De nuevo tú
Cruzó la calle a toda prisa, levantando la mano para pedir disculpas al auto que había frenado de golpe para no atropellarla. Obviamente recibió un insulto por su audacia de pasar corriendo una de las avenidas más transitadas de la ciudad, pero le dio igual.
Cuando entró al restaurante, el reloj de su muñeca marcó las 8 de la noche en punto. Habló rápidamente para pedir su reserva y siguió a la chica que la condujo hacia su mesa. Se dejó caer pesadamente en la silla y exhaló un suspiro: lo había logrado.
Después de una tarde de locos y un breve momento de histeria mientras se preparaba para esa reunión, ahí estaba. Miró para todos lados en busca de la persona a la que esperaba.
Un escalofrío la hizo notar los nervios que volvieron a apoderarse de ella.
—No seas patética, es solo una mujer… la más hermosa e increíble mujer que conoces… —susurró mientras toda la seguridad que normalmente sentía se esfumaba.
Kayri estaba en su segundo año de universidad cuando varios alumnos de primer curso pasaron por el pasillo. Y ahí estaba Marsel, una chica que aunque no poseía una belleza alucinante, tenía algo que hacía que no pudieras dejar de mirarla. Al menos eso sintió Kayri ese día, una fascinación tan tremenda que luego solo podía pensar en cómo lograr acercarse a esa chica.
Y su primera conversación había sido tan vergonzosa para ella, que sabía perfectamente que si Marsel no hubiera sido tan prudente y madura, se hubiera reído a carcajadas por su torpeza. Sin embargo, en esa primera charla Kayri pudo comprobar que la persona frente a ella en verdad era maravillosa.
Sonrió recordando sus días de universidad, donde cada pretexto era bueno para invitar a Marsel a salir. Y aunque nunca pasó nada romántico entre ellas, Kayri sabía muy bien que desde ese primer instante había sentido algo muy profundo, algo que nunca había sido capaz de confesar.
Usó una de las cucharas que había sobre la mesa para mirar su reflejo. pudo ver su mirada oscura y profunda, y su mechón de cabello castaño cayendo sobre su frente. Todo parecía en orden. Se acomodó mejor sobre la silla y dio un salto cuando una voz preguntó:
—¿Deseas algo para beber?
—No… —Lo pensó mejor—. Sí, tráeme lo más fuerte que tengas, por favor. Y que sea doble.
La mesera sonrió ligeramente y se marchó un momento. para regresar pocos minutos después con un vaso de whisky en las rocas. Kayri lo bebió todo de un solo movimiento, sin darle tiempo a la mesera de retirarse.
—¿Día difícil?
—No, no, solo… espero a alguien… —dijo sintiendo un vuelco en su estómago—. Y no sé porqué estoy tan nerviosa.
—¿Cosas de trabajo?
—Espero a una amiga a la que no he visto en diez años.
—¿Una amiga, eh? —La mesera la miró con picardía—. Suena aterrador.¿Quieres otro trago? Puedo traer la botella si te hace sentir mejor.
—Así está bien, no quiero empezar a decir estupideces frente a ella. Sería una muy mala impresión después de tanto tiempo…
—Entonces… suerte con tu cita.
Aquellas palabras la hicieron llegar a un punto de histeria que no había sentido antes. ¿Cita?
Miró a su alrededor más asustada que nunca, ¡¿porqué se sentía así?! Entonces notó algo: Marsel llevaba mucho tiempo de retraso. Eso podría ser bueno. Lo usaría a su favor.
Cerró los ojos y respiró profundamente, apartando todo pensamiento sobre Marsel. Debía estar tranquila, debía mantener la cabeza fría. Se concentró en cosas de su trabajo, pensando en lo que debía hacer al día siguiente. Recordó todo el material que había preparado para el grupo de profesionales al estaba asesorando. Poco a poco relajó la expresión y sintió sus músculos deshaciéndose de la tensión acumulada.
Enfocarse en sus mentorías siempre le daba un sentido de control que le hacía bien en esos momentos de locura. Los sonidos de alrededor se fueron apagando y sus latidos empezaron a palpitar con un ritmo lento. Todo estaba bien. Todo estaba seguro. Ella podía con todo, con lo que sea. Había sido una estúpida por perder el control…
—Hola, Kay…
Su corazón dio un salto al reconocer esa voz. Abrió los ojos y levantó la mirada despacio, sintiendo como todo su autocontrol se iba a la mierda ante la sonrisa encantadora de la mujer frente a ella.
El tiempo no pasa igual para todos, ya que si para el resto de las personas un segundo era solo eso, un segundo, para Kayri fue una eternidad. Unos ojos de un color miel casi dorado la observaban mientras ella intentaba recordar quién era y qué rayos hacía ahí.
Se paró de su lugar y caminó los tres pasos que la separaban de su amiga, que la recibió con una abrazo que parecía querer abarcarlo todo.
—Hola… —dijo sonriendo.
—Disculpa la tardanza, es que no encontraba donde dejar el auto. —Marsel se separó unos centímetros pero no rompió el abrazo.
—No pasa nada.
—¿Segura? Antes te ponías muy neurótica si alguien llegaba tarde.
—Las personas cambian, ¿sabes?
—Pues espero que tú no lo hayas hecho… ¡Te odio tanto! —Marsel le dio un golpe en el brazo y fue hacia su silla—. ¡¿Por qué nunca respondiste mis mensajes?!
—Claro que respondí…
—¡Ay, claro que no! Esos mensajes insípidos no cuentan, además tardabas una eternidad en mandarme noticias.
—Perdón, solo… creo que me obsesioné con la maestría. ¡Pero mira, aquí estamos!
—Diez años después… —terminó Marsel con seriedad, haciendo que Kayri sintiera un escalofrío—. Te noto diferente… tu cabello es más corto y juro que hasta eres más alta que antes.
—Lo del cabello es cierto, me lo corté un poco más de la cuenta, lo demás sigue igual. Tú ya no tienes ese mechón azul…
—Ahora soy una respetable jefa y no puedo llegar a la oficina con aquellos pelos ridículos de la universidad.
—A mí me encantaban tus pelos ridículos —dijo desviando la mirada un momento—. Te daban personalidad. Y… ahm… ¿dónde estás trabajando?
—En la fiscalía. Dirijo el departamento de criminología, ahora tenemos una encomienda del gobierno para clasificar a todos los internos del país según su peligrosidad.
—Eso suena a muchísimo trabajo, ¿cuántas cárceles debes medir?
—Ni preguntes… a veces siento que me volveré loca pero me encanta mi trabajo. Además… —Marsel la miró de una manera tan brillante que Kay no pudo evitar sonreír—. No todas podemos ser famosas como tú…
—¡¿Famosa yo?!
—Oh, vamos. Desde que te fuiste a Argentina a hacer tu maestría ya eras una estrella en la universidad y luego cuando llegó la noticia de tu primer libro y el segundo… el tercero… las asesorías que has dado a varios gobiernos…
—Espera, espera… todo suena asombroso pero no es para tanto. Creo que solo soy adicta a mi trabajo y eso no es bueno.
Marsel se mantuvo mirándola en silencio mientras la mesera dejaba unas copas en la mesa, haciendo que Kayri se sintiera de nuevo nerviosa. ¿Cómo podía una mirada hacerla sentir así? Habían pasado años y aún se sentía una adolescente frente a esa mujer. La mesera le dirigió un guiño y se marchó.
—Creo que… —Marsel observó las copas y una pequeña nota junto a una botella de champaña. Leyó—: «El amor verdadero solo se comparte con una persona especial». ¿Y esto qué?
—Ahm… —Kay levantó la botella, en cuya etiqueta decía «Amor Verdadero»—. Creo que es parte de la publicidad de la marca.
—Oh, vaya… creí que era una declaración…
El estómago de Kayri dio un vuelco.
—¿Declaración?
—De la mesera… ví que te coqueteó un poco… —Marsel arrojó esa piedra inesperada hacia ella. Kayri balbuceó un momento y luego negó con la cabeza.
—¿Por qué coquetearía conmigo?
—Pues… —El sonrojo en las mejillas de Marsel fue evidente—. ¿Te van las chicas, no?
De nuevo una sacudida en su estómago. Durante sus años de universidad, Kayri nunca había mencionado nada sobre su orientación sexual. Y esa pregunta tan directa le había movido el piso como si de un terremoto se tratara.
—Eh… sí… me van las mujeres. ¿Te importa?
Marsel le lanzó una mueca encantadora.
—Por supuesto que no… aunque… ¿por qué nunca lo mencionaste?
—No creí que hiciera falta decir algo. O sea, los heterosexuales no van por ahí aclarando su orientación, ¿por qué yo sí tendría que hacerlo?
—Una excelente respuesta —dijo Marsel sirviendo la bebida en sus copas—. Brindo por el amor verdadero…
—Y tú sabes mucho del amor verdadero —dijo riendo. Pero enseguida notó la expresión seria de su amiga—. ¿Qué pasa?
—Es que… en realidad Samuel y yo terminamos hace mucho.
—¡¿Qué?! ¡Pero si ustedes eran eternos! ¡Llevaban como cinco mil años de novios! ¡Incluso le perdonaste aquella…!
—Sí, sí, no hace falta recordar eso. Se acabó…
Kay notó el instante de dolor en los ojos de Marsel, así que le tomó la mano que la chica tenía sobre la mesa.
—De verdad lo lamento. Debió ser muy duro. ¿Estás bien?
—Ahora sí… —dijo la chica apretando su mano—. Pasó hace tiempo…
—¿Por qué no me dijiste?
—¿Cuándo? ¿En una de tus llamadas? ¡Ah, espera! Nunca me llamaste —terminó Marsel con una sonrisa triste.
—Y de verdad fui una bruta por no hacerlo… me dejé llevar por lo que estaba viviendo ahí y…
—Y te olvidaste de mí.
—No —dijo firme y sin pensarlo—. Nunca me olvidé de ti. Cometí un error por no buscarte antes, es solo que he estado viajando mucho… ¡pero mira esto! Apenas puse un pie en esta ciudad te llamé. Eso debe valer varios puntos, ¿no?
—Esta cena definitivamente los vale. —La mesera se acercó de nuevo a solicitar su orden, dándole tiempo a Kay de controlar sus latidos después de lo que le había dicho a su amiga—. Entonces… —Marsel llamó su atención en cuanto se quedaron solas de nuevo—. ¿Qué tal tu nuevo trabajo?
—¡Uff! Fantástico. Todo el material sobre criminología clínica vale cada dólar que le he cobrado al gobierno por mi asesoría. Deberías venir al diplomado que abriré.
—Me encantaría pero no puedo desaparecer tantas horas de mi trabajo. Aunque me han servido mucho tus consejos…
—¿Mis consejos?
—De tus libros…
—¿Leíste mis libros?
—¡Pues claro que sí! ¿Por qué crees que soy tan buena en lo que hago? Leí cada uno de tus cinco libros. —En cuanto Marsel dijo eso, Kay se sintió terriblemente halagada por esas palabras, haciendo que se arrepintiera por desaparecer de la vida de su amiga. ¿Cuántas cosas más hubieran compartido durante todos esos años si ella no se hubiera alejado así?—. ¿Qué sucede? —preguntó Marsel en un susurro.—Nada… solo… no sé qué decir… yo sabía que la gente compraba mis libros pero nunca te imaginé… —Su cara ardía.
—Kay… yo tampoco me olvidé de ti.
Cuando abrió los ojos esa mañana pensó que todo lo que había vivido la noche anterior era solo un sueño. Pero mientras más avanzaba la jornada, se daba cuenta que no, aquello había sido real, Marsel y ella volvían a ser amigas.
Recordó el paseo que dieron después de la cena, donde la chica se había colgado de su brazo para caminar por la avenida para contarle diez mil cosas que se había perdido durante esos años de ausencia.
Se enteró del destino de varios ex amigos de la universidad y de todo lo que había pasado en la vida de Marsel hasta llegar al trabajo que tenía en ese momento. Pero lo que quería saber desesperadamente era si la chica salía con alguien. Sin embargo, no se sintió capaz de afrontar la respuesta. Aún no sabía si podría resistir un “sí” o un “no”.
Porque siendo sincera con ella misma, Kay tenía muy claro que Marsel le gustaba mucho, aunque tal vez el amor había desaparecido, la atracción seguía ahí. Y eso la hacía sentir muy nerviosa.
Terminó su reunión del medio día, donde por fin fijó la fecha para iniciar con el diplomado que daría a todas las fuerzas de seguridad de la región. Estaba saliendo del edificio cuando su celular empezó a sonar.
Sonrió como boba al ver el nombre en la pantalla.
—Quiero hablar con la criminóloga Kayri Dahuss por favor... —dijo una voz juguetona al otro lado de la línea.
—Ella está algo ocupada justo en este momento, ¿quién la busca?
—Una simple mortal que desea tomar un café…
—¿Un café? Marsel, sabes que odio el café…
—Por eso dije que yo deseo el café… a ti te daré un vaso de agua helada.
—Eso suena perfecto —dijo quitándole los seguros al auto que había rentado—. ¿Paso por ti?
—En realidad estoy cerca de tu hotel…
—Es que estoy fuera… pero puedo ir para allá. Te veo en la puerta en quince minutos.
Fueron los minutos más largos de su vida. No podía dejar de sonreír y esa sonrisa se amplió cuando una camioneta blanca paró frente a ella y el cristal polarizado bajó, revelando a una hermosa mujer al volante.
—¿A dónde la llevo señorita?
—A donde quieras… —dijo ella subiendo al vehículo.
—Esperaba que dijeras eso porque en realidad esto es un secuestro… Necesito tu ayuda. —Marsel salió a la avenida
—¿Para qué?
—Un caso urgente… dicen por ahí que eres la mejor criminóloga clínica…
—¡¿Dicen por ahí?! ¡Carajo, soy la mejor!
—Tu modestia es impresionante… —La camioneta tomó el carril para salir de la ciudad—. Espero poder pagarte tu asesoría en esto… ¿Cuánto cobras?
—En realidad eso depende de las horas… —Miró su reloj con expresión seria—. Ya está corriendo el tiempo.
—Uuff pues esperemos que el gobierno no quede en bancarrota por este servicio. Pero antes… —Marsel detuvo la camioneta en un semáforo y se estiró para alcanzar algo en el asiento trasero: era una botella de agua fría—. Lo prometido.
Kayri soltó una carcajada y abrió la botella para beber un sorbo.
—Tú si sabes cómo consentirme… aunque esto no te garantiza ningún descuento en mis servicios.
—Bueno… —Marsel pisó el acelerador y esbozó una sonrisa pícara—. Tendré que encontrar una manera de pagarte.
El tono de voz de la chica hizo que Kairy sintiera un escalofrío. Miró por la ventana para que el sonrojo en sus mejillas no se notara y pensó que con mucho gusto dejaría que esa mujer la llevara hasta donde quisiera.
El paseo terminó en la penitenciaría federal número 3, donde Kay ingresó junto a Marsel para realizar una entrevista. Se quedó observando cómo la expresión y lenguaje corporal de su amiga cambiaban por completo al estar en esa pequeña sala de entrevistas.
Se mantuvo al otro lado del cristal para dejar que Marsel se hiciera cargo de llevar a cabo la diligencia. Un sujeto enorme y con aire despreocupado entró a la sala, donde fue esposado a la mesa.
Marsel empezó a hablar, haciendo que Kayri tuviera que luchar con su impulso de concentrarse únicamente en la forma en que esos labios se movían. Debía centrar su atención en el sujeto, leerlo bien.
Mientras los minutos pasaban era evidente que a Marsel se le estaba haciendo muy difícil lograr un avance. No podría obtener la información necesaria a menos que lograra encontrar un punto donde quebrarlo.
Después de varios minutos, la chica salió de la sala con la expresión seria que había mantenido desde que llegaron.
—¿Qué opinas? —le preguntó Marsel.
—Es un sujeto muy interesante… y muy astuto. ¿Hace cuánto que trabajas con él?
—Un mes… y no he logrado mucho.
—Tal vez hay algo que no has visto. —Le quitó el expediente a Marsel y empezó a leer—. ¿Has intentado abordarlo desde su narcisismo?
—Si fuera tan fácil no te hubiera traído. —Marsel le sonrió con pesar—. ¿Crees que puedas ayudarme?
—¿Como en los exámenes de la universidad?
—Aún te amo por eso…
El corazón de Kay dio un salto triple con un grado de dificultad de diez mil al escuchar aquello. Fingió que se concentraba en las hojas del expediente.
—Tendré que llevarme esto para estudiarlo un poco, ¿puedo?
—Claro, pero… —Marsel le tocó el brazo, haciendo que Kay la mirara—. En serio quiero concretar un pago por tus servicios.
—No es necesario…
—Sí lo es. Esto es trabajo…
—Me parece que este caso es un asunto personal para ti, ¿verdad?
Marsel abrió mucho los ojos. —¿Cómo sabes eso?
—Por tu lenguaje corporal… ¿Entonces?
Marsel sonrió con melancolía.
—Conocía a una de sus víctimas…
—No hay nada más que decir. Te ayudaré.
—¿Me dirás tu cuota?
Kary pensó un momento.
—Una cena, ese es mi costo.
—¿Una cena? Kay hablo en serio.
—Yo también.
Marsel negó con la cabeza.
—Déjame pagarte por esto. Si no pones un precio lo haré yo.
Kayri se acercó a Marsel, quedando muy cerca de ella. Respiró hondo antes de decir:
—Solo hay una cosa que deseo de ti.
Kayri nunca pensó estar así con Marsel. Durante sus años en la universidad la chica se había negado una y otra vez a hacer eso, por lo que cuando se lo propuso esa tarde jamás creyó que Marsel accedería.
En realidad lo había pensado como una broma, pero Marsel había aceptado casi de inmediato, haciendo que Kayri se diera cuenta de lo importante que era para su amiga contar con su ayuda en ese caso.
Por un momento tuvo el impulso de decirle que no era necesario que lo hicieran, pero luego pensó que no podía desaprovechar esa oportunidad.
—Esto… nunca estuvo en mis planes —susurró Marsel mirándola a los ojos y abrazándola por el cuello—. Creí que me cobrarías tus servicios de otra manera.
—Sabes que siempre quise que hiciéramos esto… Solo debes cerrar los ojos. Será rápido, no sentirás nada. —Kayri sujetó más fuerte a su amiga, que no pudo evitar soltar un gemido.
—De acuerdo… despacio ¿sí?
—Tranquila, solo déjame asegurar bien esto… —Se acomodó muy bien el arnés y abrazó de nuevo a Marsel—. Contaré hasta tres, ¿de acuerdo? Uno… dos…
Kayri empujó a Marsel para caer en picada hacia el vacío. Sintió a su amiga abrazarla con todas sus fuerzas y escuchó su grito mientras ella reía por las cosquillas en su estómago.
Siempre le había encantado saltar del bungee y aunque años atrás le había rogado a Marsel que saltara con ella, la chica nunca había querido. Sin embargo, ahí estaban rebotando en el aire, con las tripas en la garganta.
—¡Eso fue horrible! —dijo su amiga cuando los tipos del bungee las auxiliaron para soltarles las correas.
—¡¿Horrible?! ¡Es lo más emocionante de la vida!
—¡Estás loca!
Marsel empezó a dar grandes zancadas para salir del parque extremo.
—Vamos, no fue para tanto… ¿Marsel? —Su amiga la miró de reojo y le sonrió.
—No me obligues a hacerlo de nuevo, ¿vale? Sentí que se me salía todo por la boca.
—Eso pasa la primera vez pero luego solo queda la diversión. La próxima…
—¡Ay, no!
Kay soltó una carcajada al ver la cara de terror de Marsel.
—Tranquila, la próxima saltaré sola, tú puedes esperarme abajo en el área de niños llorones.
Marsel le sacó la lengua y luego se colgó de su brazo para salir de ahí juntas.
—Nunca entendí tu afición por las emociones fuertes.
—Me gusta la adrenalina.
—¿A tu última novia también le gustaba todo esto?
—Ahm… —Kay titubeó un momento. No estaba acostumbrada a que Marsel le hiciera esas preguntas—. Sí, le gustaba mucho todo esto.
—¿Y porqué no funcionaron las cosas?
—Esa es una excelente pregunta… —Habían llegado a la camioneta de Marsel—. Creo que lo nuestro nunca fue demasiado serio en realidad.
Cuando subieron al vehículo, Marsel la observó en silencio un momento.
—¿Nunca has sentido una conexión especial con alguna chica?
Su estómago hizo lo mismo que en el bungee cuando su mirada se cruzó con la de Marsel. Sí, había sentido esa conexión muchos años atrás con ella, aunque en realidad solo se tratara de un sentimiento unilateral.
—No —mintió—. Nunca he sentido algo extraordinario por nadie. ¿Y tú?
Marsel titubeó unos segundos, con una expresión nerviosa.
—Ahmm… creo que… en realidad… —Un teléfono empezó a sonar, haciendo que la chica buscara en su bolso—. Perdón, debo responder… Hola… —dijo Marsel pegando el celular a su oreja—. No, no te preocupes, iba a llamarte… Sí, estoy libre el viernes… —Kay miró de reojo a su amiga, que estaba muy roja—. Me encantaría pero… —La chica la observó dos segundos y luego giró levemente el cuerpo hacia el otro lado, como si quisiera privacidad. Kay se sintió repentinamente incómoda, como una intrusa escuchando algo que no debía—. ¿Puedo devolverte la llamada más tarde? —Y colgó—. Lo siento… era del trabajo.
Kay levantó una ceja.
—Eso no sonó a trabajo…
—Sí, sí, lo fue… solo es… este chico…
—No es necesario que me cuentes —dijo Kay mirando por la ventana.
—¿Por qué no? Eres mi amiga.
«Amiga». Kay sintió un odio repentino por esa palabra en la boca de Marsel. Fue como una cachetada, un recordatorio del lugar que tenía en la vida de aquella mujer. Luego pensó que no tenía ninguna razón real para sentirse así. Siempre habían sido amigas y seguramente lo serían por mucho tiempo más.
—Entonces cuéntame…
—Pues… Augusto es un compañero de la oficina y… hemos salido un par de veces.
—Bien.
—¿Solo eso dirás?
—¿Qué debo decir? —soltó con más desdén del que debía—. O sea… ¿tú quieres salir con él? —preguntó suavizando el tono de su voz.
Marsel sonrió mientras encendía la camioneta.
—Creo que en realidad no sé lo que quiero.
Kayri se había mantenido encerrada esos dos días teniendo reuniones por zoom, dando los últimos retoques a los temas de su diplomado y leyendo el expediente que su amiga le había entregado. En el fondo estaba totalmente agradecida por tener tanto trabajo, así podía dejar de pensar en tonterías, como por ejemplo, la cita que Marsel tenía en ese instante.
Había algo oscuro y doloroso creciendo en su pecho por la llamada que Marsel había atendido en el auto. Cuando estuvieron juntas en la universidad, Kayri siempre respetó el noviazgo que su amiga tenía en ese momento, aunque moría de ganas por ser ella su pareja, nunca intervino en esa relación ni se aprovechó de la confianza que Marsel había puesto en ella.
Incluso prefirió actuar con prudencia cuando supo que Samuel, el novio de Marsel en ese entonces, le había sido infiel a la chica. No le echó más leña al fuego, sino que se limitó a decir lo que sabía y respetó la petición de Marsel de mantenerse alejada mientras ella solucionaba eso.
Tumbada sobre la cama, recordó la última salida juntas. Habían decidido ir al cine y luego habían caminado muchísimo para encontrar un puesto de hot dogs abierto a esa hora. Ahí a medianoche, sentadas en el parque central, habían hablado de mil cosas mientras cenaban. Y como a Marsel aún le faltaba cursar un año, las amigas habían acordado que Kayri iría de visita con frecuencia. De verdad tenía la intención de hacerlo… pero aquella noche se enteró que Marsel había decidido perdonar a su novio y regresar con él. Había sentido una puñalada en el corazón cuando, al terminar la velada, Marsel le había pedido que la llevara al departamento de su novio, pues pasaría ahí la noche.
Pocos días después de eso, sin pensarlo demasiado, había aceptado una beca para una maestría en Argentina, quedando aquella noche de cine como la última ocasión que estuvieron juntas.
Al marcharse se había sumergido en su carrera, ignorando cada día más a Marsel y sus intentos por mantener abierta la comunicación. Al regresar al país tres años después, su pretexto había sido el trabajo, logrando así que Marsel quedara en el olvido.
Se estiró sobre la cama y se mantuvo contemplando el techo pensando qué tan cierto era eso. Porque en cuanto llegó a Ciudad Montejo lo primero que hizo fue llamarle a Marsel, fue correr a ella de nuevo. ¿De verdad había superado aquel amor? ¿O eso oscuro y doloroso que sentía por imaginar a Marsel con otra persona era el indicador de algo más?
En esos diez años había tenido varias relaciones, aunque era cierto que no eran tan importantes para ella. Nunca había pensado en establecerse en ninguna ciudad con ninguna de sus ex, mientras que en ese momento no podía pensar en otro lugar tan perfecto para vivir como ese sitio. ¿Era por el lugar o por Marsel?Regresó su atención a los documentos entre sus manos, queriendo apartar de nuevo cualquier pensamiento que no fuera trabajo. El plan era estar en Ciudad Montejo solo cuatro meses, los mismo que duraban las asesorías al gobierno y el diplomado que daría a las fuerzas de seguridad. Su agenda estaba llena por los siguientes dos años. Solicitada en varios países e instituciones, tenía todo el mundo para elegir un nuevo destino… y sin embargo…
Dio un salto cuando los golpes en la puerta sonaron. Según su reloj eran las nueve de la noche. Se acomodó la ropa y fue hacia la entrada, solo para quedar sorprendida al descubrir a la persona ahí.
—¿Q-qué haces aquí?
—¿Así recibes a tus visitas?
—Perdón… —dijo con una sonrisa—. Es que… creí que estabas en una cita.
Marsel arrugó el gesto y entró a la habitación.
—La cancelé. No tenía nada de ganas de salir.
—Pero estás aquí…
—Sí, es que… —Marsel apretó los labios.
—¿Qué sucede?
—Vine a… ahm… Necesito que hablemos.
—¿Sobre qué?
La chica tenía las mejillas rojas.
—Amor…
Kary parpadeó varias veces sin tener idea de qué decir. Marsel estaba ahí… ¿para hablar de amor?
—¿Qué quiere decir eso? —preguntó al fin.
—No, así no… ¿Tienes alcohol aquí? —Marsel fue hacia el frigobar y empezó a revisarlo.
—¿En serio necesitas alcohol para poder hablar? —La chica no respondió—. ¿Marsel?
—Hoy tengo ganas de un trago contigo.
—¿Pasa algo? —Caminó detrás de su amiga, que salió al balcón y le entregó una cerveza.
—Solo estoy algo harta.
—¿De qué?
—De las citas.
—¿Cuántas citas has tenido este año?
Marsel dio un sorbo a su bebida y pensó un momento.
—Como tres.
—¿Y por eso estás harta? ¿Tres miserables citas en ocho meses?
—¡Oye! —Marsel la miró feo—. En mi defensa debo decir que odio las citas. Son tan… horribles. Siempre es lo mismo, «¿Dónde naciste?», «¿A qué te dedicas?», «¿Cuáles son tus pasatiempos?» ¡Las personas quieren saberlo todo de ti!
—Me parece que esa es la definición de «cita».. Se trata de conocer a la otra persona…
—¡Pero es tan aburrido!
—Tal vez deberías llevarlos a saltar al bungee…
—Pues hasta eso es más original que una cena con preguntas predecibles.
—La próxima vez, antes de la cita, puedes enviarle un mail con las preguntas más frecuentes y sus respuestas…
—Ja-ja… ¿Cómo son tus citas?
—Bueno… —Kay intentó recordar su historial amoroso—. En realidad bastante aburridas también… Ya sabes, charla, besos y sexo.
—¡Pffff! —Marsel la miró con curiosidad—. ¿Has tenido mucho sexo?
—Ahm… Solo estaba bromeando —dijo ella desviando la mirada.
—¡Oh, vamos! ¡Cuéntame! ¿En la universidad saliste con muchas? No recuerdo verte con alguien.
—No, no salí…
—¿Por qué?
«Porque estaba enamorada de ti», pensó Kay. Se mordió la lengua y trató de poner una expresión neutra, aunque era consciente del ardor en su cara.
—Bueno… Confieso que en el primer año salí un par de veces con una chica de administración pero no funcionó. No había química.
Marsel esbozó una sonrisa y miró hacia la ciudad mientras daba otro sorbo.
—La química es importante… yo… creo que no… La verdad no he sentido eso desde… —Marsel se quedó callada un momento y la observó de reojo.
—¿Samuel? Creí que lo suyo duraría para siempre.
Su amiga soltó una carcajada.
—Lo nuestro estaba destinado a morir desde que me puso el cuerno en la universidad…
—¿Y por qué lo perdonaste?
—Por estúpida. No me había dado cuenta… —Las mejillas de Marsel se enrojecieron—. Creí que eso era amor y… yo… Es que… Estaba confundida…
—¿Confundida? ¿Por qué? —Giró el cuerpo para poner toda su atención en su amiga, que estaba más roja que antes.
—Ahm… Pues… Había… alguien más…
—¿Qué?
—Me gustaba alguien más…
La sorpresa la dejó sin palabras. ¿Marsel estuvo interesada en alguien más en la universidad? ¡¿En quién?!
—Pero… Te morías por Samuel… ¿Alguien más? ¿Le pusiste el cuerno a tu novio?
La chica soltó otra carcajada y bebió más de su cerveza.
—No… Me gustaba alguien de la carrera y cuando Samuel me fue infiel… sentí alivio pues yo me veía como una traidora ante él. Pensé que me lo merecía por sentir cosas por otra persona…
—¿Y por eso lo perdonaste? ¿Por culpa?
—Él dijo que yo solo lo ignoraba y por eso buscó a la otra chica…
—¡Qué tontería!
—¡Sé que es una excusa barata! Pero tenía veinte años y creí que las cosas eran así. Me sentí mal porque sabía que eso era cierto: había descuidado nuestra relación por estar embelesada por alguien más.
—¿Y quien era? ¿Lo conozco?
Marsel negó con la cabeza.
—Ya no importa. Fue hace mucho tiempo…
—¿Pero lo conozco? ¡No me digas que es ese chico de rizos que nunca se bañaba!
—¡Ay no, claro que no!
—¿Entonces?
—Ya te dije que no importa.
—Si no importa deberías decirme.
—Fue hace años Kay, déjalo así. Prefiero no decirlo.
—¿Por qué no?
—Porque… —Marsel le sonrió—. No podrás creerlo.
—¡¿Era el profe de física?! ¡El pelón ese que te reprobó! Siempre creí que lo mirabas raro…—¡¿De donde sacas eso?! ¡Yo nunca lo vi raro! ¡Y jamás me hubiera gustado!
—Pues me rindo…
—Haces bien. Nunca adivinarás…
Marsel sonrió de una manera tan hermosa y brillante que Kay sintió que envidiaba profundamente al tipo que había robado la atención de la chica en la universidad. ¿Quién sería? ¿Por qué nunca se dio cuenta de eso? ¿Por qué Marsel nunca se lo contó?
Quería preguntarle mil cosas a esa mujer pero se mantuvo en silencio parada junto a ella, las dos mirando las luces de la ciudad a sus pies.
Cuando sus alumnos terminaron de salir del salón, Kay empezó a guardar sus cosas en su mochila. Había terminado la primera semana de diplomado, donde atendía a cuatro grupos numerosos enviados por el gobierno para recibir esa formación.
Estaba terriblemente cansada pero no podía evitar sonreír. Marsel la esperaba en un restaurante para comer juntas después de varios días de no verse. Se aseguró de no olvidar nada y corrió a la salida, donde chocó con un hombre.
—Perdón… —dijo antes de reconocer al tipo—. ¡Pérez! —Se lanzó a abrazar a su amigo.
—Hola, pervertida.
—¿Qué haces aquí?
—Vine a la ciudad a traer a un detenido y me enteré que toda la secretaría de seguridad estaba tomando un diplomado con la famosísima Kay Dahuss… ¿Por qué no me dijiste que estabas en el país? Creí que seguías fuera.
—Iba a decirte lo juro, solo que he estado muy ocupada. Supe que estabas trabajando cerca, pensé en llamarte para vernos un fin de semana.
—Pues si la montaña no va a uno… ¿Vamos por un café?
—¿Ahora?
—No, el año que viene…
—Es que… ahora tengo un pendiente.
—Tu clase ya acabó —dijo su amigo señalando el salón vacío.
—No es algo de trabajo… es… tengo que ver a alguien…
—¿Una mujer? ¿Tienes una cita? —Pérez le sonrió con burla.
—No es una cita, solo es una amiga que… de hecho… bueno, es… ahm…
—¿La conozco?
Kay asintió. Sus mejillas le ardían.
—Es Marsel.
Pérez abrió mucho los ojos y soltó una carcajada.
—¡Ándale! ¡¿Marsel?!
—¿La recuerdas? —En cuanto esa pregunta salió de su boca se sintió estúpida. Era obvio que Pérez la recordaría, ya que a él también le gustaba la chica en la universidad. Sin embargo, ambos siguieron siendo amigos, pues aunque los dos se sentían atraídos por Marsel, ella tenía novio y eso bastó para que esa atracción siempre fuera algo platónico para los dos.
—¿Está aquí?
—Sí, trabaja en la fiscalía… Quedamos para comer…
—Que bien… Voy contigo…
—¡Claro que no!
—¿Por qué no?
—Porque siempre decías tonterías frente a ella.
—¡Mentira!
—Siempre querías presumir tu cerebrote y te la pasabas hablando de cosas sin sentido. Ella seguro te odia todavía por eso.
—Que me lo diga ella. —Pérez se acomodó la ropa—. ¿Me veo bien?
—No irás…
—¿Por qué te molesta tanto? Acaso… ¿tienen algo?
Kay negó con la cabeza.
—Solo somos amigas.
—¿Segura?
—Sabes que sí. Ella nunca… No le dije nada.
—Por tonta. Si yo hubiera tenido la oportunidad de pasar tanto tiempo con ella como tú, le hubiera saltado encima en la primera.
—Y dices que la pervertida soy yo.
Esquivó a su amigo, que la siguió.
—¿Tienes un auto? —Kay no respondió—. Oye no te enojes.
—Solo promete no decir cosas que no debes.
—¿Cómo que te morías por ella?
—Exacto…
Pensó en llamarle a Marsel para decirle que llevaría compañía pero fue emboscada por una secretaria de la universidad que le estaba prestando sus instalaciones para que le firmara unos documentos, cosa que hizo que se retrasara bastante.
Así que prefirió darse prisa. Rebasaba autos a toda velocidad y aceleraba para ganarle a las luces del semáforo. Cuando llegó al restaurante eran casi treinta minutos después de la hora acordada.
Marsel levantó la vista cuando escuchó sus pasos y le dirigió una sonrisa radiante, que fue desapareciendo cuando se percató de quien venía con ella. Kay le dirigió una mueca de disculpa antes de abrazarla.
—Perdón, no pude quitármelo de encima…
—¡Marsel! —Pérez le dio un caderazo a Kay para que se hiciera a un lado—. Cuánto tiempo ha pasado y tú sigues muy guapa. —El hombre besó la mejilla de Marsel.
—Y tú te ves… —La chica lo miró de arriba abajo y Kay aguantó la risa al ver el apuro de su amiga. Pérez ya no tenía el cuerpo atlético de la universidad. Era un hombre con bigote chistoso y la barriga le estiraba los botones del uniforme que traía—. Saludable…
—Sí, sí, me va bien. No tanto como a Kay, pero bien. —Los tres se sentaron. quedando Kay enmedio, y Pérez y Marsel frente a frente.
—¿Estás tomando el diplomado con ella?
—No, qué va. A los de la gendarmería nunca nos toman en cuenta para las cosas buenas. ¿Y tú?
—La fiscalía no fue invitada tampoco. Solo los de la Secretaría fueron los afortunados —dijo su amiga sonriéndole.—. Por eso le pedí a Kay clases privadas.
—Ella con gusto te da todo lo privado a ti…
Kay pateó a Pérez debajo de la mesa.
—¿Qué pedimos para comer? —dijo ella abriendo uno de los menús de la mesa, ignorando la mirada que Marsel le dirigió.
Quería arrancarle los pelos del bigote a Pérez, pero aquello había sido su culpa, ella lo llevó a esa comida. Después de que el mesero anotara su orden, su amigo volvió a hablar:
—Estaba viendo un programa el otro día sobre los illuminati y los grupos que gobiernan el mundo en las sombras. No manchen, esa gente millonaria debería morirse. ¿Recuerdas Kay, cuando queríamos secuestrar hijos de políticos y madrearlos?
—Nunca quise hacer nada de eso, tú te la pasabas diciendo tonterías en el salón.
—Era una buena idea, ¿verdad? —Pérez miró a Marsel, que parecía bastante contrariada.
—Debo ir al baño… Kay, ¿tú quieres ir?
—Claro, claro. —Se levantó—. Ahora venimos… —le dijo a su amigo para seguir a Marsel hasta los sanitarios.
—¿Por qué trajiste a ese idiota? —dijo su amiga con una expresión de desesperación.
—Por… creo que porque también soy idota. Perdón, sé que debí alertarte. Fue mi mejor amigo en la universidad y me dio gusto verlo hoy, pero… no esperaba que quisiera venir…
—Está bien —dijo Marsel levantando la mano para detener su monólogo—. Lo toleraré solo porque es tu amigo. ¡Pero en cuanto empiece a hablar sobre Pericles y Aristóteles me largo!
Kay soltó una carcajada.
—¿Aún recuerdas eso?
—Era de lo único que hablaba, Kay.
—Claro que no, solo lo hacía cuando estabas tú, creo que quería impresionarte para ser tu amigo.
—Era aterrador…
—Sí, también se lo dije pero nunca me hizo caso.
Marsel la miró en silencio un momento y sonrió.
—Me alegra verte. Han sido días largos en la oficina. ¿Qué tal tus clases?
—Increíbles. En serio creo que deberías venir.
—Es lo que más quisiera pero no puedo ausentarme tanto tiempo del trabajo, estamos a tope. Pero… bueno, de verdad me encantaría eso de las clases privadas.
—¿Esta comida cuenta como clase?
—Si no hubieras traído a tu querido amigo, sí. Ahora solo es… una comida. Así que tendrás que reponerla.
—Cuando quieras.
—Kay…
Su corazón latió fuerte cuando Marsel dio un paso hacia ella. Vio a la chica dudar un momento.
—¿Qué pasa?
Marsel se rascó la frente y parecía buscar las palabras adecuadas. La chica abrió la boca para decir algo, pero…
—¡Oigan, ustedes! —La voz de Pérez les llegó al otro lado de la puerta—. ¡Ya llegó la comida!
En serio quería arrancarle el bigote.
Marsel negó con la cabeza y sonrió con resignación al pasar a su lado. Regresaron a la mesa donde su amigo daba grandes sorbos a su cerveza. Vio cómo le hacía una señal al mesero para que le llevara otra.
—Entonces, Marsel… ¿Te casaste? —preguntó Pérez.
—Eh… no. ¿Y tú?
—Sí, pero estoy en trámites de divorcio.
—¿En serio? —quiso saber ella, que no tenía idea de eso—. ¿Qué pasó?
—No aguantamos la distancia. El amor no soporta tanto tiempo lejos.
Kay sintió una punzada en su estómago y le lanzó una mirada fugaz a Marsel, que tenía la vista fija en Pérez, como si sus palabras la hicieran pensar en algo más.
—Lo lamento —le dijo Kay a su amigo—. Estás bien ¿no? ¿Necesitas algo?
—Preséntame a alguien —pidió el hombre, bebiendo varios tragos de la cerveza que el mesero le entregó—. Tú siempre tuviste muchas amigas guapas, aunque nunca lo aprovechaste. ¿Recuerdas eso, Marsel? Kay siempre estuvo rodeada de bellezas. Y admito que esa fue mi primera razón para ser tu amigo, ya después me caíste bien.
—Qué afortunada soy —dijo ella con ironía.
—Pero nunca quisiste ayudarme con ninguna de ellas…
—Porque te gustaban todas, eras como una abeja de flor en flor. Mis amigas corrían peligro contigo.
—Y tú desaprovechando tu posición estratégica con todas ellas. Aunque claro, estabas tan enamorada que no podías fijarte en ninguna ¿no?
A Kay se le fue el alma a los pies y miró asustada a su amigo.
—¿Qué? —le preguntó Marsel a Pérez que acabó con su cerveza y pidió otra.
—Sí, esta tonta… —Pérez la señaló y luego giró el rostro para hablarle a ella—. Wey, tenías a Cindy, a la chaparrita aquella, a la Natalia, puras viejas bonitas y tú babeando por alguien que nunca te hizo caso.
—Yo no babeaba por nadie —se defendió Kay.
—¡Ay, por favor Kay! ¡Estabas totalmente enamorada de ella!
El torbellino en su mente se desató cuando miró los ojos de Marsel después de lo que había dicho Pérez.
—Creo que bebiste demasiado, amigo —dijo Kayri regresando la atención al hombre.
—No, no… Estoy bien. —Pérez se bebió el contenido de su cerveza de un solo movimiento—. Dejaste ir a muchas, Kay, aún no entiendo cómo lo soportaste.
Hizo un gesto para que su amigo se callara, desesperada por evitar que dijera algo aún más comprometedor.
—¿Estabas… interesada en alguien? —le preguntó Marsel, haciendo que Kay sintiera su cara muy caliente.
—No en realidad —dijo con un hilo de voz.
—¡¿No?! —Pérez soltó una carcajada—. ¡Si te morías por…! —Entonces el hombre se tapó la boca y observó a Marsel con terror—. Creo que estoy mareado, no sé lo que digo, ¿quiénes son ustedes?
—Eres un idiota —le dijo Kay al hombre, que sacó su teléfono del bolsillo.
—Ah miren, me llaman. Seguro algo horrible pasó y me necesitan. —Pérez se levantó rápidamente y le hizo señales al mesero—. Me llevaré mi comida… ¿Tú pagas, verdad? —preguntó mirando a Kayri—. Creo que atenderé la llamada afuera mientras este joven empaca mi comida y me la lleva al estacionamiento.
Kay no pudo decir nada más, pues Pérez se alejó muy rápido. El mesero recogió su plato y se lo llevó a la cocina para ponerlo en un recipiente desechable.
—Perdona todo esto… —dijo sin atreverse a mirar a Marsel—. Nunca volveré a invitarlo.
—Te lo haría jurar pero sé que es tu amigo. Oye… —La chica habló con una voz tan suave que Kay sintió miedo de voltear hacia ella. Pero lo hizo. Una sonrisa tímida apareció en el rostro de Marsel—. ¿Si o no?
—¿Sí o no, qué?
—¿Estabas enamorada de alguien?
—Ahm… —Kay fingió estar eligiendo un pedazo de lechuga de su plato—. Creo… Es… No era para tanto en realidad, solo… me gustaba alguien… Nada importante…
Pero los ojos de Marsel sobre ella la hicieron sentirse descubierta. Aguantó la respiración por varios segundos esperando una reacción.
—Me hubiera encantado que me lo dijeras…
Todo a su alrededor había desaparecido. Ella no era nada, solo un ente incapaz de pensar cuando esa mujer la miraba así. Pudo notar cómo Marsel se acercó más a ella, haciendo que sus piernas temblaran.
—¿Q-qué?
—¿Quién era? ¿La conozco?
Entonces algo hizo click en su cerebro, recordando lo que había ocurrido en su habitación del hotel días atrás.
—No. No era de la escuela —soltó con toda la seguridad que podía—. Además… tú no quisiste decirme quien te gustaba, ¿recuerdas?
—¿Y por eso no me dirás? ¿Por venganza?
—Exacto.
—Entiendo… pero… supongamos que te digo mi secreto. ¿Me dirías el tuyo?
Pánico. Kay intentó hablar pero su garganta estaba cerrada. Carraspeó para romper el nudo y poder decir:
—Eso depende de tu secreto. ¿Y si es solo un secreto pequeño y sin importancia?
—¡¿Sin importancia?! —Marsel le dio un golpe juguetón en el brazo—. ¡Te morirías si lo supieras! —La chica pareció arrepentirse al instante en que dijo eso—. Es lo que me imagino… O sea para mí es muy importante, tal vez para ti no, pero en todo caso… Tal vez… ¿quieres postre?
Kay recibió todas las alertas que el lenguaje corporal de Marsel le envió. La chica estaba incómoda, como nunca antes la había visto. Por un segundo quiso seguir con eso, llevarlo hasta el final. Pero se contuvo. No había razón para presionar así a su amiga y tampoco quería tener que confesarle que la chica a la que amó con locura era ella.
—Claro, se me antoja algo dulce. Solo déjame terminar mi comida primero.
Cuando terminó de ducharse revisó su laptop para contestar varios correos que tenía pendientes. Sabía que los siguientes días serían maratónicos, por eso quería organizar muy bien su trabajo.
El único correo que no respondió fue el de una propuesta de trabajo en un país al otro lado del mundo, donde le ofrecían una fortuna si aceptaba formar parte del gabinete de seguridad del presidente. Decidió tomar esa decisión en otro momento, ya que no se sentía con ánimo.
A su mente volvió todo lo que había pasado esa tarde, cuando el estúpdio de Pérez había estado a punto de hacer que Marsel la odiara. Porque Kayri estaba segura de que si su amiga se enteraba de los sentimientos que había tenido por ella años atrás, se enojaría.
Habían compartido muchas cosas, muchos momentos a solas y Kay no quería que Marsel pensara que se había aprovechado de alguna forma de su amistad.
Aquellos años como estudiantes, todas esas salidas y charlas nocturnas estaban más presentes que nunca. Cuando decidió cortar comunicación con su amiga, creyó que bastaría para bajarla del pedestal en que la tenía. Pero diez años después se daba cuenta que Marsel seguía teniendo mucha importancia en su vida. Y esos días compartiendo cosas con ella hacían que viejas chispas saltaran.
Pero no podía ser amor. Eso había acabado. Ella tenía una vida que la esperaba, nuevos viajes y proyectos, nada debía cambiar. No quería atascarse de nuevo en un amor imposible.
Miró el expediente con el caso que Marsel le había entregado. Abrió las páginas y empezó a leer pues de repente había tenido una corazonada. Consultó unos datos y la emoción creció en ella. Lo había encontrado. Por fin tenía la clave para lograr la confesión de aquel sujeto. Quiso llamar a Marsel para decirle, pero entonces recordó lo que había dicho su amiga: aquel era un caso personal, tenía emociones involucradas. Así que lo mejor era hablar de eso cara a cara.
Intentó dormir para levantarse muy temprano al día siguiente y darle su teoría a su amiga. Le costó un poco más de lo habitual pero logró conciliar el sueño. Despertó apenas los rayos del sol empezaron a salir. Con prisa, se alistó y salió a la calle para alcanzar a la chica en su departamento.
Revisó la ubicación que Marsel le había enviado días antes cuando quedaron en cenar en casa pero luego el trabajo se los había impedido. Giró el volante y avanzó despacio observando los tres edificios adelante para identificar cuál sería el de su amiga.
Bajó rápido y cruzó la calle, totalmente feliz de ver la camioneta de Marsel afuera. La había alcanzado antes de salir para el trabajo. Subió las escaleras hasta la puerta de Marsel, pero justo cuando iba a tocar el timbre, la puerta se abrió.
Quedó frente a frente con la escena. Un hombre besaba la mejilla de Marsel.
—Nos vemos luego… —escuchó decir al sujeto.
Marsel giró hacia ella y abrió mucho los ojos al verla ahí. Kayri tuvo ganas de que la tragara la tierra… el infierno.
Ir temprano a la casa de Marsel había sido una pésima idea. Eso era lo único que podía pensar Kay mientras en su cabeza se repetía el beso que ese sujeto le había dado a la mejilla de su amiga.
Estúpida, todo seguiría perfecto si se hubiera quedado en su cama, en su hotel, lejos de ese lugar. A salvo.
—Kay, ¿qué haces aquí? —Marsel dio un par de pasos hacia ella, pero Kay solo podía sentir la rabia en su garganta y el zumbido en sus oídos.
—Yo… vine por… aquel… caso… Puedo volver luego —dijo girando sobre sus talones.
—¡Espera! —Marsel la sujetó del brazo, haciendo que la mirara—. ¿Estás bien?
—Oye tengo que correr al aeropuerto —dijo el hombre pasando a su lado—. Hola. —La saludó a ella.
—Te presento a Augusto, trabajamos juntos. Ella es Kayri Dahuss…
—¡¿Kayri Dahuss?! —El tipo le estrechó la mano. Kay quiso romper cada hueso pero se aguantó—. Que gusto conocerte por fin. Marsel habla mucho de ti. Le gusta presumir que es tu amiga.
—Eso no es verdad. Me gusta presumir lo lista que eres… —aclaró la chica pero Kay solo torció el gesto.
—Ojalá pueda verte a mi regreso —le dijo Augusto—. Hay… bueno, estaría bien hablar de criminología, ¿no? —La sonrisa del hombre hizo que Kay lo detestara más.
—Claro, estaría bien —dijo sin ánimo.
Augusto parecía más feliz que nunca. Le dijo adiós con la mano y se marchó. Kay lo siguió con la mirada hasta que bajó las escaleras.
—Oye… —Marsel la llamó—. ¿Quieres pasar?
—No —dijo sin poder evitar sonar enojada.
—¿Qué sucede?
Negó con la cabeza.
—Solo estoy cansada. Nos vemos luego, ¿sí?
—¿A eso viniste? ¿A decirme que estás cansada? Kay, son las seis de la mañana… ¿qué pasa?
—Es que… —se rascó la cabeza intentando conectar sus neuronas—. Creo que ya sé como lograr la confesión…
—¡¿En serio?! —Marsel la jaló al interior del departamento—. ¡¿Por qué no lo dijiste antes?!
—Es que te vi con tu novio y…
—¿Novio? —Marsel esbozó una sonrisa—. No es mi novio.
—¿Entonces solo lo invitaste a pasar la noche contigo?
—¡¿De qué hablas?! Augusto no durmió aquí. Vino a dejarme unos expedientes que tendré que revisar porque se irá tres semanas a un curso. Antes de ir al aeropuerto me dejó todo eso. —Marsel señaló la mesa de la sala donde había varias carpetas.
—Ah, creí que… Es que… dijiste que habían salido antes…
—Y solo eso. Nunca ha pasado nada. Ni quiero que pase. —Marsel apretó los labios un momento, mirándola con timidez—. ¿Te enojaste por eso?
—No me enojé —dijo sintiéndose muy estúpida.
Marsel sonrió.
—¿Segura?
—No tengo porqué enojarme… Eso sería raro, ¿no crees?
Pero su amiga no respondió. La miró varios segundos antes de atreverse a hablar de nuevo.
—Kay, quiero decirte algo pero… —La mujer se detuvo, moviendo la boca sin que saliera ningún sonido.
—Te escucho.
—Es que… he estado pensando que… Esto fue hace mucho pero… no sé porqué… me parece que debo… —El pecho de Marsel subía y bajaba con rapidez, haciendo notar su agitación.
—Solo dilo. —Sonrió para darle ánimo a la chica.
—¿Recuerdas cuando Samuel me engañó? ¿Recuerdas que tú me lo contaste y te pedí espacio?
—Sí, dijiste que querías resolver las cosas a tu manera.
—En realidad lo que…
El teléfono que tenía Kay en su bolsillo empezó a sonar. Vio el número en la pantalla y se sorprendió de que llamara a esa hora.
—Perdón, es que…
—Claro, no hay problema.
Marsel dio unos pasos atrás para darle privacidad.
—Hola —dijo al contestar.
—¡Kay! Que bueno que te encuentro despierta. Me han enviado una propuesta increíble para ti, es para ser la jefa del gabinete de…
—Ah, sí. También me enviaron la propuesta al correo.
—¡¿Y no me lo dijiste?!
—La vi anoche.
—¿Y? ¿Ya respondiste? ¿Cuándo nos vamos?
—¿Te puedo llamar luego? Estoy en algo importante… —Y cortó la comunicación—. Perdón, era Jocelyn, mi asistente.
—¿Asistente? No sabías que tenías una.
—Es que tuvo una situación familiar y ha estado ausente un mes.
—¿Y es normal que tu asistente te llame tan temprano?
—No, solo está emocionada por una propuesta de trabajo que me enviaron.
—Ah… —Marsel la miró con seriedad—. ¿Y la aceptarás?
—Es posible. Tengo que organizar todas las otras cosas pero si lo logro, creo que sí. Sería el broche de oro para mi carrera.
—Eso es… fantástico, Kay —dijo Marsel abrazándose a sí misma.
—¿Te parece? —Observó bien a su amiga, que con su cuerpo transmitía otra cosa—. ¿Regresamos a lo que me decías?
—Bah, no es nada. Podemos hablar luego. De hecho, ya debería estar alistándome para la oficina…
—Claro —dijo ella mirando su reloj—. También tengo que estar en mi primera clase del diplomado en una hora… pero… tu caso… tengo la respuesta…
—¿Me la dices luego?
A Kay le sorprendió escuchar aquello. Creyó que Marsel correría a la penitenciaría a sacar la confesión de aquel sujeto en cuanto escuchara lo que descubrió.
—Hoy tengo reunión con el secretario de seguridad después de las clases…
—Podría pasar a tu hotel más tarde… —propuso Marsel.
—Eso estaría bien, aunque… ¿por qué estás tan triste?
—¿Triste?
—Sí, de repente pareces muy triste.
La mujer esbozó una sonrisa melancólica.
—¿Tú cómo estarías si…?
—¿Si, qué?
—Nada. Nos vemos después ¿va?
—Marsel… —Kay se acercó a la mujer, que negó rápido con la cabeza.
—Será lo mismo que antes ¿no? Te irás y pasarán diez años antes de volver a verte. —Notó los ojos húmedos de su amiga.
—No, no será así… Vendré a visitarte.
—Lo mismo dijiste hace años y jamás volviste…
Kay sonrió con vergüenza.
—Ya te pedí perdón por eso. Es… una gran oportunidad la que me ofrecen y… —Se imaginó aceptando ese trabajo, viviendo al otro lado del planeta. Meses atrás hubiera gritado de emoción por esa oferta, pero en esos momentos, de repente, solo podía pensar que no era para tanto—. ¿Quieres que la rechace?
—¿Qué? —Marsel parecía muy sorprendida por su pregunta.
—Si aún no me has perdonado por no llamarte durante todo este tiempo, entonces te doy el poder de decidir mi futuro.
—No bromees… —dijo su amiga caminando hasta su habitación. Kay la siguió sin pensarlo.
—No es ninguna broma, Marsel. Si quieres me quedo aquí.
Su amiga la miró con picardía y sonrió.
—Eres una tonta.
Entonces Kay se dio cuenta de algo: estaba hablando en serio. Observó a su alrededor, siendo consciente del lugar en el que estaba. Había entrado al cuarto de Marsel. Era muy bonito, con una pared llena de libros y fotografías, una cama que se veía muy cómoda, un par de burós y una puerta que seguro iba al baño. Parpadeó varias veces mientras su mirada vagaba por el lugar, hasta que se encontró con los ojos de Marsel.
—¿Quieres que me quede?
—¿A vivir aquí en Ciudad Montejo? ¿Tú? ¿La que viaja por todo el mundo?
—Puedo seguir dando mis asesorías y tener una casa aquí. Regresar después de cada trabajo.
Marsel se mordió el labio inferior y la miró con tanto brillo en sus ojos que Kay se estremeció.
—¿Y eso lo decido yo?
—Sí…
—¿Por qué me darías ese poder?
—Ya te lo dije, quiero que me perdones de verdad.
Marsel asintió y amplió su sonrisa.
—¿De quién estuviste enamorada hace años?
—¿Qué? ¿Seguirás con eso?
—Es que… necesito saber su nombre.
—Se llamaba Fernanda.
—Esa es una vil mentira.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque estoy viendo tu sonrisa maquiavélica, Kay. ¿Me dirás la verdad?
Soltó una carcajada y movió la cabeza, captando algo con el rabillo del ojo. Una fotografía que no había visto, en un marco que estaba junto a la cabecera de la cama.
—¿Y… esa foto?
Marsel giró el cuerpo hacia donde ella señaló. Sus mejillas se pusieron muy rojas. Kay fue hacia la fotografía y la levantó, acercándola más a su rostro. Recordó el momento justo en que fue tomada. Ese semestre Marsel cursaba fotografía forense y por eso andaba con una cámara por todos lados. Ese día, su amiga le había pedido tomarse una foto juntas. Kay se había parado en un escalón y Marsel en el siguiente, quedando más alta. Cuando el obturador iba a disparar, Marsel la había abrazado por atrás y le había dado un beso en la mejilla.
Y justo así salían en la imagen entre sus manos, ella con cara de sorpresa y Marsel dándole un beso.
—Es que… es una de mis fotos favoritas… —susurró la chica a su lado.
Kay sintió un enorme remordimiento por lo que había hecho. Con esa foto se daba cuenta lo importante que su amistad había sido para Marsel y ella la había abandonado sin darle ninguna explicación.
Con su corazón latiendo muy rápido, miró los hermosos ojos de Marsel y dijo:
—Hablo en serio. Si me lo pides, te juro que me quedaré.
Kayri esperó a que Marsel reaccionara. Primero vio asombro en el rostro de su amiga, luego enfado.
—No, Kay. No me des esa responsabilidad. —Marsel empezó a sacar ropa de su closet—. Luego podrías odiarme.
—¿Por qué te odiaría?
—Porque si te pido que te quedes, luego me echarás en cara que arruiné tu carrera o algo así. No señorita, no estoy dispuesta a eso.
—Pero… —Quiso seguir a Marsel al baño, pero se detuvo a tiempo. La chica cerró la puerta, haciendo que Kay sintiera un escalofrío al pensar en Marsel quitándose la ropa tan cerca de ella—. Yo nunca te reclamaría por eso… ¿Marsel?
Silencio.
Se quedó de pie un momento, pensando si se había pasado de la raya. Sin saber qué hacer, se sentó en la orilla de la cama y trató de no tocar nada más. Aquel lugar era casi sagrado para ella, la habitación de la mujer que la enloquecía…
Abrió mucho los ojos cuando ese pensamiento le llegó. Marsel la enloquecía, después de tantos años, de tanta distancia y de tanto silencio. Diez años las separaban y sin embargo, esos días juntas eran como los de antes.
Se frotó la cara sintiendo mucha angustia. No podía enloquecer de nuevo por Marsel, eso era imposible, era caer a un laberinto sin salida otra vez. Miró hacia el baño, con el temor de que un día su amiga descubriera su secreto.
Tal vez lo mejor era enfocarse de nuevo en el trabajo y marcharse de ahí. Pero… no podía hacerle eso otra vez, no podía largarse así nada más. La foto de ellas juntas la observaba desde la cabecera de la cama. Esa era la prueba de lo que una vez tuvieron, de esa conexión que Kay siempre sintió.
Estaba muy confundida, agobiada. Necesitaba estar a solas para tranquilizar su mente y su corazón. Se puso de pie para salir de ahí pero en ese instante la puerta del baño se abrió con brusquedad.
—¿Es en serio? —preguntó Marsel, tomando a Kayri por sorpresa—. ¿Me dejarás decidir por ti?
—Sí —dijo sin titubear.
Marsel miró al suelo y mordió de nuevo su labio inferior. La chica permaneció así por un momento.
—Bien… —Se acercó a ella, haciendo que Kay temblara un poco—. Quiero que… hagas… lo que tu corazón te diga.
—¿Lo que mi corazón… me diga? Eso suena muy cursi.
—Lo sé… pero… —Marsel sonrió de manera traviesa. Kay se concentró en seguir mirando sus ojos, pues lo que más quería era verle los labios—. Si haces eso… estarás haciendo lo que yo quiero.
—¿Quieres que escuche a mi corazón?
—Sí. De esa manera no podrás reclamarme nada, ni yo a ti. Además… no podría pedirte algo que te hiciera daño… —terminó Marsel en un susurro—. Solo… solo promete una cosa.
—Lo que quieras.
—Sea lo que sea, pase lo que pase, estaremos en contacto siempre.
—Siempre —dijo ella sonriendo.
—Toda la vida, Kay.
—Sí, ya entendí. Toda la vida, Marsel.
Estaba a punto de dar por terminada la clase con el tercer grupo del diplomado cuando notó que alguien entró al salón y se sentó en la parte de atrás. Negó con la cabeza mientras daba las últimas indicaciones al grupo de peritos de la secretaría de seguridad.
Cuando todos se marcharon del salón, Kay se quedó ordenando sus cosas para meterlas en su mochila, dando tiempo para que Pérez se acercara.
—Excelente tema… móvil criminal… —El hombre leyó una de las hojas que Kay tenía en el escritorio—. ¿Y qué tal la comida con Marsel?
—Eres muy sutil con tus preguntas…
—No quise meter la pata.
Kay no dijo nada enseguida, solo se echó la mochila al hombro y caminó hacia la salida. Su amigo la siguió.
—Todo está bien con Marsel.
—¿Le dijiste que andabas loca por ella en la escuela?
—Claro que no.
—Creí que le dirías…
—¿Para qué?
—Para… tú sabes… —dijo Pérez con una sonrisa insinuante.
—Eres un puerco.
El hombre soltó una carcajada.
—¡Cómo si tú no te la imaginaras así!
—Claro que no… —Sintió sus mejillas ardiendo, así que miró hacia otro lado—. ¿A qué viniste?
—A ver si te puedo ayudar con ella.
Eso la hizo reír.
—No es necesario pero gracias.
—Anda, tú y yo sabemos que eres muy mala con las mujeres. Tal vez si hablo con ella podría…
—Marsel es heterosexual y solo me ve como una amiga. Además no quiero ni pensar en lo que podrías decirle.
—Entonces… si no quieres decirle nada… ¿te enojarías si la invito a salir?
Kay soltó otra carcajada.
—No tengo porque enojarme. Y creo que será muy divertida la respuesta de Marsel. ¿Podría estar ahí cuando la invites?
Pérez arrugó el ceño.
—¿Qué significa eso?
—¿Tú que crees, tonto?
—Pues te cerraré la boca… Es más, justo ahora tengo que ir a la fiscalía, podría aprovechar para pasar a visitar a Marsel.
El estómago de Kay recibió un golpe.
—¿Por qué te gusta mortificarme?
—¡No lo hago por eso! ¡Sabes que ella siempre me ha gustado! Y seamos sinceros, si a ella le gustan los hombres, bueno, yo soy uno. Solo por eso ya tengo ventaja sobre ti.
—idiota.
—¿Me acompañas?
—¿Hablas en serio?
—Sí, Y no puedes decir que te jugué chueco. Pude ir directo a verla, pero preferí venir a decirte las cosas de frente. Y como ya dijiste que no te molesta… puedes ser la madrina de nuestra boda.
Pérez dio media vuelta y caminó hacia el estacionamiento, haciendo que Kay tuviera ganas de arrojarle algo a la cabezota.
—¡Espera! —Corrió detrás de él—. No puedes hacer eso. Marsel…
—Marsel es libre y yo también… Más o menos. Así que cuidaré bien de ella, no te preocupes.
—Pero…
—Tú puedes encontrar a cualquier otra chica por ahí y enamorarla. Claro que tiene que ser lesbiana o te pasará lo mismo que con mi futura chica.
Kay quería matarlo y en ese punto no sabía por qué carajo había sido amiga de ese tipo en la universidad. No podía dejarlo ir a ver a Marsel solo, aunque según su reloj no tenía mucho tiempo libre pues tenía una reunión a la que asistir. Pero cuando levantó la vista y vio a Pérez subiendo a una camioneta, supo que no había nada más importante que ir con Marsel en ese instante.
Salió disparada en su auto mientras llamaba a la chica, que no respondió, así que le envió un mensaje. No veía la camioneta de Pérez, lo que significaba que su amigo iba muy adelante de ella.
Apenas llegó al edificio, subió corriendo los escalones hasta la recepción. Se acercó para registrarse y pedir hablar con Marsel. Vio a Pérez subiendo por el ascensor, diciéndole adiós con la mano. Cuando por fin la dejaron subir, sabía que seguramente su amigo ya estaría haciendo una escena. Pero estaba equivocada. Pérez estaba sentado en una pequeña sala de espera.
—Pareces enojada —le dijo el hombre cuando la vio.
—¿Tú crees? Deberías irte.
—No seas envidiosa, no es mi culpa que no tengas pene.
—¿Señorita Dahuss? —Alguien la llamó. Era una joven con jeans y gafas cuadradas que parecía muy apenada cuando Kay la miró.
—Sí, soy yo.
—¿Me acompaña por favor? La están esperando.
—¡Oye, yo llegué primero! —se quejó Pérez.
—Lo siento, órdenes de arriba —dijo la chica con timidez.
—No te atrevas a hablarle mal de mi, Kay —exigió su amigo.
—No es necesario, ella te conoce —respondió dejando a Pérez donde estaba.
La guiaron por un pasillo con varias puertas hasta una del final, donde encontró a Marsel. Era un lugar amplio, con varios escritorios y en una esquina una pequeña oficina con paredes de cristal.
—Chicos, les presento a Kayri Dahuss —dijo Marsel con una sonrisa.
Enseguida notó la emoción de los cinco compañeros de Marsel, que se miraron entre sí y luego a ella para estrechar su mano. Incluso la chica de gafas cuadradas le pidió que le firmara uno de sus libros, después de que Marsel la animó a hablar.
—¿Y… a qué debo el honor? —le preguntó su amiga cuando los otros se distrajeron admirando el libro recién firmado.
—Ah… Este… Solo…
—Ven.
Marsel la jaló de la mano hasta la oficina de cristal, donde cerró la puerta y deslizó las cortinas para mayor privacidad. La chica se apoyó contra el escritorio y la observó con curiosidad.
—Es que… —Kay se rascó la cabeza, balanceándose sobre sus pies—. Pérez está afuera y… te avisé por mensaje que veníamos…
—Gracias a eso estaba al pendiente de tu llegada… ¿Qué quiere Pérez?
—Pues… —Kay sonrió nerviosa—. Dijo cosas raras… Ya sabes como es de impertinente.
—Pero qué quiere…
Suspiró.
—invitarte a salir.
—¡Pffffff! ¡No bromees! ¡¿Ese sujeto?! ¡Ni en mil millones de años!
La reacción de Marsel la hizo sentirse maravillosamente bien.
—Eso le dije pero se puso demasiado odioso.
—¿Y viniste a impedir que hablara conmigo? —Marsel le sonrió de esa forma en que solo ella podía hacerlo.
—No, o sea, sí… Es que… no quería que te hiciera pasar un mal rato. Yo… —Se colocó junto a Marsel, apoyándose también en el escritorio—. Estaba algo preocupada.
—¿Por qué? ¿Creías que le diría que sí a su invitación?
—¡Claro que no! Solo… ahm… creo que exageré un poco.
—Eso es bueno. Al menos viniste a verme —dijo Marsel, encantada.
—Perdón si interrumpo tu trabajo.
—Puedes interrumpir cuando quieras. Al menos mis compañeros están felices. Eres una leyenda… Y por fin creerán que te conozco. —Marsel se acercó más a ella, haciendo que sus hombros chocaran.
—¿No te creían? —Se burlaban bastante de mí por eso.
—Diles que fuiste mi mejor amiga.
—¿Fui? —Marsel levantó una ceja—. Soy tu mejor amiga.
Kay quiso protestar por la palabra “amiga” pero luego decidió que aquello también era lindo. Permaneció en silencio un momento, dándose cuenta de lo cerca que estaba Marsel de ella. Un escalofrío corrió por toda su piel. Trató de hacer que sus neuronas volvieran a funcionar, pero estaba hipnotizada mirando esos ojos casi dorados.
—Creo que… —Logró mirar hacia otro sitio, a su reloj—. En teoría tengo quince minutos para llegar a una reunión. —Pero cuando levantó la vista de nuevo, se dio cuenta que no quería moverse de ahí, deseaba quedarse con esa chica, ya sea hablando o en silencio, pero quedarse.
—¿Qué sucede? —susurró Marsel.
—Nada… —Tragó en seco intentando reunir fuerzas para marcharse.
—Kay… —La mujer le tomó una mano—. Dime…
—No quiero ir a la reunión…
—Entonces no vayas. —Marsel sonrió de manera triunfal.
—Pero debería ir.
—Sí… —Marsel se alejó del escritorio y se paró frente a ella—. También debiste usar protección en aquella clase de incendios y explosivos, ¿recuerdas? Y no usaste nada… —Su amiga la miró feo.
—¿Y sigues enojada por eso?
—Siempre estaré enojada por eso. Pudiste morir…
—No exageres.
—Siempre hiciste cosas arriesgadas y parecías muy cómoda. Sin embargo…
—¿Sin embargo, qué?
—Pierdes la cabeza porque tu amigo quiere invitarme a salir…
—Es que es un imbécil.
—¿Segura que solo es por eso? ¿O tuviste miedo de que me dijera tu secreto?
Kay sonrió y se rindió ante la chica.
—Eso también… Pero en mi defensa debo decir que mi principal preocupación era su estúpida idea de invitarte a salir. Es tan irritante con sus comentarios.
—Me imagino… Nunca entendí porqué siempre estabas con él.
—La juventud y sus estupideces ¿no? —dijo ella encogiendo sus hombros.
—Kay, si tanto te preocupa que sepa tu secreto… entonces dejaré de preguntar.
Parpadeó varias veces tratando de descifrar la expresión de Marsel.
—¿Y eso porqué?
—Te estoy diciendo que te dejaré en paz con eso. Deberías estar feliz.
—Solo quiero saber por qué. Eres una persona demasiado insistente ¿y de repente lo dejarás?
Su amiga esbozó una sonrisa pícara, haciendo que Kay se sintiera nerviosa.
—Bueno… no eres la única criminóloga brillante, ¿sabes?
—Sí, sé que eres muy inteligente…
—Lista y endiabladamente observadora. —Se apresuró a agregar Marsel.
—¿Endiabladamente? —Kay sonrió—. ¿En serio?
—Sí, mis habilidades han crecido estos años… —Marsel se acercó tanto, que Kay se levantó de golpe de donde estaba apoyada. Parada muy cerca de aquella mujer, Kay no lo pudo evitar… Sus ojos bajaron lentamente por el rostro de Marsel… hasta sus labios.
No debía mirar esos labios. Eran peligrosos. Esa mujer frente a ella era lo que más deseaba en la vida y debía apartarse, por el bien de las dos.
—Ya es tarde… debo irme… —dijo Kay parpadeando mucho para salir del trance en el que había caído.
—Claro, te veo más tarde. ¿Estarás en tu hotel, verdad?
—¿Qué?
Marsel sonrió antes de decir:
—¿Recuerdas que quedamos en que iría a verte en la noche? Para hablar del caso…
—¡Ah, sí! Claro… Entonces… —De repente se sintió muy torpe. No sabía si debía despedirse con un beso, un abrazo o con un movimiento de mano. Aún estaba pensando qué hacer cuando Marsel depositó un beso en su mejilla.
—Hasta la noche, Kay.
Cuando salió de la oficina vio que Pérez aún seguía esperando sentado en el sofá.
—¿Qué pasó? ¿Ya me recibirá? —preguntó el hombre.
—Supongo que sí.
Se metió al elevador para salir de ahí y llegó veinte minutos tarde a su reunión, aunque afortunadamente el secretario estaba ocupado y la junta se retrasaría.
Mientras esperaba que todo comenzara, su asistente le había llamado para informarle que en un par de días se reincorporaría al trabajo, después de haber estado ausente para resolver un problema familiar. Con ella, Kay sentía que la calma podía regresar a su vida. Podía enfocarse en su trabajo y en decidir qué hacer con su futuro. La propuesta de trabajo seguía esperando una respuesta de su parte pero aún se sentía incapaz de tomar esa decisión. Miró su agenda con diversos proyectos repartidos por los siguientes dos años. Si aceptaba ese empleo, debía reprogramar todo para poder cumplir con esos compromisos. Y lo más importante: debía marcharse de Cd. Montejo en cuanto su diplomado acabara, sin saber cuándo podría volver.
La punzada en su corazón fue alarmante. Y en su mente solo pudo ver el rostro de Marsel. Con ese ánimo estaba cuando la reunión empezó, haciendo que le fuera difícil concentrarse en lo que el secretario decía. Actuó de la forma más profesional que pudo y luego se retiró con la promesa de que al terminar con las asesorías y el diplomado, se vería un gran cambio en todas las fuerzas de seguridad, no solo las de esa ciudad, sino que también en todo Castilnovo.
Cuando llegó a su hotel únicamente tuvo tiempo para bañarse y ponerse a terminar con la primera asesoría que debía implementar para cubrir algunas fallas en el código de procedimientos periciales.
Le encantaba esa parte de su trabajo, y aunque respeta profundamente a los compañeros criminólogos que estaban en la primera línea de trío, ella siempre se sintió mejor diseñando estrategias y mejorando las instituciones de seguridad. Le encantaba dar conferencias, diplomados y asesorías. Le encantaba la libertad de viajar por el mundo con sus ponencias y libros.
La idea de permanecer en un solo sitio nunca le había atraído… hasta ese momento. Justo cuando Marsel volvió a aparecer en su mente, la puerta sonó. Alguien había llegado. No le sorprendió para nada encontrarse con la mujer de sus pensamientos cara a cara.
Marsel levantó una bolsa y dijo:
—Traje la cena.
—Eres un ángel, te lo juro. —Se hizo a un lado para dejar que su amiga entrara a la habitación y en ese instante se dio cuenta de lo hambrienta que estaba.
—Perdón por llegar tan tarde, es que el trabajo me atrasó bastante hoy.
—No te preocupes, yo también estaba trabajando… —dijo mirando el desorden que tenía en su cuarto—. Perdón, voy a limpiar.
—Tranquila, es como en la universidad. Tenías un desastre ordenado.
Mientras Marsel miraba lo que hacía, Kay cerró su laptop y recogió los documentos que tenía sobre la cama. Al ver el colchón, se sintió repentinamente incómoda, así que prefirió centrar su atención en dejar todo listo para que cenaran y trabajaran.
—Podemos estar en el balcón —dijo señalando la pequeña mesa y las dos sillas.
Marsel caminó hacia ahí sin decir nada, solo tomó asiento y sacó lo que había llevado. Kay sirvió las bebidas del frigobar.
—Entonces… La tienes ¿no? La respuesta a mi problema…
—Sí, mira… —Fue rápido por el expediente que Marsel le había dejado—. Dices que este tipo elegía a sus víctimas por el parecido con su madre, a la que odiaba por los maltratos que recibió de niño… pero ¿y esta ropa?
—¿La ropa?
—Aquí al fondo del armario. —Le entregó una de las fotografías de la escena donde se podían ver algunos vestidos colgados en ganchos y con una bolsa protectora encima.
—Nadie de mi equipo los tomó en cuenta. Nos parecieron irrelevantes ya que no había indicios en ellos…
—Pero los habría. Las ropas que tenían las dos víctimas que encontraron no eran las que usaban al desaparecer… Y creo que por eso no has logrado su confesión… El móvil está mal. Su criminogénesis no es solo el odio… sino el amor. Él amaba a su madre, una mujer a la que siempre quiso complacer y para la que nunca fue suficiente como hijo…
Marsel abriendo mucho los ojos.
—¡Carajo, ¿cómo no lo vi?! ¡Claro! Su predisponente fue la locura de su madre…
—Pudo heredar algún gen familiar, correcto…
—Su preparante fue el maltrato y el desencadenante… —Marsel revolvió los papeles—. Fue… la muerte de su mamá. Fue cuando empezó a matar.
—Exacto. Ahí supo que jamás podría complacer a su madre porque el tiempo se le había acabado… y perdió el control de la realidad. Por lo que leí en el expediente… creo que intentó que esas mujeres fueran su madre, que lo amaran. Les puso su ropa, las llevó a su casa… pero no consiguió amor, solo rechazo… Luego buscaba a otra, una nueva oportunidad de amor maternal.
Marsel observó el expediente con fascinación por varios segundos.
—Eres brillante.
—No, no… lo único que hice fue mirar desde otra perspectiva.
—Pero esto es… Si logro que me diga donde dejó a las otras chicas, podré cerrar el ciclo de muchas familias y de… —La voz de Marsel se ahogó.
—¿Tu amiga? —La chica asintió pero parecía incapaz de hablar. Kay le tomó la mano—. Oye, tranquila. Esto acabará pronto —susurró acercándose a Marsel.
—Fue mi culpa —soltó Marsel de golpe—. Esa noche terminé definitivamente con Samuel, estaba mal y la llamé… Ella salió de casa para ir a verme y… nunca llegó. Murió por mi culpa… —Marsel rompió en llanto.
—No, no es así —dijo Kay con firmeza—. Fue culpa de él. Él decidió lastimarla, no tú. Oye… —Levantó a Marsel de su silla y la abrazó—. No estás sola en esto. —Sintió a Marsel haciendo más fuerte el abrazo, como si buscara aliviar por fin su dolor al estar así con ella. Kay dejó que su amiga llorara en su hombro, acariciando su espalda para consolarla.
—Fallé, Kay… Si hubiera visto esto antes, tal vez…
—No podías… —Se separó un poco de Marsel para mirarle la cara—. La culpa es un sentimiento aplastante y muy dañino para la objetividad. Odias demasiado a ese sujeto, por eso no podías verlo como alguien roto y que solo buscaba amor.
—Fui una tonta, debí delegar este caso, pero me aferré. Quería ser yo quien le sacara la confesión, quien lo quebrara… y por eso tardé demasiado.
—Eres humana. Todos cometemos errores.
Marsel se limpió las lágrimas y sonrió con melancolía.
—Siento que te debo la vida…
—No es nada.
—Pero, Kay…
—Por favor, Marsel. Sabes que jamás podría cobrarte algo a ti. —Esquivó a su amiga y abrió su bebida.
—¿Por qué?
—¿Qué?
—¿Por qué no podrías cobrarme…?
—Porque somos amigas.
—Ah… —Marsel se sentó frente a ella y abrió un recipiente con comida—. ¿Y acostumbras ser así con todos tus amigos?
—Pues claro —dijo ella intentando no mirarle los ojos.
—No te imagino haciendo esto mismo por Pérez…
—¿Y qué pasó con él hoy?
—Lo hice esperar un rato más y luego le permití pasar.
—¿Y? ¿Te invitó a salir?
—Por supuesto que no. Solo tartamudeó por cinco minutos, dijo algo sobre Arquímedes y se fue. Es un diota.
—Tal vez solo… le resulta aterrador invitarte a salir.
—¿Aterrador? —Marsel clavó sus ojos en los suyos, haciendo que Kay se estremeciera.
—Sí, o sea… Eres una mujer guapísima, lista, divertida y… —Cuando su cara empezó a arder supo que era su señal de retirada—. Eso, ya sabes.
Marsel asintió despacio y dejó su comida sobre la mesa, para regresar su atención a ella.
—¿A ti… te daría… terror… invitarme a salir?
—¿Salir? —Kay dio dos sorbos a su bebida, intentando controlar sus nervios—. Hipotéticamente hablando… Es… No, creo que no.
—¿Segura? —Marsel le sonrió y Kay se sintió atrapada por esa hermosa chica.
—Sí, o sea… En caso de que… pensara algo así… En teoría, claro… No creo que sea difícil invitarte, solo es una pregunta, ¿no?
—A veces hacer una pregunta puede llevar años… —susurró Marsel, desviando la mirada hacia su comida—. Hay cosas que resultan muy complicadas.—¿Y cuándo… irás por la confesión? —preguntó para desviar la conversación hacia algo más seguro.
—Mañana a primera hora.
—De acuerdo. Entonces tengo que retrasar un poco mis clases… —dijo ella sacando el celular de inmediato.
—¿Qué?
—Para ir contigo… —aclaró rápidamente—. ¿En serio crees que te dejaría ir sola a ver a ese sujeto?
Regresó la vista al celular y empezó a teclear un mensaje a sus alumnos de la primera clase. Pero fue interrumpida cuando alguien la abrazó.
—En serio, Kay… —dijo Marsel cerca de su oreja—. En serio te amo.
Presenciar entrevistas siempre le había fascinado y era muy común que incluyera ese tipo de prácticas en sus diplomados de criminología clínica, donde ponía a sus alumnos a realizar entrevistas a distintos tipos de internos.
Sin embargo, su nivel de fascinación en ese momento estaba al tope, admirando cómo aquella mujer al otro lado del cristal daba una cátedra de lo que debía hacerse. Esa era la Marsel que recordaba de la universidad, la que se plantaba frente a quien fuera con total seguridad y usaba sus palabras para quebrarlo, arrebatándole una confesión.
Se puso alerta cuando vio el estallido del hombre, que intentó defenderse del ataque de Marsel. Pero le fue imposible, ahí estaba aquel homicida revelando la ubicación de las demás chicas. Su amiga lo había logrado, ya podía cerrar el ciclo de dolor de las familias que habían perdido a sus hijas.
Kay se paró frente a la puerta que conectaba con la pequeña sala de entrevistas en cuanto vio que Marsel caminaba hacia la salida. La vio exhalar un suspiro.
—Eso fue fabuloso —le dijo a la mujer, que parpadeó varias veces aunque Kay pudo notar una lágrima.
—Gracias, no lo hubiera logrado sin ti… Y también gracias por estar aquí hoy.
Ella asintió.
—Si no fuera un caso abierto te hubiera pedido permiso para mostrar esta diligencia en mi diplomado… Lo hiciste perfectamente.
—¿Tal y como enseñaba la maestra Lulú?
—Mucho mejor que lo que enseñaba Lulú…
—Entonces… —Marsel miró a los dos investigadores que estaban con ellas en la habitación.
—Iremos a la ubicación que ese tipo acaba de mencionar. Te avisaremos de cualquier novedad —comentó uno de los hombres antes de salir de ahí a toda prisa.
—Creo que estoy a tiempo para llegar a mi primera clase… —dijo ella mirando su reloj—. ¿Estás bien?
—Mejor que nunca. Y aún quiero pagarte por tu ayuda…
—Ya lo hiciste, ¿recuerdas? Saltaste del bungee conmigo…
—Siento que eso no fue suficiente ¡pero no significa que lo haré otra vez!! —Se apresuró a aclarar Marsel al ver su sonrisa maquiavélica—. Así que se me ocurre… una cena especial.
—¿Cena especial? —Sintió un revoloteo en las tripas—. ¿A dónde quieres ir?
—A mi departamento —dijo Marsel sonriendo—. Te prepararé la cena.
—¿Sabes cocinar?
—Por supuesto que no. Por eso será algo especial, me esforzaré más que nunca en la vida para demostrarte todo lo que tu ayuda significa para mí.
Kay intentó no emocionarse demasiado ni sonreír tanto. Solo apretó los labios y dijo:
—Perfecto. ¿Cuándo?
—Pues tengo muchísimo que hacer en la oficina esta semana, así que… ¿el sábado?
—El sábado.
—Sin falta, Kay. Y más te vale que no tengas reuniones con nadie ese día.
—¿Y si alguien del gobierno solicita una reunión conmigo?
—No me interesa si te llama la mismísima Cristina San Román, tenemos una cita impostergable.
Sus mejillas ardieron cuando escuchó eso, pero su amistad dependía de que Marsel nunca se enterara de sus sentimientos. Así que fingió que lo que diría a continuación no significaba absolutamente nada para ella.
—Es una cita, Marsel.
Esos días fueron tremendamente cansados para ella, pues además de atender a los tres grupos de su diplomado, asistía a la Secretaría de Seguridad cada tarde para las asesorías que estaba dando para mejorar el código de procedimientos periciales.
Era muy importante que Castilnovo aprobara las leyes necesarias para asegurar las buenas prácticas en las investigaciones periciales, tanto en Cd. Montejo como en las demás ciudades dentro de su territorio. Ella ponía especial atención en eso, ya que su reputación dependía precisamente de las recomendaciones que los gobiernos hacían sobre ella. Y siempre había procurado hacer todo de la manera más profesional y eficiente posible.
Y por estar tan ocupada y tan cansada es que se alegró muchísimo cuando su asistente se incorporó de nuevo al trabajo.
—Extrañaba esto —dijo la chica sacando una lata de refresco del frigobar—. Estar tanto tiempo en casa ya me estaba poniendo histérica.
—Tu madre te necesitaba… ¿cómo está?
—Bien. Parece que por fin entendió que lo mejor que pudo pasarle es que ese cabrón se fuera con su amante.
—Ese cabrón es tu padre…
—¿Y eso qué? No le quita lo cabrón y culero. ¿O te parece justo que dejara a la mujer que lo amó y le dio tres hijas, por una colegiala de 22 años que conoció en el gimnasio hace tres meses?
—¿Tres meses? Tu papá se mueve rápido.
—Es un idiota, no fue su primera infidelidad Mis hermanas se ocuparán de mi madre, así que… aquí me tienes. ¿Cómo va todo?
—Es un caos llevadero… Aunque necesito que me ayudes con mi ropa, no he tenido tiempo de llevarla a la lavandería.
—No te preocupes, tengo todo aquí —dijo la chica mostrando su celular—. En este lugar hay de todo…
Mientras su asistente revisaba el desastre que tenía en su habitación, ella regresó a lo suyo. Contratar a esa chica, tres años atrás, había sido la mejor decisión de su vida. Jocelyn se encargaba de resolverle todo en los lugares donde ella tenía que trabajar, haciendo que tuviera su enfoque en cumplir con lo que los gobiernos le solicitaban.
—No olvides enviarle un regalo a mi madre…
—¿Tampoco irás este año? Estamos a dos horas de su casa.
Kay se encogió de hombros.
—No congeniamos, lo sabes.
Su asistente negó con la cabeza.
—Una cosa es no congeniar y otra cosa es buscar excusas para nunca visitar a tu familia. Pero no te preocupes, tengo listo un lindo y costoso regalo de tu parte.
—Genial —dijo ella sin apartar los ojos de su laptop.
—¿Y cuando quieres que realice los trámites para tu nueva visa de trabajo? ¿Ya te mandaron los requisitos?
—Ah… no.
—¿No? —Jocelyn frunció el ceño—. Me contactaré con ellos de inmediato, ¿están locos o qué? Esas cosas tardan meses en aprobarse, si no la solicitamos ahora seguro se retrasará todo.
—No, no, Joz… Es que… en realidad aún no he aceptado el trabajo.
—¿Qué? —La cara que puso su asistente era como si de pronto no entendiera español.
—Eso… —No quería mirar a la chica, así que fingió estar leyendo un papel junto a ella—. Tengo que pensarlo…
—¿Pensarlo? ¿Qué tienes que pensar? ¡Europa, Kay! ¡Un puesto en un gabinete! ¡Europa!
—Solo… es un paso importante y…
—¡Kay! ¡Europa! ¡Gabinete de seguridad!
—Sí, sí, ya sé que es algo que siempre he querido, pero… —Se detuvo y observó a su asistente. No estaba segura de cómo explicar aquello—. Es que… No estoy segura… de… querer irme de aquí…
La chica se acercó a ella y le tocó la frente.
—¿Estás enferma? ¿Eres un clon?
—No jodas —dijo ella alejando la mano de Jocelyn.
—Es que no puedo creer lo que estás diciendo. O sea, Castilnovo es impresionante pero no es Europa, Kay.
—Necesito tiempo para pensarlo.
—¿Tiempo? Tienes que dar una respuesta antes de que acabe la semana, ¿lo recuerdas? Eso decía el correo. Ellos tienen que hacer el anuncio sobre ese puesto, no te esperarán toda la vida. Si no aceptas llamarán a alguien más.
—Lo sé.
—Ya, en serio, ¿qué te pasa?
Kay miró sus manos, el suelo, el techo, la ventana y luego a su asistente.
—Ahm… Hay… una mujer…
—¿Una mujer? ¿Y eso qué?
—Es una mujer importante para mí…
Jocelyn abrió mucho los ojos.
—A ver si entiendo… Estás dudando en aceptar el trabajo de tus sueños… ¿por una mujer? ¡¿Estás loca?! ¡¿Desde cuándo te importa tanto alguien?!
Kay sintió mucha vergüenza. En todo ese tiempo siempre le había dicho a Jocelyn que lo más importante era su carrera y en cada ocasión le había restado importancia a las mujeres de su vida.
—Con ella es diferente… —dijo poniéndose de pie pues de repente se sintió muy nerviosa—. Le debo… La dejé una vez y…
—¿La dejaste? ¿Fue tu novia?
—No, sólo fuimos amigas. Pero desaparecí de su vida y ahora… Ella… No sé si podría alejarme de nuevo. Sé que al quedarme nada cambiará con ella, que solo seremos amigas pero…
—¡Ay no! —Joceyn se tapó la boca con las manos un momento, totalmente sorprendida—. ¿Es Marsel?
—¿Cómo lo…?
—Soy tu asistente, ¿recuerdas? Tengo acceso a todos tus documentos y… Hace un tiempo vi una carpeta en tu drive…
—¡¿Viste esa carpeta?! —Su cara le ardía mucho.
—Tranquila, solo vi fotos tuyas con una misma chica… Supuse que ella era Marsel ya que la carpeta tenía ese nombre. Muy guapa, por cierto —terminó Jocelyn con una sonrisa.
—No soy ninguna pervertida, solo quise conservar esas fotos…
—Así que la famosa Marsel está aquí. Eso explica porque te ves tan neurótica y desconcentrada.
—¿Qué?
—Es la primera vez que parece que tu trabajo no te importa.
—Claro que me importa.
Jocelyn le lanzó su típica sonrisa irónica.
—Pues date prisa en decidir si te lanzarás sobre ella,
—Pfff, no podría lanzarme sobre ella, es hetero.
—Entonces te mataré si decides quedarte solo para ser amiga de una hetero.
—¿Y se supone que así me apoyas para tomar la mejor decisión?
—¿De verdad quieres un consejo para eso?
—No…
—Te lo daré… —Su asistente la sujetó de los hombros y la zarandeó—. Lánzate a su boca ya y termina con eso. Si te rechaza me llamas y yo me encargo de asegurar nuestra vida en Europa. Si te acepta… entonces correré a rentar un departamento para ti en este lugar. Pero carajo, Kay. Haz algo.
Nunca había estado tan nerviosa en su vida. Ni en los exámenes, reuniones con ministros, presidentes, ponencias ante miles de personas, nunca.
Pero mientras se acercaba a ese edificio, solo podía sentir que su cuerpo era gelatina. La voz de Jocelyn sonaba en su mente y una parte de ella quería hacerlo, le quería confesar la verdad a Marsel y esperar a que la chica la rechazara. Así tendría un excelente pretexto para largarse de ahí. todo sería sencillo con el corazón roto.
Lo que la detenía era que tampoco se imaginaba viviendo con el desprecio de Marsel, con su odio. Recordó esas charlas de medianoche, en la penumbra, con Marsel muy pegada a ella, con sus piernas sobre las de ella… Marsel podría pensar que usaba esas ocasiones para alimentar sus fantasías. Podía creer que sacó ventaja de su confianza.
Su corazón golpeaba cada vez más fuerte, estaba mareada, con la boca seca. Cerró los ojos con fuerza y golpeó la puerta con los nudillos. Los pasos se acercaron rápido y la puerta se abrió.
Marsel la recibió con una sonrisa y se recargó en el marco.
—Tuve una semana terrible… No sabes lo feliz que me hace verte —dijo la mujer haciendo una ademán para dejarla pasar—. Dame eso…
Kay dejó que su amiga le quitara la chamarra y la colgara en el perchero.
—Huele bien… —dijo notando el aroma.
—Espero que sepa bien o de lo contrario tendré que pedirte perdón por envenenarte.
—Tampoco aprendí a cocinar, así que no te preocupes. He sobrevivido a mis propios venenos.
—¿Quieres algo de tomar mientras esperamos a que se termine de hornear?
Kay dudó, ya que no estaba segura de que meter alcohol a su cuerpo fuera buena idea teniendo en cuenta su estado emocional.
—Eh… un trago nada más.
Marsel fue hacia la barra de la cocina, haciendo que Kay suspirara al ver su forma de moverse al caminar. Desvió la mirada, horrorizada por lo frágil que se estaba volviendo ante esa mujer, ante lo importante que Marsel era para ella.
Entonces lo supo, tuvo claro lo que debía hacer con la oferta de trabajo. Mientras Marsel preparaba su bebida, Kay tecleó rápido un mensaje para Jocelyn.
«¿Estás segura? Si hago esto no habrá vuelta atrás», leyó la inmediata respuesta de su asistente.«Sí, hazlo YA. Esto se acaba ahora», envió totalmente decidida.
Estaba hecho, había tomado la decisión que cambiaría su vida para siempre. No había vuelta atrás… No quería que la hubiera. Apretó los ojos un momento, tratando de espantar el mareo que aún sentía.
El sonido de la cristalería la hizo centrarse en lo que pasaba a su alrededor. Marsel estaba terminando de servir los tragos y fue en ese momento en que Kay advirtió el atuendo de la mujer: un vestido muy bonito que dejaba al descubierto sus hombros gracias a los delgados tirantes que tenía. No pudo evitar que su mirada recorriera la piel de su amiga, mientras los latidos de su corazón golpeaban su pecho.
Las palabras de su asistente le llegaron a la mente pero prefirió apartarlas. No se creía capaz de lanzarse a los labios de Marsel, ni siquiera era capaz de moverse.
—¿Todo bien? —le preguntó su amiga entregándole su trago.
—Sí. Es que también tuve una semana muy pesada…
—Nadie nos habló de esto en la universidad ¿no? Todo lo que dejas de lado por esta carrera.
—Creo que solo sucede con quienes nos apasionamos demasiado por esto.
Marsel la jaló hasta el sofá y se sentó a su lado, girando el cuerpo hacia ella.
—Tú siempre fuiste muy apasionada…
—Es que me encanta lo que hago.
—¿Nunca lo dejarías?
Se apresuró a tomar un sorbo de su vaso, pues sintió las mejillas rojas al recordar la tremenda decisión que había tomado apenas unos minutos atrás.
—Creo… que no. ¿Y tú?
—Tampoco. Aunque seguro puedo mejorar mis tiempos laborales, tener más espacios para mí y… lo que amo.
—¿Cómo qué? ¿Deportes extremos? —se burló Kay.
—Esos son para ti. Prefiero algo más tranquilo… Salir a la playa, por ejemplo. Leer frente al mar, sentir la brisa…
—Pues… podemos ir si quieres.
Marsel sonrió de manera pícara.
—¿En serio?
—Claro, solo dime cuando.
—¿Tendrás algún espacio disponible en tus compromisos?
—Estoy bastante segura de poder hacer un espacio —dijo riendo—. Podría ser todo un fin de semana…
—¡Genial! —Marsel se lanzó sobre el celular que había dejado en la mesita frente a ellas—. En dos semanas podría…
Kay imitó a la chica y sacó su celular para consultar su agenda. En realidad no le importaba mucho cancelar algún compromiso, pero sintió mucho alivio al ver que sí tenía libres esos días.
Los siguientes minutos se la pasaron buscando lugares en la playa, haciendo que Kay se sintiera nerviosa por tener a Marsel casi acomodada sobre su hombro, mirando la pantalla de su celular junto a ella.
Y una nueva certeza la golpeó… Todo tenía sentido… Contuvo el impulso de ponerse de pie de golpe, tratando de no alarmar a su amiga. Pero en ese momento Marsel giró el rostro hacia ella, quedando muy cerca.
Los ojos casi dorados al frente la atravesaron. Estaba segura de que Marsel lo sabía, que en ese instante estaba descubriendo su secreto. Sintió pánico por su cercanía y el peligro que eso implicaba.
—¿Aún… no está la comida? —dijo en un intento desesperado por distraer a Marsel, que solo sonrió.
—Esa es una excelente pregunta.
Mientras Marsel fue a la cocina, ella aprovechó para tomarse todo el contenido de su trago y caminar un poco por ahí. Sintió su celular vibrando en su bolsillo y le echó un vistazo: tenía un nuevo correo del gobierno que le había ofrecido el trabajo. Sabía exactamente lo que ese mensaje diría. Buscó en su mente algún tema de conversación que apartara de ella el pánico que aún sentía por los sentimientos que había descubierto apenas, aquello que por fin tenía un nombre y que permanecía como fuego quemando su pecho.
—¿Y cómo le va a tu amiga, aquella chica de cabello rojo? —lanzó para retomar el control de la situación.
—Karla… Pues mejor. Hace un año se divorció de Matías…
—¿Matías? —Kay frunció el ceño.
—El profe de química forense.
—¡¿Anduvo con el profe Matías?!
—Sí, desde la universidad empezaron a salir a escondidas… Nadie lo sabía hasta que dos años después se casaron y tuvieron a su hijo…
—Nunca me enteré de eso…
—Tú nunca te enterabas de nada… —murmuró Marsel aunque Kay lo escuchó a la perfección. Se acercó a su amiga que estaba sacando la comida del horno.
—¿A qué te refieres con eso?
Pero Marsel solo sonrió.
—Hay cosas que no puedo decirte.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué cosas?
La mujer negó con la cabeza.
—Mis labios están sellados.
—¿Entonces para qué me dices todo esto? ¿Para matarme de curiosidad?
—Bueno, en teoría eres experta en conducta, así que… tú dime… ¿por qué lo hago?
—Porque quieres volverme loca —dijo sin poder evitarlo.
Marsel soltó una carcajada.
—Eso… es verdad. Pero en mi defensa debo aclarar que ya tenías bastante locura desde que te conocí.
—¿Ah, sí? —Kay se acercó a su amiga y le revolvió el cabello.
—¡Oye! —Marsel se defendió salpicando agua a su cara—. Estás arruinado mi peinado.
—Como sea te ves hermosa. —En cuanto aquello salió de su boca, Kay sintió su cara arder. Sin embargo, mantuvo la mirada en los ojos de Marsel.
—Y tú eres bellísima… Creo que tus ex han sido muy tontas.
—¿Por?
Su amiga se mordió un momento su labio inferior antes de decir:
—Si ya te tenían, ¿cómo te dejaron ir?
Ella amplió su sonrisa.
—Tal vez nunca me tuvieron en realidad.
—Esa es una muy buena explicación…. Y también muy enigmática.
Marsel se apoyó contra la barra del fregadero y se cruzó de brazos.
—¿Enigmática?
—Sí… —Marsel le sonrió de nuevo—. Si tu corazón no estaba con ninguna de ellas… ¿con quién sí? ¿Tal vez… con… aquella chica misteriosa que amaste en la universidad?
Aunque los nervios aumentaron a un límite casi insoportable, a Kay le hizo mucha gracia la actitud de Marsel.
—¿No lo puedes evitar, verdad? Intentar descubrir el misterio…
—Perdón, sé que te dije que no preguntaría más pero… es… —Marsel negó con la cabeza y alcanzó los platos para servir la cena—. No logro entender cómo alguien tan maravillosa como tú… —Marsel se detuvo de golpe y Kay notó la repentina incomodidad de su amiga—. Solo creo que mereces estar con alguien que te ame con todo su corazón.
—Bueno… —Se paró junto a su amiga, que evitó su mirada—. ¿Y quien dijo que quiero a alguien que me ame con todo su corazón?
—Por favor, Kay. Todos queremos eso.
—¿Tú quieres eso?
Marsel giró hacia ella y Kay estuvo a punto de dar un paso atrás. La vulnerabilidad en la mirada de su amiga la dejó sin aire.
—Por supuesto que quiero… Cuando Samuel se fue… —Marsel parecía muy angustiada—. Me sentí… tan… aliviada…
—¿Aliviada? —Kay estaba muy confundida.
—No lo amaba, ya no. Fueron muchos años tratando de evitar que las cosas se rompieran, cuando ya estaban rotas desde el comienzo, desde que…
—¿Te engañó?
Marsel negó con la cabeza y tardó más de la cuenta en atreverse a hablar de nuevo pero cuando lo hizo, su voz estaba quebrada.
—Desde que me enamoré de alguien más…
Kay no quería escuchar aquello. Por mucho tiempo el blanco de su envidia y celos había sido Samuel, pero tener que escuchar que había otro, alguien más, la hacía sentirse peor de lo que ya se sentía siendo solo amiga de una mujer a la que deseaba tanto… a la que amaba tanto. Porque esa noche todo había quedado muy claro para ella: amaba a Marsel. La había amado desde que la había visto pasar por un pasillo en la universidad, desde que su mirada dorada se había cruzado con la de ella. Y diez años después aquello seguía ahí, haciendo retumbar su corazón, haciendo que se planteara su vida, su carrera y sus objetivos… y haciendo que tuviera ganas de salir huyendo.—No podemos controlar nuestros sentimientos, Marsel. No tuviste ninguna culpa en enamorarte de otro. Tal vez no fue la causa de tu distanciamiento con Samuel, sino un síntoma de algo que no querías en verdad. Tal vez nunca lo amaste como creías y cuando este otro chico llegó, te enamoraste…
—Es que… fue tan fácil caer a sus pies… —dijo la mujer con las mejillas rojas—. Y luego, me sentí aterrada, creí que mi deber era regresar con Samuel… por eso perdoné su infidelidad… y aparté de mí a quien de verdad amaba…
—¿Y ya no hay remedio para eso? Porque si aún hay oportunidad, deberías buscar a ese chico.
Marsel negó con la cabeza.
—No puedo. Creo que… no está disponible. Además, no estoy segura de que también me amara.
—Pffff, por favor, Marsel ¿quién no te amaría?
—¿Tú me amarías? —Aquella pregunta tan directa de Marsel hizo que Kay casi perdiera el equilibrio. Sus piernas temblaron y se quedó con la boca abierta mirando a su amiga, que solo soltó una carcajada—. Si hipotéticamente te gustaran las mujeres… ¿te fijarías en mí?
Movió enérgicamente la cabeza y prefirió enfocarse en la broma de su amiga.
—¿Si hipotéticamente me gustaran las mujeres? Por Dios Marsel, incluso si fuera heterosexual me fijaría en ti. Te llevaría a cenar todas las noches y te regalaría flores cada día. Serías mi gusto culposo.
—Eres una tonta. Toma tu comida. —Marsel le entregó su plato y la guió hasta la pequeña mesa, donde colocó dos copas y las llenó de vino tinto.
—Esta es una cena muy especial, definitivamente…
—Y eso que no saqué las velas. El humo me hace toser.
—Esta vez te lo perdono. Entonces… pastel de papa rellena… ¿ya la probaste? —Kay examinó su comida.
—Por supuesto que no. Te toca.
—O sea, quieres que tu invitada sea la primera en morir —bromeó ella pero se llevó un poco de la comida a la boca—. Carajo, está delicioso.
—¿En serio? —Marsel la imitó—. No puedo creer que saliera bien. Nunca había usado el horno.
—Tal vez tienes un talento que no has explotado.
—Sería interesante descubrir si eso es verdad. Aunque… —Marsel la miró con encanto—. ¿Vendrías a cenar conmigo todas las noches?
—¿En serio?
—¿Tienes algo mejor que hacer?
—Pues… en realidad no —admitió comiendo un poco más—. Vendré a experimentar contigo en tu cocina.
Marsel levantó su copa y esperó a que Kay también la levantara.
—Brindo por eso… Será divertido.
—O venenoso.
Marsel soltó una carcajada y la observó con una sonrisa.
—Me alegra muchísimo que hayas vuelto. Y espero que… —La chica dudó.
—¿Qué?
—Si te vas de aquí… —Marsel parecía buscar las palabras adecuadas—. Iré a donde estés para cenar contigo
—Bueno, quedamos en que siempre estaríamos en contacto, te lo juré.
—Pues no quiero solo eso, Kay… No quiero simples llamadas o mensajes con emojis.
—¿Y qué quieres?
Marsel clavó la mirada en su plato y esbozó una sonrisa maliciosa.
—Tengo una muy buena respuesta a eso, pero tendrás que esperar.
—¿Esperar qué?
—Oye, oye, tengo mis propios trucos y planes, no lo arruines.
—¿Ves? Solo quieres volverme loca.
—De hecho… sí.
Kay giró sobre la cama intentando dormir de nuevo. Pero no pudo. Marsel la tenía muy confundida. Ella misma se complicaba sola, se hacía bolas con todo lo que sentía y pensaba.
Se sentó sobre el colchón y miró a su alrededor. Los últimos años esa había sido su vida: hoteles, viajes y comidas rápidas. No tenía nada estable, ningún cimiento, ninguna raíz que la hiciera sentirse en casa… Pero eso cambiaría pronto. Muy pronto. Por fin se establecería, se quedaría en un solo sitio.
Agarró una almohada para aplastarla contra su cara y ahogar su grito. Ya no había vuelta atrás. Había tomado una decisión y las cosas ya estaban en marcha. No podía detenerlas. Y tampoco quería. Esa era la decisión correcta, lo sabía en el fondo de su corazón. Y aunque estaba aterrada, debía continuar. No ganaba nada con aferrarse a algo que pudo ser. La vida no se trata de lo que no se vive, sino todo lo contrario. Los arrepentimientos no sirven de nada, solo las elecciones y los caminos que se siguen.
Resignada a no poder dormir más, se levantó y salió al balcón. Hacía frío como todas las mañanas en Cd. Montejo. Miró las colinas que rodeaban la ciudad y, sin poder evitarlo, dirigió su vista hacia donde estaba la casa de Marsel, donde los primeros rayos del sol impactaban contra los techos de las casas.
Había accedido a ver a su amiga todas las noches, a estar con ella para la cena aunque sabía que eso era masoquismo, que solo era meter el dedo en la herida y presionar con fuerza. Estar con Marsel se sentía así: un doloroso recuerdo de lo que no sería nunca. Pero era imposible decirle que no a esa oferta. Durante diez años había soportado su ausencia y en ese punto de su vida se sentía incapaz de seguir haciéndolo.
Su celular vibró sobre la mesita. Leyó rápido un mensaje de su asistente para comprobar los compromisos de ese día y todos los pendientes que debía apresurarse a realizar para tener todo listo para su próxima mudanza.
Lanzó una de sus maletas sobre la cama y empezó a guardar varias cosas para aprovechar el rato que faltaba para acudir a su primera clase. Dobló bien todo y rechazó algunas sugerencias de departamentos que Jocelyn le envió. Generalmente no le importaba mucho el lugar donde se alojaría, pero en esa ocasión sí. Era el comienzo de una nueva vida.
—¿Tú tampoco puedes dormir? —preguntó pegando el celular a su oreja cuando empezó a sonar sin control.
—Por supuesto que no. Mi jefa se volvió loca de repente y tengo millones de cosas qué hacer —dijo Jocelyn al otro lado de la línea mientras jadeaba.
—¿Qué carajo estás haciendo?
—Corro. Es la única hora en que puedo… Entonces… Haciendo a un lado tu indecisión sobre el departamento, me he comunicado con la oficina del ministro para darle tu mensaje. Respondió que está muy complacido por tu colaboración con un tema tan urgente. Harán el anuncio en el transcurso del día.
—Genial, por fin terminaremos con eso…
—Después iré con un agente inmobiliario que dicen que es muy bueno, tal vez con su ayuda pueda conseguir algo a la altura de tus expectativas.
—Eso suena bien… ¿Pasarás al hotel más tarde?
—Sí, iré a ordenar tus cosas.
—Ya estoy empacando algo…
—¿Tú?
—No soy una inútil.
Kay escuchó a su asistente resoplar antes de decir:
—¿Cuándo le darás la noticia a Marsel?
—No lo sé.
—¿Por qué tienes miedo? ¡Es una gran noticia!
—Es que… aún no puedo creer que sucederá…
—Pues más vale que te lo creas porque la decisión ya está tomada y peor, comunicada a los grandes jefes. Si no se lo dices tú, se enterará de todas maneras.
—Lo sé. Creo que esta noche podría decirle…
—¿En la noche?
—Sí, quedamos en cenar juntas…
—¿Otra vez?
Kay carraspeó.
—Cenaremos juntas todos los días, así que no aceptes invitaciones para cenar por favor. No estaré disponible.
—Uuuuy, las cosas van en serio eh… —dijo Jocelyn soltando una risita.
—No hay nada de nada, y menos serio. Solo somos amigas.
—Claro, como digas. Entonces te veré luego. Tengo que subir una colina para terminar aquí.
Cuando cortó la llamada, apenas le quedó tiempo para alistarse y llegar al trabajo. Empujó de su mente todo lo que estaba pasando y se enfocó en dar la mejor clase que pudo. Explicar sobre los factores criminógenos era una de sus partes favoritas de esos diplomados.
Estaba convencida de que todos los gobiernos debían tener un gran equipo de criminólogos diseñando las políticas públicas, ya que solo de esa manera se contaría con un plan de desarrollo óptimo. Lamentablemente, muy pocas ciudades sabían lo que la criminología podía hacer por una sociedad, y aún menos invertían dinero en algo así. Por eso ella siempre trabajaba para las principales ciudades del mundo, eran las que poseían el dinero y se daban cuenta de la importancia de su trabajo. Asignó análisis de casos para discutir la siguiente clase y despachó al último grupo de ese día. Se distrajo bastante hablando con el rector de la universidad, al que le agradeció de nuevo por aceptar que el diplomado se diera en ese lugar y corrió de vuelta a su hotel, donde se encontró a Jocelyn al teléfono dando vueltas por la habitación.
Apenas entró, la chica le hizo una señal para mostrarle las maletas cerradas sobre la cama. No tenía muchas ganas de hablar de la mudanza, así que prefirió elegir la ropa que usaría para la cena con Marsel. En eso estaba cuando su celular sonó. no quería contestar pero lo hizo.
—Eres una maldita desgraciada —le dijo Pérez con una carcajada—. ¿Le vendiste tu alma al diablo, verdad? Solo así me explico tanta suerte…
—¿Qué?
—Es que no es posible que le vaya tan bien a alguien, carajo. Quiero ser como tú, quiero abandonar a mis hijos y largarme a Europa contigo. ¿Tendrás espacio para mí en tu nuevo equipo?
—¿De qué carajo hablas? —Un escalofrío bajó por su espalda.
—¡De lo que están diciendo en las noticias desde hace rato! ¡Jefa del gabinete de seguridad! ¿Cuánto te pagarán por eso? ¿Ya eres millonaria, verdad?
Algo en su cerebro hizo un corto circuito. No entendía nada.
—¡Kay! —gritó su asistente, que estaba parada frente a la televisión con el control remoto en la mano. En la pantalla estaban las noticias y el locutor mostraba imágenes de un hombre de traje que daba una declaración mientras se leía un titular: «Kayri Dahuss, nuestra nueva Jefa de Seguridad».
—¡¿Entonces me llevarás contigo?! —Se escuchó una voz en el celular que aún tenía pegado a su oreja—. Quiero un buen sueldo, es mi condición.
Exasperada, Kay cortó la llamada y observó a su asistente. Pero enseguida el alma se le fue a los pies. Detrás de Jocelyn estaba parada una mujer que la miraba con los ojos húmedos.
—Marsel… —susurró dando un par de pasos hacia ella.
—En cierto ¿no? —Su amiga señaló las maletas—. ¿Y no pensabas decírmelo?
—¿Qué? —Kay miró también todo su equipaje—. No. Marsel, no es…
—¿Desde cuándo tomaste la decisión, Kay? ¡Dímelo!
—Anoche…
—¿Anoche? ¿Antes o después de estar conmigo?
—Mientras estaba contigo. Pero no es…
—¡¿Y porqué no me lo dijiste?!
—¡¿Quieres dejar que te explique?!
—No tienes nada que explicarme, solo creí que me informarías de tu decisión, en eso habíamos quedado, ¿recuerdas? Te pedí que escucharas a tu corazón…
—Eso hice…
—Lo veo —dijo Marsel girando el rostro hacia otro lado. Kay se acercó a la mujer, mientras Jocelyn se apartó lo más que pudo para darles espacio.
—¿Qué es lo que ves?
—Que te marchas, que eso fue lo que decidiste, eso es lo que quieres. Y yo que creí… pensé que… olvídalo. Espero que te vaya muy bien Kay, de verdad. —Marsel se limpió una lágrima traicionera que bajó por su mejilla—. Al menos cumplirás tu promesa ¿no? Estaremos en contacto… Eso sería genial…
—Mira, no tengo idea de lo que está pasando…
—¡En eso estoy! —gritó Jocelyn desde el balcón.
—… Porque no acepté el empleo…
—¿Qué? —Marsel la miró con los ojos muy abiertos.
—Dije que no acepté el empleo. Justo eso le pedí a Jocelyn que les informara mientras cenaba contigo anoche… —terminó sonriendo.
—¿En serio?
—Prefiero quedarme aquí y… —Su corazón estaba en su garganta—. Hacer explotar tu cocina…
No pudo continuar porque Marsel se le fue encima. Sintió electricidad cuando un cuerpo apretó el suyo en un abrazo posesivo. Aquello era demasiado, tanta proximidad repentina ponía a sus hormonas a tope y su corazón iba a estallar.
—¡¿Por qué me asustaste así?!
—Yo no hice nada… Me acabo de enterar también —dijo con la boca cerca de la oreja de Marsel. Aquello era como estar en el paraíso. No quería soltarla, pero sería muy raro continuar con ese abrazo. Sin embargo, era Marsel la que continuaba aferrada a ella con fuerza.
—¿Y esas maletas?
—Es que… no solo rechacé el trabajo… —Fue entonces que dio un paso atrás para mirar a Marsel a los ojos—. Me quedaré a vivir aquí. Estoy alistando todo para mudarme a un departamento.
—¡Ya sé qué pasó! —gritó Joz acercándose con cara de pocos amigos—. Esos ineptos. El equipo de prensa que realizó el discurso colocó tu nombre y no el de Armando…
—Es que les envié un correo recomendándole a un colega muy bueno para ese puesto… Dijeron que les urgía tener a alguien —le aclaró Kay a Marsel—. ¿Y eso fue? ¿Una confusión de nombres?
—Te digo, en todas partes hay estúpidos. Perdón… —Jocelyn le sonrió a su amiga—. Mucho gusto, por cierto.
—Marsel, te presento a mi asistente, Jocelyn…
—Hola —dijo la mujer estrechando la mano de la chica.
—Por fin te conozco, Kay no deja de hablar de ti.
—Eso no es cierto —intervino ella fulminando con la mirada a su asistente.—Yo tampoco dejo de hablar de ella… —dijo entonces Marsel, con las mejillas rojas y los ojos sobre Kay.
—Creo que debo ir a ver este otro asunto… —susurró Joz saliendo de la habitación, haciendo que Kay volviera a sentirse nerviosa por estar a solas.
—¿Quieres… algo de tomar?
—No, gracias —dijo Marsel con una sonrisa.
—Ahm… Te saliste del trabajo…
—Sí, en cuento uno de mis compañeros me enseñó la noticia de tu nuevo puesto corrí hacia aquí…
—Querías matarme, ¿verdad?
Marsel negó con la cabeza.
—Quería morirme, en realidad —dijo la mujer muy bajito, como si fuera una confesión imperdonable.
—¿Por qué? —Su corazón no existía, ella no existía. Solo era un ente que flotaba frente a esa mujer que estaba cada vez más cerca.
—Kay… te contaré la verdad. Te diré lo que pasó hace diez años.
Su corazón no existía, ella no existía. Solo era un ente que flotaba frente a esa mujer que estaba cada vez más cerca.
—Kay… —dijo Marsel con voz temblorosa—. Te contaré la verdad. Te diré lo que pasó hace diez años.
Un escalofrío bajó por la columna de Kayri, poniendo alerta sus sentidos. La cara de Marsel estaba roja y movía las manos con nerviosismo.
—¿Quieres que nos sentemos? —preguntó ella señalando las sillas en el balcón.
—No, no. Sería imposible mantenerme sentada… Es que…
—Si es algo incómodo para ti no tienes porqué decirlo.
—Quiero decirlo —dijo Marsel con seguridad—. Pero antes, necesito saber… Debes ser honesta conmigo, Kay.
—Lo intentaré. —Sonrió para hacerle ver a Marsel que estaba bromeando, pero la chica parecía dominada por los nervios—. ¿Estás bien?
—Sí… Es que… Cuando me contaste que Samuel estaba viendo a otra chica, ¿por qué lo hiciste?
—¿Por qué lo hice? ¿Tú por qué crees? ¡Te estaba viendo la cara!
—Sí, pero… ¿tenías algún otro objetivo?
—No —dijo con sinceridad—. Solo me pareció horrible que te pusiera el cuerno. ¿A qué vienen tantas preguntas? ¿Acaso hice mal? ¿Preferías que no te dijera nada?
—Claro que no. Agradezco que me dijeras pero… ahm… Es que en ese momento estaba pasando algo en mi vida… Había alguien más.
—Sí, ya me dijiste. El chico misterioso —interrumpió algo irritada. No quería hablar de eso, era como someterse a tortura. Pero Marsel continuó:
—Es que, este chico… Me hacía sentir cosas que no podía identificar, creí que solo era amistad. Reíamos tanto juntos… Me acompañaba a casa después de la escuela y… se quedaba a charlar conmigo… Era algo diferente a lo que tenía con Samuel y eso me hizo creer que no era amor, que era una conexión diferente…
Kay sentía su respiración agitada e intentaba ordenar sus emociones. Recordó aquellas noches en que después de las clases caminaba con Marsel hasta su casa, junto con otros compañeros que vivían por el mismo rumbo. ¿Cuál sería el chico misterioso?
—¿Y… quien era? Es que… nunca vi que nadie más se quedara a charlar contigo…
Marsel sonrió de una manera que Kay nunca había visto.
—Cuando llegaste hace unas semanas, pensé que no había necesidad de decirte esto. Pero luego… pasó algo.
—¿Qué pasó?
El rostro de su amiga se sonrojó a un grado alarmante.
—Este chico apareció y aquella conexión que creí muerta, revivió.
La punzada en su corazón fue tan dolorosa, que Kay estuvo a punto de quejarse, pero se mordió la lengua y dejó que los celos se apoderaran de ella. Aquello era peor que con Samuel. La confesión de Marsel la estaba matando.
—Eso es… genial, Marsel. Así podrás… Ustedes podrán… —Le costaba respirar. Inhaló profundamente y trató de retomar el control de sí misma, pero estaba perdida. Quería gritar.
La puerta se abrió de golpe y Jocelyn entró.
—Lo siento, Kay. Esto es urgente —dijo señalando el celular—. Es un desastre de relaciones públicas y necesitan tu ayuda.
—Claro, claro. —Se sentía bastante aturdida pero feliz de tener un pretexto para detener eso. Miró a Marsel que seguía roja, pero sonriente. Ella no podía devolver el gesto, tenía la cara entumecida—. Oye, no sé cuanto tiempo me tomará esto… —le dijo a su amiga—. Si tienes algo qué hacer podemos platicar luego…
—No Kay, aquí te espero.
Quiso buscar una excusa para sacar a Masel de su habitación, pero la mujer fue hacia la cama y se sentó ahí, dándole a entender a Kay que no tenía escapatoria. Aquella conversación seguiría.
Eso la puso de peor humor, de manera que no tenía el mejor ánimo para lidiar con el problema mediático que se había desatado, así que no pudo evitar sonar más dura de lo que quería. No era su asunto que unos burócratas idiotas de un país al otro lado del mundo hubieran metido la pata. Ella tenía realmente un problema en ese momento. La mujer a la que amaba estaba a punto de confesarle su amor por alguien más, y seguramente Marsel esperaba que ella conociera al sujeto, que conviviera con él, que pasaran tiempo juntos. Y Kay no estaba segura de poder hacer eso.
Mientras discutía con la persona al otro lado de la línea, se arrepintió de su decisión. Quería decirle que dejaran la declaración así, ella iría a donde ellos quisieran a hacer el trabajo que le ofrecían. Haría lo que fuera para aliviar el dolor que sentía en ese momento. Los ojos de Marsel seguían clavados en ella, haciendo que su enojo creciera. Estaba a nada de hacer una locura.
—Ten esto —le dijo a Jocelyn lanzándole el celular—. Tienes razón, son unos imbéciles.
—¿Estás bien? —susurró su asistente.
—No —admitió—. Debí aceptar ese maldito empleo. Por favor déjame sola con Marsel. Y no me importa quien llame, no nos interrumpas.
Jocelyn la miró con preocupación pero salió del cuarto. Ella giró hacia la cama, donde Marsel le devolvió la mirada. Kay caminó hacia ella, lista para recibir el tiro de gracia.
—Disculpa la interrupción…
—Está bien. ¿Por qué pareces furiosa?
—Por la llamada, supongo.
—Kay…
—Ya dime lo que tengas que decir —soltó con un genio de los mil demonios.
—Pues parece que estás furiosa pero conmigo —dijo Marsel poniéndose de pie para quedar frente a ella.
—¿Tú crees?
—¿Por qué estás enojada?
Un torbellino de palabras chocaron en su garganta, haciendo que Kay no tuviera idea de qué decir ni por dónde empezar.
—¿Te parece poco que… que…?
—¿Qué?
—Vienes aquí y dices que estabas loca por ese imbécil de la universidad y que apareció de nuevo, y yo aquí como… Eres… No puedo… ¡¿Es que no te das cuenta?!
—Claro que me doy cuenta, Kay… —dijo Marsel en un tono tan suave que la hizo temblar—. Eres tú la que no ve… La que nunca vio… Eres brillante como criminóloga pero si una chica está loca por ti no te enteras…
—¿Q-que dijiste?
Marsel se acercó tanto que Kay dejó de respirar.
—El chico al que amé… Es una chica.
—¿U-una chica?
Marsel asintió.
—Una chica bastante divertida que solía contarme mil cosas cada noche… Que me acompañaba al cine… Que me hacía reír…
Su corazón dolía. Su cuerpo temblaba sin control. Su cerebro intentó ordenar lo que acababa de oír y una cálida esperanza inundó su alma. Pero no podía hacer la pregunta que en realidad quería hacer, así que decidió hacer una broma:
—¿Hablas de Karla?
Su amiga soltó una carcajada y le dirigió una mirada brillante.
—Hablo de ti, boba. Te amaba, Kay… —Los ojos de Marsel se empañaron—. Cuando descubrí que lo que sentía por ti era amor, ya te habías ido. Por eso te busqué, te llamé para decírtelo esperando que sintieras lo mismo por mí. Pero tú pusiste más distancia entre nosotras, empezaste a ignorarme… Entonces me convencí de que lo que sentía era solo de mi parte, y como nunca mencionaste que te gustaban las chicas… te dejé en paz. Diez años después vuelves, me dices que sí te gustan las mujeres y no puedo dejar de preguntarme si… alguna vez… sentiste algo por mí…
A Kay se le escapó un suspiro. Tenía piel de gallina y calor en la cara. sabía que estaba roja, sabía que seguro se veía patética. Y también sabía lo que debía decir. Aquello que había querido decir por muchos años…
—Estaba totalmente enamorada de ti, Marsel. Tú eres la chica que me tenía loca, por la que nunca salí con nadie más. Te amaba con todo mi corazón, con todas mis fuerzas. Y por eso me fui, creí que era la única manera de olvidarte ya que tú habías regresado con Samuel…
—El peor error de mi vida. Aquella noche de cine, la última vez que te vi tenía tanto miedo de hacer algo que arruinara nuestra amistad… Ahora me arrepiento de no haber hecho algo, debí poner a prueba lo que sentía. Debí besarte esa noche.
Kay se puso muy nerviosa al imaginar eso.
—Sí, creo que… también debí besarte.
No podía moverse. Sabía que tenían una cuestión más que resolver, pero se sentía incapaz de mencionarlo. Observó a Marsel, que con las mejillas sonrojadas se acercó más… Estaban a unos centímetros.
—¿Y… qué haremos ahora? —susurró la mujer, con una voz tan dulce que Kay sintió que se derretía.
—¿Con qué…? ¿Con lo que dijiste sobre el chico misterioso y la conexión que aún sientes?
—Exacto. —Marsel le acarició la mejilla con suavidad.
—Pues creo que… Tengo que ser sincera contigo —dijo con toda la seriedad que le quedaba, haciendo que Marsel la mirara preocupada—. Es que… No quisiera que pensaras cosas que no son…
—¿Qué?
—Es broma…
Sin esperar nada, Kay se lanzó a los labios de Marsel.
Una boca atrapó la suya haciendo que todo dentro de ella explotara. Unos brazos rodearon su cuello, mientras sus labios eran reclamados para siempre. Sentía la suavidad de cada roce, el delirio del deseo creciendo en ella y el cuerpo de Marsel temblando contra el suyo.
No podía detener eso, no quería. Por fin estaba besando a la chica de sus sueños, el amor de su vida acaba de decirle que también sentía algo, que siempre lo había sentido. Sonrió contra la boca de Marsel, que abrió los ojos en ese momento y rompió el beso.
—Vas a matarme… —dijo la mujer con una sonrisa radiante sin dejar de abrazarla por el cuello.
—¿Y cómo crees que estoy yo?
—Por tu lenguaje corporal diría que estás bastante excitada… —comentó Marsel usando su voz de profesional. Kay soltó una carcajada.
—Eso hasta un ciego lo vería…
Marsel deslizó las manos despacio por su cuerpo hasta llegar hasta el borde de la sudadera que tenía y metió las manos bajo de ella, haciendo que Kay se estremeciera. La respiración de Marsel se agitó más en cuanto tocó su piel bajo la ropa.
—Kay… —Empezó a dejar besos suaves en el rostro de la mujer—. La verdad es que… no puedo… pensar… Sigue… —Pero aquello fue interrumpido por el sonido estridente de un celular—. ¡Carajo! —dijo Marsel dando un brinco por el susto. El timbre era odioso, así que Kay se alegró cuando Marsel fue hacia su bolso para apagar el aparato.
Marsel observó la pantalla varios segundos y frunció el ceño.
—¿Pasa algo?
—Tengo diez mil mensajes de la oficina, hay problemas. —Marsel la miró con una sonrisa—. No quiero detener esto.
Kay volvió a abrazarla.
—Ni yo… Pero el deber te llama.
—Odio el deber.
Pero la cara de Marsel era de todo menos de odio. Sonreía de una manera tan hermosa que Kay podía quedarse ahí parada y mirarla toda la vida.
—Puedo ir a verte más tarde y… tal vez…
—¿Por qué te sonrojas? Sabes que también quiero.
—Es que es un poco raro todo esto ¿no?
—Sí, pero también es maravilloso. Te llamo más tarde, ¿va?
Marsel la besó una última vez y caminó hacia la puerta. Kay la vio salir, pero inmediatamente después Marsel entró corriendo y le plantó un beso.
—¿Me extrañaste? —preguntó Kay bastante divertida.
—Ven conmigo…
—¿Segura?
—Sí. Y estaría bien que llevaras algo de ropa… —dijo Marsel con voz traviesa.
—Esa es una gran idea.
Kay no se consideraba una persona religiosa. Es más, a veces dudaba de la existencia de un ser divino. Pero en ese momento se sentía agradecida con quien fuera que estuviera ahí arriba, en el caso de que todo eso fuera real. Lo era, ¿verdad?
Miró a la hermosa mujer al otro lado de la enorme oficina, que hablaba con otro criminólogo sobre un problema con un expediente. Cuando Marsel le había pedido que la acompañara, Kay no lo había pensado dos veces. Ella iría a donde Marsel se lo pidiera. Y ahí estaba, con una carpeta en la mano intentando ayudar a su… amiga a resolver el desastre en esa oficina.
Clavó la mirada en las hojas que tenía en sus manos y trató de concentrarse en lo que estaba leyendo, cosa que le parecía casi imposible, ya que su mente era bombardeada por los recuerdos de lo que había pasado un par de horas atrás: Marsel la había besado. Le había confesado que estuvo enamorada de ella y que aún sentía algo.
Sonrió como estúpida con la cara oculta entre el expediente, incapaz de contener su felicidad. Levantó la vista hacia Marsel, que en ese justo instante volteó hacia ella. Cuando esos ojos dorados la miraron, Kay se sintió desnuda ante su intensidad. La sonrisa de Marsel fue como si le inyectaran mil años de vida. Se sentía emocionada, alucinada… Era real, ¿verdad?
—¿Todo bien? —le preguntó Marsel, que se había acercado al escritorio donde estaba.
—Sí, estoy terminando aquí —dijo cerrando el expediente y colocándolo sobre un cerro de otros casos.
—Perdón, no creí que esto fuera tan caótico y tan tardado —se disculpó Marsel mirando su reloj—. ¿Quieres que te lleve de regreso a tu hotel…?
—Claro que no —respondió ella con una sonrisa—. Te esperaré.
—Es que… —Marsel se inclinó más hacia ella y bajó el volumen de su voz—. No sé a qué hora salga de aquí. Estamos algo atrasados con todo esto.
—¿Quieres que me vaya?
—¡Por supuesto que no! Pero es injusto que te pongas a trabajar en cosas que no deberías.
—Me gusta ayudarte —dijo Kay tomando otro expediente del cerro de los que faltaban revisar—. Además, si me permite usted, señorita criminóloga… tengo la solución a sus problemas…
—¿Ah sí? —Marsel se mordió el labio y la miró con suspicacia—. Ilústreme, señorita Dahuss.
—Bien… —Kay se paró junto a Marsel y abrió el expediente para enseñarle algo—. Mira, para no tardar tanto con las clasificaciones que necesitas solo debes… —Se fijó que Marsel no miraba lo que le estaba mostrando—. ¿Qué haces?
—Es que… hueles delicioso… —Las mejillas de Marsel se pusieron muy rojas—. Perdón, continúa…
Pero ya no quería continuar con eso, solo quería besar de nuevo a esa mujer. Sin embargo, se sentía incapaz de volver a hacerlo y menos con los compañeros de Marsel ahí metidos.
—Te gusta desconcentrarme —susurró para que solo su… amiga la escuchara—. Solo debes revisar que… —Una mano subió por su espalda, haciendo que se estremeciera—. Oye, no me estás ayudando…
—Ven… —Marsel la jaló de la mano y la llevó a su oficina privada, donde bajó rápidamente las cortinas para cubrir las paredes de cristal y tener algo de privacidad—. ¿Crees que eres la única que no se puede concentrar?
La cercanía de Marsel inmediatamente la puso nerviosa. Y es que no le resultaba tan fácil volver a provocar un beso entre ambas, aunque lo deseara con desesperación.
—Pues te vi bastante concentrada regañando a tu equipo.
—Ya ni me lo recuerdes… No creo que podamos terminar a tiempo con la clasificación que quiere el gobierno. No somos tantos y el día solo tiene 24 horas. Perdón por traerte. Creo que me emocioné y… no quería separarme de ti tan rápido después de…
—¿Besarnos? —Terminó ella con una sonrisa al ver la timidez repentina de Marsel—. Yo tampoco quería separarme de ti, así que… aquí estamos…
—Aquí estamos… —dijo Marsel acercando su rostro al de ella. Kay sintió la respiración de la mujer golpeando su piel antes de que unos labios rozaran con suavidad los suyos por un breve momento—. Creo que debemos hablar sobre esto, ¿no crees?
—¿En serio sabes qué decir? Porque yo no. —Tener a esa mujer tan cerca hacía que su cerebro se atrofiara. Solo podía pensar en acorralarla contra el escritorio y…
—Me parece que deberíamos aclarar lo que está pasando… Al menos a mí me gustaría hacerlo.
—¿Ahora?
Marsel iba a responder pero unas fuertes voces les hicieron recordar que estaban entre un caos laboral.
—Lo más pronto posible —dijo Marsel suspirando con cansancio—. Hace mucho que no duermo más de cinco horas. No sé en qué estaba pensando cuando acepté este proyecto.
—Solo falta un poco más de organización, eso es todo. Mira, puedes avanzar rápido si haces esto… —dijo Kay tomando uno de los tantos expedientes que tenía Marsel en su escritorio para mostrarle un truco para realizar la clasificación de internos que el gobierno pedía.
Dos horas después Marsel había dado instrucciones a los demás con lo que Kay le había enseñado, y el equipo había logrado bajar de manera significativa la enorme carga de trabajo que tenían.
—Eres un sol —le dijo a Kay la chica de gafas.
—Eh… Gracias, Bety.
—¿Y cuánto tiempo estarás en la ciudad? —preguntó la chica con las mejillas sonrojadas.
—Estaré de manera indefinida… Tengo algo muy importante aquí —dijo ella mirando de reojo a Marsel.
—Y… Perdón por la pregunta pero… ¿La vida tan ocupada que llevas te permite tener una relación con alguien?
Kay nunca había visto una cara tan roja y adivinó que esa pregunta en realidad ocultaba otra.
—Claro, solo debo organizar bien mis tiempos para estar con mi… novia —terminó Kay sintiéndose un poco rara por decir eso. Lo que había ocurrido entre Marsel y ella aún no tenía nombre y no sabía exactamente lo que pasaría a partir de ese momento.
—Creo que podemos rendirnos hoy —dijo Marsel desde el otro escritorio. Tras algunos gritos de victoria, los demás recogieron sus cosas lo más rápido que pudieron y salieron casi corriendo de ahí.
—Te ves muy cansada —comentó al acercarse a Marsel.
—Siento que estoy casi muerta.
—No digas eso.
Marsel le sonrió y la observó un momento antes de decir:
—¿Irás a mi departamento conmigo? —Aquello tomó con la guardia baja a Kay, haciendo que Marsel soltara una carcajada—. O si prefieres te puedo llevar a tu hotel…
Ella negó con la cabeza.
—Te gusta ponerme en aprietos, ¿verdad?
—Un poco. Sí.
—Pues… Si nos vamos por la practicidad, tu departamento queda más cerca…
—Una excusa muy buena, aunque… —Marsel le tomó la mano—. No necesitas ninguna para ir conmigo.
—Es bueno saber eso. Y creo que deberías sentarte mientras yo voy por tus cosas.
Marsel se lanzó sobre una silla y esperó a que ella se encargara de lo demás. También se sentía cansada, pero notaba que Marsel estaba a punto de desfallecer. Tratando de hacer sentir mejor a la mujer, cargó sus cosas y se ofreció a conducir hasta el departamento, cosa que fue un acierto pues durante el camino Marsel se quedó dormida. Kay la observó mientras esperaba su turno para avanzar en un semáforo con luz roja. Durante muchos años había pensado en Marsel, se había preguntado si estaría bien, si sería feliz, si había hecho lo correcto al alejarse de ella… Y en ese momento tenía las respuestas a todas sus dudas acumuladas. Lo que más le pesaba era el error que había cometido al abandonarla. al no haber sido sincera y decirle todo lo que sentía.
Cuando llegaron al departamento, Kay tenía la firme intención de no volver a ocultarle nada a Marsel. Sabía que debían tener una charla para aclarar muy bien lo que sentían y lo que querían hacer con eso. Y ella estaba dispuesta a tomarse el asunto con toda la seriedad y compromiso que podía. Había llegado el momento que tanto había deseado.
Marsel bajó del vehículo más dormida que despierta, así que Kay la guió hasta el departamento, donde la mujer fue directo a la habitación jalando a Kay de la mano.
—Oye… sé que esto no es lo que teníamos en mente pero no puedo más —dijo Marsel al salir del baño con un diminuto short y una playera para dormir.
—E-esta bien. —Nunca había visto a Marsel vestida así. La observó de pies a cabeza, mientras la chica le sonreía coqueta.
—Puedes usar el baño o cambiarte aquí…
—¿Y tentarte con este cuerpo sexy? Mejor el baño.
Eso era como un sueño, como una de sus fantasías más morbosas. Estaba a punto de meterse a la cama con Marsel… Se miró en el espejo y se dio un golpecito en la cara para calmar sus nervios. «Solo dormiremos juntas, no pasará nada más», pensó al regresar a la habitación.
Rodeó la cama y observó a Marsel que hizo a un lado las cobijas para invitarla a entrar. Con las tripas bailando, Kay se subió al colchón.
—Entonces… —Marsel le sonrió.
—Eh, descansa… —dijo ella con la cara ardiendo. Pero ninguna se movió, solo se quedaron mirándose a los ojos.
—Esto es mejor a como lo imaginaba.
—¿Me imaginaste contigo en tu cama?
—Obvio sí —dijo Marsel con cara traviesa—. Y no precisamente durmiendo… —Aquella confesión hizo que a Kay le ardieran hasta las orejas. Intentó mirar hacia otro lado pero le fue imposible. Su corazón golpeaba fuerte y solo podía pensar en desnudar a Marsel—. Me encanta cuando te pones nerviosa —dijo aquella acercándose más.
—Es que… en teoría solo vamos a dormir pero me dices todo esto y… mi mente se aturde.
—Perdón, no lo puedo evitar. —Marsel giró más hacia ella y le acarició el rostro—. Apenas puedo creer que…
—¿Sea real? Yo también he sentido eso estas últimas horas. Pero creo que… —Kay se acercó a Marsel y la besó con suavidad—. Esto… es… muy… real…
Su cuerpo empezaba a arder y sus ganas eran más fuertes que su timidez. Deslizó la mano bajo las cobijas hasta encontrar la cintura de Marsel. Con suavidad, llevó la caricia hasta la pierna de la mujer, que exhaló un suspiro.
—En serio… vas a matarme… —Marsel la sujetó del rostro y se recostó sobre el colchón, jalando a Kay, que quedó sobre ella.
No sabía lo que estaba pasando, solo sentía un cuerpo bajo el suyo, una piel contra la suya. Unos ojos húmedos la miraban.
—¿Qué sucede?
—Solo… —Marsel parecía buscar las palabras adecuadas—. Estuve muy enamorada de ti, Kay. En serio, estuve loca por ti. Y ahora que volviste… Todo eso… Me enamoré de ti otra vez. Enloquecí de nuevo por ti. Si tú también sientes algo, quiero que estemos juntas.
La felicidad que sintió en ese momento no había forma de explicarla. Sonrió como nunca antes lo había hecho mientras una fuerza enorme le abarcó el pecho.
—Claro que siento algo, ¿no lo ves? Estoy totalmente enamorada de ti, Marsel. Eres lo que más me importa en la vida y no pienso arruinarlo de nuevo. Quiero todo contigo.
—¿Lo juras?
—Lo juro.
Marsel soltó un grito de felicidad y la abrazó. Kay sintió las piernas de la mujer rodeando su cintura mientras ella le daba un beso en su mejilla.
—Me alegra escuchar eso —dijo Marsel buscando su boca. Kay respondió de inmediato, sellando su juramento con un beso que decía todo lo que nunca podrían explicar las palabras.
Estaba presa contra el cuerpo de Marsel, que seguía devorando sus labios, haciendo que a Kay se le nublara la mente.
—Si quieres que te deje dormir, debemos parar ahora. Después no podré…
—Ya no quiero dormir —dijo Marsel entre besos—. He esperado diez años por ti, Kay. Quiero… Necesito que me toques…
Kay ya no pudo pensar más. Todo desapareció, solo existían esa cama y ellas. Se olvidó del pasado. Dejó de preocuparse por el futuro. Lo que realmente deseaba era lo que tenía ahí en ese momento. La mujer de su vida estaba lista para entregarse y ella también estaba lista. Solo quería vivir eso. Lo demás la tenía sin cuidado. No le importaban las giras, las conferencias o ser la mejor. Ahí era donde realmente quería estar. Marsel era lo único que deseaba, ella era su hogar.
Lentamente, fue quitándole la ropa a esa diosa que la miraba con deseo. Las manos de Marsel subieron por su espalda y le arrancaron la ropa también. El contacto de sus cuerpos desnudos la hizo suspirar y lanzarse de nuevo a los labios de Marsel.
—Creo que… deberíamos reportarnos enfermas mañana… —dijo mordiendo el labio inferior de su novia.
—Es… una… excelente idea —respondió Marsel jadeando mientras Kay deslizaba una mano por su cuerpo—. Me gustas así.
—¿Así cómo?
—Apasionada…
Kay sonrió, totalmente fascinada por aquellos ojos dorados que la miraban como nunca nadie lo había hecho. Se inclinó para recibir otro beso.
—Te amo, Marsel —dijo contra los labios de su novia—. Y planeo hacer el amor contigo por el resto de mi vida.
—Mas te vale, Kay Dahuss. Mas te vale.
FIN
¿Fin? ¿En serio?
La felicidad era algo que Kay siempre había relacionado con el éxito profesional. Pero no era eso, se había equivocado. En ese momento sabía que la felicidad era justo lo que sentía ahí, admirando a la mujer que aún dormía junto a ella.
Sus ojos bajaron por la piel de Marsel, hasta el borde de las sábanas que apenas le cubrían los pechos. Aquello le molestó un poco, así que muy despacio, apartó las prendas para mirar el cuerpo de aquella mujer que la enloquecía.
Diez años atrás hubiera pensado que todo eso era uno más de los sueños eróticos que tenía, donde comúnmente Marsel y ella tenían sexo. Sin embargo, ya había comprobado que lo que estaba viviendo era real, no eran las fantasías de una chica enamorada.
Esa semana le había bastado para confirmar la fuerza de sus sentimientos y estaba más decidida que nunca en quedarse ahí, en vivir eso con toda la intensidad que quería. Se levantó de la cama para buscar su ropa, que la noche anterior había sido arrojada al aire cuando empezaron los besos. Le estaba echando un vistazo a su agenda cuando alguien habló.
—¿Piensas huir?
Kay giró para encontrarse con la mirada de Marsel.
—En realidad pensé que podía ir y volver sin que te dieras cuenta… —bromeó ella.
—¿A dónde vas?
—Iré a ver el departamento que Jocelyn quiere mostrarme. Dice que me gustará. ¿Quieres acompañarme?
—Me encantaría pero tengo una reunión urgente por el tema de la calificación de internos, ¿recuerdas?
—Es verdad.
—¿Nos vemos para la comida?
Ella negó con la cabeza.
—Tengo pendiente una videollamada con mi editor. Quiere hablarme sobre publicar otro libro.
Marsel se levantó de la cama, dejando que Kay admirara su desnudez. Sintió una punzada de deseo y decidió concentrarse en el rostro de su novia, de lo contrario acabaría perdiendo la cabeza y llegaría tarde a todas partes. Marsel la abrazó por el cuello.
—Creo que debemos organizar mejor nuestro trabajo para tener más tiempo juntas.
—¿Lo crees posible?
—Dígame usted, señorita Dahuss… ¿podrá hacer un espacio para su novia en su agenda tan ocupada?
—Eso de «novia» suena muy bien. —Acercó el rostro a Marsel para darle un beso suave— Sabes que lo más importante eres tú. ¿Salimos a cenar? ¿Qué te parece ir al mejor restaurante de la ciudad? Debemos celebrar.
—¿Y qué celebraremos?
—¿Te parece poco esta semana perfecta? ¡Por fin me metí a tu cama!
Marsel soltó una carcajada y volvió a besarla.
—Tienes razón. Esto es un gran logro.
Ciudad Montejo nunca le había parecido tan hermosa como en esos días. Condujo por la avenida Imperial hasta la ubicación que su asistente le había enviado, de una zona al norte donde habían nuevos edificios de departamentos.
Cuando estacionó, decidió que sin duda lo que veía le gustaba. La calle era muy ancha y varias plazas comerciales rodeaban el sitio.
—Por fin llegas —dijo Jocelyn en cuanto la vio entrar al edificio—. Ya nos esperan arriba.
—Perdón, estaba…
—Besuqueando a Marsel, lo sé.
Kay quiso protestar por aquello, pero prefirió mantener la boca cerrada. Después de todo, era verdad. Salió del elevador en el séptimo piso y siguió a Jocelyn hasta una puerta que estaba abierta. Nada más poner un pie ahí, supo que se había enamorado. Sonrió admirando el amplio departamento, que tenía techos altos y una vista espectacular.
—Bienvenidas —dijo una mujer al acercarse a estrechar su mano—. Supongo que usted es Kay Dahuss…
—Sí, hola —respondió regresando su atención al lugar—. Esto es hermoso.
—Son los mejores departamentos disponibles en la ciudad. Nuestra inmobiliaria tiene solo lo mejor. ¿Quiere un recorrido?
Mientras conocía el lugar no podía evitar pensar en que a Marsel le encantaría. Miró la cocina, donde seguramente pasarían horas arruinando recetas. Nunca había visto una cocina tan equipada y no tenía idea de cómo usar todo eso. Pero bonita sí era. Por otro lado, la habitación principal era perfecta, grande y elegante, digna de alguien tan maravillosa como Marsel.
Se sintió bastante ridícula al pensar todo eso, pero no lo podía evitar. No podía borrar la sonrisa de su cara y tampoco podía aguantar las ganas de llevar a su chica a ese lugar.
—Mira esto, Kay… —le dijo su asistente abriendo el baño, donde había un jacuzzi—. Sé muy bien lo que se puede hacer ahí —bromeó Joz.
—Cállate —susurró ella son las mejillas rojas.
—¿Qué le parece? —preguntó la agente.
—Es hermoso, sin duda.
—Tenemos varias opciones para la renta, como le he comentado a su asistente, dependiendo del tiempo que…
—Quiero comprarlo —interrumpió ella.
—¿Co-comprarlo? — La mujer parecía más feliz que nunca en su vida—. Por supuesto, tenemos también la opción para compra.
—Bien. Lo quiero.
—¿Nos permite un momento? —Joz le sonrió educadamente a la agente y jaló a Kay—. ¿Quieres comprarlo?
—Sí, sí. Es fantástico, ¿no?
—Pero… ¿Estás segura?
—¿Por qué no lo estaría?
jocelyn suspiró.
—Oye… Sé que estás emocionada por todo lo que está pasando con Marsel pero tal vez deberías ir con más cuidado.
—¿De qué hablas?
—Esto no cuesta dos pesos, Kay. Creí que ibas a rentar mientras las cosas se acomodaban… Tu vida es viajar…
—Ya no. Mi vida es aquí, Joz. Estoy tan segura que pienso comprar este sitio y llenarlo de… flores…
—¿Flores? —Joz empezó a reír y negó con la cabeza—Querida jefa, el amor te ha golpeado muy fuerte la cabeza. Si es lo que quieres, está bien. Supongo que me haré a la idea de vivir en esa ciudad.
—Es linda, deberías pasear más. Hay chicos muy guapos aquí, tal vez la siguiente enamorada seas tú.
—Ay no, que asco —bromeó Jocelyn—. No quiero andar por ahí poniendo flores en mi departamento.
—Por cierto, ¿ya rentaste alguno?
—Eh, no. Me he concentrado en conseguir algo para ti. Sigo en casa de la amiga de mi hermana.
Kay asintió varias veces mientras pensaba. Giró la cabeza para buscar a la agente, que se acercó rápido en cuanto vio que era requerida.
—Entonces quiero comprar este departamento y rentar uno para mi asistente, por favor.
—¿Qué? No Kay, esta agencia se ve muy cara… —susurró Joz, aunque la agente la escuchó.
—Tenemos una gran oferta de departamentos. Si lo deseas, te puedo mostrar algunos. No están precisamente en esta zona pero sí en lugares cercanos, muy bonitos y seguros.
—Eso estaría bien —dijo Kay mirando a su asistente—. Además, el departamento corre por cuenta de la empresa.
—¿Qué? No, ¿estás loca? —preguntó Jocelyn espantada.
—La loca eres tú, que me has seguido por todo el mundo por años. Ahora cambiarás toda tu vida para quedarte a trabajar conmigo… Me parece justo que al menos vivas en un sitio bonito. Además, eres el 50% de esta empresa.
Jocelyn parecía bastante contrariada y halagada. Solo asintió y se acercó a la mujer que no tardó ni dos segundos en encender su ipad para enseñarle las propuestas que tenía para ella.
Kay las dejó en la sala y se acercó a la enorme ventana que daba hacia la ciudad. La majestuosidad de Cd. Montejo era sobrecogedora, ya que siendo la capital de Castilnovo, siempre había sido sinónimo de riqueza y poder. Ese sería su nuevo hogar, aquel en el que pensaba poner todo de su parte para que las cosas con Marsel funcionaran.
Siempre se había sentido muy bien trabajando, pero después de tener la reunión con su editor, se daba cuenta que de repente tenía más energía y ganas de comerse al mundo. Se apresuró para terminar a tiempo, ya que Marsel le había mandado un mensaje para informarle que ya estaba en camino.
Se echó perfume, se alisó el cabello y se aseguró de haber confirmado la reservación. Cuando Marsel llegó, Kay casi se va para atrás. Su novia lucía más hermosa que nunca, con un vestido entallado que le hizo pensar en olvidarse de todo y arrojarla a su cama.
—Eres una diosa, te lo juro.
—Me gusta cuando me dices cosas lindas —dijo Marsel dándole un beso—. ¿Lista?
Durante el camino al restaurante se la pasó observando lo que Marsel le enseñaba, ya que la ciudad estaba siendo adornada para las celebraciones anuales y el gran desfile que se llevaría a cabo el siguiente fin de semana.
—¿Por eso toda la ciudad tendrá esos días libres?
—Sí. Aquí se celebra a lo grande. Todo Castilnovo está de fiesta.
—¿Y te perderás la celebración?
Marsel le sonrió.
—Me entusiasma más la idea de pasar un fin de semana en la playa contigo. Hace mucho que no me tomo unos días. Quiero divertirme mucho ahí… Estuve viendo cosas que podemos hacer. Supongo que no tendrás problema, ya que te encanta la adrenalina.
—Le entro a todo.
—Ni siquiera te he dicho qué quiero hacer…
—No hace falta.
Marsel le dirigió una sonrisa coqueta y regresó su atención al frente. Habían llegado al lugar. Kay había escuchado sobre el restaurante SantCeloni, famoso por su exquisita comida y por ser el lugar de encuentro de las personas más influyentes y poderosas de la ciudad. Esperaba que todo fuera exageradamente lujoso y elegante hasta el punto de la intimidación. Pero no fue así.
El restaurante era muy hermoso, sí. Pero la opulencia había sido sustituida por el buen gusto. Y aunque las paredes no eran de oro, notaba que ahí no entraba cualquier persona.
Fueron guiadas hasta su mesa, donde de inmediato un mesero se acercó para ponerse a sus órdenes.
—Creo que tuvimos suerte con la reservación… —le dijo a su novia.
—No lo creo. —Marsel miró a su alrededor—. Estos sitios siempre tienen mesas disponibles para personas importantes que llaman a última hora.
—¿Y crees que me consideran una persona importante? Seguramente no saben quien soy.
Su novia negó con la cabeza.
—Hace unos días tu nombre estuvo en un escándalo internacional de relaciones públicas… ¿En serio crees que no saben quién es Kayri Dahuss?
—Si lo dices así… ¿Ya habías venido?
—Un par de veces.
—¿A citas?
—Dios, no. Sabes que odio las citas… Odiaba las citas —aclaró su novia mirándola con encanto—. He venido con amigas, con mis padres…
—¿Y cómo están ellos?
—Muy bien. Ahm… Hablé con mi mamá en la tarde… Le conté sobre ti.
—¿Sí?
—Ajá… O sea, no le dije que estamos saliendo solo… Bueno, ella había escuchado de ti, ya sabes. Le hablé mucho de nuestras aventuras en la universidad.
—¿Por qué estás tan roja? —preguntó Kay bastante divertida.
—Porque no quiero que pienses que soy la chica intensa que te quiere presentar a tus suegros con dos días de relación.
Definitivamente Marsel se veía adorable con las mejillas sonrojadas. Kay tomó la mano que la mujer tenía sobre la mesa.
—No pienso eso. Y no me asusta conocer a tus padres.
—¿En serio?
—Bueno, yo… quiero algo serio contigo y… Pues… Supongo que conocer a tus papás es un gran paso y eso… Ya sabes, sería algo que creo… ahm… ¿Quieres que los conozca?
Marsel soltó una carcajada.
—Creo que de repente te pusiste nerviosa.
—Sí, pero no por miedo, que quede claro —dijo Kay riendo también—. Solo no sé cómo demostrarte que voy en serio contigo.
—No necesitas demostrar nada Kay, lo sé. Ya tenemos 32 años y creo que ninguna de las dos tiene ganas de jugar, ¿cierto?
—Cierto.
—Entonces deja de preocuparte por eso. Solo hay que disfrutar lo que por fin tenemos.
—Perdón, es que ha pasado tiempo desde que salí con alguien. —Entonces Kay pensó en una verdad y dijo—: Nunca he salido con alguien que me importara demasiado. Además… de ti estoy enamorada, así que…
Marsel le sonrió de manera tan hermosa que Kay tuvo ganas de besarla, aunque se contuvo al no estar segura de lo que pensaba Marsel sobre los besos en público. Pero esa duda le fue aclarada de inmediato, cuando la mujer se inclinó hacia ella y la besó.
—También te amo —susurró Marsel contra su boca, dando luego un beso más antes de acomodarse de nuevo en su silla.
Kay estaba decidiendo si gritar de emoción o subirse a bailar sobre la mesa cuando el mesero llegó con sus bebidas.
—Entonces…
—Brindemos —dijo su novia levantando su copa—. Porque al fin Kay Dahuss tuvo el valor de declararme su amor —bromeó Marsel.
—Tú también fuiste una cobarde.
—Eso no está en duda… Las dos lo arruinamos antes. Pero… Aquí estamos. Y me siento totalmente lista para esto, Kay. En serio.
—Yo también. Ya he vivido suficientes cosas como para saber lo que de verdad vale la pena. Sé que lo nuestro lo vale.
—Definitivamente lo estás haciendo bien —dijo Marsel—. ¿Sabes algo? Durante mucho tiempo justifiqué mi cobardía creyendo que esto sería un desastre.
—¿Por qué hubiera sido un desastre?
—Bueno… Cuando te fuiste, estaba convencida de que no te gustaban las chicas y que no sentías nada romántico por mí. Así que pensé que quedarme callada era lo mejor porque si te enterabas de mis sentimientos me odiarías y jamás en la vida podríamos recuperar nuestra amistad.
—¿Y ahora prefieres mi amistad?
—Por supuesto que no. —Marsel se acercó más a ella y bajó la voz—. Prefiero tu cuerpo desnudo sobre mí.
El calor que Kay sintió la hizo mirar nerviosa hacia otro lado, haciendo que Marsel soltara una carcajada.
—No sé por qué te encanta hacer eso.
—Porque es muy fácil. Eres un encanto. Lo sabes, ¿verdad?
—Por supuesto, aquí la inocente soy yo.
—¿Inocente? Por favor, Kay. Una chica inocente no hace lo que me hiciste anoche… —De nuevo Marsel empezó a reír—. Amo tu cara roja.
—Es que este lado pervertido tuyo apenas lo estoy conociendo —dijo ella intentando que nadie la escuchara—. Necesito ir al baño.
Notó que Marsel puso la expresión pícara que solía poner con ella pero al menos no le lanzó otro comentario. Y es que Kay no podía evitar que su cuerpo se estremeciera con las insinuaciones de su novia.
Apenas había pasado una semana desde su declaración mutua, lo que significaba que habían tenido poco tiempo para descubrir esas cosas que se comparten en la intimidad de una pareja. Sin embargo, Kay estaba fascinada con ese lado travieso y lujurioso de Marsel, aunque era evidente que su novia disfrutaba excitándola en los lugares más inoportunos, como ese restaurante.
Kay sospechaba algo: Marsel la conocía lo suficiente como para saber que una insinuación haría que su mente se llenara de recuerdos y pensamientos lascivos.
El baño era el más elegante y limpio que Kay había visto en su vida. Incluso se sintió mal por usarlo. Se apresuró a lavarse las manos y se miró en el espejo para acomodarse la ropa. Estaba lista para enfrentarse de nuevo a las bromas de Marsel… Y también para comer, ya que moría de hambre. Caminando hacia su mesa no pudo evitar observar a su alrededor. El lugar estaba lleno aunque se le hizo curioso que aún así el ruido fuera mínimo. Ahí las personas susurraban, había mucha calma… Por eso, el ruido que produjo al chocar duro con alguien hizo que todos giraran la cabeza hacia ella.
—Perdón —dijo sujetando a la persona para evitar que cayera sobre la mesa que había golpeado—. ¿Estás bien?
—Sí, no te preocupes —respondió una chica alta, de ojos color verde esmeralda y cabello castaño—. Todo bien —le dijo aquella a un hombre de traje negro, levantando una mano en señal de «alto» para que no se acercara.
—De verdad lo siento. —Volvió a disculparse Kay al notar que la chica se sobaba la pierna que había golpeado la orilla de una mesa.
—No pasó nada —dijo aquella con una sonrisa amable sobre su mueca de dolor.
—Ale, ¿nos vamos? —Se escuchó una voz, haciendo que Kay levantara la vista. Un poco adelante se encontraba otra chica guapísima, de cabello azabache y unos impresionantes ojos color gris. Parecía que acababa de salir de un acceso privado a un costado del restaurante.
—Hasta luego —le dijo a Kay la chica de ojos verdes y caminó detrás de la otra hacia la salida, custodiadas por dos hombres de traje negro.
Kay se quedó un breve momento parada ahí intentando recordar de dónde conocía a la del cabello azabache. Su cara le resultaba muy familiar. Se dirigió hacia la mesa donde Marsel la esperaba. Su novia tenía una mano sobre la boca, y Kay pudo adivinar una sonrisa en el rostro que tanto amaba.
—¿Qué? —preguntó mientras bebía un sorbo de su copa.
—Vi tu pequeño accidente.
—Sí, pobre chica. Se pegó fuerte por mi culpa —dijo ella algo apenada.
—¿Y notaste quien era?
Kay se quedó pensando un momento.
—No. ¿Alguien importante? —preguntó mirando hacia la salida.
—Algo… —Marsel en serio parecía muy divertida—. ¿Reconociste a la otra?
—Me dio la impresión de haberla visto antes…
—Te daré una pista: Si nos vamos hacia arriba, ella es la que te ha pagado los impresionantes millones que cobraste por tus asesorías al gobierno.
—¿Qué?
—Acabas de conocer a Alejandra y Cristina San Román —dijo Marsel con una gran sonrisa.
—Carajo… —Kay giró de nuevo hacia la salida—. ¿Eran ellas?
—Sí. ¿En serio no las reconociste?
—¿Por qué las reconocería?
—Claro, olvidé que eres nueva. Ahora que serás una residente oficial de Cd. Montejo te acostumbraras a verlas por aquí. Sobre todo a Alejandra, siempre anda en todas partes y es amiga de todo el mundo.
—No puedo creer que golpeé a Alejandra San Román —dijo con una risita nerviosa—. Qué bueno que no se puso pesada.
—Oh, no. Alejandra no es así.
—¿No? ¿Cómo sabes eso?
—Pues… —Marsel se encogió de hombros—. Vivo en Cd. Montejo desde hace muchos años.
—¿Eso qué significa? ¿Tuviste un romance con ella o qué? —preguntó Kay frunciendo el ceño.
—¡Claro que no! Kayri Dahuss, no me digas que eres una chica celosa…
—Por supuesto que no —dijo ella cruzando los brazos.
Marsel se acercó a su rostro.
—Solo tengo ojos para ti, boba.
Kay recibió con gusto el beso que su novia le dio. Sujetó el rostro de Marsel para evitar que se alejara rápido, pero aquella parecía no tener intención de dejar de besarla pronto. Y eso a Kay le gustó.
Ese día durante el diplomado, Kay pudo notar que casi nadie le estaba haciendo caso. Todos ahí parecía que deseaban con todo su corazón largarse de esas clases. Tardó un poco en recordar el motivo: era el último día de trabajo antes de que todos en Castilnovo gozaran de unos días libres debido a las festividades anuales.
Resignada a no tener la atención de los profesionales en la sala, decidió pasar ese tiempo contando algunos casos en los que había trabajado. De esa manera, quitando la parte de la retroalimentación y ejercicios posteriores, la audiencia se relajó bastante y se dedicó a escuchar el chisme.
Además, si era sincera con ella misma, también deseaba esos días de descanso, ya que tenía todo el día ocupado con ese diplomado, las reuniones con altos funcionarios de seguridad del gobierno y había empezado con el borrador de su siguiente libro. Aunque lo que más le gustaba, era pasar el tiempo con Marsel, la chica de su vida, que también hacía todo lo posible por estar con ella y aprovechar cualquier hueco disponible en su trabajo. Cuando dio por terminada la clase, su asistente se acercó a ella.
—Tengo buenas noticias. Me ha llamado la inmobiliaria. Pueden tener listo el papeleo esta semana.
—Excelente. Mis maletas llevan listas bastantes días.
—Te ves muy emocionada.
—Lo estoy. Hace muchos años que solo duermo en hoteles. Se siente bien tener un espacio propio.
—¿Ya le dijiste a Marsel?
—No. Quiero que sea una sorpresa.
Jocelyn sonrió.
—¿Y? ¿Le pedirás que se mude contigo?
Esa pregunta la tomó por sorpresa.
—En realidad no había pensado en eso. Sería muy pronto, ¿no?
—Demasiado. Llevan como dos semanas juntas. Pero, ¿te gustaría?
Kay pensó un momento y sonrió para decir:
—No me molestaría compartir mi espacio con ella. Pero… Supongo que ya lo hablaremos luego.
—Que madura —se burló Joz.
—¿Y tú encontraste algún lugar?
—Sí, creo que sí. Hay un departamento bastante bonito que no queda tan lejos del tuyo. Y la renta no está por los cielos.
—Por eso no te preocupes…
—Es que no quiero abusar, ya sabes que tengo este inconveniente…
—¿Qué inconveniente?
—Decencia.
Eso la hizo reír. Durante ese tiempo había aprendido muchas cosas de su asistente, cosas que la hicieron confirmar que contratarla había sido una buena elección. Esa chica era muy sincera, honesta y nada aprovechada. Era el apoyo que Kay necesitaba en su vida llena de prisa y locura.
—¿Y estás segura de querer seguir trabajando conmigo? Es que… Cuando te contraté te parecía genial viajar por todo el mundo y ahora nos quedaremos aquí.
—Sabía que esto pasaría tarde o temprano.
—¿En serio?
—Sí. Me dije: Joz, tu jefa algún día empezará con dolores de espalda y querrá vivir en un lugar aburrido rodeada de gatos.
—Odio a los gatos.
—Exacto. Por eso luego pensé que Cd. Montejo es perfecta para ti. Un lugar bonito, tranquilo y donde además está la chica que te encanta. Puedo vivir con eso. Además, supongo que aceptarás seguir con las conferencias y giras de tus libros.
—Sí, eso seguro lo seguiré haciendo, aunque siempre volveré a este sitio.
—Está bien. —Joz se encogió de hombros—. Y si eres sincera contigo, no podrías hacer nada sin mi. Apenas te diste cuenta que tu celular tiene cámara.
—Cállate.
—Entonces, ¿qué necesitas?
—Bueno… —Miró su reloj—. Marsel pasará al hotel en una hora para nuestra escapada romántica y tú… tendrás todos estos días libres.
—¿En serio?
—sí. Puedes aprovechar para visitar a tu madre.
—No, no. No quiero deprimirme. Le haré una videollamada y me quedaré a explorar la ciudad. Dicen que estos días de fiesta son fabulosos.
Al salir de la universidad, Kay se la pasó viendo el paisaje mientras Jocelyn conducía. No sabía cómo lo habían hecho, pero de la noche a la mañana, todas las avenidas y calles importantes estaban adornadas.
—Esto se ve más impactante que la Navidad.
—¿Y qué esperabas? Castilnovo es muy rico. Tienen que aprovechar sus fiestas para demostrarlo. He escuchado que el desfile es como ver marchar a un ejército. Los de aquí son personas muy orgullosas de su historia.
—Me imagino.
—Deberías subir tu cuota aquí. Sería como arrancarle un insignificante cabello a un gato.
—¿Tú crees?
Jocelyn detuvo el auto en un semáforo.
—¿Ves eso? —dijo la chica señalando al frente—. Es el escudo de armas de la familia San Román. Ellos encabezan el gobierno y el desfile es una muestra más de su dominio sobre todo Castilnovo. Y aunque parezca tonto, todos los aman. En especial a esas dos chicas…
—Ah, sí. Ya… —dijo Kay recordando su encuentro con las aludidas. Marsel le había dicho algo parecido sobre esa tal Alejandra, que era muy apreciada en ese lugar.
—Entonces, ¿qué? ¿Les envío una nueva factura aumentando el costo de tus servicios? —preguntó la chica poniendo en marcha el auto.
—Creo que debemos tomarlo en cuenta para la siguiente contratación.
—¡Eso! —dijo Joz bastante feliz.
El tiempo le dio justo para ducharse y estar lista para la hora acordada. Marsel apareció puntual en la puerta y le dio un beso en cuanto la tuvo enfrente.
—¿A qué se debe tanta felicidad? —le preguntó a su novia.
—Estoy a punto de tener las vacaciones que siempre imaginé con la chica que siempre he deseado… ¿Te parece motivo suficiente para esta sonrisa?
—Creo que tu felicidad está justificada —dijo ella metiendo su cartera y celular en el bolsillo de su chamarra.
—Vámonos. —Marsel ya tenía cargada su maleta—. No quiero que se nos haga de noche manejando hasta ahí. Las colinas son algo impredecibles.
Kay siguió a su chica sin pensarlo. Ella iría siempre a donde Marsel se lo pidiera, sin importar el día, la hora ni nada. Cuando cerró la puerta de la camioneta de Marsel giró hacia ella para confesarle algo.
—Oye… —La mujer la miró después de encender el motor—. Estoy muy enamorada de ti.
La sonrisa que le dedicó su novia fue espectacular. Kay recibió un beso de esos que la derretían como recompensa por sus palabras.
—También estoy enamorada de ti. Y amo poder hacer esto contigo.
La camioneta salió de prisa hacia la calle, que estaba a reventar debido a la hora.
—Esto se ve horrible.
—Muchas personas están llegando para las festividades anuales. Es un espectáculo increíble de ver. —Entonces Marsel se quedó callada de repente y la miró de reojo—. Tal vez cometí un error al pedirte salir de la ciudad conmigo. ¿Quieres quedarte a ver el show?
—Por supuesto que no. Quiero estar contigo, no rodeada de miles de personas. Eso ya lo veré después.
—Entonces agárrese bien, señorita Dahuss —dijo su novia acelerando.
Marsel tenía razón, los carriles para entrar a la ciudad estaban a reventar, pues esa noche se llevaría a cabo un evento para iniciar con aquellas fiestas. Y aunque todas las ciudades de Castilnovo tenían sus propios eventos, la majestuosidad de lo que se hacía en la capital no tenía rival.
Aunque Kay no lamentaba perderse del espectáculo. Ella quería eso, quería la soledad junto a su novia. Quería acompañarla en esas vacaciones que tanto necesitaba y que nunca tenía. Se sentía afortunada de pasar esos días con Marsel, de que la mujer la hubiera elegido para compartir eso.
Se adentraron al atardecer rumbo a las colinas más lejanas, donde Marsel había reservado una cabaña a la orilla del único lago de Castilnovo, uno que marcaba una frontera natural con el territorio vecino.
—Deja esa canción —le dijo Marsel empezando a cantar, haciendo que Kay empezara a reír.
—Eso es bastante nuevo para mí: Marsel, la cantante.
—Eres una mortal afortunada. No cualquiera tiene el privilegio de escucharme.
Kay empezó a cantar con ella, mientras le iba dando galletas en la boca para que Marsel no apartara los ojos del camino. Le encantaba todo eso y lo quería para siempre. La paz de estar con alguien con quien no tenía que fingir nada y con quien deseaba permanecer, pertenecer.
—Esto se ve fantástico —dijo cuando Marsel tomó una salida de terracería para rodear el lago hacia las cabañas.
—Es una de las zonas más visitadas de Castilnovo. El lago está lleno de cabañas y espacios para acampar. Siempre he querido venir y qué bueno que lo hice contigo.
—¿Ah, sí? ¿Por qué?
—Bueno… —La cara de Marsel quedó roja de inmediato—. Es que dicen que… es un sitio donde… ahm… Se presta para darse amor…
—¿Qué? —preguntó Kay bastante divertida.
—Las parejas vienen aquí para tener sexo —dijo su novia lo más rápido que pudo. Kay aumentó su risa.
—¿Y para eso me trajiste? ¿Para usar mi bello cuerpo para darte placer?
—Bueno, no es un secreto que te deseo mucho y que me encanta hacer el amor contigo… ¡Pero no te traje solo por eso! Es que es un lugar hermoso. ¡Ah, ya, Kay!
Mientras Kay seguía riendo, Marsel le sacó la lengua y siguió roja bastante rato hasta que detuvo la camioneta. Llegaron justo a tiempo, pues el sol había desaparecido del cielo. Kay se estiró al bajarse y miró a su alrededor. Había varias personas caminando por ahí, muchas cabañas a la vista y un poco más allá el sitio para camping. Todo se veía muy rústico pero bien adornado e iluminado. Se quedó ahí observando el lago oscuro y esperó a que Marsel terminara de hablar con la recepcionista.
—¡Cualquier duda me comentas! —Escuchó la voz de la encargada, mientras Marsel le hacía una señal con la mano como agradecimiento.
—Listo, tengo las llaves.
Cargó las cosas y caminó junto a su novia por la orilla del lago, cruzándose con varias personas que llevaban comida para preparar en los asadores de la cocina comunal.
—¡Regina, apresúrate! —gritó una chica pelirroja—. ¡Ceci no tiene idea de cómo cocinar!
Kay se hizo a un lado cuando la tal Regina pasó corriendo para llegar hasta una estufa de donde salía bastante humo.
—No sabía que esto era así. No trajimos nada para comer —le dijo a Marsel.
—Tranquila, tengo todo lo que necesitamos aquí. —Su novia señaló una maleta grande.
Kay quedó impresionada cuando entraron a la cabaña. Eso era todo menos humilde. El interior se veía muy bonito y de buen gusto. La habitación era espléndida, con la cama y un sofá frente a una enorme pantalla. Además, la chimenea ya estaba encendida y en un rincón estaba la mesita con la cafetera y un frigobar.
Marsel se apresuró a guardar la comida en la pequeña nevera y empezó a revisar la máquina para café. Por su parte, Kay siguió explorando aquello. Caminó sobre la enorme alfombra hasta el otro lado, donde una puerta la condujo hasta el baño. Quedó sorprendida al ver aquello. Las paredes eran de piedra, incluso el lavabo, y la ducha… no tenía techo. Era como una pequeña cascada, separada del baño por un cristal y rodeada de plantas.
—M-Marsel… —balbuceó.
—¿Sí?
Se sobresaltó al notar que su novia estaba muy cerca de ella.
—¿Viste eso?
—Lo vi en las fotos pero se ve aún mejor en persona…
—Ahora entiendo porqué las parejas vienen aquí.
—¿Ah sí? ¿ Por qué? —preguntó Marsel levantando la ceja, adoptando una actitud retadora.
—Déjame enseñarte…
Kay jaló a su novia para plantarle un beso, que fue correspondido al instante. Los brazos de Marsel rodearon su cuello mientras ella la sujetó fuerte de la cintura. Había pasado muchos años soñando con esa mujer, que se había convertido en la dueña de sus deseos y fantasías desde mucho tiempo atrás. Amaba besarla, amaba sentirla, amaba desnudarla.
Buscó los botones de Marsel, que se fueron abriendo uno a uno. Deslizó despacio las manos por los hombros de su novia, empujando la ropa hasta hacerla caer al suelo. Llevó sus besos por la mejilla de la mujer hasta alcanzar su cuello, haciéndola suspirar.
—Kay… —Se escuchó una voz estremecida.
Aspiró el aroma tan delicioso de la piel de su novia. Ella podía reconocer ese olor donde fuera, podía reconocer ese cuerpo con los ojos vendados. Sintió unas manos bajando hasta sus jeans, que fueron abiertos de inmediato y empujados hacia abajo. No tardó en buscar el broche del sostén Marsel, arrancándolo sin piedad para sentir sus pechos desnudos.
La traviesa mirada de su novia le indicó que no pasaría mucho tiempo para que estuviera totalmente desnuda. Y no se equivocó. Fue despojada del resto de su ropa mientras su chica seguía devorando sus labios. Estaba en llamas. Todo en su cuerpo ardía y pedía más.
Quería a Marsel contra su piel, quería fundirse con ella. Caminó sin mirar hacia donde, dejó que su novia la llevara. Entre besos, el agua de la pequeña cascada empezó a caer sobre ellas.
—No creo que el agua funcione —dijo jadeante, mientras aprisionaba a Marsel contra una pared—. No podrá calmar esto que siento…
—Tendré que buscar la forma de ser yo quien te calme —dijo su novia haciéndola girar.
Kay suspiró al sentir la piedra fría en su espalda. Pero de inmediato el calor regresó al ver a Marsel bajar por su cuerpo. Observó a su chica arrodillada frente a ella y luego cerró los ojos al sentir su boca… Aquello era más de lo que se imaginó en sus fantasías. Y por eso era perfecto.
Tiempo atrás no podía decir que el sexo fuera algo que le encantara tanto. Cuando se había acostado con sus anteriores novias se había sentido bien y ya. Sin embargo, esos días con Marsel eran como una enorme descarga de electricidad, deseo y pasión impactando contra su cuerpo, haciéndola querer más de eso por mucho tiempo.
Sabía que era muy tarde y que debían estar dormidas desde muchas horas atrás. Pero ninguna de las dos había detenido eso. Lo que había empezado en el baño, se había trasladado a la cama, pasando antes por la alfombra…
Estaba cansada pero era imposible detenerse. Tener a Marsel bajo de ella, con los ojos cerrados, la respiración agitada y el cuerpo caliente era algo que quería disfrutar hasta su último aliento.
Se inclinó para besar con suavidad los labios de su novia, que abrió los ojos y le regaló una sonrisa. En las ocasiones anteriores se había dejado llevar por la pasión, pero en ese momento solo quería demostrarle que en la cama era más poderoso el amor que el simple deseo.
—Te amo… —susurró moviendo su cuerpo con lentitud.
—Y yo te amo a ti, Kay. —Marsel se aferró a ella, acariciando su espalda mientras seguía el ritmo suave de sus movimientos—. ¿Sientes eso?
—Sí…
—Así se siente el amor.
Le sonrió a esa mujer que no dejó de abrazarla y de presionar su cuerpo contra el suyo. Había tanto que podía decirle, tantas promesas que podía hacerle… Pero sabía que las palabras no eran tan poderosas como los hechos. Conocía a muchas parejas que se habían jurado el cielo, la luna y las estrellas y todo se había desmoronado entre peleas y engaños. Sus propios padres eran un ejemplo de eso. Ella no quería vivir lo mismo. No quería darle solo palabras a Marsel, quería demostrarle con acciones todo lo que sentía por ella.
Se acercó a su novia para darle un beso lento mientras intensificaba los movimientos. sintió unas uñas en su espalda, guiando la velocidad de lo que sucedía. Estaba a punto de enloquecer por Marsel… Ocultó su rostro cerca del cuello de la mujer y dejó que las sensaciones la arrastraran hasta el paraíso. El jadeo de Marsel le indicó a Kay que su novia también había llegado con ella. La respiración se le dificultaba pero se sentía más viva que nunca.
—Tienes razón… —dijo incorporándose para mirar los ojos de Marsel—. Definitivamente esto es amor.
Kay estaba tumbada boca abajo sobre el colchón y no tenía intenciones de levantarse. Sin embargo, el olor a café y el ruido la hicieron abrir los ojos. Tardó algunos segundos en entender lo que veía. Marsel estaba de espaldas haciendo algo frente a la cafetera. Su novia iba vestida con pants y una sudadera que Kay reconoció como suya. Bostezando, se sentó en el colchón.
—Perdón, mi amor. No quería despertarte.
Sonrió al escuchar esas palabras.
—Está bien… ¿Qué hora es?
—Aún es temprano. Es que tenía mucha hambre.
—Ah, sí. Anoche no cenamos.
—Pues, yo sí —dijo Marsel lanzándole un guiño desde donde estaba.
—Eres muy pervertida a veces.
—Todo es tu culpa. ¿Quieres té? Sé que detestas el café.
—¿Y trajiste té?
—Por supuesto… —Marsel hizo un movimiento exagerado y sacó una cajita con sobres de té.
—De verdad eres perfecta.
—No, solo estoy muy, muy, muy enamorada.
kay ya no podía dormir más. Así que se levantó y se lavó la cara para terminar de despertar. Cuando regresó a la habitación, Marsel estaba sentada junto a la enorme ventana. Kay se sentó frente a ella y miró su desayuno: té y un sandwich.
—Gracias.
—¿Así, sin un besito?
—Perdón —dijo riendo y acercándose a besar a Marsel.
—Mucho mejor. ¿Ya viste eso?
Kay giró hacia donde Marsel le indicaba. Lo que vio la dejó sin aliento. El lago parecía un espejo que reflejaba las colinas. Arriba, podía verse niebla que era apartada por el sol, que iba subiendo para adueñarse del día. Frente a su cabaña había una extensión de pasto donde varias casas de campaña estaban puestas. Algunas personas estaban sentadas en troncos alrededor del fuego mientras desayunaban. Había familias, parejas, niños y adultos.
—¡Estás loca Paris! —Escucharon la voz de una chica que estaba en una canoa, mientras otra chica saltó al agua.
—¡Está deliciosa! —dijo la nadadora—. ¡Ven, Emma!
—De verdad está loca, el agua debe estar helada —dijo Kay.
—A mi me gustaría meterme.
—¿Quieres congelarte?
—¿Dónde está la chica que ama los deportes extremos? —La retó Marsel.
—Congelamiento de trasero no es un deporte. ¿Te imaginas a tu novia con el trasero congelado?
—Podría darle calor…
Kay prefirió beber su té y apartar los ojos de Marsel, ya que imaginarla caliente la estaba poniendo de nuevo caliente a ella.
—Está bueno.
—Amo cuando te pones nerviosa —le dijo su chica estirándose hacia su bolso—. Creo que estos días apagaré el celular. Quiero disfrutar esto.
Kay la vio presionando el botón de su móvil.
—Creo que es una gran idea. Apagaré el mío también. —Se levantó rápido por su celular.
—¿Segura? ¿Y si el mundo arde porque Kay Dahuss no contesta el celular?
Ella soltó una carcajada y apagó su teléfono.
—Pues que arda. Aquí tengo todo lo que necesito. —Jaló a Marsel para besarla—. Trae tus cosas, vamos a meternos al lago.