inclinándose para besar la mejilla de Olga.

 —Hola, cariño. ¿Por qué llegaste tarde?

 —Solo fueron diez minutos.

 —La puntualidad es una virtud de las almas elevadas.

 —Lo siento.

 —Ya he pedido algo de comer para las dos. Tenemos que darnos prisa para ir con la modista.

 —¿Otra vez? Fuimos la semana pasada.

 —¿Y eso qué?

 —Pues tal vez hay que darle más tiempo para que haga los ajustes que pedimos.

 —Precisamente por eso hay que ir con frecuencia, para meterle presión. Además debemos estar midiendo el vestido para saber si estás engordando. ¿O quieres que te pase lo mismo que a tu prima? ¿Llegar al día de tu boda y que el vestido no te quede?

 —Está bien, mamá. —Aceptó Regina para evitar discusiones—. ¿Cómo va todo en casa?

 —Todo está perfecto ahora que tu padre por fin me hizo caso y cambió toda su dieta por solo avena. Ya se estaba descuidando mucho… —Olga dio un sorbo a la copa de vino que tomaba—. A nuestra edad hay que alimentarse mejor que nunca. Al menos yo quiero estar en perfectas condiciones ahora que mis nietos nazcan. —Un mesero llegó para llenar la copa de la castaña. Regina aprovechó para quitarle la botella de sus manos y la dejó sobre la mesa. La necesitaría.

 —No tendrás nietos pronto, mamá.

 —¿Y por qué no?

 —Porque todavía tengo veintiséis años y acaban de darme un ascenso en la empresa. No puedo distraerme cuidando a un bebé.

 —¡¿Qué estás diciendo, Regina?! La maternidad es un mandato divino. Es el verdadero fin de la unión entre esposos. Deberías embarazarte pronto, no creas que veintiséis años es poco. Yo a tu edad ya te había tenido. Además, ¿te imaginas? ¡Un lindo bebé corriendo por la casa! Sería una bendición para ustedes. Y eso que Dios no debe estar muy contento, ¿eh? No está bien eso de vivir juntos antes de casarse. Es un pecado. Al menos ya están corrigiendo ese error.

 Regina sirvió más vino para ella.

 —Solo queríamos saber si estábamos listos para un compromiso así.

 —¿Y por eso hay que pecar? En mis tiempos esto hubiera sido un escándalo.

 —Bienvenida al siglo XXI.

 —La moralidad no tiene nada que ver con el siglo. Se es moral o no. Todas esas cosas raras de ahora… ¡Dios nos perdone!

 —Veamos el lado bueno, ¿sí? —sugirió Regina, ya que realmente no tenía ganas de pasar las siguientes horas escuchando las posturas moralistas de su madre.

 —Está bien —dijo Olga con una sonrisa a medias—. Me alegra que te esté yendo bien en tu trabajo y que vayas a casarte. Elegiste un excelente partido. Carlos te dará una vida de reina. ¡Hasta podrías dejar de trabajar!

 —Me gusta mi trabajo. Café Latino es una compañía socialmente responsable. Además, Lorena es una excelente jefa, el ambiente de trabajo es muy bueno y la paga es mucho mejor que en cualquier otro lugar.

 —Si eso te hace feliz… solo ten presente la opción de renunciar. Ahora o en unos meses cuando lleguen los hijos.

 Hablar de aquello le estaba poniendo los pelos de punta. Ella no quería renunciar. Amaba su trabajo. Ir a la oficina era lo que le daba sentido a sus días.

 —Lo pensaré —dijo sin comprometerse demasiado. Solo quería comer rápido, terminar sus pendientes y correr a casa.

 Durante el resto de la comida, Regina se mantuvo callada. Solo asentía a las opiniones de Olga, que repasaba una y otra vez los detalles de la boda. Su madre le contó a cuáles amigas ya les había platicado sobre tan importante fecha y quienes de esas amigas se habían muerto de envidia.

 Después de lo que pareció una eternidad, Regina y su mamá se encontraban a bordo del Mini Cooper, en dirección al centro comercial donde estaba la boutique de vestidos de novia.

 —Quería comentarte que sería buena idea invitar a las hijas de mi difunto tío Pedro —le dijo su madre mientras una de las modistas les traía el vestido.

 —¿A quiénes?

 —A mis primas, ¿las recuerdas? Las viste una vez en el funeral de mi abuela.

 —¡Mamá, eso fue hace como veinte años!

 —Pero son familia.

 —Nunca las ves.

 —Pero quiero que les quede claro que yo sí tengo educación —objetó Olga—. Cuando sus hijos se casaron, ¿crees que se tomaron la molestia de invitarme? ¡Pero me enteré del desastre que fueron esos matrimonios! Todos se han divorciado ya. ¡Divorcio, ¿entiendes?! ¡Nunca serán bien recibidos en la casa de Jesús Nuestro Señor!

 —Tal vez Jesús Nuestro Señor tiene otras políticas para admitir gente en su casa…

 —¡Deja de estar blasfemando y ponte ya ese vestido!

 Intentando ocultar su sonrisa, Regina hizo lo que su madre le pidió y se metió al cambiador. Habían encontrado ese vestido varias semanas atrás y solo había pedido una serie de modificaciones. Se quitó la ropa y con mucho cuidado se subió el vestido blanco.

 Regina volteó y se encontró cara a cara con una chica que, al igual que ella, se probaba un traje de novia. Se le quedó observando por varios segundos, preguntándose por qué su mirada reflejaba una tristeza infinita. Sintió tanta angustia por su semblante, que tuvo el impulso de acercarse a la chica para ver si se encontraba bien o si necesitaba ayuda con algo. Entonces se dio cuenta: estaba viendo su reflejo.

 Intentó sonreír, pero fue imposible. Era como si su rostro se hubiera congelado en aquel gesto de dolor. Verse en aquel espejo le estaba causando un terror inexplicable. Empezó a respirar con dificultad. Sentía su corazón golpeando cada vez más fuerte su pecho, mientras las paredes se acercaban a ella.

 —¡Oh, qué preciosa! —Una mujer apareció a su derecha, acompañada de Olga.

 —Te queda perfecto, mi amor. Serás la novia más hermosa del mundo —le dijo su mamá.

 —Yo… —Sentía el estómago revuelto—. Necesito… aire…

 —¡Con cuidado, hija! —Olga se acercó para ayudarla cuando vio que ella se estaba sacando el vestido con brusquedad—. ¡Qué niña tan atrabancada!

 Regina se vistió a toda prisa y corrió hasta el estacionamiento mientras su mamá se quedaba a darle sus acostumbradas recomendaciones a la modista encargada de su pedido.

 —¿Qué me pasa? —susurró tocándose el corazón, apoyándose contra un auto rojo. Sentía lágrimas en sus mejillas.

 —Señorita, ¿se encuentra bien? —Escuchó una voz junto a ella. Encontrarse con aquella chica le sacó un respingo—. Ah, eres tú. —Mauri frunció el ceño al verle el rostro.

 —¿Qué haces aquí? —preguntó ella limpiando sus lágrimas.

 —Vine a comprar un microondas nuevo —le respondió la pelirroja con cara de pocos amigos—. ¿Me permites pasar?

 —¿Qué?

 —Es mi auto —le aclaró la chica. Entonces Regina se apartó un poco del coche y lo miró. Era el Golf de Mauri.

 Su examiga abrió la puerta trasera y metió la caja con su compra.

 —¿Hiciste explotar otro microondas? —quiso saber ella al recordar un incidente de años atrás.

 —La verdad sí. Siempre olvido ese asunto de no meter nada de aluminio —confesó Mauri, que volvió a clavar su mirada analítica en ella—. ¿Estás bien?

 —Sí… No sé… —admitió mientras otras lágrimas amenazaban con salir.

 —¿Estás aquí sola?

 —No. Vine con mi mamá por el… —Regina se detuvo antes de mencionar «vestido de novia». Se sentía incómoda hablando de su boda frente a Mauri. Pero la chica volteó y vio la boutique de novias a su espalda.

 —Claro. Te alistas para el matadero ¿no?

 Aquel comentario la hizo enojar un poco.

 —¿Matadero? Es una boda.

 —Es casi lo mismo —dijo Mauri encogiendo sus hombros—. Al menos lo es si la novia se pone a llorar.

 —Cállate.

 Regina quería estar enfadada, pero cuando Mauri le lanzó una de sus sonrisas torcidas, ella no pudo evitar sonreír.

 —Entonces viniste con tu adorable mamá… —La pelirroja se cruzó de brazos y se apoyó sobre su coche.

 —Sí.

 —Supongo que está fascinada con tu boda.

 —También —dijo ella negando con la cabeza—. Me está volviendo loca —¿Por qué le contaba eso a Mauritania?—. Supongo que es la emoción de toda madre —agregó para intentar componer las cosas.

 —Seguramente. Así estuvo mi mamá con la boda de Paulina.

 —Sí lo… recuerdo. —Desvió la mirada mientras sentía la cara ardiendo. Fue justo después de la boda de Paulina cuando ella terminó su relación con Mauri. Al levantar la vista, notó que la pelirroja tenía la misma expresión triste que la chica en el espejo.

 —¡Ahí estás! —Su mamá se acercaba.

 —Ay no… —susurró—. Lo siento —le dijo a Mauri, que se mantuvo en su postura despreocupada.

 —Hola. —Saludó la mujer, abriendo mucho los ojos—. ¿Mauritania?

 —¿Cómo estás, Olga?

 —Bastante sorprendida de verte así… ¡Aquí, perdón! —Su madre le lanzó a Mauri una de las sonrisas más hipócritas que tenía.

 Cuando Mauri y Regina eran amigas del colegio, Olga adoraba a la chica. Pero luego se enteró de la orientación sexual de la pelirroja y prohibió rotundamente que volviera a poner un pie en su casa, además de exigirle a Regina que terminara su amistad con aquella «chica aberrante». Por su parte, Regina y Mauri llevaban ya un año de romance, mismo que se prolongó durante dos años más, obviamente a escondidas de Olga.

 —Tú sigues igualita —comentó Mauri, con un tono irónico que Regina reconoció de inmediato.

 —Gracias. Es por las bendiciones que Dios envía a los hijos que cumplen con Su Palabra. Mientras que a los otros, los enviará al fuego eterno.

 —Qué mensaje tan amoroso. Fue un placer verlas, queridas damas. Yo me retiro —dijo Mauri mirando su reloj—. Tengo una orgía lésbica ahorita. Sacrificaremos pollos en ofrenda a Satán. Bueno, en realidad ya están muertos, rostizados en salsa verde.

 Regina se tapó la boca para aguantar la risa ante aquel comentario y el efecto de horror que le causó a su mamá.

 Mauri encendió su vehículo y salió del estacionamiento.

 —¡Esa chica arrogante! —soltó Olga caminando hacia el Mini Cooper.

 —Tú fuiste grosera primero.

 —No es grosería decir la verdad —debatió Olga. Regina subió al coche y arrancó—. ¿De qué hablaban?

 —De su horno de microondas —dijo la chica. Su mamá pensó un momento.

 —¡Já! Orgía lésbica… ¡Un rayo debería caerle a esa gente!

 —Solo estaba jugando, mamá.

 —¡Con eso no se juega! ¡No se andan diciendo cosas así en público, como si fuera motivo de orgullo estar desviado!

 —¡Mauri no está desviada! ¡Es una excelente persona! —replicó con rabia ante los comentarios horribles de su madre.

 —¡No la defiendas!

 —¡Claro que lo hago! ¡Ella es gentil y divertida!

 —¿Sigues siendo su amiga? —Aunque tenía su atención en el camino, Regina notó la mirada acusadora de su madre.

 —No. —Sintió una terrible punzada en el pecho ante aquella negativa.

 —Gracias al cielo —dijo Olga respirando hondo—. No debes estar cerca de gente como ella. Sabrá Dios las cosas que harán.

 —¡Ya basta! —gritó Regina acelerando para pasarse el semáforo antes de que cambiara a rojo. Dio un giro brusco a la derecha.

 —¡¿Qué haces?!

 —Te llevaré a tu casa, madre.

 —¡Pero nos falta ir a la banquetera! —Ella no hizo caso, solo siguió conduciendo hacia la zona residencial donde sus padres tenían su casa—. ¡Regina, ¿qué te pasa?!

 No podía hablar por el coraje que tenía hecho nudo en la garganta. Recordó las palabras de Olga hacia Mauritania.

 —¡¿Fuego eterno?! ¡¿En serio, madre?!

 —¡Está en la biblia!

 —¡¿Y qué hay de «amarse los unos a los otros como yo los he amado»?!

 —¡Ay, Regina! ¡Esa gente no sabe nada de amor! ¡Ellos viven de la lujuria y el pecado!

 —¡Ya bájate, mamá! —dijo frenando de golpe en la entrada de la privada.

 —¡Esto es increíble! ¡Te enojas conmigo y defiendes a una lesbiana!

 —Mauri es mucho mejor persona que muchos que conozco —lanzó viendo duramente a su mamá que, ofendida, bajó del auto y azotó la puerta. La castaña volvió a pisar el acelerador para alejarse de ahí—. Ni siquiera somos amigas. No somos nada —susurró. ¿Por qué aquello la perturbaba tanto? Llevaba muchos años empeñada en apartarse de la pelirroja, ¿por qué de repente la idea de tenerla lejos le causaba tal angustia? Respiró hondo varias veces para tranquilizarse y paró el auto a un costado de la calle. Nunca hubiera creído poder explotar así contra su mamá, pero no estaba dispuesta a permitir ningún insulto hacia Mauritania.

 Entonces supo lo que debía hacer. Tomó su celular y buscó un contacto que muy pocas veces había utilizado. Presionó el botón de llamar y esperó mientras el timbre sonaba.

 —¿Diga? —La voz de Pablo retumbó dentro del Mini Cooper.

 —Hola, soy Regina.

 —¡Ah, sí contadora! ¿Qué pasó?

 —Necesito pedirte un favor.

 —Claro. Dime.

 —¿Me podrías enviar la ubicación del departamento de Mauri?

Capítulo 4

Tu recuerdo sigue aquí

Encuentro inesperado
Mauri
Salió de su baño al acabar de darse una ducha. Quería relajarse después del encuentro que había tenido una hora antes con Regina y su dulce madre. Olga era muy desagradable, aunque Mauri ya sabía la clase de comentarios que acostumbraba la mujer. Durante muchos años fue testigo de las hipocresías y las palabras mordaces de Olga, así que responder no era problema para ella. Conocía muy bien a la madre de Regina. Pero Regina… era otra historia.

 Durante ese tiempo de convivencia forzada, Mauri se había vuelto experta en pasar de largo de sus conversaciones o encuentros en la oficina, pero desde aquella noche del bar, sentía que Regina tenía un nuevo poder sobre ella. Había estado tan cerca de la castaña que hasta la había tocado. Esa sensación le había encantado.

 Lo que no le había gustado para nada, era lo que había visto en ella en el estacionamiento. Regina estaba llorando y Mauri odiaba verla llorar. ¿Qué había pasado? ¿Olga había dicho algo feo? ¿Había peleado con el novio? ¿El vestido le había quedado mal? Sintió un ligero malestar imaginando a Regina con un estúpido vestido blanco puesto. Agudizó el oído cuando escuchó un golpe en el pasillo de afuera.

 Toc-toc.

 Efectivamente, alguien estaba en su puerta. Abrió.

 —Hola.

 Mauri se quedó sin habla por varios segundos viendo a la joven de hermosa mirada miel parada frente a ella. Regina le regaló una tímida sonrisa, que hacía una linda pareja con el sonrojo de sus mejillas.

 La pelirroja puso todo de su parte para salir del trance en que había caído.

 —¿Vienes a la orgía? —preguntó intentando poner la expresión burlona que usaba con la castaña.

 —En realidad escuché algo sobre pollos rostizados con salsa verde —respondió la chica encogiendo sus hombros—. ¿Puedo pasar?

 —Claro.

 Mauritania se hizo a un lado para permitir que su examiga entrara. La castaña se quedó de pie en la sala, pues no había ningún mueble. Resultó bastante extraño ver a la castaña ahí. Hacía mucho tiempo que Mauritania no presenciaba aquello: Regina ocupando un espacio en su casa.

 —¿Acabas de mudarte?

 —Hace unas semanas. Aunque esto es todo lo que tengo en realidad.

 —Tienes un departamento grande en un edificio hermoso, ¿y solo tienes un microondas? —quiso saber Regina señalando la caja sobre la isla de la cocina.

 —Solo necesito un micro y un colchón para vivir bien —bromeó—. ¿Cómo me encontraste?

 —Le pregunté a Pablo. Él llamó a recepción para autorizar mi entrada. Quería… sorprenderte —dijo Regina mirando al suelo.

 Empezó a sentirse un silencio incómodo, así que Mauri se apresuró a preguntar:

 —¿Quieres algo de beber?

 —¿Tienes refri? —ironizó la castaña.

 —Lo necesito para enfriar las cervezas. ¿Quieres una?

 —No, no. Nada de alcohol esta vez. ¿Tienes jugo?

 —Creo que sí. —En su nevera encontró jugo de uva, así que sirvió la mitad en su único vaso y ella se quedó con la mitad de la botella. Cuando regresó a la sala, Regina se había acomodado en el suelo, con las piernas cruzadas. Le entregó su bebida.

 —Gracias.

 —Perdón por no tener una silla que ofrecerte. —Se sentó frente a la castaña.

 —Esto está mejor —dijo la chica con una sonrisa—. Además, la que viene a disculparse soy yo. Perdón por las tonterías que dijo mi madre. Ella es tan odiosa a veces…

 —No te preocupes. Sé cómo es. No me tomo en serio las cosas.

 —Eso me hace sentir mejor contigo… —Regina tomó un sorbo del jugo—. Le grité y la bajé de mi auto.

 —¿En serio?

 —Sí. Me iré al infierno de las malas hijas.

 —¿Y… estás bien? —Mauri conectó sus ojos con los de Regina, sintiendo un vuelco en su estómago ante la suavidad de aquella mirada. La chica pareció no entender a qué se refería—. Lloraste.

 —¡Ah! No, eso no fue…

 —No mientas, Yiyí. —En cuanto aquello salió de su boca, se arrepintió. Regina la miró con asombro y Mauri se apresuró a corregir aquel atrevimiento—. Lo siento, no quise… perdón —dijo desviando la mirada.

 —No… está bien, solo… Me sentí algo sofocada ahí dentro con el vestido. Los nervios, ya sabes. —Regina tampoco la miraba.

 —Entiendo.

 Se quedaron calladas durante un breve momento.

 —Lo cierto… —Empezó a decir la castaña como si midiera cada palabra—. Yo… quiero que sepas que… Carajo, no sé qué hago aquí —dijo de repente Regina poniéndose de pie.

 —Dijiste algo sobre el pollo —comentó ella incorporándose también.

 —Boba. —La chica sonrió a medias. Los ojos se le empañaron de nuevo.

 —No —dijo Mauri dando un paso hacia su examiga—. No llores, por favor.

 —Mi madre me preguntó si somos amigas… le dije que no. —A Regina se le quebró la voz—. Ni siquiera somos amigas ahora y… no sé por qué eso me duele tanto, Tini.

 Aquellas palabras habían tomado desprevenida a Mauri, haciendo que todo su cuerpo temblara.

 —¿Por qué me dices esto? Fuiste tú la que acabó con lo que teníamos y luego me pediste mantenerme lejos. Yo he cumplido y… apareces un día en mi puerta y te metes a mi departamento vacío —dijo con melancolía mientras el corazón le latía muy fuerte.

 —Y tú te metes a… —Regina se detuvo.

 —¿Tus sueños? —terminó ella.

 —¿Eso dije, verdad? Cuando me llevaste a casa.

 —Sí, eso dijiste.

 —Qué pena. —Regina se tapó la cara un segundo—. Uno no va por ahí diciéndole a la gente: «hey, soñé contigo anoche».

 —No debes preocuparte por lo que dijiste. Nos vemos casi todos los días en la oficina, es normal que al dormir algunas cosas se mezclen. Yo a veces sueño que despido a Pablo —bromeó Mauri.

 —Gracias —dijo Regina esbozando una sonrisa—. Por ser tan gentil a pesar de lo que pasó. Yo… quiero que estés bien.

 —Lo estoy. No te preocupes por mí.

 La castaña abrió la boca para agregar algo más, pero se detuvo a pensar un momento. Luego dijo:

 —¿Piensas… amueblar? —Regina miró alrededor.

 —No estoy segura de eso. ¿Tú qué opinas?

 —Que deberías. Al menos compra una vajilla completa.

 —¿Para qué? ¿Vendrás de nuevo? —preguntó sin querer.

 —Tal vez —dijo la castaña con una amplia sonrisa.

 —Podrías traer tu plato y tu vaso, como se pedía antes en la primaria…

 —Solo compra una vajilla, ¿quieres?

 —De acuerdo.

 —Y creo que… —Regina miró la amplia sala—. Te quedarían bien unas plantas por aquí —dijo la chica caminando hacia el otro extremo—. Unos cuadros y… ¿qué?

 Mauri no pudo evitar reír.

 —Siempre haces eso. Ves algo vacío y quieres decorarlo. En la sala de juntas, por ejemplo, apareció una maceta en el rincón el otro día.

 —¿En serio? Yo no…

 —Fuiste tú, Regina —interrumpió.

 —Bueno, está bien. Yo la puse. ¡Es que ese rincón necesitaba vida!

 —Esa es tu especialidad… —dijo la pelirroja colocándose a dos pasos de la castaña—. Le das vida al lugar donde estés.

 Regina se quedó callada, con sus ojos mirando los suyos. Mauritania no podía pensar en nada. Solo estaba quieta, atrapada por el paisaje miel de la mirada de Regina. Siempre le habían fascinado el color de aquellos ojos y en esos días había tenido la fortuna de verlos de cerca nuevamente. Entonces llegó a ella un recuerdo: la tarde en la que toda su vida había colapsado al escuchar ese «Quiero que esto se acabe para siempre». Su mente se nubló. ¿Qué carajo quería Regina con esa visita? ¿Alterar su vida de nuevo?

 —Me dio mucho gusto verte hoy —susurró Regina, con la mirada brillante y una sonrisa en sus labios.

 —Claro —respondió ella, intentando apartar la sensación de vacío al recordar el día de su ruptura.

 —Debo irme. —Regina caminó hasta la entrada, mientras ella iba detrás. Le abrió la puerta, pero la castaña giró de nuevo hacia ella—. La razón de estar aquí… Es que… extraño a mi mejor amiga —confesó la chica con tristeza.

 Mauri no dijo nada y Regina tampoco parecía esperar una respuesta de su parte, pues solo se dio la vuelta y se marchó.



Mauritania iba por su cuarto vaso de whisky, sentada en la barra del bar LGBT que frecuentaba cada fin de semana desde varios años atrás.

 —¿Quieres algo más fuerte? —le preguntó Chepa, dueña y barwoman estrella, que presumía sus múltiples tatuajes en los brazos usando siempre camisetas sin mangas.

 —No. Con más de estos estaré bien.

 —¿Problemas en el trabajo? —preguntó aquella mientras le cobraba un martini a un chico rubio a su derecha.

 —Peor.

 —¡Uf! ¿Una chica?

 —Sí… una chica.

 Chepa hizo una mueca de dolor.

 —Haremos lo siguiente: tú pides y yo te daré todo el alcohol que necesites.

 —Por eso me encanta este bar —dijo levantando su vaso para dar un sorbo.

 —¿Por qué no te lanzas sobre una de ese grupito? —dijo Chepa acercándose para que nadie más la escuchara. Mauri volteó para examinar a las aludidas.

 —¿Crees?

 —¡Claro! Puedes usar de nuevo la oficina de atrás para estar con ella.

 —No sé. Tal vez necesite más de estos —dijo señalando su vaso.

 —¡¿Y eso por qué?! ¡Vamos Mauri! ¡Nunca has sido tan cobarde con las chicas! ¿O esa mujer te jodió tanto? ¿Era tu novia?

 —Pues… no.

 —¿Una amante?

 —Eh… no tan así.

 —¿Amiga? —preguntó Chepa ya bastante confundida.

 —No.

 —Entonces, ¿qué carajo era?

 —Creo que… nada. Y todo.

 —¿Cómo?

 —Ella era… —Mauri bebió todo el alcohol antes de continuar, pensando en qué adjetivo describiría mejor a Regina. Chepa no tardó en servirle más whisky—. Perfecta —concluyó—. Éramos todo lo que la otra necesitaba… O al menos así lo creía. Pero luego ella se marchó.

 —¿Y te dijo por qué?

 —Sí. Dijo tonterías… simplemente ella no me… ella… carajo. —Se tomó más de la mitad del vaso—. ¡Que se joda! No voy a dejar que sus miraditas y sus tontas sonrisas me afecten. No sé qué pretende, pero no seré su juguete otra vez.

 —¿Mauri? —Alguien se acercó a ella. Mauritania hizo un esfuerzo por enfocar bien aquel rostro. Las malditas luces del bar la estaban mareando. O tal vez era tanto whisky.

 —Hola… eh…

 —Jessica —dijo la chica frente a ella.

 —¡Jessica! Claro, claro. Perdón, es que tantas luces me aturden un poco.

 —Qué gusto encontrarte aquí. ¿Estás sola?

 —Como debe ser —respondió ella dando otro trago.

 —¿Te puedo acompañar un rato?

 Mauri giró el rostro de nuevo para ver a Jessica, que tenía la cara roja y movía las manos con nerviosismo.

 —¡Este es un país libre, chica! —dijo ella dando dos golpes a la silla alta junto a la suya—. ¿Quieres? —le ofreció su vaso.

 Con la mano un poco temblorosa, Jessica aceptó su ofrecimiento y bebió un sorbo, tosiendo al tragar.

 —Está fuerte.

 —El alcohol debe ser fuerte ¿o para qué nos serviría entonces? ¿Para curar heridas en la rodilla? No… el alcohol es mejor curando el corazón —terminó Mauri en un susurro.

 —¿Qué te sirvo, preciosa? —le preguntó Chepa a la recién llegada.

 —Una cerveza, por favor. —Jessica se quedó callada, mirando encantada el perfil de Mauri mientras Chepa le entregaba su pedido—. ¿Cuánto es?

 —Nada, nada. —Se metió la pelirroja—. Yo te invito hoy.

 —¿Cómo crees? Qué pena.

 —Insisto. Creo que nunca me he tomado la molestia de hablar contigo en la oficina. Es que trabajamos juntas —le aclaró a Chepa, que solo las observaba con una sonrisita en los labios—. Dime, ¿cómo te va?

 La pelirroja giró el cuerpo hacia la chica, apoyando su brazo izquierdo sobre la barra. Parecía que Jessica había olvidado cómo se pronunciaban las palabras o es que tal vez nunca creyó que Mauri pusiera toda su atención sobre ella.

 —¡Bien! —dijo de pronto, bebiendo de su cerveza—. Es decir… todo en orden.

 —¿Vienes con alguien? —intervino Chepa. Jessica dudó un poco en responder, así que la barwoman agregó—: Para que le hagas compañía a mi amiga Mauri. No está bien que una chica linda beba sola. Yo estoy atendiendo a más gente y no puedo cuidarla toda la noche.

 —¡Hey, no necesito que me cuiden! —se quejó la pelirroja.

 —Yo me quedaré con ella —dijo Jessica con una amplia sonrisa—. Si no te molesta, claro —terminó mirando a Mauri.

 —¡Tú me caes bien! —declaró la pelirroja, pidiendo más whisky. Su vaso volvió a llenarse.

 —¿Vienes seguido? —La chica de cabello negro se acercó más a ella.

 —Sí. Casi todos los sábados.

 —Vaya, de haber sabido… Es la primera vez que entro a este bar. Si no fuera porque mis amigas insistieron no hubiera venido.

 —Pues te has perdido de un gran ambiente. ¡Otra cerveza para la señorita! —exigió Mauri.

 —Pero aún no me la acabo —objetó Jessica. Entonces la pelirroja le hizo beber lo que quedaba en la botella.

 —Hoy te vas a embriagar conmigo. ¡Vamos a festejar la soltería! Porque… estás soltera, ¿no?

 —¿Esa es… tu forma de averiguar sobre mí? —preguntó Jessica con una tímida sonrisa, desviando la mirada.

 —¡Pff! Si estás con alguien sería tonto celebrar la soltería ¿no crees? —Ya era muy notorio que Mauri tenía algunas dificultades para pronunciar las palabras.

 —Soy soltera… ¿Y tú?

 —¡Hasta la muerte! —gritó Mauri soltando una carcajada.

 —Pero tenías novia, ¿no?

 —Sí, pero nada importante.

 —Qué bien… estamos solteras las dos.

 —¡Qué coincidencia, ¿no te parece?! —Mauri parecía en verdad sorprendida por ese dato.

 —Sí, es… muy bueno. —Jessica pensó un momento antes de hablar de nuevo—. Oye Mauri, ¿me podrías acompañar a casa?

 —¿Qué día?

 —Hoy… ahora —dijo Jessica con las mejillas rojas.

 —¡Oh! —Mauri pensó. O al menos intentó pensar—. ¿Tienes whisky en tu casa?

 —Sí.

 —Entonces sí voy.

 Tambaleante, la pelirroja se puso de pie.

 —¿Ya se van? —preguntó Chepa regresando hasta donde ellas estaban.

 —Sí, la llevaré a casa —dijo Jessica.

 —Me apuntas todo a mi cuenta —pidió Mauri.

 —Como siempre.

 —Por aquí. —Jessica la guió, colocando una mano en la espalda de Mauri, quien trató de caminar lo más derecho posible, aunque era algo difícil con el suelo moviéndose así—. ¿Trajiste tu auto?

 —Claro. Mi bebé no puede salir sin mí. ¿Y tú?

 —No. Vine con una amiga. Dame tus llaves.

 —¿Qué? No, no, no… yo conduzco.

 —Claro que no. —Con un movimiento atrevido, Jessica la acorraló contra su Golf y metió la mano en un bolsillo de su pantalón.

 —¿Me estás asaltando? Sé karate, te lo advierto.

 —¿En serio? —quiso saber la chica, encontrando las llaves en el bolsillo derecho de Mauri.

 —Fui a una clase una vez… tenía ocho años. Pero vi Cobra Kai.

 —Por Dios, eres un encanto. —Entonces Mauri sintió una presión fugaz sobre sus labios.

 —¿Qué fue eso? —dijo girando el rostro por aquí y por allá.

 —Debemos irnos.

 Jessica la ayudó a subir y se colocó como piloto. El coche se abrió paso por la ciudad, rumbo a la casa de la chica de cabello negro.

 Mauri se golpeaba un poco la cabeza en cada cambio de dirección. La pelirroja tenía entrecerrados los ojos, intentando protegerlos de las luces que pasaban veloces por su ventana.

 Solo sabía que iba a continuar con la borrachera en casa de… ¿quién era? ¡Jessica! Aquella chica a la que había conocido… ¿dónde? La conciencia se iba de ella a ratos, haciendo que Mauri entrara al mundo de los sueños… o de los recuerdos.

 Mauritania atravesó la calle con prisa, segura de que Regina ya se encontraba esperándola en el café donde la había citado. Se sintió muy nerviosa cuando pasó su mano derecha sobre el bolsillo de sus jeans, sintiendo un pequeño objeto redondo en su interior. No estaba segura si aquel regalo le parecería muy cursi a la castaña, pero desde que habían asistido juntas a la boda de Paulina, la idea de ponerle al fin un nombre a su relación le había entrado a la cabeza.

 Levantó la vista cuando llegó a un local con acabados de madera y enormes vitrales al frente. «Café Latino», leyó. Según su reloj, llevaba quince minutos de retraso. Apenas entró, un delicioso aroma a café se coló por su nariz.

 —Hola. —La saludó una joven con delantal—. ¿Mesa para uno?

 —Ya están esperándome —le aclaró a la chica.

 Pasó la vista por el lugar, pero no encontró a Regina.

 —Hay más mesas por el pasillo —le indicó la mesera—. Por ahí, hasta llegar a la terraza.

 Mauri caminó por un pasillo largo y lo suficientemente ancho para colocar algunas mesas para dos personas en él. Esa parte se sentía más íntima que la delantera, además de que las paredes pintadas de colores estaban decoradas con cuadros muy bonitos.

 Regina la esperaba sentada en la última mesa. La chica castaña estaba seria y tenía la mirada perdida en la terraza del frente, que estaba adornada con muchísimas plantas.

 —Perdona la tardanza —dijo Mauri cuando estuvo a una corta distancia, logrando que la chica la mirara. Sabiendo que nadie las vería, se inclinó y buscó los labios de Regina, que le tomó el rostro con ambas manos para prolongar el beso más de lo usual. Aquello sorprendió un poco a Mauri, que sabía que la castaña no era muy afecta a darle besos en lugares públicos.

 —No te preocupes, Tini —respondió la chica en cuanto se separó unos centímetros de ella.

 —¿Estás bien? —quiso saber examinando los ojos miel de aquella.

 —Sí —contestó Regina, regresando la mirada a la terraza.

 —Entonces… —Mauritania se sentó—. ¡Oficialmente he acabado el semestre!

 —¿En serio? —La castaña clavó sus ojos en ella y sonrió a medias.

 —Sí. Acabo de ver las calificaciones y aprobé todo, incluso aquel examen que presenté drogada. ¿Ves? Y tú preocupada por mis dibujos de pechos en las hojas.

 —Significa que el profesor se apiadó de ti. —La chica del delantal apareció de nuevo para recibir su orden. Las dos miraron el menú en medio de la mesa—. Yo quiero… un… mocca, por favor.

 —Y yo… un latte… ¡No! Un… sí un latte, porfa. —La mesera se marchó y Mauri levantó la vista, notando que Regina la miraba con nostalgia—. ¿Segura que estás bien?

 —Sí, es que estoy cansada.

 —¿Por lo de anoche? —Se acercó más a la castaña para evitar que alguien escuchara—. Estuvo fantástico… diferente…

 —¿Diferente? —Regina se sonrojó un poco.

 —Sí… fue como… —Tomó la mano que la chica tenía sobre la mesa—. Hay algo que… —Con su mano libre, sintió de nuevo la sortija en su bolsillo. ¿Ya? ¿Era el momento ideal para pedirle que fuera su novia?

 —¿Qué tal la luna de miel de Paulina? —interrumpió entonces Regina separando sus manos unidas.

 —Pues… —Ella intentó recuperar la concentración—. Volverán mañana.

 —¿Tan pronto?

 —Manuel solo consiguió una semana de permiso en la constructora.

 —Paulina me dijo que le dieron dos.

 —A ella. Así que Manuel volverá al trabajo mientras mi hermana se queda una semana disfrutando su nueva casa, relajándose y comiendo toneladas de helado. O al menos eso le contó a mi madre. Dice que quiere olvidar la pesadilla que vivió con los preparativos de la boda y empezar su matrimonio viendo series mientras su esposo va al trabajo —terminó riendo.

 —Eso de casarse suena horrible —comentó Regina—. Uno tendría que estar loco o muy enamorado.

 Mauri la miró en silencio, con el corazón latiendo muy fuerte. ¿Ya? ¿Se lo pedía?

La conversación en Café Latino

 —Yiyí… —dijo con la voz cortada—. Hablando de locos enamorados…

 —Sus cafés —interrumpió la mesera.

 La pelirroja esperó paciente a que les dejaran las tazas y que la chica se alejara para retomar su conversación. Después de muchos años de amistad y tres años de ser más que amigas, Mauri había decidido que era momento de confesarle a Regina que en verdad la amaba. Ya no quería besarla a escondidas.

 La castaña bebió un sorbo de su café y abrió mucho los ojos.

 —Esto es… —dijo dando otro trago. Mauri la imitó bebiendo. Aquella cosa era lo más sabroso que había probado.

 —¡¿Qué le echaron a esto?! ¡Está muy bueno! —En medio de la mesa había un papel plastificado, así que Mauri lo leyó buscando información—. Ellos cultivan este café… —Le decía a Regina mientras pasaba la mirada por la hoja—. Pequeña plantación… negocio familiar… única sucursal… Carajo, con un poco de publicidad esta cafetería podría estar llena a reventar.

 —Tini, necesito decirte algo.

 —Claro. —Pero la atención de la pelirroja seguía en el papel frente a ella.

 —Ya no quiero verte más.

 Lentamente, Mauritania alzó la vista en busca de la persona que había dicho eso. Pero solo estaba Regina.

 —¿Qué? —preguntó confundida.

 —Vine aquí a decirte… Mauri, ya no podemos vernos más.

 —¿De qué hablas?

 Regina parecía muy incómoda, pero continuó:

 —Esto está mal. Nos pasamos de la raya.

 —¿Qué raya? Yiyí, no estoy entendiendo nada.

 —Tú y yo… lo que hacemos… no es correcto.

 La pelirroja se quedó en silencio por varios segundos, tratando de descifrar si eso era una broma, una pesadilla o si su mente estaba confundiendo palabras y significados.

 —¿Lo que hacemos? Regina, ¿de qué carajo estás hablando? —preguntó molesta.

 —Quiero que terminemos esto, Mauri. Ya no podemos seguir tonteando juntas. Este juego se nos salió de las manos.

 —¿Juego? Esto no es un juego, Yiyí. Estamos juntas.

 —¡No lo estamos! No podemos estarlo. Tú eres una chica y yo también. Eras mi mejor amiga y de repente ya estaba haciéndolo contigo.

 —Por eso es perfecto.

 —No, Mauri. No es perfecto, ¿no lo entiendes? Mis padres se morirían si supieran que nos acostamos desde hace años.

 —¡Por favor, Regina! ¡No seas ridícula!

 —¡¿Ridícula?! ¡Tú lo tienes fácil! Tus padres son las personas más relajadas del universo, pero los míos no. Soy su única hija, no puedo decepcionarlos así, lo sabes.

 —¿Decepcionarlos? Lo dices como si fueras una asesina serial.

 —Debo tener una vida correcta. No puedo seguir teniendo sexo con mi mejor amiga como si nada.

 —No soy tu mejor amiga. Estamos juntas, Regina. Somos felices, ¿por qué lo arruinas?

 —Lo que arruiné fue nuestra amistad al empezar con los besos y el sexo. No debimos cruzar ese límite.

 —Yiyí, tú me gustas y yo te gusto, ¿cuál es el problema?

 —¡Es que no me gustas! —Los ojos de Regina se llenaron de lágrimas—. No así. —Se tapó la cara.

 —Entiendo, tienes miedo. —Mauri suavizó su voz y se acercó más a la castaña—. Pero yo estoy aquí. Enfrentaremos lo que sea juntas, ¿de acuerdo?

 —Es que ya no quiero —susurró Regina recobrando el control—. Ya no quiero, Tini. No sé cómo corregir lo que hice contigo… Necesito ser la Regina que debo ser.

 —¿Una Regina heterosexual?

 —Soy heterosexual.

 —Claro que no —dijo ella molesta de nuevo.

 —Dejaré el dormitorio de la universidad, regresaré a casa de mis padres, me graduaré, conseguiré un buen empleo y me casaré con un chico —terminó Regina.

 —No te hagas eso —suplicó ella.

 —Debo casarme de blanco en una iglesia, darles nietos a mis padres.

 —Entonces yo me casaré contigo. En una iglesia no, pero lo haré. ¿Y has escuchado de la fecundación in vitro? ¿Adopción?

 —Mauri, no lo hagas difícil, por favor. Ya no quiero continuar con esto.

 —¿Por qué no?

 —¡Porque no te amo! —gritó Regina—. ¡No te amo, ¿entiendes?! No como tú me amas. —Mauri miró a la castaña con asombro—. Sé que estás enamorada de mí y… lo siento —dijo la chica llorando al fin—. De verdad lo siento. No puedo permitir que pienses que esto tendrá futuro, porque no es así.

 —Tú me amas. —Mauri recordó algo—. Anoche tú… me lo dijiste.

 —¿Qué? —Regina la miró confundida.

 —Te escuché… Aún no estaba dormida y… creo… lo dijiste…

 —No —dijo la castaña con seguridad.

 La pelirroja intentó revivir la noche anterior, cuando Regina se había comportado como nunca antes en su cama. Había tanta dulzura en sus caricias y en su mirada, que aquella noche parecía ser el comienzo de algo nuevo.

 —¿Y lo de anoche que fue?

 —Una recaída. Llevo tiempo pensando esto y… anoche debí contener mis ganas. Lo siento, de verdad. Pero ya entendí que todo esto fue un error. Jugar contigo fue un error. Arruinamos nuestra amistad, Mauri. Tú no debiste fijarte en mí y yo no debí permitirlo.

 —Yiyí…

 —No —la interrumpió Regina, tajante—. Yiyí ya no existe, Mauri. Esto ya no existe.

 —¿De verdad es lo que quieres? Porque yo estoy dispuesta a todo por ti, pero esto no funcionará si tú no estás dispuesta a lo mismo.

 Regina suspiró. Parecía muy harta de toda aquella conversación.

 —Sinceramente… —La castaña la miró a los ojos. Era la primera vez que Mauri veía tanta frialdad en ellos—. Quiero que esto se acabe para siempre.

 ¿Morir se sentiría así?

 Mauritania no podía tragar ni apartar el picor que sentía en los ojos, pero no estaba dispuesta a derramar una sola lágrima frente a Regina. Después de tanto juntas, ¿en serio se merecía eso?

 —Si de verdad es lo que deseas…

 —Sí. Quiero dejar atrás todo lo que hicimos. Ya no me busques, por favor. Olvida lo que sientes.

 Mauri clavó su mirada en los ojos miel de la castaña. ¿Cómo haría eso? ¿Cómo dejaría atrás esos años con ella? Quiso continuar la discusión, pero de repente Regina era una persona desconocida. La chica miraba su reloj, como si toda aquella conversación le causara una flojera infinita. Haciendo un enorme esfuerzo, Mauri logró articular unas palabras:

 —Ten una vida perfecta, Regina —dijo la pelirroja usando el mismo tono gélido que la castaña.

 Regina se puso de pie y se marchó, mientras Mauri se quedó ahí, incapaz de voltear a ver cómo aquella a la que amaba se marchaba de su vida.

Capítulo 5

Y qué estoy haciendo yo sin ti

Escena en la casa de Jessica

Mauri

Una puerta café se abrió frente a ella. ¿Qué parte del bar era esa?

 —Pasa —dijo alguien detrás.

 Mauri chocó con una mesita cuando entró a la casa. Una luz se encendió, dejando ver unos muebles aquí y allá.

 —Whis… ky —balbuceó.

 —Siéntate, ahora te lo traigo.

 Se acomodó sobre un sofá, abriéndose la chamarra de cuero que traía para liberar su respiración. No se sentía muy bien, pero ya estaba acostumbrada a esa sensación. Sabía que después solo haría falta algunas aspirinas y mucha agua para recobrarse, así que no le dio importancia.

 —Ahm… ¿Hola?

 —Aquí estoy. —Se escuchó.

 —Esta no… no es mi casa —dijo intentando controlar su lengua ebria.

 —Sí, ya sé. Es la mía. —Jessica se sentó a su lado, con un vaso en sus manos—. ¿Recuerdas que te pedí que vinieras conmigo?

 —Ah… sí… ¡Tu casa! Sí… ¿Whisky?

 —Ten. —En cuanto Mauri tuvo el vaso de cristal, empezó a beber su contenido—. ¿Te ayudo?

 —Claro —dijo Mauritania sin saber a lo que la chica se refería. Entonces sintió unas manos sobre ella, quitándole la chamarra.

 —¿Mejor? —Jessica sonrió—. ¿Sabes? Nunca creí que estarías aquí conmigo.

 —Pues… nunca me habías invitado —respondió Mauri como si fuera lo más obvio del mundo.

 —Tenía miedo de que te negaras. A veces… parece que no te agrado mucho. —Jessica parecía incapaz de mirar a Mauri de frente—. Realmente creo que mi valentía de ahora se debe a que estás demasiado ebria.

 —¿Quién está ebria? ¿Y quién es Valentina?

 —Valentía, Mauri, valentía.

 —¡Oh, sí! ¡Valentía! Es linda esa chica.

 Jessica sonrió.

 —Hablando de chicas lindas… pienso que tú lo eres.

 —Gracias, tú también. Y eres amable, eso es muy importante. Mucha gente olvida ser amable… es como si… ¿Tienes algo de comer? ¿Tacos?

 —Tacos no. Pero puedo hacerte un sándwich de queso.

 —Genial. Con un taco encima.

 —Entonces quédate quieta aquí y ahora regreso.

 —De acuerdo, Jessica… Jessi… ¡Te llamas igual que la de Toy Story! —gritó Mauri bastante asombrada por su descubrimiento.

 La chica de cabello oscuro volvió a la cocina y Mauritania se dedicó a beber hasta la última gota de whisky de su vaso. Cuando el líquido se acabó, se puso de pie y caminó tambaleante por aquel cuarto. Ese lugar era lindo. Le recordaba a la primera casa que sus padres tuvieron, antes de que se mudaran a un barrio nuevo y ella empezara la secundaria con otros compañeros. La Mauri de entonces era una niña tímida que se sentía triste por dejar atrás a sus amigos de la escuela, pero que muy pronto se olvidó de aquel malestar cuando una niña castaña le había ofrecido su mano.

 «Te odio por estar en todas partes» , pensó mientras volvía a derrumbarse en el sofá, subiendo las piernas para acomodarse mejor.

 —Aquí lo tienes —anunció Jessica, sonriendo con satisfacción mientras dejaba un plato en la mesita frente a ella—. Un sándwich de tacos.

 —Gracias… —Mauri se incorporó en el sofá y se acercó a la chica—. Eres muy bonita —dijo deteniéndose a observar cada detalle del rostro de Jessica, que nunca había estado más roja en su vida.

 —Yo…

 La pelirroja se estiró más hacia Jessica… hasta que alcanzó el plato.

 —Muero de hambre —dijo dando un mordisco—. ¿Tienes más whisky?

 —Creo que ya ha sido suficiente alcohol por hoy.

 —Nunca es suficiente… está muy bueno esto, ¿quieres? —Mauri le ofreció un poco de su comida a la chica.

 Jessica sujetó su mano entre las suyas para mantener quieta la comida, pero en lugar de dar un mordisco, le dio un beso en el dorso.

 —Me gustas mucho, Mauri… —susurró la chica muy bajito. La pelirroja intentó recordar lo que esas palabras significaban, pero todo era demasiado confuso.

 —Entonces ¿quieres comida o no?

 Los labios de Mauri fueron atrapados por los de Jessica, que se había acercado tan rápido que la pelirroja no se había dado cuenta. Mauritania movió la boca, siguiendo los movimientos de quien la besaba. Cerró los ojos, sintiendo un suave cosquilleo en su rostro.

 Dejó caer la comida que aún sostenía y prefirió usar sus manos para tocar al cuerpo frente al suyo. Se trepó sobre Jessica, haciendo que se recostara en el sofá.

 —Esto en verdad pasará, ¿no? —dijo alguien cerca de su oído.

 Pero ella no respondió, estaba muy ocupada abriendo la blusa de su compañera.





Regina

Tomó asiento en la iglesia, esperando que el sacerdote acabara los avisos y terminara con la misa dando la bendición a todos. Cada fin de semana la castaña se reunía en aquella parroquia con sus padres, varios tíos y primos. Carlos intentó ocultar un bostezo junto a ella. Regina sabía que su novio estaba ahí solo para evitar comentarios posteriores de su futura suegra.

 Cuando apenas habían llegado a la iglesia, Olga los había recibido en la entrada, como de costumbre. Regina aceptó el abrazo de su madre, que le había susurrado: «Perdono tus errores, hija», refiriéndose claramente a su última discusión. Como la chica quería llevar la fiesta en paz, decidió ya no mencionar el tema.

 Después de una hora participando en la ceremonia, aquello terminó y todos los asistentes salieron al atrio principal.

 —Regina. —Escuchó una voz. Al voltear, se encontró con la sonrisa amable de Mariela, la hermana menor de su mamá, quien muchos años atrás había ingresado a la vida religiosa como monja.

 —Hola, tía —dijo abrazando a la mujer.

 —Qué gusto verlos de nuevo. Hola, Carlos.

 —Hola, sor Mariela.

 —En unos meses más ya seré tu tía —le recordó la mujer—. ¿Cómo van con los preparativos?

 —Bien —dijo Carlos.

 —Son una pesadilla —comentó ella al mismo tiempo que su prometido, que solo le lanzó una fugaz sonrisa.

 —Al menos yo me salvé de eso. Mi boda con Jesucristo fue sencilla.

 —Hermana. —Olga hizo su aparición—. ¿Les diste ya la noticia a los tórtolos?

 —Aún no. Te estaba esperando para que hicieras los honores —respondió Mariela.

 —¿Qué pasa? —quiso saber la castaña.

 —Tu tía localizó al padre Ramiro, ¿lo recuerdas? El que te bautizó y dio la primera comunión —dijo Olga visiblemente emocionada. Regina ni lo recordaba—. Le dijo que estás por casarte y ¡él oficiará tu boda! ¡¿No es maravilloso?! ¡Otro sacramento más de sus manos!

 —Qué bien, mamá. Gracias.

 —No, no. Tu tía hizo todo.

 —Es mi regalo para ustedes —dijo Mariela con felicidad—. Estoy segura de que tendrán un matrimonio ejemplar.

 La castaña sonrió hasta donde pudo, ya que por alguna razón que no comprendía, cada vez le incomodaba más el tema de la boda. Ya quería salir de eso, ¿lo mismo le pasaba a todas las novias? ¿Acababan detestando su boda? Ella estaba vuelta loca con lo que faltaba por hacer.

 Después de pedir una disculpa por no asistir al desayuno familiar, Regina y Carlos subieron a su auto con ganas ya de llegar a su casa.

 —Necesitamos revisar la lista de invitados —le dijo a su prometido.

 —¿Otra vez?

 —No la hemos revisado.

 —Mi mamá te envió la lista, ¿no?

 —Hace un mes. Pero aún la tenemos que depurar para mandar hacer las invitaciones… Y escogerlas, claro.

 —¿Depurar? ¿Quieres quitar nombres de la lista?

 —Pues a menos que seas el príncipe de Inglaterra, ¿en serio quieres mil personas en tu boda?

 —¡¿Mil personas?! —Carlos frenó de golpe en el semáforo—. ¡¿Por qué tantas?!

 —Porque nuestras madres se creen unas socialités.

 —No, no, no. No quiero a tantas personas.

 —Entonces debemos revisar la lista ahora.

 —¿Y tiene que ser hoy? —El hombre aceleró de nuevo y le dirigió una mirada de fastidio—. Amor, es mi día de descanso y quería relajarme viendo la televisión.

 —También hoy es mi día de descanso.

 —Pues sí pero… ¿podrías hacerlo tú? O dile a tu mamá que te ayude.

 —¿No entendiste que ella nos metió en este problema? ¡Quiere que invitemos a parientes y personas que no ha visto en décadas!

 —Solo borra sus nombres entonces. De mi lista únicamente deja a los que conoces.

 —Carlos, solo quiero un poco de ayuda, ¿sí? Yo he visto todo lo de la boda…

 —¡Tú tienes más tiempo libre! ¡Yo estoy todo el día trabajando!

 —¡Yo también tengo un trabajo!

 —¡Pero es menos complicado que el mío!

 —¡¿Estás bromeando?! ¿Sabes qué? Tienes razón. Yo me encargo de esto, tu diviértete con tu estúpido futbol —terminó ella molesta.

 Apenas llegaron a su casa, Regina se encerró en la habitación y empezó a tachar nombres al azar. Realmente no le interesaba quién iba o no a su boda. Arrugó una de las hojas, la hizo bolita y la lanzó por la ventana. Estaba muy enojada y no entendía por qué. Tal vez era la suma de todo. La boda, su novio, su madre, su familia y… Frunció el ceño al pensar en la chica del departamento vacío. ¿Cómo fue capaz de decirle que la extrañaba? Tomó una de sus almohadas y ahogó un grito contra ella. Se había sentido bastante ridícula desde el momento en que había salido de ese departamento. Casi había corrido a su auto, intentando controlar los fuertes latidos de su corazón. ¿Qué habría pensado Mauri? ¿Iba a decir algo? ¿Se iba a reír de ella? Las respuestas a esas preguntas nunca llegarían, pues la castaña estaba totalmente segura de que no quería estar a solas con Mauri en ningún lugar.

 Respiró hondo varias veces para calmarse y recordó algunas cosas de ese día. Sonrió pensando en la falta de muebles y cosas de la pelirroja… Su amabilidad con ella… Su sentido del humor… Su hermosa sonrisa… Sus ojos…

 «¡¿Qué me pasa?!», pensó poniéndose de pie de un brinco. No debía permitir aquellos pensamientos. Esos años se había esforzado por retomar el camino, por enderezar su vida después de pasar tres años en los brazos de Mauritania… Los tres años más felices que había vivido… «¡Calma, Regina!», se reprendió mentalmente.

 —Eso se acabó —murmuró para sí misma—. Ya no quiero ser débil otra vez, ya no puedo. Por favor, ya no… —Se acurrucó en un rincón de su cuarto, con las rodillas dobladas—. Terminar fue lo correcto… lo fue… —decía mientras se balanceaba en su lugar—. Estamos bien así. Mi vida es mejor sin ella… y ella es mejor sin mí… soy feliz sin Mauri… —La voz se le quebró—. Soy feliz…



Su noche había sido terrible, pues había tenido pesadillas otra vez. En el sueño era el día de su boda y ella ya estaba por entrar a la iglesia. Entonces el vestido cobraba vida y la empezaba a asfixiar a cada paso que daba hacia el altar. Ella caía al suelo, incapaz de respirar, sintiendo cómo la vida se le iba. Carlos llegaba a ayudarla, pero le era imposible. Ella seguía escuchando la voz de sus padres que le exigían a gritos que se levantara.

 Se aplicó el maquillaje suficiente para ocultar sus ojeras, lista para un nuevo día en la oficina. Aunque muchas personas podrían odiar ir al trabajo después de un mal sueño, Regina sentía que eso era lo único que podría hacerla sentir bien. Tomó sus cosas y salió de casa media hora antes de lo usual. Quería relajarse mientras conducía, escuchando música instrumental. Y así lo hizo. Despejó su mente de las imágenes perturbadoras con las que había despertado y sonrió cuando aparcó el auto en el estacionamiento subterráneo del edificio donde se encontraba su oficina.

 Al entrar al piso se dio cuenta que era la primera del equipo de trabajo en llegar, pues solo estaban ahí los del personal de limpieza.

 —Buenos días —les dijo a un par de señoras que sacaban la basura mientras reían por algún chisme.

 Cuando se sentó en su escritorio suspiró relajada al fin. Aquel era su sitio seguro. En esa oficina nadie le gritaba o la presionaba para hacer o aceptar cosas que no quería. Por eso amaba Café Latino. Ahí era la contadora, la amiga de todos, sus compañeros la hacían sentir valiosa, importante, perfecta así como era.

 Buscó la pequeña regadera que usaba para sus plantas y fue al baño a llenarla. Mientras el agua caía en el recipiente, Regina pensó en Mauritania. Lo que le había dicho era verdad: la extrañaba. Y mucho más durante aquellas semanas. Y es que con la pelirroja nunca había tenido que preocuparse por lo que decía o hacía. A Mauri siempre le había encantado todo de ella. Su parte cínica, su sarcasmo, su incredulidad ante ciertas cosas de la vida. Ya habían pasado varios años desde lo que pasó entre ellas. ¿No habían madurado lo suficiente ya como para ser amigas? ¿Por qué le costaba tanto verla a los ojos todavía?

 De regreso por el pasillo, empezó a regar todas las plantas que se iba encontrando a su paso. Aquello era su terapia personal. Estar ahí viendo como aquel líquido caía en las macetas, le parecía lo más relajante del mundo. Amaba el sonido del agua cayendo, el olor a tierra mojada, el verde de las hojas. Por último, se enfocó en las plantas que tenía en su oficina. Levantó una de sus pequeñas macetas para revisar que la parte inferior no tuviera grietas. Entonces escuchó un par de voces a punto de entrar a donde ella se encontraba.

 —¿Segura que no lo soñaste? —preguntó María.

 —¡No! Te lo juro —respondió Jessica abriendo la puerta de su oficina—. Me acosté con Mauri.

 Regina soltó la maceta, que se hizo mil pedazos cuando tocó el suelo. Sus dos amigas giraron el rostro hacia ella, que continuaba de pie mientras un zumbido en sus oídos aumentaba.

 —¿Estás bien? —Maria se acercó rápido a ella, verificando si se había hecho daño. Pero Regina tenía la vista clavada en Jessica, ¿qué había dicho?

 —Iré por algo para limpiar —anunció la chica de cabello negro y salió de ahí.

 —Regina… ¡Regina! —María le sacudió el hombro.

 —Estoy bien —dijo casi sin aire—. ¿De qué… hablaban?

 La chica frente a ella soltó una risita.

 —Pues Jessica dice que se encontró a Mauri en un bar el sábado en la noche, luego fueron a su casa y… ya sabes —terminó María con una sonrisa malévola—. ¿Puedes creerlo? Porque yo apenas puedo. Nunca creí que Mauri le hiciera caso. ¡Ni la miraba!

 —Yo… tengo que… —Se puso en cuclillas para recoger los pedazos de la maceta que quedaron regados por el suelo. María la imitó mientras continuaba hablando.

 —¿Sería muy morboso de nuestra parte hacer que Jessica nos cuente los detalles? Porque… ¿Mauri será buena en la cama?

 Regina tuvo ganas de romper otra maceta pero en la cabeza de María cuando escuchó aquello. Frunció el ceño. ¿Cómo se atrevía la pelirroja a meterse con una de sus amigas?

 —Yo me encargo —dijo Jessica entrando de nuevo con una escoba y un recogedor.

 Regina se puso de pie, sin dejar de mirar a su compañera, que tenía una sonrisa en los labios mientras limpiaba.

 —Jess, ya le conté a Regi —informó María.

 —¡Estoy muy feliz! —dijo Jessica mirándola a los ojos. Regina sentía que dentro de ella había algo caliente subiendo hasta su garganta—. Mauri es tan linda.

 —¿Cómo fue? —preguntó María sin ocultar su curiosidad.

 —Maravilloso. Mauri… es apasionada —dijo Jessica bastante sonrojada.

 —¡Eso! —María aplaudió un par de veces—. Siempre la imaginé como una loca salvaje.

 Regina giró el rostro. Mauri era apasionada, sí. Pero también tierna, gentil, amorosa. La pelirroja podía ser todo a la vez. La castaña luchó para apartar esos pensamientos de su mente e intentó, con todas sus fuerzas, espantar un recuerdo.

 Mauri y ella se besaban despacio. Podía sentir las manos temblorosas de la pelirroja, que con timidez se colaron bajo su blusa. Regina se estremeció cuando por primera vez unas manos que no eran las suyas tocaron sus senos.

 —¿Estás segura? —le había preguntado su amiga, separándose un momento de ella para observar sus ojos.

 —Sí, ¿y tú?

 —Sí.

 —Entonces… —Dio un paso atrás, mientras Mauri seguía roja frente a ella. Con decisión, se quitó la blusa y el sostén. Los ojos de la pelirroja bajaron lentamente por su cuerpo—. Ven —dijo tomando la mano de Mauri para llevarla hasta su cama.

 Un grito la hizo volver al presente.

 —¡¿Y te lo pidió?! —Maria se había tapado la boca, asombrada mientras esperaba la respuesta de Jessica.

 —No, no. Solo… despertamos y se marchó.

 —Pero, ¿la notaste bien? ¿O estaba huyendo? —interrogó María.

 —¿Qué? ¡No! Ella estaba bien, tal vez solo un poco… eh…

 —¡Termina! —exigió María.

 —Se portó muy bien conmigo y… —Jessica pareció tomar valor—. ¡Por Dios, chicas! ¡Dijo que me ama!

Capítulo 6

Una sola mirada te basta para matarme y mandarme al infierno

Mauri

Pablo entró a su oficina con una enorme jarra de agua, le sirvió un poco en un vaso y se lo dejó sobre su escritorio.

      —Eres mi salvador —dijo ella tirada sobre su silla, con un terrible malestar físico y emocional.

      —¿Fin de semana de juerga?—Su asistente se sentó frente a ella, mientras acomodaba su charola de pendientes.

      —De estupidez. ¿Por qué será que me gusta meterme en problemas?

      —¡¿Otra vez te metiste con una casada?! ¡Un día alguien te dará un balazo por ponerle los cuernos!

      —No, esta vez no fue una casada. Fue peor…

      —Me asustas —dijo Pablo, dejando lo que hacía y poniendo toda su atención en ella.

      —Fue con Jessica.

      —¡¿JESSICA?!

      —¡No grites! —protestó mientras un martillo le golpeaba el cerebro—. Creo que me acosté con ella.

      —¿Crees?

      —Es que… no estoy segura. ¡Estaba muy ebria! Solo sé que desperté en su cama y ella estaba desnuda. Fue terrible.

      —No jodas, Mauri. Ella es una chica linda —dijo Pablo con pesar.

      —Lo sé. Por eso me siento peor. Ni siquiera sé porqué estaba con ella. Ya no vuelvo a beber así, lo juro.

      —¿Eso fue anoche?

      —No, el sábado.

      —¿Y por qué sigues con resaca?

      —Porque cuando llegué a casa me embriagué de nuevo.

      —Bonita forma de recobrar la cordura. —Pablo suspiró—. Pues mi querida jefa, tendrás que enfrentar las consecuencias. Tienes que hablar con ella y explicarle que… bueno… que básicamente no recuerdas nada. Eres una persona horrible.

      —Ya sé —dijo Mauri lanzándose sobre su escritorio, ocultando la cabeza entre los brazos.

      —¿Quieres que… averigüe cómo está? —propuso su asistente.

      —¿Ah? —La pelirroja levantó el rostro.

      —Puedo preguntarle a María. Seguro ella me dirá todo.

      —Sí… —Pensó—.¡Sí! —Mauri se agarró la cabeza—. Carajo.

      —Jefa… —Pablo parecía buscar las palabras correctas para continuar—. Si María lo sabe, seguramente Regina también.

      Aquello la dejó en silencio por varios segundos. No sabía qué pensar ni qué sentir.

      —A ella no le importa mi vida sexual —dijo al fin.

      —Pero Jessica es su amiga. Tal vez sienta raro saber que la mujer que la amaba ahora está con una de sus amigas.

      —¡Yo no la…! ¡Y no estoy con Jessica! —Su cabeza resonó de nuevo—. Solo déjame dormir una hora y ya.

      Cuando Pablo la dejó sola, Mauri se acostó en el sofá del rincón pero no pudo dormir. Solo pensaba en lo tonta que había sido. Nunca había perdido así la consciencia. ¡¿Cómo le había hecho eso a Jessica?! Tenía que ver la forma de arreglar las cosas con la chica.

      Tal vez debería buscar a Jess para invitarla a cenar y poder pedirle una disculpa. Pero ¿qué le diría? ¿Cómo te disculpas por algo que ni siquiera recuerdas? ¿Sí se había acostado con ella? Cerró los ojos haciendo un esfuerzo por regresar a esa casa. Jessica y ella estaban platicando en su sala… Mauri se estrujó el cerebro. En algún rincón debía estar lo que había pasado. Pudo escuchar su voz… Jessica reía por algo. Se besaban… Jessica estaba desnuda en la cama.

      «Qué estúpida eres, Mauritania», pensó antes de darse una bofetada.





Regina
 Al medio día Lorena había convocado a una reunión express para comunicarles sobre la posible compra de un terreno junto a la plantación de café que la empresa poseía.

    —Me parece una oferta tentadora —dijo Lorena—. Y sin duda nos ayudaría a incrementar la producción aprovechando nuestro sistema de logística ya implementado. Lo que necesito saber, Regina, es si la empresa puede realizar esa compra sin hacer tambalear nuestras finanzas —terminó Lorena clavando sus ojos en ella.

    La castaña fingió revisar unos documentos para ocultar el hecho de que estaba más ocupada fulminando a Mauri con su mirada que escuchando la exposición de Lorena.

    —Debo hacer unos cálculos —opinó.

    —¿Podrías entregarme tu diagnóstico mañana? —preguntó la mujer.

    —Por supuesto.

    —Perfecto. Ya pueden retirarse todos, excepto Regina y Mauri, por favor.

    La castaña observó a la pelirroja por unos segundos. La chica no parecía feliz con aquella petición de Lorena. Durante toda la reunión, Mauri había evitado mirarla a los ojos, haciendo que Regina se enojara más. Quería lanzar una silla a la cara de esa cobarde. Quería escupirla, gritarle por su desvergüenza.

    —¿Qué pasa? —quiso saber Mauri.

    —Me parece que es necesario que viaje a Los Ángeles antes de la apertura de las oficinas —dijo Lorena. La mujer hizo una pausa como para darles la oportunidad de opinar, pero como ninguna habló, prosiguió—. Regina, debes acompañarme.

    —¿Qué?

    —Sé que estarás con el tiempo justo para tu boda pero será un viaje rápido, un par de días.

    —¿Cuándo sería ese viaje?

    —Entre la primera o segunda semana de enero, tal vez. Me reuniré con los dueños de una cadena de supermercados. Si logramos firmar ese contrato, el lanzamiento de Café Latino en Estados Unidos sería con mucha más fuerza.

    —Yo no soy de ventas, ¿cómo podría ayudarte? —dijo Regina sin comprender porqué la necesitaba Lorena.

    —Eres una chica inteligente. Además necesito que tus proyecciones financieras hagan que nuestros posibles socios deseen nuestro café en sus anaqueles. ¿Puedes acompañarme?

    —¡Por supuesto! —dijo ella sin pensarlo demasiado.

    —Y tú… —Lorena giró el rostro hacia Mauri y la observó con el ceño fruncido—. ¿Estás bien?

    —¿Qué? —preguntó Mauri, como si estuviera despertando de un sueño y no supiera cómo rayos había llegado ahí.

    Lorena se acercó un poco a la pelirroja.

    —¿Estuvo buena la fiesta?

    —No…

    Fue entonces que Mauri la miró a ella. Por una breve fracción de segundos, Regina pudo ver preocupación en esos ojos pero prefirió ignorar aquello. Mantuvo el contacto visual intentando hacerle saber a Mauri que estaba al tanto de lo que había ocurrido y que merecía morir.

    —Mientras Regina y yo nos vamos a Los Ángeles, tú te quedarás al frente de la empresa —le dijo Lorena a Mauri, que asintió como si fuera una penitencia.

    —De acuerdo.

    —Chicas… —La mujer extendió sus manos sobre la mesa, una a cada lado para que se las sujetaran como si estuvieran unidas para una oración—. Gracias. Ustedes son dos personas de mi absoluta confianza. Los meses que vienen serán duros, pero sé que puedo contar con las dos. Ahora si me disculpan, iré a mi oficina por un obsequio para ambas.

    La mujer salió rápido de la sala de juntas, dejándolas solas ahí. Regina volvió a mirar a Mauri, que lentamente giró hacia ella.

    —¿Y… qué tal tu día? —preguntó la pelirroja.

    —¿Qué tal el tuyo, Mauritania? —preguntó ella de vuelta, usando su tono más duro.

    —Bien —dijo la chica como si nada, rascándose la cabeza.

    La castaña frunció el ceño y apretó los labios, intentando mantenerse callada. Después de todo, lo que Mauri hiciera con su vida no era problema suyo. ¿Qué importaba si se acostaba con Jessica o si cambiaba de novia como de ropa?

    La puerta se abrió de nuevo y Lorena apareció con una amplia sonrisa en su rostro.

    —Quiero obsequiarles estos pases de cortesía para la degustación anual de vinos del restaurante Amaranta. —La mujer colocó los pases en medio de la mesa—. No podré asistir y me pareció un desperdicio no aprovechar esa ocasión, así que…

    —¿Es para ir… juntas? —quiso saber ella, nerviosa de pronto.

    —No necesariamente —aclaró Lorena—. Cada pase es para dos personas, para sentarse en una misma mesa, claro.

    —Gracias, es… gracias —dijo la castaña sonriendo a su jefa. Por nada del mundo quería ser grosera, pero la idea de ir a un lugar con Mauri no estaba en sus planes de vida.

    —Degustación de vinos, genial —murmuró la pelirroja examinando su pase.

    —Entonces, volvamos a los deberes. —Lorena se levantó y salió tan rápido que Regina no había tenido tiempo de ordenar sus cosas para regresar a su lugar. Cerró su laptop, tomó unas carpetas y se puso de pie. Mauri estaba esperando algo junto a la salida. La pelirroja parecía indecisa en sus movimientos.

    —¿Y qué te parece? —le preguntó Mauritania cuando se acercó.

    —¿Qué me parece qué cosa?

    —Los vinos… —Mauri levantó el boleto que traía en la mano.

    —Creo que es un regalo generoso —dijo ella pasando junto a la pelirroja sin detenerse—. Aunque no podré asistir.

    —¡¿Por qué?!

    —Tengo cosas que hacer.

    Mauritania corrió detrás.

    —Pero…

    —Supongo que llevarás a Jessica. —Se le escapó deteniéndose de golpe. Mauri frenó justo a tiempo para no chocar con ella.

    —¿Jessica?

    —Es tu novia, ¿no? ¡Felicidades! —dijo la castaña intentando contener sus ganas de darle dos bofetadas.

    —¡Espera!

    Mauri la tomó del brazo para evitar que emprendiera su camino. Regina sintió como aquel contacto con su piel le lanzó una descarga de electricidad a todo el cuerpo.

    —¿Qué quieres? —Hizo un movimiento para liberarse. No quería que Mauri la tocara.

    —Yo… no… Jessica… no…

    —No me interesa lo que hagas con tu vida, Mauritania.

    —¿En serio? —La pelirroja frunció el ceño—. ¿Quién fue a mi departamento a decir que me extraña?

    —¡¿Qué?! —¡¿Cómo se atrevía a mencionar eso?! En ese momento ella fue la que empujó a Mauri hasta una pequeña oficina que servía como bodega para la tinta de las impresoras—. ¡Fui a pedirte una disculpa por el comportamiento de mi mamá!

    —Sí, claro. —Mauri se cruzó de brazos y sonrió. Regina odiaba esa expresión burlona de la chica.

    —¡Tú eres la sinvergüenza que se metió con una de mis mejores amigas! ¡¿Cómo pudiste hacerlo?! —Volvió a empujar a Mauri, sintiendo la rabia subir por su garganta.

    —¿Tus amigas están prohibidas o qué?

    —¡No seas cínica, sabes a lo que me refiero!

    —¡No lo sé! ¡No entiendo por qué te enojas si durante todos estos años apenas me has dirigido la palabra!

    —¡Jessica es mi amiga! ¡No voy a permitir que juegues con ella!

    —¡¿Así como tú jugaste conmigo?! —soltó Mauri. Aquellas palabras se clavaron en el corazón de la castaña como flechas envenenadas—. ¡No seas hipócrita ahora, Regina!

    Su mano viajó veloz hasta la mejilla de Mauri, golpeándola con fuerza.

    —¡Idiota!

    Sin perder otro segundo, Regina salió de aquella pequeña habitación dejando atrás a la pelirroja. Se sentía tan furiosa que si no se alejaba de Mauri, no podría evitar romperle la cabezota. Entró a su oficina azotando la puerta. Arrojó sus cosas sobre su mesa de trabajo y se la pasó dando vueltas como león enjaulado. Su estómago le dolía por el coraje y sentía la mano adolorida. Se frotó las sienes intentando apartar la voz de Mauri de su cabeza. Respiró hondo varias veces para recobrar el control pero todo fue inútil. Empezó a llorar.





Mauri

Miraba por la ventana de su oficina, aunque su mente estaba muy lejos de ahí. Después de su discusión con Regina, se había encerrado. Incluso Pablo salió huyendo cuando al querer entrar a hablarle sobre algo, ella lo había corrido a gritos.

    Desde que Regina y ella terminaron, nunca habían hablado sobre eso. Mauri nunca le había reclamado a la castaña su comportamiento de aquel día, ni la forma en que había desaparecido.

    Cuando se reencontraron, simplemente habían hecho un pacto de ignorarse mutuamente en el trabajo.

    —En verdad soy una idiota —murmuró mientras se acariciaba la mejilla golpeada—. Tal vez… Es por…

    Ese par de horas ahí parada, había intentado encontrar el momento en que su vida se había fracturado. Algo bastante sencillo en realidad. Lo complicado fue aceptar que todas las tonterías que había hecho desde entonces habían sido por su incapacidad de manejar los sentimientos que aquella ruptura le había dejado. No es que ella no quisiera ir en serio con alguna de las chicas con las que salía, es que no podía. Se bloqueaba cuando las cosas iban avanzando y el vacío emocional que sentía, hacía que se alejara. Pero no podía seguir así. No podía dejar que algo del pasado siguiera jodiendo su vida. Ya no quería que Regina tuviera poder sobre ella y tal vez lo que había pasado con Jessica no fuera tan malo después de todo. Presionó el botón del intercomunicador sobre su escritorio.

    —¿Sí? —Se escuchó la voz temblorosa de Pablo.

    —¿Podrías pedirle a Jessica que venga un momento a mi oficina, por favor?

    —Claro, jefa.

    Se acomodó bien la ropa y el cabello. Ya se había escondido por mucho tiempo ese día y aquello debía parar.

    La puerta se abrió y Jessica hizo acto de presencia. La chica sonrió algo tímida.

    —Adelante —dijo Mauri.

    —Eh… ¿querías verme?

    —Sí. —Extendió una mano para indicarle a la chica que tomara asiento en el sofá del rincón. Cuando Jessica lo hizo, ella se acomodó a su lado, girando un poco el cuerpo para poder verla de frente—. Quiero pedirte una disculpa por mi estado del sábado.

    —No te preocupes —dijo la hermosa joven regalándole una sonrisa a la pelirroja.

    —Dios, soy una tonta. —Mauri se tapó el rostro un momento, conmovida por la actitud de Jessica—. ¿Sabes qué me molesta?

    —La verdad no.

    —Que eres totalmente linda y no merecías tener a una borracha contigo. Jessi… —Colocó una mano sobre la de la chica—. Honestamente no recuerdo mucho de lo que pasó en tu casa.

    —¿Qué? —El brillo en la mirada de Jessica se apagó un poco.

    —Creo que fue demasiado alcohol. Lo siento.

    —Entonces… —Jessica se puso de pie y dio un par de pasos para alejarse de ella—. ¿No recuerdas lo que hicimos ni… lo que… dijiste?

    —No.

    —¡Oh, Dios! —A la chica se le empañaron los ojos—. ¡Qué vergüenza! La tonta soy yo por pensar que… Debo irme.

    —¡No! —Mauri se apresuró a cerrarle el paso a Jessica—. Déjame compensarlo.

    —¡¿Y cómo harás eso?! Tú sabes que yo… ¡Fui demasiado fácil, ¿no?!

    —¿Qué? ¡No! Jamás pienses eso de ti. Eres linda, eres honesta. Yo fui la que no estuvo bien… ¿Te gustaría salir conmigo?

    La chica se quedó muda durante varios segundos, parpadeando muchas veces mientras no despegaba sus ojos de ella.

    —¿Hablas en serio?

    —Sí. Quiero salir contigo sin ninguna gota de alcohol encima. ¿Vamos a cenar hoy?

    —¿Por qué haces esto realmente? Ya estoy bastante apenada como para que también sientas lástima.

    —No es lástima… al menos no por ti. Es más bien que… He sido una estúpida por mucho tiempo y me gustaría dejar todo atrás. No quiero lastimarte, de verdad. Solo me gustaría saber si podemos… Si, tal vez… —La pelirroja se acercó a Jessica. Buscó sus labios y la besó.

    —Sí —susurró la chica contra su boca—. Saldré contigo.



Pablo se rascó la cabeza de nuevo, haciendo que su pelo se mantuviera parado en la coronilla. La miró varios segundos con cara de confusión hasta que por fin dijo:

    —¿Me estás diciendo que Jessica es tu novia ahora?

    —No. Novia es una palabra fuerte. Solo saldré con ella… Veremos cómo va todo —dijo Mauri mientras terminaba de enviar un correo.

    —¡¿Por qué?! ¡Tenías que disculparte nada más, no llevarla al abismo contigo!

    —¿Es en serio? —La pelirroja dejó lo que hacía y miró con fastidio a Pablo—. Tú eres el que me pedía parar con mis tonterías y ahora que te digo que lo haré, ¿me dices esto?

    —Es que Jessica… ella es…

    —¡Sé lo que es! —gritó parándose de un brinco—. ¡Quiero estabilidad! ¡Quiero por fin dejar de pensar en…!

    —¿En quién? ¿En quién, Mauri? Acaso… ¿En Regina? —preguntó Pablo bastante asombrado—. ¿Qué tan importante fue ella en verdad? ¡¿Qué pasó con ella?!

    —No quiero hablar de Regina.

    —¡¿Ves?! ¡Ese es tu principal problema! ¡No puedes ni hablar de ella sin que te enfades o te emborraches!

    —¡¿Qué quieres que te diga?! ¡¿Que estaba perdidamente enamorada de ella?! ¡¿Que estuvimos saliendo a escondidas durante tres años?! ¡Pues sí, eso pasó! ¡Yo la amaba y ella solo pasaba el rato!

    —Espera… ¿Regina fue tu novia? —Pablo se sentó lentamente en la silla frente a su escritorio—. O sea… dijiste que había sido tu mejor amiga… Creí que ella nunca… que…

    —Estuvimos juntas mucho tiempo —confesó—. Era mutuo… al menos eso se suponía.

    —¡Carajo, Mauri! Ten mucho cuidado con lo que harás. Jessica es amiga de Regina… No puedes empezar algo con ella por las razones incorrectas. Si fracasas, Jessica será la que pagará los platos rotos.

    —Lo sé. Por eso no puedo fracasar.

    —Mejor no lo hagas.

    —Lo tengo bajo control, ¿sí? Regina se casará pronto y yo podré seguir con Jessica. Ella es estupenda. Lo lograré.


Regina

Después de un largo día, Regina había llegado por fin a casa. Le encantó el silencio y la soledad que sintió apenas puso un pie en ella, así que pasó directo a la cocina a servirse una copa de vino y se la fue bebiendo mientras preparaba la tina para darse un largo baño.

    Quería olvidar el mal rato que había pasado con Mauri. La chica nunca le había gritado antes y mucho menos algo tan hiriente… tan cierto. Regina aún no podía entender cómo alguien tan dulce como Jessica podía caer en las artimañas de Mauri.

    Desde que se habían convertido en compañeras de trabajo, la castaña había escuchado en los pasillos de la empresa sobre las aventuras amorosas de la pelirroja. Sabía que la chica solía empezar y terminar relaciones con frecuencia, y lo que más le enojaba a Regina era la sonrisa de satisfacción que Mauri siempre tenía por ello.

    —Par de tontas —dijo quitándose la ropa para meterse al agua. Cerró los ojos intentando concentrarse en la sensación del agua sobre su cuerpo. Se deleitó el olfato con la fragancia de rosas que había colocado en el baño y estiró el brazo para alcanzar su copa—. Todo está bien. Mauri puede hacer lo que quiera con quien quiera. Yo me casaré y tendré la vida que siempre he deseado.

    Ahí se quedó la castaña sin tener en cuenta el tiempo que iba transcurriendo y sin prestarle atención a los sonidos que hacía su celular para avisarle que tenía mensajes.

    Cuando al fin salió envuelta en una toalla, ya era casi la hora de llegada de Carlos, así que se apresuró a vestirse y a buscar en la nevera algo para preparar la cena. Cocinar era otra de las cosas que le fascinaban y, aunque Carlos también era bueno en la cocina, ella prefería ocuparse pues la comida le quedaba mejor.

    Estaba cortando las verduras cuando escuchó un auto detenerse en la entrada. Pocos minutos después su prometido entró con cara de cansancio total.

    —Hola. —La saludó el hombre mientras besaba su sien—. ¿Qué tal te fue hoy?

    —Bien, como siempre —dijo ella sin querer detenerse a pensar en su día.

    —¿Y qué preparas?

    —Boloñesa.

    —Qué bien, ¿te ayudo? —Carlos la abrazó por atrás.

    —No te preocupes, ya lo tengo casi listo.

    —Entonces me daré una ducha.

    Carlos desapareció de su vista, haciendo que Regina regresara a su estado relajado otra vez. Cortar, mover y sazonar eran lo único en su cabeza. Puso la mesa en espera de su novio y se sirvió más vino. Debía centrarse en su vida familiar, no en tonterías.

    —¿Fuiste al gimnasio hoy? —Su prometido tenía el cabello mojado cuando se sentó a la mesa.

    —No, estaba muy cansada. Pero ya mañana retomaré la rutina. ¿Volverás también?

    —No creo. Hay un rumor en la oficina —dijo el hombre esbozando una sonrisa—. Dicen que este caso les servirá a los socios para elegir a uno de nosotros.

    —¿Para qué?

    —¡¿Cómo que para qué?! ¡Para ser socio también! ¡¿Te imaginas?! ¡Podré ser socio a los treinta años! Mi papá lo logró hasta los cuarenta.

    —Pues que bien, Carlos. Felicidades.

    —Aún no lo consigo, mi amor.

    —Estoy segura de que lo lograrás. Eres muy buen abogado.

    —Gracias. Y por lo que te acabo de contar… Es posible que tenga que hacer más horas de oficina o salir de viaje.

    —¿Qué? —Regina bajó el tenedor con comida que estaba a punto de llevarse a la boca—. ¿Cuándo?

    —No sé, Regina. En cuanto el caso lo requiera.

    —¿Y nuestra boda?

    —Tranquila, ya he pensado en eso. Mi madre y mi hermana te ayudarán.

    —¡Ay, no! Tu mamá y tu media hermana no se soportan. No quiero estar lidiando con el carácter de las dos.

    —¡¿Entonces qué propones?!

    —Que me ayudes tú.

    —No puedo Regina. Tengo que enfocarme en ser socio, ¡es mi sueño!

    —Tú eres muy chingón, ¿no? Solo que te avisen el día para pasar a casarte, ¿verdad? ¡Dijiste que planearíamos todo juntos!

    —¡Esto es importante! ¡Es nuestro futuro!

    —No, Carlos, es tu futuro. Acordamos estar juntos en los preparativos, casarnos, hacer lo que se supone que debemos hacer.

    —¡Perdón, ¿de acuerdo?! ¡Pero no puedo partirme en dos! Estaré contigo y te ayudaré en lo que pueda, pero entiende que tengo responsabilidades que cumplir en el trabajo.

    Regina se quedó callada unos segundos, intentando recobrar la compostura.

    —Mira… Vamos a solucionarlo según vengan las cosas, ¿sí? Ya no quiero pelear.

    Y en verdad no quería. Sentía que las energías para afrontar el día ya las tenía consumidas. Cenaron en silencio los dos y cuando acabaron, Carlos se ofreció a limpiar, así que la castaña se metió a la recámara. Tomó el celular que había dejado en su buró para ver la hora y vio las notificaciones. Recordó que el aparato había estado sonando mientras se bañaba.

    En cuanto abrió el mensaje, sintió que una mano invisible le apretaba el corazón. El texto de Jessica decía: «Envíenme suerte, chicas». Lo acompañaba una selfie de la chica sonriendo, mirando a la cámara. A su lado, Mauri también sonreía, con los ojos puestos en la chica de cabello negro, mirándola con fascinación.

    Regina no pudo contener el impulso de arrojar su celular contra la pared.

Capítulo 7

Duele verte con un tipo al que le faltan las ideas y le sobran argumentos

Regina
Esas semanas habían sido caóticas para Regina, pues tenía que dividir su tiempo entre las exigencias del trabajo, los preparativos de su boda, las compras, el gimnasio, la casa, su familia… Más que nunca había puesto a prueba su paciencia y su capacidad de concentración.

    Por eso cuando aquel viernes llegó la hora de la salida, la castaña suspiró agradecida como nunca lo había estado. Antes de ir a casa pasó al gimnasio para llevar su cuerpo al límite. Usó las máquinas para liberar su estrés con cada movimiento, respirando con ritmo para equilibrar sus emociones. Por mucho tiempo había logrado llevar su vida en orden, así que no había razón para perder el juicio por nada. Regina siempre había sido buena en lo que hacía. Durante sus años escolares fue una alumna excelente. En su casa todo fue de maravilla con su familia, tenía muchos amigos, el dinero nunca había sido un problema para ella y el amor… Realmente la única relación formal de su vida empezó cuando conoció a Carlos. La castaña estaba en el proceso de encontrar trabajo cuando unos amigos le habían presentado al guapo abogado en una fiesta. Entonces aquel la había invitado a salir y aunque al principio ella no estaba muy interesada, terminó aceptando ser su novia pocas semanas después de la primera cita… Justo cuando entró a trabajar a Café Latino y se reencontró con Mauri. Aquella chica pelirroja era otra historia. Una que le causaba sensaciones extrañas al recordarla. Cuando eran adolescentes y de pronto empezaron a tontear dándose besos, Regina nunca pensó que aquello fuera malo o que le causaría conflictos posteriores. Ella estaba feliz pasando todo el día con su mejor amiga, a la que abrazaba y daba pequeños besos en los labios. Fue hasta después de empezar la universidad y llevar algunos años manteniendo relaciones sexuales con la pelirroja, que Regina se había dado cuenta que esa situación debía ser controlada para evitar problemas indeseados por su familia.

    Después de pasar casi dos horas ejercitándose y platicando con Paulina mientras ambas estaban en las caminadoras, la chica castaña había logrado al fin desintoxicarse del estrés laboral. Llegó a casa de buen humor y aceptó con gusto los besos y arrumacos de su novio… hasta que Carlos le dijo que su mamá y su media hermana, Camila, se unirían a ella en sus diligencias del día siguiente.

    —Se la pasan discutiendo —dijo Regina.

    —Claro que no. Ambas meditan ahora, son personas pacíficas. —La chica volteó los ojos, pues sabía que nada del mundo, ni la más poderosa meditación, haría que Raquel y Camila se trataran con respeto—. Por favor, amor. Sabes que me encanta que convivamos todos juntos, que seamos una familia unida. Verás que todo irá bien y en la noche podremos ir a la degustación.

    —No quiero ir a la degustación.

    —¿Por qué no? Ya habías quedado con Jesica.

    —¿Yo? ¡Fuiste tú el que se apuntó con ella!

    Eso era verdad. Unos días antes, Carlos había pasado por ella a su trabajo y mientras Regina salía de su oficina, Jessica y su novio se habían pasado unos minutos charlando. Cuando Regina se unió a ellos en el recibidor, ese par ya había acordado asistir todos juntos a la famosa degustación en el Amaranta.

    —Regi tú amas el vino, yo te amo a ti y por eso esto es genial por donde lo veas.

    Regina no respondió enseguida, pues a su mente llegó la cara de Mauri. Desde que se habían gritado en la pequeña bodega varias semanas atrás, no se habían vuelto a dirigir la palabra. Lo único que la castaña sabía de la pelirroja, era que seguía cortejando a Jessica, invitándole a salir a cada oportunidad. Regina ya estaba harta de escuchar sus risitas tontas en la oficina.

    —Es que… no me gusta mucho el Amaranta.

    —¡Pero qué dices! ¡Ahí fue nuestra primera cita!

    Regina observó a su novio y parpadeó varias veces, buscando en su memoria aquel recuerdo. Era verdad. Carlos se veía algo decepcionado.

    —Quiero decir… es lindo pero algo intimidante… Además seguro Jessica y Mauri… tal vez deseen disfrutar de aquello a solas.

    Carlos levantó la ceja y sonrió.

    —Entonces todo esto es por la antipatía que sientes por Mauri.

    —¿Antipatía? No sé de qué hablas.

    —¡Vamos, Regi! ¡Nunca te ha caído bien esa chica! Y no sé porqué, me parece alguien amable. A menos… —Su novio la miró con los ojos muy abiertos, haciendo que Regina se sintiera nerviosa—. ¿Eres homofóbica?

    La castaña no pudo reprimir una sonora carcajada.

    —¡Claro que no! —Lo pensó un poco—. Solo soy «Maurifóbica».

    —Esta es la perfecta ocasión para limar asperezas. Además Jessica es tu amiga, no le hagas ese desaire.

    Regina suspiró.

    —De acuerdo, iremos —terminó ella sin estar convencida por completo.



Salir con su familia política no era su pasatiempo favorito y mucho menos si se trataba de estar con su suegra y cuñada al mismo tiempo. Raquel detestaba a Camila por ser hija de su ex esposo y de «la tipa esa».

    Para evitar escuchar peleas, Regina decidió concentrarse en hablar con Margot, la wedding planner. Aquella mujer era la única voz sensata en toda la planeación, pues entre los consejos anticuados de Raquel y los tips de Camila para su noche de bodas, la castaña estaba a punto de salir corriendo de ahí. Se sintió infinitamente agradecida cuando a media tarde sus dos lunáticas acompañantes se despidieron de ella y la dejaron en su casa. Carlos estaba en la habitación, buscando en el closet un traje elegante para la degustación. El abogado siempre había sido muy pulcro con esas cosas. Así que a Regina no le quedó más que alistarse. Carlos parecía muy contento por aquella salida, pues según comentaba, hacía mucho tiempo que no iban a un lugar tan exclusivo. Ella solo se miraba al espejo mientras se colocaba los elegantes aretes que se había comprado en su último cumpleaños.

    De camino al restaurante, Regina solo miraba por la ventana. Intentó mantener la calma, pero a cada minuto sus nervios aumentaban. ¿Aquello había sido una mala idea?

    Cuando llegaron al lugar y sus ojos se cruzaron con los de Mauri, Regina se dio cuenta que a la pelirroja no le agradaba verla ahí.



Mauri

Cuando tomó asiento en la mesa, entendió que había realizado una pésima elección de lugar. Regina se acomodó en la silla justo frente a ella. Mauri ignoraba los comentarios que Carlos y Jessica hacían, pues su mirada estaba clavada en los ojos de la hermosa castaña. Era como si Regina se hubiera propuesto romper su récord de belleza, pues lucía totalmente perfecta… y eso no le gustó a Mauri, que frunció el ceño, logrando desviar la mirada en dirección a Jessi.

    —¡Esto es fantástico! Nuestra primera salida doble —dijo la chica de cabello negro viéndola también.

    —Sí, es… fabuloso. —¿A qué hora llevarían los vinos? Necesitaba aturdir sus sentidos con alcohol.

    —Por cierto, ¿cuánto tiempo llevan saliendo? —le preguntó el entrometido Carlos. El cerebro de Mauri intentó recordar qué mes y año estaba viviendo.

    —Cumplimos un mes hace unos días —aclaró Jessica con orgullo. Mauri le echó un vistazo a Regina quien tenía puesta su atención en otra parte.

    —Genial, debemos brindar por eso —propuso Carlos haciéndole una señal al mesero.

    Mauri se había sentido incómoda muchas veces antes en su vida, pero aquella ocasión superó a todas las anteriores. No sabía hacia donde mirar, ya que sus ojos eran arrastrados hacia Regina y eso no era bueno. La castaña parecía totalmente concentrada en fingir que se encontraba sola en la mesa, pues en ningún momento había hecho comentario alguno.

    —Regi… ¿está todo bien? —preguntó Jessica a su amiga. La aludida levantó la vista hacia ella y sonrió.

    —Sí, claro. Estaba observando si el mesero ya traía los vinos. Es una noche agradable, ¿no? —dijo la chica buscando apoyo en su prometido.

    —Por supuesto. Moría de ganas de asistir a una de estas degustaciones. Gracias a Dios que Regina y Mauri obtuvieron estos pases.

    —Es que ellas son las consentidas de la jefa —comentó Jessica con una expresión de ofensa fingida.

    —No te lo tomes a pecho —dijo Carlos riendo—. Mira el lado bueno: tú eres la consentida de Mauri.

    Mauritania estaba segura de que era su momento para decir algo divertido, pero su mente seguía aturdida. Afortunadamente un mesero llegó con las botellas de vino y empezó a explicar cosas sobre las bebidas. El chico estaba de pie junto a Regina, haciendo que fuera imposible para Mauri no tener los ojos puestos en la castaña. Quería decirle algo, ¿pero qué? Siendo justos, Regina era la que le debía una disculpa por golpearle la cara, aunque Mauri tenía el impulso de ser ella quien empezara la charla.

    Los minutos pasaban y cada vez era más evidente que ni Regina ni ella tenían muchas ganas de hablar. Mientras tanto Carlos y Jessica intentaban llenar los silencios con comentarios para llevar la noche lo más tranquila posible.

    —Yo creo que tantas bebidas me están pasando factura —dijo Carlos poniéndose de pie—. Si me disculpan señoritas, volveré en un momento.

    —Voy contigo. —Jessica también se levantó y caminó junto a Carlos hacia los sanitarios.

    Entonces Mauri clavó su mirada en el escenario, viendo de reojo como Regina bebía un sorbo muy largo de su copa. Se quedaron en un tenso silencio por algunos minutos hasta que la castaña carraspeó.

    —Todo está muy lindo, ¿no te parece? —dijo aquella sin mirarla.

    —Sí.

    —Mauritania, yo sinceramente… —Sus ojos se conectaron, haciendo sentir a Mauri como una idiota por estar tan ofendida con la castaña. ¿Quién podría estar enojado con semejante belleza?

    —Está bien —dijo ella sonriendo ligeramente.

    —Ni siquiera sabes lo que te quiero decir.

    —Claro que sí. Quieres rogarme que te perdone para que tu alma pueda estar tranquila.

    —¡Yo no quiero rogarte nada! —dijo Regina riendo.

    —¿Segura? ¿Ni un poquito?

    —Quiero pedirte disculpas, pero sin ruegos. Además, tú también tienes un poco de culpa.

    —Claro que no. La víctima soy yo.

    —Por favor Mauritania, tú puedes ser muchas cosas, pero víctima jamás.

    —Tienes una forma muy rara de disculparte.

    —Ya. Perdón —dijo al final Regina con una sonrisa tímida y los ojos clavados en el mantel de la mesa.

    —De acuerdo. —Mauri quería decir algo más pero no sabía exactamente qué. Solo quería que Regina le siguiera hablando—. Me alegra verte aquí… Seguro disfrutarás mucho de todo esto.

    —Sí. Y pensar que no quería venir.

    —¿En serio? No se te nota.

    —Cállate —respondió Regina sonriendo y Mauri se preguntó si la belleza podía aún ser más perfecta en sí misma. Sí, sí podía.

    El mesero llegó con unos aperitivos para acompañar los vinos.

    —Entonces… —dijo Mauri extendiendo un poco de crema sobre una rebanada de baguette tostado—. ¿Qué opinas de…?

    —¡Espera! —gritó Regina haciendo que Mauri se sobresaltara. La chica se inclinó hacia ella y le quitó la rebanada de la mano, dando un mordisco—. Esto tiene nueces, Mauritania.

    —¿Qué? —Mauri observó el plato cerca de ella, viendo algunos trocitos irreconocibles.

    —Eres alérgica.

    Mauri regresó los ojos hacia Regina.

    —¿C-cómo recuerdas eso?

    Regina se encogió de hombros.

    —Es casi imposible olvidar que tu mejor amiga casi murió asfixiada por culpa de unas nueces.

    —Ese día me asusté muchísimo —dijo Mauri riendo.

    —¡¿Y eso es gracioso?!
    —Muchos años después me parece divertido…
    —Pues a mi no, Mauritania. —Regina se cruzó de brazos—. Ese día de verdad me asusté.
    —Pero aprendí algo muy importante sobre mí y las alergias. Desde ese día siempre llevo una inyección de epinefrina conmigo.
    —¿Incluso ahora?
    Mauri dudó.
    —No, ahora no —dijo negando con la cabeza—. Tengo mis inyecciones en la mochila y por obvias razones no la traje conmigo a este lugar.
    —Eso significa que acabo de salvarte la vida.
    —Admito que arrebatarme la comida estuvo bien. —Mauri empujó el plato de nueces hasta Regina—. Todo tuyo.

    —Entonces, ¿qué tal van las cosas para el gran día? —La voz de Jessica llegó. La chica de cabello negro y Carlos tomaron sus lugares de nuevo en la mesa.
    —Todo va perfecto. En unos meses ya podré decir que soy un hombre felizmente casado —dijo Carlos con encanto—. Regina es lo mejor que le ha pasado a mi vida.
    —¡Aaww, qué tierno! ¿Verdad? —Jessica buscó apoyo en ella. Mauri tuvo que sonreír para ocultar sus ganas de vomitar ante el comentario del aburrido abogado—. Seguro todo será mágico ese día. Regina se la pasa hablando de los preparativos en la oficina.
    —¿En serio? —quiso saber Carlos, mirando a su prometida. Mauri bufó, encontrando enseguida los ojos de Regina que se desviaron de inmediato.
    —Nunca había visto a una novia más entusiasmada —recalcó Jessica. Sin saber qué la llevó a actuar así, Mauri se puso de pie y se disculpó con rapidez para salir a tomar un poco de aire.

    Caminó por la acera de enfrente, inhalando lo más profundo posible, conteniendo sus ganas de romper todo. ¿Qué diablos le pasaba?



Regina

Se había preocupado cuando Mauri se retiró de la mesa y se estaba planteando seriamente la opción de ir a verificar que estuviera bien cuando la pelirroja regresó. Llevaba con ella una botella con la mitad del líquido en su interior. ¿Había bebido todo eso tan rápido?
    —¿Quieres? —Jessica le ofreció a la pelirroja un poco de otro platillo que tenía enfrente. Regina frunció el ceño cuando vio que Jessica le dio de comer a Mauri en la boca. «Ridículas», pensó.
    —Chicas, ustedes se ven muy bien juntas —dijo Carlos comiendo también—. ¿Hay planes para llevar la relación al siguiente nivel o es muy pronto?
    —Apenas llevan un mes. —Se le escapó a Regina. Enseguida levantó la mirada para comprobar que todos estaban observándola—. Sería muy pronto, ¿no? —terminó como si nada.
    —Bueno, tomó mucho tiempo para que Mauri me invitara a salir, pero no me disgusta la idea —admitió Jessica con un fuerte sonrojo en las mejillas.
    —Sí… yo… creo que hay que… eso sería… —Mauri bebió un poco más del vino. Regina sonrió imaginando el nivel de susto que seguro estaba sintiendo la chica. Mauri no cambiaría, ni siquiera por Jessica. En cuanto aquello pasó por su mente, se sintió como mierda. La chica pelinegra era su amiga, ¿cómo podía pensar eso de su relación? ¿Debía apoyarla? ¡Obvio! ¡Ella estaba de acuerdo con ese romance! ¿O no?

    —Con nosotros todo fue instantáneo —dijo Carlos, haciendo que la castaña lo mirara—. Ir a esa fiesta fue la mejor idea que he tenido, fue un golpe del destino. Hubieran visto lo hermosa que estaba, yo me quedé boquiabierto queriendo invitarla a salir. Afortunadamente, Regina aceptó mi invitación. Fue un flechazo mutuo.
    Sonrió ante aquellas palabras, evitando a toda costa dirigir sus ojos hacia Mauri. Se sentía incapaz de ver su rostro, temiendo que descubriera la verdad: para nada había sido un flechazo, al menos no de su parte. Ella simplemente le había seguido la corriente al abogado cuando se acercó a charlar con ella en esa fiesta.

    —Buenas noches —dijo el camarero—. El siguiente vino es de la cosecha especial de 1850, «Amor Verdadero». —Colocó nuevas copas en la mesa y las llenó con el líquido—. Se cuenta que se trata de una declaración de amor por parte del viticultor, quien había sido obligado a casarse con una mujer que no amaba. Por eso creó este vino, enviándolo a la hermosa doncella dueña de sus amores.
    Regina agradeció al mesero y se llevó el vino a los labios, observando el rostro de Mauri a través del cristal de su copa.

    —Esto es maravilloso —afirmó Jessica.
    —Sí. Eso del amor verdadero siempre resulta mejor que los matrimonios arreglados —lanzó la pelirroja con una sonrisa burlona hacia ella. Regina frunció el ceño y detuvo a tiempo el impulso de patearle la pierna bajo la mesa.
    —Sencillamente delicioso —dijo Carlos—. Amor, ¿qué te parece ofrecer este vino en nuestra boda?
    —Estaría muy bien —respondió con practicidad, regresando su atención a su plato.
    —Eso de casarse es emocionante, ¿no? —dijo Jessica al aire aunque fue Carlos quien contestó.
    —Sí lo es. Por cierto, muchas gracias por ayudar a mi prometida con los preparativos. Espero que pronto te podamos regresar el favor —terminó el abogado guiñando un ojo hacia Mauri—. ¿Qué dices? ¿Crees en el matrimonio?
    —Claro, igual que en Santa Claus —contestó la pelirroja bastante divertida.

    —Yo siempre he soñado con una gran boda —intervino Jessica—. Mucha gente prefiere las cosas más discretas, pero vamos. Es el inicio de una nueva aventura junto a la persona que amas, yo creo que hay que celebrar a lo grande.
    —¡Toma nota, Mauri! —dijo Carlos levantando su copa—. ¡Por el matrimonio!
    Regina levantó su copa a regañadientes, ¿por qué su novio insistía en hablar de esos temas? Era tonto pensar que una pareja tan prematura como la de Jessica y Mauri pudieran llegar a un compromiso tan grande.
    —¡Salud! —dijo Jessica encantada.
    —¿Y qué hay de los hijos? Regi y yo queremos niños pronto —soltó Carlos.
    Como si una corriente le hubiera electrocutado el trasero, Regina se paró de su silla, mirando sorprendida que Mauri había tenido el mismo impulso.
    —Voy… al tocador —balbuceó la castaña.
    —Igual.

    Dejando a sus parejas en la mesa, las dos chicas caminaron hacia los baños. Regina estaba bastante contrariada por el comentario de su prometido y aún más contrariada por tener a Mauri caminando detrás de ella. Ninguna habló de camino al baño, solo hasta que se quedaron paradas frente al espejo, Regina se atrevió a pronunciar palabra.
    —No sé por qué Carlos dijo eso.
    Mauri solo abrió la llave del lavabo y se humedeció las manos y el cuello.
    —Supongo que tiene muchas ganas de ser papá, ¿no?
    —Sí… —Regina asintió mientras pensaba un momento—. Es algo que últimamente menciona mucho.
    —¿Tú quieres hijos? —La voz de Mauri apenas le llegó a Regina. La pelirroja la miraba con timidez.
    —Supongo que sí, pero no estoy tan loca como para tenerlos ahora. —Se sinceró. ¿Era correcto decirle eso a Mauri?
    La pelirroja soltó una leve carcajada y volvió sus ojos al espejo, acomodando su ropa. Regina la observó preguntándose qué era aquello que su examiga veía mal en su atuendo. Regina opinaba que todo en ella lucía perfecto. Desvió la mirada al descubrir sus pensamientos. ¿Eran inapropiados? ¿Un halago hacia su compañera era indecente?
    —¿Lista? —le preguntó Mauri girando el cuerpo hacia ella—. ¿O de verdad utilizarás el sanitario?
    —No, solo quería estirar un poco las piernas. No es bueno tomar tanto vino sin moverse un poco.
    —Hasta donde recuerdo, el vino no te causaba ningún efecto —observó la pelirroja sonriendo.
    —Antes no tenía veintiséis años.
    —Eres exagerada, Regina. Estamos en la flor de la juventud.

    Cuando Mauri se dio la vuelta para regresar a la mesa, Regina tuvo un impulso.
    —Espera, por favor —le pidió. La pelirroja volvió su atención hacia ella—. Es que… quiero decirte algo. —Regina pensó un momento en cómo empezar con aquello.
    —¿Lo dirás en esta vida o…?
    —Eres una impaciente Mauritania —se quejó la castaña antes de tomar aire para continuar—. Es sobre tu relación con Jessica. Quiero que sepas que… las apoyo.
    —¿Nos apoyas? ¿Qué significa eso exactamente?
    —Significa que… bueno, tú y yo sabemos cómo eres.
    —¿Fiel? ¿Divertida? ¿Honesta? ¿Una gran pareja? —Mauri tenía el ceño fruncido. Regina se percató de que aquella conversación podía salir terriblemente mal.
    —Últimamente no has sido nada de eso y lo sabes.
    —¿Por qué estás tan segura? —preguntó Mauri cruzando sus brazos.
    —Porque tengo ojos y oídos. Sé muy bien cómo te has comportado con tus parejas. —Regina dio un paso hacia la pelirroja—. Escucha, no quiero pelear, pero Jessica es mi amiga y no quiero que sufra. Si serás la misma sinvergüenza de siempre, será mejor que termines con ella antes de que la lastimes.
    —¿De eso se trata esta charla? ¿Quieres que termine con ella? —Mauri empezó a reír—. ¡Se nota tu apoyo!
    —¡Sí las apoyo! Solo quiero que estés segura de esta relación. Jessica… lleva mucho tiempo enamorada de ti —dijo Regina clavando su mirada en el suelo por unos segundos, tratando de continuar con aquello—. Solo quiero que estén bien… ambas. —Cuando Regina levantó la vista, Mauri estaba a solo un paso de ella.
    —¿En verdad piensas eso? ¿Que soy una sinvergüenza? —Regina vio preocupación en los ojos de su examiga.
    —Creo que ahora lo eres.
    Mauri sonrió.
    —No tienes porqué preocuparte por Jessica. Creo que he estado mucho tiempo siendo una idiota. Ya no pienso serlo más. Sé que ella es tu amiga, y tal vez sinceramente quieras protegerla de una mala relación conmigo, pero… tú sabes realmente cómo soy —susurró Mauri inclinando un poco su cabeza hacia ella.
    —Lo sé… perfectamente —dijo Regina apenas moviendo los labios. Se sentía inquieta ante aquella proximidad repentina. Podía sentir el perfume de la pelirroja, podía ver sus brillantes ojos frente a ella.
    —Hace muchos años alguien me rompió el corazón, no pienso hacerle eso a Jessica.
    Regina contuvo un suspiro ante aquellas palabras, ante ese breve instante de dolor en la mirada de Mauri. Aquel recordatorio sobre el final de su historia se sintió como una punzada en sus entrañas. La castaña era consciente de lo que le había causado a su examiga, pero escucharla hablar de su dolor… fue demasiado. No podía seguir mirándole la cara. Regina bajó el rostro totalmente avergonzada.



Después de quedarse en la degustación un par de horas más, por fin estaban en casa.
    —Entonces… ¿te parece bien si le pido a mi padre que nos acompañe a cenar el miércoles? —preguntó Carlos mientras se quitaba el saco y lo arrojaba a la cama.
    —Sabes que no me gusta recibir invitados entre semana —respondió Regina de mala gana.
    —¿Qué te pasa? —El abogado la miró detenidamente un segundo.
    —Nada, solo estoy cansada.

    Pero no era verdad. La charla con Mauri le había afectado. Odiaba pensar en lo que la pelirroja había sufrido por su culpa. Regina nunca quiso dañarla, nunca quiso que las cosas se complicaran tanto. Había sido irresponsable al permitir todo aquello, todos esos besos y esas noches juntas. El día de su ruptura, Regina solo tenía una cosa en la cabeza: hacerlo rápido. Estaba segura de que Mauri la superaría en poco tiempo, estaba segura de que ella también lo haría, superaría ese cosquilleo intenso en su estómago, esas ansias de tenerla cerca todo el tiempo.
    —¿Esta es una de esas ocasiones en que dices que no tienes nada pero sí tienes algo?
    —Sí, la verdad estoy un poco enojada contigo —soltó Regina sin poder evitarlo.
    —¿Conmigo? ¿Por qué?
    —¿Cómo se te ocurre mencionar que queremos hijos pronto? ¿De dónde sacaste eso? —Fulminó a su prometido con la mirada.
    —¿Qué tiene de malo? Es algo que ya habíamos platicado.
    —Creo que si hubiéramos platicado algo así de importante yo lo recordaría.
    —Pues no entiendo tu molestia, ellas son tus amigas y no veo nada de malo en decir algo así. Además, ¡seguramente tendremos hijos pronto, Regina! ¡Estamos a solo unos meses de casarnos!
    —¡Eso no significa que quiera tener hijos de inmediato! Ya te había dicho que ahora mi prioridad es mi trabajo. ¡No deseo tener niños en los próximos años!
    —¡¿Años?! ¿De cuántos años exactamente estás hablando?
    —No lo sé… cuatro… seis, tal vez.
    —¡¿Tantos?! —Carlos se acercó a ella con una expresión de desconcierto—. Regina, no quiero tener hijos hasta los treinta y seis, seré demasiado viejo.
    —¡No seas ridículo! Me parece una edad perfectamente razonable.
    —Pues no estoy de acuerdo. Deseo empezar una familia pronto. Mi padre…
    —¡Deja de compararnos con tu padre! ¡Hablas de él como si fuera un héroe y no lo es! ¡Abandonó a tu madre por otra mujer a la que también abandonó por otra!
    —¡Él es un gran hombre!
    —¡Ya deja de idolatrarlo! ¡Deja de querer competir con él! ¡No necesitas demostrarle nada! —Regina ya no podía evitar gritar. Estaba muy enojada con Carlos, con sus padres, ¡con todos!
    —No sé por qué metes a mi papá en esto. Yo solo quiero llegar a un acuerdo contigo, quiero que tomes en cuenta lo que quiero.
    —¿Y qué quieres?
    —Quiero hijos pronto.
    —¿Para qué? ¿Te quedarás a cuidarlos? ¿Dejarás tu trabajo para estar con ellos? Porque mi prioridad ahora es Café Latino. Si tú te quedarás a cuidarlos está bien, los tendremos.
    —No seas así. —Carlos tenía el ceño fruncido—. Sabes que eso no es lo que se acostumbra.
    —¡¿Y qué quieres?! ¡¿Que yo me quede a cuidarlos?! ¡¿Que yo renuncie a mi empleo?! ¡Ja! ¡Pues qué sacrificio el tuyo, eh! ¡Pues no, Carlos, no voy a ceder en algo tan importante para que luego me dejes a mí la responsabilidad mientras tú te la pasas encerrado en tu oficina! ¡Si esos son tus planes, mejor busca a otra mujer que te cumpla tus «costumbres»! —soltó Regina mientras hacía comillas con los dedos.
    —¡¿Qué quieres decir exactamente con eso?! —Carlos fue tras ella cuando Regina salió furiosa de la habitación.
    —¡¿Tú qué crees?! —Tomó un par de ropas del vestidor y las metió en su bolso mientras se dirigía a la calle.
    —¡¿Esto va en serio, Regina?! ¡¿Te irás solo por una discusión?!
    —¡No es una discusión! ¡Es un total desacuerdo en nuestros planes de vida! —Carlos la jaló bruscamente del brazo. Regina forcejeó, él la apretó con más fuerza, pero ella logró soltarse y alcanzó la puerta.
    —¡Podemos hablarlo!
    —¡Ya no quiero hablar! —declaró ella saliendo de la casa—. ¡Se cancela la boda!

Capítulo 8

El resplandor de una ilusión

Mauri

Sabía perfectamente que Pablo no era un chico tan normal, pero descubrirlo hablando solo y haciendo ademanes al aire la había dejado algo preocupada por la salud mental de su asistente.
    —Eres un tipo raro —dijo ella haciendo que Pablo diera un brinco y mirara hacia la entrada de su oficina—. ¿Qué haces aquí tan temprano?
    —Es… —De repente las mejillas de Pablo quedaron muy rojas—. Hoy es el cumpleaños de María y llegué antes para dejarle un obsequio en el área de contabilidad.
    —Eres muy cursi, ¿lo sabes? —se burló Mauri mientras tomaba asiento detrás de su escritorio—. ¿Y cómo vas con ella? —preguntó distraída abriendo su laptop para revisar pendientes.
    —Pues… estoy casi seguro de que le gusto —declaró Pablo con orgullo.
    —¿Casi seguro? —Mauri levantó una ceja y observó a su asistente.
    —Sí, mi sentido arácnido me dice que tengo una oportunidad. ¿Ves esto? —Pablo señaló su cuerpo—. Te aseguro que muy pronto María pondrá las manos sobre este ser humano.
    —Pues espero que tu sentido arácnido no te deje en ridículo. —Mauri se puso de pie—. Vamos, Peter Parker, necesito verificar cómo van las grabaciones de los anuncios.
    —¿Vamos al set?
    —Sí, ¿por?
    —Es que… quería esperar a que María llegara y viera la sorpresa…
    —¿Te pago por venir a coquetear a la oficina? —Mauri jaló a Pablo y lo hizo caminar delante de ella. Entonces miró por el pasillo. Vio a Regina abrazando a María, pero aquel no era un abrazo de felicitación. Parecía que era María la que estaba confortando a la castaña mientras caminaban hacia su oficina.
    —¿Viste? —preguntó Pablo.
    —Sí… Pensándolo bien, creo que no sería mala idea que fueras a felicitar a María.
    —Claro, como te conviene saber el chisme…
    —Shhh. No tardes. Te espero en el set.

    Los siguientes minutos Mauri intentó concentrarse en lo que su equipo de publicidad le explicaba. Pudo ver los videos que ya estaban en postproducción y verificar que todo estuviera fluyendo en tiempo y forma para el lanzamiento en Los Ángeles. Constantemente se subían nuevos videos publicitarios a todas las redes sociales para anunciar que Café Latino empezaría a venderse muy pronto en EE.UU. Habían inundado el mercado con publicidad del café.
    Mauri trataba de no pensar en Regina y en lo que le pareció ver: sus ojos rojos, señal de que estaba llorando. ¿Sucedería algo malo? Durante su velada en el Amarantha todo parecía normal. Incluso su pequeña discusión parecía una más de las que acostumbraban tener últimamente.
    Después de muchos años de ausencia y de silencios, Mauri agradecía en secreto esas charlas esporádicas que sostenían. Al menos Regina la miraba a los ojos cuando le hablaba.

    Pablo entró al set casi una hora después de encomendada la misión y le hizo una señal a Mauri para que se acercara. Sin demora, la pelirroja se unió a su asistente en un rincón.
    —¿Qué pasó?
    —¡Pues a María le encantaron las flores que le dejé! —dijo eufórico el chico.
    —Eso es genial… ¡Pero ¿qué pasó con Regina?!
    —¡Ah, sí! Pues… —Pablo se acercó más a ella y miró disimuladamente por si alguien se acercaba. Mauri se puso muy nerviosa—. No me dijo.
    —¡¿Y por qué tardaste tanto?!
    —Porque aunque no dijo nada, yo averigüé —soltó Pablo con una sonrisa de satisfacción—. Regina pasó el fin de semana en casa de María por una pelea con su novio… y de eso no pude saber más.
    Aquella noticia sorprendió a Mauri. Por una fracción de segundos quiso sonreír, pero recordó la expresión de Regina y se contuvo.
    —¿Estás seguro de eso?
    —Totalmente. ¿Te mueres por hablar con ella, verdad?
    —No. Tal vez.
    —¿Recuerdas que tienes novia? —Pablo la miró con reproche.
    —Sé que estoy saliendo con Jessica. Solo… es… Regina fue mi mejor amiga durante muchísimos años, creo que… Supongo que a veces no puedo evitar preocuparme por ella y aún más cuando la veo llorar.
    Pablo asintió con lentitud y la abrazó por los hombros.
    —Querida jefa, hoy cupido está de tu lado. He escuchado que Lorena autorizó que todo el personal se reuniera para cortar el pastel de María. Esa es tu oportunidad.

    Realmente Mauri no creía tener la oportunidad de hablar con Regina, ya que sus compañeros estaban apretados en el área de descanso que resultaba pequeña con todos ahí metidos.
    Su examiga estaba de pie junto a la festejada, que sonreía y aceptaba abrazos. Mauri se coló en la fila y se apresuró a felicitar a María. Jessica le hizo una señal para que se quedara junto a ella, pero Mauri fingió que no le había entendido y se colocó junto a Regina. La castaña parecía no haberse dado cuenta de su presencia, pues estaba ocupada pasando los platos con pastel. Mauri tomó de las manos de Regina el último pedazo de postre.
    —Gracias —dijo probando aquello—. No es pay de limón pero está muy rico.
    —Sí… está bueno. —Regina evitaba verla a los ojos. La chica tenía la nariz un poco roja.
    —Aquella noche que te llevé a tu casa mencionaste que había un lugar cercano donde podía comprar ese pay, ¿lo recuerdas?
    Fue entonces que Regina la miró y Mauri pudo confirmar sus sospechas: la chica había llorado. Y mucho. La pelirroja frunció el ceño y mantuvo la conexión de sus ojos.
    —No recuerdo bien esa noche pero te puedo indicar el lugar —respondió Regina moviendo la cara hacia otra dirección.
    —Por cierto, hay unos asuntos contables que necesito hablar contigo —dijo Mauri más fuerte de lo necesario y le hizo una señal a Regina para que caminara hacia el área de oficinas.
    —¿Qué asuntos contables? —preguntó la castaña algo aturdida mientras avanzaba delante de ella—. Sabes que esas cosas las arreglan Pablo y María.
    —Sí, lo sé. —Mauri cerró la puerta de la sala de juntas y se mantuvo bloqueando el paso. Entonces regresó su atención a Regina, que permanecía de pie a un par de pasos de ella—. ¿Estás bien?
    —Sí, ¿por qué? —respondió la castaña mientras se colocaba un mechón de cabello detrás de la oreja.
    —Tu cara dice lo contrario.
    —Es que tengo un ligero resfriado.
    —En el restaurante estabas en perfectas condiciones.
    —Me sentí mal llegando a casa…
    —No me mientas, Regina. ¿Qué pasó? —Mauri endureció la mirada para que la castaña no se atreviera a mentirle. La chica se mantuvo en silencio unos minutos mientras se mordía el labio inferior, pensando.
    —Solo… tuve una pelea con Carlos.
    —¿Necesitas ayuda con algo?
    —Estoy bien.
    —¿Te saliste de tu casa? —Se atrevió a preguntar.
    Regina hizo una mueca de enfado.
    —¿Cómo supiste eso?
    —Entonces es verdad —declaró Mauri—. ¿Qué te hizo ese tipo?
    —No es asunto tuyo, Mauritania.
    —¿Segura? En mi departamento dijiste que me extrañabas…
    —¡Olvida eso! —Regina se tapó la cara.
    —¿Por qué lo olvidaría? —preguntó Mauri riendo.
    —Porque es humillante. —La voz de Regina sonaba amortiguada por las manos que aún le cubrían el rostro. Entonces Mauri se acercó a ella. Con suavidad tomó los brazos de Regina y la hizo mirarla. Entonces notó algo en uno de ellos. Un enorme moretón. El calor subió por su cuerpo, hasta dejarle las orejas y la cara muy calientes. Sin decir nada giró sobre sus talones y dio un par de zancadas para salir de ahí.
    —¡No, Mauri! —Alguien le saltó por la espalda y la arrastró hacia otra puerta. Era su oficina. Regina había cerrado de un portazo y la había lanzado al interior—. ¡No es lo que crees! ¡Él no me golpeó!
    —¡¿Y eso que tienes en el brazo qué es?! ¡¿Una caricia?! —Su cuerpo temblaba de rabia, ¡¿cómo se había atrevido a golpearla?!
    —¡De verdad no es lo que piensas!
    Mauri intentó esquivar a Regina pero la chica volvió a empujarla para que retrocediera.
    —¡Iré a matarlo!
    —¡No vas a…! ¡Cálmate! —Entonces Regina la empujó contra la pared y la aprisionó con su cuerpo. Por un par de segundos Mauri dejó de respirar y su corazón se detuvo. Podía sentir un fuerte cosquilleo en todo su ser, la presión de un cuerpo y otra piel unida a la suya—. Escúchame… —suplicó Regina con sus poderosos ojos viendo los suyos. Unas manos temblorosas sujetaron sus mejillas—. Tuvimos una discusión muy fuerte, me enojé muchísimo y le dije que me iría de la casa. Forcejeamos cuando corrí hacia la puerta. Él no me golpeó.

Mauri no estaba segura de lo que Regina decía, apenas podía escucharla por el ruido que había en su cerebro. El pecho le dolía, era como si el oxígeno no fuera suficiente para mantenerla viva. No podía moverse, no debía moverse. Sus manos estaban tentadas a tocar a la chica contra ella, quería estrecharla, decirle que también la extrañaba…

    —¿Es… verdad?

    —Te lo juro. —Entonces Regina la miró diferente, como hacía muchos años no lo hacía. Vio ternura en aquellos ojos miel, mientras le regalaba una dulce sonrisa y unos dedos cálidos seguían acariciando su mejilla—. No tienes porqué matar a nadie —dijo la castaña susurrando.

    —Yo… realmente… iba a contratar a alguien. —Ese comentario hizo que Regina riera. Mauri no tenía intenciones de terminar con aquello. Podía quedarse ahí toda la vida sin ninguna objeción.



Regina
Su cuerpo se había apoderado de su voluntad. Una voz amortiguada en su cerebro gritaba algo que Regina no alcanzaba a escuchar. ¿Acaso decía algo importante? Según su perspectiva, lo único importante era seguir acariciando a Mauri. Sus manos se deslizaban con lentitud sobre el rostro de la pelirroja, como si estuvieran tomándose el tiempo de reencontrarse con un tesoro perdido. La mirada de Mauri devoraba la suya, podía sentir los frenéticos latidos de su corazón haciendo estragos en su pecho.

    Le pareció que Mauri quería decir algo, pero luego se había mantenido en silencio. Regina no sabía cómo detener aquello, no sabía lo que estaba haciendo y siendo sincera con ella misma, no estaba segura de querer apartarse de esa chica. Estar contra Mauri, sentir su cuerpo presionando el de la chica, era algo delirante. No podía moverse, no sabía cómo hacerlo.

    —Gracias, Tini —dijo con un hilo de voz.

    —¿Por qué? —La voz de Mauri sonaba igual de ahogada.

    —Por preocuparte por mi.

    —Tú harías lo mismo, Yiyí. —La sonrisa de Mauri fue como ver un amanecer.

    —Claro, también contrataría a un asesino si alguien se atreviera a golpearte.

    —Solo… —La mano de Mauri le acarició el brazo, cerca del moretón—. Supongo que hay cosas que no se pueden permitir.

    —¿Cómo cuáles?

    —Como que alguien dañe a tu ex mejor amiga. ¿Estás segura de que todo está bien? —Regina no entendía porqué Mauri le hacía esa pregunta. ¿No era obvio que todo estaba de maravilla en ese momento?

    —Todo está perfecto —confirmó ella cerrando los ojos. Solo quería quedarse ahí, con la cara oculta cerca del cuello de Mauri, sintiendo su perfume.

Entonces se escucharon unos golpes en la puerta, haciendo que el cerebro de Regina saliera de su trance. Se movió rápidamente y se separó de Mauri justo a tiempo. Pablo asomó la cabeza, parecía apenado de estar ahí.

    —Eh, jefa… disculpa por molestarte pero… Lorena te busca —terminó el asistente señalando a alguien detrás de él.

    —Claro, claro. —Mauri dio un paso adelante para recibir a Lorena en su oficina.

    —¡Aquí estás! ¡Oh, perfecto! ¡También te necesitaba a ti, Regina! —Su jefa daba saltitos de felicidad—. ¿Qué creen? ¡Ya tengo la contraoferta para la compra del terreno junto a nuestra plantación! ¿Les parece si le echamos un vistazo? Les espero en mi oficina, ¡estoy emocionada! —Lorena salió tan veloz como había entrado.

Mauri giró el cuerpo hacia ella, estaba muy sonrojada.

    —Supongo que hay que irnos ahora —comentó la pelirroja.

    —Sí, había olvidado por completo ese asunto —dijo Regina con un ligero ardor en el cuerpo—. ¿Te veo en su oficina? Debo ir por mi laptop.

    —Si, claro.

    —Bien. —Regina caminó hacia la puerta pero se detuvo antes de llegar y volteó el rostro hacia Mauri, incapaz de detener sus impulsos—. Sobre el pay que querías, ¿te parece si vamos juntas por él?

    —Me parece —asintió Mauri con una sonrisa de oreja a oreja.

Regina no sabía cómo describir lo que estaba sintiendo. Durante todo el camino hacia su oficina y luego a la de Lorena, su cuerpo era demasiado ligero. Tenía una sensación persistente de cosquilleo en su estómago y no podía apartar la sonrisa de su rostro.

    Cuando se sentó frente a su jefa para verificar la oferta por el terreno, sus ojos iban una y otra vez hacia Mauri. La pelirroja hablaba con Lorena sobre lo genial que sería ampliar la plantación y le dirigía miradas furtivas a ella.

Regina intentó concentrarse en los números, en aquellos cálculos que debían ser precisos para no afectar las finanzas de la empresa. Se sentía bien en ese lugar, segura, valiosa, querida. Ahí podía ser ella misma, podía llenar de plantas todos los espacios, podía ver a Mauri y hablar con ella si quería… si quería… ¿Desde cuándo cambió aquello? Antes se había esforzado por evadirla, pero en esos momentos se daba cuenta que le agradaba hablar con ella. Incluso cuando discutían le gustaba escuchar su voz. ¿Podrían rescatar su amistad? ¿Estaban listas para ello?

Permaneció unos minutos viendo las hojas al frente hasta estar segura de su opinión al respecto.

    —Bien… —dijo captando la atención de las dos mujeres ahí—. Creo que es una cantidad que la empresa se puede permitir.

    —¿Segura? —preguntó Lorena colocando sus manos juntas, como en un ruego. Su sonrisa era amplia y sus ojos lanzaban destellos de felicidad.

    —Muy segura. Creo que estos números se ajustan perfecto al presupuesto que había proyectado. Debemos tener en cuenta que al costo del terreno hay que agregar todo lo relativo a volverlo funcional para la plantación.

    —Por supuesto. —Parecía que Lorena no podía dejar de sonreír.

    —Pues… el departamento contable avala esta operación —lanzó Regina sin titubeos.

    —¡Perfecto! —Lorena se puso de pie con un brinco mientras Mauri y ella aplaudían—. Esto significa más trabajo y estrés para mí, pero bueno… ¡Me encanta!

    —Si necesitas ayuda con algo aquí me tienes. —Se ofreció Mauri.

    —Por ahora me ayudarías mucho garantizándome que la apertura de Los Ángeles será un éxito publicitario.

    —Lo será, no tengas dudas.

    —Mauri es la mejor —soltó ella, sintiendo una momentánea vergüenza ante la expresión de Lorena.

    —Bueno —dijo su jefa mirándolas a ambas—, me he esforzado por tener en mi equipo al mejor talento. —Regina asintió para agradecer el cumplido—. Entonces, Mauri ¿quién será el responsable de la oficina de L.A? —preguntó Lorena mientras daba unos pasos a la salida. La reunión había acabado.

    —Ya te dije que yo puedo ir —dijo la pelirroja riendo y siguiendo a su jefa.

    —Por supuesto que no —respondió Lorena, cediéndole el paso a Regina hacia la puerta—. Si te vas, muchos aquí lo lamentaremos.

    —¿Te irías? —preguntó Regina cuando las tres estaban ya en el pasillo.

    —Creo que no. —Mauri la miró a los ojos—. Extrañaría… mucho a mi madre.

Las tres rieron, aunque Regina casi podía jurar que aquella declaración en realidad tenía otro significado.



Mauri
Realmente estaba haciendo un esfuerzo por mantener la vista en la pantalla de su laptop. Podía sentir la presencia de Pablo frente a su escritorio, esperando una respuesta a la pregunta que le había lanzado unos segundos antes.

    —¿Y bien? —Se escuchó de nuevo la voz de su asistente.

    —Y bien, ¿qué?

    —¿Qué pasó con la contadora?

    —Nada —dijo ella para restarle importancia y abrió un cajón para tomar un bolígrafo.

    —¿Segura? ¿Esa cara de satisfacción que intentas ocultar se debe a algo que hicieron en esta oficina? —Mauri levantó la vista cuando se percató del movimiento de Pablo, que había volteado hacia el sofá—. ¿Fue en el sofá?

Mauri soltó una carcajada.

    —No digas tonterías. No pasó nada de lo que estás pensando, solo… —Reflexionó un momento—. Bueno… Creo que tuvimos un acercamiento.

    —¿«Acercamiento»? ¡Mauri, tú tienes novia! ¡Dijiste que no lastimarías a Jessica!

    —¡No hice nada malo! —dijo con el ceño fruncido—. ¡Fue algo inocente! Yo creí que la pelea con su tonto novio había sido muy grave… ella me contó… creo que hubo… Antes nos contábamos todo. Sabíamos todo de la otra, lo que le enfadaba, lo que le hacía feliz, podíamos entender nuestros gestos por muy simples que parecieran. Era… magia. Es lindo saber que queda algo de eso. Fue como volver a ser amigas.
    —¿Amigas? ¿Estás segura? —Pablo se sentó frente a ella.
    —Segura.
    —¿Me estás diciendo que estás teniendo una especie de reencuentro amistoso con una chica guapísima que años atrás fue tu mejor amiga y de la que estuviste enamorada? ¿Y aparte me aseguras que ahí no hay ningún peligro para tu nueva relación?
    —Exacto —confirmó ella anotando algo en una libreta—. Todo está en su sitio.
    —¿Estás siendo sincera contigo misma?
    —¿Por qué te cuesta tanto creerlo? —preguntó ella algo molesta.
    —¡Porque eres tú! Carajo, te he visto tener muchas novias sin tomarte la ligera molestia por ninguna de ellas. Pero en cuanto le pasa algo a Regina, tú saltas como loca. ¿Estás segura de que ya no la amas?
    —¡Claro que sí! Mira, lo admito, estaba perdidamente enamorada de ella pero eso fue hace años. ¡Años! Además, Regina no siente algo así por mí. No lo sintió entonces y no lo siente ahora. Ella fue muy clara al respecto hace tiempo. Ya lo entendí. Con Regina no tengo ninguna aspiración romántica, solo es alguien que…
    —Te vuelve loca —terminó Pablo suspirando—. Solo ten presente lo que acabas de decir. Regina tiene novio, pronto se casará con él y si te empiezas a hacer ilusiones con ella se te romperá el corazón, luego tú romperás el de Jessica y yo te romperé la cabezota.
    —No lo permitiré. Jessica es la chica ideal para mí. Es linda, divertida, lista y de verdad le importo.
    —Entonces espero que realmente las cosas sean tan inocentes como dices.



La ciudad lucía hermosa con las calles iluminadas y llenas de gente disfrutando la frescura de la noche. Mauri y Jessica habían acordado cenar en un pequeño restaurante de la avenida principal.
    —Creo que hay un sitio para estacionar ahí —le indicó su novia señalando un espacio unos cuantos metros adelante.
    —Genial, muero de hambre.
    —¿Saliste a comer hoy?
    —No, me quedé en la oficina —dijo ella bajando del auto—. ¿Y tú?
    —Salí a comer con las chicas. Seguimos celebrando a María durante el almuerzo. —Jessica la tomó de la mano y la condujo por la calle hasta el restaurante.
    —María se veía muy feliz hoy.
    —Sí, le fascina cumplir años, sobre todo le gusta recibir regalos. Por cierto, dile a Pablo que ha sumado muchos puntos con esas flores. María estaba encantada.
    —Por favor, dime que por fin ya le hará caso a mi desdichado amigo.
    —Yo creo que sí. O sea, Pablo es guapo y obvio a María le gusta pero… ¿cómo explicarlo sin que suene mal? —Por fin llegaron a una mesa. Enseguida un mesero se acercó a solicitar su orden y luego se marchó. Mauri retomó la conversación.
    —Solo dilo. ¿Qué piensa María sobre Pablo?
    —Bueno… —Jessica fijó toda su atención en Mauri—. María es algunos años mayor que él y supongo que… es como si…
    —¿Qué?
    —Es por la parte económica, las aspiraciones, ya sabes.
    —Eso qué tiene que ver.
    —Pues que María lleva varios años ejerciendo como contadora, gana bien, vive sola en su departamento, le gusta tener cierto estilo de vida. Y Pablo… pues… es un chico que acaba de graduarse, trabaja como asistente y sigue viviendo con sus padres.
    —Eso no significa que no tenga un brillante futuro esperándolo.
    —Sí, yo no digo que Pablo esté mal, solo que a las mujeres nos gusta tener seguridad. Y más a cierta edad. Digo, a los veinte años una solo piensa en fiestas y en pasarla bien, pero ya rayando los treinta, empiezas a ver a futuro. María quiere un compañero con aspiraciones, igual que todas. Y con eso no digo que sea interesada, porque ella no quiere que la mantengan ni nada, solo no quiere mantener a ningún chiquillo —terminó Jessica riendo.
    —Pues yo sé que Pablo llegará muy lejos. Es listo y de confianza. Lorena y yo tenemos grandes planes para él —aseguró para defender la honra de su asistente.
    —¿En serio?
    —Claro. Es un muy buen elemento en la compañía. Dile eso a María.
    —Creo que ese será el empujón que le hacía falta.
    —¿Entonces ella no está saliendo con nadie?
    —No, su último novio resultó ser un canalla. Terminaron hace varios meses.
    —¿Y por qué no estás con ella ahora? Creí que irían a festejar a algún bar.
    —Ese era el plan pero sus papás y su hermano llegaron de sorpresa e irán a cenar en familia.
    —Eso de las familias es un fastidio.
    —¿No te llevas bien con la tuya?
    Mauri miró a su novia. No habían hablado de sus familias en aquellas semanas. La pelirroja no acostumbraba tocar esos temas con las chicas con las que salía, aunque no veía el inconveniente de charlar de eso con Jess si aquello iba en serio.
    —No es que nos llevemos mal tampoco… cada quien está en sus rollos. A mis papás les encanta estar en casa. Mi padre se la pasa podando sus plantas o leyendo sus libros en el patio. Y mi madre se la pasa probando recetas de cocina. Son felices disfrutando de su retiro. Por otro lado, mi hermana ya está casada, tiene un marido friki pero fantástico y un hijo muy parlanchín. Todos están bien.

    —No sabía que tenías un sobrino.
    —Sí, tiene cinco años. ¿Y tú familia?
    —Nosotros somos demasiados. Mi papá enviudó cuando era joven y se quedó con tres hijos. Luego se casó con mi mamá y tuvieron cuatro más. Ahora mis padres son felices con sus seis nietos y dicen que esperan por lo menos otros seis. Realmente todos tenemos una muy buena relación.
    —Eso suena lindo.
    —Por cierto… —Jessi dudó antes de continuar—. Le he hablado a mi familia sobre ti. Mi madre… sé que falta mucho pero ella te ha invitado a pasar navidad con nosotros. —Mauri iba a abrir la boca para responder pero Jessica prosiguió—: No quiero que te aterres con esto, por favor no te sientas obligada a aceptar.
    —Lo que iba a decir, es que sería un placer acompañarlos.
    —¿En serio?
    El mesero llegó con sus bebidas.
    —Claro. O sea, mi madre me mataría si falto a la cena de Nochebuena en su casa pero supongo que puedo ir con tu familia la mañana de Navidad. ¿Qué dices?
    —Suena estupendo. Me alegra que hagamos esto —dijo feliz Jessica mientras daba un sorbo a su trago.
    —¿Qué?
    —Hacer planes. Gracias por tomarte en serio esta relación.
    —Te dije que lo haría. —Mauri sujetó la mano que Jessica tenía sobre la mesa—. Quiero hacer las cosas bien —dijo con sinceridad. La chica sonrió.

    Mauritania observó a Jessi por unos segundos. Sin duda era muy hermosa, platicar con ella era fácil, no se complicaba mucho la vida, era práctica, sencilla y divertida. Le había comentado a Pablo que Jessica era ideal para ella y era algo que realmente creía. Las cosas que le decía Jessica sobre lo que quería para su futuro, eran totalmente compatibles con las que Mauri deseaba. Eran una pareja prometedora si analizaba las cosas lógicamente.
    —Por cierto, ¿todo bien con Regi? —preguntó Jessi. Mauri tuvo una sacudida de nerviosismo.
    —¿Con Regina? Sí, ¿por?
    —Es que escuché que querías decirle algo sobre la contabilidad, parecías molesta.
    —Ah, sí. No. Eso fue… quería aclarar unos presupuestos para la publicidad en redes sociales —mintió—. Lorena quiere tirar la casa por la ventana con el lanzamiento. Necesito que Regina autorice una fortuna para ello.
    —Si lo creo. He visto a todo tu departamento correr como locos durante meses.
    —Todo está yendo excelente. Se nos está cayendo el cabello pero estamos orgullosos por eso.
    Jessi lanzó una carcajada y luego dijo:
    —Menos mal que todo estuvo bien con Regina. ¿Sabes? Es una de mis mejores amigas y a veces siento que no puedo convivir con las dos al mismo tiempo.
    —¿Por qué?
    —Por esa atmósfera de repulsión mutua que se siente cuando están cerca.
    —¿Repulsión? No me desagrada Regina. Solo… bueno, no he tratado mucho con ella. Estamos en cosas totalmente distintas. Ella trabaja ordenando números y yo trabajo creando emociones.
    —Yo también veo números —le recordó su novia.
    —Entonces es solo que es más fácil hablar contigo.
    Jessica asintió.
    —Espero que puedan llevarse bien. Regina nos ha pedido a María y a mí ser sus damas de honor.
    Mauri sintió una punzada en su estómago.
    —¿Dos damas de honor?
    —Eso dijo. Y en las bodas se hace lo que la novia ordena. —Jessica se encogió de hombros—. Obviamente tú serás mi acompañante.
    Mauri parpadeó varias veces intentando captar el significado de aquel mensaje. ¿Acompañar a Jessica… a la boda de Regina? ¡Eso no estaba en consideración! ¡Por nada del mundo estaría en la boda de Regina con el abogado aburrido ese!
    —Eh… claro… ¿cuándo es? Es que tengo este otro asunto pendiente y es impostergable.
    —¿Qué asunto? La boda es en febrero… en teoría —terminó Jessica bajando la voz.
    —¿«En teoría»?
    —Es que… Regi se peleó con Carlos y… creo que fue algo muy intenso. Nos dijo que le gritó a Carlos que la boda se cancelaba.
    Mauri abrió mucho los ojos. Aquella noticia no se la esperaba. No sabía si se sentía preocupada o feliz. Nunca le había caído muy bien Carlos. Le parecía alguien insípido, un abogado sin chiste.
    —Eso es… tremendo.
    —¿Verdad? —Jessica tomó un sorbo de su bebida antes de continuar—. Claramente no creo que Regina cancele la boda.. o sea… ¡Sería un escándalo!
    —¿Sabes el motivo de la pelea?
    —Dijo que estaban en total desacuerdo sobre temas importantes. —Mauri pensó un poco. Recordó lo que Regina le había contado en el baño del Amarantha. ¿Sería ese el motivo?—. Como sea, Regina tenía que ver a Carlos hoy.
    —¿Hoy? —Mauri se movió inquieta.
    —Sí. El pobre hombre se la pasó llamándola toda la mañana. Creo que estarán bien. Vi a Regina sonriendo como boba.
    —¿En serio?
    —Sí. Parecía demasiado feliz cuando fue a la oficina de Lorena. Yo creo que ya había hablado con Carlos. Esperemos que se reconcilien para poder disfrutar de su boda.
    —Sí… esperemos que sí —dijo Mauri pensativa.



Regina

Echó un vistazo al departamento para confirmar que todo estaba en orden. Se sentía un poco apenada de tener que resolver ese asunto en la casa de María, pero Carlos había insistido en verse esa misma noche para arreglar las cosas.
    Aprovechando que su amiga había salido a cenar con su familia, Regina le había pedido autorización para recibir a Carlos ahí. Estaba un poco nerviosa. No se había puesto a pensar en cómo resolver aquello. Cuando salió de su casa después de la pelea, estaba totalmente segura de que estaba haciendo lo correcto. Se sintió extrañamente liberada cuando conducía por la ciudad, sabiendo que ya no tendría que presentarse a ninguna boda. Pero claramente eso se debía a que estaba furiosa. Ella sabía que un compromiso no se rompía así de fácil, no cuando hay tanta historia y tanto tiempo invertido en la relación. Sabía que debía reconciliarse con Carlos. Él era perfecto para ella, sus padres lo adoraban, era cariñoso, exitoso, guapo. Solo debía encontrar la forma de coincidir con él en ciertos temas para llevar la fiesta en paz.
    Respiró hondo varias veces cuando escuchó el timbre. Aunque sabía quién era, confirmó la identidad por la mirilla de la puerta. Carlos se veía ansioso. Regina abrió y se encontró con una leve sonrisa en los labios de su prometido.
    —Hola. —Saludó él.
    —Hola. Pasa. —Se hizo a un lado para dejar que Carlos ingresara. Su novio se quedó de pie a mitad de la sala—. ¿Quieres algo de tomar?
    —No, gracias. Quiero que vuelvas a casa. Esto no es correcto. No deberíamos pelear.
    Regina miró al suelo y se quedó un momento en silencio pensando en qué decirle al hombre frente a ella.
    —Es que no quiero. —Se sinceró—. No quiero tener una vida de libro. Y eso es lo que tú quieres para nosotros. —Entonces conectó sus ojos con los de Carlos, que la observaba como si eso fuera un deseo imposible de cumplir.
    —Pero… ¿por qué no? ¿Qué hice mal?
    —No se trata de eso. Solo creo que somos demasiado jóvenes para pensar en ser padres. Al menos yo siento que no podría con eso ahora. No quiero casarme y luego quedar embarazada sólo porque nuestros padres desean tener un nieto pronto. Ellos no vendrán a cuidarlo, ellos no tendrán que mantenerlo. No quiero traer a un niño a este mundo solo por los caprichos de los demás. Quiero que entiendas eso.
    —De acuerdo —dijo Carlos sonriendo.
    —¿De acuerdo?
    —No tendremos hijos pronto —aclaró el abogado de forma práctica.
    —¿Así de fácil?
    —Sí. Ahora déjame llevarte a casa.
    —Si es así de fácil, ¿por qué acabamos gritando por este asunto? No quiero que me des el avión solo para evitar una pelea ahora. Esta será mi postura después de casarnos. Me seguiré cuidando y espero que tú también.
    —Mira… —Carlos se acercó más a ella—. Sí, me encantaría tener niños pronto pero tienes razón, yo no soy el que quedará embarazado, yo no soy el que tendría que renunciar a su trabajo para cuidarlos. Creo que… Los hombres somos unos malditos egoístas en ese aspecto. No quiero obligarte a hacer algo que tú no quieras en este momento. Podemos esperar.
    —¿Lo dices con sinceridad?
    —Totalmente. —Carlos seguía sonriendo—. De verdad quiero casarme contigo y seguir viendo cómo llenas de verde nuestro jardín. Los niños pueden esperar cinco o diez años.
    Regina se detuvo unos segundos a pensar si podía confiar en las palabras de su novio.
    —De acuerdo.
    Carlos la abrazó. Regina sintió su cuerpo presionando el de su prometido y recordó que esa escena ya la había vivido esa misma mañana. Se sintió un poco mareada al echar de menos el perfume de Mauri. Sus ojos empezaron a arderle. Los cerró.

Capítulo 9

Eres odio y querer



Regina

Carlos corrió a recibir a sus invitados, mientras Regina permanecía en la cocina apurada por servir todas las entradas que su novio y ella habían preparado para su familia. Después de su reconciliación, Carlos le había llamado a su padre para invitarlo a cenar, cosa que la castaña aceptó para demostrar que estaba en la mejor disposición con su prometido.
    Escuchó las voces de las visitas entrando a la casa. Su suegro y su insoportable cuñada estaban riendo de algo que Carlos les había mencionado.
    —¡Mi bella nuera! —Exclamó Daniel dándole un beso en la mejilla—. ¡Qué gusto verte de nuevo!
    Su suegro era un tipo extremadamente pulcro, que apreciaba la imagen por sobre todas las cosas. Daniel siempre se empeñaba en estar bien peinado, afeitado y vestido. Acostumbraba ir de compras a cada oportunidad, renovando con frecuencia su guardarropa, pues según sus palabras «un abogado puede cobrar tanto como su imagen se lo permita». Regina había comprobado en varias ocasiones que su suegro no era tan hábil en los asuntos jurídicos pero jamás se había atrevido a mencionarlo frente a Carlos, ya que si lo hacía, a su novio seguro le daba un infarto. Era por eso que a Regina no le gustaba frecuentar a su familia política, sentía que no tenía mucho en común con ellos.
    —Huele delicioso, Regi —dijo Camila yendo a la cocina sin esperar invitación.
    —Toma lo que quieras, hermana —comentó Carlos mientras le daba un plato a Camila, que empezó a servir todo lo que encontraba.
    —Yo puedo ayudarte. —Se ofreció Regina, intentando que Camila no dejara todo hecho un desastre—. Siéntate con tu padre y con Carlos, ahora les llevo la comida y la bebida.
    Regina prefería mil veces dar vueltas en la cocina que sentarse toda la noche con Daniel y Camila. Su suegro adoraba a su única hija, pues los demás hermanos de Carlos eran todos varones. Camila era la niña mimada de su padre, que no le exigía nada en la vida, solo que siempre estuviera bien vestida. Obviamente Camila estaba fascinada al ser la princesa de su papá, y le encantaba salir de compras a visitar todas las tiendas con la tarjeta de crédito de su papi.
    —Entonces, ¿qué les falta para la boda? —Escuchó a Daniel sentado en la mesa del comedor.
    —Ya tenemos todo listo papá, no te preocupes.
    —¿Seguro? ¿Hasta la luna de miel?
    —Sí, ya todo está reservado.
    —Tengo un cliente que es dueño de una isla en el caribe. Un tipo extraordinario. Me ha dicho que la isla está a mi disposición cuando guste. Si lo deseas puedo hacerle una llamada y pedirle que la tenga lista para ustedes —comentó Daniel con aire de mafioso italiano.
    —Mil gracias, Daniel —dijo ella dejando varios platos en la mesa—. Tal vez en nuestro siguiente viaje podría ser. Tenemos lleno el itinerario de la luna de miel.
    —¡Ay, cuñis! Eres una suertudota. Ya quisiera yo una boda como la tuya —dijo Camila con voz chillona.
    —Para eso debes buscar un novio de buena familia —aclaró su suegro mientras se servía unas papas horneadas—. No te vayas con cualquier papanatas.
    —Obvio no, papá. Primero me aseguraré de que no sea un «don nadie».
    —Traeré el vino. —Regina volvió a retirarse hacia la cocina. Ahí estaba sacando las copas cuando su celular sonó. Era un mensaje que Jessica había mandado al grupo que tenía con María y con ella para pedirles su opinión sobre un vestido que quería comprarse.

    —«Es lindo».—Escribió María.
    —«¿Cuál es la ocasión?» —preguntó ella frunciendo el ceño.
    Enseguida llegó la respuesta de Jessica.
    —«Invitaré a Mauri a una cena romántica en mi departamento».
    Regina se sintió incómoda con aquella respuesta. Observó el vestido que Jessica había enviado. Era sensual.
    —«Cómpralo, de todas maneras no lo tendrás mucho tiempo. Mauri te lo arrancará con los dientes en cuanto te vea, jajaja». —Envió María.
    ¿Por qué decía esas cosas? Regina prefirió dejar esa conversación en visto y regresó al comedor. Ahí Carlos y su padre hablaban de las nuevas reformas al código penal y Camila miraba las redes sociales en su celular mientras comía. Regina sirvió su copa hasta el tope y empezó a beber.
    —¿Y por qué no vino Sandra? —le preguntó a su cuñada, quien soltó una risita y miró a Daniel, que seguía con su monólogo sobre la incompetencia del gobierno y sus reformas.
    —Ya pasó a la historia.
    —¿Qué? —Regina se inclinó hacia su cuñada. Sandra era la sexta esposa de su suegro y, sinceramente, la persona más agradable de esa familia.
    —Hace unos días mi papá me dijo que se divorciaría.
    —¿Por qué?
    —No lo sé. Yo supongo que porque Sandra se estaba volviendo una floja. Mi papá dice que ya hasta había dejado de ir al gimnasio.
    —Claro. —Regina observó a su suegro y pensó un momento en su inminente divorcio. Definitivamente Sandra era una mujer muy afortunada.



Mauri

Intentó mantener su expresión neutral mientras su madre la observaba sin parpadear. La pelirroja sabía que en cada cena familiar, Bibiana separaría unos minutos para interrogarla sobre su vida amorosa.
    —¿Terminaste, madre? ¿O tienes más preguntas?
    —Creo que es todo por ahora —declaró Bibiana acomodándose bien sobre su silla.
    Mauri fue a la cocina en busca de más aderezo. Paulina estaba ahí, terminando de cortar una lechuga. La mujer empezó a reír en cuanto la vio abrir el refrigerador.
    —Mamá nunca te dejará en paz hasta que le presentes a alguien —le dijo su hermana. Mauri seguía revisando la nevera en busca de más cosas para comer.
    —No sé por qué tanta obsesión con eso. Antes me parecía divertido pero ahora…
    —Supongo que quiere asegurarse de que eres feliz.
    —¿Y una relación me haría feliz?
    —A las personas normales les hace feliz una relación —dijo su hermana mirándola feo y arrojando la lechuga dentro de un bowl.
    —Sí, bueno… tal vez… pronto le presente a alguien.
    —¡¿Tienes novia?! —gritó Paulina.
    —¡¿Quieres callarte?! ¡No quiero que mamá sepa todavía!
    —¿Quién es? —susurró su hermana acercando su cara a la de ella.
    —Alguien del trabajo.
    Paulina se quedó callada un momento. La miraba con el ceño fruncido.
    —¿De la oficina?

    —Sí, está en el área de contabilidad.
    —¡¿Volviste con Regina?! —Volvió a gritar su hermana. Mauri quiso golpearla con el aplanador de carnes pero solo la pellizcó.
    —¡Que te calles! Para tu información, Regina no es la única contadora de la oficina —dijo molesta—. No sé por qué te cuento estas cosas.
    Mauri tomó su aderezo y se dio la vuelta pero Paulina la jaló.
    —¡Espera! Déjame entender… Estás saliendo con una chica que trabaja contigo y con Regina en Café Latino. ¿Así es?
    —Sí, pero no sé por qué vuelves a mencionar a Regina en esta conversación.
    —Bueno, creo que no es un error decir que ella es la única relación significativa que has tenido en tu vida.
    —¿De dónde sacas que tuvimos una relación?
    —Mauri, por Dios, no insultes mi inteligencia. Te conozco y también conozco a Regina —dijo Paulina con practicidad—. ¿Qué tan en serio vas con esta niña?
    —Se llama Jessica —aclaró a regañadientes.
    —Wow, lindo nombre —se burló su hermana—. ¿Qué tan en serio vas con Jessica? ¡Espera! Cambiaré mi pregunta… ¿Cuándo piensas presentarla a la familia?
    Mauri dudó.
    —Pues… un día de estos —dijo bajando la mirada—. Solo debo… Su madre me ha invitado en Navidad… tal vez pueda traerla aquí… —Mauri no pudo evitar torcer el gesto. Entonces se fijó en la mirada de preocupación de Paulina—. ¿Qué?
    —No deberías hacer nada a menos que estés lista para ello —le recomendó su hermana—. Según tu perspectiva, traer a alguien aquí con la familia es señal de compromiso. Esa es tu métrica. Si aún no sientes eso con esta chica, mejor no la traigas.
    —Eres horrible —reclamó.
    —No lo soy. Y no lo digo porque no quiera conocer a Jessica, al contrario, me encantaría. Pero… —Paulina pareció escoger con pinzas sus palabras—. No quieras apresurar las cosas solo porque hace años te quedaste atorada en una relación. Realmente un clavo no saca a otro clavo, Mauritania. Debes sacar ese clavo tú misma sin tener que romper un nuevo clavo en el proceso.
    —Yo no tengo atorado ningún clavo en ninguna parte —se quejó ella.
    —¿No? Yo veo uno bien incrustado aquí. —Su hermana le picó sobre el corazón—. Su nombre empieza con erre.
    Aunque Mauri quiso responder con una buena defensa, fue muy tarde. Paulina ya había regresado con los demás al comedor, dejándola ahí parada con su miserable frasco de aderezo.
    Paulina estaba en un error. Lo de Regina había quedado muy atrás y ella había avanzado. Había salido con muchas chicas y si no las había presentado a su familia era solo porque ninguna de sus exnovias era «la chica indicada». Por el contrario, Jessica sí lo era. Era perfecta para ella, ya que tenía sentido del humor, era bella, comprensiva, inteligente, amable, atenta y un sinfín de cualidades.
    Por un momento Mauri sintió el arrebato de ir por la chica a su casa y llevarla ahí con su familia, pero se contuvo. De mal humor, volvió a la mesa. Ahí su padre le hacía bromas al pequeño Josh, que miraba a su abuelo con incredulidad. Seguramente ya no confiaba en las historias exageradas del hombre.
    Paulina cruzó una mirada con ella, aunque Mauri no pudo descifrar lo que significaba. Era verdad que Regina era lo más serio que había tenido en su vida, pero ambas lo habían superado. En unos cuantos meses más, Regina se casaría con un imbécil y ella buscaría una muy buena excusa para no asistir a ese horrible evento.
    Volvió a su comida y sonrió cuando su sobrino y su cuñado empezaron a hablar sobre dinosaurios. Manuel siempre le había agradado mucho, desde que empezó a pretender a su hermana, Mauri tuvo la corazonada de que ese era el chico indicado para alguien tan odiosa como Paulina. Y sí, habían pasado casi diez años juntos y parecía que su amor seguía creciendo. ¿Alguna vez ella tendría algo así? ¿Lo tenía con Jessica? ¿Su relación podría volverse tan sólida como la de Paulina y Manuel? Sentada ahí con aquellas personas, tomó una decisión: llevaría a Jessica a esa mesa muy pronto.



Todo parecía ir en cámara rápida. Las semanas en la oficina eran duras, Mauri estaba empezando a sentirse estresada por el lanzamiento y por las exigencias de Lorena. Su jefa le había dicho que trataría de no sobrecargar al personal con trabajo, pero estaba fracasando terriblemente. Y es que, por un lado, Mauri podía entender aquello. Estaban a punto de entrar al mercado internacional y además ya se estaba trabajando en ampliar la plantación. Esa eventualidad no estaba contemplada en el ritmo laboral de los departamentos.
    Cuando por fin se anunció que Galicia sería la responsable de las nuevas oficinas en Los Ángeles, Lorena había convocado a los jefes de departamento para que le dieran a la mujer toda la preparación necesaria para el cargo. Incluso se había sugerido que en caso de ser necesario, una persona de cada departamento se integraría al nuevo equipo que se mudaría a las nuevas oficinas. Mauri pudo notar cierto pánico en ella cuando alguien mencionó que Regina debía trasladarse también a L.A., pero Lorena descartó aquello de inmediato.
    —Pasando a algo más divertido, debo anunciar que ya tenemos lugar y fecha para nuestra posada navideña —dijo Lorena mientras todos aplaudían con emoción—. Sí, lo sé. He sido una tirana estos últimos meses. Lo lamento, en verdad. La buena noticia es que estamos a punto de brincar hacia el otro lado. Estoy muy feliz por el trabajo de todos y por eso quiero que les informen a las personas de sus respectivos departamentos que esta fiesta navideña será digna de todos ustedes.
    Mauri sonrió feliz mientras sus compañeros salían de la sala de juntas. Vio a Regina suspirando aliviada al otro lado de la mesa. Desde la conversación que habían tenido en su oficina no habían vuelto a estar a solas, aunque Mauri estaba segura de que todo estaba en paz entre ellas.

    —Entonces, ¿emocionada por la fiesta? —le preguntó a Regina, quien levantó inmediatamente la vista hacia ella.
    —Emocionada por tener un respiro. Siento que he envejecido como diez años en estos meses. ¿Tú qué tal?
    —Apenas recuerdo mi nombre. —Se habían quedado a solas. Mauri se sentó sobre la mesa mientras Regina permaneció en su silla frente a ella.
    —¿Y cómo va todo? —preguntó la castaña acomodando la cabeza en el respaldo.
    —Todo… igual… aburrido.
    —¿Aburrido?
    —O sea no aburrido… solo monótono, ya sabes, casa, trabajo, casa, trabajo… Se está volviendo mucha presión para todos —admitió Mauri.
    —Sí, ya sé. Yo hace semanas que no pienso en nada más que en los números que todos los días me pide Lorena. Cuando duermo, sueño con los informes sobre la compra del nuevo terreno, despierto asustada pensando que olvidé pagar los impuestos… es una locura.
    Mauri observó a Regina. No le parecía estar frente a una chica cansada. Su examiga lucía tan espectacular como siempre. En toda esa conversación había sonreído y Mauri encontraba demasiado encantador ese gesto. Le gustaba saber que podían hablar sin sentirse incómodas.
    —Oye… estaba pensando… en aquello que me dijiste en mi oficina hace como mil años —dijo titubeante.
    —¿Qué cosa?
    Mauri intentó decidir si la siguiente frase le sonaría tonta a Regina.
    —En ir por… el pay.
    —Oh, ya lo recuerdo. —Regina sonrió con malicia—. ¿Por qué te costó tanto preguntar eso?
    —Porque no sé si estás a dieta y estoy poniendo a prueba tu fuerza de voluntad.
    —¿A dieta? —La castaña soltó una carcajada.
    —Sé que las novias dejan de comer meses antes de la boda para entrar en sus vestidos.
    —Yo no lo necesito —soltó Regina con altanería fingida mientras recogía sus cosas de la mesa.
    —Uuf, qué segura de ti misma. —Mauri siguió a Regina. Cuando llegó el momento de ir por un pasillo diferente, la castaña se detuvo y la miró un segundo antes de hablar.
    —Suena bien el pay. Más tarde paso por ti a tu oficina, ¿te parece?



Regina

Miró por el retrovisor de su Mini Cooper para asegurarse que el auto rojo la seguía. Regina sujetó fuerte el volante pensando si aquello era una buena idea. ¿Por qué no lo sería? Desde semanas atrás sentía una nueva atmósfera en la oficina, una más agradable y estaba convencida de que se debía a ese momento que compartió con Mauri en su oficina. Sentía que por fin podían ser amigas de nuevo, que habían madurado y superado el pasado. Mauri era la persona en la que más había confiado, ¿podía ser ese el nuevo inicio de su amistad? ¿Era prudente dar ese paso? Recordó los sueños que meses atrás había tenido con la castaña, esos en los que hacían cosas que Regina nunca sería capaz de mencionar en voz alta. Pensando en aquello se sintió avergonzada y a la vez lejana. Parecía que eso había sucedido en otra vida. ¿Qué esperaba Mauri de aquello? ¿Qué había sentido esa tarde en su oficina?
    Estacionó y esperó a que el Golf se colocara a su costado. Bajó del auto lista para ser amable y adulta. Mauri observaba el local frente a ellas, una pequeña pastelería muy pintoresca con unas mesitas en el jardín.
    —¿Cómo encontraste este lugar? —preguntó la pelirroja aspirando el delicioso aroma del ambiente.
    —Redes sociales. Ya sabes, esas cosas en las que trabaja esa gente loca de marketing…
    Mauri sonrió y caminó con bastante alegría a su lado, viendo todo en el interior de la pastelería cuando ingresaron. Mucho tiempo atrás, Regina estaba buscando una receta para preparar pay de limón, pues de repente se había obsesionado con ese postre y había encontrado un video publicitario de esa pastelería. Cuando probó el pay que vendían ahí, se enamoró. Por mucho tiempo pensó en si sería buena idea llevar uno a la oficina, pues sabía que era el postre favorito de Mauri.
    —Estoy nerviosa. —Escuchó a su lado.
    —¿Por qué?
    —Es que es delicioso.
    Regina negó con la cabeza y se acercó al mostrador.
    —¿Quieres un pedazo o uno entero?
    —Entero, obvio. Eh… —Mauri miraba las pequeñas mesas redondas—. ¿Quieres comerlo aquí?
    Regina sintió un cosquilleo. La última vez que estuvieron en un lugar parecido fue cuando terminaron su relación. Intentó encontrar un pretexto para salir de ahí pero decidió que era muy infantil de su parte.
    —Claro. De todas maneras Carlos llegará tarde a casa.
    —Perfecto. Entonces… —Mauri se adelantó a pagar el postre y caminó feliz hacia una mesita en el jardín.
    —Nunca creí venir aquí contigo —dijo Regina. Levantó la vista hacia Mauri que la miraba con algo de tristeza.
    —Supongo que la vida da sorpresas. Yo no había comido un pay de limón desde que… ya sabes.
    —De verdad lo lamento, Mauri. Si pudiera cambiar lo que pasó…

    —Eso ya no importa. Y creo… yo no cambiaría nada realmente —dijo la pelirroja con expresión pensativa—. Si cambiaras algo de nuestro pasado tal vez no seríamos las mismas ahora, ni estaríamos a punto de comer este sabroso pay —terminó Mauri optimista.
    —Creo que ya te lo había dicho antes, pero agradezco que a pesar de todo siempre eres amable conmigo. —Regina admiró la sonrisa en el rostro de la pelirroja, que solo asintió y le sirvió un generoso pedazo de pay.
    —Brindo por… —Mauri parecía pensar en una palabra perfecta.
    —La armonía —declaró Regina—. Es lo que deseo.
    Regina no supo en qué momento el tiempo se aligeró, pues en un parpadeo ya habían pasado más de una hora ahí. Platicar con Mauri era fácil cuando ambas estaban de buen humor. La pelirroja usó su celular para enseñarle algunas cosas que deseaba comprar para su departamento.
    —Sigo pensando que el sofá morado es lindo —dijo Mauri cruzando sus brazos.
    —Lo es, pero claramente no combina con las otras cosas que quieres —respondió Regina sin poder evitar clavar su cuchara en otro pedazo de pay—. Ya aleja esto de mí, llevo como tres pedazos.
    —Hay que dejar de hacernos mensas, sabemos que nos lo vamos a acabar —declaró Mauri observando que solo quedaba la cuarta parte del postre.
    —Es cierto —admitió la castaña suspirando—. Supongo que hay cosas que son inevitables.



Mauri

Se movió despacio para no despertar a Jessica, que dormía a su lado. Aunque no era la primera vez que pasaba la noche en casa de la chica, Mauri aún sentía algo extraño en esos momentos.
    Se dirigió a la cocina en busca de agua helada, necesitaba estar en movimiento. Sentía tanta energía en su cuerpo que no podía dormir aunque se esforzara. Pensó en que solo unas horas antes había estado con Regina, platicando como antes, riendo, bromeando. ¿Qué significaba eso? Cuando muchas semanas atrás su examiga le había dicho que la extrañaba, ¿se refería a que quería retomar su amistad? ¿La estaban retomando en esos momentos? Entonces, ¿por qué no le había contado a Jessica sobre Regina? ¿Por qué sentía que lo que Regina y ella compartían era privado? ¿Y qué sentía realmente por la castaña?
    Mauri se quedó de pie en la penumbra de la cocina, con un vaso de agua en la mano y los ojos clavados en la nada. No tenía una respuesta a eso último. Pero de repente tuvo miedo. Recordó a la mujer dormida en la recámara, la chica a la que le había prometido que se tomaría en serio esa relación. ¿Lo estaba haciendo? Frunció el ceño tratando de decidir si lo que compartía con Regina era algo malo en realidad. No habían hecho nada incorrecto. No tenían nada romántico, solo se limitaban a pasar el rato charlando. Y si de algo estaba segura Mauri, era que unas cuantas rebanadas de postre y unas horas de convivencia no dañarían a nadie.
    Regresó a la cama junto a su novia y respiró hondo para tranquilizarse. Aquello era bueno. Si lograba ver y tratar a Regina como a una simple amiga, significaba que había superado el bache emocional en el que estaba.
    Dejó que el sonido de la pecera de Jessica la relajara, sintiéndose en ese limbo entre la realidad y los sueños.
    Sonrió mientras un recuerdo muy lejano llegaba a su mente: Regina se quitaba la blusa y se lanzaba al lago durante unas vacaciones de verano muchos años atrás. El agua resbalando por su piel había hipnotizado a Mauri, quien solo pensaba en encerrarse de nuevo en la habitación con la castaña.
    —Yiyí… —susurró.



Regina

No había duda que una de sus épocas favoritas era la Navidad. Cuando era pequeña se emocionaba por los regalos, por las reuniones familiares donde podía ver a todos sus tíos y primos. En estos momentos de su vida, lo que más amaba Regina de la Navidad eran los días de descanso lejos de ese edificio.
    En la oficina se iba sintiendo más emoción según se iba acercando la posada, esa noche en que todos se olvidaban del estrés y Lorena se encargaba de consentir al personal. Regina se había maravillado por el presupuesto que su jefa estaba destinando a esa noche de celebración.
    Encerrada en su oficina, había solicitado la presencia de María y Jessica para terminar con los pendientes de la fiesta.
    —Bien… creo que esto ya está listo —dijo María sentada frente a ella—. Tenemos las confirmaciones de casi todo el personal. Solo falta la confirmación de Mauri y su gente. ¿Jessi, podrías preguntarle?
    Regina levantó la mirada cuando notó que Jessica no contestó la pregunta de María. La chica parecía ausente y solo miraba un punto fijo en el suelo mientras mantenía el ceño fruncido.
    —Jessica, ¿estás bien? —preguntó la castaña, haciendo que Jessi diera un brinco.
    —Sí, perdón… estaba pensando… mi madre quería un regalo. Lo siento, ¿qué decían?
    —Que si podrías preguntarle a Mauri si ya tiene la lista de los asistentes a la posada —repitió María de mala gana—. Necesito esos datos para darle carpetazo a ese asunto. Carajo, odio organizar fiestas.
    —¿Por qué no le pides a Pablo esa información? —preguntó Jessica regresando su atención a su laptop.
    —Te estoy dando la oportunidad de correr a la oficina de tu amorcito ¿y la rechazas? —María abrió los ojos de par en par—. ¿Terminaron?
    Regina sintió un creciente interés por aquella conversación.

    —No —respondió Jessi negando con la cabeza—, solo… Bueno, estoy algo confundida.
    —¿Por qué? —María cerró su laptop y concentró toda su atención en su amiga—. ¿Qué hizo Mauri?
    —Realmente… creo que es una tontería. Tal vez no sea nada…
    —No te entiendo.
    —Si no te sientes cómoda hablando de esto no tienes porqué hacerlo —intervino Regina ante los titubeos de Jessica.
    —¡Pero podemos darte consejos si nos cuentas! —se quejó María. Regina le lanzó una mirada asesina.
    —Es solo… creo que Mauri está viendo a otra chica.
    Regina sintió una punzada en su estómago.
    —¡¿Quién es?! ¡¿La viste?! —María se había acercado más a Jessica.
    —No, solo… ella habla… en sueños.
    —¿Qué? —María parecía más confundida.
    —Desde hace un par de semanas ella menciona un nombre… Mauri dice una y otra vez… Yiyí.
    Regina sintió cómo el calor subía por su rostro. Desvió la mirada tratando de evitar los ojos de Jessica. De repente el pánico la recorrió. ¿Jessica sabía la verdad? ¡¿Qué carajo había hecho Mauri?!
    —¿Yiyí? ¿Y eso qué? ¡Ni siquiera suena a un nombre! —debatió María.
    —¿Entonces qué es?
    —Cualquier cosa. Creí que le habías descubierto mensajes, fotos de chicas desnudas o la habías descubierto en la cama con alguien más. Un balbuceo entre sueños no significa nada. ¿Verdad? —María giró el rostro para buscar su apoyo, pero Regina no podía articular ni una palabra. Con temor, miró a Jessica a los ojos y negó lentamente.
    —No creo que signifique algo —dijo intentando que su voz no sonara insegura.
    —Vamos, no seas paranoica… aunque… si quieres puedo preguntarle a Pablo —propuso María.
    Regina quería que esa conversación se acabara, quería correr a la oficina de Mauri y gritarle por su imprudencia. ¡¿Cómo se ponía a mencionar su nombre?! Entonces una verdad le cayó de golpe: Mauri soñaba con ella… Un cosquilleo subió por su cuerpo y la hizo sonreír. Giró el rostro para que sus amigas no notaran su sonrojo, pues hasta ella podía notarlo en el ardor de sus mejillas. Lo que se decía en esa oficina perdió importancia, ella solo pensaba en Mauri. ¿Qué soñaba? ¿Lo mismo que ella? Entonces el pánico volvió.
    —Debo ir… al baño —balbuceó mientras salía deprisa de su oficina. Miró hacia atrás para asegurarse de que sus amigas no la veían y dobló por otro pasillo. La puerta de Mauri apareció. Dio dos golpes y entró sin esperar respuesta. Cerró la puerta detrás de ella, usando su cuerpo para obstruirla.
    —¿Robaste un banco? —preguntó una voz. Mauri la observaba desde su silla, con una ceja levantada y su estúpida sonrisa burlona.
    —Esto es peor.
    —¿Homicidio?
    —Shhht. —Regina le puso seguro a la puerta y se acercó.
    —Me estoy asustando.
    Regina rodeó el escritorio y se colocó frente a Mauri, ¿Cómo carajo empezaba la conversación?
    —¿Qué has estado soñando, Mauritania? —La pelirroja parecía muy confundida.
    —¿Qué?
    —Jessica cree que la engañas.
    —¡¿Qué?!
    —No grites. —Se acercó más a Mauri—. Ella dijo que hablas dormida, que sueñas con… bueno… —Apartó la mirada al sentirse muy nerviosa.
    —¿Con quién? —La confusión en la cara de Mauritania hizo que Regina se sintiera fuera de lugar. ¿Sí había soñado con ella? ¿Jessica había entendido mal sus balbuceos? ¿Haría el ridículo?
    —Conmigo —terminó Regina con la cara ardiendo más que antes. Mauri palideció por unos segundos. Parecía haber recordado algo. Regina vio la verdad en sus ojos—. ¡Mauri! ¡¿Qué hiciste?!
    —¡¿Qué hice?! ¡Tú fuiste la primera que soñó conmigo! ¡Y te recuerdo que yo no me ofendí cuando me enteré!
    —¡Pero yo no me puse a decirle tu nombre a mi novio!
    —¡¿Y cómo se supone que iba a controlar eso?! —La pelirroja se levantó de su asiento, haciendo que Regina diera un par de pasos hacia atrás al notar su proximidad.
    —Esto está mal. —Empezó a dar vueltas por la oficina—. ¿Le contaste a alguien…?
    —¿Que fuimos pareja?
    —¡No fuimos pareja! —reclamó ella enojada.
    —Claro, claro. —Mauri levantó las manos en señal de culpabilidad—. Mi error, todos esos besos, abrazos y momentos no existieron.
    —¡Solo responde! ¿Le contaste a alguien? —Regina sintió que el mundo se le venía encima cuando Mauri titubeó—. ¿A quién?
    —Solo a Pablo.
    —¡¿A Pablo?! ¡¿Estás loca?!
    —¡Él no dirá nada!
    —¡María piensa interrogarlo!
    —¿María? ¿Por qué?
    —Porque le encanta el chisme y piensa que Pablo podría saber si engañas a Jessica.
    —¡Yo no la engaño!

    —Esto fue un error… —De pronto Regina lo tenía bien claro. ¡Qué tonta había sido!
    —¿A qué te refieres? —Mauri se acercó a ella, visiblemente preocupada.
    —A esto… no debimos hacer esto. Es claro que tú y yo no podemos estar cerca. ¡Mira lo que pasa!
    —Antes no estábamos cerca y aún así soñabas conmigo. ¿Por qué? —Regina se quedó muda ante esa pregunta, ante la mirada intensa que Mauri le dirigió—. Quiero saber… antes… ¿estuviste enamorada de mí?
    Terror. Eso sintió Regina. Su mente le decía que saliera de ahí pero sus pies no podían moverse.
    —No quiero hablar de eso —lanzó usando todas sus fuerzas—. No quiero lastimarte de nuevo.
    —Entiendo. —Mauri bajó la mirada. Parecía tan indefensa y derrotada, que Regina tuvo que reprimir el impulso de abrazarla y consolarla—. ¿Qué quieres hacer? —preguntó la pelirroja sin mirarla.
    —Estar lejos de ti. Lo siento, creí… por un momento creí que podíamos ser amigas de nuevo, pero tenemos demasiada historia y no quiero que las personas la sepan.
    —Eso es lo único que te importa ¿no? Que nadie sepa lo que fuimos.
    —Mauri, por favor no empieces.
    —Descuida, me aseguraré de eso. —Entonces la pelirroja la miró a los ojos y Regina se sintió helada. De nuevo había hielo en ellos—. ¿Necesita algo más, contadora?
    —Mauri…
    —Si es todo lo que quería decirme por favor le pido que se retire. Necesito volver a mi trabajo.
    Realmente Regina no tenía más palabras, pero por varios segundos se quedó ahí inmóvil. Todo eso había sido su culpa. Nunca debió empezar a hablar con Mauri, ni debió ir a su departamento, ni charlar con ella por los pasillos y mucho menos salir a buscar un maldito postre. Había bajado la guardia y tontamente había creído que podían retomar algo que estaba destruido.
    Regina aguantó las terribles ganas de llorar, se dio la vuelta y salió de la oficina de Mauritania.



Mauri

Cuando se quedó sola cerró fuerte los ojos. ¿Cómo podía Regina hacerle eso de nuevo? ¿Cómo podía decir que nunca fueron pareja? Más que antes se sintió como un juguete en las manos de la castaña. Regina solo jugó con ella antes y lo repetía en ese momento. ¡Y qué estúpido de su parte preguntarle si la amó! ¡Por supuesto que no! Regina Leal solo se amaba a sí misma.
    Resopló varias veces intentando deshacer el nudo en su garganta. Se dobló sobre el sofá apretando su cabeza, intentando no correr detrás de Regina para gritarle lo mucho que la detestaba. Entonces lo entendió. La tonta había sido ella por creer que podían tener un trato civilizado y familiar. Por preocuparse por alguien que hacía mucho tiempo había elegido seguir por un camino distinto al suyo. No era su problema lo que Regina hiciera con su vida. Si la había amado o no, eso era algo sin relevancia. En la vida lo que importan son las decisiones que se toman y su examiga había realizado su elección años atrás.
    Ella debía retomar su camino. Había decidido estar con Jessica y por tontear con Regina estaba poniendo en riesgo su relación. No dejaría que Regina Leal le robara eso también. Tomó su celular y le mandó un mensaje a su asistente. Apenas se había sentado en su silla cuando la puerta se abrió y Pablo hizo acto de presencia.
    —Bien. Diré esto solo una vez —dijo ante la mirada de extrañeza del chico—. Primero: Todo lo que te he mencionado sobre la relación que la contadora Leal y yo tuvimos en el pasado queda guardado bajo llave. No quiero ningún comentario de ese asunto con nadie. Sé que María probablemente te preguntará algo al respecto y tú te quedarás callado. Segundo: desde este momento quiero que evites mencionar a la contadora Leal en esta oficina. Todo lo que ella solicite lo atenderás tú sin mencionarme nada. ¿Entendido?
    —¿Puedo preguntar qué está pasando?
    —No. ¿Entendiste lo que te pedí?
    —Claro. La contadora Leal está totalmente vetada en esta oficina.
    —Es correcto. Puedes regresar a tus ocupaciones.
    Si Pablo tenía más dudas, al menos fue lo suficientemente prudente para guardarlas. Solo se retiró y dejó a Mauri de nuevo a solas. Sonrió con tristeza y decidió que ese sería el último momento de su vida en que se permitiría sufrir por Regina.

Capítulo 10

El fuego en que me quemo

Regina

No sabía cómo, pero había logrado sobrevivir ese par de semanas a la presencia de Mauri. O mejor dicho, a la ausencia de Mauri. Durante las dos reuniones a las que habían sido convocadas como jefas de departamento, la pelirroja no la había mirado en ningún momento y mucho menos le había dirigido la palabra. Volvía a comportarse distante, aún más que antes. Y Regina agradecía eso. Sabía que Mauritania seguiría manteniendo su palabra de guardar el secreto de su pasado.
    Regina miró su reloj. Ya por fin había acabado sus pendientes y podía irse a casa. De hecho, estaba segura de que era la última en ese lugar. Al día siguiente sería la dichosa posada y luego todos tendrían unos días libres para disfrutar de la Navidad y del Año Nuevo. Esos días, Regina pensaba estar en casa y dedicar tiempo para ella. En esos momentos deseaba que los días pasaran rápido, quería casarse lo más pronto posible y continuar su vida con Carlos.
    Tomó su bolso y salió hacia el elevador. Cuando una figura apareció unos metros delante de ella, se detuvo en seco. Mauri caminaba también hacia el ascensor mientras hablaba por teléfono.
    —Sí, la reservación es para dos personas… —decía la pelirroja con el celular pegado a su oreja. Regina se percató de que Mauri no había notado su presencia, así que se ocultó mientras la chica esperaba a que el elevador abriera sus puertas—. Quisiera agregar un detalle extra a la habitación. Vi que tienen un paquete romántico… ¡Exacto! A nombre de Mauritania Alonzo. Muchas gracias.
    Regina se mantuvo quieta cuando el silencio cayó sobre el pasillo. No quería que Mauri volteara y descubriera que ella estaba en un rincón pegada a la pared. Solo hasta que escuchó que el elevador se cerró, salió de su escondite.
    Sonrió con melancolía al recordar lo detallista que Mauri podía ser. Jessica tenía mucha suerte.



Mauri

Frunció el ceño cuando vio un Mini Cooper estacionado en la fila frente a su auto. Creyó que ya todos se habían marchado, incluyendo a la dueña de ese coche. Era ridículamente pequeño y Mauri realmente no podía creer que alguien encontrara lindo ese auto. Giró la cabeza para comprobar que Regina no apareciera.
    No quería verla. Había soportado suficiente en las reuniones semanales de Lorena. Aunque estuvo sentada lejos de ella, pudo notar su perfume. No sabía si era físicamente posible percibir el olor, pero ella lo sentía. Era como si la dulzura de esa fragancia se burlara de su estupidez. Porque realmente eso era, una estupidez pensar que se podía ser amiga de alguien que le había roto el corazón.
    —Debería hacer un podcast para alertar a los tontos enamorados —dijo para sí misma encendiendo el motor.
    Entonces hizo a un lado sus pensamientos y decidió enfocarse en la sorpresa que tenía para Jessica. Aprovecharía esos días de descanso para llevarla lejos de ahí. Esas dos semanas se había esforzado por estar todo el tiempo posible con su chica, para demostrarle lo mucho que le importaba. Le regalaba flores, chocolates, la invitaba a salir y se acostaba con ella a cada oportunidad. Llevaba ya casi cuatro meses de relación con Jessica y quería poner todo de su parte para que ese noviazgo durara mucho más.
    Aunque esa noche no podría ver a su novia, había quedado en pasar por ella al día siguiente para ir juntas a la posada. Y ya que tenía tiempo libre, había decidido comprar algo para cenar y pasar a casa de su hermana. Apenas llegó, su sobrino saltó sobre ella para arrebatarle la caja de pizza.
    —Parece que tu mamá te mata de hambre —le dijo al pequeño Josh cuando el niño logró quitarle la caja y correr con ella hasta la cocina.
    —¡Mamá, mira qué me trajo mi tía!
    —¡Es para todos! —aclaró ella—. Hola, zonza —le dijo a Paulina mientras le daba un beso en la mejilla.
    —Por fin llegas. Josh lleva dos horas parado junto a la puerta.
    —Te dije que venía a cenar, no a comer.
    —Lo sé, pero tu sobrino es un impaciente.
    —Se parece a ti. —Mauri sacó un jugo de la nevera y se sentó en un banquito frente a la barra mientras Paulina sacaba unos platos de la alacena—. ¿Cómo va todo?
    —Genial. Manuel regresa el martes en la tarde.
    —¿Dónde está?
    —Fue a supervisar una obra. Lo enviaron ahí desde el martes pasado. Tenía que entregar la construcción, ya sabes.
    —Su trabajo suena tan aburrido.
    —Seguro que a él le suena aburrido el tuyo.
    —No todos podemos ser unos divertidos psicólogos como tú. Ojalá me pagaran por fingir que escucho problemas ajenos.
    —Yo no finjo nada, tonta. Me gusta escuchar. Toma tu pizza. —Paulina le entregó un plato con sus rebanadas y caminó hasta el comedor. Mauri siguió a su hermana y observó a su sobrino sentarse a comer frente al televisor.
   —¿Le permites eso?
   —Solo los viernes. Los demás días siempre se come en familia. Además, dijiste que necesitabas decirme algo, ¿qué pasa?
    —Tú no esperas para tomar al toro por los cuernos… necesito tu ayuda.
    —¿Qué hiciste?
    —Nada, mujer de poca fe. Solo… bueno… he estado pensando y… quiero preguntarte si podrías prestarme tu casa… digamos algunos días después de Navidad para… quiero hacer una comida para que… conozcan a Jessica. —Su hermana permaneció muda por varios segundos solo parpadeando. Mauri se sintió muy incómoda por su reacción—. ¿Dirás algo?

    —¿Qué?
    —¡Paulina!
    —Perdón, perdón… es… ¿segura?
    —No sé por qué usas ese tono conmigo.
    —¿Qué tono?
    —¡Ese! Como si fuera una impedida mental que no tiene idea de lo que dice.
    —No pienso que seas una impedida mental, solo… no me pidas que no me asombre, Mauritania —reclamó Paulina enfadada—. Tú eres la que nunca quiere hablar de sus sentimientos ni de sus relaciones. No te he conocido ninguna pareja desde…
    —No es necesario mencionarla —interrumpió a su hermana.
    —Iba a decir que no te he conocido más novia que aquella chica a la que empujaste dentro de la sala de cine la vez que Manuel y yo nos encontramos contigo, ¿lo recuerdas?
    —¡Ah sí! Ella… sí, lo había olvidado. Fue gracioso.
    —Fue embarazoso.
    —Ay, equis —dijo mordiendo su pizza.
    —Entonces… ¿le dirás a mis papás?
    —Sí. Quiero que conozcan a Jessica. He planeado un viaje con ella después de Navidad y… quiero pedirle que vivamos juntas.
    —Mauri… —Paulina agachó la cabeza un momento—. De acuerdo, solo quiero hacerte unas preguntas, ¿te parece?
    —¿Para qué?
    —Quieres que te preste mi casa para presentar a tu chica a la familia. Quiero estar segura de que tú estás segura de esto.
    —¡Claro que lo estoy!
    —Solo dale gusto a esta psicóloga, ¿de acuerdo?
    —Dispara, pues.
    —¿Sabes que vivir con alguien es prácticamente casarse con alguien?
    —Pues… casarse no. O sea, es vivir juntas, no se firma nada.
    Paulina volvió a negar con la cabeza.
    —El compromiso debe ser el mismo, Mauri. Que no haya un papel de por medio no significa que las cosas sean menos serias. No se trata de irse por lo fácil.
    —Okey, lo tomo en serio. Vivir con Jessica será como casarme con ella.
    —¿Y estás dispuesta a casarte con ella?
    —Pues… sí. Por eso le pediré que se mude conmigo.
   —¿Hace cuánto que no compartes tu habitación con alguien? —Mauri pensó en la universidad, en aquella chica de cabello castaño.
    —Desde hace mucho —dijo mirando su plato—. ¿Eso qué importa?
    —Vivir de nuevo esa experiencia detonará recuerdos en ti, debes estar lista para eso.
    —¿Por qué crees que ella aún tiene importancia en mi vida?
    —Porque ni siquiera eres capaz de mencionar su nombre. —Paulina suspiró—. Mi casa está a tu disposición. Mis papás seguro recibirán con los brazos abiertos a Jessica. Solo ten presente que eres una adulta y debes asumir el peso de tus decisiones. Si haces esto, debe ser por las razones correctas.
    —¿Cómo cuáles?
    —Amor, por ejemplo —dijo su hermana con una mueca de disgusto—. ¿Estás enamorada de Jessica?
    —Claro que sí —afirmó intentando no apartar la mirada—. Sé que nunca has tenido mucha fe en mí, pero estoy intentando avanzar con mi vida. Quiero una pareja, una familia, ¿no tengo derecho?
    —Claro que lo tienes. Solo quiero que no lo arruines. —Paulina suspiró—. Cuenta conmigo, tonta.



El salón de ese lujoso hotel que Lorena eligió para la fiesta navideña era muy impresionante. Y no solo se trataba de las dimensiones o la decoración. Era más bien la mezcla de todo lo que provocaba un ambiente fantástico. Las luces, la música, el aroma… todo ahí era navidad pura.
    Mauri tomó la mano de Jessica para atravesar el salón. Su chica lucía fantástica y la pelirroja no paraba de halagarla.
    —Recuérdame compensarte más tarde —le dijo Jess algo sonrojada. Mauri le besó la mano y la guió hasta donde estaba Pablo.
    —¡Hola compañeras! ¿Quieren alcoholizarse conmigo? —preguntó su asistente tomando varios vasos de la charola de un mesero que pasaba a su lado.
    —Mátame si un día digo que no a esa pregunta —pidió Mauri aceptando con gusto la bebida.
    —¿Y tú, preciosa? —Pablo miró a Jess.
    —Lo acompaño con un trago, gentil caballero.
    —¿Tienes mesa? —La pelirroja miró hacia ambos lados, donde las mesas ya estaban ocupadas por sus compañeros.
    —Lorena tiene un lugar separado para ustedes. —Su asistente señaló una mesa al centro de todo, junto a la pista de baile.
    —Le pediré que agregue una silla para ti.
    —No te preocupes, jefa. Me sentaré junto a ti, en la mesa de los esclavos.
    —No digas eso, tonto. Podemos poner una silla más.
    —Está bien, tranquila —susurró Pablo acercándose más a ella—. Estaré con María. No tarda en llegar, me dijo que viene con Re… que ya viene.
    Mauri prefirió no decir nada más. Quería disfrutar de esa noche y pensar únicamente en los días emocionantes que le esperaban. Estaba segura de que cerraría ese año muy bien. Observó la mesa donde estaba Lorena platicando con Arturo, el aburrido responsable de Recursos Humanos, notando que habían lugares disponibles para los demás directores de área y sus acompañantes.
    —Tal vez ya deberíamos ir con Lorena —le dijo Jessica.
    En cuanto estuvieron cerca, su jefa se puso de pie para recibirlas.
    —¡Qué gusto que ya están aquí! Mauri, ¿qué crees? ¡Contraté a los comediantes que me recomendaste!
    —¿En serio? Creí que no tenían la fecha disponible.
    —Bueno… nadie le dice que no a Lorena Barbeito —declaró la mujer.
    —Tuvieron una cancelación, ¿verdad? —preguntó ella levantando una ceja.
    —Sí.
    Lorena se movió de lugar, alejándose lo más posible de Arturo el aburrido. Mauri sabía que a Lorena no le gustaban para nada las pláticas de aquel hombre, quien tenía dos pasiones en la vida: contemplar aves y hablar sobre ello. Cuando Jessica se distrajo un momento charlando con Sara, la encargada del departamento de ventas, Mauri pasó la vista por el salón, apreciando cada detalle de la decoración.
    —En verdad tiraste la casa por la ventana —le dijo a su jefa inclinándose un poco hacia ella.
    —Lo mejor para mi equipo —aseguró la mujer con orgullo—. ¿Qué harás en tus días libres después de Navidad?
    —Saldré de la ciudad con Jessica —dijo bajando un poco la voz.
    —La cosa va en serio, ¿no?
    —Sí.
    —Me alegra. Estaba empezando a preocuparme por tu incapacidad de mantener una relación —se burló su jefa.
    —Solo estaba esperando a la chica correcta.
    —¿Era eso? Creí que se debía a otro factor.
    —¿Cuál?
    Lorena no respondió con palabras. Solo hizo un ligero movimiento con la cabeza para señalar la entrada. Entonces Mauri volteó y se quedó sin aire. Regina atravesaba el salón luciendo más hermosa que nunca. La pelirroja la observó sin parpadear, incapaz de creer que en el mundo hubiera alguien tan bella. Esa chica no podía ser mortal. Era una diosa del Olimpo. La diosa de la belleza que había descendido para mostrarle a los humanos el significado de «inalcanzable».
    La diosa castaña se dirigía hacia la mesa de Lorena, repartiendo sonrisas entre los presentes que levantaban la mano para saludarla. Mauri no supo cuánto tiempo se había quedado hipnotizada por semejante aparición, solo sintió un codazo de su jefa cuando Regina llegó hasta donde ellas se encontraban.
    —Buenas noches —dijo la castaña. Por un breve instante, Regina posó sus ojos sobre ella y Mauri sintió mucho ardor en las mejillas.
    —Buenas noches, Regina. Por favor, tomen asiento con nosotros —pidió Lorena.
    Fue hasta ese momento que Mauritania se dio cuenta que Regina estaba acompañada por su novio. Frunció el ceño cuando vio a Carlos colocando una mano sobre la espalda de la castaña para guiarla hasta una silla vacía junto a Jessica.
    Las dos chicas se pusieron a platicar sobre lo impresionante que era el salón. Mauri se estiró en busca de más alcohol, necesitaría muchos tragos para calmar su disgusto.
    La música empezó, con el animador dando la bienvenida y solicitando unas palabras por parte de la dueña de la empresa. Como siempre, Lorena puso el corazón en su discurso, logrando aplausos de pie al terminar.
    Poco tiempo después la mayoría de los presentes ya estaban en la pista de baile, disfrutando de todo aquello. Mauri acompañó a Jessica hasta donde María y Pablo estaban bailando. Su asistente estaba maravillado al haber sido elegido por María para ser su pareja esa noche.
    —¡Me pidió que la acompañara a su casa! —le dijo Pablo emocionado—. ¿Sabes lo que eso significa?
    —¿Por qué no te tranquilizas? Lo peor que podría pasar es que te dé un infarto cuando estés ahí con ella.
    Entonces Carlos apareció jalando a Regina hasta donde ellas estaban. La castaña se veía bastante perturbada por estar a solo un par de metros de donde ella bailaba. Intentó ignorarla, pero María y Jessica le hacían señas a Regina para que se acercara más.
    Entre tanto movimiento Mauri no pudo evitar quedar frente a su examiga. Fue como si todo alrededor se detuviera por un segundo. Como si el tiempo se pusiera de su parte parando y eliminando todo el ruido. Mauri dejó que su cuerpo se electrificara admirando esos hermosos ojos miel frente a ella. El brillo de esa mirada le hizo rebotar el alma, y el corazón le golpeó fuerte en su pecho, mientras intentaba controlar un impulso animal que la invitaba a lanzarse sobre Regina. Pudo ver una ligera sonrisa en los labios de la chica, que terminó por derrumbar cualquier resistencia en ella.



Regina

Algo que nunca podría negar era que Mauritania Alonzo tenía algo magnético. Había sido bendecida por el don del carisma, una energía atractiva que la hacía agradable hasta cuando debías detestarla. Regina se alejó lo más posible de la pelirroja, pues sintió que estaba a punto de hablarle, de hacer de lado su decisión de mantenerse a distancia. ¿Cómo ignorar esa fuerza que sentía dentro de ella cuando miraba los ojos de Mauri? Dio varios pasos hacia otra dirección tratando de controlar sus temblores, tratando de apartar de su mente la mirada de esa hermosa chica de cabello de fuego.
    Odiaba los eventos sociales de la empresa, pues no podía utilizar la seguridad de su oficina para ocultarse. Ahí estaba expuesta. Sentía que todos podrían notar su pasado, su historia con Mauri. ¿Qué haría si Carlos se daba cuenta? ¿Cómo reaccionaría su prometido? Regina sintió vértigo de solo pensar aquello. Cerró los ojos y trató de regresar al presente. Eso tampoco ayudó, pues lo primero que vio al abrirlos fue a Mauri bailando. La chica movía su cuerpo con soltura, mientras abrazaba a Jessica. Una flecha se clavó en su corazón viendo eso. Sintió tanta ira que estuvo a punto de empujarlas a ambas. ¿Cómo podía Mauri comportarse así en su presencia? ¿Acaso no le debía respeto por lo que habían sido? Entonces sus propias palabras llegaron a su mente: «No fuimos pareja». Eso le había gritado a Mauri dos semanas atrás, pero en esos momentos Regina sucumbió a la verdad: Claro que lo habían sido. Mauri había sido lo único importante para ella por mucho tiempo.
    Regresó la mirada hacia la pelirroja y su nueva novia. Se veían felices y Regina sintió que en verdad detestaba eso. ¿Por qué? Dio un respingo cuando Carlos apareció frente a ella y le estampó un beso en los labios.



Mauri

De todos los lugares del salón Mauri no entendía por qué sus estúpidos ojos habían tenido que mirar justo hacia ese sitio, precisamente en ese momento. Carlos besaba a Regina, lo hacía de una forma tan posesiva que la pelirroja tuvo el impulso de arrojarle una silla para romperle la cabeza. Entonces se sintió como una idiota. ¿A ella qué le importaba lo que Regina hiciera con sus labios? Seis años atrás esa boca solo la había besado a ella, pero las cosas habían cambiado. La relación con Regina había desaparecido y ambas eran libres de besar a quien se les diera la gana.
    Mauri miró de nuevo para descubrir que Regina ya no estaba. Carlos seguía de pie bebiendo su cerveza y riendo con María y Pablo. Giró el rostro en busca de la castaña, pero no la vio por ningún lado. Jessica le decía algo y aunque Mauri no escuchó, asintió con la cabeza y le sonrió a su novia. Intentó por todos los medios recobrar la concentración, pero fue imposible.
    —Vuelvo en un segundo. Tengo que… voy con Lorena.



Regina

La ciudad se veía hermosa desde ahí arriba. Había subido a la azotea del hotel, que estaba ocupada por una enorme alberca, varios camastros llenos de toallas y un bar. Ahí, bajo las estrellas, se sintió aliviada por la tranquilidad. Había unas cuantas personas al otro lado, pidiendo bebidas a un mesero, mientras ella estaba de pie cerca de la orilla, viendo el mar de luces.
    Le parecía encantadora la manera en que Lorena se había empeñado en ofrecer una gran posada a todo el personal, pero Regina agradecía el silencio de ese sitio. Ahí podía pensar con más tranquilidad. Miró el anillo de compromiso en su dedo, ese que nunca había llevado al trabajo y que en ese momento sentía como una enorme roca, una que la jalaba hacia el suelo. En poco más de un mes otro anillo estaría en su dedo. Se imaginó el momento en que daría el sí, en que saldría de la iglesia del brazo de Carlos. Empezaría otra etapa de su vida. Casada. Se abrazó a sí misma intentando darse un poco de calor, pues de repente había sentido mucho frío.
    Escuchó unos pasos cerca de ella, pero no giró el rostro, no quería que esa persona viera la lágrima que rodaba por su mejilla. Se asustó cuando alguien colocó una toalla sobre sus hombros.
    —Estás temblando —le dijo Mauri, que la observaba con seriedad.
    —Sí, es que hace un poco de frío —respondió ella limpiando la lágrima de su rostro—. ¿Qué haces aquí?
    —Quería darme un baño. —La pelirroja señaló la alberca. Regina sonrió y regresó la vista hacia el frente—. ¿Estás bien?
    —Sí, sólo quería dejar atrás tanto escándalo navideño.
    —¿Y los villancicos te hicieron llorar? —Esa pregunta hizo que Regina mirara de nuevo a Mauri—. Bueno, no es mi asunto —dijo la pelirroja con molestia y giró para marcharse.
    —Creo que no lo podemos evitar —dijo ella en un intento por capturar de nuevo la atención de Mauri. Y funcionó. La chica la miró otra vez.
    —¿Qué cosa?
    —No podemos evitar preocuparnos por la otra —soltó Regina sintiendo un vuelco en su estómago.
    —¿Quién dijo que estoy preocupada por ti? —cuestionó Mauri titubeante, esbozando una tímida sonrisa—. Carajo.
    Regina lanzó una ligera carcajada.
    —Sí, yo también lo pensé: te preocupas tanto que dejaste la fiesta para venir a buscarme.
    —No fue exactamente así —se defendió Mauri—. Yo de verdad quería un baño en la alberca y aquí estabas, temblando y llorando.
    —No estaba llorando.
    Mauri se acercó a ella, parándose a su lado para mirar también por la orilla hacia la ciudad.
    —Se supone que no debemos estar hablando.
    —Pero aquí estamos.
    —¿Es verdad? ¿Te preocupas por mí?
    Regina sintió la profunda mirada de Mauri clavada en ella. Con valentía, giró hacia la chica.
    —Sí. Creo que es normal, ¿no? Después de todo… tuvimos una relación muchos años.
    Mauri abrió los ojos de par en par ante esa declaración.
    —¿Estás admitiendo que fuimos una pareja? —La voz de Mauri apenas le salía—. ¿Estás ebria?
    —No lo estoy… —Regina se sintió muy apenada. ¿Por qué le decía esas cosas a Mauri? Miró hacia abajo y el anillo captó su atención, haciendo que recordara algo—. Lo encontré, ¿sabes? El anillo en tu cajón.
    Por un momento Mauri pareció no entender. Pero luego su expresión cambió.
    —¿Qué?
    —Después de la boda de Paulina… estaba acomodando tu ropa y lo vi en tu cajón. Era para mí, ¿cierto?
    —Sí —susurró Mauri asintiendo lentamente—. Quería formalizar lo que teníamos, pero me botaste. Qué irónico. Lo tenía en mi bolsillo cuando terminaste conmigo aquella tarde.
    —Lo siento. ¿Aún lo tienes?
    —Lo tiré —dijo Mauri con practicidad. Regina no pudo entender por qué esas palabras le causaron tanto dolor. Miró de nuevo hacia la ciudad, pues sus ojos le ardían.
    —Qué… lástima —dijo recobrando el control—. Era hermoso. Pudiste conservarlo para otra chica.
    —Puedo comprar otro.
    —¿Planeas que sea pronto?



Mauri

La pregunta de Regina retumbó en su cabeza. Mauri intentó pensar en una mentira, pero al final decidió ser sincera.
    —Sí. Quiero darle uno a Jessica en unos días cuando le pida que vivamos juntas.
    —¡¿Qué cosa?! —Regina clavó sus ojos miel en ella—. Creo que te estás precipitando.
    —¿Ah sí? —Mauri levantó las cejas y miró con fastidio a su examiga.
    —Sé que no pediste mi opinión —soltó Regina con cara de pocos amigos—. Pero me parece un gran error.
    —¿Fue tan horrible vivir conmigo?
    —Lo nuestro fue diferente.
    —Pues creo que soy perfectamente capaz de tomar mis propias decisiones. Y tú deberías respetarlas. ¡Es más! ¡Ni siquiera debería importarte lo que hago!
    —¡Pues me parece una estupidez! —atacó Regina.
    —¡¿Igual que tu boda?!
    —¡¿Mi boda?!
    —¡Ay por favor, Regina! ¡Esa boda es lo peor que podría pasarte!
    —¡¿Y tú qué sabes?!
    —¡Te conozco!
    Regina soltó una carcajada.
    —¡Oh, la gran Mauritania! ¡¿Sabes algo?! ¡Con esto solo queda claro que aunque lo intentemos nunca podremos llevar la fiesta en paz! ¡Eres una odiosa!
    —¡Y tú una terca! —Encaró a Regina, que echaba humo por las orejas—. ¡Estás tan empeñada en demostrar algo que no eres que no te das cuenta que vas directo a hacerte mierda!
    —No intento demostrar nada —dijo Regina apretando los dientes. La castaña la intentó esquivar pero Mauri la detuvo.
    —Cuando terminaste conmigo dijiste que solo se casaban los locos o los enamorados, ¿qué eres tú, Regina? ¿Estás loca o estás enamorada?
    —¡Estoy enamorada! —gritó la castaña furiosa.
    —¡¿Y por eso lloraste cuando te pusiste el vestido?! ¡¿Olvidas que te vi?!
    —¡¿Qué quieres, Mauritania?! —Regina la empujó, haciendo que Mauri diera varios pasos atrás—. ¡¿Boicotear mi boda?! ¡¿Hacerme dudar?! ¡¿Es tu venganza por haberte dejado?!
    —¡No es mi problema lo que hagas con tu vida! ¡Si quieres aparentar frente a tus padres, si quieres casarte con un tonto aburrido que no te hace reír, es tu problema!
    —¡Solo estás celosa!
    —¡¿Celosa?! ¡¿Por ti?!
    —¡Sí! ¡Celosa! ¡No puedo creer que no me hayas superado! ¡Ya pasaron años, Mauritania! ¡Años!
    —¡¿Y tú ya me superaste?! —Mauri caminó hacia la castaña, haciéndola retroceder contra una pared.
    —¡No tengo nada que superar, Mauritania!
    —¡¿Segura?! ¡¿Volverás a soñar conmigo?! ¡¿Aparecerás de nuevo en mi departamento?!
    —¡Eres una…! —Entonces Regina la empujó otra vez—. ¡Y yo creyendo que después de estos años ya eras una persona madura! ¡Sigues siendo una cínica!
    —¡¿Y tú, Regina?! ¡¿Aún eres aquella chica genial o eres la hija perfecta de tu mami?!
    —¡Soy la Regina que siempre quise ser! ¡La que no podía ser contigo! ¡Tú eras un ladrillo que me arrastraba a cosas inapropiadas! ¡Ahora estoy bien, tengo un maravilloso novio que me ama y pronto seré su esposa! —Mauri sentía una puñalada cada vez que la castaña terminaba una frase. ¿Por qué hablaba tanto? Quería que se callara—. ¡No tengo nada que superar con respecto a ti! ¡Entiende que tú ya no significas nada en mi vida, así que no voy a…!
    Y la calló. Mauri atrapó los labios de Regina con los suyos, recibiendo un estallido de electricidad en su cuerpo. Sujetó fuerte la cintura de la chica mientras la continuaba besando, sintiendo enseguida el movimiento de la boca de la castaña, que le devolvió el beso con la misma intensidad.



Regina

Era como si todo se hubiera congelado a su alrededor mientras en su cuerpo había fuego. Siguió embistiendo los labios de la pelirroja que la había acorralado contra la pared. Sus piernas temblaban, su corazón golpeaba su pecho sin control. Las manos de Mauri recorrían su cuerpo desesperadamente. Sentía el aliento cálido de su examiga y su lengua suave explorando su boca. Regina levantó una pierna y la enredó en la cintura de Mauritania, en un intento por sentirla más. Quería más. Todo su cuerpo se lo pedía. Jaló a Mauri hacia ella y profundizó el beso. ¿Estaba soñando otra vez? Sí, debía ser un sueño. Porque excitarse con un beso de Mauri y dejarse tocar de ninguna manera estaba permitido en su realidad.
    La castaña abrió los ojos de golpe, percatándose de la imperdonable proximidad que estaba teniendo con la pelirroja. Entonces la empujó fuerte y rompió el beso apasionado.

    —¡¿QUË HACES?! —bramó más molesta que nunca en su vida. Mauri no respondió. La miraba como si apenas se estuviera dando cuenta de su propia existencia en el universo—. ¡NO VUELVAS A TOCARME JAMÁS EN TU VIDA, ¿ENTIENDES?!
    Mauri parpadeó varias veces, mientras Regina intentaba recobrar el ritmo de su respiración agitada. ¡¿Por qué la veía así?! ¡¿Por qué no le decía algo?!
    —¿Mentiste? —susurró Mauri—. Yiyí…
    — ¡No me llames así! —exigió ella dando la vuelta para huir. ¡¿Qué había hecho?!
    Regina entró con rapidez al salón y se metió entre las personas que bailaban en la pista. No quería que Mauri la siguiera, ya no quería volver a verla jamás. Atravesaba el mar de gente mientras la cabeza empezaba a dolerle y los ojos le picaban. Quería gritar, quería llorar. ¡¿Por qué la había besado?!
    —Aquí estás. —Carlos apareció frente a ella, con una cerveza en la mano—. ¿Estás bien?
    —No. ¿Qué? Sí. Solo estaba… me agité un poco —respondió ella sin tener el valor de mirar a su prometido a los ojos.
    —La fiesta es increíble.
    —¡Regina, espera! —La castaña se petrificó cuando escuchó la voz de Mauri junto a ella. La pelirroja y Carlos quedaron frente a frente, haciendo que Regina deseara con todo su corazón poder teletransportarse muy lejos de ahí.
    —Hey, Mauri. ¿Dónde estabas? Tu chica te está buscando —dijo Carlos bebiendo un sorbo de su cerveza mientras movía los pies al ritmo de la música.
    —Carlos, me siento un poco mal. ¿Podemos marcharnos? —Se apresuró a decir Regina.
    —¿En serio? ¡Pero la fiesta está empezando!
    —¡Vámonos por favor! —Sin esperar nada más, la castaña sujetó el brazo de su novio y lo jaló. Giró un poco el rostro y agradeció con toda su alma que Mauri se hubiera quedado atrás.
    —¡Regina, ¿por qué tanta prisa?! —protestó Carlos mientras lo arrastraba por el estacionamiento.
    —Quiero estar en casa. Me duele la cabeza… tanto escándalo.
    Durante todo el trayecto estuvo callada abrazando su propio cuerpo, intentando contener el calor que se había apoderado de él. ¿Cómo había permitido que aquello sucediera? ¿Por qué se había comportado así con Mauri? ¿Por qué el beso había acabado? ¡¿Qué?! Se sobó las sienes con los dedos, intentando apagar sus pensamientos pero era imposible. Las sensaciones que había experimentado minutos atrás volvían. Podía sentir aún las manos de Mauritania sobre ella, acariciándola. Sus labios posesivos, su lengua intrusa, el calor… Se movió en su asiento apretando las piernas, queriendo que la excitación se le pasara.
    Cuando llegó a casa no perdió tiempo para meterse bajo el chorro de la ducha, sintiendo vergüenza al comprobar la humedad en su zona más íntima.
    —Otra vez no por favor —suplicó al universo en un susurro mientras más lágrimas caían por sus mejillas.

Capítulo 11

Tú te acercas y yo doy un paso atrás

Regina

El domingo Regina se sintió terrible. No quiso salir de la cama por nada del mundo. Su madre había pasado a verla y la había regañado por dejar que «un simple resfriado» la retrasara en sus pendientes. Después de darle un tremendo sermón por un buen rato, su mamá se había marchado para continuar con los preparativos de la cena de Nochebuena que sería el viernes.

   La mañana del lunes se reportó enferma y trabajó desde casa, intentando descubrir la manera de evitar a Mauri por el resto de su vida. Años atrás había tomado una decisión y no quería que aquello se derrumbara. Durante ese tiempo se esforzó mucho por mantenerse lejos de la pelirroja. Aunque de verdad extrañaba infinitamente a su mejor amiga, en ese momento sabía más que nunca que una relación cercana con ella era imposible.

   —Te ves muy mal —le dijo Carlos cuando llegó—. ¿Quieres que te prepare un té?

   —Ya preparé uno —dijo sin ánimo.

   —Entonces te preparo un baño calientito.

   —Ya me bañé.

   —¿Qué tal una deliciosa cena?

   —No tengo hambre.

   —¿Te llevo al doctor?

   —¡No, Carlos, no! ¡Solo déjame descansar, ¿quieres?!

   Su prometido la miró en silencio un momento y salió de la recámara. Necesitaba encontrar la manera de lidiar con lo que había pasado. En algún momento tendría que ver a Mauri de nuevo. ¿Qué le diría a la pelirroja? ¿Que había sido un impulso? ¿Que había bebido? ¿Que solo quería jugar? Pero… Mauri, ¿por qué la había besado así? Regina se tocó los labios y esbozó una sonrisa. «¿Qué haré contigo?», pensó.



Mauri

Su cabeza le dolía desde que había salido de la posada y ya era lunes por la noche. Quería ir a casa de Regina, quería exigirle una explicación. ¿Eso era prudente? Mauri se restregó los ojos cansados. Apenas había podido dormir. Mirando por la enorme ventana de su habitación, intentó imaginar qué estaría haciendo Regina, qué estaría pensando. Detestó esa situación. Aunque antes habían compartido todo, en esos momentos Mauri necesitaría de una excelente excusa para presentarse en su casa. ¿Qué sentía la castaña? ¿Acaso…? Se tocó los labios recordando la forma en que Regina se apoderó de ellos. Había sido como antes. Incluso más intenso.

Entonces pensó en Jessica y en lo que ese beso significaba. Le había fallado. Y Regina le había fallado a Carlos. Por donde lo viera, ese beso era incorrecto y aún así… negó con la cabeza. Aquello debía parar. Lo peor que podía hacer era caer de nuevo a los pies de Regina.



Regina

El martes estuvo encerrada con seguro en su oficina, deseando con todo su ser que a Mauri no se le ocurriera ir a buscarla. Sabía que la pelirroja podía ser muy testaruda y aún no sabía cómo enfrentarla después de lo ocurrido.

Cuando logró salir del trabajo, Regina se sintió victoriosa. Había podido sobrevivir a un día de mucho estrés. Solo debía soportar hasta el día de Nochebuena y después de eso se dedicaría a disfrutar de su casa por una semana.

Entró al gimnasio puntual a las cinco de la tarde. Había decidido que necesitaba sufrir para redimir su error, y para eso debía reventar su cuerpo haciendo ejercicio.

Durante toda la mañana estuvo haciendo una lista mental de todo lo que podría responder a Mauri cuando la interrogara sobre su encuentro. Había tomado la decisión de ser dura otra vez con la pelirroja, romperle el corazón si era necesario. Lo que más deseaba Regina era que su boda se efectuara y poner una barrera aún más alta entre ambas. Había sido un descuido total permitir que Mauritania la besara y era aún más imperdonable la actitud fogosa que ella había tomado. Ella no era así.

—Hola, Regi —dijo Paulina subiéndose a la caminadora junto a ella.

—Ah… hola —respondió ella dando un respingo. Por un breve segundo había entrado en pánico al creer que se trataba de Mauri debido al parecido entre las hermanas—. ¿Cómo va todo?

—Perfecto. Este año me propuse hacer las compras navideñas con tiempo, así que ya tengo todo listo. ¿Tú qué tal?

—Pues con todo el tema de la boda, la navidad perdió un poco de protagonismo.

Paulina soltó una carcajada.

—Te entiendo. Yo casi me vuelvo loca.

—Por cierto muchas gracias por recomendarme a Margot. Esa mujer es un ángel.

—Sí, también fue mi salvación durante los preparativos. Porque Manuel… mucho amor y apoyo según él, pero jamás se tomó un día para ayudarme —declaró Paulina con molestia en su voz.

—¿En serio? Creí que Carlos era el único novio desinteresado en su boda.

—¡Que va! Yo creo que tienen un gen anti-boda. Porque Manuel es maravilloso en todo, pero si se trata de organizar algo jamás lo encontrarás.

—Me preocupas. Cuando empezamos con los preparativos creía que Carlos se iría interesando según se acercara la fecha y viera todas las dificultades que conlleva organizar una fiesta así… ¡pero no!

—¡Hombres! Si fuera por ellos todo sería un desastre.

—Confirmo —dijo la castaña empezando a correr sobre la banda.

—¿Y piensas tener hijos pronto?

—¡No! —dijo ella entre risas—. Mientras más lejano el día, mejor.

—Haces bien… Obvio amo a mi hijo pero a veces me dan ganas de abandonarlo en un estacionamiento. Y la madre que diga que nunca ha sentido algo así, es una hipócrita.

Regina soltó una carcajada. Si algo le encantaba de su amistad con Pau, era que siempre decía las cosas sin pena y eso le causaba mucha gracia a la castaña. Desde que la conoció catorce años atrás, Paulina siempre había sido muy amable con ella y en varias ocasiones le había mencionado que la consideraba una hermana menor más, la única que le caía bien, según sus palabras.

Se escuchó el sonido de un celular y Paulina se apresuró a buscar en la pequeña mochila que había dejado a un costado de la máquina. Regina vio el ceño fruncido de su amiga.

—¿Qué pasa?

—Es un número extraño —comentó Paulina con la mirada fija en la pantalla mientras presionaba el círculo verde para responder—. ¿Hola? —Paulina escuchó con atención y palideció en un segundo—. Sí… soy yo… —susurró.

Regina bajó rápido de su caminadora y abrazó a Paulina cuando la vio tambalearse en su lugar. El teléfono se le resbaló de la mano mientras sollozaba.

—Pau… ¿qué…?

—Manuel… —Fue lo único que alcanzó a decir.



Mauri

Cerró la puerta del taxi al que se subió Jessica, pues la chica iría a cenar a casa de unas primas.

—Te veo mañana en la oficina —le dijo su novia por la ventanilla del auto.

—Estaba pensando que podríamos ir al cine después, ¿te parece?

—Me encanta la idea.

Se inclinó para alcanzar los labios de Jessi, dándole un beso fugaz. Se quedó de pie viendo cómo el auto se alejaba. Se sentía terrible cuando veía los ojos de su novia. Recordó las veces que Pablo le había advertido sobre lastimar a Jessica. Ella se había ofendido, pero en esos momentos quería golpearse la cabezota. Intentó tranquilizarse y restarle importancia al beso en la azotea del hotel. No era la primera vez que besaba a otra chica teniendo novia. Antes no había significado nada y en esa ocasión tampoco lo haría. Lo único que tenía que hacer era mantenerse lejos de Regina.

Cuando se metió a su coche buscó un audiolibro para distraerse. Así que todo el trayecto a su casa había tenido que imaginarse a Spike, el perro que pastoreaba ovejas, corriendo por los campos verdes. Odió con toda su alma haberle dado play a esa basura.

Estaba aparcando en su edificio cuando la historia de Spike fue interrumpida por una llamada. Se le heló la sangre al ver aquel nombre en la pantalla: «Regina».

Cuando meses atrás había colocado el número en su lista de contactos, jamás creyó posible que lo utilizara y mucho menos que un día recibiría una llamada de su examiga. Sin embargo, ahí estaba.

—¿Sí? —dijo con nerviosismo. Del otro lado hubo silencio—. ¿Regina?

—Ven a Central Médica. —Se escuchó.

—¿El hospital? ¿Qué pasó?

—Manuel tuvo un accidente. Apúrate, Paulina te necesita.

Sin perder tiempo, el Golf salió disparado hacia su destino. Mauri esquivaba coches y daba bocinazos para quitarlos de su camino, en lo que le pareció una eternidad al volante.

Cuando entró al lugar, corrió por el pasillo hasta que llegó a una amplia recepción llena de sillones. Regina levantó la mano para captar su atención, cosa que no era necesaria pues Mauri la había visto apenas poner un pie ahí.

—¡Mauri! —Paulina se le echó al cuello, llorando. Los ojos de la pelirroja estaban clavados en los de la castaña, que parecía bastante apenada e incómoda—. Manuel… un tráiler… él… —Paulina no pudo acabar la frase, haciendo que Mauri creyera lo peor.

—Está vivo —aclaró con suavidad Regina, que seguía con la mirada clavada en ella—. Pero…

El llanto de Paulina aumentó. La pelirroja sostuvo a su hermana con todas sus fuerzas, ya que las piernas de Paulina flaquearon.

—Siéntate aquí.

—Iré por un tranquilizante —le dijo la castaña antes de caminar rumbo a la farmacia.

—Pau, por favor intenta calmarte. No pienses en cosas malas… —Pero su hermana parecía no escuchar nada de lo que ella decía. En su rostro solo había desesperación—. Manuel es fuerte.

Mauri se sentó junto a su hermana y la abrazó, mientras veía a Regina al otro lado pagando los medicamentos. La chica regresó hasta donde ella se encontraba.

—Pau, toma esto. —Regina puso una pastilla en la mano de Paulina y le entregó una botella de agua—. Le llamé a tu madre —dijo entonces Regina sin mirarla a los ojos—. Pasaron por Josh a la casa donde estaba jugando. Lo cuidarán hoy.

—¿Le dijeron algo?

—Que sus papás tuvieron que salir de viaje unos días para trabajar.

Paulina soltó un quejido y se abrazó más a ella. Mauri le acarició el cabello para que se relajara.

—¿El doctor dijo algo?

Fue entonces que Regina la miró y negó lentamente con la cabeza.

—Hay que esperar. Lo operarán —susurró la castaña.

Después de unos minutos, Paulina prácticamente se había quedado dormida por efecto de las pastillas. Mauritania al fin pudo acomodarla bien sobre el sillón y enderezar el brazo que había mantenido flexionado para sostenerla.

—Gracias —le dijo entonces a Regina, que se había quedado callada ese tiempo—. Por estar aquí —aclaró.

—De nada. Estaba con ella en el gimnasio… no podía dejar que condujera. Dejamos su auto en el estacionamiento, hablé con el encargado. Puedes pasar por él ahí.

—Le pediré a Pablo que pase a buscarlo. —Sacó su celular para enviarle un mensaje al chico. De reojo pudo notar que Regina la observaba. Sintió que la cara le ardía. ¿Debía decir algo sobre el beso? Cuando levantó la vista, la castaña la apartó—. Si tienes algo que hacer… es decir…

—No. Está bien. Quiero quedarme.

—Gracias. Y… —Carraspeó—. Regina… —La pelirroja giró el cuerpo hacia la castaña, que se puso de pie y dio un par de pasos hacia atrás.

—¿Quieres algo de la máquina? —le preguntó la chica buscando algo dentro de su bolso—. ¿Papas? ¿Un refresco? ¿Chicles?

—No, gracias.

—Iré por algo —dijo su examiga con prisa.

—Pero…

—Sed, ya sabes. La boca reseca… hay calor aquí ¿no crees?

—¡¿Quieres esperar un poco?! —Mauri caminó hacia su examiga, que se había quedado inmóvil mirando como se acercaba. Las mejillas de aquella estaban más rojas que nunca—. Es obvio que… —Se detuvo intentando descifrar la expresión congelada de la castaña—. Que… —Dio un paso más.

—Creo que este no es lugar para discutir —interrumpió Regina.

—No quiero discutir. Quiero disculparme —dijo con tranquilidad—. Por todo lo que te dije y… lo que pasó… —titubeó—. Claramente fue un error.

—Sí —apoyó la castaña—. También debo disculparme. Fui muy grosera. Dije cosas horribles, no merecías nada de eso.

—No te preocupes, todo está bien. Creo que debemos regresar a como era antes. ¿No te parece?

—¿A no hablarnos?

—Pues… al menos no peleabas conmigo todos los días —dijo Mauri encogiendo sus hombros.

—Es que no quiero que las cosas se confundan.

—Ni yo. Por un momento en verdad creí que… fue una tontería, es claro que el alcohol distorsionó las cosas —dijo sintiéndose patética. Era obvio que Regina no sentía nada por ella. No lo había sentido antes y mucho menos en esos momentos—. No debí propasarme contigo. Me siento terrible, por favor perdóname —terminó con sinceridad tratando de controlar el temblor en su cuerpo.

—No te preocupes, yo también hice cosas que no debía… Y sí, seguro fue por la bebida. Había tomado muchas copas y… no pasa nada. Solo fue un beso.

—¡Exacto! Un beso no es nada. Es como besar una mejilla.

—¿Te parece si mantenemos esto en secreto?

—No tienes ni que pedirlo.

Ring ring.

El teléfono de la castaña sonó fuerte.

—Debo atender. —Regina se alejó un poco, pero aún así Mauri pudo escuchar—. ¿Qué pasó? —Le preguntó la chica a la persona al otro lado de la línea—. Te envié un mensaje explicando la situación. —De verdad parecía contrariada—. Es un asunto delicado Carlos, no me quedé a jugar.

—Don perfecto —susurró Mauri. Regina la miró un segundo. ¿La había escuchado?

—Anda a la fiesta, veré si te puedo alcanzar luego. —Y Regina cortó la llamada—. Lo siento. Hoy es la posada del despacho y Carlos no quiere ir solo.

—No tienes que meterte en problemas con él. Vete, me quedaré con Paulina.

Justo en ese momento, la mujer tumbada en el sillón soltó un ronquido.

—Quiero quedarme. Seguro ella haría lo mismo por mí.

—En ese caso… —Mauri hizo un ademán para cederle el paso hacia los asientos, así que la castaña se acomodó a la derecha de Pau, que seguía roncando—. Aunque… ibas por unos chicles, ¿no?

Regina no contestó, solo le lanzó una mirada y sonrió mientras negaba con la cabeza.

—¿Crees que Josh esté bien? —preguntó la castaña ignorando su comentario anterior.

—Seguramente mi padre le está contando historias de su juventud y mi madre lo está llenando de calorías. Tal vez deba ir por él mañana.

—¿Por qué?

—Mis papás son excelentes con Josh, pero ya no están en edad para seguirle el paso a ese pequeño ser maligno. Y no sé cuánto tiempo tenga que estar aquí Paulina…

—Pues… por lo que escuché, fue un accidente terrible. Un choque frontal. Esperemos que todo salga bien, Manuel es un tipo que tiene muchos motivos para quedarse.

—Todo esto… —Mauri miró a su alrededor—. Recuerdo cuando destrocé mi auto, fue… —Se detuvo de pronto y giró el rostro hacia Regina, que la miraba asombrada.

—¿Tuviste un accidente?

—Sí, hace mucho —respondió ella carraspeando.

—¿Cuándo?

—No recuerdo bien. ¿Quieres papas?

—Mauritania… —Regina la miró con advertencia, haciendo que Mauri recordara aquel gesto tan habitual en tiempos pasados.

—Fue después de… cuando dejamos de hablar. Bebí mucho y… pero sobreviví. —Se apresuró a aclarar lo obvio.

—¿Estuviste mucho en el hospital?

—Casi dos meses.

—¡¿Dos meses?! ¡¿Por qué no me llamaste?!

Se quedó callada unos segundos, estudiando la reacción de su examiga. La chica de verdad parecía muy ofendida.

—Pues… no le vi ningún sentido.

Regina apretó la mandíbula y desvió la mirada. Mauri prefirió no decir nada más y se entretuvo acariciando el cabello de su hermana, que respiraba acompasadamente. Eran raras ya las ocasiones en que veía a Paulina dormida.

—Hubiera venido a verte. —Se escuchó de pronto. Mauri regresó los ojos hacia los de la castaña, que tenía la mirada un poco húmeda—. Hubiera venido —repitió aquella—. Si tu familia me hubiera llamado…

—Paulina quería. Pero le pedí que no lo hiciera y, por primera vez en su vida, me hizo caso.

Regina se cruzó de brazos y la miró feo.

—Que mal, Mauritania.

—Bueno, si te hace sentir mejor te llamaré la próxima vez que me pase algo.

—Eres una tonta.

—Mmm… Mmmaa —balbuceó Paulina entre sueños.

—Tranquila —le dijo Mauri a su hermana volviendo a acariciar su cabello.

—¿Dónde está Jessica? —preguntó Regina.

La pelirroja pensó un momento si era buena idea hablar sobre su novia. No encontró objeciones reales.

—Fue a casa de unas primas.

—Cierto —dijo Regina asintiendo—. Olvidé que envió un mensaje a nuestro grupo. Y… por lo que dijiste… sobre vivir con ella. Creo que es una buena idea. En serio.

—Si, yo también —dijo Mauri algo asombrada por el cambio de opinión de la castaña—. Creo que ella es.

—Ella es ¿qué? —Regina levantó una ceja esperando que le aclarara ese punto.

—La elegida. No sé… creo que… sí, ella es.

—Si… Jessi… está loca por ti. —Regina se acomodó mejor en su lugar—. Seguro será una buena compañera.

—¿Como Carlos?

—¿O quieres decir «Don Perfecto»? —preguntó la castaña sonriendo. Mauri la imitó—. Sí, él es fantástico.

—Supongo que eso pasa cuando conoces a la persona indicada, ¿no? Sientes esa conexión que hace que todo sea mejor cuando estás a su lado.

—Sí… —Regina la observó, pensativa—. Así es —susurró—. Entonces las dos tenemos lo que siempre quisimos.

—Supongo que sí.

Accordion title 12

Por besarte



Regina
Se encontraba terminando los informes que presentaría a Lorena y al resto del equipo en su reunión semanal. Desde que habían estado juntas en el hospital dos días antes, Regina no había visto otra vez a la pelirroja y tenía sentimientos encontrados por eso, ya que por un lado se había sentido en paz con ella, y por otro lado la escena del beso volvía a su mente con frecuencia. Se repetía una y otra vez que era algo que no debía tener importancia, incluso Mauri se la había restado, pero las sensaciones que tuvo la perturbaban.

Suspiró en su lugar mientras la impresora terminaba de hacer su trabajo… ¿Qué le pasaba con Mauritania? Quería huir de ella, no verla nunca, pero luego corría hasta donde sabía que ella se encontraba. A veces parecía que se odiaban y luego hablaban con total confianza. Todo era muy confuso.

Escuchó una risa infantil en el pasillo fuera de su oficina y pasos de personas corriendo, así que caminó hasta su puerta. El pequeño Josh utilizaba una silla para mantenerse lejos de Pablo, que intentaba atraparlo.

—¡Ven aquí o te acusaré con tu tía! —exigió el asistente de Mauri mientras María reía a carcajadas.

—¡Atrápame si puedes, lento! —se burló Josh.

—Hola. —Saludó Regina captando la atención del niño, que ensanchó su sonrisa y corrió hacia ella, abrazándola.

—¡Te estaba buscando! —declaró el pequeño.

—¿Cómo sabías que estaba aquí?

—Mi tía me lo dijo —confesó Joshua.

—¿Y dónde está Mauri? —le preguntó a Josh tomando su mano para llevarlo por unas galletas a la sala de café.

—Con la señora alta.

—Ah, con Lorena. ¿Qué te parece si mientras esperamos…? ¡Tadá! —La castaña abrió una gaveta y sacó un paquete de galletas con chispas de chocolate.

—¡Sí quiero!

—Contadora, ¿podrías cuidarlo un rato? —preguntó Pablo tumbándose sobre una silla, sudando.

—¿Te venció un niño de cinco años? —se burló ella.

—Creo que comió pulgas, ¡no para de correr! —se quejó el chico.

—Es un niño, es normal que sea tan inquieto. ¡Y es adorable! —Regina abrazó al pequeño, al que había subido a la barra y que en esos momentos mordía su galleta con cara de ternura. Regina siempre había tenido debilidad por ese pequeño.

—Entonces es todo tuyo —dijo Pablo levantándose de su lugar para huir de ahí. Jessica apareció.

—Ahí estás —comentó la chica con alivio—. Regi, tengo los papeles que me pediste. El tonto repartidor los dejó en la oficina de Arturo —dijo con fastidio—. ¿Quién es este niño?

—¡Soy Josh! —anunció el pequeño con orgullo.

—¡Qué bonito nombre! —Jessi se acercó—. ¿Y qué haces aquí? ¿Viniste a trabajar?

—No, yo no trabajo, ¿verdad? —le preguntó el niño a Regina—. Aunque a veces mi tía me paga por ayudarla a conseguir chicas en el parque.

—¿Tu tía? —Jessica miró a Regina, como si creyera que el pequeño estaba refiriéndose a ella.

—Es el sobrino de Mauri —dijo la castaña intentando contener la risa.

—¡¿Qué?! —Jessi observó mejor al niño de cabello rojizo y se cruzó de brazos—. ¡Así que le consigues citas a tu tía!

—Sí —afirmó Josh como si nada, comiendo otra galleta—. Me da dinero luego o me lleva al cine.

—Tranquila, Jess. Seguro eso fue antes —dijo Regina intentando tranquilizar a su amiga, que tenía aún el ceño fruncido.

—Mauri no me dijo que traería a su sobrino… —comentó Jessica.

—Mi tía está hablando con una señora y me aburrí mucho. ¡Por eso vine a buscar a Regi!

—¿Lo conocías? —le preguntó Jess a Regina, que pensó un segundo su respuesta.

—Sí. Su mamá y yo somos compañeras de gimnasio.

—¡Y mi tía Mauri habla mucho de ti! —dijo de repente el niño, que se tapó la boca de inmediato. Regina sintió que la cara le ardía cuando sus ojos se cruzaron con los de Jessica.

—Josh, seguro estás confundido. —La castaña le dio más galletas al pequeño para que dejara de hablar. Jessica seguía viéndola—. Entonces, los papeles… necesito que los integres al balance anual.

—Claro… yo lo hago —dijo la chica de cabello negro antes de esbozar una ligera sonrisa y marcharse.

—¿Ya me llevarán a mi casa? —preguntó el niño.

—No lo sé. Creo que te quedarás unos días con tu tía Mauri.

—Pero yo quiero estar en mi casa para navidad. Falta poco, ¿verdad?

—Eh… algunos días, sí —mintió ella. ¿Cómo le decía a Josh que la navidad sería en dos días y que él la pasaría sin sus padres?

—¡¿Qué le pediste a Santa?!

—Pues… —Lo que pensó le hizo gracia—. Que los preparativos de mi boda se hicieran solos.

—¡¿Te vas a casar?! —El niño abrió mucho los ojos.

—Sí, ¿por qué?

—Yo también me quiero casar.

—¿Y con quién?

—Hay una niña en la escuela que a veces juega conmigo. Si nos casamos podríamos jugar todos los días —dijo Joshua muy emocionado.

—¡Eso sería perfecto, Josh! Seguro serás muy feliz con ella… y… eh… por cierto, ¿qué es lo que te ha dicho tu tía sobre mi?

—Pues… a veces me cuenta cosas de cuando era joven, ahora ya está viejita —respondió Josh mientras metía la mano en la caja de galletas.

—¿Y qué cosas te cuenta?

El niño pensó un momento.

—Que antes salían a bailar… —Josh masticaba mientras seguía pensando—. Que siempre la regañaban por tu culpa… Dijo que eres la chica más bonita que hay. Aunque eso no es cierto, mi mamá es la más bonita —declaró Josh con inocencia.

—En eso tienes razón, por eso tú también eres muy guapo —le dijo Regina al pequeño, pellizcando sus cachetes—. ¡Y te acabaste todas las galletas!

—Es que tengo mucha hambre.

—¿A qué hora comiste?

Josh se encogió de hombros.

—Mi tía me dio un jugo en el camino.

—¡¿No te…?! ¡Mauritania!

—¿Qué?

Regina se sobresaltó al escuchar esa voz detrás de ella. Mauri tenía cara de confusión.

—¿No le diste desayuno a Joshua?

—¡Es que nos quedamos dormidos! Justo ahora iba por algo… —La pelirroja pasó la vista por las gavetas.

—Solo había galletas y ya se acabaron —dijo Regina.

—Perdón, Joshy. —Mauri pensó un segundo—. Saldré un momento a comprarle algo. Regina, ¿lo puedes cuidar? Porque es obvio que Pablo no puede con él.

—Claro, aunque… —La castaña miró su reloj—. La reunión ya va a empezar, así que mejor date prisa.

—¡Sí tía, date prisa! —exigió Josh sobando su barriga.



Mauri
Escuchaba atenta las indicaciones que Lorena acostumbraba dar antes de concluir sus reuniones. Aquello se había prolongado más de lo habitual y estaba algo preocupada por su sobrino. Sin querer miró a Regina, descubriendo que la chica también la observaba. La castaña tomó su celular, que hasta el momento estaba descansando sobre la mesa, y tecleó. Enseguida algo vibró en el bolsillo de Mauri.

—«¿Qué te pasa?» —decía el mensaje de Regina.

—«Quiero ver si Josh está bien».

—«Seguro lo está. Supongo que irás al hospital después».

—«Sí. Primero dejaré a Josh con mi madre y no sé si eso será bueno».

—«¿Por qué? ¿Qué sucede?»

—«Tiene dolores de espalda. No creo que pueda correr detrás de él».

Mauri vio a Regina leyendo su mensaje, dejando luego su celular de nuevo sobre la mesa. La castaña había decidido regresar su atención hacia Lorena. Cuando su jefa dio por terminada la junta, Mauri corrió a buscar a su sobrino, que estaba en su oficina torturando a Pablo.

—¡Eres un tramposo! —gritaba su asistente.

—¿Qué hacen? —quiso saber ella.

—Jugamos con un memorama que Maria imprimió para Josh.

—¿Y qué tal? —preguntó ella arrodillándose junto a su sobrino que estaba sentado sobre la alfombra.

—¡Gané! —dijo triunfal el niño.

—Es que eres un genio como yo. Pablo, muchas gracias por cuidarlo. Sé que estos días han sido maratónicos.

—Puedes agradecerme con un aumento de sueldo —dijo aquel poniéndose de pie de un salto—. Entonces si ya no hay nada más, jefa…

—No, ya está. Vete a disfrutar tus días libres. Pásala muy bien con tu familia. —La pelirroja le dio un abrazo al chico.

—Gracias. Si necesitas ayuda con algo llámame, ¿de acuerdo?

—Seguramente lo haré.

Cuando Pablo se fue, ella se quedó pensando en lo que debía hacer: ir con su madre, pasar a casa de su hermana por algo de ropa para llevarle y quedarse en el hospital hasta la noche.

Su familia estaba realmente preocupada por Paulina, pues se había negado rotundamente a moverse del hospital donde Manuel continuaba en terapia intensiva. Después de la operación, su cuñado aún permanecía en estado de gravedad, así que Mauri debía dividirse entre el trabajo, cuidar a su sobrino, estar con su hermana y pasar algo de tiempo con su novia.

Cuando escuchó la puerta de su oficina abrirse, creyó que se trataba de Jessica, pero no. Era Regina.

—Hola. Vine por Josh.

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—¿Qué? —La pelirroja creyó haber escuchado mal.

—Es claro que tú estás a punto de un colapso, tus padres tienen suficiente ya con turnarse apoyando a ya sabes quién en ya sabes donde. ¡Además dijiste que tu madre anda con dolores! Así que… déjame cuidarlo hoy.

—Gracias, pero… eh… no quiero abusar Regina, seguro tienes cosas que hacer. Son tus días libres…

—Mi novio estará trabajando hasta tarde, así que básicamente estaré sola en casa y necesito un compañero fuerte a mi lado. ¿Qué opinas, Joshy? —le preguntó Regina al niño al darse cuenta que tenía sus ojos sobre ellas.

—¡Déjame ir, tía Mauri! —suplicó el pequeño acercándose—. ¡Quiero ir con mi tía Regi!

A Mauri la pusieron muy nerviosa aquellas palabras del niño y pudo notar el sonrojo de Regina.

—Claro. Yo… eh… —Carraspeó—. Puedo pasar por él más tarde —dijo mirando a la castaña.

—No hay problema. Puedes pasar a la hora que sea.

—Bien. Tengo sus cosas en el coche…

—Sí, los acompaño.

En ese momento Jessica apareció.

—Regi, creí que te habías ido —dijo Jessica algo sorprendida de ver a su amiga ahí.

—Solo pasé por Josh —aclaró la castaña.

—¿Por Josh? Creí que lo llevarías con tu madre —dijo Jessi cruzando una mirada con Mauri.

—¡Me quedaré con mi tía Regi! —gritó el pequeño dando brincos en su lugar.

—Eso es fantástico, Josh… Mauri, quería comentarte algo… —Jessica miró a Regina.

—Josh y yo podemos esperarte en el estacionamiento. Terminen sus asuntos con calma. Ven, Joshy —dijo la castaña rápidamente.

Mauritania se quedó en su lugar sin decir nada, observando a su sobrino salir de la oficina de la mano de Regina.

—¿Qué pasa? —le preguntó a su novia.

—Eso quisiera saber, Mauri. Estos días te he ofrecido mi ayuda muchas veces y la rechazaste, ¿pero aceptas la de Regina? ¡Oh, perdón! «Tía Regi».

—Jessica, no malinterpretes las cosas. Regina y mi hermana son amigas, Josh la conoce desde… ¡ni siquiera sé desde cuando!

—¿Segura que es eso?

—¿Qué más sería? —preguntó Mauri con nerviosismo.

—No sé, solo que de repente Regina está metida con tu familia, te habla como si tuviera una relación cercana contigo ¡cuando ni siquiera se soportaban!

—¿En serio estamos teniendo esta discusión? ¡Ya te dije que Regina es amiga de mi hermana! ¡Ella la llevó al hospital cuando pasó el accidente! ¡Ella me llamó para avisarme! ¡Entiende que es amiga de Paulina, no mía!

—¿Y por qué ella nunca ha mencionado a tu hermana aquí? ¡Yo ni siquiera sabía que tenías una hermana hasta que tú me dijiste! ¡¿Por qué tanto secretismo?! ¡¿Y por qué si se supone que Regina y tu hermana son grandes amigas, tú no habías mencionado nada antes?!

—¡No lo sé! ¡Solo son cosas que pasan, ¿sí?! ¡¿Puedes parar esto por favor?! ¡Mi cuñado está en coma y tú me haces una escena por una tontería! ¡Si tienes dudas sobre Regina y sus amistades pues ve a preguntarle a ella! —Mauri de verdad estaba molesta, pero no con Jessica, sino con ella misma. Se sentía abrumada por mentirle a la chica con la que supuestamente haría todo bien. ¿Por qué no se había sincerado con ella desde el inicio?

—Lo siento… —Jessi bajó la voz—. Solo déjame ayudarte. Puedo estar con tus padres, cuidar a tu sobrino, estar con tu hermana.

—No.

—¿No quieres que me conozcan?

—Claro que quiero, pero no así. Mis padres… esto es… solo hay que esperar a que esto acabe ¿sí? Confío en que Manuel despertará pronto y lo llevaremos a casa. Cuando todo se estabilice, te los presentaré —dijo Mauri tomando las manos de su novia.

—Soy una tonta —murmuró la chica, sonriendo con pena—. Perdón, es que me puse celosa de que un niño prefiriera a Regina.

—Solo recuerda quién es mi novia.

—Perdón por pensar que Regina y tú… —Jessica soltó una carcajada—. Ahora que lo pienso es algo totalmente estúpido.

Mauri abrazó a su chica para ocultar su rostro. Debía hacer algo por mantener su vida en calma, debía dejar atrás el caos que tenía dentro. ¿Cómo?



Regina

Después de estar varias horas jugando con su pequeño invitado, aquel había caído profundamente dormido. Regina se dedicó entonces a recoger todo lo que había quedado tirado en la cocina y sala. Debía admitir que pasar aquellos momentos con Josh le gustaba mucho. Sentía que conocía muy bien al niño, pues lo había visto en repetidas ocasiones acompañando a su madre, además de que Paulina hablaba mucho de él durante sus charlas en el gimnasio.

Según el reloj en la pared, eran casi las once de la noche. ¿Mauri iría ya? Aquel pensamiento la hizo sentir un cosquilleo en el estómago sin poder evitar sonreír. Si de algo estaba segura, era que le gustaba mucho llevar la fiesta en paz con la pelirroja. Era gratificante charlar con ella de nuevo y aunque las circunstancias en ese momento eran tristes, al menos estaban sirviendo para tener un trato cordial entre ellas.

La luz de un auto le indicó que alguien había aparcado en su entrada. Regina corrió hacia la puerta para recibir a Mauri. Su sonrisa se apagó cuando descubrió que quien había llegado era su novio.

—¿Aún despierta? —le preguntó Carlos, que tenía cara de cansancio.

—Sí… es que hay un hombre en casa conmigo —dijo bromeando, mientras su novio levantaba una ceja por la confusión que sus palabras le causaban.

—¿Tu padre está aquí?

—No, no. Es alguien mucho más agradable que mi padre. Es Josh, ¿lo recuerdas? El hijo de mi amiga Pau…

—¡Ah, sí, sí! La del gym, ¿no? La hermana de Mauri. —Entonces Regina recordó que Carlos tenía ya algunos antecedentes de su amistad con Paulina—. ¿Y por qué está aquí? —preguntó su prometido mientras sacaba una cerveza del refrigerador y bebía un sorbo de su contenido.

—¿Recuerdas lo del accidente? —dijo ella bajando un poco la voz. Carlos asintió—. Bueno, las cosas andan un poco en caos así que me ofrecí a cuidarlo hoy mientras Mauri acompaña a Paulina en el hospital.

—Que bien, amor. —Carlos le besó los labios—. Eres muy amable siempre. Y me alegra ver que Mauri y tú ya hicieron las paces.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —preguntó con nerviosismo.

—Pues… se pelearon en la fiesta ¿’verdad?

—¿Por qué crees eso? —Regina sentía que la cara le ardía.

—Vi que Mauri te llamaba y tú la ignorabas… ¿Hay problemas en el trabajo?

—Sí, algunos —mintió—. Mi trabajo es controlar los gastos publicitarios de Mauri —exageró.

—Y se nota que sabe gastar muy bien. ¿Viste los rines de su auto? ¡Uuff! —Carlos resopló.

—¿Qué tienen sus rines? —A ella le parecían tan comunes como los demás.

—Nada, mi amor —dijo Carlos negando con la cabeza—. Me daré una ducha. Estoy muerto. ¿Crees que Mauri llegará tarde?

—No lo sé. Mientras tanto adelantaré unas cosas de la oficina.

—De acuerdo. —Su prometido bostezó y se rascó la cabeza—. Iré a la recámara.

Regina se acomodó en la sala, pero no se puso a trabajar. Solo se quedó ahí disfrutando del silencio de medianoche. Los siguientes días estaría fuera de la oficina, pues Lorena les había concedido un descanso para disfrutar las fiestas navideñas con sus familias. A Regina no le entusiasmaba mucho pensar en la cena en casa de sus padres, pues estaba segura que el tema principal sería su boda. Había acordado con ella misma relajarse esa semana y retomar los preparativos que faltaban empezando el año, pues se sentía agotada.

Cerró los ojos y recostó la cabeza en el respaldo de su elegante sillón, decidiendo si sería buena idea llevar un postre comprado a la cena, ya que no tenía ánimos de prepararlo ella misma, pues eso seguro le traería críticas de su madre. Cada año sus padres tiraban la casa por la ventana en la fiesta navideña, ya que según las palabras de su madre, debían «festejar el cumpleaños de Jesús como se merece un rey». Por ese motivo la mujer invitaba a todo el clan familiar a una reunión planeada milimétricamente a la perfección. Cuando eran adolescentes, Mauri solía asistir a la dichosa fiesta anual, llamándola «la cena de reclutamiento», haciendo alusión a la carrera militar de su padre y a las ansias de su madre de evangelizar en el catolicismo a todos los presentes.

Llegó a su mente el recuerdo de un día de navidad muchos años atrás, cuando después de la cena, Mauri y ella se habían encerrado en su habitación a entregarse los regalos.

—Si aquí no hay un auto, me voy a decepcionar —dijo Mauri sacudiendo una caja con moño, sentada frente a ella sobre el colchón con las piernas cruzadas.

—¿Para qué quieres un auto, Tini? Tienes quince años.

—¿Y qué? ¡Quiero correr por las calles! —declaró la pelirroja con impotencia.

—Tus padres nunca te darán un auto. Tendrás que esperar a tener un empleo y comprarlo tú misma.

—Eso no me ayuda, Yiyí.

—¡Ya cállate y abre el regalo!

—De acuerdo, gruñona. —Mauri miró otra vez la caja entre sus manos. Era de tamaño mediano y Regina había puesto mucho empeño en envolverla y decorarla. De un movimiento, la pelirroja rompió el papel rojo y verde.

—¡Mauritania, con cuidado!

—¿Usarás el papel para el siguiente año o qué? —se burló la chica y regresó su atención al obsequio—. Es… eh… ¿Otra caja? —Mauri parecía muy confundida.

—También tienes que abrirla.

—¿Estaré toda la noche abriendo cajas? —preguntó su amiga con una mueca cínica. Regina adoraba ese gesto.

—No —dijo negando con la cabeza, sintiendo sus mejillas arder. ¿Debía continuar con aquello? ¿O debía abortar la misión?

Los ojos de Mauri se clavaron en ella, haciendo que la castaña se sintiera intimidada. La chica abrió la última caja, en la que había una fotografía de ellas juntas y una nota que decía: «Vale por un primer beso».

Entonces el carmín cubrió las mejillas de Mauritania, que abrió la boca para hablar, pero ningún sonido salió de sus labios. Lo intentó de nuevo y dijo:

—Es una linda foto, Yiyí… eh… ¿de verdad quieres…?

—Eres mi mejor amiga. No se me ocurre mejor persona que tú.

—De acuerdo. —Mauri se acomodó frente a ella y se quedó inmóvil por algunos segundos.

—¿Qué? —Regina parpadeó varias veces, incómoda por el repentino silencio.

—Pues… acércate.

—¡Acércate tú!

Mauri frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—¡Es mi regalo! ¡Tú debes besarme! —se quejó la chica esbozando una sonrisa maligna.

—¡Eres odiosa, Mauritania!

Regina lo pensó un momento y luego, con bastante torpeza, se aproximó a su amiga, que de nuevo se había quedado muda y la observaba con incredulidad. Lentamente, acercó su rostro al de la pelirroja, que seguía quieta y no se perdía ningún movimiento suyo. Los segundos parecieron infinitos, mientras su corazón golpeaba muy fuerte su pecho. Regina sintió miedo de que sus latidos se escucharan por toda la ciudad. Mauri cerró los ojos, haciendo que el cosquilleo en el estómago de Regina aumentara. ¿De verdad besaría a su mejor amiga? Sí. Quería hacerlo. Sintió la respiración de la pelirroja golpear su rostro por un breve momento, hasta que esa sensación fue reemplazada por una caricia en sus labios. Se estremeció cuando Mauri movió un poco la boca para devolverle el beso. Sentía calidez en su rostro, humedad en sus labios, cosquillas en todo el cuerpo. También con los ojos cerrados, Regina presionó un poco más su boca contra la de su amiga. Aquello era fantástico. Se atrevió a sujetar el rostro de Mauri con ambas manos, continuando suavemente con lo que hacía. Fue incapaz de separarse de esa boca. Aquello era lo más tierno y maravilloso que había sentido.

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Regina escuchó dos golpes en la puerta. De un salto regresó al presente, a aquella sala. Se apresuró a ir hacia la entrada, sintiéndose aún aturdida por lo que tenía en su mente segundos antes. Cuando abrió la puerta y se encontró con los ojos de Mauri, las sensaciones de aquel primer beso volvieron a su cuerpo.

—Hola. —Saludó, abrazándose a sí misma para controlar sus escalofríos.

—Hola —dijo de vuelta Mauritania. Entonces Regina se percató de su semblante.

—¿Estás bien?

—Sí, ¿por?

—Te ves muy mal.

—Estoy muy pero muy cansada.

—Mauri… —Regina miró a la chica con compasión—. Te hubiera llevado a Josh a tu departamento o me lo hubieras dejado aquí.

—¿Cómo crees? —Mauri torció una sonrisa cansada.

—Te quiero ayudar.

—Y de verdad lo hiciste bastante hoy. Muchas gracias.

—Pasa —dijo haciéndose a un lado para dejar que la pelirroja entrara. Pero Mauri se quedó en su lugar.

—Puedo esperar aquí.

—No seas tonta, está haciendo frío. Entra mientras voy por Joshy.

La pelirroja no parecía muy feliz por aquello, pero Regina no estaba dispuesta a dejarla afuera. Era muy extraña la escena, pues la castaña nunca creyó que Mauritania estaría un día parada en medio de su sala.

—Linda casa —comentó la chica.

—Gracias, ¿quieres algo?

—Una cama —respondió Mauri, negando enseguida con la cabeza—. No tu cama, ¿eh? Mi cama, es que… quiero dormir —aclaró la sonrojada chica.

—Sí, eh… entendí eso… Siéntate, voy por tu sobrino.

Regina caminó lo más rápido posible hasta la habitación de invitados, intentando calmar sus ganas de decirle a Mauri que se veía adorable con las mejillas sonrojadas. Tomó la mochila de Josh, se la echó al hombro y luego cargó con cuidado al pequeño, colocando una pequeña cobija sobre él para cubrirlo del frío de afuera.

Cuando volvió hasta donde estaba Mauri, la pelirroja seguía inmóvil en su sitio, como si tuviera miedo de tocar algo dentro de esa casa. Eso hizo sentir algo mal a Regina, pues cuando ella la había visitado en su departamento, habían charlado y bebido algo. Sentía que no era tan servicial como esa chica.

—¿Se portó bien? —Mauritania abrazó a Josh, que enseguida acomodó su cabeza en el hombro de su tía.

—Excelente. Es un niño divino.

—Gracias por cuidarlo, Regina. De verdad aprecio mucho todo lo que hiciste.

—No es nada. Seguro harías lo mismo por mí —dijo con un hilo de voz, topándose con la seriedad de la pelirroja, que parecía pensar si aquella afirmación sería real. Después de un breve momento respondió:

—Sin duda correría a ayudarte. —Mauri desvió la mirada y tomó la mochila que ella había dejado sobre el sofá.

—Me preocupa que conduzcas así hasta tu casa.

—No estoy ebria… aunque conduzco mejor borracha —bromeó la pelirroja, caminando hacia la salida.

—Si, lo recuerdo —murmuró ella siguiéndola hasta la puerta—. Déjame ayudarte con todo eso.

Le quitó a Mauri las cosas que traía colgadas del hombro, pues la chica ya tenía suficiente cargando a su sobrino hasta la calle. Caminó en silencio hasta el auto de la pelirroja, que acomodó al niño en el asiento trasero.

—Listo —anunció Mauri extendiendo la mano para recibir la mochila.

—¿Me haces un favor? —pidió ella entregando las cosas.

—Claro.

—¿Me llamas cuando llegues a tu departamento? —Regina tardó un momento en atreverse a mirar los ojos de Mauri y cuando lo hizo, descubrió sorpresa en aquella mirada.

—Sí.

—Bien… descansa.

—Tú también. Gracias.

—Cuando quieras. De verdad —enfatizó.

Mauri esbozó una sonrisa y subió a su coche. Regina se quedó de pie en la acera. Cuando el auto rojo se perdió en la noche, la castaña se metió a su casa y se preparó para dormir, teniendo cerca de ella su celular, que miraba cada pocos segundos esperando la confirmación de que Mauri y Josh habían llegado a salvo a casa.

Estaba por meterse a la cama cuando la pantalla de su móvil se encendió, anunciando la llamada de Mauri.

Reportando que todo está en orden. El pequeño está dormido a mitad de mi cama y yo tendré que resignarme con una esquina del colchón. —Escuchó Regina apenas puso la bocina en su oreja.

—Es el sacrificio que una buena tía debe hacer —dijo saliendo rápido de la habitación para poder hablar con libertad—. Gracias por… llamar. —Se tapó el rostro con una mano, tratando de encontrar las palabras para continuar hablando.

Gracias a ti por estar pendiente.

—¿Y… qué harás mañana?

Pasaré todo el día con Paulina. Mi mamá se empeñó en cuidar a Josh. Dijo que aunque no podamos decirle que es Nochebuena le preparará una rica cena.

—Que terrible. De verdad deseo que Mauel se recupere pronto.

Yo también. Odio a mi hermana, pero odio aún más verla sufrir.

—Ella tiene mucha suerte por tenerte. —Regina se sintió muy apenada en cuanto aquella frase salió de su boca. El silencio en la línea la hizo sentir más avergonzada.

¿Qué plan tienes mañana? —Se escuchó de pronto.

—Cena en casa de mis padres.

Mauri soltó una carcajada, haciendo que Regina sonriera. La castaña se apoyó en la pared e intentó imaginar a la pelirroja en su departamento.

Reclutamiento, ¿eh?

—Sí, lo mismo de siempre, ya sabes.

Que aburrido, Regina.

—Lo sé. Pero mi madre me matará si no asisto. ¿Recuerdas cuando nos escapamos por la ventana una vez?

Sí. —Mauri volvió a reír—. ¿Qué edad teníamos?

—Dieciséis. Fuimos a ver el espectáculo en el centro. Según tú sería lo más genial del mundo y fue un fiasco.

¡Calla! Creí que iba a estar bueno —se defendió la pelirroja.

—Fueron buenos tiempos, ¿no?

Sí. Lo fueron.

De nuevo silencio, pero en esa ocasión Regina no se sintió incómoda. Era más bien como si se hubiera conectado con el pasado mientras Mauri hacía lo mismo.

—Entonces… a pesar de las circunstancias… feliz navidad, Tini —dijo Regina en un susurro.

Feliz navidad, Yiyí.

Capítulo 13

Me siento tan normal, tan frágil, tan real



Regina

En cuanto entró a la casa de sus papás, Regina sintió que sus sentidos eran brutalmente atacados. Los villancicos sonaban fuerte, las luces y adornos eran tan abundantes y llamativos que la chica estuvo a punto de salir corriendo de ahí.

Las mesas redondas estaban colocadas en la enorme terraza trasera, donde varios amigos y familiares estaban ya sentados, disfrutando de las bebidas y bocadillos que los meseros les servían.

—Hola, padre —le dijo a un hombre alto y fornido que estaba de pie junto a la alberca observando todo a su alrededor.

—Hola, hija. —Su papá le besó la mejilla—. Tu madre estaba preguntando por ti hace un momento.

—Ahora voy a buscarla.

—Hola, Fabián. —Carlos estrechó la mano de su futuro suegro.

—Hola, Carlos, ¿qué tal el trabajo? ¿Leíste el problema en que está el subsecretario? ¿Qué opinas? ¿Librará la cárcel?

—Pues…

Regina se dio la vuelta y caminó entre las mesas saludando a sus tíos y primos, mientras buscaba a su madre con la mirada. La encontró cerca del banquete, acomodando más adornos en forma de ángeles.

—Hola, mamá.

—¡Hija! —Olga la abrazó con fuerza—. ¿Dónde estabas? No te vi en misa.

—Perdón, se nos hizo tarde y preferimos venir directo.

—Pues que mal. Primero hay que ir a la fiesta en la casa de Dios y luego aquí, lo sabes.

—Sí, mamá. Perdón. Iré a misa mañana.

—Sin falta, Regina. Quiero verte en el reino de los cielos. Por cierto… ¿viste lo gorda que está Cecilia? —murmuró su madre acercándose más a ella. Regina giró un poco el rostro en dirección a su prima.

—Yo la veo igual de bonita que siempre. —Entonces se fijó en que Cecilia iba acompañada por Orlando, su infiel y abusivo marido—. ¿Qué hace ese tipo aquí?

—Es su esposo, Regina.

—¡Es un imbécil! ¿No lo había dejado ya?

—Sí, cometió ese error.

—¡¿Error?!

—Regina, el matrimonio es para siempre. La bendición de Dios no debe tomarse como un juego. Está casada con él y es su deber aguantar los momentos difíciles. Dios le manda pruebas a todos los matrimonios.

—Él la golpea y se acuesta con otras, no creo que Dios se ofenda si Cecilia lo deja.

—No voy a discutir contigo hoy. Y será mejor que vayas a confesarte —terminó su madre dejándola ahí parada sola.

Los siguientes minutos Regina intentó disfrutar la compañía, pues no era tan usual que todos estuvieran juntos. Normalmente toda su familia materna asistía a esa cena, pues sabían que serían bien atendidos y agasajados. Su madre solía acaparar esa fecha, cosa que parecía no importarles a los demás si eso significaba quitarse el dolor de cabeza de organizar una fiesta para todos. Mientras que por otro lado, Olga parecía haber nacido para eso.

La castaña se concentró en responder las preguntas que sus primas le lanzaban. ¿El tema? Su boda obviamente. Carlos estaba fascinado hablando del tan esperado evento, cosa que a Regina le irritó un poco, pues su prometido presumía orgulloso el banquete, el salón, la música… ¡cosas que no se había tomado la molestia de contratar!

—Prima, te sacaste la lotería con este galán —dijo Samantha con encanto.

—Es lo mismo que le digo todos los días —bromeó Carlos levantando su copa—. Sinceramente estoy ansioso por que llegue la fecha —continuó su novio mirándola—. No hay nada que desee más que ver a Regina caminando hacia el altar.

—Awww. —Las primas y tías pusieron ojitos de borrego enamorado ante aquella confesión. Regina le sonrió a Carlos cuando el hombre le besó el dorso de la mano.

—Todos ya queremos que llegue ese día —dijo la tía Ofelia—. Mi cuñada seguro tirará la casa por la ventana en la boda de su princesa.

—¡Yo ya he empezado a buscar mi vestido! —Se metió la prima Martha—. Por supuesto nada que opaque a la novia —aclaró la mujer haciendo un guiño hacia ella.

—Tu sola belleza me opaca, Marthita —respondió la castaña.

—Nada de eso. —Su madre apareció detrás de ella, plantando un beso en su mejilla antes de tomar asiento a su lado—. Ese día tú serás la protagonista, por eso estamos contratando lo mejor de lo mejor. He soñado con este día desde tu nacimiento, ¡como todas las madres del mundo! Y no hay mejor partido para ti que Carlos. —Olga le sonrió a su casi yerno—. Estoy muy orgullosa de que te integres a nuestra familia, porque por si no lo saben, Carlos tiene un brillante futuro como abogado —anunció la mujer a todos.

—¡Eso necesitamos! ¡Un abogado! —declaró el tío Armando.

—En nuestra familia ya hay casi de todo. Médicos, contadores, maestros, psicólogos… —Empezó a enlistar su madre, haciendo que Regina ocultara su sonrisa detrás de su copa al recordar cómo se refería Mauri a esa cena: reclutamiento. Su mente voló muchos kilómetros más allá, rumbo a una fría y silenciosa sala de espera de un hospital. ¿Mauri y Paulina ya habrían cenado algo? ¿Cómo seguiría Manuel? Repentinamente se sintió mal por estar en esa celebración. Ella no quería estar bebiendo y platicando de banalidades, quería estar acompañando a Paulina… y a Mauritania.

Movió enérgicamente la cabeza para recuperar el control de sus pensamientos. Sería muy absurdo hacer caso a esos deseos. Ella debía estar justo ahí, en casa de sus padres, junto a su prometido.

—Sería mejor si nos contactamos con alguna de tus amigas, Regi —dijo Samantha.

—¿Qué? —preguntó ella sin saber a lo que se refería su prima.

—La despedida… tu despedida de soltera… —enfatizó la mujer con algo de desesperación en su voz. Regina no sabía cuántos minutos atrás habían empezado a hablar de ese tema—. Como tu dama de honor…

—¡¿Disculpa?! —Se metió Martha—. Yo seré su dama de honor.

—¡Ay, por favor! ¡Tú ya estás casada! —argumentó Samantha.

—¡¿Y eso qué?!

—Voy por algo del bufete —le dijo a Carlos, dejando que sus primas siguieran con su pelea. Caminó hacia la mesa de la comida, tomó un plato y empezó a echar un vistazo a todo lo que había.

—Se ponen intensas, ¿no? —le dijo Cecilia parada a su lado.

—Como siempre.

—¿Y quién será tu dama de honor?

—Mi amiga María. —Ante eso su prima soltó una carcajada.

—Martha y Sam se volverán locas cuando se enteren.

—Seguramente. Pienso decirles por mensaje, no quiero que me linchen.

—Haces bien —apoyó Cecilia, tomando otro pedazo de filete de la charola.

—¿Y tú qué tal?

—Intentando salvar mi relación… sé que detestas a mi esposo.

—Detesto cómo te trata —admitió ella.

—Sabes cómo son… Apariencias… —masculló su prima haciendo una clara referencia a su familia.

—Dímelo a mí —respondió ella en voz baja, aunque tal vez no lo suficiente pues Cecilia la miró analíticamente un momento antes de volver a hablar.

—¿Problemas en el paraíso?

—¿Qué?

—Vamos, Regi. Nada puede ser tan perfecto.

—Todo está bien.

—¿Sí? He visto a muchas chicas a punto de casarse. Tú no pareces una.

—Solo estoy algo abrumada por los preparativos.

—Me imagino que mi tía quiere opacar cualquier otra boda que se haya realizado en la historia de la humanidad —exageró su prima. Aunque era cierto.

—A veces parece que es su boda.

Cecilia soltó una carcajada.

—No te envidio para nada. La tía Olga puede ser muy pesada con esas cosas. ¿Y qué hay de Carlos?

—¿Qué hay de qué?

—¿Cómo te trata…? ¿Está entusiasmado con la boda?

—Sí… a su modo. No se ha involucrado mucho.

—¿Y estás segura de querer casarte con él? —soltó de repente su prima.

—¿Por qué no lo estaría?

—Regina, cuando hablas de tu boda pareciera que estás preparando tu visita al paredón.

—¡No exageres! —dijo ella con nerviosismo.

—Tal vez tienes razón, son los preparativos, el estrés… o tal vez no. ¿Qué sucede?

Regina pensó un momento. ¿Sucedía algo?

—No pasa nada, Ceci —dijo con calma.

—Que bien. —Su prima iba a marcharse, pero giró de nuevo hacia ella en el último momento—. En caso de que pase algo, deberías platicar con alguien de tu confianza. No cargues con cosas que te pueden explotar en las manos.



Mauri

Después de echar abundante agua en su cara, Mauri regresaba a la sala de espera. La espalda le dolía por haber pasado la noche en una silla, pero al menos se sentía contenta. El lugar estaba casi vacío, haciendo que sus pasos resonaran aún más. Levantó los brazos y se estiró para hacer tronar sus huesos. Minutos atrás Paulina la había despertado antes de correr al cuarto donde estaba Manuel, pues según la enfermera, el hombre había mostrado una ligera reacción.

Mauri suspiró rogando porque su cuñado al fin despertara. Ese sería el regalo de navidad perfecto para su familia. ¿Debía llamar a su madre? No. Sería más prudente esperar a tener una conformación del estado de salud de Manuel antes. Revisó su celular y vio varios mensajes de su novia. Jessica le había mandado un texto bastante bonito y largo sobre el espíritu navideño, amor, esperanza y el futuro juntas. La pelirroja presionó la pantalla para responder pero el cursor no se movió. ¿Qué se respondía a un mensaje así? Escribió un par de líneas y observó. Poco convencida, borró lo que había tecleado.

—Feliz navidad para ti también. Saludos —murmuró—. Qué raro suena eso, Mauritania. Debes ser más romántica —se regañó a sí misma—. Tal vez deba… —Decidió llamar a su chica.

El tono sonó un par de veces.

¡Hola, amor! —dijo la voz despreocupada de Jessica.

—Hola, ¿te desperté?

Sí, pero no importa.

—¿Terminó tarde la celebración?

No tanto pero me quedé ayudando a mis padres a recoger el desastre que hicieron mis sobrinos. ¿Cómo van las cosas por ahí?

—Bien. Creo que Manuel volverá pronto a casa.

¡¿Ya despertó?!

—No lo sé. Llamaron a Paulina hace un momento, creo que son buenas noticias.

¡Qué bien! Y… ¿Me extrañas? —Jessica usó su voz traviesa.

—Mucho —respondió Mauri tumbándose sobre el sofá grande—. ¿Cuándo regresas?

—En tres días. ¿Te parece si desayunamos juntas?

—Sí, por supuesto.

Bien, entonces te prepararé algo rico. ¡Ya voy papá! —gritó Jessica—. Lo siento, mi padre quiere que lo lleve a comprar su periódico.

—Claro, no te preocupes. Hablamos después.

Te adoro —dijo su novia, haciendo que Mauri se pusiera algo nerviosa.

—Yo… —Regina apareció al otro lado de la sala. Caminaba hacia ella con el cabello castaño suelto y unos jeans ajustados—. Estoy loca por ti —susurró Mauri dejando caer el teléfono, dedicándose a observar a la recién llegada.

—Hola. —Saludó la chica castaña sentándose a su lado, regalándole una hermosa sonrisa.

—¿Qué haces aquí tan temprano?

—Te traje algo —anunció Regina sacando una pequeña caja de su bolso.

—¿Un regalo?

—Algo así. —La castaña tenía las mejillas ligeramente sonrojadas cuando le entregó el paquete a Mauri, quien miró con curiosidad la cajita.

—¿Es una bomba?

—De calorías. Ya ábrelo.

La pelirroja se sorprendió al ver lo que Regina le había llevado. Era un extrapanini, algo que ella solía comer con frecuencia en el pasado.

—¡¿Dónde lo conseguiste?! ¡Panini´s cerró hace años!

—Yo lo hice —declaró con orgullo Regina.

—¿En serio?

—Sí. En la madrugada antes de venir. Hace unos días busqué la receta en YouTube y… bueno… feliz navidad.

—Carajo. Yo no te compré nada —dijo Mauri algo apenada mirando de reojo a su examiga.

   —Verás… —Regina se acercó un poco como para decirle un secreto—. El panini está cortado a la mitad…

—En ese caso, espera aquí —pidió levantándose rápido de su lugar—. ¡No me tardo! —gritó llamando la atención de las pocas personas que se encontraban ahí. Al menos quería invitarle algo a la castaña. Atravesó el hospital hasta la cafetería, pidió aquello que había descubierto en su menú un día antes, se apresuró a pagar y regresó a la sala. Regina seguía en su sitio y clavó los ojos en ella en cuanto la vio.

—¿Qué estás tramando, Mauri? —interrogó la chica cuando se dio cuenta que tenía las manos ocultas en su espalda.

—Elige. ¿Derecha o izquierda? —le dijo a la castaña, que frunció el ceño y pensó un poco.

—Derecha.

—Uy qué pena. —Mauri le enseñó a Regina su mano vacía—. Aunque en realidad necesito las dos manos para sujetar esto —dijo revelando lo que ocultaba. Un vaso con un líquido oscuro del que salía humo.

—¿Café? —preguntó Regina tomando el gran vaso con mucho cuidado. Entonces la chica abrió mucho los ojos al ver que en la superficie había un pequeño montículo de crema batida con unas galletas oreo incrustadas—. Chocolate cookies and cream —dijo encantada la castaña.

—En teoría debe estar en un vaso elegante pero estamos en un hospital.

—Está perfecto —comentó Regina soplando la bebida. Mauri observó por varios segundos a la mujer frente a ella, que parecía muy cómoda a pesar del lugar y las circunstancias.

—Probemos tu creación.

Tomó su pedazo de panini y le dio un mordisco.

—¿Y? —Regina esperaba su veredicto con impaciencia.

—Maravilloso —dijo ella masticando con gusto—. Es mucho mejor que en mis recuerdos.

Lo que estaba pasando ahí era algo tan irreal que Mauri sentía que bien podría ser un sueño al final de todo. Regina estaba sentada a su lado compartiendo aquel desayuno que, aunque parecía poco, en realidad significaba mucho. La pelirroja no estaba segura de lo que pretendía la castaña con ese gesto, pero estaba muy agradecida con las atenciones que había tenido con su familia y con ella los últimos días.

—Tengo uno más para Pau… —dijo Regina cuando acabó su panini.

—Muchas gracias. Parece que tendremos buenas noticias sobre Manuel. Paulina entró a verlo. Ojalá pronto podamos llevarlo a casa. Josh ya lo extraña mucho.

—¡Genial! ¿Joshy cómo está?

—Bien —respondió ella mirando el suelo con algo de vergüenza por lo que diría—. Es un niño fantástico… Yo no le prestaba mucha atención antes de esto.

—Entonces corrígelo. Él te quiere mucho. —Regina soltó una carcajada, haciendo que Mauri la observara—. Nos contó a Jessica y a mi que te ayudaba a conseguir citas.

—Chamaco torzón —dijo ella riendo también—. ¡Fue solo una vez! Tal vez tres… ¡Pero fue hace siglos!

—Mauri, Josh tiene cinco años, ¿hace siglos?

—Tal vez hace algunos meses, sí —aclaró ella cruzando sus brazos.

—¡Ahí viene tu hermana!

En efecto, la mujer se acercaba desde el pasillo de los ascensores. Pudo notar una ligera sonrisa en ella, dándole a Mauri la esperanza de escuchar buenas noticias.

—¡¿Y?! —preguntó apenas Pau se detuvo frente a ellas.

—Despertó.

—¡Sí! —gritó Regina emocionada lanzándose a los brazos de Paulina.

—¡Eso es genial, hermana!

—Él está bien, me reconoció. —Los ojos de Paulina se humedecieron—. Ahora le harán unos estudios y si todo sale en orden lo trasladarán a un cuarto donde podremos acompañarlo todo el tiempo.

—¿Quieres llamarle a mamá?

—Sí, solo iré por algo de comer primero. Esto me ha abierto el apetito.

—Por eso no te preocupes —dijo Regina triunfal—. Te traje algo. —Entonces la castaña sacó el regalo que le había llevado a Paulina también.

—Eres un ángel. —La mujer abrazó a la chica—. Por cierto, ¿qué haces aquí en la mañana de navidad?

—Creí que tal vez necesitarían quien las alimentara —dijo Regina encogiendo sus hombros.

—Gracias. Yo me quedaré aquí hasta que terminen los estudios, pero tú deberías ir a dormir —le dijo Paulina a Mauri.

—¿Qué? No, me quedaré contigo.

—Has tenido una semana muy dura. Ve a casa un rato. Por favor. —Mauri sonrió cuando su hermana le acarició la mejilla. Por fin podía ver serenidad en ella.

—De acuerdo. Pero solo iré a darme un baño y volveré.

—¿Por qué eres terca?

—Lo heredé de ti.

—Yo me quedaré contigo —intervino la castaña.

—¿Cómo crees Regina? —Se quejó Pau—. Es navidad, seguro tienes que estar con tu familia.

—Puedo ir más tarde —dijo la chica restándole importancia.

—Entonces voy y vuelvo.

Mauri se apresuró a salir del hospital. Debía admitir que se sentía agotada de esos últimos días. Pero para su mala suerte, algún estúpido había dejado atravesado su auto justo detrás del suyo. Después de maldecir y de hablar con un par de personas en busca del dueño, ingresó de nuevo al hospital para pedir apoyo. Sin embargo, nadie daba con el conductor del coche. La pelirroja ya estaba resignada a tomar un taxi a casa, cuando Pau y Regina se encontraron con ella.

—¿Por qué no miras de nuevo? Tal vez ya se marchó —sugirió su hermana. Mauri se acercó al cristal de la ventana y estiró el cuello. Su coche seguía atrapado.

—Ahí está.

—Yo te llevo —dijo entonces Regina—. Te dejo en tu departamento, paso por un pendiente de mi madre y regreso por ti para volver al hospital.

—Pero…

—Pero nada, Mauri. —Se quejó Paulina con el ceño fruncido—. Tienes prisa, ¿no?

—De acuerdo.

La pelirroja caminó junto a Regina hasta el estacionamiento, donde pudo ver su amado Golf en la otra hilera de autos. Regina presionó el botón para quitarle los seguros a su Mini Cooper y subió con elegancia. Apenas trepó, Mauri pudo sentir el delicioso aroma del interior. Era como el perfume de Regina potenciado al máximo. Se colocó el cinturón mientras la castaña salía a la avenida.

—Siento que fue hace milenios la última vez que fuiste mi copiloto —le dijo de repente Regina.

—Sí, fue hace mucho… —La castaña esquivó un bache con brusquedad—. Y sigues conduciendo igual.

—Ja-ja. Habló Toretto —se burló su examiga. Mauri sonrió y cruzó una mirada con Regina, sintiendo de pronto mucho calor en la cara.

—Y… ¿Seguirá la fiesta?

—No precisamente. Tengo que acompañar a Carlos a casa de su madre… y luego con su papá. Si me queda tiempo iré a casa de mi mamá más tarde.

—Tienes muchas visitas sociales como para estar llevándome y trayendo. Puedo tomar un taxi de regreso.

—Por supuesto que no. Sinceramente… bueno, no es que esté saltando de emoción por ver a mis suegros.

—O a tu madre —terminó Mauri, sabiendo por la expresión de Regina que había dado en el clavo.

—¿Y qué cuenta Jessica?

—Se quedará unos días en casa de sus padres. Vuelve… mmmm… creo que dijo en tres días.

—¿Crees?

—Sí… estoy casi segura.

—Eres terrible, Mauritania.

—¿De verdad te lo parezco? —Entonces giró el rostro hacia la castaña, que aprovechó una luz roja del semáforo para mirarla también.

—No… sé que puedes ser muy atenta cuando te lo propones.

—Qué bueno que lo admites.

Mauri sonrió sosteniendo la mirada de Regina. Era algo extraño sentirse tan a gusto en ese momento. Días atrás creyó que la castaña nunca más le volvería a hablar y ahí estaban, yendo a su departamento en Navidad. El sonido de un claxon las hizo dar un salto a ambas.

Regina se apresuró a poner el auto en marcha, mientras Mauri miraba por la ventana tratando de tener muy claro algo: Regina y ella solo eran compañeras de trabajo. La castaña le estaba haciendo un favor y ya. Además, Regina hacía todo eso por su afecto hacia Paulina.

—¿Y cuándo piensas hablar con Jess sobre la mudanza? —preguntó de repente su examiga.

—Pues el accidente movió todo. Se suponía que hoy iría a conocer a su familia y… pensaba llevarla a un sitio romántico.

Regina le dirigió una sonrisa tímida.

—Eso le hubiera encantado. Puedes llevarla luego ¿no?

—Sí… ¿No te parece extraño esto?

—¿Qué cosa?

—Estar platicando sobre esto… estar platicando de lo que sea.

—Tal vez sea la energía navideña —se burló Regina—. Quiero pensar que nuestras discusiones irán disminuyendo con el tiempo. Tenemos que madurar en algún momento, ¿no crees?

—Puede ser. Me gusta hablar contigo sin pelear.

—A mí también.

—Y prometo encontrar la forma de pagarte.

—¿Pagarme qué cosa? —preguntó Regina tomando la avenida hacia el edificio de Mauri que de pronto apareció frente a ellas.

—Todo lo que hiciste estos días.

Habían llegado. Regina detuvo el auto y la miró. Mauri esperó paciente pues notaba que la castaña quería decirle algo.

—Entonces… no vuelvas a besarme —soltó Regina. La cara de la chica estaba muy roja, pero aún así no apartó la mirada. Mauri sentía también mucho calor en la cara. Asintió despacio y sonrió.

—Te lo prometo.

—Bien. —Regina ensanchó su sonrisa, haciendo que Mauri se sintiera momentáneamente hipnotizada.

—Entonces me daré prisa —dijo la pelirroja bajando del auto.

—Sí, yo creo que estaré de vuelta en… —Regina miró el reloj de su muñeca—. Cuarenta minutos.

—Perfecto, gracias.



Regina

No le encantaba hacerle favores a su madre, pues aquella mujer siempre encontraba algún detalle para regañarla. Sin embargo, no pudo negarse cuando su mamá le llamó para pedirle que pasara a buscar un paquete a casa de una amiga suya.

Sin embargo, en ese momento Regina estaba arrepentida por haber dicho que sí, pues había muchísimos autos circulando. Era como si todos hubieran despertado al mismo tiempo y decidieran salir a pasar la navidad en las plazas y restaurantes de la zona. Así que con algo de dificultad, pudo incorporarse a la circulación hacia el departamento de Mauri.

A pesar de sus intentos, se le había hecho tarde. Al menos media hora más de lo estimado. Aparcó frente al edificio y sacó su celular para avisarle a la pelirroja que ya estaba ahí. Cuando desbloqueó el aparato, vio varios mensajes de Carlos recordando que debían reunirse en la casa de su mamá y que no llegara tarde. La castaña miró la hora haciendo cálculos mentales. Aún podía estar un par de horas en el hospital. Cuando por fin le llamó a Mauri, la chica no respondió. Lo intentó de nuevo y nada.

Bajó del Mini Cooper e ingresó al edificio intentando comunicarse otra vez con Mauri sin éxito. Algo preocupada, subió al elevador. Mientras ascendía recordó lo que había hablado con Mauri y se tapó la cara. ¿De dónde carajo sacó el valor para pedirle eso? ¿Que no la besara? Negó enérgicamente mientras sus manos seguían cubriendo su rostro. Ella no se consideraba una persona valiente y sin embargo, había necesitado de mucha valentía para mirar los ojos de Mauritania y decir aquella frase.

Caminó por el pasillo respirando hondo para tranquilizarse. Tal vez estaba viviendo un milagro de navidad, porque si Mauri y ella por fin lograban mantener una relación de educada cordialidad, eso sin duda sería un milagro.

Tocó la puerta, que se abrió con suavidad.

—¿Mauri? —Entró al departamento, que lucía vacío a excepción de un sofá a mitad de la sala y un televisor en la pared. Todo parecía en orden. La cartera de la pelirroja estaba en la isla de la cocina. Fue hasta que Regina asomó la cabeza en la habitación, que entendió lo que había ocurrido. Mauri estaba profundamente dormida. La castaña dio un par de pasos hacia la cama, sintiendo el tremendo frío que hacía ahí. Mauritania siempre había sido fanática de colocar el aire acondicionado a toda su capacidad, sin importar si afuera había nieve, tormenta o lo que fuera—. Oye… Mau… —La pelirroja no reaccionó, seguía profundamente dormida con las cobijas cubriendo todo su cuerpo. Regina las jaló—. ¡AAHH! —gritó al ver el cuerpo desnudo de la pelirroja. Se tapó los ojos y giró, escuchando enseguida un fuerte golpe y un quejido—. ¿Estás bien? —preguntó sin atreverse a mirar, sintiendo un estremecimiento en toda la piel—. ¡Mauri!

—¡¿Dónde está mi ropa?!

—¡Yo qué sé!

La castaña soltó una risita al oír como la pelirroja andaba de aquí para allá abriendo cajones y maldiciendo.

—Lo siento, no te escuché entrar.

—No, discúlpame tú. No debí meterme a tu departamento así nada más. ¡¿Por qué dejaste la puerta abierta?!

—No me di cuenta.

Regina se atrevió a abrir los ojos. Parpadeó varias veces intentando apartar de ella la imagen de Mauri desnuda sobre el colchón. Se movió algo incómoda. Debía salir de esa habitación, pero se quedó de piedra cuando descubrió un espejo junto a ella. El reflejo de Mauri era claro. La chica estaba de espaldas a punto de colocarse la ropa interior. La castaña recorrió con la vista aquella espalda en la que muchos años atrás había depositado infinidad de besos. Contempló las piernas… los glúteos de la pelirroja.

—Yo… —La voz apenas le salió—. Te… espero afuera —dijo como autómata sin poder apartar la vista del espejo.

—Gracias. Hay cosas para beber en el refrigerador, toma lo que quieras.

Haciendo un enorme esfuerzo, Regina se movió de su lugar y corrió al baño del final del pasillo.

—¿Qué te pasa, Regina? —Se preguntó a sí misma cuando estuvo a solas—. Termina con esto y vete a casa con tu novio. —Abrió la llave del lavabo y se mojó un poco la cabeza, arrepintiéndose por completo de estar ahí. Respiró hondo varias veces, espantando las sensaciones de su cuerpo.

Se quedó ahí unos minutos mirando a su alrededor. Cuando escuchó movimiento en la sala, Regina salió de su escondite. Ya estaba más relajada.

—¿Estás bien? —Los ojos perspicaces de Mauri se clavaron en ella.

—Sí, solo necesitaba usar tu baño.

—Perdón por lo de hace rato. No sé en qué momento me dormí.

—No te preocupes. Fue mi culpa por entrar así.

—Bueno, tampoco es algo que no hubieras visto antes.

Regina no pudo evitar soltar una carcajada, haciendo que Mauri también sonriera.

—¿Tienes agua? —dijo sin pensar.

—Agua, cerveza, jugo, café, leche, lo que quieras. —Mauri caminó a la cocina y ella la siguió.

—Me encanta aquí, es tan amplia. Pero hay algo que no entiendo, ¿por qué elegiste un departamento con una cocina tan grande si tú nunca cocinas?

—Pues… —Mauri empezó a sacar varias cosas de su nevera—. ¿Cómo sabes que no cocino?

—¡Por favor, Tini! —Regina se regañó mentalmente por aquel comentario pero Mauri solo empezó a reír mientras colocaba varias bebidas frente a ella.

—De acuerdo, no cocino nunca… tal vez solo quería mucho espacio. No sé. Me gustó el lugar. ¿Cuál quieres?

Regina observó las ofertas y eligió un jugo de naranja.

—Muero por una cocina así. La mía es más pequeña y no puedo colocar todos los hornos que deseo.

—¿Cuántos hornos se necesitan en una casa?

—Muchos. Todo el mundo lo sabe —dijo Regina antes de dar un sorbo a su jugo.

—Puedes venir a cocinar aquí cuando quieras.

—¿Sí? —La castaña levantó una ceja.

—Claro, solo debes pagarme con la mitad de lo que cocines. Ya sabes, como una ofrenda.

—¿Y si cocino un pastel de nuez? —Regina soltó una carcajada ante la cara de disgusto de la pelirroja. Mauri se estremeció.

—Mejor hablemos de otra cosa y no de mis alergias.

—¿De qué quieres hablar? —Regina decidió sentarse en el sofá de la sala, haciendo que Mauri la siguiera.

—Podemos hablar de dinosaurios, extraterrestres, ballenas, uff. Hay tantas cosas que podemos platicar.

—¿Sigues viendo aquel programa de aliens?

—¿«Alienígenas ancestrales»? Si —le dijo Mauri con orgullo. Regina negó con la cabeza.

—Déjame adivinar… —fingió que pensaba—. ¿Luego no puedes dormir por temor a que estén bajo tu cama?

Mauri no respondió. Solo bebió un sorbo de su agua haciendo que la castaña empezara a reír.

—Bueno… cada loco tiene sus cosas, ¿no? Tú veías… ¿cómo se llama? «¿Decogarden?»

—¡Es el mejor programa de decoración del mundo!

Entonces fue el turno de Mauri de reír con fuerza.

—¡No lo puedo creer, Yiyí!

—¡Es mucho mejor que ver extraterrestres! ¡Olvida mi ayuda para decorar tu departamento, Tini! —se quejó tirándole un cojín a Mauri a la cara.

—¡De acuerdo! Creo que es hora de aceptar que somos unas maniáticas con ciertas cosas.

—Tú más —se defendió ella riendo de nuevo.

Su celular empezó a sonar, así que se apresuró a sacarlo. Era Carlos. Sin pensarlo demasiado desvió la llamada.

—¿Todo bien? —Mauri la miraba con preocupación.

—Sí, solo es Carlos.

—¡Ah, cierto! Tienes compromisos familiares, ¿quieres que nos vayamos?

Regina miró su reloj de nuevo. No entendía por qué su prometido la presionaba, faltaba mucho para la hora acordada. Además, Regina tenía la firme intención de llegar tarde a casa de su suegra.

—La verdad no tengo muchas ganas de ir.

—¿Son desagradables?

—En general no. Solo… —Se encogió de hombros—. ¿Te pasa que a veces te sientes incómoda aunque aparentemente todo esté bien?

—Tal vez con los interrogatorios de mi mamá.

—¿Cómo está ella? ¿Y tu papá?

—Están bien ambos. Están tranquilos, sin problemas. Su única preocupación es sobre cuándo me casaré —terminó Mauri riendo—. Mi mamá insiste en que debo apurarme o seré una solterona rodeada de gatos. ¡Lo que no entiende es que mi meta es justo eso!

—¿Recuerdas que tienes novia?

—¡Oh, cierto!

—¿Planeas presentarla a tus padres pronto?

—Sí —dijo Mauri sin titubeos, haciendo que Regina sintiera una tristeza repentina—. Quería que fuera antes de terminar el año. Veremos como van las cosas.

—Bibiana enloquecerá.

—Eso me temo.

Su teléfono volvió a sonar y Regina decidió apagarlo. Le molestaba mucho que Carlos siempre la estuviera apurando para todo. Era tan irritante con el tema de las visitas a su familia, que Regina muchas veces se la pasaba ideando maneras para saltarse esos compromisos.

—Lo siento.

—¿No tendrás problemas por eso? —preguntó Mauri yendo de nuevo a la cocina.

—No te preocupes. No seré la primera nuera en llegar tarde a la comida con los suegros.

—¿Quieres un pedazo de pizza?

—¿Es de las congeladas o de una pizzería? —preguntó fuerte para que su voz llegara hasta la cocina.

—De pizzería —respondió Mauri a su espalda. Regina volteó y vio a la chica metiendo varios pedazos de pizza en su microondas.

—Me encantaría.

—¿Cerveza?

—¿En serio tengo que responder esa pregunta?

Se escuchó la risa de Mauri mientras abría la nevera. Dos minutos después, Regina disfrutaba de una deliciosa pizza de cuatro quesos y una cerveza bien fría.

¿Había una forma más perfecta de pasar la navidad?

Accordion title 14

Me controla, me vence, me amarra



Mauri

Cuando entró a la habitación, lo primero que vio fue a Paulina dándole un beso en la frente a Manuel. Se quedó ahí de pie intentando no interrumpir ese momento. Su cuñado tenía los ojos abiertos y de su cuerpo salían varios cables, aunque eso no le impedía sonreír. Aquella era su pareja favorita. Encontraba fascinante y misteriosa la forma en que su hermana y su cuñado parecían complementarse a la perfección. Era mágico.

—Hey —le dijo Paulina sacando a Mauri de sus pensamientos.

—Lamento interrumpir su beso apasionado… —dijo ella acercándose a la cama—. ¿Cómo estás, guerrero?

—Con ganas de estar en casa, con mi hijo y mis videojuegos —respondió Manuel con voz cansada.

—Pronto te llevaremos.

—Ahora descansa. —Paulina le dio otro beso a su marido, quien cerró los ojos para dormir. Entonces su hermana se sentó en un pequeño sofá en un rincón, haciendo que Mauri se sentara junto a ella.

—¿Qué ha pasado?

—Los doctores dicen que estará bien. Solo debemos darle tiempo.

—¡Esa es una estupenda noticia!

—Sshhtt.

—Perdón. ¿Le llamaste a mamá?

—Sí. Creo que mañana le contaré todo a Josh.

—¿Te parece buena idea?

—Le diré lo necesario. Luego podré traerlo a ver a su padre. ¿Tú qué tal? ¿Descansaste?

—Sí, dormí un poco. Perdón por tardar.

—No te preocupes —dijo Paulina dándole unas palmaditas en la pierna—. Te has comportado excelente con todo esto. Gracias.

Mauri abrazó a su hermana, haciendo que Paulina apoyara la cabeza en su hombro.

—Puedo quedarme hoy con él. Vete a descansar a casa.

—¿Cómo crees?

—Pau, él está bien. No has dormido en días. Vete, si pasa algo yo te llamo. Seguro Manuel dormirá toda la noche.

—De acuerdo… me iré a casa a medianoche y volveré temprano.

—Excelente.

—¿Regina te trajo? —preguntó Paulina separándose un poco para mirarle la cara.

—Sí. Me dejó y se fue a casa de su suegra. Iba con una hora de retraso —dijo sonriendo.

—¿Estaban juntas? ¿O pasó tarde por ti?

—No, ella… estuvimos en mi departamento platicando.

—¿Platicando? ¿Ustedes?

—Sí. Charlamos sobre hornos, extraterrestres y decoración. Y nos comimos una pizza entera.

—Eso es bueno —dijo su hermana con una sonrisita.

—¿Por qué sonríes así?

—Por nada… solo creo que es algo hermoso.

—¿Hermoso?

—Sí. Regina es una chica encantadora y tú también cuando te lo propones. La relación que tuvieron… —Paulina de repente la miró con seriedad—. Fuiste la mejor versión de ti cuando estuviste con ella. Después de eso… te perdiste.

—¿De qué estás hablando? —Mauri quiso levantarse de su sitio pero su hermana la detuvo.

—Escúchame, Mauritania. Sé que nunca quieres hablar de nada serio conmigo pero no puedes huir para siempre.

—Habla pues —dijo ceñuda viendo cómo Paulina la tenía bien sujeta del brazo.

—Cuando Regina desapareció… Mauri… aquel accidente que tuviste no creo que haya sido una casualidad… ¿verdad? —Desvió la mirada de su hermana.

—Si piensas que quise matarme, estás exagerando.

—Tal vez no fue algo consciente, pero fue un milagro que sobrevivieras. Después… estos años has vagado por la vida nada más. Bebiendo casi todas las noches, yendo de una chica a otra…

—Paulina, ese es el sueño —dijo con una sonrisa cínica—. Alcohol y chicas. ¿Qué más necesitaría?

—No, Mauri. Puede que ese sea el sueño de algunas personas, pero no es el tuyo. Te conozco. Tú eres más que alcohol y chicas aunque te empeñes en aparentar lo contrario.

—¿Entonces cuál es tu diagnóstico?

Paulina pensó un poco antes de hablar de nuevo.

—Creo que vas por buen camino. Últimamente veo en ti a la antigua Mauri, a la real. Sigue así.

—Ni siquiera sé si estoy haciendo algo diferente.

—Tal vez se debe a la presencia de una chica. Qué irónico ¿no? Cambiaste porque una chica te rompió el corazón y ahora mejoras también por una chica.

—Sí… —Mauri se rascó la cabeza—. Creo que… Jessica es excelente.

Paulina se acercó y susurró:

—No me refería a Jessica…

—¿Entonces…? —Mauri abrió mucho los ojos y empezó a reír—. Por supuesto que no. Regina no tiene nada que ver conmigo.

—¿Segura? —Paulina levantó una ceja.

—Se supone que debes aconsejarme cosas buenas. Te recuerdo que Regina está por casarse y yo tengo novia. Además, Regina y yo no tenemos nada… —Se detuvo al no encontrar una palabra adecuada.

—¿Romántico? —Su hermana soltó una risita—. No te estoy aconsejando nada. Solo te confirmo que la única manera de regresar a ser tú misma es cerrando esa herida. Tal vez… Regina la puede cerrar. Y de paso, ella podría cerrar la suya.

Esas palabras hicieron que Mauri sintiera un vuelco en el estómago.

—Ella no tiene ninguna herida…

—Querida hermanita… —Empezó a decir Paulina mientras negaba con la cabeza—. A veces eres muy estúpida.

—¡Oye!

—Shhhtt. —Pau la pellizcó.

—Tú estás diciendo tonterías —dijo sobando su brazo. Paulina sonrió de nuevo, haciendo que Mauri la odiara. Era como si su hermana supiera algo que ella desconocía—. ¿Qué?

—No sé qué es lo que Regina te haya dicho cuando terminaron hace años, pero te garantizo que te mintió.

—Tienes razón, tú no sabes lo que dijo.

—Y tú no me lo dirás, ¿cierto?

Mauri negó con la cabeza.

—Eso ya no importa. Fue hace seis años… y no creo que haya mentido, solo… ella… —Entonces Mauri recordó la forma en que Regina la había besado solo unos días atrás—. Regina… —¿Le había mentido cuando le aseguró que nunca estuvo enamorada?

Mauri clavó los ojos en los de Paulina, intentando ordenar sus ideas.

—Creo que Regina sentía mucho más por ti de lo que supones.

—¿Y eso de qué me sirve ahora?

—A veces para cerrar un ciclo se deben conocer bien todos los hechos. Solo así se pueden aceptar y superar. Si realmente quieres continuar con tu vida haciendo las cosas bien, debes dejar atrás todo lo que sucedió con Regina. Y ella debe hacer lo mismo.

—¿Entonces debo pararme frente a ella y preguntarle si…? Bueno, lo que sea. ¿Solo se lo pregunto y ya?

Paulina dudó un poco, pero continuó con una sonrisa.

—No sé exactamente lo que debes preguntarle. Es más, ni siquiera sé si será necesario preguntarle. Solo sé que la forma en que se tratan justo ahora es lo que ambas necesitan.

—¿Lo dices como mi hermana o como psicóloga?

Paulina se levantó y buscó algo en su bolso. Regresó a su lugar con un pedazo de hoja y un bolígrafo. Escribió algo, dobló la hoja y se la puso en la mano.

—No abrirás este papel hasta que yo te diga. Solo guárdalo en tu cartera. ¿Lo prometes?

—¿A qué estás jugando?

—Dame gusto, ¿quieres?

—De acuerdo, te lo prometo.

Metió el pequeño papel en su cartera y se quedó callada un momento mirando a su hermana. Ella nunca había sido fanática de hablar de esas cosas con Paulina, pero debía admitir que esa conversación había sido extrañamente reconfortante.

—¿Y? ¿Qué hago?

—¿Con qué?

—Con Regina…

—Creo que primero debes tener claro qué quieres hacer contigo —dijo Paulina con cautela—. Mauri, tienes una relación que estás a punto de hacer oficial ante la familia… quieres que Jessica se mude contigo. No puedes hacer una casa sin cimiento, así como no puedes construir un hogar sin amor.

—¿De qué hablas?

—¿Estás enamorada de Jessica? —Mauri quiso decir que sí, pero las palabras se quedaron atoradas en su garganta—. Primero ocúpate de ti —terminó Paulina dándole un golpe juguetón en la mejilla.



Regina

Estacionó su Mini Cooper junto al auto de Carlos. Después de pasar todo el día en visitas sociales a su familia política, al fin estaba en casa. Sabía que su prometido estaba enojado con ella por haber llegado tarde a la comida con su suegra y seguramente estaba a punto de empezar una pelea con su novio.

Agradeció que al menos habían ido en vehículos separados y esa discusión se había aplazado hasta ese momento. Sin embargo, se quedó dentro del coche un poco más. Sacó su celular y tecleó un mensaje.

—«¿Qué haces?». —Lo envió. Encendió su equipo de sonido y trató de buscar una canción relajante para calmar el cosquilleo en su estómago, pero fue interrumpida por la respuesta. Sonrió.

—«Leo una revista de trasplantes de pelo» —contestó Mauri, haciendo que Regina riera.

—«¿Y es interesante?». —Regina no apartó los ojos de su celular. Estaba segura que Mauri no tardaría en responder. Y no se equivocó.

—«Para los doctores seguramente sí».

La castaña amplió su sonrisa y volvió a escribir.

—«¿Estás en el hospital?».

—«Sí. Paulina acaba de irse a dormir. Hoy me quedo con Manuel. ¿Tú que haces?».

—«Acabo de llegar a casa. Odio las visitas navideñas 😖».

—«¿También la visita de la mañana?».

—«Esa fue divertida. Y me diste pizza, ¿hay algo más delicioso?».

—«Pizza de pay de limón».

—«¡Qué asco!». —Regina pensó un segundo si lo que escribiría a continuación de verdad era buena idea. Le pareció excelente—. «¿Me prestas tu cocina mañana?».

—«Mañana. Pasado. Al día siguiente… y al siguiente…».

—«Entonces te veo ahí al medio día. Sueña lindo Tini».

—«Tú también Yiyí. Nos vemos en doce horas 😀».

La castaña bajó del auto pensando en todo lo que debía comprar temprano para ir al departamento de Mauri. Entró a la casa y fue directo a su alacena a verificar sus ingredientes. Sonrió cuando pensó en algo que se moría de ganas por regalarle a la pelirroja. Sacó de nuevo su celular para buscar una dirección.

—¿Vendrás a la cama? —Escuchó una voz detrás de ella, haciendo que se sobresaltara. Carlos la veía con el ceño fruncido.

—En un momento, estoy buscando algo.

—¿A las doce de la noche?

—Será rápido. Ahora te alcanzo.

Su novio la miró un segundo más antes de darse la vuelta. Pero luego volvió.

—¿Por qué apagaste el celular hoy?

—¿Qué? —Regina regresó los ojos a su prometido, intentando conectar sus pensamientos—. Pues… estaba en un hospital. —Se apresuró a mentir—. Me pareció de mal gusto que mi teléfono estuviera sonando cada cinco minutos.

—Mal gusto es llegar con hora y media de retraso a un compromiso.

—Sabes perfectamente que la comida en casa de tu madre siempre se alarga. Hasta salimos tarde de ahí.

—¡Y por eso nos atrasamos para ir con mi papá! —reclamó Carlos.

—¡No llegamos tarde a eso! ¡Tu papá aún sigue con la fiesta! ¡¿Viste a todas las personas que invitó a su casa?! ¡Seguirán ahí hasta año nuevo!

—¡Lo que me enoja es que te tomes a la ligera las reuniones con mi familia! ¡Prefieres estar metida en un hospital que estar con mis padres!

—¡Paulina es mi amiga y su esposo tuvo un accidente horrible! ¡¿Entiendes eso?! ¡Estuvo en coma! ¡¿Crees que se siente lindo estar en una fiesta cuando alguien que quieres está sufriendo?!

—¡Pero ellos no son nada tuyo!

—¡Cuando traje a Josh dijiste que te parecía bien que la ayudara! ¡¿Ahora te molesta?!

—¡Me molesta que prefieras estar metida ahí con gente que no tiene ninguna relación contigo que estar con tu prometido en navidad!

—¡Eres tan…! —Regina apretó los dientes.

—¡¿Qué?!

—¡Insoportable! —terminó ella esquivando a su novio para encerrarse en la habitación. Escuchó a Carlos golpeando fuerte la puerta.

—¡Quita el seguro!

—¡No quiero! ¡Vete a dormir a otra parte!

—¡¿Por qué te comportas así?!

—¡Tú eres el insensible que hace un drama por una estupidez! ¡Para tu información, el mundo no gira alrededor de ti, Carlos! ¡Hay gente que sufre en los días de fiesta! ¡Pero no te preocupes, le diré al esposo de mi amiga que se disculpe contigo por accidentarse en estas fechas tan especiales para ti y tus papis! —le gritó Regina a la puerta.

—¡No seas ridícula, Regina!

—¡Y tú no seas un niño berrinchudo!

—¡¿Sabes qué?! ¡Haz lo que quieras! ¡Vete con tu amiga! ¡Cambia a tu familia por ellos!

Se escucharon los pasos de Carlos y luego una puerta azotándose con fuerza. Regina se sentó en la cama, se abrazó a sí misma y sonrió con melancolía.

—Ellos fueron mi familia…



Tres horas. Según el reloj de su muñeca, eso era lo que faltaba para ver a Mauri. Regina tomó sus cosas y las subió a su auto. Hizo un repaso mental de todas las paradas que debía hacer antes.

Cuando salió a la avenida se sintió totalmente feliz. El día era perfecto para pasarlo cocinando y relajándose. Amaba sus días libres, aunque sabía que al regresar a la oficina le esperaría una enorme montaña de pendientes, estaba segura de que podría sacarlos adelante.

Sus primeras dos paradas fueron rápidas. Fue en la tercera que se demoró más. Quería tomarse todo el tiempo del mundo para elegir. Caminó por los pasillos admirando todo a su alrededor, disfrutando los aromas, la sensación en su mano cuando tocaba las hojas. Recordó el departamento de Mauri pensando en los lugares perfectos para unas macetas. Revisó cada milímetro de las plantas para asegurarse de llevar las mejores. Cuando estuvo satisfecha con sus compras, los chicos del invernadero subieron todo a su auto.

Su hermoso coche nunca le había parecido pequeño, pero en esos momentos se veía todo muy apretado. ¿Se había pasado de la raya? Miró de nuevo su reloj. Faltaban cuarenta minutos para la hora acordada.

Aceleró para llegar en veinte.



Mauri

Cuando escuchó el sonido de su celular, corrió como loca a su habitación. Se lanzó sobre la cama buscando bajo las cobijas.

—¡Hola! —dijo agitada.

—Hola, mi amor. —Se escuchó la voz de Jessica al otro lado de la línea—. ¿Qué haces?

—Ah… Jess… nada… solo corrí buscando el celular.

—¿Ansiosa por hablar conmigo? —preguntó Jessica con voz coqueta.

—Obvio, preciosa —dijo revisando la hora. Eran las 11:35 a.m.

—¿Cómo va tu día?

—Pues llegué hace un momento del hospital… creo que dormiré toda la tarde. —Se tapó la cara cuando dijo eso. ¿Por qué había mentido?

—Entiendo, seguro fue una noche larga. ¿Pero sabes algo? Faltan solo dos días para vernos… y compré algo que seguro te encantará.

El celular en su oreja vibró. Había una llamada entrante de Regina.

—Muero de ansias… Jess, ¿te parece si te llamo en la noche?

—Claro, amor. Descansa. Te extr…

Presionó el botón para cambiar de llamada.

—Hola —dijo sonriendo.

—¿Te desperté?

—No. ¿Ya estás aquí? —Su corazón saltó mientras caminaba deprisa hacia la puerta.

—Estoy abajo, junto a tu auto. ¿Vienes por mí?

—Claro. —Salió de su departamento—. ¿Traes cosas?

—Sí, algunas… —Regina rió, haciendo que Mauri presionara con más ansias el botón para bajar—. ¿Cómo está Manuel?

—Mejorando. Pasó la noche sin contratiempos y cuando lo dejé con Paulina ya estaba despierto. Seguramente pronto podrá estar en casa. Mi hermana le contará todo a Josh hoy.

—¿En serio?

—Sí, dice que quiere llevarlo a ver a Manuel. —Las puertas se abrieron y Mauri salió al estacionamiento—. Ya te vi —dijo sonriendo.

Y yo a ti.

Caminó con el celular aún pegado a su oreja y la mirada clavada en Regina. Su examiga se veía cómoda con sus jeans y su suéter rosa. Y muy hermosa.

—Hola —dijo cuando se detuvo a dos pasos de la castaña.

—Hola. —Regina cortó la llamada.

—¿En qué te ayudo?

Entonces su examiga le hizo una señal para que la siguiera a la cajuela del pequeño auto. Mauri se paró junto a Regina esperando que abriera la puerta trasera. Cuando lo hizo, las dos se quedaron unos segundos viendo todo aquello.

—¿Me excedí? —preguntó Regina sonrojada. Mauri empezó a reír.

—Creo que hay cosas que no cambian —dijo mientras echaba un vistazo a todas las plantas, macetas y sacos de tierra dentro del auto.

Necesitaron tres vueltas al estacionamiento para llevar todo lo que Regina tenía en su auto. Mauri no lograba entender cómo había cabido tanto en ese coche miniatura.

—Puedes dejar tus cosas donde quieras, pondré las macetas en el balcón —dijo Mauri arrastrando todo.

—Ahora te ayudo con eso. —Regina fue a la cocina a dejar los comestibles que había llevado. Mauri la observó a lo lejos. Tenía una extraña sensación de paz. Con Regina nunca había tenido que fingir ni ocultar nada y en esos días había comprobado que eso seguía siendo así. Porque aparte de pareja, la castaña había sido su mejor amiga, cómplice en cada aventura. Y en ese momento estaba en su casa. Recordó entonces las palabras de su hermana, ¿Regina estaba ahí para cerrar sus propias heridas?

—Listo —anunció regresando a la cocina. Regina levantó la vista de las bolsas que tenía sobre la isla y sonrió.

—Seguro piensas que estoy loca, ¿verdad?

—Sí, pero he pensado eso desde siempre —dijo abriendo la nevera para sacar una cerveza—. ¿Quieres una?

—Por favor. —Regina volvió a lo suyo. Mauri se quedó de pie apoyada en el fregadero, mirando cómo la castaña se adueñaba de la cocina. Ninguna de las dos dijo nada por un buen rato, pero eso no le resultó incómodo a Mauri. Había momentos en la vida en que las palabras no eran necesarias, solo las presencias.



Regina

Le había dado instrucciones precisas a Mauri de mantenerse lejos de la cocina pues quería sorprenderla. Para eso le había asignado la tarea de rellenar con tierra todas las macetas y colocar las plantas en ellas.

La castaña echaba miradas furtivas al balcón de la habitación de Mauri, donde la chica seguía trabajando en lo suyo. Hasta la cocina llegaba la música que la pelirroja había colocado en el cuarto. Regina cortaba esto y aquello, ponía sal y pimienta aquí y allá.

Se sentía tan bien en ese momento, en ese lugar. Era como si lo demás del mundo no existiera, solo la cocina, las plantas, Mauri y ella. Sonrió al notar lo absurdo que ese momento le hubiera parecido solo unos meses atrás. Antes ni siquiera quería recordar que en el planeta también vivía una chica de cabello rojo. Pero eso había cambiado, ¿cuándo? No recordaba exactamente. ¿Por qué? No tenía idea. Pero se sentía bien.

—Yiyí… —Escuchó la voz de la pelirroja.

—¿Sí?

—Terminé aquí. ¿Puedo ir a la cocina?

—No —dijo ella sin apartar los ojos del horno.

—¿Estás envenenando mi comida?

—Tal vez.

—¿Aún no acabas? ¿Qué tantas cosas cocinas?

—Eres una impaciente, Tini. —Entonces Regina se dirigió al balcón. Mauri estaba ahí con la cara y las manos cubiertas de tierra. No pudo evitar echarse a reír.

—¿Qué?

—Deberías darte un baño.

—¿Por qué? —Mauri corrió a su espejo—. ¡Me parezco a la hija del carbonero!

—Podrías usar siempre ese maquillaje —se burló ella. Mauri giró su cuerpo para verla y Regina entendió que estaba en problemas—. Ni se te ocurra Mauritania.

Su amenaza fue en vano.

—¡Esto es la guerra! —Mauri se lanzó sobre el costal de tierra sobrante, tomó un puño y se lo lanzó a Regina en la cabeza.

La castaña apenas tuvo tiempo de darse la vuelta para proteger sus ojos.

—¡Estás muerta, Tini! —Tomó una pequeña maceta y corrió hacia Mauri para arrojarle la tierra encima.

La pelirroja se defendió, usando ambas manos para arrojarle toda la tierra que tenía a su alcance. Con los ojos cerrados siguió atacando.

—¡Me rindo! ¡Tú ganas, Yiyí!

Mauri estaba hecha bolita en el suelo, cubierta de tierra. Regina se acercó despacio.

—¿Estás bien? ¿Mauri?

El movimiento fue tan rápido que Regina no pudo reaccionar. Mauri la jaló al suelo con ella y la tierra.

—¡Te tengo!

—¡Eres una tramposa!

—¡En la guerra y en el amor todo se vale! —dijo Mauri tumbada junto a ella. Regina reía tanto que hasta le dolía el costado.

—Siento que tengo tierra en zonas extrañas. —La castaña logró sentarse. Sacudió la cabeza—. Tu habitación está hecha mierda.

—Sí… —Mauri se paró y miró a su alrededor—. Fue divertido, ¿no crees? —dijo la pelirroja extendiendo una mano hacia ella.

Regina dudó un par de segundos pero luego la tomó. Aunque se levantó sin dificultades, mantuvo sujeta la mano de Mauri más tiempo del necesario. La piel de la pelirroja era igual que en sus recuerdos. Suave, cálida, electrizante.

—Ni hablar, tendremos que limpiar.

—Tú eres mi invitada —objetó Mauri mientras caminaba hacia su closet—. Ya hiciste bastante cocinando. ¿Qué te parece si te duchas mientras yo ordeno este desastre? —La pelirroja dejó unas cuantas ropas y una toalla sobre la cama.

—Veamos… —Regina fingió que pensaba—. Bañarme y dejarte a ti haciendo el trabajo pesado. ¡Acepto!

Regina tomó las cosas de la cama y corrió al baño. Escuchó la carcajada de Mauri antes de cerrar la puerta.

Accordion title 15

Y así te fui queriendo a diario

Mauri

Colocó la escoba, el recogedor y el trapeador en el armario de limpieza antes de regresar a la habitación. Se había apurado para dejar todo en orden, pues no quería que Regina le ganara.

   Miró la puerta del baño y sintió un hormigueo por todo el cuerpo. Detrás de ese pedazo de madera, Regina estaba desnuda. Escuchaba el agua cayendo. A su mente le llegaron recuerdos de todas las ocasiones en que compartieron una ducha. Sacudió la cabeza y dio dos pasos hacia atrás. Debía alejarse de ahí. Fue hacia la cocina donde un delicioso aroma salía del horno. ¿Qué había preparado Regina? Enfocó la vista intentando ver desde su lugar, pero la estufa estaba lejos. No quería anticiparse a la sorpresa.

   Así que se quedó ahí de pie en medio de su departamento, intentando controlar sus pensamientos y su cuerpo. Regina y ella habían pasado por muchos altibajos para poder llegar a ese momento. Incluso habían logrado superar el beso que se habían dado en la azotea.

   Pensar en eso la hizo sentir más nerviosa.

   —Calma, es solo una chica. —Tragó en seco—. La chica más hermosa del mundo está desnuda en mi baño y yo estoy aquí hablando sola como una idiota —susurró.

   El agua dejó de correr.



Regina
Habían pocos lugares en el mundo en los que realmente se sentía cómoda, pero definitivamente aquel departamento era uno de ellos. Tomó la toalla y salió de la ducha. El enorme espejo frente al lavabo le devolvió el reflejo. El cabello mojado le caía sobre los hombros y esa sonrisa en su rostro era más amplia que todas las que recordaba. Se secó el cuerpo y el cabello. El aroma del shampoo de Mauri era uno de sus favoritos y estaba encantada de sentirlo en ella.

   Examinó la ropa que la pelirroja le había dado. Pasó la mano por la tela y la acercó a su nariz.

   —Olor a Tiní —dijo sonriendo mientras se colocaba las prendas.

   Cuando salió le hizo gracia encontrar a la pelirroja parada en medio de la sala. Mauri abrió la boca cuando la vio, pero no mencionó nada. Solo tenía los ojos clavados en ella.

   —Te ves… limpia —dijo Mauri después de varios segundos. Regina pudo notar las mejillas rojas de la chica.

   —¿Miraste el horno? —preguntó intentando no perderse ningún movimiento de la pelirroja.

   —No —dijo aquella negando con la cabeza—. Solo terminé de limpiar y me quedé aquí. ¿Crees que ya esté lista la comida? Tengo hambre.

   —Debe faltar poco. Tienes el tiempo justo para quitarte la tierra de encima.

   Regina esperó a que Mauri cerrara la puerta del baño y fue directo hacia el balcón para buscar las plantas. Colocaría todo antes de que la pelirroja terminara. Fue poniendo las macetas en los lugares que antes había seleccionado en su mente. Iba comprobando que se vieran bien o que no fueran demasiado grandes para los espacios.

   Echaba un ojo al horno mientras llenaba la regadera que había llevado. ¿Por qué la vida no podía ser siempre así de simple? Miró hacia la habitación. Era tan extraño aquello. Tan irreal. Y tan perfecto.

   Intentó recordar la última vez que se había sentido así en su casa. ¿En cuál? ¿La de sus padres? ¿La de su prometido? Entonces se dio cuenta de algo: nunca había vivido sola, en su propio espacio.

   El sonido de una alarma sonó. Se apresuró a apagar su celular y se acercó al horno. Aquello estaba listo. Con cuidado sacó la comida, la sirvió y, como Mauri no tenía comedor, dejó todo sobre la isla. Colocó los taburetes uno junto al otro, verificó la consistencia del postre en la nevera y sacó los vasos.

   Estaba dando los últimos toques cuando escuchó a Mauri caminando en su habitación. Se sentó en uno de los taburetes para esperarla. Lo que vio le hizo saltar el corazón. No podía explicar cómo una chica a la que veía casi todos los días podía sorprenderla de esa manera.

   —¿Ya? —Mauri se acercó sonriendo. Regina tuvo el impulso de abrazarla para impregnarse aún más de su aroma pero logró contenerse.

   —¡Sorpresa! —dijo destapando la bandeja.

   —¡Yiyí! —La pelirroja dio un salto de alegría cuando vio las papas rellenas frente a ella—. ¡Las amo!

   —¿En serio? —bromeó ella—. Espero que hayan quedado bien.

   —Seguro sí. —Sin perder más tiempo, Mauri se llevó un pedazo a la boca. Cerró los ojos mientras masticaba—. Es como comerse a Dios.

   Eso hizo reír a Regina, que la imitó. Aquello le había quedado delicioso.

   —Carajo, quiero casarme con esta papa —dijo metiendo otro pedazo a su boca.

   —Llevarla de luna de miel a Hawai —siguió Mauri.

   —Vivir con ella en un palacio —continuó Regina.

   —Hacerle el amor tres veces al día.

   —Tener a sus bebés papitas deliciosas.

   —Y comerlas también. Eres la más grandiosa chef del universo —dijo Mauri mirándola a los ojos. Regina sintió que sus cachetes le ardían un poco.

   —Cuando quieras, Tini.

   —Todos los días.

   —¿Me recibirás a diario? —Regina giró el cuerpo para quedar frente a Mauri. Sus asientos estaban muy cerca.

   —Haces de comer y decoras el departamento. Me parece que yo salgo ganando.

   —Y sigo pensando… que esto es muy extraño.

   —¿Qué cosa? —Mauri dejó sus cubiertos sobre el plato y también giró el cuerpo.

   —Estar aquí… juntas —terminó Regina en un susurro.

   La pelirroja la observó un momento y luego sonrió.

   —Sí, pero… es dvertido, ¿no crees? Tenemos estas deliciosas papas y unas hermosas plantas. Creo que solo debemos disfrutarlo, ¿no te parece?

   —Sí, estoy de acuerdo.

   Mauri regresó a su comida y carraspeó.

   —Además… sinceramente… yo también he extrañado a mi mejor amiga.

   Regina se mantuvo en su sitio, viendo el perfil sonrojado de Mauri que continuaba masticando. La chica se veía sumamente adorable cuando se apenaba. Regina sonrió y decidió continuar comiendo.

   —Tardaste meses en decir eso —lanzó después de varios segundos.

   —Sí, es que… no decidía si de verdad te había extrañado.

   —¿Y qué te convenció? —Entonces Regina miró los ojos de la pelirroja, que fingió que pensaba mucho su respuesta.

   —Esto definitivamente sumó muchos puntos —dijo Mauri señalando su plato de comida medio vacío.

   —¿Sí? —La castaña caminó hacia la nevera y sacó un recipiente—. ¿Y esto a cuántos puntos equivale? —Había revelado el postre: el famoso pay de limón.

   La expresión de Mauri valió todo el trabajo puesto en preparar aquello.

   —Eres la mujer perfecta, te lo juro.



Regina vertió el agua caliente en dos tazas, mientras Mauri terminaba su llamada con Paulina. La enorme ventana frente a ella mostraba ya los últimos rayos del sol, ¿en qué momento pasaron tantas horas? Sacó el café, el azúcar, y terminó de preparar las bebidas. Regresó a la sala y esperó paciente hasta que Mauri cortó la llamada.

   —¿Todo bien? —quiso saber.

   —Sí. Manuel sigue fortaleciéndose. Me pidió ir por Joshy mañana al hospital. Podrá ver a su papá unos minutos.

   —¿Hoy te quedarás con Manuel?

   —No. Dice Paulina que ella se encargará —terminó la chica encogiéndose de hombros—. ¿Cuál es el mío?

   —El negro.

   —¿Sigues tomando tu café con tres litros de leche?

   —No critiques mi café.

   Mauri sonrió y dio un sorbo a su taza.

   —Muchas gracias por todo. Por este café, la comida y las plantas. Son hermosas. ¿Segura que no quieres que te las pague?

   —Segura. Es mi ofrenda de paz por todos los empujones y por aquella bofetada en la oficina —dijo bajando la mirada. Le apenaba recordar aquel momento.

   —Entonces estamos a mano.

   Levantó la vista cuando sintió a Mauri acercarse más a ella. La pelirroja tenía clavados los ojos en los suyos y parecía que quería decir algo importante.

   —¿Qué?

   —Solo… no quisiera arruinar esto…

   —¿Por qué lo arruinarías? —susurró Regina acercando su rostro al de la pelirroja.

   —Estuve pensando en lo que te dije en la azotea. Sobre tu matrimonio…

   —Ah. —La castaña dejó su taza en la mesita frente a ella y respiró hondo lista para lo que sea que Mauri quisiera decirle.

   —Creo que me excedí. Tu boda no es asunto mío. Perdón.

   Regina asintió esperando que la chica continuara, pero Mauri no dijo nada más.

   —¿Ya? ¿Es todo?

   —Sí, ¿por?

   —Creí que empezarías con una exposición de los mil motivos por los que mi boda es una tontería —dijo sonriendo.

   —En primer lugar, esa exposición sería de dos mil motivos y en segundo lugar ya te dije: no es mi asunto.

   —Pues… gracias. —Regina se quedó observando los ojos de Mauri un momento pero no pudo quedarse callada—. De acuerdo, quiero escuchar lo que realmente piensas.

   —No sigamos con esto —dijo la chica poniéndose de pie y caminando hacía la cocina de nuevo.

   —¿Por qué no? —Regina la siguió.

   —Porque este día ha sido perfecto y no quiero pelear contigo de nuevo.

   —Eso significa que lo que quieres decirme es algo negativo —comentó ella sonriendo—. Seguro lo mismo que me gritaste en la azotea.

   Mauri miró al suelo antes de atreverse a hablar.

   —Creo que… bueno… no te imagino casada con Carlos. Es decir… te puedo imaginar, pero… creo que no serías realmente tú.

   —¿Crees que es un error?

   Mauri asintió.

   —Lo siento.

   —Está bien —dijo ella algo nerviosa desviando la mirada hacia la ventana con vista a la ciudad. Las luces ya estaban encendidas, haciendo que las calles parecieran infinitas.

   —Yiyí… —Mauri se había parado a un paso de ella—. No tienes porqué hacerme caso. Seguro estoy equivocada.

   —Gracias por preocuparte, Tini. —Sin pensarlo, Regina llevó una mano hacia el rostro de Mauri, acariciando su mejilla—. Adoro tu departamento.

   —Ven cuando quieras —respondió Mauri tomando la mano que tenía en su rostro.

   —Lo haré.



Mauri
Solo media hora antes Regina se había marchado. Se habían quedado hasta tarde hablando de mil cosas y luego bajaron al estacionamiento, donde habían permanecido una hora más platicando junto al auto de la castaña.

   Fue por ese motivo que Mauri no había visto su celular hasta que se metió a la cama después de la ducha. Tenía cinco llamadas perdidas de Jessica. Presionó el botón para devolver la llamada. Su novia respondió al quinto timbre.

   —Hola. —Escuchó en la línea.

   —Hola, perdón, no vi tus llamadas. ¿Cómo estás? —preguntó mientras se acomodaba mejor en la cama.

   —Bien… ¿qué hacías? Hace dos horas que intento localizarte.

   —Estaba con mi sobrino, lo llevé al parque —improvisó sintiéndose terrible inmediatamente.

   —¿A esta hora?

   Mauri consultó su reloj, eran las 11 de la noche.

   —No, fue hace rato pero llegué a bañarme, cenar algo y olvidé el celular. ¿Cómo va todo por ahí?

   —Bien, todo tranquilo con mi familia. Mis padres lamentaron mucho no poder conocerte.

   —Sí, yo también lamento mucho eso. Podemos ir de visita luego… apenas las cosas mejoren en mi familia.

   —Me encantaría conocerlos.

   —Será pronto… tal vez en un par de semanas. —Mauri sintió una sacudida en su estómago cuando dijo eso.

   —¿Y pudiste dormir?

   —¿Qué?

   —Me dijiste que dormirías todo el día…

   —¡Ah, sí! Sí, pude… todo estuvo perfecto —dijo sonriendo al recordar su tarde.

   —Genial, mi amor. Entonces te veo en dos días. Llego muy temprano en la mañana. ¿Recuerdas que te invité a desayunar en mi departamento?

   —Claro. Te llamo mañana, ¿sí?

   Cuando se cortó la llamada, Mauri se quedó tumbada en su cama pensando en que no tenía motivos reales para mentirle a Jessica, ¿o sí? ¿Por qué sentía que lo suyo con Regina era una cuestión aparte? Mauri tenía la sensación de que la historia con la castaña se desarrollaba en un universo paralelo, como si existieran en otra dimensión, lejos de Jessica y de Carlos. ¿Aquello era correcto?

   Se sentó en su cama y miró de nuevo su celular. ¿Regina habría llegado bien a casa? Sin pensarlo demasiado, abrió su aplicación de mensajería y escribió.

   —«¿Ya estás en casa?».

   Enseguida vio que Regina escribía de vuelta.

   —«Sí, estoy regando mi jardín. He descuidado mucho mi acacia».

   Mauri buscó en internet una imagen de aquella planta. Sí, recordaba haber visto las flores amarillas en el jardín de su examiga. Respondió.

   —«Sus flores son muy bonitas. También tienes muchas rosas, ¿verdad? Tus favoritas».

   —«Sí. Amo las rosas. Creo que soy muy básica jaja».

   Mauri rió leyendo aquello.

   —«Yo diría que eres clásica».

   —«Ahora que lo pienso, creo que soy una romántica. Las rosas significan amor».

   —«¿Y las acacias?».

   —«Amor no correspondido».

   —«Jaja tu jardín es dramático. Por cierto, ¿qué harás mañana?».

   —«Iré a desayunar con mi madre. ¿Por qué? ¿Tienes una genial idea para saltarme ese desayuno?».

   —«Me temo que no». —Mauri pensó un momento—. «¿Quieres salir con Josh y conmigo mañana?».

   En cuanto mandó aquel mensaje sintió un cosquilleo recorriendo su cuerpo. ¿Y si Regina decía que no? ¿Y si decía que sí? Los segundos pasaban y la castaña no respondía. Dejó su celular sobre la cama y fue a la cocina por agua. ¿Era buena idea pasar sus ratos libres con Regina? ¿Por qué no lo sería? La castaña y ella habían llegado a un lugar desconocido en su extraña relación. Pero se sentía bien. Su amistad podría ser solo eso, una amistad. Volvió a su alcoba y vio una notificación. Regina había contestado.

   —«Me encantaría. ¿Dónde y a qué hora nos vemos?».

   Mauri sonrió.



Regina
Cuando se aseguró de haber regado todas sus plantas, cerró la llave. Se quedó ahí respirando el aroma de tierra mojada. La noche era perfecta, las estrellas y la luna adornaban el cielo. Sonrió pensando en que ese día había sido genial y cerraba de forma maravillosa.

   Al entrar a su casa lo primero que notó fue que la televisión estaba encendida. Carlos tenía los pies sobre la mesita de la sala, veía el fútbol y tomaba una cerveza.

   —Hola —dijo colgando su bolso en el perchero.

   —Hola —respondió Carlos bajando el volumen—. ¿Dónde estabas?

   —En casa de María —dijo sin pensar—. Ya sabes, noche de chicas. ¿Llegaste hace rato?

   —Como una hora. ¿Cenaste? Traje comida china.

   —Sí, ya cené. —Se sentó junto a su prometido.

   —Regina, ¿estamos bien? —preguntó Carlos con precaución.

   —Sí —dijo ella—. La verdad… ya no quiero pelear. Quiero pasar unos días tranquilos para empezar el año con energía.

   —Eso suena bien. —Su prometido le dio un beso—. Te invito a cenar mañana. ¿Qué te parece? Podemos tener una salida romántica. Dar un paseo por el centro, tomar algo rico —dijo Carlos con esperanza.

   —Es que… ya quedé con mi madre.

   —¿Mañana?

   —Sí. Iré desde temprano y estaré ahí con ella. Supongo que adelantaré algunas cosas de la boda. —¿De dónde sacó aquello?

   —Creí que querías descansar de los preparativos estos días.

   —Sí, yo también pero… los días son largos y puedo ver algunos pendientes… —Se levantó para huir de ahí—. Me daré una ducha.

   —Claro. —Carlos la observó—. ¿Ropa nueva? Te queda un poco grande ¿no?

   Entonces Regina se miró el cuerpo. Traía la ropa de Mauri. ¡Había olvidado la suya en la lavadora de la pelirroja!

   —¡Sí! Es que… es más cómoda así. ¿Vienes?

   —En un momento. Ya falta poco para que acabe el partido. —Su novio regresó su atención al televisor y Regina aprovechó para alejarse de ahí.

   Se metió al baño y se quitó la ropa con cuidado. Tendría que devolverle todo eso a Mauri. Sonrió al recordar que años atrás usar la ropa de la otra era algo muy común entre ellas.

   —Esa era una ventaja de ser su novia… —susurró, haciendo que ella misma se sorprendiera—. Su novia. —La castaña se miró en el espejo. Nunca antes había externado aquella palabra, pues de solo pensarla sentía pánico. Sin embargo, en aquel momento le parecía algo obvio, algo que siempre había estado ahí. Además, debía admitir que sonaba lindo. Pensar en su noviazgo con Mauri le provocó una extraña sensación de ternura—. Tini… ¿estarás ya dormida?



Regina
Regina tenía sentimientos encontrados cada vez que visitaba a su madre. Por un lado se sentía culpable por no verla tanto y por otro lado se sentía aliviada por no verla tanto. En aquel momento su culpabilidad se había transformado en ganas de terminar con ese desayuno lo más pronto posible.

   Y es que ya no sabía sobre qué temas hablar con su mamá, pues Olga era experta en encontrar siempre las cosas negativas y pasar horas criticando aquello. En ese momento Regina había cometido el error de hablarle del viaje que realizaría a Los Ángeles con su jefa.

   —Me parece una insensatez de tu parte salir de viaje con la boda encima —dijo su madre mirándola feo.

   —Ya prácticamente todo está listo. Margot se ha encargado de eso.

   —Pues creo que deberías ordenar tus prioridades. No debería haber nada más importante para ti que ese día. ¡Yo no puedo pensar en nada más! Me siento tan feliz. Verte caminar hacia el altar es el sueño de mi vida —terminó Olga suspirando—. ¡Te verás divina con tu vestido! Por cierto, ¿te ha llamado la modista?

   —Sí, antes de navidad. Dijo que los primeros días de enero me lo enviará.

   —¡Excelente! Ahora… deseo hablar contigo de algo muy importante para mí. —Regina sintió pánico. ¿Qué le diría su madre?—. Me gustaría que salieras de esta casa vestida de blanco.

   —¿Qué?

—Sabes que nunca estuve de acuerdo con eso de que te mudaras a casa de Carlos sin haberte casado antes. —Olga apretó los labios—. Pero quisiera que pensaras en mí, en darme gusto en esto. Regresa a la casa, ven unos días antes de la boda y permite que tu padre y yo te veamos salir de aquí de blanco, como se debe.

   —Pero, mamá…

   —Yo sé que puede sonar absurdo pero es algo que necesito ver para estar tranquila. Yo sé que… bueno… sé que no llegarás pura al altar… sé que ustedes han pecado.

   La castaña suspiró.

   —¿Es necesario hablar de esto?

   —Perteneces a una familia con principios morales sólidos, Regina. Sé que la modernidad le resta importancia a estos asuntos, pero la virginidad es importante para Dios. La mujer debe ser inmaculada.

   Regina no sabía qué decir, ¿qué se respondía a algo así?

   —La virginidad tampoco es garantía de ser buena persona…

   —¡Pues yo llegué virgen al matrimonio y te aseguro que mi nombre está apuntado en el cielo!

   —¡Mamá! —Regina tomó de un sorbo todo su jugo.

   —Como ya no puedo remediar las cosas al menos me consuela saber que le entregaste tu virginidad al que será tu esposo.

   El calor cubrió la cara de Regina. Desvió la mirada para evitar los ojos de su mamá. Temía que Olga leyera la verdad en ellos.

   —Señora, ¿desea más café? —La muchacha del servicio había captado la atención de su madre, cosa que Regina agradeció. Sonrió pensando en la identidad de la primera persona en su cama. Miró su reloj. Faltaban seis horas para verla.

Accordion title 16

Cuando yo regrese por ti 

renacerán las flores de tu jardín



Mauri
Recorrió con la mirada el enorme parque frente a ella intentando orientarse. Le había propuesto a Regina verse en ese sitio, pues sabía que era su favorito de toda la ciudad.

   Cuando recordó el camino que años atrás recorría con la castaña, tomó la mano de su sobrino para llegar hasta ahí.

   —¿Cuál es la sorpresa tía? —preguntó alegremente Josh trotando junto a ella, intentando igualar sus zancadas.

   —Si te lo digo ya no sería una sorpresa.

   Caminaron por el pasto para alcanzar lo alto de una pequeña colina. Mauri cargó al niño pues Josh ya estaba agitado. En la cima pudo ver el lago frente a ellos. Ahí había un pequeño claro, con juegos para los más pequeños y varios carritos de helado. Los enormes árboles alrededor proyectaban sombra por todo el lugar.

   —¡Genial! —Josh peleó para que Mauri lo bajara al suelo. En cuanto lo hizo, el niño corrió hasta los juegos a un costado del agua.

   La pelirroja observó a su sobrino subir a la resbaladilla. Josh sonreía mientras se deslizaba.

   —¿Qué te parece? —le preguntó al niño que corrió a abrazarla.

   —¡Me encantó la sorpresa!

   —Bueno, esta no es la sorpresa —dijo sintiendo sus latidos acelerando. Una hermosa mujer caminaba hacia ellos—. Ella es la sorpresa —terminó haciéndole una señal a Josh para que volteara.

   —¡Tía Regina! —El niño corrió hacia la recién llegada y se arrojó a sus brazos.

   —¡Hola Joshy! —Regina cargó al pequeño y le llenó de besos el rostro. Mauri se quedó de pie observando aquello. Su examiga lucía radiante. Perfecta. La chica se acercó a ella—. Hola, Tini.

   —Hola, Yiyí. —Mauri sentía que nada en el mundo podría borrarle la sonrisa que tenía en ese momento—. M-me alegra verte —dijo algo torpe.

   —Tía, ¿me compras un helado? —Josh señaló el carrito a unos metros de ellos.

   —Claro. Yiyí, ¿quieres uno?

   —Obvio sí.

   —¡Yo te invito tía Regi! —gritó Josh emocionado. La castaña bajó al niño, que corrió como loco hacia los helados. Las dos caminaron deprisa tras él.

   —Bien, Joshy… Quiero uno de chocolate, por favor —pidió Regina.

   —¡Yo también! —le dijo el niño al vendedor.

   —¿Y a mí no me preguntarás qué quiero? —se quejó Mauri.

   —¡Ah, sí! ¿Qué quieres tía Mauri?

   —Otro de chocolate. —El vendedor empezó a servir los helados mientras Josh lo observaba fascinado—. ¿Cómo estuvo el desayuno con tu madre? —le susurró a Regina, haciendo que la chica girara hacia ella. Mauri se perdió por un momento en sus hermosos ojos miel.

   —Creo que no hay una palabra que pueda definir eso. Mi mamá…

   —Cansa.

   —Sí… definitivamente es muy cansado verla. A veces llego con una súper noticia esperando que ella se emocione conmigo, pero no. Ella me ataca y critica. Creo que nunca le daré gusto en nada —terminó la castaña con voz tenue, dirigiendo sus ojos hacia el lago.

   —Entonces solo debes darte gusto a ti.

   Regina volvió a mirarla y le sonrió. De repente a Mauri le dieron ganas de anular el espacio entre ellas. Sacudió la cabeza y miró a Josh, que recibía feliz su helado.

   —Admiro a las personas que logran eso —dijo de pronto Regina, haciendo que Mauri regresara su atención hacia la chica—. Que se eligen sobre los demás.

   —Tú podrías hacerlo también.

   —Creo que esta charla se está volviendo muy profunda —comentó Regina riendo—. ¡Y apenas son las tres de la tarde!

   —Imagina lo que platicaremos a las ocho.

   —¡Tía! —Josh reclamaba atención. El vendedor les entregó sus helados—. Ahora paga —ordenó el pequeño engendro.

   —Dijiste que tú pagarías… —se quejó Mauri sacando dinero de sus bolsillos.

   —Cuando sea mayor te lo devolveré —prometió Josh.

   Con sus helados, regresaron al área de juegos bajo los árboles. Josh se sentó en un columpio y siguió disfrutando de su postre mientras Mauri y Regina se sentaban bajo un árbol cerca del niño.

   —¿Vio a su padre? —preguntó Regina.

   —Sí. Paulina le dijo que había sufrido una caída y que necesitaría estar unos días más en el hospital. Lo tomó bastante bien y Manuel parecía más fuerte después de ver a Josh.

   —La fuerza del amor —comentó Regina mirándola de reojo.

   —Sí, yo creo que… la familia es algo mágico.

   —¿Te gustaría tener tu propia familia? —interrogó de repente Regina.

   Mauri se detuvo a tiempo, pues su primer impulso había sido preguntar «¿Contigo?». ¿Qué carajo le pasaba? Estaba bien que Regina y ella se trataran con amabilidad pero no debía meter la pata con un comentario así. Fijó la vista en Josh, que hablaba con otros niños sobre un juego.

   —Creo que me encantaría. —Se sorprendió a sí misma admitiendo aquello—. No digo que pronto, pero… sería lindo tener unos cuantos como ese. —Señaló a su sobrino pelirrojo.

   —¿Unos cuántos? —Regina soltó una carcajada—. ¿Con cuántas docenas de hijos te imaginas?

   —Con dos o tres docenas.

   —¡Tonta! —La castaña le dio un golpe juguetón en el brazo.

   —¿Y tú? ¿Cuántos hijos deseas?

   Regina sonrió y negó con la cabeza.



Mauri

   —Te lo diré solo si tú respondes a eso al mismo tiempo. ¿Te parece? —A Mauri le pareció divertido aquello. Asintió—. Bien, a la cuenta de tres decimos cuántos hijos quisiéramos, pero la cifra real Tini, no bromas.

   —De acuerdo —dijo Mauri levantando las manos en señal de rendición—. Mostraré seriedad con esto.

   —Entonces… Una… dos… tres…

   —¡Dos!

   —¡Dos!

   Ambas soltaron una carcajada por sus respuestas.

   —¿Quién crees que tenga hijos primero? —preguntó Mauri lamiendo después su helado.

   —¡Pues tú!

   —¡¿Yo?! ¡Tú eres la que está a punto de casarse!

   —¿Y eso qué? Tal vez te animes a tener hijos con Jessica pronto, ¿no? ¡Le pedirás que se mude contigo en unos días!

   Mauri sintió una punzada en su estómago al recordar aquello. Era verdad. Su novia estaría de nuevo en la ciudad al día siguiente y sería el momento para pedírselo y presentarla con la familia.

   —Eh… sí. Tal vez tengas razón.

—¿En serio? —Regina la miró con expresión de espanto—. Yo… solo estaba bromeando. ¿Ya sabes cómo se lo pedirás?

   —No —dijo negando con la cabeza.

   Aquella conversación la estaba poniendo muy nerviosa. Sentía que habían pasado siglos desde la última vez que había pensado en su propuesta para Jessica. Sin embargo, apenas habían transcurrido algunos días desde su conversación con Paulina. ¿Por qué se sentía aterrada entonces?

   —¿Estás bien? —Regina colocó su mano sobre la que Mauri tenía apoyada en su rodilla. La sensación en su piel le recorrió todo el cuerpo.

   —Sí, es que… —Despacio, sujetó la mano de Regina. La castaña observó sus manos unidas antes de volver sus ojos hacia ella—. ¿Te ha pasado que…? ¿A veces estás completamente segura de algo y luego…?



Regina
Era como si su cerebro tuviera una interferencia. Aquel hormigueo en su mano avanzaba rápidamente por su cuerpo, impidiendo que pudiera concentrarse en otra cosa. Frunció el ceño regañándose mentalmente por no prestar atención a lo que Mauri le decía.

—¿Te ha pasado que…? ¿A veces estás completamente segura de algo y luego…?

Algo hizo click en su cerebro.

—¿Te refieres a vivir con Jessica? ¿Estás dudando? —Regina sintió ganas de sonreír, pero logró contenerse. ¿Era tan mala amiga?

—No quiero que te enojes conmigo.

—¿Por qué lo haría?

—Me advertiste que… bueno… —Mauri le soltó la mano y Regina quiso protestar por eso—. Cuando empecé a salir con Jessica me advertiste que no la lastimara.

—Ah… —Regina pensó un momento—. Creo que no deberías hacer algo para lo que no te sientes lista aún. Eso sería peor para las dos.

Mauri miró a Regina de forma tan intensa, que fue como si todo a su alrededor se esfumara. La castaña detuvo el impulso de acercarse más a la pelirroja.

—Gracias. Por no gritarme.

—Lo dices como si fuera una tirana —se quejó Regina.

—No eres una tirana. Pero Jessi es tu amiga y ya me habías advertido sobre esto. Ella es una gran chica, solo… tal vez necesito más tiempo…

Regina asintió y se terminó su helado. Pensó un momento si lo que quería preguntar realmente le importaba. ¿Quería escuchar esa respuesta?

—¿Qué sientes por ella? —dijo sin poder detenerse.

Mauri se sonrojó y desvió la mirada. Era como si ver a Josh corriendo tras otro niño fuera lo más importante para la pelirroja. Regina quiso cambiar el tema pero fue tarde. Mauri respondió.

—Justo ahora no lo sé.

El calor se apoderó de la castaña cuando los ojos de Mauri volvieron a posarse en ella. La pelirroja la observaba con seriedad.

—Entiendo. A veces los sentimientos pueden confundirse o… cambiar. —Sus manos le temblaban, así que las metió en los bolsillos de su chamarra—. Solo debes tomar las cosas con calma. Ir lento.

—Supongo que no me queda de otra —dijo Mauri sonriendo con tristeza—. O tal vez es solo que he estado lejos de ella mucho tiempo.

—Jess se fue hace solo cuatro días.

—¿Apenas? ¡Uff! Siento que han pasado mil cosas en estos cuatro días.

—Sí… yo también.



La tarde había sido muy divertida. Después de los helados habían subido a las canoas del lago. Josh había estado muy feliz y Regina sentía que cada día amaba más a ese niño. Además, verlo con Mauri siempre era encantador. La pelirroja y su sobrino eran muy parecidos físicamente, ya que Josh había salido igual a Paulina.

Eran las siete de la tarde cuando Mauri y ella decidieron llevar al pequeño a casa, pues parecía muy cansado. Dejaron el auto de Mauri en su edificio y siguieron hacia la casa de Paulina en el Mini Cooper.

—Hola. —Saludó a Pau cuando abrió la puerta de su casa.

—Hola, Regi… y… Mauri… —La mujer se había dado cuenta de la presencia de la pelirroja que traía cargando a Josh dormido—. Chicas, pasen.

Regina hizo caso y entró.

—Creo que este campeón ya no aguantó más. Remar en el lago lo dejó sin baterías —dijo Mauri dándole un beso en la mejilla a su hermana para entrar a la casa. La pelirroja subió por las escaleras para llevar a Joshua a su habitación. Fue entonces que Regina se percató que Paulina no le quitaba los ojos de encima.

—Me los encontré en el parque —dijo algo nerviosa colocando un mechón de pelo detrás de su oreja.

—Me alegra verlas juntas de nuevo. Es lindo —comentó la mujer con una gran sonrisa—. ¿Quieres algo de tomar? ¿Agua? ¿Jugo? ¿Algo más fuerte?

Regina siguió a su amiga, que la guió hasta la cocina. La casa de Paulina era muy hermosa, con buenos espacios y decorado.

—Pues estoy conduciendo así que… tal vez solo un trago.

—¡Excelente! —Paulina sacó entonces una botella de tequila y refresco de toronja—. ¿Se divirtieron?

—Sí, fue una tarde grandiosa. Tu hijo es muy tierno y encantador.

—Se parece a su tía, ¿no? —dijo Mauri entrando a la cocina. La pelirroja se sentó junto a ella, frente a la barra donde Paulina preparaba los tragos—. ¡Palomas! ¡Genial!

—Aprovecha que soy el conductor designado —dijo ella sonriéndole a la chica.

—¿No beberás ninguna?

—Bueno…

—Obvio Regina pidió una —intervino Paulina riendo—. ¿Recuerdan la escena que armaron en mi despedida de soltera?

—No. —Las dos negaron con la cabeza, aunque Regina lo recordaba muy bien.

—¡Quería matarlas! Estaban tan ebrias que terminé vigilando que tú, querida hermanita, no murieras asfixiada mientras vomitabas y que tú, Regina, no te fracturaras algo cuando te pusiste a bailar en el tubo.

—Yo no recuerdo nada de eso, ¿tú sí? —preguntó ella mirando a Mauri.

—Nou. Seguro nos confundes con otras, hermana.

—¡Claro que no! —Paulina dejó dos vasos frente a ellas—. Fue divertido. Una anécdota digna de recordar. ¿Y qué tal la Navidad, Regi? En el hospital estaba tan abrumada que no te pregunté nada al respecto. ¿La pasaste bien?

Regina le hizo una mueca a Mauri, ya que la miró con burla.

—Estuve en casa de mis padres, ¡deja de sonreír así! —se quejó pellizcando a la pelirroja.

—¿Recuerdas aquellas cenas, Pau? —le preguntó Mauri a su hermana.

—Oh sí, fuimos con mis papás dos o tres veces, ¿no? ¿Siguen siendo así? ¿Con los rituales de tu madre? —quiso saber la mujer mirándola a ella. Regina suspiró y asintió. Mauri soltó una carcajada.

—¡Te llevaré el próximo año! —Amenazó a la chica.

—Me reportaré enferma —se defendió la pelirroja.

—Realmente fue lo de siempre —dijo encogiendo sus hombros—. ¿Tú cómo te sientes ahora? ¿Ya más tranquila?

—Sí —dijo Pau sonriendo—. Manuel está mejor cada día, incluso me ha exigido que me quede en casa todas las noches. Dice que las enfermeras pueden encargarse de él. Fue un milagro que sobreviviera. —Regina se conmovió mucho al ver los ojos húmedos de Paulina.

Aquella mujer había sido una gran amiga y aliada en el pasado. Cuando era adolescente y pasaba todo el tiempo con Mauri, era usual compartir momentos también con Paulina y su familia. Cada cumpleaños o celebración importante, todos estaban ahí. Separarse de la pelirroja fue también decirle adiós a la familia Alonzo. Y luego se había reencontrado con Paulina en el gimnasio, y aquello le había dado un poco de aquello que extrañaba. Aunque las cosas no habían sido como antes, Paulina siempre la había tratado bien y jamás le había hecho ningún comentario sobre Mauri, nunca había intentado averiguar lo que había ocurrido entre ellas. Al menos a ella nunca le había preguntado, ¿a Mauri sí? ¿Paulina sabría de su relación secreta?

—¿Y cuándo podrá venir a casa? —La voz de Mauri hizo que Regina regresara de sus pensamientos.

—El doctor dijo que podría ser en un par de semanas.

—Eso es fantástico —dijo ella emocionada—. Por cierto, ¿podría usar tu baño?



Mauri
Terminó de beber su paloma mientras su hermana le indicaba a Regina el camino hacia el sanitario. Se sentía muy bien. Aquel día iba perfecto. Miró su reloj. ¿Regina tendría hambre? Pensó en un buen sitio para invitarla a cenar.

—¿Y bien? —Paulina había regresado.

—¿Qué?

—Regina… —Su hermana levantó una ceja.

—Pues… solo quedamos en ir al parque con Josh.

—¿Así de la nada?

—Bueno… La idea surgió ayer… le envié un mensaje en la noche… para saber si había llegado bien a casa después de pasar todo el día en mi departamento —soltó rápido antes de arrepentirse.

—¿Han pasado estos días juntas? —Paulina parecía muy sorprendida.

—Dijiste que debía cerrar mi herida.

—¿Eso haces?

Mauri pudo detectar un poco de ironía en la pregunta de su hermana.

—Pues… sí. Es… Regina y yo estamos siendo adultas y maduras. Hemos platicado de muchas cosas y todo está bien. En orden.

—Realmente no sé qué decirte. Solo que ambas se ven muy bien —declaró Paulina con una risita nerviosa.

—¿Qué?

—Querida hermanita hay cosas que no cambian.

—¿A qué te refieres?

—A ustedes. Son tan adorables juntas.

—No pienses cosas que no son —dijo Mauri sirviendo más tequila en su vaso—. Somos amigas.

—Sí, eso puedo verlo —respondió Paulina seria—. Mauri…

—No. No empieces a decirme que esto es una mala idea porque no estoy dispuesta a hacerte caso —dijo algo enfadada.

—No pienso que sea una mala idea. De hecho, creo que es lo mejor que puede pasarle a ambas.

—¿A qué te refieres?

—A que tal vez esta es la única forma que tienen para avanzar después de lo que ocurrió. Solo ella puede hacerte avanzar y viceversa.

—Regina ha podido seguir sin mí.

—¿Te parece? —Paulina negó con la cabeza—. Yo creo que en el corazón de Regina hay toda una sección dedicada a ti —susurró su hermana.

—No juegues con eso.

—Si una chica deja a su familia, incluido a su prometido, por estar contigo en Navidad… ¿qué te dice eso?

—¿Por qué metes esas cosas en mi cabeza?

—Porque te amo. Y siempre apostaré por ti —dijo Paulina mirándola con ternura—. No lo tiré, ¿sabes?

—¿De qué hablas?

—De aquel anillo que me diste. Aunque no sabía de qué rayos estabas hablando cuando me pediste que lo tirara… Bueno, lo tengo todavía. Si un día lo quieres de vuelta, está en un cajón por ahí.

Mauri recordó aquello. Cuando había salido del hospital después de su accidente le había pedido a su hermana que se deshiciera del anillo que pensaba darle a Regina, pues ella no tenía el valor de hacerlo.

—Ella dijo que no me amaba —soltó bajito mirando la barra.

—¿Y le creíste? Mauri… hasta un ciego vería que Regina te adora.

Aquellas palabras hicieron que su corazón latiera con fuerza en su pecho. Sintió mucho calor en las mejillas. Mil imágenes llegaron a su mente. Tantos besos, tantas noches juntas.

—¿Y si te equivocas? —Paulina la miró feo—. Ok, suponiendo que sea verdad… ¿qué hago?

—Primero piensa en los motivos que pudo tener Regina para alejarse. Luego debes ser sincera contigo. ¿Aún sientes algo por ella? Porque cualquier cosa que hagas debes estar segura.

Unos pasos le indicaron que su examiga se acercaba.

—Pau, adoro las plantas en tu pasillo —dijo la castaña haciendo acto de presencia.

—Mi madre me las regaló. Por cierto, quiero hacer una comida de bienvenida para Manuel y me encantaría que nos acompañaras.

Mauri observó la expresión de Regina, que parecía sorprendida. Quiso intervenir para sacarla del apuro pero la chica se le adelantó.

—Será un placer.

Estuvieron media hora más en casa de su hermana y aunque a Mauri se le hizo extraño que Paulina no las invitara a cenar ahí con ella, pudo ver cómo le guiñaba el ojo cuando Regina y ella caminaban a la puerta para marcharse.

—Esto fue muy divertido, deberíamos hacerlo con más frecuencia —le dijo Paulina a la castaña.

—Sería perfecto. Muchas gracias por la hospitalidad.

—Cuando quieras. Y muchas gracias por cuidar a Josh.

—Cuando quieras —dijo Regina de regreso.

La puerta se cerró y las dos caminaron hacia el Mini Cooper.

—Entonces… —Mauri miró a la castaña—. ¿Te gustaría ir a cenar? —Su corazón se detuvo durante el instante que Regina tardó en responder.

—Claro. ¿A dónde quieres ir? —La castaña apenas la miraba a los ojos.

Mauri recordó algo.

—Yo conduzco.



Regina
Estaba segura que su auto era el más hermoso del mundo, pero ver a Mauri conduciendo su Mini Cooper había elevado aún más su opinión al respecto. El cabello de la chica se movía por el aire fresco que se filtraba por las ventanas, haciendo que Regina se sintiera hipnotizada. Siempre le había encantado el color del cabello de Mauri, desde que eran pequeñas.

Cuando la conoció en su primer día en la secundaria, Regina se había sentido intrigada por aquella niña tímida de mechones rojos. Ella había cursado toda su primaria en ese mismo colegio, por lo que se sentía cómoda al pasar de nivel. Sin embargo, aquel primer día de clases entraron algunos compañeros nuevos y ahí estaba Mauri. Fue inmediata la simpatía mutua entre ellas y desde ese primer día habían pasado ocho años sin separarse.

Regina miró por la ventana pensando en que su vida era mucho más sencilla en ese entonces. Solo debía terminar sus deberes, sacar buenas notas y pasar sus ratos libres haciendo locuras con Tini. Por otro lado, en unas semanas más, estaría casada y continuaría con la rutina que había llevado por los últimos dos años. ¿Aquello era todo en la vida? ¿A eso se reducía la existencia? ¿Crecer, casarse y trabajar hasta la muerte?

Algo llamó su atención: ella conocía esas calles. Se acomodó mejor en su asiento y sonrió.

—¿En serio?

—¿Hay algo más delicioso que unos hot dogs con papas?

—Definitivamente no —dijo feliz mientras las dos bajaban del auto—. ¡Hace años que no venía! Creo que la última vez fue contigo… —Regina se quedó muda de repente.

—¿Qué? —Mauri se paró junto a ella, mirando hacia el local.

—Es que… me sentí extraña diciendo eso —admitió apenada.

—Creo que debemos dejar algo muy claro —dijo la pelirroja haciendo que la castaña la mirara a los ojos—: Tú y yo estamos en una especie de reencuentro amistoso después de años de ignorarnos. Conocemos perfectamente nuestra historia y al menos yo no pienso avergonzarme por ella. Estoy aquí contigo porque me agradas y porque en serio quiero comer esos hot dogs y esas papas. Teniendo eso claro… ¿me acompañas a comer como si no hubiera un mañana? —preguntó Mauri extendiendo la mano para que Regina se la tomara.

—Te acompaño.

Fingiendo que aquel contacto no significaba nada para ella, Regina mantuvo agarrada la mano de Mauri mientras ingresaban al establecimiento. Aquel sitio era frecuentado mayormente por adolescentes en busca de comida rápida. Ese era uno de sus lugares favoritos cuando iban a la secundaria.

—Carajo, huele muy bien aquí.

—¿Recuerdas eso? —Regina señaló hacia el menú, donde estaba el combo que muchos años atrás solían pedir—. ¿Quieres? ¿O ya no estamos en edad para eso?

—Si tú saltas, yo salto —dijo Mauri con valentía.

—Saltemos entonces.

Accordion title 17

Ya no aguanto más,  lo maldigo todo



Mauri
Eran las 10am pero el cielo era gris. Se acomodó mejor la chamarra para que el frío no se colara por su cuerpo. La temperatura había descendido aquella madrugada, por ese motivo Mauri no estaba muy feliz de estar en la calle con las mejillas entumecidas. Siguió el camino hacia la casa.

La puerta se abrió y Jessica la recibió con una sonrisa.

—Hola, mi amor. —Su novia la abrazó.

—Hola —susurró al oído de la chica.

—Te extrañé muchísimo —dijo Jessi buscando de inmediato sus labios.

—¿Qué tal el viaje de regreso?

—Todo tranquilo. Moría de ganas de verte.

—¿Sí? —Mauri siguió a la chica al interior de la casa.

—Pues claro. —Jessi regresó a sus brazos—. ¿Tienes hambre?

—Estoy bien —dijo sonriendo al recordar su salida con Regina, que había terminado casi a medianoche—. Es que cené muchísimo.

—Eso está perfecto —comentó Jessi con una cara traviesa—. Siéntate. Te tengo una sorpresa.

—¿En serio?

—Ajá… y estoy segura de que te encantará.

Mauri obedeció. Jessica se metió a su habitación mientras ella pensaba que podía esforzarse más, poner de su parte para al fin hacer “click” con esa chica.

—¿No está tu roomie? —preguntó levantando la voz.

—Llega después de Año Nuevo. —Se escuchó a Jess a lo lejos.

Mauri paseó la mirada por el sofá en el que estaba sentada. Solo dos días antes, había compartido su propio sofá con Regina. Las palabras de Paulina regresaron a ella. ¿Sería verdad? ¿Regina le había mentido años atrás? Cuando la besó en la azotea, Mauri había sentido que ese beso encerraba mucho más que solo deseo de su parte.

Cerró los ojos y exprimió sus recuerdos. La noche antes de su ruptura, Regina y ella habían tenido relaciones y… ¿por qué tenía la impresión de que Regina le había dicho que la amaba? ¿Eso era real o era solo que deseaba tanto escuchar aquello que su mente había creado esa fantasía? Y si Regina la amó, ¿aún lo hacía? Obvio no. Habían pasado muchos años y la chica estaba a menos de dos meses de su boda. Mauri frunció el ceño pensando en algo aún más importante: ¿Qué sentía ella?

Recostó la cabeza sobre el sofá, intentando ponerle un nombre a todas las sensaciones que tenía cuando estaba con Regina. ¿Era amistad? ¿Nostalgia? ¿Añoranza? ¿Amor? ¿Seguía enamorada de Yiyí?

En la casa empezó a sonar una canción lenta. Mauri abrió los ojos. Jessica estaba de pie frente a ella, con un sexy baby doll rojo. La tela transparente hacía que la pelirroja pudiera ver perfectamente el torso de su novia.

Mauri sintió un escalofrío mientras deslizaba la mirada por la zona íntima de Jessica, que estaba cubierta por una pequeña tanga.

—¿Qué…? —Su cara le ardía.

—Feliz navidad —dijo la chica montándola. Jessica empezó a besarle el cuello mientras se movía lento al ritmo de la música.

Mauri sentía el cuerpo cálido de su novia frotándose contra el suyo. Las manos de Jessica le quitaron la chamarra y empezaron a abrirle la camisa. Cerró los ojos dejando que su novia siguiera con lo que hacía. Unos labios empezaron a devorar los suyos. Ella respondía el beso, mientras acariciaba unas suaves piernas. Su respiración empezaba a agitarse mientras el deseo aumentaba. Abrió los ojos encontrando una melena negra obstruyendo su visión, «¿Regina se pintó el cabello?», pensó. Entonces fue consciente de sus pensamientos. Alejó su cara de la mujer que la besaba. Era Jessica, no Regina. ¿Qué le estaba pasando?

—Espera —susurró.

—¿Qué? —Jessica había atrapado de nuevo su boca.

—Espera, Jessi. —Sujetó los brazos de su novia para detener aquello.

—¿Qué pasa? ¿Quieres ir a mi habitación? ¿O tal vez…? —La chica se paró frente a ella y se quitó la parte superior, revelando sus pechos.

Mauri sintió un nuevo golpe de excitación pero se contuvo. No podía tener sexo con Jessica sin resolver antes el rompecabezas que eran sus sentimientos en ese momento.

—Es que… creo que no estoy… concentrada ahora.

—¿De qué hablas?

—Obviamente eres una mujer muy sexy. —Los ojos de Mauri se clavaron en los pechos de Jessica—. Pero, eh… ¿te parece si hacemos esto luego?

—¿Estás jugando? —Jessica rio con nerviosismo. Mauri negó lentamente con la cabeza.

—Perdón es que… realmente no me esperaba esto. —Jessica seguía semidesnuda frente a ella, haciendo que a Mauri se le hiciera difícil continuar.

—No te entiendo. ¿Qué sucede?

—Solo… es que han sido días duros y necesito…

Entonces Jessica hizo otro movimiento: se quitó la tanga.

—¿Te seguirás negando?

Mauri observó ese cuerpo sexy. Esa chica estaba lista para entregarse pero ella solo podía sentir pánico. ¿Qué había pasado con aquella Mauri que adoraba tener sexo con mujeres hermosas?

—Jess, es que no me siento muy bien ahora —dijo cerrándose la ropa.

—¡Es por ella, ¿verdad?! ¡Por esa otra chica! —soltó Jessica de repente.

—¿Qué otra chica? —Mauri parpadeó varias veces.

—¡Esa por la que te has desaparecido estos días! —gritó Jessica arrojándole el baby doll a la cara.

—¡No me he desaparecido!

—¡Claro que sí! ¡¿Dónde estabas ayer?!

—¡Con mi sobrino!

—¡¿Hasta las doce de la noche?! ¡A esa hora respondiste mis mensajes!

—¡Estaba en casa de mi hermana!

—¡¿Y por eso no puedes responder?! ¡Por favor Mauri, no seas una cínica! ¡¿Quién es ella?! ¡¿Es Yiyí?!

A Mauri se le fue el aire.

—¡¿Quién?

—¡Yiyí! ¡Esa a la que llamas una y otra vez mientras duermes! ¡¿Desde cuándo me engañas con ella?! ¡Dímelo! —Jessica la empujó. Mauri no sabía qué hacer. Se sentía aturdida. Miró los ojos furiosos de su novia.

—No te engaño con nadie.

—¡Mentirosa! ¡Y yo queriéndote llevar a mi casa! ¡Fui una tonta por creer que cambiarías! ¡Que dejarías de ser una sinvergüenza!

—¡Jessica, tranquilízate! ¡No te he engañado! ¡No he estado con nadie!

—¡¿Entonces quién es Yiyí?!

—¡Nadie!

—¡¿Quién es?!

—¡Ya te dije que nadie!

—¡Ten la decencia de decirme la puta verdad! ¡¿Quién carajo es Yiyí?!

—¡La que rompió mi corazón hace años! —admitió con rabia.

Silencio. Jessica la miró por varios segundos antes de hablar.

—¿Años? —preguntó su novia muy confundida. Mauri asintió—. ¿La estás viendo ahora? ¿Me engañas con ella?

—Jessi, no he estado con nadie más en todos estos meses. —La pelirroja dio un par de pasos hacia la chica—. Yo… Ella… Yiyí es alguien de mi pasado. Pero terminó.

—¿Hace cuánto fue eso?

—Hace seis años.

—¿Y no la volviste a ver?

Mauri dudó. No podía decirle la verdad. No podía revelar el secreto de Regina y decirle a Jessica que en realidad había estado viendo a Yiyí casi todos los días en el trabajo.

—No —mintió—. Ella se fue, desapareció de mi vida.

—¡¿Entonces por qué repites su nombre en sueños?!

—¡No lo sé! ¡Ni siquiera recuerdo haber soñado con ella!

—¡Júramelo! ¡Jura que no me has engañado con Yiyí!

—Te lo juro —dijo Mauri con firmeza—. No he estado con ninguna otra mujer.

—Qué tonta…

Fue como si de repente Jessica recordara que estaba desnuda, pues se metió rápido a su alcoba dejando a Mauri clavada en su sitio. La pelirroja se quedó ahí con el cerebro aturdido. A unos metros de ella estaba una mujer dispuesta a amarla, ¿por qué no podía simplemente arrojarse a sus brazos?



Regina
Las risas de sus padres y de Carlos llegaron hasta la cocina donde ella servía unos bocadillos para los recién llegados. A media tarde su mamá había llamado para informar que estaban en camino para llevarle el regalo de bodas que su prima de Barcelona había enviado por adelantado.

—Yo creo que es una vajilla de plata. —Escuchó la voz alegre de su prometido.

—Seguro es algo fino —soltó su madre—. Rosana se casó con un tipo emparentado con la realeza. En la boda los conocerás, querido. Son personas encantadoras.

Regina sonrió ante ese comentario. Su mamá calificaba siempre de «encantador» todo aquello que fuera caro o, como en este caso, a todo aquel que tuviera dinero. Ella ni siquiera recordaba bien a su prima. Regresó a la terraza donde estaban los demás. Carlos y su padre platicaban sobre política y su mamá se tomaba fotos junto a la alberca.

—Justo eso me confirmaron hace un momento —dijo su prometido mirándola—. Que tengo que salir de viaje la siguiente semana.

—¿Cuántos días? —quiso saber ella.

—Tres o cuatro. Aún no lo sé. ¿Te parece bien?

—Haz lo que tengas que hacer, Carlos —intervino Olga sonriendo—. Tú no te preocupes por los pendientes, ya casi todo está listo. Estuve platicando con Margot sobre colocar tres cisnes en la fuente del salón.

—¿Cisnes, mamá? ¿No te parece excesivo?

—Por supuesto que no. Sería un detalle divino para recibir a los invitados. Tu boda será la más espléndida. La gente hablará de ella por el resto de su vida —sentenció Olga con orgullo.

—También me ha llamado el General Albornoz —comentó su papá—. Fue mi superior durante mis años de servicio —le aclaró el hombre a Carlos—. Vendrá a la boda.

—¿General Albornoz? ¿El secretario de seguridad? —Su novio abrió mucho los ojos.

—Así es —respondió Fabián mirando a Regina—. Es la boda de mi única hija. He invitado a mis más respetables amigos. Por cierto, si alguna vez deseas ingresar a la política, mis contactos con el General te pueden servir. Él me ha comentado que está en busca de rostros nuevos, jóvenes y apuestos.

—¿Ahora es necesario ser guapo para ser político? —preguntó Regina divertida.

—Pues claro —contestó su padre—. La política es un espectáculo más, Regina, y me parece que Carlos encajaría muy bien en los planes de Albornoz.

—¡Wow! Nunca me había planteado esa posibilidad. —Carlos parecía fascinado por esa conversación.

Regina se puso de pie y volvió a la cocina. ¿A qué? A nada. Solo se sentía agobiada por aquella reunión. Miró su celular y abrió su aplicación de mensajes. Mauri estaba entre sus conversaciones frecuentes. ¿Sería prudente enviarle algo? Hacía tres días que no la veía. Lo último que supo fue que Jessica había regresado a la ciudad y seguro Mauri estaba con ella. Frunció el ceño ante esos pensamientos. ¿Qué haría Mauri? ¿Le pediría a Jess que vivieran juntas? ¿La había llevado de viaje? ¿Acaso eso debería importarle?

Su corazón saltó cuando vio una notificación. Tenía un mensaje. Se apresuró a abrir esperando que la pelirroja le propusiera salir a cenar o verse por ahí. Sin embargo, su sonrisa desapareció cuando descubrió que eran mensajes en el grupo que tenía con Jessica y María. Leyó. Sus amigas proponían verse esa noche para tomar unas copas y ponerse al tanto. No era mala idea. Aceptó la invitación y regresó con su familia, tratando de apartar de su mente la decepción por no haber recibido un mensaje de Mauri.



Mauri
Parpadeó varias veces mirando el techo de esa habitación. Estaba en casa de Jessica, en su cama. Había intentado llevar la fiesta en paz esos días poniendo como excusa sentirse resfriada. Al menos su chica había dejado los reclamos y se la habían pasado viendo películas y tomando café para combatir el frío que hacía afuera.

Y es que escuchar a Jessica pronunciar el nombre de Yiyí la había puesto en jaque. Si Jessica continuaba pensando que ella la engañaba y decidía investigar, podría descubrir que Yiyí no era otra que Regina.

Se levantó para buscar su chamarra para salir de ahí. Quería estar sola para decidir qué rayos haría con su vida.

—¿Te vas? —Escuchó la voz de Jessica desde la ducha.

—Sí, es que… debo comprar algunas cosas.

—Espera. —Dos minutos después Jessica salió del baño únicamente con una toalla envolviendo su cabello—. ¿Vendrás a dormir conmigo?

—Tenía planeado pasar la noche en mi departamento… —titubeó un poco. Y es que en realidad la pelirroja no era fanática de dormir fuera de su territorio y tampoco se le antojaba invitar a su novia a su departamento—. ¿Quieres que regrese más tarde?

—Saldré con las chicas. Quedé de verlas en una hora —dijo Jessica abrazándola por el cuello—. Ya sabes, tenemos mucho que platicar sobre estos días.

—¿Cuando dices «chicas» te refieres a María y a Regina? —preguntó Mauri sintiendo un cosquilleo en su estómago.

—Sí. María dijo que tiene algo impactante que contarnos y quedamos en ir a un bar esta noche. ¿Quieres venir?

—Claro que no. Ustedes tienen sus propios asuntos. Iré a visitar a mis padres —inventó rápido—. Podría llevar a Josh.

—Bien… y… ¿has pensado en cuando los conoceré?

Esa era la pregunta que Mauri tanto temía escuchar. Diez días antes tenía todo planeado para ese encuentro, pero en ese momento no sabía si estaba lista para dar ese paso.

—Yo creo que cuando Manuel salga del hospital podríamos platicar ese asunto, ¿te parece? —Le dio un beso fugaz a su chica y se apartó de ella para salir rápido de ahí.

Una vez en su auto, Mauri pensó que lo que realmente necesitaba era una botella de alcohol. Giró el volante en dirección a su bar favorito. Tenía la sensación de que estaba arruinando las cosas. Con todos. Cuando llegó a un semáforo sacó su celular. Sus dedos presionaron rápido un mensaje. Lo envió antes de arrepentirse.

Pisó nuevamente el acelerador mientras pensaba que necesitaba hablar con alguien. Agarró nuevamente su celular y mandó otro mensaje a otra persona. Esperaba que lo viera pronto.



Regina
Cuando sus padres se marcharon, le quedó el tiempo exacto para alistarse y salir al encuentro con sus amigas. Caminaba rápido para entrar al bar, rogando haber metido a su bolso su cartera y su celular.

María le hizo una señal apenas entró al lugar. Las dos chicas ya estaban esperándola.

—Disculpen la tardanza —dijo besando las mejillas de ambas.

—No te preocupes, también acabamos de llegar —comentó Maria—. ¿Vieron lo horrible que está el tránsito?

—Es la locura previa al fin de año —dijo la castaña—. Creo que todos eligieron esta noche para tener la última borrachera.

—La penúltima querrás decir. Al menos mi plan mañana es beber tanto que no recuerde ni cómo se pronuncian las palabras —anunció María con orgullo.

—Eso es porque eres una alcohólica —se burló Jessica.

—Y tú eres aburrida, ¿o qué harás mañana? ¿Tener sexo desenfrenado con Mauri?

Regina aguantó las ganas de darle un puñetazo en la cara a María por ese comentario. Respiró hondo y prefirió revisar si por un milagro había llevado consigo su cartera y su teléfono. Sus amigas discutían. Suspiró aliviada al sentir ambos objetos en su bolso. Le echó un rápido vistazo al celular y sintió mucho calor en el cuerpo cuando vio la notificación. Desbloqueó rápido sintiendo su corazón latiendo a mil por hora. «Tini», leyó.

Se movió en su lugar sintiendo picor en los dedos mientras abría el mensaje.

—«¿Qué haces? Te extraño». —Sonrió leyendo la última parte.

—¡Regina! —La castaña brincó en su lugar cuando la voz potente de Jessica le hizo recordar donde estaba. María reía a carcajadas.

—¡Déjame adivinar! Carlos te mandó un mensaje cochino, ¿verdad?

—¿Qué? —preguntó ella confundida.

—Tienes la cara toda roja leyendo tu mensaje. Déjame ver. —María intentó quitarle el celular pero Regina logró apartarlo a tiempo.

—No es nada cochino, es… tierno —susurró intentando no levantar la vista hacia sus amigas.

—Awww.

—Tienes permiso de responderle solo este mensaje, ¿va? Necesito tu atención aquí —exigió María.

—Bien… responderé rápido. —Presionó sobre el espacio en blanco para redactar la respuesta para Mauri. Sus ojos leyeron de nuevo las palabras en ese chat y sintió que se sonrojaba otra vez—. «Estoy en un bar. ¿Cuándo nos vemos? También te extraño».
    Cuando dejó su celular de nuevo en su bolso, sintió que ese mensaje debió ser más extenso. Había tantas cosas que quería platicar con la pelirroja. Miró de reojo su teléfono pero fue tarde, Jessica habló.

—Entonces, ¿qué es eso tan impactante que querías decirnos? —La chica pelinegra miraba a María. Entonces Regina recordó que ese era el principal motivo de verse esa noche. También puso su atención en su amiga.

—Deja que nos traigan los tragos —se quejó la aludida levantando la mano para apurar al mesero, que corrió con una botella, hielos y vasos.

—¡Uuff! No sé si esto es porque estás feliz o porque estás deprimida. Ya cuenta —dijo Regina viendo la cantidad de alcohol—. ¿Qué pasó?

—Esperen… —María sirvió los tres vasos—. Quiero que brindemos —dijo levantando su trago, las otras dos la imitaron—. Por mi… ¡y mi novio!

—¡¿Qué?!

—¡Que tengo novio! —María tomó de un sorbo todo el contenido de su vaso—. ¡Ujuuu!

Regina y Jessica se miraron y soltaron una carcajada.

—¿Y estás feliz o estás triste?

—¡Feliz, obvio!

—¿Y quién es?

—¿Cómo que quién? ¡Pues Pablo, ¿quién más?!

—¡Aleluya! —gritó la castaña levantando los brazos al cielo.

—¡Salud! —Jessica se tomó también todo su trago—. ¡Mi amiga sacó de la friendzone a un pobre desdichado! ¡Traigan otra botella!

—¿Cómo fue? —preguntó Regina, feliz por su amiga y por Pablo. Ese chico le agradaba mucho. Además, era amigo de Mauri. Sonrió de nuevo preguntándose si la pelirroja ya habría visto su mensaje.

—En Nochebuena —dijo pícara—. Pasó por mi después de la cena con mis padres y dimos un paseo. Acabamos en mi departamento y… ¡no salimos de la cama hasta dos días después!

—¡Eso golosa! —dijo Jessica riendo.

—Eres tremenda —siguió ella.

—No. Pablo es el «tremendo».

—¡Qué asco! —se quejó Jess.

—Pues claro, a ti todos los penes te dan asco —se burló María, recibiendo un empujón por parte de la chica de cabello negro.

—Me alegro por los dos —dijo Regina sirviendo más alcohol en su vaso—. Hace meses que Pablo anda detrás de ti.

—Sí. Debo admitir que tenía miedo de cometer un error. —Se sinceró su amiga.

—¿Por qué?

—Creí que no podría crecer junto a él. Que era solo un chiquillo. Pero durante la posada de la empresa pudimos platicar más. Luego me acompañó a casa y aunque no pasó nada, sí descubrí que es un tipo inteligente y con aspiraciones.

—¿Ves? ¡Te dije que tiene un gran futuro! —intervino Jessica—. Mauri me aseguró que Lorena ha puesto el ojo en Pablo para ascender en la empresa.

El estómago de Regina giró al escuchar ese nombre. Tuvo la tentación de revisar el celular pero se contuvo.

—Bueno, bueno. Pues ya está. Oficialmente somos una pareja. Es lindo, atento, guapo… y se mueve delicioso —terminó María con una expresión lasciva.

—Creo que te tiene cautiva con su pene —dijo Regina con una carcajada.

—¿Para qué negarlo?

—Entonces el siguiente año será muy emocionante. Regina abrirá con su boda y tú puedes cerrar con la tuya —soltó Jessica.

—No, no. Es pronto… aunque tal vez Mauri y tú. Llevan más tiempo que nosotros.

—Sí… bueno… —Jessica dudó y las miró con nerviosismo.

—¡De acuerdo, tienes toda mi atención! —María giró el cuerpo hacia su amiga. Regina tuvo una ligera sensación de vértigo.

—Tuvimos una pelea horrible el día que volví —comentó la chica mirando la mesa.

—¡¿Por?! —María sirvió más tragos rápidamente.

—De acuerdo. Les voy a contar, solo… que no salga de aquí. Es privado.

Regina quiso salir huyendo de ahí. Ya había escuchado suficiente sobre el pene de Pablo y si Jessica empezaba a hablar de sus intimidades con Mauri, ella vomitaría.

—¡Habla! —exigió María.

—Le tenía preparado una sorpresa… me puse algo sexy y quería… bueno, darle su regalo…

—¡Así se hace! —gritó emocionada María. Regina apretó su vaso con ganas de hacerlo explotar.

—Pero… Mauri me rechazó.

Regina suspiró aliviada.

—¿Te pusiste un liguero? —interrogó María. Jessica asintió—. ¿Tanga? ¿Pelo suelto? ¿Cara seductora?

—Todo —aseguró Jessica—. Ella solo me detuvo. Obvio me enojé. Le reclamé… creo que me engaña con otra chica.

—Mauri jamás haría eso —dijo Regina sin pensar.

—Pues… —María carraspeó—. Sabemos de su reputación.

—¿Y eso qué? Mauri no es ese tipo de personas.

—Es que… —Jessica parecía elegir sus palabras—. ¿Recuerdan lo que les conté el otro día? ¿Sobre Yiyí?

A Regina se le cayeron las fuerzas hasta el suelo. Sintió tanto pánico que estuvo a punto de levantarse de la mesa.

—Sí, el sueño de Mauri ¿no? —dijo María frunciendo el ceño—. Pero fue sólo un balbuceo… en eso quedamos.

—Eso fue lo que creí pero no. Le dije que ya sabía que veía a otra mujer, que veía a Yiyí.

—¿Y qué te dijo? —María estaba sentada en la orilla de su silla.

—Que ella no veía a nadie, que Yiyí no existía. Entonces le grité más, la empujé, la insulté y confesó…

—¡Esa perra! —María se tapó la boca, incrédula. Jess le dio un zape.

A Regina le ardía la cara y le temblaban las piernas. ¿Mauri la había traicionado? ¿Le había contado a Jessica?

—Mauri no me engañó… me contó que hace años estuvo enamorada de Yiyí, pero que ella la abandonó y le rompió el corazón. —Se derretía. Regina sentía que su corazón se derretía escuchando aquello. Jessica continuó—: Nunca la había visto así… tan triste. Esa fue la chica, ella fue la que destrozó a Mauri.

—¿Y estás segura de que no la ve? ¿Segura que no te engaña con ella?

—Segura. Dijo que hace seis años Yiyí desapareció.

—Yiyí… —María sacó su celular.

—¿Qué haces?

—Buscarla. Tengo curiosidad por conocer a la chica que atormenta a Mauritania Alonzo.

Regina estaba petrificada. Las palabras de Jessica le taladraban la cabeza. Mauri había estado totalmente enamorada y ella la había abandonado. Parpadeó varias veces intentando que el picor de sus ojos desapareciera. Ella destrozó a Mauri, a esa chica adorable que siempre la había tratado maravillosamente. La dejó cuando estaba a punto de declararle su amor. Huyó cuando encontró el anillo en su cajón. Huyó después de aquella noche en que… Cerró los ojos deseando borrar ese momento de su mente. Ese fue el instante en que supo que debía alejarse para siempre. Y sin embargo, seis años después moría de ganas por revisar su celular en busca de un mensaje de la chica a la que había abandonado.

—No creo que sea ella. —Escuchó la voz de Jessica. Regina regresó al presente. María le enseñaba su celular a Jess.

—¿Y esta?

—Ni siquiera es una mujer, ¿no lo ves? Es un local de maquillaje.

—Ah, sí.

—Ya dejen eso —se quejó ella, haciendo que sus dos amigas le prestaran atención—. Jess, si Mauri te dijo que esa chica está en el pasado debes creerle. Y tú deja de meterle cosas en la cabeza —regañó a María.

—¿Y si esa tal Yiyí está rondando a Mauri? Jessi, ¿has notado algo raro en tu novia? Después de su pelea, ¿qué pasó?

—Pues… ha estado conmigo estos días. Dice que se siente un poco enferma pero… no sé qué le sucede. Cuando la beso se siente diferente. —La voz de Jessi se quebró—. Es como si ella solo pensara en otra.

—¡En Yiyí! —soltó María con el ceño fruncido. La cabeza de Regina daba vueltas. ¿Sería verdad? ¿Mauri pensaba en ella? Los golpes en su corazón no la dejaban ordenar su mente.

—Mauri estuvo desaparecida los días después de Navidad… ¿Creen que estuvo con esa tipa? —cuestionó Jessica.

—¿Y si le revisas el celular? —Se metió María—. Si está viendo a alguien más seguro hay evidencia en su teléfono.

—No hagas eso —dijo Regina con pánico en su voz—. Jessi, confía en Mauri. Ella no te engaña con otra. Solo dale tiempo para acostumbrarse a tener una relación formal. Seguro ella… —Dudó. ¿Qué rayos hacía dándole consejos de amor a la novia de Mauritania?

—¿Ves? No hay argumentos —atacó de nuevo María aprovechando su titubeo—. Debemos espiarla. Le diré a Pablo que grabe su conversación.

—¿Qué? —Jessica parecía confundida viendo cómo María tecleaba un mensaje.

—Le pediré a mi novio que la grabe ahora que fue a verla.

—Pero… Mauri fue a casa de sus padres —dijo Jessica.

—¿Eso te dijo? —María miró con lástima a su amiga—. Mauri está en un bar con Pablo.



Mauri
Esperó paciente a que su amigo bebiera su segundo trago seguido. Pablo tragaba mientras la veía de reojo. El chico dejó su vaso sobre la barra de manera dramática.

—¿Otro? —preguntó Chepa, la barwoman.

—Espera —le dijo Pablo a la mujer y giró para mirarla—. ¿Me estás diciendo que Regina y tú son amigas de nuevo? ¿La estuviste viendo todos estos días?

—Sí, eso es lo que digo.

—¿Y tenías planeado un viaje para pedirle a Jessica que se mudara contigo pero ahora piensas que es una mala idea?

—Eso también.

—¡¿Estás loca?! —Pablo pidió otro trago—. ¡Te lo dije Mauritania! ¡¿Sí o no se lo dije?! —le preguntó Pablo a Chepa, que lo miraba sin entender nada—. ¡Te dije que tuvieras cuidado con Jess y mira!

—Lo sé, lo sé —dijo ella descansando su cabeza en la barra—. No sé que estoy haciendo.

—¡Yo te lo diré! ¡Estás jugando con fuego! ¡Las ex nunca pueden ser amigas! ¡Se sabe!

—¡No tengo nada con Regina!

—¿No? Mauri… ella es la única razón por la que nunca has formalizado nada con nadie y cuando por fin piensas hacerlo, te lanzas de nuevo sobre Regina. ¿En serio no lo ves?

—¡No ha pasado nada entre nosotras!

—Tal vez nada físico, pero ¿emocional? ¿Sentimental?

Mauri pensó un momento. Frunció el ceño y miró de nuevo a Pablo.

—¿Sigo enamorada de Regina? —preguntó al aire—. Eso sería estúpido. Han pasado muchos años, he estado con otras mujeres… ella no puede seguir aquí —dijo tocando sobre su corazón.

—Pues será mejor que lo averigües antes de que lastimes a Jessica. —Pablo sacó su celular—. Genial, María quiere que grabe nuestra conversación.

—¿Qué?

—Espera… —Pablo leyó el mensaje—. Dice que Jessica cree que la engañas y quiere que yo te espíe.

—¡Carajo!

—¡Más alcohol! —exigió Pablo. Enseguida Chepa les llenó los vasos.

—No sé en qué momento se me ocurrió que sería una gran idea salir con alguien de la oficina.

—Tal vez deberías reclamarte también por la genial idea de acercarte de nuevo a Regina… aunque… —Pablo suspiró y regresó sus ojos a ella—. Mauri… si la amas deberías hacer algo al respecto.

—¿Cómo qué?

—Me odio por lo que voy a decir pero… si amas a otra mujer, deberías terminar con Jessica. Aléjate de ella antes de que todo empeore. Si las cosas con Regina explotan, Jessica será un daño colateral y yo te patearé el trasero.

—Pero… Jessica es perfecta… ella es mi tabla de salvación. Si no lo logro con ella, ¿con quién?

—Lo conseguirás con quien sea, pero primero debes superar a Regina. Mientras la contadora esté cerca de ti nunca podrás tener una relación de verdad con nadie. Mauri, recuerda que Regina está a punto de casarse.

—Con un imbécil.

—Pues sea como sea, es su prometido y en unas semanas será su esposo. —La pelirroja sintió ganas de morder la nariz de su estúpido amigo por decirle eso—. Ella lo eligió, lo que significa que… tal vez… la contadora no siente nada romántico por ti. Tal vez realmente solo te ve como una amiga y tú estás babeando por ella.

—Me siento patética.

Eso era verdad. Tenía la vida de cabeza por alguien que estaba por casarse con otro. Era obvio que Regina se la pasaba bien con ella, pero también podía pasarla bien con cualquier otra amiga. Incluso en ese momento estaba en un bar con María y Jessica… su novia. Recordó el mensaje que había dejado sin responder y no pudo evitar sonreír. Regina le dijo que también la extrañaba. Volvió a golpear su cabeza en la barra.



Regina
Salió a toda prisa del elevador y presionó el timbre del departamento. Nada. Sacó su celular y llamó. Su corazón golpeaba frenéticamente su pecho. Fue hasta el tercer timbre que Mauri respondió.

Hola —dijo la pelirroja al otro lado.

—¿Estás en tu departamento?

Estoy en mi auto yendo para allá. ¿Por qué?

—Porque estoy en la puerta. Te espero aquí. Tengo que hablar contigo.

De acuerdo… entra. La clave es 123456.

Regina no pudo evitar soltar una carcajada.

—Estás muy loca. Te espero dentro.

Cortó la llamada e ingresó el código en la cerradura electrónica. Entrar al departamento de Mauri sabiendo que ella no estaba fue extraño. Dejó sus cosas en la isla de la cocina y se quitó el abrigo. Estaba nerviosa. Todo lo que había dicho Jessica le había puesto los pelos de punta. No podría seguir mirando los ojos de su amiga sin sentir que la traicionaba. Pero, ¿realmente lo hacía? Ella tenía una historia muy larga y complicada con Mauri. Habían pasado tantas cosas juntas, que era imposible pensar en su pasado sin pensar en Mauri. En cada acontecimiento importante la pelirroja había estado presente. Mauri fue su primer beso, fue su primera vez, su primer amor… Regina cerró los ojos y se tocó los labios recordando el beso de la azotea. Su cuerpo se estremeció y a su mente llegó una verdad imposible de ocultar, incluso de ella misma: le había encantado ese beso. ¿Qué hacía en ese departamento a esa hora de la noche?

Había bebido y sabía perfectamente que sus defensas frente a Mauri bajaban cuando tenía alcohol en su sistema. Debía salir de ahí, huir de nuevo de la pelirroja. Alejarla. Faltaban unas semanas para su boda, no podía permitir que Mauri lo arruinara todo. Se había esforzado esos seis años para ser la Regina que debía. Tomó sus cosas y caminó hacia la puerta pero fue demasiado tarde. Mauri había llegado.

Accordion title 18

Cuantas vueltas a este cuento le hemos dado



Mauri
Regina estaba de pie frente a ella con expresión de terror, haciendo que Mauri se espantara. Echó un rápido vistazo a su examiga, en busca de alguna pista sobre su pánico. Lo único que notó fue que tenía un vestido ceñido al cuerpo, dejando ver su perfecta figura, haciendo que Mauri sintiera un escalofrío ante aquella aparición divina.

—¿Qué sucede? —preguntó dejando su chamarra sobre un taburete—. Yiyí… ¿qué pasa? —Se acercó a la castaña que seguía sin hablar, solo la miraba como si fuera un fantasma.

—Es que… —Regina carraspeó—. Necesitaba decirte algo… estuve con las chicas y… Jessica sigue pensando que la engañas con… conmigo —terminó su examiga cerrando los ojos.

—¿Contigo?

—Nos contó sobre su pelea… sobre sus dudas sobre ti y otra mujer. Anda buscando en redes sociales a todas las Yiyís. Dice que te siente rara, que… —Las mejillas de Regina quedaron rojas—. Las cosas no van bien en la intimidad.

—Pfff… —La pelirroja caminó hacia la cocina y se sirvió alcohol. Regina la siguió. Mauri pudo ver la incomodidad en aquellos ojos.

—¿Es cierto?

—¿Que no tengo sexo con mi novia?

—Eso no me incumbe… solo quiero saber… no sé cómo decir esto…

Mauri le acercó su vaso con tequila a Regina, que negó un par de veces pero luego se bebió el contenido de un trago.

—Solo dilo, Yiyí…

—Si nuestra amistad te está afectando… tal vez… no sé, tal vez… —Las palabras se quedaron atoradas en la garganta de Regina por unos segundos—. No quiero que las cosas se compliquen.

—¿Para quién? ¿Para mí o para ti?

—Yo no tengo nada que ver…

—Claro que sí. ¿Estás aquí porque te preocupas por mí o porque te aterra que Jessica descubra la verdad?

Hubo un breve momento de silencio hasta que Regina lo rompió.

—No quiero que ella sepa… Tini, si ella revisa tu teléfono y ve mi nombre… Si descubre… —La voz de Regina se ahogó.

—Entonces dime qué es lo que quieres…

—¡Solo dime qué está pasando contigo! —gritó Regina exasperada.

—No lo sé… No siento nada cuando estoy con Jessica. Ella puede pasearse desnuda frente a mí y yo no… Ahí no hay nada… absolutamente nada… ¿Crees que me estoy muriendo?

—No digas tonterías.

—Es que una chica linda se desnuda y yo… Sabes que nunca he tenido problemas en la cama… —Se detuvo de golpe al soltar aquello—. Perdón, fue un comentario inapropiado.

—Creo que es bastante obvio que entre nosotras no existe esa palabra. —Regina suspiró—. Tengo miedo Tini… No sé qué pasaría si todos supieran… si…

—¿Estás aquí por eso? ¿Para pedirme que me aleje de nuevo? —Una terrible tristeza cayó dentro de ella.

—Estoy aquí… —Regina parecía buscar la razón—. Porque me sentí aterrada… No quiero que nadie sepa de lo nuestro… Y porque… quería verte. Mañana termina el año y yo… solo quería verte y asegurarme de que estuvieras bien.

El corazón de Mauri golpeó muy fuerte. Quiso sonreír pero trató de contener su emoción ante aquellas palabras. Regina se notaba más relajada que minutos atrás, pero aún veía mucho de ese temor que la castaña sentía.

—Yiyí, tú sabes que yo nunca le contaría a nadie sobre nosotras.

—Le dijiste a Pablo…

—Y él no dirá nada.

—¿Cómo sabes eso?

—Porque Pablo está más asustado que tú. Me dijo que María le pidió que me interrogara sobre la verdad y lo grabara para Jessica… ¡María está loca!

—Es una metiche…

—Pienso terminar con Jessica.

—¡¿Qué?! ¡Tini no!

—¿Entonces quieres que esté con alguien por quien no siento nada?

—Dijiste que solo necesitabas más tiempo con ella…

—No creo que el tiempo ayude.

—¿Y tus planes sobre vivir juntas? Parecías convencida sobre eso.

—Lo sé, pero… no… Carajo Yiyí, llevamos meses saliendo y cada día me siento más lejos de ella, más presionada. No creo que eso sea un presagio de un futuro prometedor para nosotras, ¿no te parece? ¿O acaso la resignación es todo en la vida? Debería haber algo más, ¿no?

—¿Algo más como qué?

—No lo sé… —Mauri miró con timidez a Regina, que la observaba con seriedad. La vio morderse el labio inferior antes de susurrar:

—Fuego… mucho… calor, tal vez…

Regina tenía una expresión tan sexy que Mauri dio un paso hacia atrás y fingió que buscaba algo en un cajón.

—No quisiera lastimarla…

—¿No? ¿En serio crees que no sufrirá si terminas con ella? Jessi te ama.

—Lo sé… pero yo no estoy enamorada de ella. Sé que es genial, sé que… no puedo sentir nada por ella porque…

La voz se le ahogó. Los ojos miel de Regina estaban clavados en los suyos. Yiyí estaba ahí con ella a esa hora de la noche, en la semioscuridad de su departamento, luciendo extremadamente sensual y hermosa. Entonces Mauri lo tuvo claro, no tenía dudas al respecto: aún sentía algo por esa chica. Había algo dentro de ella que despertaba solo en presencia de Regina.

—¿Por qué? —preguntó Regina en un susurro.

La pelirroja intentó hablar pero las palabras no acudieron. Solo estaba ahí como estúpida tratando de controlar la ola de sentimientos dentro de ella. Los segundos pasaban y era evidente que debía decir algo.

—Simplemente no pasó —dijo con nerviosismo—. Y creo que sería egoísta no darle la oportunidad de encontrar a alguien mejor que yo.

La castaña giró el rostro hacia la ventana y luego volvió a mirarle los ojos.

—¿Segura… que… esa es la razón?

—¿Cuál otra sería?

—Pues no sé… tal vez quieres regresar a tu vida anterior y acostarte con todas las mujeres de la ciudad.

—¡No exageres! ¡Yo no hice eso nunca!

Toc toc.

Los insistentes golpes en la puerta hicieron que ambas se asustaran.

—¿Esperas a alguien? —preguntó Regina bajando la voz.

—No… —Mauri caminó hacia la puerta.

—¡Mauri abre! —La voz de Jessica llegó fuerte y clara.

—¡Carajo! —Regina se tapó la boca.

—Ve a mi habitación —susurró Mauri haciéndole señas a la castaña para que se diera prisa.

—No abras… —suplicó Regina apenas emitiendo sonido.

Más golpes siguieron.

—Tirará mi puerta… —Mauri apresuró a Regina, que seguía congelada en el mismo lugar—. Escóndete, ya…

Fue como si la castaña recibiera una corriente eléctrica en el trasero, pues dio un salto y luego se escondió en la recámara. Mauri la escuchó poner el seguro antes de abrir la puerta principal.

—¿Por qué tardaste tanto? —le preguntó Jessica apenas estuvieron cara a cara.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste al edificio?

—María distrajo al guardia… ¿te molesta? —Jessica entró al departamento. Mauri percibió el olor a alcohol de Jess.

—¿Por qué me molestaría?

—Porque en todos estos meses nunca me has invitado a venir aquí y porque… escuché voces. ¿Con quién hablabas?

—Con nadie.

—¿Y las voces?

—Estoy sola, Jessica. ¿Quieres algo de beber? ¿O… porqué estás aquí?

—Porque necesito saber Mauri… yo sé que hay algo. No quiero hacerme la loca y fingir que estamos bien. Háblame… ¿qué sucede?

Mauri se rascó la frente y trató de no mirar hacia la habitación. Se sentía entre la espada y la pared. Quería decirle a Jessica que todo había terminado, quería confesar lo que había hecho… pero no podía decirlo todo.

—Creo que no es el lugar ni el momento para hablar. Es obvio que las dos hemos bebido hoy y…

—¡Al carajo, Mauri! ¡Ten el valor para decirme lo que te pasa! —Jessica la empujó, haciendo que golpeara el vaso en el que Regina había bebido, que cayó al suelo y se rompió.

—¿Por qué no te tranquilizas?

—¡Porque ya no puedo! ¡Siento que me ocultas cosas! ¡Que no soportas tocarme! ¡¿Hay otra?! ¡Dímelo, ¿hay otra chica?!

Jessica volvió a empujarla con fuerza, haciendo que Mauri cayera sobre los vidrios rotos. Sintió un dolor agudo en la mano derecha. Apretó los dientes y miró la herida. Un trozo de vidrio se había clavado en la palma de su mano. Haciendo un gran esfuerzo, se incorporó tratando de no mover el cristal clavado pues el más ligero movimiento hacía brotar más sangre.

—Jessica, por favor, calma… —dijo Mauri con dificultad.

—¡No! ¡Ya no aguanto! ¡¿Quién es, Mauri?! ¡¿Es Yiyí?! ¡¿Estás con ella?! ¡Dímelo! ¡DILO! —Una bofetada impactó la mejilla de la pelirroja.

—¡JESSICA! —Mauri giró el rostro al escuchar esa voz. Regina se encontraba de pie detrás de ella, con una mirada furiosa—. ¡¿CÓMO TE ATREVES A GOLPEARLA?! —La castaña se acercó tan rápido que Mauri tuvo que interponerse para que no arrollara a Jessica.

—¿Q-qué haces aquí? —balbuceó Jessica mirando a su amiga. Pero Regina había visto la mano sangrante de Mauri. Abrió mucho los ojos.

—¡Por Dios! ¡Te llevaré al hospital!

—Estoy bien…

—Estás perdiendo sangre… —Regina siguió el rastro en el suelo.

—Regina, ¿qué…?

—¡Cállate Jessica! ¡Vete o te tiraré por la ventana, ¿entendiste?!

—Pero…

—¡Que te vayas!

Regina corrió a la habitación, dejando momentáneamente a Mauri con Jessica. La escucharon revolver cosas.

—Luego hablamos —le dijo la pelirroja a su aún novia—. Ahora debo ir al hospital.

—Yo te llevo.

—No, gracias.

—¿Qué hace Regina aquí?

Mauri suspiró.

—¡¿Sigues aquí?! ¡Jessica, vete! —exigió Regina al regresar con unas cuantas gasas—. Encontré esto en tu cajón… espero que te ayuden…

Con mucho cuidado Regina colocó las gasas alrededor de su mano para intentar contener la sangre que fluía.

—Gracias —dijo Mauri cerrando los ojos por el dolor.

—Perdón… —Se escuchó el susurro de Jessica. Mauri miró una vez más a la chica antes de que saliera del departamento con lágrimas en los ojos.

—No debiste salir del cuarto… —le dijo a Regina, que tenía la vista clavada en la puerta por donde Jessica había desaparecido.

—Claro que sí. Vamos, te llevaré a que te curen.



Mauri
Su fin de año había sido extraño, ya que el amanecer del 31 lo había contemplado desde la ventana del auto de Regina, que la había llevado a su departamento después de pasar varias horas con ella en urgencias.

Y es que según los doctores, tener una pieza de vidrio clavada en la mano y que la sangre no dejara de brotar no se consideraba una urgencia. La tuvieron esperando mucho tiempo con la mano levantada hasta que alguien se compadeció de ella y la atendió.

Regina la había abrazado cuando la doctora empezó a suturar la herida en su mano. Mauri había apartado la mirada para no vomitar. Por eso el amanecer las había sorprendido de camino a su departamento, donde la castaña se mostró bastante contrariada por dejarla sola.

Pero no podía quedarse. No había motivos. La chica tenía que llegar a casa con su prometido, pues seguro tenían planes para cerrar el año. Por su parte, ella se había quedado esa noche en casa, ignorando las llamadas y mensajes de Jessica.

Estaba muy enojada con ella misma. Sabía lo que tenía que hacer pero se sentía mal cada vez que pensaba en las frases que debía utilizar para terminar su relación. Otro fracaso en su lista de relaciones. Otra chica más a la que le rompía el corazón. Pero, ¿qué podía ofrecer cuando ella misma aún tenía el corazón destrozado? Vergüenza, eso era lo que sentía cuando un nuevo mensaje de Jessica llegaba. No podía culpar a la chica por nada. Solo ella era la responsable de su situación, de estar tan prendada de Regina que ni siquiera había tenido el valor de dejar sin responder el mensaje de año nuevo que la castaña le había enviado puntual a medianoche.

En esos momentos lo veía: algo grande y poderoso vivía dentro de ella. Tal vez había pasado los últimos años dormido, pero habían bastado unos días con la castaña para que aquello despertara.

Cuando sus días de descanso acabaron y el 2 de enero llegó al trabajo, tenía muy claro que solo existía una verdad: seguía perdidamente enamorada de Regina.



Regina
Regresar al trabajo le había dado la sensación de control y normalidad que últimamente sentía a la deriva. Sus días de descanso habían sido muy raros, teniendo en cuenta que la mayor parte del tiempo lo había pasado con una chica a la que supuestamente quería evitar.

Sin embargo, cada momento junto a Mauri se había sentido más real que todos los días de los últimos años lejos de ella. Esa idea hacía que Regina se estremeciera. No podía permitir que ninguna emoción la alejara del camino que tenía planeado. Y aún así, no pudo evitar mirar hacia la puerta de Mauri cuando pasó de largo hacia su propia oficina.

No le sorprendió para nada encontrar a Jessica ahí dentro. Ya sospechaba que su amiga le pediría una explicación apenas llegar al trabajo. Eso le había dado tiempo de pensar en lo que le diría.

—¿Entonces…? —Jessica la miró detenidamente.

—¿Entonces, qué? —preguntó ella sentándose detrás del escritorio.

—¿Qué hacías en el departamento de Mauri?

—¿Tú qué crees que hacía? Fui a hablar con ella sobre ti.

—¿Sobre mí?

—En el bar te veías muy mal y yo… —Regina se acomodó en su silla tratando de convencerse que lo que diría a continuación no era una completa mentira—. Quiero que seas feliz y sé que la amas. Quise tratar de aconsejarle…

—¿Tú? ¡Pero si apenas la toleras!

—Eso no es verdad… —Suspiró—. Sabes que soy amiga de su hermana y le tengo aprecio a Mauri, eso es todo.

—¿Y por eso me sacaste a gritos de su departamento? —Jessica la miró con molestia—. ¿Por qué la aprecias? No estaba tan ebria, ¿sabes? Recuerdo que casi te lanzaste contra mí. Fuiste muy grosera conmigo.

—Y tú la golpeaste y le heriste la mano… —dijo ella apretando los dientes para no decir una estupidez—. ¿Acaso te sientes bien por eso ahora?

—No… —admitió Jess con una mirada triste—. No estaba en mis cabales.

—Por eso te corrí de ahí. Sabía que te arrepentirías de eso y quería que no arruinaras más las cosas.

—No ha respondido mis llamadas. ¿Crees que…? ¿De qué hablaron?

—Bueno… eh… le pregunté si tenía algún problema y le dije que si necesitaba ayuda podía pedirla para que estuviera bien y pudiera estarlo contigo…

—¿Y qué dijo? ¿Le preguntaste si tenía una aventura con Yiyí?

Regina sintió un vuelco en el estómago pero trató de recuperarse.

—Ella no tiene nada con esa chica, Jess. Te lo aseguro.

—¿Ella te lo dijo?

—Sí… No… Es… Paulina, ella me lo dijo hace tiempo.

—¿Qué te dijo?

—Que… sí, esa chica fue el primer amor de Mauri pero eso fue hace muchísimos años. Ellas nunca estuvieron juntas.

—¿Nunca?

Regina dudó un momento, pero no podía decir la verdad.

—Nunca —confirmó.

Jessica la observó de una manera que la hizo sentir nerviosa.

—¿Por qué no me habías comentado nada?

—Porque no quería meterme —dijo tratando de sonar despreocupada—. Y no sabía que tuvieras tantas dudas sobre Mauri. Dijiste que solo había balbuceado al dormir. Creí que estaban bien hasta el día del bar. Por eso fui a su departamento.

—¿Era la primera vez que ibas?

Regina pensó con rapidez.

—Había ido antes con Paulina a llevarle unas cosas a Mauri.

—¿Y eso porqué tampoco me lo habías dicho?

—¡Porque no le vi el caso! Tú eres mi amiga. Mauri… ella no lo es… —dijo tratando de romper el nudo en su garganta—. He tratado con ella por Paulina, pero no es que seamos íntimas ni nada.

—Bien… —Jessica paseó la mirada por la oficina y luego volvió hacia ella—. ¿Cómo está? ¿La llevaste al hospital?

—Está bien. Le cosieron la mano… Jessica, eso fue horrible, no tenías porque golpearla. —Sintió de nuevo ese tremendo enojo hacia su amiga—. No la vuelvas a tocar, ¿entendiste?

Jess frunció el ceño.

—La defiendes demasiado.

Una alerta sonó dentro de Regina, pero ella decidió ignorarla.

—Hay cosas que no se pueden tolerar —dijo ella recordando las palabras que una vez le había dicho Mauri cuando creyó que Carlos le había pegado—. Más te vale mantener el control o…

—¿O qué? ¿Me las veré contigo?

—Sí —dijo Regina con firmeza sin tener tiempo de detenerse. El pánico momentáneo fue sustituido por la convicción. Mantuvo la mirada sobre su amiga sin titubear—. Además, ¿qué crees que hará Mauri ahora?

Jessica bajó la mirada y se hizo chiquita en la silla.

—Creo que va a romper conmigo.

Aunque Jessica seguía sin mirarla, Regina asintió despacio. En ese momento María entró a la oficina, captando la atención de las dos.

—Jessi, Irma te está buscando para actualizar el formato de nóminas… ¿Todo bien?

—Sí… —dijo Jessica secándose las lágrimas. La chica salió de ahí.

—¿Qué pasó?

—Nada… —dijo ella suspirando.

—¿Ya viste a Mauri?

—No, ¿por qué? —Fingió que buscaba algo.

—Solo… llegó con la mano vendada… y parece muy molesta.

—Claro. Se le abrió toda la mano, ¿qué esperabas? ¿Que estuviera feliz?

—Tú pareces furiosa…

—No fue algo agradable de ver.

—¿Y eso es todo? Regina, yo estaba en la puerta. Vi lo que pasó ahí adentro, parecías un toro enfurecido…

No dijo nada, solo trató de mantener la calma mientras le devolvía la mirada a su amiga.

—No estoy a favor de la violencia…

—¡¿En serio?! Si Mauri no te hubiera detenido le hubieras arrancado la cabeza a Jessica. ¿Y no te gusta la violencia?

—¿No tienes trabajo que hacer? —preguntó bastante molesta.

—De hecho sí —dijo María acomodándose en una silla.

—Eres una entrometida.

—Esa es mi fama. ¿Pero sabes algo? También sé guardar secretos. ¿Qué sucede?

—No pasa nada, María. Solo no estoy de humor.

—¿Por Mauri?

—Mi vida no gira alrededor de ella… Tengo problemas en casa, con la boda. Eso es lo único en mi mente ahora. Si me exalté con Jessica, bueno… creo que solo estoy harta de todos —dijo para salir del paso—. ¿Podríamos enfocarnos en el trabajo?

—Claro. —María se levantó de su lugar pero antes de salir giró hacia ella—. Si necesitas hablar sobre algo en concreto… déjame demostrarte que puedo ser una tumba.

Regina no dijo nada, pero sabía muy bien que prefería morir antes de decir en voz alta eso que traía atorado en el corazón.

Accordion title 19

Yo quiero el aire que tiene tu alma



Mauri
Arrugó la frente cuando por un descuido se golpeó la herida. Detestaba haberse lesionado precisamente su mano derecha, que era la que más utilizaba. Incluso hacer las cosas más insignificantes como abrir una botella, eran una odisea al solo poder utilizar una mano.

Había pasado esos días enfocada en el lanzamiento que se acercaba. Su equipo se mostraba más nervioso y eso hacía que ella empezara a dudar de todo lo que habían hecho durante los preparativos.

Cada vez que Lorena mencionaba el lanzamiento, era como si sus tripas cayeran en picada. Y no es que ella fuera una chica miedosa, pero había soñado con eso durante años y de repente la expectativa le hacía temblar las piernas.

—Oye, jefa… —Pablo asomó la cabeza con cara de incomodidad—. Jessica pide hablar contigo de nuevo…

—No estoy —dijo ella tajante.

—Pero… ahm… —Su asistente entró despacio y cerró la puerta tras él—. Está aquí afuera…

—No me interesa, Pablo. No quiero hablar con ella —susurró.

—¿Y te ocultarás toda la vida?

—Solo hasta que sepa qué decirle exactamente.

—¿Pues en cuántos idiomas piensas decirle que su relación terminó?

Mauri suspiró. Aún no sabía a qué le tenía tanto miedo. Antes había terminado muchas relaciones sin tener ningún problema por cómo decirlo. Pero Jessica… Todo había sido por su culpa y no sabía como hacer para no lastimar aún más a esa chica. Se miró la mano vendada. Eso era lo menos que se merecía.

—Dile que iré a buscarla luego para hablar.

—¿Y lo harás? Hace cuatro días que la evitas.

—Solo dile que me espere a la hora de la salida. Dile que iré a buscarla.

—De acuerdo… de todas maneras seguro la verás en un momento… Lorena pidió que todos estuviéramos en la sala de descanso para eso de la Rosca de Reyes.

—Qué fastidio…

—Escuché que trajeron muchas y que están deliciosas… —dijo Pablo con cara de niño hambriento.

—Ve a entregar mi mensaje, ¿quieres? —Su celular empezó a sonar. Sonrió al ver el nombre y respondió.

¿Qué haces? —preguntó Regina al otro lado de la línea.

—Justo ahora estaba regañando a Pablo. —La risa de la castaña la hizo ampliar su sonrisa.

No quisiera ser tu asistente, suenas como una de esas jefas horribles… ¿Cómo estás? ¿Qué tal tu mano?

—Es una mierda. Pero seguro sanará.

¿La estás lavando como dijo la doctora?

—Sí, mamá.

Jum… estaba… estaba pensando en ir a la sala de descanso por un café… ¿Te veo ahí?

—Claro… pero… Pablo dijo algo sobre unas Roscas…

¡Coño, es cierto! —Regina parecía molesta por ese detalle—. Todos estarán ahí.

—Tal vez podríamos ir luego a cenar… si quieres… —dijo conteniendo la respiración.

Esa idea es mejor que la mía. Entonces… te veo en esa cosa de las Roscas y luego… ¿nos vamos juntas? No sé, a cualquier lugar a hacer tiempo hasta la cena.

—Eso suena grandioso.

La llamada se cortó. Mauri observó su celular por un par de segundos. ¿Qué estaba haciendo? Durante esos días Regina y ella se habían encontrado de manera furtiva en los pasillos o se habían mantenido en comunicación a través de mensajes. La chica estaba al pendiente de su recuperación y se portaba muy amable con ella, como si quisiera mantener la amistad que había resurgido entre ellas durante sus vacaciones.

A Mauri esa cercanía le encantaba pero también una parte de ella estaba preocupada. En un rincón de su cerebro, una voz le gritaba que Regina estaba a unas cuantas semanas de casarse y que debía salir huyendo de ella para mantenerse con vida. Pero eso era algo que Mauritania no sabía cómo hacer.

Unos minutos después se encontraba en la sala de descanso esperando que todos sus compañeros llegaran. Pablo estaba junto a ella, demasiado feliz como de costumbre. Regina estaba a unos cuantos metros de distancia. Mauri notaba su sonrisa discreta y sus hermosos ojos cada vez que sus miradas se cruzaban. Observó los jeans ajustados y la chamarra que Regina tenía ese día. Su cabello castaño suelto, esos mechones que caían con gracia sobre su frente, su piel suave y sus labios rosas, eran como un poema a la perfección.

Desvió la mirada cuando notó que Jessica la estaba observando. No quería que la chica se acercara a ella. Ese no era el lugar para hablar.

Aquella cosa empezó. Lorena les pidió que partieran las Roscas para cumplir con la tradición. Esperó su turno para cortar un pedazo y tomó un sorbo del café que Pablo le había entregado.

—También prueba eso, está buenísimo aunque no tengo idea de lo que es —le dijo su asistente señalando un pan frente a ellos. Por la pinta, aquel panecito se le antojó mucho, así que probó un pedazo.

—No está nada mal. —Estaba tan bueno que apenas terminó ese pedazo se acercó por uno más.

De repente, sintió que el aire desapareció de aquella sala. Sujetó el brazo de Pablo y quiso decirle algo pero no pudo. Intentó respirar, cosa que le fue imposible. Se sujetó la garganta.

—¿Qué sucede? —Pablo parecía confundido y ella empezó a sentirse aterrada. Abrió la boca pero el oxígeno ya no entraba. Se apoyó en la mesa y las fuerzas se le fueron. Había caído arrodillada y trataba por todos los medios de respirar. Quiso ordenar su mente pero la falta de oxígeno la estaba mareando. No podía levantarse, no podía correr para ir por lo que necesitaba. Se tumbó en el piso.

—¡MAURI! —gritó una voz conocida. La cara de Regina apareció frente a ella—. ¡¿Qué tienes?! ¡Mauri! ¡Pablo, ¿qué le pasó?!

—¡No sé! ¡Solo estábamos comiendo y…!

—¡¿Qué es esto?! —Regina mordió un pedazo del pan que momentos antes ella había tenido en la mano. La castaña abrió mucho los ojos, aterrorizada—. ¡Su mochila! ¡Trae su mochila ya!

—¿Por qué…?

—¡La mochila rápido! —exigió Regina desesperada—. Mírame, Tini… —Pero ella apenas podía enfocar. Todo empezaba a nublarse—. ¡Mírame! ¡No te duermas! ¡Mírame, Tini! —La mano de Regina sujetó la suya, haciendo que Mauri se esforzara por mantenerse despierta. Miró los ojos de Regina—. Tranquila, estoy aquí, no te duermas, pronto podrás respirar ¿de acuerdo? Solo mírame por favor… —La voz de la chica se quebró y las lágrimas empezaron a brotar en sus ojos. Mauri sabía exactamente lo que quería decirle a Regina. Si su garganta se lo hubiera permitido, esas dos palabras serían lo único que deseaba decir. Ya no podía más. Trató de respirar con todas las fuerzas que le quedaban pero fue imposible. La cara de Regina empezó a oscurecerse. Los párpados le pesaban… se le cerraron. Su cabeza se fue de lado. Sintió que alguien la sacudió con fuerza.

Eso había acabado y lo que más lamentaba era no haber podido decirle a Regina… Un ardor intenso surgió en su pierna y subió rápidamente por su cuerpo. Algo la impulsó hacia arriba y una bocanada de aire entró a sus pulmones. Abrió los ojos de golpe, inhalando con fuerza. Su pecho subía y bajaba con rapidez. Sentía cómo el oxígeno volvía a llenarla de vida a bocanadas.

—¿Estoy… en el cielo? —le preguntó a la hermosa chica que la miraba sonriendo.

—Eso quisieras.

Sonrió también sin dejar de ver a Regina, que tenía los ojos rojos e inundados de lágrimas. La chica le ayudó a sentarse. Entonces vio la jeringa vacía en su mano.

—Que bueno que me leíste la mente —bromeó—. Justo lo que necesitaba.

—La próxima vez recuerda revisar que lo que te comas no tenga nueces.

—¿Por qué? —preguntó Pablo, que estaba pálido, arrodillado junto a Regina.

—Porque es alérgica —le dijo la chica a su asistente—. Por lo menos siempre tiene una de estas inyecciones en su mochila. ¿Te sientes mejor?

—Todo es mejor cuando puedes respirar… —Quiso levantarse pero Regina la detuvo.

—Con calma, ¿sí?

—Estoy bien… —Entonces miró a su alrededor. Todos sus compañeros tenían cara de espanto y nadie hablaba—. De verdad estoy bien.

—Yo no sabía que eras alérgica a alguna cosa… —dijo Pablo apenado.

—Creo que olvidé hablarte de eso.

—Ni yo lo sabía… —Jessica también parecía asustada, pero había algo más. Estaba molesta—. Y eso que soy su novia.

—Vamos… —Regina le ayudó a levantarse y Mauri notó que la chica estaba temblorosa.

—Ya pasó —le susurró, acercando su cabeza a la suya. Regina apretó los labios y asintió.

—Tal vez deberías descansar —le dijo Pablo parándose entre ellas y Jessica, tratando de ocultar la escena—. ¿Por qué no vamos a la oficina?

—Ya recuperaste el color. —Regina le revisó el rostro—. ¿Quieres que le llame a Paulina? ¿A tu madre?

—No, por favor —dijo con espanto—. A mi mamá no. Se volverá loca como aquella vez… —Mauri se detuvo al recordar que no estaban solas.

—De acuerdo, vámonos.



Regina
Sentía un nudo atorado en su garganta. Cuando entró a la oficina de Mauri, sus ojos seguían clavados en la pelirroja, intentando descifrar si de verdad se encontraba bien.

—¿Necesitas algo? —le preguntó Pablo a su jefa—. ¿Un café? ¿Agua?

—Estoy bien. Solo necesito descansar y seguir respirando.

—Pablo, ¿podrías dejarnos a solas por favor? —dijo ella.

El chico dudó un momento, pero luego Mauri le hizo una indicación con la cabeza.

—Estaré cuidando la puerta —dijo al pasar a su lado.

Algunos metros la separaban de Mauri y lo que Regina quería hacer con aquella chica era algo totalmente prohibido. Pero su cuerpo no le pidió permiso para continuar con aquello.

Con decisión caminó hacia Mauri y se le echó al cuello.

—¿Qué…?

—Eres una tonta —dijo ella sollozando sin apartarse de la chica.

—¿Por qué? —preguntó Mauri algo divertida—. Yiyí…

—No —pidió ella cuando sintió que la pelirroja quiso romper el abrazo para mirarle la cara—. Déjame llorar aquí.

Dejó salir todo el terror que había sentido minutos atrás. La idea de ver morir a Mauri, la impotencia de verla quedarse sin aire fue algo terrible que quería olvidar.

—Estoy bien… estoy bien… —repetía la chica acariciando su espalda.

—¿Por qué nunca revisas la comida? ¿Y porqué nunca tienes contigo la inyección? ¡¿En qué estabas pensando cuando probaste algo sin saber lo que era?! —dijo muy molesta.

—Perdón. —Mauri estaba ruborizada—. No tienes porqué sentirte así…

—¡¿Y cómo quieres que me sienta?! —Volvió a abrazar fuerte a Mauri—. No quiero… no puedo… —dijo casi sin aliento con más lágrimas cayendo por sus mejillas.

—Yiyí… oye… todo está bien, ¿de acuerdo? Estoy aquí contigo…

Regina asintió mientras seguía llorando.

—Fue horrible.

—Lo sé… de verdad creí que iba a…

—¡Cállate! —dijo ella con rapidez—. No lo digas. Fue peor que aquella vez… —Ocultó su rostro contra el cuerpo de Mauri. Sintió el aroma de la chica. Rozó la piel de su cuello. Despacio se alejó un par de centímetros de su rostro. Los ojos de Mauri estaban fijos en los suyos.

—Me has salvado la vida varias veces ya… —susurró la pelirroja.

—Deberías pagarme por ello —dijo tratando de controlar el cosquilleo en su cuerpo.

—¿Basta con invitarte a cenar?

Ella negó con la cabeza. Su cuerpo tembló cuando Mauri deslizó la mano por su espalda, sujetando con suavidad su cintura—. Ya… —dijo la chica limpiando los últimos rastros de lágrimas de sus mejillas—. Todo pasó. Hay que olvidarnos de esto.

—Solo promete que no comerás nada nuevo sin antes preguntar lo que es.

—Te lo prometo.

Escuchó la puerta abrirse pero no volteó.

—Oigan, Lorena vino a ver a Mauri.

—Claro, adelante.

Se apartó un par de pasos de la pelirroja y se limpió las lágrimas con rapidez. Su jefa hizo acto de presencia.

—¡¿Pero qué pasó ahí?! ¡Mauri! —La mujer aún tenía cara de espanto—. ¡Dios mío! ¡Eso fue terrible!

—Estoy bien.

—Creo que iré a mi oficina a continuar mis pendientes…

—No es necesario Regina…

—Sí, lo es. Necesito distraerme. Mauri, ¿te veo después?

—Es un hecho —respondió la pelirroja con una sonrisa.

Confiando en que la chica ya se encontraba bien, Regina se dirigió a su oficina. Aunque se sentía bastante aturdida por lo ocurrido, quería dejar de pensar en eso. Sin embargo, sus dos amigas la esperaban en el pasillo.

—¿Cómo está Mauri? —le preguntó María.

—Mejor. Se quedó con Lorena —dijo ella abriendo la puerta. Con disgusto comprobó que las dos chicas la siguieron.

—¿Cómo sabías eso? —interrogó Jessica.

—¿Qué cosa? —preguntó ella como si nada.

—Todo. Sobre su alergia y sobre dónde tenía sus inyecciones.

—No sé… creo que lo comentó alguna vez… —dijo revolviendo cosas en su escritorio.

—¿Lo comentó? ¡Ni Pablo ni yo lo sabíamos!

—Jessica, no sé por qué no se los había dicho…

—¿Y por qué la llamaste Tini?

—¿Qué?

—Cuando estaba en el suelo… la llamaste Tini.

—Ah… sí… —Se rascó la cabeza—. Así le dicen en su familia.

—¿Conoces hasta a su madre?

—Sí… María, ¿trajiste el informe que te pedí en la mañana?

—Te lo envié al correo, si quieres te lo imprimo —dijo su amiga con practicidad rodeando el escritorio para usar su computadora.

—¿Por qué nunca habías mencionado nada de esto?

—Jessi, tengo muchos amigos de los cuales no te platico, no tiene importancia.

—Pero Mauri es la hermana de tu amiga. ¡Conoces a su familia! ¡Es mi novia! ¡Algo debías decir! No sé, algo como «oye Jessi, ¿qué crees que me dijo Paulina sobre Mauri? Que cuando era pequeña…»

—Pues perdón, ¿sí? Cuando estoy con ustedes hablamos de otra cosa. ¿Ese es el informe? —le preguntó a María que le entregó una hoja recién impresa.

—Sí, de las proyecciones… Jess, deja en paz a Regina. Si tienes problemas con Mauri ve a hablar con ella.

Jessica le sacó la lengua a María y salió de la oficina azotando la puerta.

—Está muy enojada…

—Insoportable, querrás decir —susurró María—. ¿Y tú ya estás mejor?

—¿Qué?

—Vamos, Regi, te pusiste como loca. O sea obvio, fue horrible todo eso pero… ¿hay… algo que quieras contarme?

—¿Otra vez con eso? No. No tengo nada que contar —dijo ella regresando su mirada a la hoja entre sus manos. María se la arrebató.

—¿Segura? Porque… ahm… si no te conociera… tal vez…

—¿Tal vez, qué?

—Es como si Mauri y tú tuvieran algo.

—Pff… ¿algo sobre qué? —El corazón le latía muy fuerte.

—No sé. Algo. Se tratan con tanta indiferencia y luego con tanta confianza que uno ya ni sabe qué pensar. A veces parece que se odian y luego parece que te morirías junto con ella. ¿Qué sucede? —María terminó sus preguntas bajando más la voz.

Regina dudó. Quería acabar con esa conversación. Quería sacar a Maria de su oficina. Pero la confusión, la emoción de lo que acababa de ocurrir y el peso de su secreto la hicieron plantearse una posibilidad loca y estúpida.

—Sé quién es Yiyí —soltó de golpe.

María se tapó la boca.

—¿Desde cuándo lo sabes? ¿Por qué no habías dicho nada?

Regina quiso rectificar, buscar una forma de acabar eso con una mentira. Pero necesitaba decirlo, necesitaba que alguien le ayudara a descifrar qué demonios le estaba pasando.

—Lo sé… desde siempre. Y si no dije nada fue porque… —Cerró los ojos con fuerza—. Carajo María, yo soy Yiyí.

—¿Qué? —Su amiga parecía muy confundida—. Eso es imposible…

—No… es verdad, yo soy Yiyí…

—Pero… Yiyí es el nombre de la tipa que enloqueció a Mauri…

—No es un nombre, es un apodo. «Reyina»… Yiyí… Ella me llamaba así… Aún lo hace cuando estamos a solas. Y ella es Tini. Así es como le llamo…

—Entonces… —María miró a la pared como si fuera infinita—. ¿Mauri estuvo enamorada de ti?

—Sí —dijo con la voz ahogada—. Nos conocimos a los doce años. Fuimos mejores amigas hasta que… bueno… luego nos alejamos. En realidad a Paulina y a sus padres los conozco por Mauri, porque fue mi mejor amiga.

—¡¿Por qué nunca me dijiste nada?!

—María, no sé lo que estoy haciendo… —Su voz temblaba—. Me alejé de ella para no lastimarla pero… hemos estado viéndonos desde hace días.

—Entonces es cierto, Mauri sí salió con Yiyí cuando Jessi no estuvo.

—Sí, nos vimos. Primero fue por apoyar a Paulina en el hospital y luego… nos acercamos de nuevo…

—Pero solo se trata de eso, ¿verdad? ¿Solo son amigas?

—¡Claro que sí! —dijo ella escandalizada.

María la observó durante varios segundos.

—¿Segura? Porque si fuera de otra manera yo no tendría problema, lo sabes, ¿verdad?

—¿De otra manera?

—Regina… —María sonrió con timidez—. ¿También te enamoraste de ella?

—¿¡Cómo se te ocurre eso, estás loca?! —El calor subía por su cuerpo. Los ojos de María seguían fijos en ella, haciendo que Regina se sintiera examinada y juzgada—. ¡Jamás pasaría algo así, María! ¡Yo nunca sentiría algo así por una chica!

—Solo fue una pregunta —dijo su amiga con despreocupación—. Y no tendría nada de malo…

—¡Por supuesto que sí! ¡Yo nunca…! ¡Mi familia…! —Apartó la mirada—. No debí contarte… —De repente se sintió terrible por haber abierto la boca.

—Regina… —María la llamó. A regañadientes, Regina regresó su atención a su amiga—. En serio… no tendría nada de malo.

El pánico llegó cuando una visión de ella junto a Mauri pasó por su mente. Era ilógico y estúpido plantear un escenario así aunque fuera hipotético, aunque fuera producto de un mal chiste.

Semanas atrás su pasado permanecía bajo llave y de repente todo se había vuelto de cabeza: pasaba todo su tiempo libre con Mauri, le había gritado a Jessica y le había revelado a María quien era Yiyí.

Regina se dio cuenta que estaba caminando en arenas movedizas. No podía continuar con eso. Había cometido un terrible error y debía solucionarlo esa misma noche.

Accordion title 20

Prohibido quererme



Mauri
Realmente estaba agradecida por tener a Pablo en su vida. Ese chico le ayudaba mucho, tanto en el trabajo como en su vida personal. Pero la octava vez que su asistente entró despavorido a verificar si seguía viva, Mauri se planteó en serio la posibilidad de tirarle algo a la cara.

—Disculpa, es que… —Pablo giró el dedo junto a su cabeza como si se la atornillara—. El trauma, ya sabes.

—Estoy bien.

—Genial, porque estaba pensando…

—¡Ya no pienso esperar más, Mauritania! —Jessica había entrado empujando la puerta tan bruscamente que Pablo había dado un brinco—. Necesito hablar ya.

—Bien… —dijo con calma cerrando su laptop. Pablo alternaba la vista entre Jessica y Mauri. El chico carraspeó.

—Estaré en mi lugar —comentó Pablo caminando hacia atrás.

Su amigo le hizo señas sobre algo, pero Mauri no le entendió nada. Regresó su atención a Jessica, que tenía el ceño fruncido y respiraba con agitación.

—Te escucho…

—No, Mauri, yo quiero escucharte. Dime qué pasa.

—¿Esto te da una pista? —dijo la pelirroja levantando la mano vendada. Jessica se ruborizó.

—Lo lamento. Es que… ese día había bebido y luego… las chicas dijeron… me enfurecí… no pensaba con claridad y luego Regina… —Jessica la miró con expectativa.

—¿Qué? —preguntó ella algo confundida.

—Regina… —repitió la chica como si pensara que por mencionar a la castaña algo ocurriría al instante.

—No entiendo…

—¡Coño Mauri! ¡¿Qué hay con Regina?!

—Nada. Ella no tiene nada que ver con esto.

—¿Segura? Porque de repente ella se pone como loca conmigo y luego resulta que Regina es la única persona en el universo que sabe sobre tus alergias y hasta donde guardas las malditas inyecciones.

—Error —dijo Mauri con molestia—. Mi familia también lo sabe.

—¿Y POR QUÉ YO NO? SOY TU NOVIA Y NO TENÍA NI IDEA. —La voz de Jessica se quebró—. ¿O acaso ya no lo soy?

Mauri suspiró y caminó hacia la chica.

—Tú no hiciste nada malo, Jess… bueno, sí. Me cortaste la mano pero… yo te enloquecí. Pablo dice que eso es lo que siempre hago con mis novias, volverlas locas… Jess… —Tomó valor de donde pudo—. No podemos seguir juntas…

—¿Por qué? —preguntó la chica entre lágrimas.

Intentó pensar en una mentira, pero fue descartando una a una. No podía seguir engañando a esa chica y menos a ella misma.

—Estoy enamorada de alguien más —admitió sintiendo un enorme peso caer sobre ella—. Siempre he estado enamorada de una sola chica…

—Yiyí… —dijo Jessica con dolor. Mauri asintió despacio, siendo testigo de cómo la furia se dibujó en los ojos de su exnovia—. ¡Eres una puta! —soltó la chica empujándola.

—¡Hey, tranquila!

—¡Cállate! ¡Fui una tonta por creer en ti! ¡No eres más que una maldita sinvergüenza! ¡¿Y te atreviste a negar que me engañabas con ella?!

—Nunca te engañé con nadie, Jessica… al menos no físicamente…

—¡¿Entonces qué?! ¡¿Qué vas a inventar?!

—Nada —dijo Mauri con tranquilidad—. No te diré mentiras. Yo nunca me acosté con ninguna otra mujer mientras estuve contigo, pero… mis sentimientos… solo pienso en ella…

—¡Muérete, Mauritania!

—Jess… —Intentó acercarse a la chica, que dio un paso hacia atrás.

—¡No me toques o te mataré! ¡No quiero volver a verte, ¿entendiste?!

Sin esperar nada, Jessica salió cerrando la puerta tan fuerte que Mauri sintió que la pared vibraba. Suspiró con cansancio y se frotó la cara. Lo había admitido. Eso que llevaba tiempo rondando en su interior era claro y contundente.

Los siguientes minutos Mauri se la pasó escuchando los reproches de Pablo, que no dejaba de dar vueltas y negar con la cabeza.

—Te dije que esto pasaría, ¿recuerdas? Te dije que no te metieras con Jessica porque harías otra de las tuyas…

Ella había permanecido callada mientras su asistente tomaba el papel de su madre para regañarla. ¿Qué más podía decir? No tenía defensa. Lo había arruinado y lo sabía muy bien.

Desde mucho tiempo antes de empezar la relación, Mauri se había dado cuenta que Jessica sentía algo por ella. Sabía que a la chica le gustaba y, al menos, durante unos meses había sido lo suficientemente inteligente para mantenerse lejos de Jess. Pero tenía que arruinarlo aquella noche en la que por estar ebria se había acostado con ella.

Ni siquiera recordaba eso, pero hubiera sido mejor pedirle una disculpa a esa chica y seguir con su vida. Pero no. Había decidido lanzarse al vacío y arrastrar a Jessica con ella.

Pablo se rindió cuando notó que hacía mucho tiempo que Mauri no lo escuchaba. Solo miraba hacia la ventana pensando qué debía hacer. Estaba enamorada de una chica que estaba comprometida con un imbécil simplón y que había elegido alejarse de ella muchos años atrás.

¿Por qué se empeñaba en vivir de las migajas de Regina? Era obvio que la castaña se divertía con sus salidas y charlas, pero su relación nunca sería como antes. Nunca podrían dejar atrás lo que había pasado entre ellas. O al menos Mauri sabía que ella no podría. No lo lograría si Regina seguía sonriendo de esa forma. Si seguía contoneando sus caderas frente a ella.

—Es una idiotez, pero quiero ser su amiga —dijo sin saber si Pablo seguía ahí o no. Por un breve momento pensó que se encontraba hablando sola en su oficina hasta que su asistente lanzó un largo suspiro.

—¿Con qué objetivo, Mauri? ¿Para seguir babeando mientras ella se casa con otro?

—Es que…

—La amas, ¿no?

Mauri giró el rostro para ver a Pablo.

—Sí. Igual que antes… tal vez más que antes… no sé si se pueda medir el amor… solo sé que sigo teniendo unas tremendas ganas de besarla y de poner el mundo a sus pies.

—¿Y quién pondrá el mundo a tus pies? —dijo Pablo con tristeza en su voz—. Regina definitivamente no lo hará.

—Lo sé.

—Debes alejarte de ella.

—Lo sé.

—¿Y lo harás?

—Eso no lo sé.



Regina
No sabía qué hacer. Tenía el teléfono en su mano y miraba nerviosamente el reloj. Sentía los pelos de punta después de su conversación con María y estaba totalmente arrepentida de haber reanudado su amistad con la pelirroja.

Quería llamarle y cancelar la cena. Quería correr a casa y acostarse con su prometido para retomar el camino que se había esforzado en seguir todos esos años.

Se asustó cuando el timbre de su celular rompió el silencio. Por un breve momento se sintió aterrada al pensar que era Mauri. Entonces leyó la pantalla. Era Carlos. Se apresuró a contestar con la esperanza de encontrar ahí un pretexto para cancelar su cita de esa noche.

Pero no.

Su novio solo le dijo que se quedaría hasta tarde en la oficina pues se había complicado el caso y todos tenían mucha carga de trabajo. Regina escuchó mientras el pánico regresaba a ella. Necesitaba una excusa. Necesitaba alejar a Mauri.

Apenas había cortado la llamada cuando María entró a su oficina torciendo el gesto.

—Bueno, ya sucedió…

—¿Qué cosa?

—Mauri ha terminado con Jessica —dijo María cruzando sus brazos.

Regina parpadeó varias veces y trató de ordenar sus pensamientos y, aún más importante, sus sentimientos.

—Oh…

—¿Solo eso dirás?

—Es que… no sé qué decir. Sabíamos que las cosas no estaban bien, ¿no? ¿Cómo está Jessica?

—No ha parado de llorar desde hace media hora. La dejé en el baño y vine a contarte… ¿Irás a ver a Mauri? Tal vez necesite charlar con alguien…

—Tiene a Pablo.

—Pero tú eres su mejor amiga.

—Fui su mejor amiga —dijo ella con molestia.

—Jessica dijo que… —María bufó y negó con la cabeza—. No importa.

—¿Qué cosa no importa?

—Las excusas de Mauri para terminar con ella. Le ha roto el corazón. No sé… quisiera romperle la cara a Mauri, pero por otro lado… entiendo.

—Las relaciones son complicadas.

—No lo creo. Tal vez solo se complican las que están destinadas al fracaso. Sobre todo cuando no hay amor…

—¿Eso le dijo Mauri a Jessica? ¿Qué… no la ama?

María dudó un momento antes de responder.

—Le dijo que ama a alguien más.

Abrió mucho los ojos y se sintió petrificada. ¿Mauri amaba a alguien? ¿Acaso…? Observó los ojos de María, que solo asintió despacio.

—No… —dijo con una risa nerviosa—. No es cierto.

—Eso le dijo.

—Mintió. Solo fue una excusa —dijo con el miedo haciéndose más grande. No podía. Mauri no debía…

—Tal vez… pero, ¿y si es verdad? ¿Y si Mauri aún…?

—¡No lo digas! No otra vez… —terminó con la voz quebrada y miró hacia otro lado. Escuchó a María acercarse, pero prefirió no verle la cara.

—Puede ser que tengas razón, tal vez solo lo dijo para alejar a Jessica… —Pero María dudó. Regina le echó un vistazo a su amiga—. ¿Qué harás?

—Nada. No pienso complicarme la vida. No debí retomar nuestra amistad… no quiero lastimarla de nuevo… no podría…

—Creo que tienes razón. No hay necesidad de que hagas nada. No creo que Mauri te hable sobre… eso. Solo hay que esperar a que se le pase… y falta poco para tu boda…

Regina se tapó la cara con las manos.

—¡¿Por qué siempre arruina todo?! —dijo muy enojada—. ¡¿Por qué no solo se olvida de mí?!

—¿Y si no puede? Supongo que tú todavía la quieres, ¿no? Digo, como tu amiga. Tal vez eso mismo le pasa contigo. Sabe que no debe, pero aún… ya sabes —terminó María con un susurro incómodo.

—Esto es una mierda. Jessica no debería estar pasando por esto. Mauri es una… quisiera que nada de esto hubiera pasado. Ojalá nunca nos hubiéramos encontrado de nuevo —dijo con pesar.

María solo se encogió de hombros.

—Creo que no queda mucho por hacer, ¿verdad? O sea, Jessica tendrá que superarlo y Mauri tendrá que aceptar que nunca has sentido nada por ella. Tal vez en unos meses nos estaremos riendo de esto.

Regina asintió solo por hacer algo. En realidad dudaba mucho que un día todo eso le pareciera divertido. Estaba preocupada, asustada, molesta.

Tomó una decisión: por nada del mundo volvería a estar a solas con la pelirroja. Agarró su celular y escribió un mensaje para cancelar la cena de esa noche.

Fue un milagro que no se encontrara con Mauri al salir de la oficina. Solo quería estar en su casa, encerrada en su habitación con las cobijas sobre la cabeza. Y eso hizo. Se sumergió en su cama y permaneció ahí mucho tiempo sin moverse, tratando de alejar el pánico ante las noticias. ¿Mauri le había dicho la verdad a Jessica? ¿O solo la había usado como excusa? ¿De verdad… la seguía amando?

Le dolía la cabeza. El cuerpo. El alma. Sentía que no podría mantenerse en pie si intentaba levantarse. «Que no me diga nada, por favor», suplicaba al universo una y otra vez. Se limpió las lágrimas tratando de espantar los recuerdos de aquella tarde cuando le rompió el corazón a Mauri. No quería pasar por eso otra vez. ¿Cómo destrozar a alguien que te importa tanto? Había tardado mucho tiempo en dejar de odiarse por lo que le había hecho a Mauri. Durante muchos meses no se miró al espejo, pues esa chica en su reflejo le causaba repulsión. Esa chica estúpida había roto a su mejor amiga… a su amor…

Un quejido agonizante surgió de su garganta. Trató de ahogarlo contra la cobija, pero las lágrimas empezaron a brotar sin parar. Debía ser firme en su decisión. Mauri nunca debía saber que… si se enteraba, no la dejaría en paz nunca y Regina sabía muy bien que Mauri era peligrosa para ella.

Se sentó en el colchón y trató de tranquilizarse. Debía ser la Regina de antes. Debía volver a ponerse esa máscara frente a la pelirroja. Era lo mejor.



Ese par de días trató de enfocarse en trabajar y en apoyar a Jessica. Lo hacía tanto como su amiga como para alejar el sentimiento de culpa que sentía cada vez que la veía llorar. María le preguntaba a diario si había hablado con Mauri, cosa que a Regina estaba empezando a irritarle.

Detestaba cada mención de la pelirroja frente a ella e incluso prefirió morderse la lengua cuando Jessica lanzaba palabras obscenas para insultar a su ex mientras lloraba. No quería decir nada para defenderla ni exponerse aún más.

Por otro lado, usaba todo su tiempo libre para enfocarse en su boda. Necesitaba pasar al altar pronto, necesitaba una barrera aún más alta, una que Mauri no pudiera escalar.

Pero el tiempo parecía ir más lento de lo habitual y los nervios la comían cuando se encontraba a Mauri por los pasillos. La chica siempre le sonreía y le hacía señas para charlar, cosa que ella respondía levantando su reloj para hacerle creer que iba retrasada en el trabajo.

Sin embargo, en la reunión del jueves con todo el equipo, no pudo evadir todas las miradas de la pelirroja.

—Regina, ¿aún cuento contigo para acompañarme a Los Ángeles?

Levantó la vista tratando de retomar el hilo de la conversación que se venía desarrollando. Lorena esperaba su respuesta.

—Claro… —dijo moviéndose en su lugar, repentinamente incómoda al ser el centro de atención—. ¿Cuándo es?

—En dos semanas. Volaremos el miércoles y volveremos el viernes. Sé que eso te deja con el tiempo algo justo para tu boda…

No pudo evitar mirar a Mauri cuando Lorena mencionó eso. Se sintió muy avergonzada ante la expresión de la pelirroja, que giró el rostro hacia otro lado.

—No, no… está bien… eh… eso ya está listo.

—¡Genial! Entonces… sí, creo que eso sería todo. Muchas gracias por asistir, chicos.

Regina se puso a reunir los informes que tenía esparcidos sobre la mesa lo más rápido que pudo, pues era la única que no había aprovechado los últimos minutos de la reunión para organizar sus cosas. Todos salieron en cuestión de segundos, dejándola sola. O al menos eso creyó hasta que alguien habló junto a ella.

—¿Estás bien?

Giró la cabeza y se sintió momentáneamente petrificada al encontrar a Mauri sentada a su lado.

—Sí… ¿por qué?

—Bueno, dijiste que te sentías agripada cuando cancelaste nuestra cena… —dijo Mauri algo insegura—. ¿Cómo vas con eso?

—¡Bien! O sea… —Tosió un par de veces—. Voy saliendo… supongo que es el estrés del trabajo.

Mauri la miró con seriedad, de una manera tan intensa que Regina sintió cosquillas en el estómago. Debía salir de ahí.

—Entonces… supongo que… hay un lugar muy bonito que acaba de abrir y estaba pensando…

—No —soltó de golpe, poniéndose de pie. Mauri la imitó. La pelirroja parecía muy contrariada—. Lo siento, no puedo.

—¿No puedes qué?

—Eso… lo que sea…

Pero antes de que pudiera huir, Mauri se interpuso en su camino.

—¿Qué sucede, Yiyi?

—Regina… —dijo con molestia—. Mi nombre es Regina.

La expresión de Mauri fue de desconcierto total. La chica agitó la cabeza y luego sonrió de lado.

—Estás enojada y no tengo idea del porqué.

—No estoy enojada, solo tengo mucho trabajo y me estás retrasando.

—Claro, claro. —Pero Mauri no se movió para cederle el paso, solo la siguió mirando—. ¿Me dirás qué te sucede?

—Nada.

Se quedaron calladas un par de segundos hasta que Mauri, muy sonrojada, le preguntó:

—¿Es por Jessica? ¿Te… te dijo algo?

—Lo que toda la oficina ya sabe, Mauritania. Que terminaron. —Miró la puerta detrás de Mauri, deseando con todo su corazón acabar con esa charla. No quería permanecer más tiempo a solas con la chica.

Cuando regresó su atención a la pelirroja, notó que parecía muy preocupada.

—Estás asustada, ¿qué pasa, Yiyí?

—¡Que no me digas así! Mi nombre es Regina, ¿entiendes? Deja de hablarme, deja de invitarme a salir… esto está mal y no estoy dispuesta a…

—Jessica te lo dijo, ¿verdad? Te dijo que…

—¡Cállate! —pidió dando un paso hacia atrás—. Ya no quiero hablar contigo.

Mauri empezó a reír.

—No es verdad eso que tanto temes —dijo la pelirroja mirándola divertida—. No estoy enamorada de ti. Solo creí que era una excusa muy poderosa para terminar con ella.

Mauri sujetó su mochila y se tomó varios segundos para acomodar las correas, dándole tiempo para hablar.

—Pudiste decirle cualquier otra cosa…

—No quería que perdiera más tiempo conmigo. Ni darle esperanzas. Creí que al decirle que me interesa otra chica conseguiría que todo fuera más rápido —terminó Mauri encogiendo sus hombros—. ¿En serio creíste que después de tantos años…? —Entonces Mauri la miró con dolor—. ¿Y te pusiste así conmigo por pensar que…? ¿Por eso me has evitado todos estos días? No estabas enferma, solo no querías verme.

—¡¿Y qué esperabas?! Mi vida no es tu juguete, Mauritania. No puedes ir por ahí metiéndome en tus problemas ni diciendo esas cosas sin importarte si me afectan o no. He construido una vida lejos de ti y no pienso permitir que ventiles mis errores frente a todo el mundo.

—Y supongo que cuando dices «errores» te refieres a mí… —Mauri la miró con tanto odio que Regina se quedó sin aire por un par de segundos—. No te preocupes, nadie arruinará tu vida perfecta, niñita egoísta.

—¡¿Niñita egoísta?! ¡Tú eres la entrometida que no puede mantener la boca cerrada!

—¡¿Eso crees?! ¡¿Que no puedo quedarme callada?! ¡¿Entonces por qué nadie sabe que pasaste años en mi cama revolcándote conmigo?!

—¡¿Cómo te atreves a decir eso?!

—¡¿La verdad te incomoda?! —Mauri sonrió con cinismo—. ¿Ya se te olvidaron esas noches?

—¡Claro que sí! ¡Borré de mi mente todo lo que tenía que ver contigo! ¡¿Quieres la verdad?! ¡Me dabas asco! ¡Asco, ¿entiendes?! ¡Odiaba que me tocaras! ¡Por eso me alejé! —terminó sin control.

Mauri arrugó la cara como si hubiera recibido una bofetada. Regina la vio apretar los labios aguantando las palabras que seguro estaban listas para contraatacar. Pero la pelirroja se mantuvo callada por varios segundos mientras Regina respiraba con agitación.

—Creo que me equivoqué al creer que… —Mauri suspiró—. Estoy harta de ti. De todo esto contigo… siempre saldrás corriendo, ¿no? Bien… supongo que solo soy una entrometida que arruina tu vida perfecta.

Entonces Mauri sacó su celular y presionó un par de veces antes de enseñarle la pantalla.

—¿Qué debo ver?

—He borrado todo sobre ti. Los mensajes, tu contacto… eso es lo que te aterra, ¿no? Que la gente sepa… y lamento que te sintieras tan mal a mi lado. Si hubiera sabido… —Mauri bajó la mirada y a Regina se le encogió el corazón—. No se preocupe, contadora Leal. No volveré a molestarla.

—Eso espero…

Mauri tomó sus cosas pero giró de nuevo la cara hacia ella para decir:

—Me imagino que ahora está arrepentida, ¿no?

—¿De qué? —preguntó ella con fastidio.

—De haberme colocado esa inyección…

Regina recibió el impacto de esas palabras como un golpe bajo en el estómago. Mauri no hizo ningún otro comentario, solo se dio la vuelta y se marchó.

—No me arrepiento… —susurró tratando de no llorar.

Accordion title 21

La vida después de ti es un castigo sin fin



Mauri
El mundo se encendió de repente después de aquel parpadeo. Ahí estaba ella sentada en la orilla de su cama, en la oscuridad de su cuarto. Giró la cabeza hacia la enorme ventana que mostraba la ciudad, donde miles de luces le indicaban que el planeta seguía vivo, aunque ella sintiera que nada en su interior tenía vida. O al menos a esa conclusión había llegado después de pasar todo el fin de semana ahí encerrada.

Habían sido tres días de tortura para ella, tratando de reconstruir los trozos de su pasado caótico, de aquellos años de ir y venir sin sentido. Todo era tan obvio que se sentía estúpida y aterrada por lo que había descubierto. Pero no tenía opción.

Era el único modo de salir de eso. De sobrevivir.

Caminó hacia su balcón y se apoyó en el barandal. Desde varios pisos arriba, observó la calle llena de gente y autos. Vio el mar de civilización frente a ella. Podría jurar que conocía cada bar de esa ciudad, incluidos los de muy baja reputación. Esa había sido su jungla después de aquella tarde, después de empezar con su descenso al infierno. Pero tantos años entre las llamas la habían hecho inmune al fuego, hasta tal punto de creer que vivir así era lo normal. Que todo estaba en orden. Pero nada había estado bien. Qué idiota.

Se había cegado y había cubierto su dolor con ironía. La había ahogado con alcohol y con besos vacíos. Todo con tal de no enfrentarse a la verdad. Se había saboteado una y otra vez, y había cometido un terrible error.

Miró al cielo y suspiró, lista para hacerse cargo de su vida. Debía hacer algo drástico que la sacara de su actual estado de embotamiento emocional.

En algún lugar de aquel océano de gente, estaba una chica castaña que había podido continuar muy bien con su vida, haciendo que ella se sintiera más patética.

¿En serio Regina era tan inalcanzable? No, seguramente no lo era. Solo su tonto cerebro había convertido a la castaña en una diosa, logrando que ninguna relación pudiera parecerle significativa.

Y luego…

Apretó los ojos al sentir un escalofrío. ¿Por qué permitió que eso sucediera? Lorena incluso le había dado la opción de no contratar a Regina y ella había optado por «ser madura».

—Estúpida… —susurró—. Bien, ahora tienes que ser una niña grande. —Con decisión, fue hasta su cama, encendió su laptop y empezó a redactar lo que necesitaba.

A cada palabra trataba de ignorar las punzadas dolorosas en su pecho. Pero no debía ceder. Renglón por renglón, terminó aquel documento y pensó que eso sería lo primero a hacer en cuanto llegara a la oficina al día siguiente.



Regina
Las puertas del elevador se abrieron y se apresuró a subir por el temor de que un auto rojo ingresara al estacionamiento. Suspiró aliviada cuando las puertas se cerraron.

Lo había arruinado y lo sabía. Se había excedido en su enojo y en sus palabras. No sentía nada de lo que le había gritado a la pelirroja, pero tal vez lo mejor para ambas era que Mauri creyera que sí.

Todo había estado bien cuando no se hablaban, así que tal vez lo único que debían hacer era regresar a ignorarse mutuamente.

Ella podría hacerlo. Si Jessica se rendía en su cruzada por encontrar y exterminar a todas las Yiyís del mundo, tal vez en unas cuantas semanas todo volvería a ser como antes.

Podría casarse sin contratiempos, enfocarse en su trabajo, vivir día a día con tranquilidad y control. Y las juntas de los jueves no serían problema si no miraba hacia el lugar de Mauri. Después de todo, el poco contacto entre sus departamentos podría garantizar el éxito de su convivencia laboral.

Cuando las puertas del elevador se abrieron de nuevo, caminó confiada hacia su oficina. Todo estaba en orden. Todo se arreglaría. Revisó la agenda en su celular mientras entraba a su oficina. Tenía algunos mensajes de Margot para consultarle sobre los cisnes que su madre quería poner en la fuente para recibir a los invitados. Exasperada por ese tema, Regina se apresuró a teclear la respuesta, hasta que la puerta de su oficina se abrió como si un huracán la hubiera chocado.

—¡¿Conociste a Mauri en la secundaria?! —gritó alguien.

La interrupción la tomó tan de sorpresa que su celular salió volando por los aires. Jessica tenía aún la mano en la perilla y la miraba con el ceño fruncido.

—¿Qué? —preguntó levantando su teléfono del suelo.

—Decidí que la única forma de encontrar a esa perra era reconstruyendo la vida de Mauri. Saqué todo su expediente de Recursos Humanos y leí sobre su educación…

Alguien llegó corriendo. Era María.

—¡¿Por qué me dejaste encerrada en el baño?! —le reclamó a Jessica, que la ignoró y continuó con su exposición.

—… Entonces noté que había asistido a las mismas escuelas que tú, desde la secundaria… las mismas, Regina, los mismos años…

—Eh… no recuerdo haberte hablado sobre mis escuelas…

—¡Las encontré en tu expediente!

—¡¿También leíste su expediente?! —gritó María—. Alguien tiene que decírtelo, Jess: estás quedando loca.

Su mirada se cruzó con la de María, que negó con la cabeza de manera sutil. Regina carraspeó, tratando de recuperar el control de sí misma. Ya había cometido suficientes equivocaciones por no guardar la calma.

—Jessica, en primer lugar esos expedientes son confidenciales y no puedes usarlos para espiar a tu ex. En segundo lugar… sí, creo que fuimos a las mismas escuelas pero… —fingió que pensaba—. Ni siquiera lo tengo muy claro… tal vez nos cruzamos en algún pasillo…

—¿Tú sabes cuántas niñas van a esas escuelas, Jessica? —intervino María—. ¡Cientos! ¿Por qué no dejas tu paranoia y aceptas de una vez por todas que lo tuyo con Mauri ya acabó?

—¿De una vez por todas? ¡Apenas terminó conmigo!

—¡Pues parece que llevas años quejándote! ¡No es la única mujer del mundo, carajo!

—Solo quiero… —Jessica regresó la mirada a ella—. ¿Sabes quién es Yiyí? Si fueron a la misma escuela, seguro también conociste a esa tipa. ¿La recuerdas? ¿O su apellido?

—¿Eso para qué te servirá, Jess? ¿Crees que Mauri regresará solo porque descubras quién es esa chica?

—Necesito saber… —La voz de Jessica se quebró—. Estuve detrás de Mauri por años… ¡Años! No pude haber fallado así… ella… Yiyí debe ser… quiero saber que es mejor que yo… debe serlo, o de lo contrario significa que soy aún más insignificante —terminó su amiga con lágrimas cayendo por sus mejillas, haciendo que Regina sintiera compasión.

—Vamos, no pienses así… —dijo acercándose a su amiga para abrazarla—. Tú eres magnífica, es solo… tal vez… nadie puede mandar sobre sus sentimientos, Jessi… creo que, aunque ahora la detestas, Mauri no es mala, solo… a lo mejor solo no pudo…

—… amarme —terminó Jessica.

—Oye, oye… creo que lo que necesitas es una noche con mucho alcohol, canciones de despecho y ver chicas desnudas —dijo María con tono juguetón—. Podríamos salir y ver algunos pechos, ¿qué opinas?

Jess negó con la cabeza.

—Quiero encontrar a Yiyí…

—¡Otra vez la burra al trigo! —María le dio un zape.

—Tienes razón, Jess —dijo ella tomando una decisión—. Si encontrarla es parte de tu proceso, te ayudaré.

María la miraba con la boca abierta, pero Regina de repente había sentido un rayo iluminador. Se apuró a buscar entre las redes sociales de Paulina, pues sabía que ahí encontraría lo que había recordado. Tardó un poco más de lo pensado, pero lo logró. Observó la foto un momento para asegurarse de no cometer un error y le entregó su celular a su amiga.

—¿Esa es… Yiyí?

—Sí, es ella —dijo con seguridad—. Lamento no haberte mostrado esto antes. Paulina me la enseñó hace unos días cuando le conté lo que había ocurrido…

—¿Y por qué no habías dicho nada?

—Creí que solo le echaría más leña al fuego. Pero ahora sé que necesitas verla.

—Se ve tan… —María observaba la foto sobre el hombro de Jessica.

—Falsa… —dijo Jess—. Todo en ella luce operado… muy producido. O sea, es imponente pero…

—Tal vez a Mauri le gustan así, superficiales y llenas de plástico… ¿Ves Jess? ¡No es por ti! Tú eres divertida, hermosa, natural, sin tanto silicón en las bubis… —animó María.

Regina se mordió la lengua para no soltar una carcajada. Aquella chica que en la foto aparecía junto a Mauri no era más que Rebeca, la prima insoportable de la pelirroja, que era fanática de las cirugías plásticas y del bótox. Regina sabía todo eso porque Mauri y ella solían burlarse mucho de Rebeca, incluso el día en que ella misma había tomado esa foto de Rebeca y Mauri durante la boda de Paulina.

;—Paulina me dijo… en realidad ellas nunca tuvieron nada, ¿sabes? Pero creo que Mauri… ella…

—Ella sí se enamoró… —susurró Jess.

—Sí. —Regina sintió una ola de emociones dentro de ella—. Mauri se enamoró.



Mauri
Pocas veces había visto a Lorena Barbeito totalmente descolocada, pero en esos momentos la mujer frente a ella parecía al borde del colapso.

—¿Qué es esto? —le preguntó Lorena con un hilo de voz mirando la hoja que un minuto antes le había entregado.

—Mi carta de renuncia —dijo con firmeza.

—¡¿Estás loca?! ¡¿Por qué?!

—Quiero cambiar de aires.

—¿Cambiar…? ¡¿Qué coño estás diciendo?! ¡Explícame qué estupidez es esta!

—Bueno… desde antes de graduarme empecé a trabajar contigo y pues… he pasado los últimos seis años en Café Latino… quisiera probar otras cosas. Viajar. Conocer el mundo. Estoy excesivamente agradecida contigo, amo esta empresa pero debo hacer esto.

—Vamos, Mauri, no me salgas con tonterías. ¿Viajar? ¿El mundo? ¿Es por Jessica? —preguntó su jefa levantando una ceja.

—¿Jessica? No, no. Para nada.

—Sí… —La mujer asintió lentamente sin despegar sus ojos de ella—. Es por Regina, ¿verdad? Es por ella. ¿Qué sucede entre ustedes? Y no me mientas, recuerda que las vi muy juntitas en tu oficina el otro día.

—No ha pasado nada entre nosotras —dijo con una risa amarga—. Regina se moriría antes de… lo que sea. Solo necesito cambiar algunas cosas, por eso debo irme.

—Pues no lo acepto.

Mauri se acomodó bien en su lugar y tomó aire.

—Lorena… hablo en serio. Me iré.

—No puedes dejarme aquí sola con todo esto. No podría dirigir sin ti.

—No digas esas cosas. Sabemos perfectamente que puedes hacerlo con la mano en la cintura.

—Si he podido tener la mano en la cintura es por mi equipo, porque tengo a personas increíbles al mando junto conmigo. Y una de esas personas eres tú. Mauri, no puedes irte así como así. ¿Quieres un aumento de sueldo? ¿Más libertad creativa? ¿Equipo? ¿Personal? ¡¿Qué quieres?!

—¡Irme, quiero irme de aquí! —dijo saltando de su lugar para caminar por la oficina—. ¡No hagas esto más difícil, por favor!

—¡Entonces ten las agallas para decirme por qué! ¡¿Es por Regina?!

—¡Sí, es por Regina! ¡Es por ella, ¿contenta?!

—¿Qué sucedió entre ustedes?

—Nada… —dijo suspirando—. Ese es el problema. Que yo… siempre estaré esperando a que pase algo y eso no… ya no quiero verla, ¿entiendes?

—Tal vez podríamos manejar eso internamente, asegurarnos de restringir el contacto entre ustedes.

—No, no es suficiente. Necesito alejarme, no quiero encontrarla por accidente o pensar que el parque al que voy con mi sobrino es su parque favorito… y… no soporto verla con otro —confesó molesta—. Ella se casará en unas semanas y yo no quiero estar aquí.

—¿Y por eso quieres irte al fin del mundo?

—Quiero irme para escapar de ella. Para lograr continuar. Si me quedo… no creo poder…

—Esto es una mierda. —Lorena agachó la cabeza—. Sabes perfectamente que eres mucho más que la chica de publicidad. Eres mi mano derecha, mi sucesora. ¡Eres de más ayuda que mis tontos hijos!

—Lo siento… si hubiera otra forma lo haría.

Lorena se limpió una lágrima.

—Yo estaba devastada cuando te conocí, ¿recuerdas? Mi marido acababa de morir y yo trabajaba en mi pequeña cafetería. Fue por ti que Café Latino empezó. Tú fuiste la que me insistió en crear esta empresa. ¡Fuiste una maldita piedra en mi zapato hasta convencerme!

—¿Qué te puedo decir? Apenas probé tu café supe que era el más delicioso del mundo.

—Sí, recuerdo ese día… fue de esos que se quedan grabados en la memoria. Estuviste ahí sentada, inmóvil durante horas. Recuerdo que ya estaba llegando la hora de cerrar y tú continuabas ahí con la mirada perdida.

—Yo prefiero no pensar en eso.

Era una de sus pesadillas más frecuentes: el momento en que Regina la había abandonado. Después de que la castaña la dejara ahí sentada, Lorena se había acercado a su mesa para verificar que estuviera bien. Entonces empezaron a platicar y la mujer le regaló un paquete de café cuando Mauri se marchó. Unos meses después ella volvió con una idea: hacer de Café Latino un nombre internacional. Habían pasado seis años y estaban a punto de lograrlo.

—Por fin hemos llegado hasta aquí, ¿y te vas? Mauri, esta también es tu victoria. Tú fuiste la primera en visualizar este momento, no me parece justo que renuncies a ello solo porque una mujer no te ama.

—Es algo que debo hacer por mí. Por favor, apóyame.

Lorena se echó para atrás en su silla, pensando. Las dos se quedaron en silencio por varios segundos.

—De acuerdo, te apoyaré. Pero tengo que pedirte algo primero.

—Bien.

—El lanzamiento. Necesito que te quedes hasta que la apertura de Los Ángeles se haya realizado.

—Pero… la fecha.

—Sé que es después de la boda de Regina. Pero te necesito. Por favor. —La mujer estiró las manos sobre su escritorio para que Mauri se las sujetara. Aquel gesto era muy habitual en su jefa y Mauri odiaba lo que ese simple apretón de manos podía causar en ella.

Respiró hondo ante lo inevitable.

—Lo haré.

—Lo lamento —susurró la mujer.

—Está bien —dijo con resignación—. Solo serán unos días más…

—No me refiero a eso. Lamento que una chica tan maravillosa como tú… Regina es una tonta. —Lorena tenía una sonrisa amarga y los ojos húmedos.

—Yo también lo creo —comentó con tristeza—. Ahora, quisiera platicar sobre otro asunto.

—¿Cuál?

—Pablo.



Regina
Estaba totalmente agradecida con Dios, con el universo o con quien fuera el responsable de no haberse encontrado con Mauri durante todo el día. María había sido de mucha ayuda, pues se ofrecía a ir a verificar los pendientes con los otros departamentos para permitirle quedarse escondida.

Aquella dinámica le dio esperanza de la estrategia a seguir a partir de ese día. Podía funcionar. Estaba segura de que Mauri ya no le hablaría, que se mantendría distante y callada como antes. Regina suspiró pensando que su único consuelo sería verla cada jueves en la reunión. Podría usar esos momentos para echar un vistazo y asegurarse de que estaba bien. Incluso María podría ayudarla a sondear, a través de Pablo, que Mauri no hiciera estupideces. Al menos quería asegurarse de que no volviera a estrellar ningún auto.

Estaba mordiendo de manera mecánica la punta de su lapicero cuando la secretaría de Lorena le informó que la jefa solicitaba su presencia. Con mucha precaución caminó por los pasillos, echando miradas furtivas, lista para correr si una pelirroja aparecía en el camino. Pero no se la encontró.

Cuando estuvo en presencia de Lorena, la mujer le hizo una indicación para que tomara asiento.

—Bien, tengo excelentes noticias. —Empezó a decir la mujer con una sonrisa radiante—. Todo está listo para el viaje. —Lorena le entregó sus boletos de avión—. Necesito que tengas los datos muy claros para las preguntas que seguramente nos harán. Ya sabes que lo que debemos proyectar es que apostar por nosotros es seguro…

—No te preocupes por eso. Tengo un informe totalmente detallado sobre las finanzas y me sé todos los datos al derecho y al revés.

—Excelente… —Lorena parecía muy nerviosa—. Es que este asunto me tiene bastante estresada… me emociona, pero… lo he soñado tantas veces…

—Puedes estar tranquila. Verás que el lanzamiento será un éxito y podremos concretar esta alianza comercial. Nuestro café es el mejor.

—¡Pues no se diga más! ¡Iremos con todo! No sabes cuántas veces he pensado en lo que diré. Me he imaginado ese discurso cientos de veces durante estas semanas. ¡Lo lograremos!

Ella asintió con entusiasmo para tranquilizar a Lorena. Sabía muy bien la importancia que ese asunto tenía para la empresa y en especial para su jefa, que llevaba años esperando una oportunidad así. Por fin la tenía y Regina estaba dispuesta a dar lo mejor de sí misma para sacar esa negociación adelante.

—Entonces volveré al trabajo… —dijo poniéndose de pie.

—Espera… —Lorena había adoptado una expresión sombría—. También quiero hablarte de otro asunto… pedirte que… es sobre una baja que requiero.

—Claro —dijo ella aceptando la carpeta que Lorena le entregó. Su jefa mantuvo sus ojos en ella, haciéndole ver a Regina que debía revisar ese documento ahí mismo. En cuanto leyó el contenido, sintió que el alma se salió de su cuerpo.

—¡¿Qué es esto?! —preguntó horrorizada.

—La renuncia de Mauri… necesito que realices su baja y liquidación…

—¡¿La dejarás ir?!

—No puedo detenerla.

—¡Mauri no puede irse! —dijo enfadada—. ¡Ella es indispensable en esta empresa! ¡Sin ella…! —El nudo en su garganta no la dejó continuar. ¿Por qué esa estúpida hacía eso?

—Está decidida a marcharse. De hecho… quería que la renuncia se hiciera efectiva de inmediato.

El corazón de Regina se retorció de la forma más dolorosa que la chica había sentido.

—¡Esto es ridículo! Ella solo está bromeando… nunca dejaría Café Latino.

—Regina, ella se irá después del lanzamiento. —Lorena hizo una mueca de tristeza.

—¡¿A dónde?!

—No tengo idea. Solo me dijo que muy lejos.

—¡Esa tonta! ¡¿Cómo se atreve?! ¡Habla con ella! ¡Pídele que no se vaya!

—Lo siento. Ya lo intenté.

—¡Pues no lo acepto! —gritó con furia lanzando la carpeta sobre el escritorio—. ¡Ella no puede largarse así como si nada! ¡Como si no le importáramos! ¡No pienso hacer ningún papeleo para ella! ¡Si quiere largarse tendrá que venir y decírmelo a la cara!

—Regina… no podemos detenerla, es una adulta…

—¡Es una tonta! —Sentía la sangre hirviendo—. ¡Debes obligarla a quedarse! ¡Dile que es por contrato, por el café, POR LO QUE SEA! —gritó con dolor. Lorena la observó un par de segundos antes de hablar de nuevo.

—Tal vez… solo me queda un as bajo la manga. Pero no sé si ella acepte.

—¡Pues inténtalo! —suplicó—. ¡Mauri debe quedarse! ¡Este es su lugar! ¡Aquí, con…! —Se detuvo al notar su voz quebrarse—. Por favor… —logró terminar.

—Lo intentaré. Recemos porque logre hacerla cambiar de parecer. Tendré que… —Su jefa carraspeó—. Ella es una chica dura… solo se me ocurre una manera. Mientras tanto, prepara su liquidación.

—¡Pero!

—Solo por si fracaso. Por favor.

Regina no quería hacer eso. Miró la carpeta como si de una bomba se tratara. No quería ni tocarla. Asintió lentamente aceptando la petición de su jefa.

—Lo haré —dijo con la voz temblorosa.

—Muchas gracias. Y prepárate para un gran viaje.

Regina intentó sonreír para despedirse de Lorena pero no estuvo segura de haberlo conseguido. Agarró los papeles de Mauri y salió de ahí. Estaba furiosa. Se encerró en su oficina y leyó de nuevo la estúpida carta de renuncia. ¡¿Cómo se atrevía a dejarla?! Sin poder contenerse rompió en mil pedazos esa hoja.

—Cobarde… —susurró lanzando los restos a la basura—. Ven a decírmelo…

Entonces recordó su última pelea con la pelirroja. Se tapó el rostro totalmente aterrada. Le había dicho esas cosas tan horribles. ¿Asco? Nunca había sentido asco entre sus brazos. Al contrario… Miró por la ventana. Se sentía confundida. Si lo pensaba bien, la decisión de Mauri le beneficiaba mucho a ella. Si la pelirroja se iba, ya no tendría que preocuparse por encontrarla en la oficina. Podría caminar con libertad por los pasillos, podría enfocarse en su nueva vida como una mujer casada.

Por fin habría mucha distancia entre Mauri y ella. Por fin podría enfocarse en ser feliz, en hacer sentir orgullosos a sus padres, en construir un hogar con Carlos. Suspiró pensando en que debía controlar sus emociones y elegir lo mejor para ella.

—Vete… —dijo con lágrimas en los ojos—. Así podremos ser felices las dos. Todo será mejor sin ti.

Accordion title 22

Tengo que soltarte, ya lo sé



Mauri
Sus ojos estaban fijos en su computadora mientras decidía qué vuelo comprar. Miró las opciones. ¿Un lugar frío? ¿Un lugar desértico? Esperaba no arrepentirse de haber postergado su partida, pero no podía decirle que no a Lorena. Esa mujer la había ayudado siempre y quedarse con ella hasta el lanzamiento sería su pago final.

Dio doble click y colocó sus datos bancarios para realizar la compra. En eso estaba cuando la puerta de su oficina se abrió.

—Galicia dice que en media hora tendrán listo el set —le dijo Pablo.

—Bien, eso me da tiempo de revisar bien esto…

—¿Y…? ¿Qué tal vas con el asunto de… lo que sea que tengas en tu pecho?

—¿Te refieres a mi corazón? —preguntó levantando una ceja—. Todo en orden.

—Sí… eso me preocupa. Ya, en serio, dime qué te pasa.

—Nada, estoy bien. —Agrandó las imágenes de Irlanda.

—Pero… lo que llegaste gritando el jueves… sobre Regina…

—No hay motivos para mencionar a la contadora Leal en esta oficina —canturreó mientras reservaba su hospedaje.

—Ustedes están locas… pero ya las veré de nuevo abrazaditas…

—¡Pfff! ¿Abrazaditas?

—¿Ya olvidaste cómo se puso contigo después de tu casi muerte?

—Solo estaba asustada.

—Mauri… —Pablo estaba muy serio—. Estoy convencido… creo que ella de verdad siente algo por ti.

Frunció el ceño al recordar las palabras de Regina.

—Asco. Eso siente.

—¿De donde sacaste eso? —Pablo soltó una carcajada—. El asco no se ve así, créeme. Muchas chicas han sentido verdadero asco por mi, sobre todo en la preparatoria. No. Lo de Regina no es asco, es… casi podría asegurar que…

—Es mejor que lo dejes ahí —pidió ella regresando su atención a su laptop—. Ya no quiero gastar mi tiempo pensando en Reg… la contadora Leal.

—¿Sabes que suenas ridícula diciéndole así?

—Si ya dejaste de decir tonterías, siéntate y pon mucha atención. Necesito decirte algo.

—Claro. Estoy listo para escuchar y darte el mejor consejo. Regresemos al jueves cuando entraste pateando cosas… —El chico se sentó frente a ella.

—Lo que te quiero decir es sobre trabajo, tonto. Mira… ahm… has trabajado conmigo por un largo tiempo…

—Una eternidad.

—Y creo… no, no creo. Estoy segura que ya llegó el momento de dejarte ir…

—¿Qué?

—Dejarte ir a un nuevo puesto. Un ascenso.

—¡¿Qué?! —Pablo saltó de su lugar.

—Serás el nuevo integrante del equipo de marketing, si te interesa. Hay un puesto como creador de contenido. Es un trabajo 100% creativo en el área audiovisual. ¿Qué dices?

—¡¿Cuándo empiezo?! —Pablo irradiaba felicidad.

—Pues… justo ahora. Obviamente tu sueldo aumentará, podrás obtener bonos… Pablo, si haces bien esto te espera un gran futuro en esta empresa.

—¡Y ya no seré tu esclavo!

—Si, eso también. —Mauri empezó a reír—. Pasa a recursos humanos para que hagan todo el papeleo.

—¡Excelente! ¡Gracias, gracias! —El chico corrió a abrazarla.

—Te dije que darle masajes a mi madre te traería bendiciones —se burló de su amigo.

—¿Ya tienes otro asistente? Si quieres lo puedo entrenar…

—No, no es necesario.

—¿Segura? ¿Quién organizará tu vida? ¿Quién comprará regalos para tu familia? ¡No sabes ni las fechas de sus cumpleaños!

—Ya pensaré en algo.

—¡Debo decirle a María! —Pablo salió de ahí corriendo.

—¡Pasa primero a recursos humanos! —gritó esperando que su amigo la hubiera escuchado.

Sonrió feliz por aquella noticia. Pablo había estado a su lado por dos años y era una persona que tenía mucho talento creativo. Estaba segura que lo haría genial en su nuevo puesto. Así podría marcharse tranquila. Todos en el área de marketing estaban plenamente capacitados para realizar sus funciones, por eso sabía que su partida no frenaría su ritmo de trabajo. Se había encargado de crear un equipo fuerte, con una estrategia clara para crecer la marca. Regresó la vista a su computadora. Hizo click en el botón y listo. Tenía todo reservado para su partida. Vuelo de ida. Sin regreso.

Su teléfono sonó anunciando una llamada de su hermana. Mauri dudó un momento en responder. La noche anterior, al salir del trabajo, había ido a contarle a Paulina sobre sus planes de marcharse. En realidad había demorado solo cinco minutos con ella, pues había arrojado la bomba apenas Paulina abrió su puerta y Mauri no había aceptado ningún sermón de su parte. Se había subido rápido a su auto sin escuchar los diez mil argumentos de su hermana de porqué su viaje era una estupidez.

—Hola —dijo presionando el altavoz.

Hola.

—¿Qué pasa, Pau?

Tengo buenas noticias. —Mauri dejó lo que hacía—. El próximo martes darán de alta a Manuel.

—¡Excelente!

¡Sí! Los doctores dicen que quieren mantenerlo en observación una semana más y luego podré llevarlo a casa.

—Me alegra mucho, Pau. Ya era hora.

Ya le he contado a Joshua. Dice que le escribirá una canción a su papá —dijo su hermana encantada—. Y para celebrar, el siguiente domingo quiero que toda la familia nos acompañe a comer.

—Ahí estaré.

Hubo silencio en la línea por varios segundos. Mauri verificó que la llamada no se hubiera cortado. Entonces Paulina volvió a hablar.

Mauri… ¿cuándo le dirás a mis papás que piensas irte?

La pelirroja suspiró.

—No lo sé.

¿Estás segura de esto?

—Sí —dijo sin titubear.

De acuerdo. Solo quiero que sepas…

Su puerta se abrió de golpe y Pablo entró como alma que lleva el diablo.

—¡Lorena tuvo un accidente!

—¡¿Qué?! —Olvidando su llamada, corrió detrás de su amigo. Todo en la oficina era un caos. Se escuchaban gritos de alguien que preguntaba si ya se había llamado a la ambulancia—. ¡¿Dónde?!

—¡Abajo! —dijo Pablo presionando el botón del elevador, que se abrió enseguida.

—¿Qué pasó?

—No lo sé, el portero acaba de avisar.

En el ascensor iban otros compañeros que bajaban a ayudar a Lorena. ¿Qué había pasado? Corrió por el lobby del edificio hacia la calle. Ahí pudo ver un auto atravesado y una ambulancia. Lorena estaba en la camilla, la estaban subiendo.

—¡Mauri! —La mujer la llamó.

—¡¿Qué pasó?! —preguntó subiendo a la ambulancia con ella.

—La atropellaron —dijo un paramédico. La pelirroja observó el cuerpo de su jefa, no veía rastros de sangre ni nada.

—¿Estás bien? —quiso saber sujetando la mano de Lorena.

—Me duele mucho la pierna.

—Tiene una posible fractura. Lo confirmaremos pronto.

La ambulancia arrancó y tomó rumbo al hospital. Lorena apretaba los dientes.

—¿Duele? —preguntó la pelirroja.

—No se preocupe, está medicada —dijo el paramédico señalando el brazo de Lorena donde tenía un catéter.

—¿Quieres que llame a alguno de tus hijos? ¿A Juan? ¿A Lucía?

—No, primero quiero llegar al hospital.

Lorena cerró los ojos y Mauri se mantuvo en silencio todo el camino. En cuanto llegaron al hospital la atención fue muy rápida. Metieron a Lorena para realizarle las radiografías. Mauri notó que se trataba del mismo hospital donde había trabajado el difunto esposo de su jefa.

Algo sonó en su bolsillo. Era un número que no tenía registrado.

—¿Sí? —dijo pegando la bocina a su oído.

¿C-cómo está Lorena?

Sintió un vuelco en su estómago cuando escuchó la voz de Regina.

—Eh… —Se sentía aturdida—. Le están haciendo radiografías.

¿Están en urgencias?

—Sí.

En un momento nos vemos.

Cuando cortó la llamada se quedó un momento observando su teléfono. ¿Qué hacía Regina ahí? Su corazón latía muy rápido. Miró hacia ambos lados del pasillo buscando el lugar por el que Regina entraría. Aquello había sido inesperado. Entonces la vio. La castaña caminaba en su dirección. Al menos no venía sola, pues María la acompañaba. Intentó tranquilizar a sus alocados latidos y reunió todo el valor que tenía para mirar a Regina a los ojos.

—Hola. —La saludó María—. ¿Cómo está la jefa?

—Pues… bien… dijo que le dolía la pierna, tal vez se la fracturó. ¿Qué hacen aquí?

—Vinimos a cubrir cualquier gasto… no sabíamos el estado de Lorena, así que… —contestó María, buscando apoyo en Regina, pero aquella tenía la mirada hacia otro lado.

—Creo que iré a preguntar —dijo entonces la castaña y se marchó hacia el área administrativa. Mauri frunció el ceño. No veía ningún motivo real para la presencia de Regina ahí. Por el papeleo y la cuestión económica estaba claro que ella podía hacerse cargo. Se cruzó de brazos y se mantuvo en silencio por varios segundos hasta que alguien habló a su lado.

—Pablo me contó sobre su ascenso —dijo María, haciendo que Mauri recordara de repente que la chica también estaba ahí—. Gracias.

—Yo no hice nada en realidad. Él se lo ganó. —Entonces pensó en algo. Carraspeó—. ¿Cómo… está Jessica?

María la observó un momento antes de hablar. Parecía muy sorprendida por su pregunta.

—Bien… o sea, ella realmente… quiere matarte…

—Puedo entender eso. Lo intenté pero… no… —susurró.

—También puedo entender eso. Dijo que fue por otra chica… ¿eso es cierto o solo fue una excusa?

Dudó un momento. No sabía si sería prudente responder a las preguntas de María. Entonces miró hacia donde Regina se encontraba. Vio a la castaña escribiendo algo en un papel que alguien de la recepción le había pasado.

—Es cierto —dijo hipnotizada—. Hay otra chica…

María siguió la mirada de Mauri hasta Regina.

—¿Y estás con ella?

—¿Qué?

—Con la chica…

—No. Lo que le dije a Jess es verdad, nunca la engañé… no de la forma en la que ella pensaba. Ya no importa —dijo rápidamente al darse cuenta que hablar de eso con María era una pésima idea—. Solo espero que Jessica pueda estar bien. Que conozca a alguien mucho mejor que yo… que no sea una idiota con ella.

—No te preocupes, Jess estará bien. Tal vez solo te odie un poco más… Incluso puede que clave agujas a un muñequito vudú de ti, pero se le pasará.

—Eso suena horrible…

Regina apareció. En silencio tomó asiento junto a María, haciendo que la tensión regresara a su cuerpo. Se sentía tonta ahí sentada a solo un metro de la chica que era el motivo de sus desvelos, fantasías y enojos.

Se cruzó de brazos al querer mantener el control de su cuerpo. No quería dar más señales de vida, solo quería estar lejos de Regina.



Regina
Aquello era horrible. Estaba sentada a solo un metro de Mauri, separada de la pelirroja únicamente por el asiento donde se encontraba María. Se sentía muy incómoda y rara. La forma en la que la pelirroja se estaba comportando con ella la hacía sentirse nada. Mauri la miraba con frialdad, como si detestara su existencia. Y aunque entendía aquel comportamiento, ya que ella misma lo había propiciado, no podía evitar sentirse terrible.

Entonces pensó en la renuncia de Mauri. Esa era una buena oportunidad para ambas. Así ella podría liberarse para siempre de la pelirroja, no verla nunca más. Miró hacia donde se encontraba la chica y sintió una estocada en el corazón al imaginarla lejos. Aunque su mente le decía que su partida era lo mejor que podría pasarle, en su interior no había cabida para esa posibilidad.

Inhaló con fuerza y miró hacia el otro lado de la sala de espera tratando de contener su impulso de gritarle a esa tonta pelirroja.

En esos pensamientos se encontraba Regina cuando una enfermera les había informado que podían pasar a ver a Lorena. Caminó detrás de Mauri, sintiéndose a la deriva cuando comprobó que María se había quedado sentada en su lugar. Esos segundos en que solo estuvo con Mauri le hicieron sentir peligro. Afortunadamente, llegaron pronto al cuarto donde se encontraba su jefa, que estaba acompañada por un doctor.

—Hola. Soy Ernesto Herrera, médico y compadre de esta hermosa mujer —dijo el hombre estrechando su mano y la de Mauri con una amplia sonrisa en el rostro.

—Qué bueno verlas a las dos —intervino Lorena—. Necesito que me saquen de aquí. —Su jefa quiso ponerse de pie. Regina vio entonces la férula en su pierna.

—Nada de eso, querida mía. —El doctor puso una mano en el hombro de Lorena—. Debes hacer caso a mis indicaciones.

—¡No puedo! ¡Tengo una importante junta en Los Ángeles!

—Pues la tendrás que suspender. —El doctor se cruzó de brazos—. Primero está tu salud. Debes guardar reposo y cuidar esa fractura en tu pierna. ¿Cómo crees que autorizaré que viajes así? ¡Eres mi paciente!

—¡Ernesto, por favor! ¡Chicas, ayúdenme!

Regina cruzó la mirada con Mauri. La pelirroja suspiró.

—Debes hacerle caso a tu doctor —intervino Mauri acercándose a la mujer—. Tuviste un accidente, no puedes volar a L.A. si tienes golpes y la pierna fracturada. Es solo una reunión.

—¡¿Solo una reunión?! —Lorena parecía ofendida—. ¡Tú sabes más que nadie lo que significa esa reunión para la empresa! ¡Oh, por Dios! ¡¿Por qué pasó esto justo hoy?!

—Tal vez podríamos comunicarnos con ellos y pedirles posponer unas cuantas semanas… —dijo ella intentando calmar a su jefa.

—¡No! ¡El lanzamiento está encima de nosotros! ¡¿Cómo reagendar antes de eso?! —Lorena estaba devastada. Empezó a sollozar.

—Bueno, si esa junta es tan importante, ¿por qué no van ellas? —preguntó el doctor.

Regina se alarmó y miró de nuevo a Mauri, que tenía los ojos muy abiertos y también la observaba.

—Esa es… —Se dibujó una sonrisa de alivio en el rostro de Lorena—. Una genial idea. ¡Chicas! ¡Ustedes podrían ir!

—¡¿Qué?! —Mauri negó con la cabeza—. No, no, no, no. ¿Qué haría ahí? No estoy preparada para esa reunión.

—¡Tonterías! —Lorena estaba eufórica—. Conoces bien todos los procesos de la empresa y… ¡claro! ¡Podrías aportar mucho en cuanto a la estrategia de posicionamiento! ¡A ellos les encantaría saber eso!

—No, no. Lorena, no me pidas eso. —La voz agonizante de Mauri le molestó un poco a Regina. ¿Por qué parecía enfermarle la idea de viajar con ella? Entonces cayó en cuenta… ¡por nada del mundo quería viajar con Mauri!

—Yo tampoco creo que sea buena idea —comentó ella aterrada.

—¿Por qué no? Ustedes son exactamente lo que necesito para esa reunión. —Lorena parecía muy convencida de su idea.

—Pero me parece que la que debe viajar eres tú, no Mauri —dijo ella sin mirar a la pelirroja. Sentía su cara ardiendo—. Podemos intentar posponer la reunión.

—Estoy de acuerdo con la contadora. —Escuchó la voz de Mauri—. Puedo ponerme en contacto con ellos y explicarles la situación.

—No —dijo Lorena con firmeza. Regina nunca había visto a su jefa tan enojada—. Les estoy pidiendo su apoyo en la situación más importante que ha enfrentado Café Latino, ¡¿y se niegan?!

—Lorena, tú sabes… —Mauri detuvo sus palabras y le dirigió una mirada fugaz a ella—. Hay cosas que… ¿por qué me haces esto? —le reclamó la pelirroja a su jefa.

—¡Yo no te hago nada! ¿Crees que yo me lancé sobre el auto para que me atropellara? ¡Esto me está matando! ¡La empresa en la que tú también has dejado sangre, sudor y lágrimas te necesita! ¡Déjate de tonterías infantiles y asume tus responsabilidades como parte de este equipo! ¡Las dos! —Lorena giró el rostro hacia ella y Regina se sintió muy apenada—. Irán a esa reunión y cerrarán el trato. Es todo lo que pido, ¿puedo confiar en ustedes?

Se quedó en silencio unos segundos, hasta que Mauri asintió lentamente con la cabeza. Si la pelirroja hacía eso por Café Latino, ella también.

—De acuerdo —dijo mirando los ojos de su jefa.

Accordion title 23

Como odio amarte



Mauri
Miró su reloj solo para tener algo hacia donde ver. Podía sentir a Regina parada detrás de ella en la fila para abordar el avión. Cuando media hora atrás había ingresado a la sala de abordaje, había elegido un lugar lejos de la castaña. Sin embargo, ahí estaba a unos cuantos centímetros de ella esperando su turno para subir. Había diseñado un plan para soportar las cuatro horas de viaje hasta L.A.

Caminó al interior del avión siguiendo las indicaciones de la azafata, que no tardó en mostrarle su asiento. Se acomodó en su lugar y se hizo la tonta mirando todas las amenidades disponibles. A su lado podía sentir el brazo de Regina muy cerca del suyo.

La chica castaña carraspeó.

—¿Hablaste con Lorena? —preguntó Regina y aunque Mauri la escuchó, decidió no mirar.

—Sí. Me ha dado todas las recomendaciones para la reunión.

—También a mí. De hecho… ahm… te envié algunos puntos importantes a tu correo. Deberías mirarlos.

—Claro, lo haré en el hotel más tarde. —Se colocó unos audífonos y encendió la pantalla frente a su asiento. No tenía intenciones de platicar con la chica a su lado.

—Mauri… —Regina la llamó pero no le hizo caso—. ¡Mauri! —Sintió una mano jalando su brazo. A regañadientes se quitó los audífonos y clavó sus ojos en los de su examiga.

—¿Qué? —Sentía un ligero temblor por todo el cuerpo y mucho calor en su cara. Regina lucía terriblemente hermosa. Su cabello castaño estaba suelto, cosa que Mauri encontraba muy sexy. Quiso golpearse por pensar aquello.

—Esto es trabajo. Debemos hacerlo bien. Por Lorena.

—Lo sé. ¿Algo más?

—Sí. —Regina la miró ceñuda—. Es claro que ninguna de las dos quería esto, así que deja de ser tan hostil y colabora.

—Eso hago.

—¿En serio? —Regina se cruzó de brazos y mantuvo su expresión de enfado.

—Estar aquí es suficiente colaboración según mi perspectiva —dijo poniendo de nuevo los audífonos en sus orejas.

—Eres insoportable.

Solo le hizo una mueca a Regina antes de pasar a ignorarla por completo. Estaba segura que la castaña se alegraría mucho cuando se enterara de su renuncia. Al menos ya nunca más tendrían que pasar por una situación como esa. El avión empezó a subír, dejando atrás su ciudad. En su futuro cercano estaban Los Ángeles, reuniones y Regina. Tres días con ella. Sacudió la cabeza buscando en su mente el plan de evasión que había diseñado, cosa que se le dificultó por el delicioso olor del perfume de la castaña a su lado.

Miró de reojo a su compañera, que parecía muy entretenida con un libro abierto frente a su cara. ¿Cómo alguien podía ser tan hermosa? El perfecto perfil de la castaña le parecía un total insulto para los demás mortales.

Mientras los minutos pasaban, Mauri luchaba contra las ganas de dirigirle la palabra a Regina.

—¿Desean algo para beber? —dijo de pronto una azafata.

—Tequila —dijeron Regina y ella al mismo tiempo.

Se movió algo incómoda en su lugar mientras la sobrecargo les servía. Regresó a lo suyo deseando que ese viaje terminara pronto.


Regina
Sabía que beber era un riesgo, pero era la única forma de mantener su cuerpo adormilado. Estar viajando con Mauri estaba siendo más complicado de lo que había previsto. Echó un rápido vistazo a su compañera, que mantenía los brazos cruzados y los ojos clavados en la pantalla de su asiento. Durante las últimas cuatro horas la pelirroja no le había hablado y se la había pasado viendo una estúpida película de superhéroes.

Frunció el ceño dando el último sorbo a su bebida. Debía resistir aquello por Lorena, para corresponder a la confianza que su jefa había depositado en ella desde sus comienzos en Café Latino.

Cuando la voz del capitán anunció que iniciaría el descenso, Regina soltó un suspiro de alivio. Al menos luego podría refugiarse en la soledad de su habitación y únicamente ver a Mauri en la reunión programada y en el viaje de regreso. Ese era su plan para los próximos tres días.

Salir del aeropuerto fue un caos, pues tardaron mucho en poder recuperar sus maletas y para cuando al fin lo lograron, ya no habían taxis disponibles.

Tardaron casi una hora más en encontrar transporte para su hotel y casi otra hora en llegar, pues había un desfile que mantenía varias calles cerradas y el tránsito no las dejaba avanzar. A Regina ya le estaba empezando a doler la cabeza y tenía mucha hambre, por eso sintió mucho alivio cuando el Uber se detuvo frente al hotel.

—Excelente —comentó Mauri mientras examinaba todo a su alrededor. Aquel lugar era muy bonito, se veía elegante y enorme.

—Bienvenidas al Hotel Luskin —dijo la recepcionista con una gran sonrisa en cuanto se acercaron a realizar su registro.

—Hola, tenemos reservaciones a nombre de Lorena Barbeito… llamé hace un par de horas para avisar que…

—¡Oh, claro! —La mujer asintió con la cabeza mientras tecleaba algo en su computadora—. Estaban atrapadas en el tránsito, lo recuerdo. ¡Aquí está! Habitación 305 —terminó la recepcionista entregando dos tarjetas con el mismo número.

—Me parece que se ha repetido la llave —dijo Regina señalando su tarjeta.

—No… —respondió la mujer verificando su pantalla—. Lorena Barbeito reservó una habitación doble por dos noches.

—¡¿Una habitación?! —gritó Mauri palideciendo—. Debe haber un error. Nuestra jefa nos envió a una reunión, deben ser dos habitaciones.

—Un momento. —Mientras la recepcionista miraba su pantalla nuevamente, Regina sintió un fuerte cosquilleo en su estómago—. Es correcto, se trata de una habitación con dos camas…

—Carajo —murmuró Mauri—. ¿Hay alguna forma de modificar eso? ¿Tiene otra habitación disponible?

—Lo siento, estamos llenos… aunque si lo desean puedo verificar la disponibilidad en otro hotel de nuestra cadena.

—¡Sí, por favor! —suplicó ella. No deseaba compartir su cuarto con Mauri, no quería estar con la pelirroja más tiempo del necesario.

—Veamos… —La mujer arrugó la nariz—. No, no tenemos nada disponible.

—¿Qué hacemos? —le susurró Mauri sin mirarla. Podía ver las mejillas sonrojadas de la pelirroja. Regina intentó pensar en algo sensato pero su estómago reclamaba toda su atención.

—Mira, muero de hambre y estoy cansada. Vayamos una cosa a la vez. Vamos a la habitación y ahí pensamos qué hacer.

Aquella situación era absurda, impensable. Estaba en un elevador con la chica con la que había tenido una relación de tres años, que había sido su mejor amiga, a la que le había gritado cosas horribles… y compartiría su cuarto con ella por los siguientes tres días.

Buscó rápido en su celular algún hotel cercano. No importaba que fuera uno de mala muerte, no podía quedarse ahí con Mauri.

—Contadora… —dijo la pelirroja, captando su atención. El elevador se había detenido en el piso tres y Mauri ya estaba fuera de él, deteniendo la puerta para que ella pasara.

Cuando entraron a la habitación se le fueron las ganas de irse de ahí. El cuarto era precioso. Las dos camas eran grandes y se veían muy cómodas. Los muebles de madera lucían elegantes. La televisión, las luces, el baño, el frigobar, todo hacía que Regina deseara quedarse a vivir ahí para siempre.

—Creo que estaría bien que buscaras un hotel por aquí cerca —murmuró embelesada.

—Vete tú —dijo Mauri apenas respirando. La chica estaba de pie junto a ella, admirando lo que tenían enfrente.

—De acuerdo… hay dos camas…

—Acepto —dijo Mauri con un hilo de voz—. Seamos profesionales.

—Y pidamos algo para comer.


Mauri
Miraba el paisaje angelino desde el balcón de la habitación, en el que unas sillas y una mesita redonda terminaban de hacer perfecto ese lugar. Con su computadora frente a ella, quería aprovechar esa noche para darle un último vistazo a la información que se discutiría en la reunión. Dentro, Regina hablaba por teléfono y Mauri estaba segura de que la llamada era con su novio. Apretó los dientes intentando ignorar la voz de su examiga, pues no quería enterarse de lo que la chica decía.

Solo un par de horas atrás habían pedido un enorme servicio al cuarto y ella no había tenido remordimientos al cargar todo a la tarjeta de la empresa, que Lorena le había dado para cubrir los gastos extras de ese viaje. Estaba segura de que con «gastos extras» su jefa no se refería a tirar la casa por la ventana, pero ella estaba muy enfadada como para importarle.

Cuando le había enviado un mensaje a su jefa para reclamarle por lo de la habitación, Lorena solo había respondido con un «olvidé decirte ese detalle», aunque ella sabía perfectamente que Lorena le había ocultado esa información a propósito.

—Si tan preocupado estás, ¿qué te parece si este fin de semana te reunes con Margot? —dijo Regina dentro de la habitación. Mauri intentó ocupar su mente en otra cosa pero escuchar fue inevitable—. ¡Tú saliste de viaje hace unos días! —Pausa—. Creo que es momento de que dediques un maldito fin de semana a planear tu boda. —Pausa—. ¡Pues haz lo que quieras! —gritó Regina. Mauri observó por la puerta de cristal como la chica arrojaba su teléfono sobre la cama.

Frunció el ceño. Planear su boda con Regina debía ser lo principal en la vida de Carlos. ¿Cómo era posible que el tonto abogado no entendiera que estaba a punto de sacarse la lotería? Estar a unos días de casarse con esa chica debía sentirse maravilloso.

Mauri se enfadó por aquellos pensamientos y regresó a lo que hacía. Pero no pudo concentrarse. Debía salir de ahí. Cuando entró a la habitación, Regina estaba sentada en la orilla de su cama, parecía muy enojada. Sin decir una palabra fue hacia su maleta y sacó unas ropas para cambiarse.

—Lo siento… —susurró Regina—. Perdón por los gritos.

—No los noté —dijo caminando hacia el baño. Se cambió lo más rápido posible. Encerrada ahí, buscó un bar cercano. Necesitaba distraerse a toda costa. Cuando regresó al cuarto, la castaña seguía en su lugar. Sintió un escalofrío cuando los ojos de Regina se clavaron en los suyos.

—¿Saldrás?

—Sí —contestó desviando la mirada.

—Pero… tenemos una reunión muy temprano mañana…

—Lo sé. —Agarró sus cosas y las metió en el bolsillo de su chamarra—. Nos vemos luego.

—Mauri… —La chica se paró en su camino. Parecía que quería decir algo importante, pero se demoró varios segundos en volver a hablar—. ¿A dónde vas?

—Por ahí. —Mauri notó la incomodidad de Regina, que tenía la cara roja.

—Si vas a beber…

—Soy una adulta —se quejó ella.

—Y mañana tenemos la reunión más importante de nuestra vida —soltó la castaña molesta.

—Todo estará bien —dijo esquivando a su examiga. Salió de la habitación tan rápido, que Regina no tuvo oportunidad de decir algo más.



Regina
Según su reloj ya eran las dos de la mañana y Mauri aún no regresaba. Observó su celular pensando si sería buena idea llamar a la pelirroja, pero enseguida decidió que no. No era la niñera de Mauritania y no era su problema si le pasaba algo.

Se mordió el labio tratando de ignorar su preocupación. Sabía muy bien que ese viaje no estaba resultando sencillo para ninguna de las dos.

—Soy una tonta —se dijo avergonzada. Estaba a nada de pedirle perdón a la pelirroja y decirle que todo había sido una mentira. Nunca se había sentido mal entre sus brazos. No había nada de asco en sus reacciones ante Mauri, pero si le decía eso, también debía admitir que…

Se limpió una lágrima que resbaló por su mejilla, pensando que en unas semanas todo acabaría. Ella estaría casada y Mauri estaría lejos. Una punzada muy dolorosa le hizo agarrarse el pecho.

Miró la cama de Mauri, donde la pelirroja había dejado su maleta y varias cosas tiradas. Se acercó a intentar ordenar aquello. No era algo que debía hacer pero no tenía nada de sueño y necesitaba mantenerse ocupada. Tomó una prenda de Mauri, sintiendo enseguida un suave y delicioso aroma. Aunque dudó un momento, lentamente acercó la ropa hasta su nariz, aspirando profundamente. Sonrió pensando que ese olor podría reconocerlo en donde fuera.

A su mente llegaron recuerdos de aquellos años de universidad, cuando Mauri y ella vivieron juntas en el dormitorio del campus. Aunque tenían literas, nunca las usaron realmente, pues compartían siempre el colchón de abajo.

Regina observó las dos camas grandes en la habitación de ese hotel. En su tiempo juntas todo ese espacio hubiera resultado innecesario, pues ellas podían dormir perfectamente acurrucadas en una de aquellas camas. El cosquilleo por su cuerpo se intensificó recordando aquellas noches en que se había sentido completa en los brazos de Mauri. Miró hacia el balcón pensando en lo diferente que era su vida en esos momentos. Estaba a unos días de casarse con un chico y la pelirroja apenas toleraba su presencia.

Entonces algo golpeó la puerta de la habitación. Escuchó risas en el pasillo. Voces. Fue hacia la puerta y pegó el oído. Alguien hizo girar la perilla y Regina se encontró cara a cara con Mauri… y otra chica.

—Ho-hola —dijo la pelirroja rascando su cabeza.

—¿Quién es ella, Mau? —preguntó la rubia parada junto a la pelirroja.

—Nadie… olvidé que estaba aquí —respondió Mauri arrastrando las palabras—. Vamos a las escaleras.

—No quiero hacerlo en las escaleras —se quejó la rubia.

Regina sintió tanta rabia que estuvo a punto de lanzarle una bofetada.

—Mauritania, entra a la habitación —dijo sujetando la mano de Mauri para evitar que se marchara.

—¿Quién eres tú? —interrogó la rubia.

—¡Soy su novia, así que lárgate! —soltó enfurecida, jalando a Mauri dentro y azotando la puerta.

—¿Qué ha-haces? —Mauri se tambaleó y cayó sobre la cama de Regina.

—¡Eso mismo te pregunto, Mauritania!

—Pues… yo estoy ligando… —Como pudo, Mauri se levantó y caminó hacia la puerta—. ¡Oye preciosa! —gritó la pelirroja estirando la mano hacia la perilla.

—¡Ven aquí! ¡Deja de hacer estupideces!

—El sexo no es una estupidez, deberías hacerlo de vez en cuando —dijo la pelirroja con una risita.

La castaña se mordió los labios para no responder aquella impertinencia de Mauri. Afuera escuchaba a la rubia golpeando la puerta.

—¡Lárgate! —volvió a gritar enfadada.

—¡Espérame guapa! —Mauri se soltó de sus manos, pero Regina se colgó de su ropa y la lanzó sobre el colchón.

—Te quedarás aquí, ¿entendiste? Conmigo.

—¿Para qué? —dijo Mauri con la voz quebrada.

—Para que estés a salvo. —Se escucharon unos pasos alejándose—. Seguro ni siquiera sabes el nombre de esa chica.

—¿Eso importa?

Regina notó el enorme esfuerzo que Mauri hacía por enfocar.

—Necesitas dormir.

—Necesito alejarme de ti, ya no quiero verte… —murmuró la pelirroja, haciendo que Regina sintiera una tristeza inmensa.

—Por favor, solo quédate quieta.

—Oblígame —retó Mauri. Regina frunció el ceño y le arrojó una almohada a la cara. La pelirroja se quedó mirando el techo mientras balbuceaba cosas incomprensibles.

Entonces Regina aprovechó para quitarle los zapatos y la chamarra. Menos de dos minutos después, la pelirroja estaba profundamente dormida. Regina se mantuvo sentada en la orilla de su cama, viendo con pesar a la chica ahí.

No podía evitar preocuparse por el comportamiento de Mauri. Odiaba que bebiera de esa manera y odiaba aún más que se acostara con cualquier mujer que se encontrara en su camino. Tembló pensando en que la pelirroja se iría y ella nunca podría saber si Mauri se encontraba bien o no. Ella se quedaría en Café Latino y… ¿Mauri a donde se marcharía?

Regina se arrastró lentamente sobre la cama, intentando no despertar a la pelirroja. Con cuidado, se acostó junto a ella y le retiró el mechón de cabello que Mauri tenía sobre la cara.

—Eres hermosa —susurró.

Accordion title 24

Y un  «te quiero» vino a aparecer



Mauri
Los acontecimientos de ese día estaban pasando muy rápido. Todo había comenzado cuando abrió los ojos y se descubrió en la cama de Regina. Se había quedado acostada, intentando recordar cómo había llegado hasta ahí cuando escuchó que el sonido del agua cayendo se interrumpió. Se levantó rápido para evitar que Regina saliera del baño y la encontrara aún dormida.

Después de eso todo había sido aún más extraño. La chica la había apresurado a que se alistara para llegar a tiempo a su reunión. Durante todo el camino hacia las oficinas, la castaña repetía los datos que debían presentar, evitando hablar de otra cosa. Y no es que Mauri muriera de ganas por preguntarle lo que había pasado, solo se sentía incómoda por no recordar mucho.

Cuando empezaron con la junta, Mauri se sentía nerviosa. Habían cuatro personas con ellas, que escucharían su exposición y tomarían la decisión de vender o no los productos de Café Latino en su cadena de tiendas.

La primera en hablar fue Regina. La castaña empezó con fuerza, cosa que le dio ánimos a Mauri, que se enfocó en mostrar la solidez de la marca en el mercado latino y cómo aquella sociedad podría ser de gran beneficio para la cadena. Se fue relajando según pasaban los minutos, a fin de cuentas, aquello era como seducir a una chica en un bar. Solo debía ser encantadora y convencer a la chica de que irse a casa con ella era la mejor decisión que podría tomar en su vida. Lo que tuvo bien claro Mauri, fue que la que resultaba más seductora era Regina. Su compañera hablaba sin titubeos, enseñando el sólido crecimiento de la empresa gracias a las ventas que se incrementaban cada año. La pelirroja miraba embelesada los movimientos de la castaña, que parecía pez en el agua hablando de números. Todo fue aún más simple cuando les enseñaron el producto: café de la mejor calidad. Los presentes saborearon el líquido caliente, haciendo que Mauri se sintiera muy confiada por sus reacciones.

—Eso estuvo bien, ¿no te parece? —le preguntó Regina cuando las dejaron solas en la sala de juntas.

—Ufff, espero que sí —dijo apoyando la cara en la mesa. Los demás habían salido de ahí para tomar una decisión—. Estoy nerviosa. —Le mostró a Regina su mano temblorosa.

—Yo creo que lo hiciste excelente. Lorena estaría muy orgullosa de tu exposición.

—También lo hizo genial, contadora.

—Deja de hablarme de usted —le pidió la chica con el ceño fruncido. Ella se encogió de hombros.

—Es lo que hay…

—Mira, no quiero pelear, ¿de acuerdo? No es el lugar ni el momento, así que… ¿quieres café? —Regina se levantó de su sitio en busca de algo para comer. No habían probado bocado en toda la mañana. La chica volvió con café y galletas.

—Gracias —dijo lanzándose sobre la comida, feliz de tener algo en el estómago y también un buen pretexto para mantenerse callada. Fue Regina la que inició de nuevo la conversación.

—Muero de hambre… durante todo el viaje me la he pasado con mucha hambre.

—Uhm… deben ser los nervios. Le pasaba lo mismo cuando tenía exámenes finales…

—Ya, Mauritania. Odio tu actitud.

—Entonces mejor no hablemos.

—¿Esa es tu solución?

—Es muy buena en realidad. Así no tiene que sentir asco…

Regina apretó los labios. Mauri vio una mirada de dolor en la castaña, que parecía contrariada. Era como si tuviera una batalla brutal en su interior. Entonces Regina abrió la boca y dijo:

—Nunca sentí asco. Jamás, ¿entiendes?

—¿Entonces por qué dijo eso, contadora?

No le quitaba los ojos de encima a Regina, que bajó la mirada por su rostro como si estuviera memorizando cada milímetro de su piel. Mauri sintió un escalofrío.

—Cuando estoy enojada digo tonterías… pero no quiero que pienses… —Los ojos de Regina se humedecieron—. Tú eres maravillosa.

Mauri parpadeó varias veces y luego acercó un poco su rostro a la chica.

—¿También bebiste anoche?

La castaña sonrió con timidez y luego le sacó la lengua a la pelirroja.

—Aunque lo parezco, no soy perfecta. Me excedí, lo sé… no merecías todo eso que te dije. Solo… perdón…

Mauri miró hacia otro lado y se mantuvo callada mientras seguía comiendo galletas. Recordó lo que Pablo le había dicho, sobre que ellas eran así, que peleaban y luego se reconciliaban. Pero ella estaba harta de todo eso. De verdad necesitaba alejarse de Regina, debía dejar de amarla.

La puerta se abrió y un hombre entró. Era el director general de la empresa.

—Bien chicas… —Empezó el hombre con seriedad. Había llegado el veredicto—. Me parece que su empresa tiene grandes cualidades para crecer por sí misma en EEUU… —Mauri sintió una punzada en su estómago—. Pero sería un estúpido si dejo pasar la oportunidad de ser su aliado en este momento de expansión… ¡Tenemos un trato!

—¡Excelente! —Mauri le estrechó la mano al director.

—Si me lo permiten, le llamaré a su jefa para darle la noticia y para felicitarla por el excelente equipo que tiene.

—Muchas gracias. —Regina se acercó al hombre, que también tendió la mano hacia ella.

—Son un dúo formidable, me alegra saber que trabajaremos juntos. Andrés tenía razón al recomendarnos esta reunión.

Apenas el director se marchó, Regina volvió a mirarla.

—¡AAAHH! —gritaron a la vez.

La castaña se lanzó a sus brazos y Mauri la estrechó fuerte, mientras seguía gritando. Sentía cosquillas en todo el cuerpo, los brazos de Regina rodeando su cuello, el cabello de la castaña picando su rostro y una enorme felicidad.

—¡Lo logramos! —dijo Regina alejando un poco su cara para que le mirara los ojos.

—¡Somos geniales!

—¡Tú eres genial! —dijo Regina estampando un beso en su mejilla. Aquello hizo que Mauri se congelara por un momento y fuera consciente de lo que estaba pasando. Regina y ella seguían abrazadas. Dio dos pasos hacia atrás, recobrando la compostura.

—Eh… creo… supongo que hemos terminado aquí. —Empezó a recoger sus cosas, evitando los ojos de Regina. Entonces sintió que alguien la jalaba con fuerza. La castaña le sujetó el rostro con ambas manos. Mauri era incapaz de moverse o de respirar. No entendía qué estaba pasando.

—No te vayas… —susurró la chica.

—¿Q-qué? —Mauri temblaba.

—Por favor… no… —dijo Regina con la voz quebrada mirando sus ojos.

El huracán en su pecho estuvo a punto de lanzarla sobre los labios de la castaña, aunque Mauri logró detenerse en el último instante. Estaba clavada en su lugar, totalmente indefensa entre esas manos que acariciaban sus mejillas. Su piel ardía y las sensaciones bajaban por su cuerpo.

—¿C-c-cómo…?

Ring ring.

Su teléfono empezó a sonar, pero ninguna se movió. La llamada se cortó.

—Sé que… —comenzó la castaña.

Ring ring.

De nuevo alguien le llamaba.

—Lo siento —susurró buscando el móvil en su bolsillo. Era Lorena solicitando una videollamada.

—¡Les juro que mandaré poner una estatua de las dos en la recepción! —dijo su jefa en cuanto apareció en la pantalla.

Regina
Se sentía nerviosa. Solo minutos atrás le había suplicado a Mauri que no se fuera ¡y además la había tocado! Se dio una cachetada mental y trató de aparentar normalidad mientras se concentraba en lo que tenía alrededor.

Uno de los ejecutivos de la empresa les había dado un pequeño recorrido por las instalaciones y justo en ese momento, Andrés Fernández había aparecido. Por lo que Regina sabía, ese hombre cuarentón era un viejo conocido de Lorena, mismo que había movido los hilos para lograr agendar esa reunión.

—Sí, Lorena me ha llamado también —decía el hombre—. Sonaba más feliz que nunca en su vida. Me alegra saber que las negociaciones fueron exitosas.

—Muchas gracias por poner el nombre de Café Latino sobre la mesa. Sin tu apoyo no hubiéramos llegado hasta aquí —comentó Mauri con seriedad.

—No es nada. Además le debo mucho a Lorena. ¡Me encantaría visitarla pronto! Recuerdo que la última vez en su casa, tú terminaste tan ebria que besaste una palmera…

—¡Yo no lo recuerdo! —dijo Mauri bastante apenada. La pelirroja se sonrojó más cuando sus miradas se cruzaron, haciendo que ella se sintiera de nuevo abochornada al recordar lo que había ocurrido en la oficina.

—Chicas, el deber me llama pero… me encantaría invitarlas a cenar, eh… ¿Les parece si paso a su hotel más tarde?

Mauri y ella intercambiaron una mirada fugaz.

—Sería un placer —dijo Mauri con una sonrisa forzada.

—¡Magnífico!

Cuando el hombre se había alejado lo suficiente, Regina se animó a hablar.

—Querías decirle que no, ¿verdad?

La pelirroja se encogió de hombros.

—Solo quiero estar tranquila hasta el vuelo de mañana.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó ella, viendo cómo Mauri titubeaba.

—Pues… en realidad…

Regina entendió.

—No quieres estar conmigo, ¿cierto?

—¿Y tú?

—Yo sí quiero —dijo Regina muy enojada—. Necesitamos hablar.

—No creo que sea buena idea. —Mauri caminó hacia la salida. Regina sabía que debía dejarla ir, debía mantenerse callada, pero…

—¡Espera! —Alcanzó a Mauri antes de que parara un taxi—. Solo acompáñame a un lugar, ¿si? Te prometo que si luego ya no quieres volver a hablarme lo respetaré…

—¿Segura?

—¿Por qué eres tan terca? —Frunció el ceño. Mauri apretó los labios y la miró también muy enojada.

—De acuerdo, contadora. Dejemos las cosas claras de una vez por todas.

—Bien.

Levantó la mano para detener un taxi. Se sintió bastante complacida cuando Mauri se sentó junto a ella. Tenía una oportunidad para convencerla. Después de darle la dirección al taxista, se quedó callada todo el trayecto, tratando de armar muy bien sus argumentos. Notó que Mauri no dejaba de mirar por la ventana, también muy seria y concentrada. Tardaron un poco más de lo pensado en llegar al parque Huntington. La castaña miraba fascinada los hermosos jardines a su alrededor.

—Esto es increíble —dijo Mauri dando un rápido vistazo a un mapa con las indicaciones de cómo llegar a los jardines.

—Sí… tenía muchas ganas de venir a este lugar. Vamos. —Se quitó los zapatos para sentir el pasto y jaló el brazo de Mauri para guiarla. No la soltó durante todo el trayecto pues tenía mucho miedo de que la pelirroja huyera.

—Creí que primero comeríamos —se quejó Mauri dando grandes zancadas para seguirle el paso.

—Tenemos poco tiempo para esto.

Se imaginó esa visita algo diferente. Cuando supo que iría a Los Ángeles había empezado a fantasear con ir a ese parque a tomar muchas fotos y sacar ideas para su jardín.

Sin embargo, en ese momento le parecía que lo más importante era convencer a Mauri de no marcharse. Y ese lugar sería el marco perfecto para hacerlo. De camino al jardín japonés, le explicó a Mauri algunas cosas que iban encontrando, tratando de suavizar su ánimo.

Cuando Mauri se alejó unos metros para leer un letrero, Regina recordó el abrazo que se habían dado y las palabras que le había dicho a la pelirroja. Un repentino nerviosismo la invadió. Era el momento. Caminó hasta un puente y miró el estanque debajo de ella. El cosquilleo en su cuerpo seguía.

«No te vayas».

Aquellas palabras se le habían escapado sin pensar. Solo había dicho esa frase que llevaba oculta en el fondo de su mente. Entonces las palabras de la pelirroja la golpearon también: «Ya no quiero verte». Y sin embargo ahí estaba Mauri, caminando hacia ella con una enorme sonrisa en los labios.

—Creo que nunca había visto algo tan hermoso —dijo la chica parándose junto a ella para mirar también el estanque.

—Yo no estaría tan segura —comentó Regina levantando la ceja.

—¿Qué? —Mauri la miró alarmada.

—Aquel letrero con tu nombre y muchos corazones también era hermoso.

—¡Ay no! —Mauri soltó una carcajada. Tenían dieciséis años cuando una chica bastante rara se había pasado todo el verano persiguiendo a Mauri, llegando al extremo de colocar un enorme letrero frente a su casa.

—¿Tu madre aún tiene las fotos?

—Es su tema favorito en las reuniones con mis tías.

Fue el turno de Regina para reír. Lo pensó solo un momento, pero decidió que debía empezar.

—Lo que te dije hace rato… de verdad creo que no deberías irte.

—¿Lorena se lo dijo?

—¡Basta, ¿quieres?! Deja de hablarme así…

—Bien… pero Lorena no debió decirte eso. Era un tema privado —dijo Mauri molesta.

—Me pidió preparar tu enorme liquidación.

—De acuerdo, sí debió decírtelo.

—No lo he hecho.

—Pues deberías darte prisa, me marcharé después del lanzamiento.

—Sí… —Regina giró para mirar de frente a Mauri—. No pienso hacerlo —dijo sin titubear. Mauri frunció el ceño—. No quiero pelear, solo escúchame. Creo que es una tontería que te marches. En realidad no hay ninguna razón válida…

La pelirroja se dio la vuelta para alejarse de ahí.

—No quiero hablar de esto contigo.

Regina corrió para interponerse en el camino de Mauri, que se detuvo y la miró a los ojos.

—Café Latino está a punto de dar el salto a las grandes ligas ¿y te vas? Has peleado por esta empresa tanto como Lorena, no renuncies a ver a tu bebé crecer.

—¿Y por eso no quieres que me vaya?

—Sí… no es justo… y… sé que tú y yo hemos tenido problemas —prosiguió bajando la mirada—. Pero no deberías irte. En todo caso…

—En todo caso, ¿qué?

—La que debe irse soy yo.

—¿Estás loca? —Mauri la miró asustada—. Amas tu trabajo.

—Y tú también.

—No hagas más grande esto, Regina. Deja las cosas así. Solo ten listo mi enorme cheque. —Mauri sonrió pero ella no.

—Hablo en serio. No permitiré que te vayas.

—No puedes detenerme.

—¿Y si renuncio antes que tú?

—Da lo mismo, me iré.

—¡¿Por qué eres tan idiota?! —gritó enojada.

—¿Y se supone que ya no quieres pelear?

—¡Tú haces complicadas las cosas! ¡Dime ¿porqué te vas?!

—Porque quiero hacerlo.

—¿Es por lo que pasó con Jessica? Mira, eso estuvo mal en varios sentidos pero no es algo tan grave como para que dejes todo. —Mauri volvió a emprender el camino, pero ella volvió a interponerse—. No dejaré que te vayas, ¿oíste? No puedes largarte así como así…

—¿Y para qué me quedaría, Regina? ¿Para pelear contigo, odiarnos y luego volver a hablar como si nada? —dijo Mauri con rabia.

—¿Por… por eso… te vas? ¿Por mí? —Quiso sujetar el brazo de la pelirroja, pero ella se arrebató.

—No es por ti.

—Entonces no entiendo…

—Solo necesito alejarme y no importa lo que digas, ya tomé una decisión. Me iré pronto.

—Eres una cobarde.

—¿Cobarde? ¿Por qué?

—¡Por no decirme lo que te pasa!

Mauri soltó una carcajada amarga.

—Créeme, no quieres escucharlo…

—¿Por qué no querría?

—¡¿Por qué te metes en mi vida?! ¿En qué te afecta que me vaya?

Por la mente de Regina pasaron muchos argumentos comprometedores, pero al menos pudo contenerse de lanzarlos sobre Mauri.

—Ya te lo dije… me parece injusto que te vayas y dejes todo.

—No… —La pelirroja la miraba de forma extraña, como si sus ojos se hubieran convertido en un detector de mentiras—. Quiero que me digas… a ti… a ti Yiyí, ¿en qué te afecta?

Sintió una fuerte sacudida en todo el cuerpo, pero al menos logró mantener el rostro impasible.

—En nada… —dijo con determinación.

—¿Entonces por qué te tomas tantas molestias para convencerme de quedarme? —preguntó Mauri victoriosa. Regina sintió ganas de arrojarle una piedra a la cabezota. Gruñó bastante molesta.

—¡Bien! Lo admito… —Miró hacia el estanque pues sentía mucho calor en las mejillas—. No quiero que te vayas porque… ahm… me agradas… es… ¡Carajo, Tini! —dijo más molesta que antes regresando sus ojos hacia Mauri—. ¡Eres mi amiga! ¡Me gusta verte y platicar contigo!

—Solo peleas conmigo…

—¡Porque tú haces tonterías!

—¡¿Yo?! ¡¿Quién es la que me insulta cada vez que se enoja?! ¡¿Quién es la que me dice cosas horribles?! ¡En cuanto te sientes acorralada saltas y me muerdes la yugular, Regina, ya estoy harta de eso!

—¡Tú fuiste la que empezó con los comentarios corrientes sobre nuestras noches juntas!

—¡Solo te pregunté si las habías olvidado!

—¡Pues por supuesto que no! —gritó tapándose de inmediato la boca, con el fuego corriendo por su cuerpo. Quería que la tierra se la tragara. Sin embargo, miró con firmeza a Mauri, que parecía aturdida y más roja que ella—. No entiendo cómo llegamos a este punto, pero… lo que quiero decirte es que… no permitiré que te vayas.

—¿Y cómo piensas detenerme?

—Pidiéndotelo… —Dio unos pasos titubeantes hacia la pelirroja—. Por favor, Tini… quédate conmigo. —Regina no podía controlar su cuerpo. Temblaba. Su respiración se aceleró—. Quédate con Yiyí… —El nudo en su garganta apenas la dejaba hablar.

Mauri ni parpadeó. Solo seguía muy roja frente a ella. Regina no entendía de dónde había sacado semejante frase. Estúpida. Se sentía la chica más estúpida del mundo. Entonces Mauri pareció recordar cómo vivir, porque carraspeó y negó con la cabeza.

—Regina, creo que hay algo que no has notado.

—¿Qué cosa?

—Yiyí ya no existe. Y no lo digo como algo dramático, solo… ¡Hace rato, por ejemplo! Te quitaste los zapatos para sentir el pasto bajo tus pies. ¿Alguna vez hiciste algo así con Carlos? —Regina quiso responder que sí, pero no pudo. No lo recordaba—. Cada día Yiyí va desapareciendo un poco más.

—Dices eso porque estás enfadada conmigo.

—No. Quiero dejar algo claro —dijo Mauri levantando los brazos en señal de rendición—. Lo que quiero decirte no es por celos ni por nada por el estilo… solo me parece que no deberías casarte con Carlos.

—¿Por qué?

—Porque debajo de todas esas capas de «Regina perfecta» hay una Yiyí fabulosa, una que se quita los zapatos y dice palabrotas.

—Las personas cambian, Mauritania, evolucionan. No soy la misma que cuando estuvimos juntas.

—Tu esencia es la misma, Regina… tal vez has madurado en algunas cosas pero… por eso, durante esos días que pasamos juntas, todo fluyó entre las dos. En el fondo seguimos siendo las mismas tontas, Tini y Yiyí…

—¿Y eso qué tiene que ver con mi boda?

—¿Qué tanto de Yiyí conoce Carlos? ¿O tus padres?

—Mira, lo que quiero hablar contigo es sobre eso de marcharte y…

—¡Solo responde, Regina!

—¡No lo sé! ¡No sé qué quieres de mí, Mauritania!

—Nada… —dijo la chica con seriedad—. No hay nada que pueda pedirte…

—Solo que cancele mi boda, ¿no?

—Pero no por mí, Regina. Por ti.

—¡Pues qué buena persona eres! —dijo sarcástica—. Mi boda no está en discusión.

—Ni mi partida… ya lo decidí. Si sientes algo de afecto por mí, debes respetar lo que quiero hacer…

Ella negó con la cabeza.

—Ahora la chantajista eres tú.

No quería ceder. No podía rendirse en sus intentos. Pero luego pensó en lo que Mauri le había dicho sobre su boda… ella no la cancelaría jamás, entonces ¿por qué quería obligar a Mauri a hacer su voluntad? ¿Qué le ofrecía a cambio de quedarse? Y aún más importante: Mauri no quería nada a cambio, no pedía nada para ella. Regina no tenía ningún poder para convencer a Mauri y lo tuvo claro en ese momento. El aire se le fue y las lágrimas empezaron a caer silenciosas por sus mejillas. ¿Por qué sentía tanto dolor?

—Hey… ¿qué sucede? —La pelirroja intentó mirarle la cara, pero ella seguía negándose a estar frente a la chica—. Oye… seguramente volveremos a vernos algún día…

—En la boda de Joshua, ¿no? En mil años… —dijo limpiando su rostro con el dorso de su mano.

—No entiendo por qué te pones así…

—¡Porque te quiero, mensa! —gritó Regina girando hacia la tonta pelirroja que tenía la boca abierta—. ¡Eres mi mejor amiga y ahora te largas a quién sabe a dónde y quién sabe por qué!

Se dio la vuelta y empezó a caminar lejos de Mauri.

—¡Espera!

—¡Cállate! ¡Haz lo que quieras, ¿oíste?! ¡Lárgate a donde quieras! ¡Si no te importo, si no quieres verme, entonces vete!

—¡Pero, Yiyí!

—¡Que te calles!

—¡Oye! ¡Regina!

Pero ella no volteó, caminó lo más rápido posible intentando descifrar la razón del porqué sentía su corazón partiéndose en mil pedazos.

Accordion title 25

Aún se siente el calor



Mauri
Había bajado de la habitación apenas terminó de alistarse dejando a Regina sola arriba. Durante el camino intentó hacer que Regina hablara, pero la chica solo la miraba ceñuda, ignorando sus preguntas. Podía entender que Regina se hubiera acostumbrado a estar con ella, a salir, a charlar, pero Mauri sabía que quedarse sería un suplicio. Saber que Regina era la esposa de otro, que dormía abrazada de otro… verla haciendo un hogar con alguien más… eso la mataría. Si se quedaba moriría de tristeza. No podía quedarse a menos que no sintiera nada por esa hermosa chica castaña, pero estaba perdida. La amaba. Y no sabía cómo hacer para dejar atrás todo eso que sentía.

Bebió el último sorbo de su gin tonic. Era tan patética, tan ridícula. Cerró los ojos tratando de encontrar fuerzas para soportar esas semanas que faltaban para su partida. Pidió otro trago y dio un par de sorbos más antes de descubrir al amigo de Lorena entrando a la estancia.

—Ahí estás —dijo Andrés dándole un beso en la mejilla—. ¿Llego tarde? —preguntó el sujeto mirando su Rolex.

—Justo a tiempo. ¿Quieres algo de tomar? —preguntó señalando a la persona que esperaba su orden.

—Uno como el de ella —le dijo el hombre al barman—. ¿Y Regina?

—Ya viene.

—Excelente… —Andrés clavó sus ojos azules en ella y sonrió—. Es muy guapa, ¿no te parece?

—Uhm… sí, lo es.

—¿Tiene novio?

—Está a unos días de casarse.

—¡¿En serio?! ¡Qué lástima! Aunque… —El hombre aceptó su bebida y bebió un trago—. No soy celoso —terminó guiñando un ojo hacia ella.

—¿No crees que es muy pequeña para ti? —dijo en un tono juguetón, pero le parecía que esa conversación era de muy mal gusto.

—¿Qué son veinte años de diferencia en estos tiempos? Además… —Andrés sonrió mirando hacia la entrada—. ¿Cómo no coquetear con esa belleza?

Regina caminaba hacia ellos luciendo un hermoso vestido. Tenía el cabello suelto, con unas preciosas ondas castañas cayendo sobre sus hombros.

—Disculpen la tardanza —dijo la recién llegada evitando mirarla a los ojos.

—Te esperaría toda la vida, hermosa —comentó Andrés saludando de beso a Regina.

Los tres caminaron hacia una mesa del restaurante, donde Mauri eligió el asiento frente a la castaña. Aunque intentara fingir que no le interesaba, la verdad era que no quería desaprovechar esa oportunidad. Tal vez sería una de las últimas ocasiones en su vida en que podría estar frente a su examiga. Enseguida les tomaron la orden y la pelirroja intentó captar la mirada de la castaña, pero Regina seguía sin mirarla.

—Pienso visitarlas muy pronto —dijo entonces Andrés—. Hace un momento me confirmaron que acompañaré a los ejecutivos de la cadena a firmar el trato con Lorena.

—Eso es fantástico —comentó ella sin sentirlo en realidad.

—Y ya que estaré ahí, estaba pensando en que podrían enseñarme su ciudad —terminó el hombre posando su atención sobre Regina—. Seguro ha cambiado mucho desde la última vez que estuve ahí.

—Claro… con gusto —dijo la castaña.

—Por cierto querida mía, eres encantadoramente hermosa —dijo Andrés levantando su copa hacia Regina—. Eso mismo le comentaba a Mauri cuando llegaste, que eres la chica más guapa que he visto en mi vida, sin ofender, colega. —Se apresuró a decirle Andrés lanzándole una mirada fugaz a ella.

—Muchas gracias —dijo la castaña con las mejillas rojas—. Aunque creo que Mauri es mucho más hermosa que yo.

Aquellas palabras de Regina la tomaron por sorpresa, notando que por fin la chica le sostenía la mirada, que parecía algo enrojecida por el llanto. Su corazón saltó un poco al recordar que Regina le había gritado que la quería… pero luego se deprimió al pensar que sí, la quería, pero como se quiere a una amiga.

—Mauri es bellísima, pero creo que estoy muy lejos de parecerle atractivo. ¿Cómo te va en las cosas del corazón, amiga? —Andrés la miró fijamente, haciendo que ella recobrara el hilo de la conversación. Así que dijo:

—Excelente. Estoy soltera.

—¿En serio? Es una tremenda lástima que te vayas mañana, estoy casi seguro de que mi sobrina y tú serían una grandiosa pareja.

—¿Tu sobrina?

—¡Sí! Odette es una chica guapísima, divertida, muy lista. —Andrés sacó su celular y prosiguió—. Te enviaré su número. No sé, tal vez puedas echarle una llamada, tengo un buen presentimiento sobre ustedes.

Su teléfono sonó en su bolsillo, indicando que tenía una notificación.

—Gracias… creo que pronto tendré unos días libres, la llamaré. —Frente a ella, Regina la miró con hostilidad y se cruzó de brazos.

—O tal vez deberías esperar un poco —intervino la castaña—. Acabas de terminar una relación.

—¡Un clavo saca a otro clavo! —dijo victorioso Andrés—. La vida es corta, Mauri. Por ejemplo, lo que hago después de cada ruptura es que me permito estar triste tres días. Al cuarto, ¡salgo a buscar otro amor!

—Ese es un excelente consejo —reconoció Mauri haciendo chocar su vaso con el de Andrés.

La comida llegó y la conversación derivó en cosas aún más triviales. Mauri quería patear a Andrés bajo la mesa cada vez que tiraba un piropo hacia la castaña, pero decidió que no tenía una verdadera razón para enfadarse. Además, el hombre no decía mentiras al alabar la belleza de su examiga. Es más, Mauri también tenía muchos piropos para Regina, solo que por todo lo que habían pasado, era lógico que jamás podría decirle algo sobre su hermosura. Se quedó ahí lanzando miradas furtivas a la castaña, intentando guardar en su mente cada detalle de la mujer frente a ella. Muy pronto Regina se casaría y luego ella desaparecería de su vida. Sintió un fuerte apretón en su estómago y bebió todo el contenido de su vaso para aliviarlo.

Aquella decisión era la correcta. Todo estaría mejor cuando ella se marchara. Podría continuar su vida sin tener que ver a la castaña todos los días. Su familia estaría bien. Café Latino estaba en un puerto seguro. Era momento de retomar su vida, de liberarse de Regina para siempre.


Regina
No entendía el afán de Andrés por acompañarlas hasta el tercer piso. Aunque sabía que ese sujeto había sido el enlace para realizar las negociaciones, Regina estaba a punto de decirle una grosería. Era muy molesta la forma en que el hombre se la había pasado intentando llamar su atención, ¿en serio la creía tan tonta?

—Entonces, ¿qué dicen? ¿Salimos a divertirnos esta noche? Mauri… tú tienes cara de que mueres de sueño. —Se apresuró a decir Andrés. Haciendo un guiño nada discreto hacia la pelirroja—. ¿Qué te parece salir a bailar, Regina?

A la castaña la tomó desprevenida aquello.

—Creo que por esta ocasión te dejaremos mal —intervino Mauri sacándola del apuro—. Hemos quedado con unas antiguas compañeras de la universidad. Tenemos que darnos prisa, Regina —dijo la pelirroja usando su tarjeta para abrir la puerta.

—¿Comparten cuarto? —preguntó Andrés dando un paso hacia adelante. A Regina le dio pánico aquello, ¿y si ese sujeto entraba?

—Sí, verás… tenemos un secreto… —Mauri le tomó la mano y la jaló hacia la habitación—. Regina no puede vivir sin mí. —Fue el turno de la pelirroja de hacerle un guiño a Andrés, que parecía muy asombrado.

—¡Oh! Lo siento, creí que… vas a casarte, ¿no? —le preguntó el hombre algo confundido.

—Sí, pero ¿quién podría resistirse a Mauri? —siguió ella.

—Esperamos volver a verte muy pronto. —Mauri le estrechó la mano al hombre.

—Claro, chicas… eh… nos vemos.

—Adiós, buenas noches —terminó ella cerrando la habitación.

Se alejaron rápido de la puerta y soltaron una carcajada.

—¡Ese tipo! —dijo Mauri negando con asco.

—¡Qué incómodo fue todo eso! ¿Por qué aceptamos su invitación?

—Por idiotas. Si no fuera amigo de Lorena le hubiera arrojado una silla a la cara.

—Y yo la mesa —dijo ella intentando llegar al cierre trasero de su vestido—. Debe sentirse muy confundido por lo que le dijimos. —Soltó una carcajada—. Carajo, no sé cómo lo subí hace rato —se quejó dando brinquitos para llegar al cierre.

—Eh… ¿te ayudo? —Escuchó la voz suave de Mauri que la observaba desde su cama.

—Sí, por favor —dijo dándose la vuelta. Sintió la cercanía de la pelirroja e intentó controlar sus repentinos nervios.

—Creo que esperaba poder meterse a la habitación contigo… —susurró Mauri. El sonido de un cierre le indicó que el trabajo ya estaba hecho.

—Antes muerta. —Giró para quedar frente a la pelirroja. Cruzó los brazos sobre su pecho para evitar que el vestido cayera al suelo.

—Lamento si hace rato fui brusca… —Mauri tenía los ojos clavados en los suyos, haciendo que Regina tuviera la oportunidad perfecta para mirarlos de cerca.

—Está bien. Yo no debí meterme en tus cosas… —¿Por qué sentía un fuerte cosquilleo en su estómago?

—No me molesta que lo hagas… —La pelirroja negó con la cabeza—. Pero no debí decirte todo eso sobre tu boda. Perdón…

Aquello hizo que Regina sonriera.

—De verdad eres maravillosa… —dijo bajito—. Te herí muchas veces y tú sigues siendo gentil.

—Los modales nunca pasan de moda —bromeó Mauri con las mejillas rojas.

—Creo que debo… quitarme esto.

—Claro… puedo salir un momento para que tengas espacio, el baño es muy pequeño —dijo Mauri intentando esquivarla.

—¡Espera! —Sujetó a Mauri descuidando su vestido, que se deslizó por su cuerpo, dejándola en ropa interior.

En una fracción de segundos, Mauri se había dado la vuelta.

—Te juro que no vi nada —dijo la pelirroja riendo. Regina corrió hasta el baño totalmente avergonzada y también empezó a reír.

—¡Necesitaré mi maleta!

—Estaré en el pasillo, puedes salir del baño. —Se escuchó la puerta cerrándose.

—Tini, siempre eres tan linda —susurró la castaña, levantando la mirada hacia el espejo. La chica del reflejo parecía muy feliz. Y sí, Regina sintió que en ese preciso momento definitivamente lo era.

Mauri
Estaba de pie en el pasillo intentando apartar de su mente el cuerpo semidesnudo de Regina. ¿Aquello era su regalo de despedida? Sacudió la cabeza tratando de mantener la cordura. Regina era una chica comprometida que no sentía nada romántico por ella. No debía permitir que la imagen de esa diosa en ropa interior la perturbara.

La puerta se abrió. La castaña estaba totalmente vestida, pero no era lo que Mauri esperaba. La chica llevaba jeans y un suéter rojo.

—¿Vas a algún sitio?

—Vamos —dijo la castaña sonriendo.

—¿Vamos? ¿A dónde?

—Pues… anoche llegaste muy feliz, ¿fuiste a un bar?

—Sí —dijo rascándose la cabeza—. Ni siquiera recuerdo cómo llegué hasta aquí.

—Yo te lo diré. Llegaste con una chica.

—¡No inventes! ¿En serio?

—¿No lo recuerdas? —Mauri negó con la cabeza—. Llegaste con una rubia, bastante grosera debo decir.

—¿Y qué pasó?

—La corrí, obvio. ¿Irás con eso? —preguntó Regina tomando su cartera.

—Sí, me siento cómoda —dijo mirando sus propios jeans—. ¿Seguro que quieres salir?

—Sí. Quiero disfrutar de la última noche. No solo tú puedes divertirte en Los Ángeles.

—De acuerdo.

Salieron del hotel y caminaron disfrutando del aire frío en sus mejillas. Las calles anchas, las luces y las personas caminando a su alrededor le daban una extraña sensación de paz. Decidió que al menos por esa noche quería olvidarse de todo lo que les esperaba a su regreso.

—¿Aquí? —preguntó Regina viendo el enorme arcoíris en la entrada del bar.

—No es discreto, lo sé. ¿Quieres que busquemos otro sitio? —preguntó nerviosa. No estaba segura de que Regina quisiera entrar a un bar LGBT.

—No hay problema —dijo la chica encogiendo sus hombros.

La música sonaba fuerte, haciendo que su pecho golpeara al ritmo de la canción. Aunque apenas eran las nueve de la noche, el lugar parecía lleno.

—Iré por los tragos, intenta encontrar un lugar —le dijo a la castaña.

Fue hacia la barra y levantó la mano para llamar la atención de la chica que servía.

—Qué gusto verte de nuevo. —Se escuchó una voz a su derecha. Una hermosa rubia la miraba con una sonrisa.

—Eh… hola —dijo sin saber quién era.

—¿Viniste a buscarme?

—¿Disculpa? —Acercó su oído a la chica, pues la música era fuerte.

—Anoche estuviste aquí.

—Sí, vine un rato.

—Yo estuve contigo platicando… —Mauri observó bien a la mujer pero no la recordaba—. Nos besamos… —Abrió mucho los ojos—. Me llevaste a tu hotel y tu novia me echó a gritos.

—¡¿Mi novia?!

—Sí, esa chica —dijo la rubia señalando a Regina que estaba un poco más allá hablando con un par de mujeres.

—Ah, sí. Mi novia —dijo con un cosquilleo en su estómago.

—No sé si eres una sinvergüenza o solo estabas muy ebria.

—Creo que lo segundo —dijo con una sonrisa—. Soy Mauri. —Extendió la mano para que la otra se la estrechara.

—Andrea, gusto en conocerte de nuevo. No eres de aquí, ¿verdad?

—No, vine por negocios.

—Claro.

Entonces la chica de la barra por fin le hizo caso y Mauri pidió sus bebidas.

—Disculpa por lo de anoche —comentó regresando su atención a Andrea.

—No te preocupes, será una anécdota divertida. Y… tu novia es de temer. Aunque… muy bella.

—Sí… —dijo viendo a Regina, totalmente resignada a sus sentimientos—. Ella es perfecta.

Regina
Miró hacia la barra buscando a Mauri. La encontró hablando con una chica.

—Es la pelirroja de chamarra gris —les dijo a las dos mujeres en la mesa.

—¡Oh, que linda! —comentó una de ellas.

—¿La ves desde aquí? —interrogó la otra.

—Me refería a la chamarra. Desde aquí no puedo verle la cara a nadie.

—No hay problema chica, pueden sentarse con nosotras, soy Lara.

—Y yo Isabel.

Regina les estrechó las manos a ambas.

—Muchas gracias, son muy amables. Yo me llamo Regina —dijo sentándose en una de las dos sillas libres—. ¿Viven aquí?

—Claro que no, estamos en nuestro viaje de luna de miel —dijo orgullosa Lara.

—¿Luna de miel? ¡Felicidades!

—¿Y ustedes? ¿Son de L.A.?

—No, tampoco. Vinimos por un asunto de nuestro trabajo.

—¿En serio? Creí que era tu pareja.

—¡No, no! Somos… —Miró a Mauri que caminaba hacia ella—. Trabajamos juntas.

—Hola. —Saludó la pelirroja dejando las bebidas en la mesa—. Soy Mauri —dijo sonriendo.

—Ellas son Lara e Isabel, nos invitaron a compartir la mesa.

—Muchas gracias, ¿quieren algo de tomar? —preguntó Mauri lista para ir de nuevo a la barra.

—No te preocupes, apenas empezamos con estas —dijo Lara señalando sus cervezas.

—En cuanto las acabemos puedes invitarnos a un trago —comentó Isabel haciendo un guiño.

—¿Este es el mío? —preguntó Regina reconociendo su bebida favorita.

—Sí. No te pregunté lo que querías, así que te traje esa.

—Es perfecta, gracias —dijo dando un sorbo mientras continuaba mirando a Mauri.

—¿Y qué cuentan? —preguntó la pelirroja a sus nuevas amigas.

—Le decíamos a Regina que estamos de luna de miel.

—¡Fantástico!

—¿Y tú tienes novia? —preguntó Isabel.

—Pues ella —dijo Mauri señalándola, haciendo que Regina se atragantara. La pelirroja empezó a reír—. O al menos eso me dijo la rubia de la barra.

—¿La rubia? —Entonces Regina miró de nuevo hacia la chica que vio hablando con Mauri y la reconoció—. Vaya. —Las otras dos en la mesa miraban también a la mujer—. Es que anoche se la espanté a Mauri, le dije… que yo era su novia —dijo con rapidez, ocultando luego su rostro al dar otro sorbo.

—¡Clásico! —comentó Lara soltando una carcajada.

—Y no, no tengo novia —dijo entonces Mauri.

—¡Qué lástima que ya estoy casada! —dijo Isabel, aunque era notorio que solo estaba bromeando.

—¿Cuánto tiempo llevan juntas? —preguntó Regina intrigada por esas dos mujeres.

—Nos conocimos hace tres años y nos casamos la semana pasada. —Isabel miró a Lara como si fuera el tesoro más hermoso del mundo. Regina sintió mucha ternura—. ¡Amo esta canción! —«Qué precio tiene el cielo» empezó a sonar. Inmediatamente la mujer se puso de pie y jaló a Mauri a la pista. Regina comenzó a reír por la expresión de susto de la pelirroja, que no se esperaba ese movimiento.

—¡Eso mi amor! —gritó Lara para darle ánimo a Isabel, que bailaba con entusiasmo—. De verdad le encanta esa canción… y todas las que se puedan bailar así —dijo haciendo una indicación con la cabeza—. Es una de las cosas que amo de ella.

—Eso es lindo. —Observó a Mauri moviéndose al ritmo de la música. Sus caderas, su sonrisa… Regina también sonrió recordando aquellos días en que salían casi cada noche a bailar.

—Tu amiga es muy guapa.

—Sí… es hermosa… —dijo apartando la mirada al descubrir que llevaba mucho tiempo viendo a la pelirroja.

—¿Y tú tienes novia? —preguntó de repente Lara.

—No, no, no, yo no soy… —Se detuvo a tiempo al ver la expresión de la chica frente a ella—. Tengo novio. De hecho, el próximo sábado es mi boda.

—¡¿En serio?! Wow… —Lara dio un gran sorbo a su cerveza—. ¿Y cómo te sientes por eso? ¿Nerviosa?

Regina pensó un momento antes de responder.

—La verdad… no estoy segura —dijo soltando una carcajada—. Fueron meses de locura planeando todo y luego pasaron cosas en mi trabajo, este viaje… Creo que el pánico me llegará en cuanto regrese a casa.

—¿Pánico? —Lara levantó la ceja.

—Sí, ya sabes. Porque todo salga bien, que acabe pronto.

—Te entiendo… tal vez en mi caso no fue pánico, fue… —Lara miró de nuevo hacia la pista, como si buscara inspiración viendo a su esposa—. Ella es lo más bonito que me ha pasado en la vida, creo que solo estaba impaciente porque llegara el día de nuestra boda.

—Qué lindo.

Regina regresó su atención hacia Mauri. Después del lanzamiento la pelirroja se marcharía. ¿En verdad jamás volvería a verla? Pensó en aquel distanciamiento absoluto que Mauri y ella tuvieron por años antes de ser compañeras de trabajo. Si la pelirroja había cumplido su palabra de no buscarla, Regina estaba segura que en aquella ocasión Mauri haría lo mismo. Desaparecería. El dolor en su pecho llegó tan rápido y tan fuerte que no pudo evitar soltar un gemido. Se llevó la mano a su corazón intentando calmar esa sensación.

—¿Estás bien? —preguntó Lara, haciendo que Regina se sintiera ridícula por su comportamiento.

—Sí, solo fue una punzada. —Entonces algo le llegó a la mente—. ¿Fue duro decírselo a tus padres?

Lara meditó un poco su respuesta con una sonrisa amarga.

—Lo más duro de mi vida. No hemos hablado en años.

—¡¿Años?!

La chica asintió.

—Pero no me arrepiento, ¿sabes? Crecí sintiéndome culpable por mi sexualidad… —Lara empezó a reír—. Incluso en la universidad me planteé encontrar a un chico para casarme y cumplir con lo que esperaba mi familia.

—¿En serio?

—Sí, una pésima idea.

—¿Y qué pasó? ¿Cómo decidiste decirle a tus padres?

—Bueno… fue un proceso largo y emocionalmente complicado. Pero todo se aclaró para mí en una cena de Navidad. Ahí estaba toda mi familia, riendo, contando estupideces. No sé… fue como si mi vida pasara frente a mis ojos. Me vi haciéndome mayor, tal vez casada con un hombre, o tal vez no. Pero me vi triste. Eligiendo hacerlos felices a ellos y no a mí. Fue escalofriante. —Lara suspiró antes de continuar—. No estaba dispuesta a sacrificar mi vida por nadie, ni por ellos. Yo ya era independiente y me considero una buena persona, no veía ningún sentido a vivir sola. También merecía lo que todos quieren: amor.

—¿Y se los dijiste ahí? ¿Esa noche?

—No. Primero se lo dije a mis amigos. Uno a uno.

—¿Y qué pasó?

—Magia —dijo la chica—. Esperaba rechazo o sermones, pero lo que recibí fue… indiferencia.

—¿Indiferencia?

—O sea no indiferencia mala. Ellos me dijeron que eso no les importaba, que me querían igual y luego seguimos como si nada. Y me di cuenta de que le había dado mucho peso a su reacción. A veces eso pasa, ¿no crees? Pensamos que las personas están al pendiente de nosotros, como si su vida girara en torno a la nuestra. Y no. Cada quien tiene sus asuntos, lo que hagas con tu vida les vale un cacahuate.

—Pero las críticas… la gente dice cosas.

—Sí pero son momentáneas. Tienen que ocuparse de sus propios problemas. Tal vez se tomen dos minutos para decir alguna tontería sobre ti, pero luego regresan a sus asuntos. A los problemas con sus hijos, deudas, los cuernos que les pinta el marido, ya sabes. Cada quien pelea sus batallas.

—¿Y tu familia?

—Tenemos buena relación. Los que cortaron lazos fueron mis padres, pero mis hermanos me invitan a un café cada que nuestros trabajos lo permiten. —Lara se encogió de hombros—. Supongo que algún día lo entenderán. Y si no, pues… —La chica le enseñó su anillo de bodas—. No me arrepiento de mis elecciones.

—Eres valiente —dijo Regina con la mirada fija en el anillo, recordando el que seis años atrás había encontrado en el cajón de Mauri.

—Todos lo somos —comentó la chica con la voz suave—. A nuestro tiempo.

Regresó su atención a Mauri, que reía mientras Isabel la hacía dar vueltas. Cuando había terminado su relación, Regina se había pasado las siguientes semanas llorando, incapaz de levantarse de la cama. En ese entonces creyó que se moriría, pero no podía llamarle, no podía volver. Sabía que le había roto el corazón a Mauri y se había odiado mucho tiempo por eso, por esperar demasiado para terminar aquello, por dejar que su corazón fuera ocupado por la pelirroja. Había necesitado años para lograr olvidarla y luego… el día en que descubrió a Mauri en Café Latino sintió de nuevo que moriría. Estuvo tentada a renunciar, pero algo se lo había impedido.

—¡Vengan! —Isabel había regresado y antes de que la castaña pudiera hacer algo, ya estaba en la pista bailando salsa con Lara. Sus pensamientos fueron sustituidos por las risas y las vueltas.

Se dejó llevar por lo que sucedía, mientras de reojo veía a Mauri haciendo un paso extraño que Isabel le mostraba. Entonces la música cambió y Lara le hizo dar una vuelta que la arrojó hasta los brazos de Mauri. Isabel y Lara se tomaron de las manos, moviéndose al ritmo de la balada que empezó.

    «Tu y yo suena algo estúpido, yo loca de atar, tú un poco patán… dime que no.
    Vez tras vez ganaba la inmadurez, no sé si fue amor o algo peor lo que nos sentenció a caer…»


Los ojos de Mauri le quitaron las fuerzas con esa mirada tan profunda, como si pudiera ver todos los secretos que llevaba en el corazón. Despacio, la chica le tomó una mano y la sujetó por la cintura, acercando su cuerpo al suyo.

    «Que mi recuerdo te acosa en las noches, que una ducha no enfría tu piel, que por más que lo niegues yo he sido tu mejor error…»

Dejó que la chica la abrazara y la hiciera girar al ritmo de la canción. Sus pies se movían solos, ella era una marioneta en las manos de Mauritania. Los versos de esa canción le taladraban el cerebro y, aunque intentó mirar hacia otro lado, no pudo apartar la vista. Quería decir algo, quería cantar eso que escuchaba, quería gritarlo.

    «… Ya lo sé, es algo patético, que estando feliz, amada y feliz, aún me hagas sentir así…»

Sujetó a Mauri con fuerza y, terminando la distancia que las separaba, pegó su frente a la de la chica y cerró los ojos. Había un tornado en su interior destruyendo todo a su paso. Un viento terrible que por fin se había desatado.

    «Que tu recuerdo me acosa en las noches, que una ducha no enfría mi piel. Que por más que lo niego tú has sido mi mejor error. Que por más que no tenga sentido se siente el calor…»

Sonrió con tristeza y miró la cara de Mauri, que en ese instante abrió también los ojos, robándole un suspiro a Regina. No podía permitir que esa chica se fuera, no podría sobrevivir sin verla todos los días.

      «Tú y yo, tal vez no es ilógico… Que mi recuerdo te acosa en las noches, que una ducha no enfría tu piel, que por más que lo niegues yo he sido tu mejor error, que por más que no tenga sentido me das la razón… Que por más que no tenga sentido, aún se siente el calor… »

Ahí, bailando lento, con esa chica pegada al cuerpo, con el cosquilleo recorriendo su piel, Regina tuvo que reconocer algo, una certeza que se había estrellado en su cara todo ese tiempo pero que ella rechazaba una y otra vez… Ya no tenía escapatoria, solo había una verdad.

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